LA CUEVA NAMALAO
(Cuento tradicional de Vanuatu)
Érase una vez un matrimonio joven bien avenido. Los dos miembros de la pareja, relativamente felices.
Sin embargo, la mujer antes de casarse había conocido a otro hombre y no paraba
de pensar en él. Un día, un pensamiento le golpeó como un rayo: “¿Cómo podría
librarse de su marido? ¡Eso es! ¡Debo conseguirlo!”.
Al otro lado de la Gran Bahía había una caverna llena de
pájaros. Se llamaban Namalaos y se sabía que ocasionalmente robaban y comían
pollitos. Para capturarlos, los hombres iban con frecuencia a esta gran gruta
en la ladera de una colina: La Cueva Namalao.
Para cazar uno de estos pájaros, uno debe trepar con mucho esfuerzo
hasta la cima de la colina y entonces agarrarse a una enredadera que cuelga del
tronco de un enorme árbol y justo más arriba está la boca de la cueva. Esta es
la única forma de conseguir entrar para cazar al namalao. Una vez son
capturados, hay que atar las patas de los pájaros con lianas cortas. Alguien
debe esperar y estar preparado para
proporcionar el cabo de una soga fuerte cuando oiga la señal. Así se pueden
cazar namalaos.
La mujer estuvo dándole vueltas y más vueltas a la imagen de
la colina y de la cueva. Poco después, dijo a su marido: “Hoy me gustaría mucho
comer namalao”. “Lo siento –respondió él-. Si me lo hubieras dicho ayer, habría
ido. Pero hoy ya es demasiado tarde. Sería mejor dejar eso para mañana”. “Pero…,
es todavía temprano…, ¡tengo un antojo!”, insistió ella.
Así que salieron juntos. Se les hizo de noche y amanecía
cuando alcanzaron con dificultad el refugio del namalao. Escalaron hasta la
cima de la colina, se agarraron a la enredadera hasta el tronco del gran árbol,
cortaron una liana gruesa y la tendieron sobre el agujero. El hombre se cuidó
de cortar finos sarmientos de la enredadera y llevarlos consigo para atar a los
pájaros. Entonces dijo a su esposa: “Tú espérame aquí. Atraparé namalaos,
átalos con estos tallos cuando te avise… La mujer respondió: “Sí, haré todo lo
que me dices”.
Entonces el hombre descendió a las profundidades de la cueva. En
cuanto estuvo dentro, vio tres namalaos durmiendo. Los cogió y los ató y luego
volvió a trepar al borde de la caverna. Pero, cuál sería su sorpresa cuando
descubrió que la maroma gruesa a la que debía agarrarse para salir de allí
había caído al fondo. El hombre estaba desorientado. ¿Cómo abandonar la cueva?
Sólo podía ver muy vagamente la entrada de la caverna, así que entristecido,
comenzó a llorar. En el fondo de la sima comenzó a pensar: “Lo peor que puede hacer
es quedarme aquí quieto”. Las punzadas del hambre comenzaron a fastidiarle, así
que mató un namalao y se lo comió. Hizo esto hasta que ya no tuvo ningún
namalao a mano. Finalmente, sin agua ni comida, comenzó a discurrir sobre cómo
salvar su vida. De repente, tuvo una idea. Se dijo a sí mismo: “Voy a intentar
cazar un montón de namalaos, puedo atarlos juntos y ellos volando me sacarán de
la cueva hasta la cima de la colina”. Y, sin detenerse, comenzó a capturarlos
hasta que tuvo cien atrapados.
Los días se hicieron semanas hasta que el hombre pasó tres
meses atrapado en el fondo de la gruta. Se quedó en los huesos. Encorvado, no
podía ni hablar ni pedir auxilio. Ni siquiera podía gemir. Podía, eso sí,
juntar todos los pájaros atados en un solo grupo alado, atándose él mismo a
ellos. Cuando estuvo listo sacudió la cuerda y los pájaros volaron por el aire
con el hombre colgado de ellos como un paracaidista. Pero eran demasiados
namalaos. Unos querían volar hacia el oeste, otros al este. No se ponían de acuerdo
en qué dirección volar. El hombre todavía colgando de los pájaros subía y caía
del cielo hasta que le fue posible agarrarse a las grandes hojas de una palmera
cocotera. Osciló en las barbas del árbol temiendo caer y consiguió sostenerse
acordándose de lo que había hecho en el jardín de su tío. Entonces liberó a los
namalaos que le habían salvado la vida.
Permaneció solo sobre la palmera. Un poco después vio a
alguien aproximarse. Un hombre se acercaba para sacar de la tierra unas raíces
dulces (kumala). Desde su percha,
nuestro hombre miró al que se aproximaba, pero no podía llamar su atención
porque su voz había desaparecido. De repente se percató de que el hombre que se
aproximaba era su tío. ¡Sí! Tenía el tatuaje de su clan que conocía tan bien.
Arrancó un coco verde y lo dejó caer a los pies de su tío, que oyó caer el coco
y se sorprendió al ver que estaba inmaduro. Exclamó: “¡Hey! ¿Quién tira el
coco? ¿Un zorro volador? ¡El coco está todavía verde!”. Levantó entonces la
cara y vio la silueta del hombre sentado en la palmera. “¿Quién eres? ¿Eres
hombre o diablo?”. El de arriba no dijo nada y continuó mirando fijamente el
rostro de su tío. Cortó otro coco verde y lo arañó dibujando sobre él el
tatuaje de su tío y lo lanzó a tierra.
Cuando el tío por fin se enteró de que era su sobrino que
había desaparecido sin dejar rastro, trepó al árbol, lo cargó sobre sus
hombros, descendieron y se fueron a casa.
Cuando llegaron, dijo a su esposa:
“Este hombre necesita algo de comer y de beber”. Permaneció en casa de su tío
recuperando fuerzas y tan pronto como pudo hablar contó la historia de cómo su
esposa lo había traicionado. El tío convocó a todos los hombres de la aldea a
su casa y les dijo lo que había sucedido. Añadió: “Mañana, en mitad de la
noche, todos los hombres fuertes vendrán conmigo. Iremos al pueblo de su mujer
y mataremos a todos los hombres, todas las mujeres y todos los niños. No debe
quedar ningún superviviente”.
Al siguiente día, todos los hombres aptos siguieron al tío.
En mitad de la noche llegaron a la aldea de la mujer. Entraron a la primera
choza que vieron y comenzaron a gritar. Un niño se despertó y les miró. El
hombre le cortó el cuello. Hicieron lo mismo con todas las mujeres y todos los
hombres. Antes, el sobrino fue a la casa de su esposa y la llamó. Cuando la
despertó, ella reconoció a quien andaba fuera. El hombre namalao quiso hablar
con ella. Cuando estuvo delante de su verdadero marido se sorprendió tanto como
se apenó. Pero era demasiado tarde. El hombre le hizo una primera pregunta y
después la mujer tuvo las piernas rotas y finalmente cortadas. Le hizo una
segunda pregunta y sus dos brazos fueron cortados. Cuando le hizo la última
pregunta, el cuello de la mujer quedó segado y su cabeza rodó por el suelo.
Finalmente, el hombre fue a juntarse con los otros para
rematar la masacre. No pararon hasta que todas las personas de la aldea cayeron
muertas. Al día siguiente, una gran fiesta se celebró en honor del hombre que
vino a vivir al pueblo de su tío.
Incluso hoy, si tú vas a la Gran Bahía en Biapot, sobre el
lado de la colina, ¡podrás ver la cueva del namalao!
***
Este relato de traición y de tremenda venganza tribal, completamente desproporcionada desde una perspectiva ética occidental o
moderna, y nada edificante, fue escrito en el idioma Bislama por Elda Sope
Kalsrap de Pango en The Presbyterian
College of Tangoa in South Santo. Recogido y transcrito por Paul Gardissat
y traducido al inglés por Kendra Gates y Sara Lightner. Pertenece a la
tradición oral nativa de la provincia de Sanma (Vanuatu).
La traducción española es de José Biedma López sobre el
original “The Namalao Cave” (Santo), del libro Nabanga, An illustrated anthology of the oral traditions of Vanuatu, publicado
con el patrocinio de la Unión Europea (Vanuatu National Cultural Council,
2005).
Enhorabuena por esta aportación tan valiosa para conocer el folklore vanuatu. Ciertamente tiene una moraleja tremenda y con muy poca perspectiva de género pero me pregunto cuántas vueltas ha dado esta historia hasta llegar a nuestros días y parecerse tanto a cualquier historia de adulterio en el que la venganza masculina estaba legalmente santificada, como en nuestro ordenamiento con el uxoricidio honoris causa hasta 1963. Me llama la atención la referencia al Colegio Presbiteriano, así que quizá la religión también ayudó a reforzar el mensaje machista subyacente. Sería interesante rebuscar en versiones más antiguas o en otras islas de la zona, donde por una análoga ley evolutiva, habrá sin duda relatos parejos, como las semejanzas y diferencias en los picos de los pinzones que descubrió Darwin en las Galápagos. No me sorprendería encontrar en esas otras versiones mucha más agencia por parte de la mujer y un final mucho menos sangriento, o al menos elementos que propicien una interpretación que no pase por la sumisión absoluta de la mujer. En este enlace tenéis información y las excelentes fotografías de Jimmy Nelson sobre las Vanuatu: https://anthropotopia.blogspot.com/2014/01/antes-de-que-desaparezcan-la-fotografia.html
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