LAS JEFATURAS, UNA FORMACIÓN SOCIAL OLVIDADA
La definición de sociedades o tribus con jefatura es una de las aportaciones más
interesantes y útiles de la antropología cultural al estudio de la prehistoria
y la protohistoria. Hace referencia a sociedades elementales donde aparece por
primera vez un poder político coercitivo, el Jefe, que gobierna la sociedad con
la ayuda de una nobleza secundaria. Se distingue de las tribus igualitarias que no conocen el poder político propiamente
dicho, donde no hay diferencias sociales y cuyo líder, llamado el gran hombre, no tiene poder para
obligar a los demás y sólo puede inducirlos a actuar en determinado sentido
mediante su trabajo, su ejemplo y su abnegación. Incomprensiblemente, muchos
por no decir la mayoría de los historiadores siguen ignorando esta institución.
Así resulta habitual en los manuales de Historia para estudiantes establecer
una secuencia en la evolución de las sociedades humanas ciertamente improbable:
Cazadores y recolectores – Aldeas agrícolas y ganaderas – Primeras
civilizaciones urbanas, siendo la Revolución Urbana el hecho determinante del
cambio de aldea a ciudad, un salto imposible.
¿Qué es una Jefatura? El concepto
define una sociedad rural (no urbana) basada en la agricultura y la ganadería,
aunque puede conocer otras actividades (metalurgia, comercio, incluso guerra y
pillaje) y que tiene suficiente desarrollo como para que sea posible la
producción y apropiación de algunos excedentes. Este hecho implica que, en
algunas actividades económicas, se ha producido una intensificación de la producción, es decir, que aportando mayores
cantidades de trabajo en combinación con algunos elementos técnicos, se ha
aumentado la cantidad final de bienes producidos. Estos excedentes son
apropiados de forma desigual y jerarquizada por el jefe y la aristocracia que desarrolla las
funciones auxiliares de gobierno local.
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Una
jefatura es un sistema social centralizado. Constituye el punto de partida de
un proceso de centralización que culmina en el Estado. Se diferencia de la
tribu en dos aspectos básicos: tiene una densidad de población más alta, debido
a su mayor nivel de productividad, y es más compleja, caracterizándose por
algún tipo de autoridad central. Las jefaturas tienen órganos centrales de
gobierno relativamente permanentes. Es definitoria la existencia de una
autoridad central, que además preside una estructura de unidades jerarquizadas.
Desde el punto de vista económico, es el centro y el coordinador del sistema de
redistribución del excedente económico. Por otra parte, aunque no sea directamente
hereditario, el cargo de jefe sólo es accesible a ciertas familias o linajes.
Acumulación,
redistribución desigual y poder.
En las jefaturas, la riqueza del
jefe es un signo de su poder y a la vez uno de los medios para su ejercicio. En
las islas Trobriand, una de las principales fuentes de riqueza del jefe proviene
de sus parientes políticos. Éste toma como esposa una mujer de cada uno de los
poblados que se hallan bajo su autoridad; las elegidas siempre suelen ser
hermanas o parientes de los jefes de poblados subordinados. Los familiares de
la esposa tienen que proporcionar grandes cantidades de alimentos a su cuñado,
el jefe, de acuerdo con las normas tradicionales. De esta manera, todo el
poblado tiene que trabajar para él. Se ha calculado que cerca de tres cuartas
partes de la cosecha de un individuo se destinan, de una parte, al jefe como
tributo y, de otra, al marido y la familia de la hermana.
Big Man en la región de Sepik, Nueva Guinea |
Mediante una política de matrimonios
múltiples, el jefe principal consigue unir las obligaciones tributarias con las
de parentesco, de tal manera que unas refuerzan a las otras y que los conductos
por los que se opera la acumulación son los vínculos del parentesco político.
De esta manera, con la provisión de
alimentos conseguida, este tipo de jefatura puede recompensar los muchos
servicios que pide y necesita y proporcionar comida a todos los que participan
en las grandes fiestas, las reuniones del distrito o las expediciones
comerciales lejanas. Parte de los alimentos los destina a la adquisición de objetos
de lujo o a pagar para que se los fabriquen. Es, pues, el privilegio de la
poligamia lo que le permite mantener su elevada posición.
El poder del jefe implica no sólo la
posibilidad de recompensar, sino también la de castigar. El castigo se aplica
de forma indirecta a través de la hechicería. Si alguien ofende o quebranta la
autoridad del jefe, éste, que puede disponer de los mejores hechiceros, ordena
a través de uno de ellos que el culpable muera por magia negra. Debe, sin
embargo, recompensar este servicio, al igual que todos los que se le prestan.
Los jefes son reverenciados mediante
un protocolo especial. Ningún individuo permanece en pie cuando el gran jefe se
le acerca. Dondequiera que vaya es considerado la persona más importante, se le
coloca en una plataforma elevada y recibe un trato respetuoso. Suele pertenecer
al subclan o linaje de mayor rango, lo que constituye el punto de partida de su
poder; pero la sustancia del mismo proviene de la riqueza que acumula a través
de sus parientes políticos y que redistribuye en parte.
Es mediante esa acumulación de
riqueza y la consiguiente distribución copiosa de la misma, como el jefe
alimenta importantes empresas colectivas. La jefatura viene a ser como un canal
por el que circula la riqueza, concentrándose en un punto para fluir de nuevo.
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Estela de Ur, Mesopotamia |
La concentración y centralización de
bienes y alimentos en un punto –la jefatura- y la distribución periódica de los
mismos reciben el nombre de redistribución. Pero ésta no debe ser
considerada sólo como una acción en beneficio de la comunidad, sino también
como una forma de consolidar y acrecentar el poder del jefe. Los almacenes
llenos y la expectativa de la distribución de bienes son instrumentos eficaces
para que el grupo se mantenga unido y le sea fiel a aquél.
El
modelo social organizativo que adopta la jefatura es el clan cónico. En éste, la proximidad de los miembros del clan
respecto al antepasado fundador tiene una importancia decisiva para definir la
posición social y política de sus miembros. El criterio de proximidad respecto
al fundador del clan, que se diversifica en dos líneas de descendencia, es lo
que crea la clasificación jerárquica, que abarca a todos los individuos del
clan.
Los
miembros de las líneas principales forman lo que se conoce como núcleo del clan
y, a menudo, recibe, el calificativo de aristócratas, siendo calificados los
demás de plebeyos. La calidad de miembro del clan se difumina a medida que uno
se aleja de su núcleo o de sus líneas principales. La distinción entre
aristócratas y plebeyos se pone de manifiesto, además, mediante la existencia, a veces, de derechos diferenciados sobre
los recursos como la tierra, el ganado, etc.
La
jerarquización dentro del clan cónico se refuerza mediante el establecimiento
del principio de la primogenitura,
tanto en el interior de las líneas principales como en las secundarias.
Un espacio social y
económico circunscrito
La aparición de un poder político
genuino, capaz de tomar las decisiones que afectan a la comunidad y de
imponerlas por la fuerza si preciso fuera, disponiendo para ello de un grupo de
especialistas guerreros, implica una existencia social condicionada por algunos
elementos externos. Uno de los más importantes suele ser el de disponer de un
territorio circunscrito por otras
sociedades vecinas. A diferencia de los campamentos de los
cazadores-recolectores, perdidos en medio de la selva, de los hielos y los
desiertos; incluso de las aldeas agrícolas y ganaderas que a duras penas se
descubren en los amplios paisajes de sabanas o de las tierras aptas para el
cultivo, las sociedades de jefatura se encuentran rodeadas por otros grupos
humanos vecinos. La cantidad de espacio disponible está, pues, limitada y, por
tanto, es imprescindible tener la capacidad de defenderlo contra interferencias
externas. Esta es la razón de la intensificación productiva: es necesario
producir excedentes que mantengan un grupo guerrero que defienda al conjunto de
la comunidad. Una tribu igualitaria vecina de una jefatura puede ser una presa
fácil de conquistar. En algunos casos, las jefaturas de los desiertos fríos o
cálidos, el espacio no disponible es el de las tierras de cultivo colindantes
con el desierto o de los oasis dentro de él. En este supuesto, podría decirse
que la sociedad de jefatura está circunscrita
por la esterilidad de su extremado hábitat. Sus guerreros, integrantes de una
sociedad nómada, demuestran una movilidad extraordinaria para razziar a sus
vecinos agricultores sedentarios y esconderse inmediatamente en el desierto, un
medio hostil imposible de penetrar para los sedentarios.
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Guerrero íbero |
La circunscripción de sus territorios,
las relaciones de vecindad problemáticas y la existencia de contingentes
guerreros, aconsejan defender la aldea con un perímetro defensivo, es el
poblado fortificado. En su interior, se apiñan las chozas y los corrales del
ganado y se distingue claramente por sus proporciones y su decoración la choza
del Jefe y las de los nobles guerreros. La diferenciación social se deja ver
también en el atuendo espectacular del Jefe y, especialmente, en los monumentos
funerarios. El excedente junto con la
posibilidad de utilizar trabajo forzado y disponer de algunos especialistas,
permite la erección de grandes monumentos funerarios, sea la llamada
arquitectura dolménica, o bien los grandes túmulos de los pueblos esteparios de
todos los tiempos. Murallas, chozas imponentes de los jefes, enormes monumentos
funerarios e imponentes atuendos contribuyen a aumentar el poder y el prestigio
del Jefe frente a los propios pero también frente a los vecinos, intimidando y
disuadiendo de cualquier tentación agresiva.
Como en el caso de las tribus
igualitarias, diversas Jefaturas pueden compartir unas formas de vida y un
universo cultural común que se remonta a unos mismos ancestros. Integran
amplias federaciones tribales que pueden estar dirigidas por un Jefe máximo. Es
probable que reconozcan algunos lugares de culto centrales. Y es en este
contexto, federaciones tribales, lugares especiales de culto, jefes máximos y
poblados fortificados centrales donde se pudo producir el siguiente paso de la
humanidad: el nacimiento de la ciudad-templo y la ciudad-Estado. La secuencia
así establecida es más verosímil que la usual en nuestros manuales de historia:
campamento – aldea – poblado fortificado – ciudad.
Las Jefaturas en la
Historia
La sociedad de Jefatura tiene una
importante aplicación en la Historia además de la Prehistoria
y la Protohistoria. Así en la protohistoria de la Península ibérica, la
jefatura ayuda a comprender el grado de organización y los acontecimientos que
se desarrollaron en torno a las colonizaciones mediterráneas y, sobre todo, a
la conquista cartaginesa y romana. Los pueblos íberos y celtíberos estaban
divididos en tribus que conocían ya una diferenciación social –existencia de
una aristocracia guerrera -, vivían en poblados fortificados, se encontraban en
un territorio circunscrito que, a pesar de sus riquezas mineras y el comercio,
a veces no era suficiente para mantener a la población – de ahí el pillaje de
los lusitanos sobre las tierras vecinas, el alistamiento de los íberos como
soldados mercenarios – y, sobre todo, estaban dirigidos por jefes con
suficiente autoridad y recursos como para hacer frente al ejército romano. Todo
un arte decorativo subrayaba su poder personal que se explicitaba en las
grandes ceremonias funerarias. En este estadio de desarrollo, el proceso de
aculturación siguiendo el modelo de las ciudades-estado fenicias y griegas fue
sencillo, pues era muy poca la distancia entre el poblado fortificado nativo y
la nueva ciudad de los colonizadores recién llegados.
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Guerreros escitas, un pueblo nómada con una orfebrería asombrosamente sofisticada |
En los tiempos plenamente históricos,
una vez que aparecieron las primeras civilizaciones del mundo antiguo, hay una
cierta tendencia entre los historiadores a considerar como reyes a los jefes de
los diversos pueblos esteparios que protagonizaron las grandes migraciones,
implicando en esa calificación los conceptos de Monarquía – Reino – Estado, que
no proceden en este caso y provocan una considerable confusión. Indoeuropeos,
germanos, eslavos, mongoles, turcos, etc. no eran en origen sociedades con
Estado y no tenían ninguno de los caracteres que definen la civilización
(organización estatal, ciudad, escritura, etc.). El concepto de Jefatura y de
grandes federaciones tribales define mejor estos pueblos y los acontecimientos
históricos que protagonizaron, a la vez que ayudan a comprender los
subsiguientes pasos que siguieron una vez que se asentaron en los territorios
de las civilizaciones invadidas.
El concepto de aculturación define la adquisición de unos caracteres culturales en
sentido extenso que les permitieron pasar de un estadio de desarrollo a otro,
de sociedad elemental (tribu de jefatura) a civilización. Su organización
política de aristocracias guerreras gobernadas por un Jefe y la necesidad de
desarrollar una estructura estatal de la que ellos carecían para gobernar los nuevos
territorios y las nuevas poblaciones conquistadas, fueron las que dieron lugar
a la creación de nuevas Monarquías con la ayuda de parte del antiguo aparato de
Estado. En el caso de las tribus germánicas asentadas en Europa occidental, su
oportuna conversión al cristianismo les permitió disponer de las estructuras
eclesiásticas de la Iglesia con lo que suponían de aparato administrativo,
estructuras educativas y culturales, capacidad
de legitimación, etc.
El reino visigodo de Toledo, gobernado por el Monarca germano rodeado de su aristocracia guerrera en el Aula Regia y con el concurso de la Iglesia en las magnas asambleas de los Concilios de Toledo, ejemplifica el paso de una tribu con jefatura al estadio de civilización mediante la creación de una monarquía dual hispano-gótica. Junto con la Iglesia católica, los germanos tuvieron que adoptar el alfabeto latino, el latín como lengua culta, la economía urbana, la arquitectura romana, el derecho romano y parte de las estructuras administrativas del Imperio romano. Y en parecidos términos podríamos referirnos a tantos otros pueblos esteparios, a las grandes migraciones, a las grandes invasiones. Los pueblos de Jefatura conquistaron civilizados Imperios y constituyeron una casta gobernante separada, sean los mongoles en China, los turcos en el Imperio abasida, los almorávides y almohades en el Al-Andalus peninsular, etc. etc.
El reino visigodo de Toledo, gobernado por el Monarca germano rodeado de su aristocracia guerrera en el Aula Regia y con el concurso de la Iglesia en las magnas asambleas de los Concilios de Toledo, ejemplifica el paso de una tribu con jefatura al estadio de civilización mediante la creación de una monarquía dual hispano-gótica. Junto con la Iglesia católica, los germanos tuvieron que adoptar el alfabeto latino, el latín como lengua culta, la economía urbana, la arquitectura romana, el derecho romano y parte de las estructuras administrativas del Imperio romano. Y en parecidos términos podríamos referirnos a tantos otros pueblos esteparios, a las grandes migraciones, a las grandes invasiones. Los pueblos de Jefatura conquistaron civilizados Imperios y constituyeron una casta gobernante separada, sean los mongoles en China, los turcos en el Imperio abasida, los almorávides y almohades en el Al-Andalus peninsular, etc. etc.
Las Jefaturas en la
Historia Contemporánea
Pero el concepto de jefatura no sólo
es de aplicación en el Mundo Antiguo, también en la modernidad y, aún, en los
tiempos actuales. Una vez concluido el proceso descolonizador del siglo XX, no
suele reconocerse otro poder político soberano que los Estados admitidos por
la comunidad internacional. De esta manera, tendemos a representar el mapa político
con el clásico mapa de los Estados. Una
vista a los pueblos tradicionales africanos dibuja, en cambio, un mapa bien
distinto, aunque lógicamente ya ha quedado anticuado a principios de nuestro
siglo XXI.
Mapa de los pueblos africanos |
Hay Estados cuyo mapa en detalle nos ofrece
una clasificación en regiones y provincias administradas por sus respectivos
gobernadores, pero cuya realidad política obedece a jefaturas tradicionales en
un contexto de divisiones tribales. Se implementó un procedimiento para
integrar la organización tribal dentro de la moderna Administración; el juez o
el gobernador refrendaba la sentencia o el mandato emanado de la autoridad
tradicional para darle cobertura legal en el marco del Estado. Así se hizo en
la segunda mitad del siglo XX en muchos Estados africanos aunque los procesos
de modernización en curso han subsumido las diferencias tribales tradicionales
en una naciente realidad nacional. Con todo, estos procesos de nacionalización
no han conseguido borrar las diferencias culturales en las que la lengua se
erige como elemento de diferenciación social y que tiene su traducción política
en el apoyo a ciertos partidos regionales, como hemos visto antes.A los modernos Estados africanos
nunca les ha interesado poner de manifiesto esta diversidad étnica y cultural
subyacente, entre otras cosas porque estaban y están inmersos en el proceso de
nacionalización de sus propios grupos humanos. Las fronteras coloniales no
respetaron las divisiones tribales y crearon Estados étnicamente heterogéneos.
Ignorar esta diversidad, y pretender construir una Estado de derecho
democrático basado en la igualdad y la representación política, ha chocado
frecuentemente con la terca realidad: los partidos políticos dibujaban con
exactitud las antiguas líneas de división tribal. En este contexto, con etnias
dominantes y minoritarias, la posibilidad del juego democrático plantea
evidentes limitaciones. La guerra civil entre hutus y tutsis ejemplifica los
peligros de este tipo de situaciones.
Mapa político de Africa |
Hoy está clara la existencia de
Estados fallidos, aunque deberíamos hablar con más propiedad de la inexistencia
de ciertos Estados por haber resultado fallidos. Y bien, si Afganistán o
Somalia, por poner algunos ejemplos, no son Estados, ¿qué son entonces? Cuando
no hay Estado ¿qué hay, qué queda? ¿Qué instituciones políticas debemos
representar en su territorio? Porque se convendrá en que el fracaso de la forma
política del Estado no hace desaparecer cualquier otro poder político
organizado. En muchas ocasiones se ha hablado de los señores de la guerra. Jefes guerreros respaldados por
organizaciones paramilitares que controlan políticamente un territorio y
administran su población beneficiándose de todo tipo de extracciones
económicas. Frecuentemente señalados como terroristas o como insurgentes, se
olvida que son ellos el auténtico poder político del territorio, por muy cruel e
injusta que sea su actuación como gobernantes. Donde se representa un
territorio bajo el rótulo de Somalia, deberíamos dibujar una serie de
compartimentos provinciales con la denominación de las diversas jefaturas
ejercidas por los señores de la guerra. Así, al menos, representaríamos
fielmente la realidad política de estos países.
![]() |
la caída de los ídolos en la guerra de Irak |
Parecidos problemas aunque en un caso
muy distinto es el de las regiones asoladas por la guerra civil y que han dado
como resultado una división del país en facciones encontradas, caso de Irak,
Siria, etc. Se suele pasar por alto que estas facciones pueden estar claramente
delimitadas por identidades étnicas, religiosas, culturales y lingüísticas muy
definidas y, por tanto, bajo la dirección política y militar del partido o
facción correspondiente, constituyendo auténticos Estados en formación. El
dibujo de los mapas respectivos señalando los caracteres definitorios de unos y
otros, ayudaría a comprender las razones o las sinrazones de estas regiones
endémicas de guerra civil.
Jefaturas entre las
sociedades modernas
Por último, el concepto de Jefatura
también es de aplicación a aquellas realidades sociales de los Estados
plenamente modernos, en los que un grupo
organizado controla un territorio, apropiándose de rentas y beneficios
de la población y las empresas, a despecho de las autoridades estatales. Éstas
se muestran incapaces de hacerse con el control real de la situación, se las
acata formalmente como autoridad legítima pero únicamente para enmascarar y
disimular la realidad. Es el caso de las organizaciones mafiosas de todo tipo.
Disponen de un aparato de coerción que asegura la obediencia de la población.
Están organizadas mediante una federación de familias dirigidas por jefes
secundarios y que obedecen las directrices que emanan de un jefe principal.
Este es reverenciado con un protocolo repleto de simbología religiosa. Él es el
destinatario de gran parte de los excedentes que redistribuye desigualmente
premiando o castigando la actuación y la fidelidad de los otros jefes y sus
sicarios. En los territorios en que actúan, hay dos ámbitos políticos: el del
Estado y el de la organización mafiosa, cada uno con su propia organización,
poder de coerción y competencias que se disputan de facto las contribuciones
fiscales de la población. Es el mismo caso, a escala de un barrio urbano, de
las llamadas bandas urbanas que
controlan mediante la violencia y la fidelidad de sus integrantes a
determinados sectores de una ciudad.
En todos estos casos, la elaboración
de mapas políticos oficiales enmascara
una realidad política muy distinta. Jefaturas y Estados son dos tipos de
organización política rivales y, por tanto, excluyentes entre sí, salvo los
procesos de integración de aquéllas en éstos ya mencionados. El Estado, como
entidad soberana, se muestra absolutamente celoso de su poder omnímodo y
ningunea aquellas realidades políticas que desmienten su pretensión del
monopolio de la fuerza y el poder político. La ocultación sistemática de la
realidad política de las jefaturas convierte, en algunas regiones
continentales, el mapa político de los Estados en una realidad fantasmagórica
muy alejada de las contingencias de la actualidad.
En cambio, la supervivencia de grupos
tradicionales primitivos de
cazadores-recolectores y de tribus agrícolas y ganaderas igualitarias (en la
Amazonia, en determinadas zonas de África), precisamente por carecer de poder
político organizado y basarse en una economía de subsistencia prácticamente sin
excedentes, no plantea problemas de ningún tipo a los Estados en los que se
encuentran. Las autoridades del Estado no tropiezan, en este caso, con ninguna
otra autoridad política por lo que no hay ningún choque de competencias. La
inexistencia de excedentes económicos excluye cualquier interés en implantar
una fiscalidad cuyos resultados contables serían decepcionantes. El único, el
gran problema de estas sociedades primitivas en nuestro tiempo y en todo
tiempo, ha sido su tenue ocupación de grandes territorios que, ellos sí, son
objeto de la codicia de la sociedad y el Estado moderno. Nótese que, en este
caso, lo que constituye el objeto del deseo es el territorio, no la población.
Ésta, que carece de organización política y militar, no puede hacer frente al
Estado sin ayuda exterior. Por ello, cuando ha habido grandes intereses
materiales en juego, el Estado o los particulares se han apropiado de sus
tierras sin ningún miramiento. El destino de estos primitivos ha sido el trabajo forzoso, la emigración a los
suburbios urbanos o el confinamiento en reservas mantenidas por la
Administración, pues ni su número ni sus necesidades materiales han supuesto
ninguna hipoteca especial para el Estado. Obviamente, ninguna de estas
soluciones pueden aplicarse a las jefaturas: su control de la población y el
territorio, su organización política y militar suponen un serio rival regional
para el Estado. Los Estados fallidos son un buen ejemplo de ello.
Fuentes consultadas: Las Razas Humanas. Instituto Gallach, 1984
Nota de Encarna Lorenzo: El autor del presente texto desea que se tenga en cuenta que utiliza el concepto de raza, anticuado y peligroso, de forma no esencialista sino, más bien, como categoría para hablar de correlaciones estadísticas entre grupos poblacionales.
Mapa religioso de Siria |
Fuentes consultadas: Las Razas Humanas. Instituto Gallach, 1984
Nota de Encarna Lorenzo: El autor del presente texto desea que se tenga en cuenta que utiliza el concepto de raza, anticuado y peligroso, de forma no esencialista sino, más bien, como categoría para hablar de correlaciones estadísticas entre grupos poblacionales.
Un excelente resumen del poder político en sus primeras fases, y muy bien conectado con la situación actual.
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