SALTANDO HACIA LA ETERNIDAD: LA TUMBA DEL NADADOR EN PAESTUM Y LAS COSTUMBRES FUNERARIAS DE LA MAGNA GRECIA.
Hace cuatro años celebramos a bombo y platillo el 50 aniversario de una de las revueltas
más importantes del siglo XX, el Mayo Francés de 1968. Pero la
historia está llena de otros muchos eventos, más pequeños, bellos
y misteriosos, que también merece la pena conmemorar. Así ocurre
con la Tumba del Nadador,
un extraordinario hallazgo arqueológico que realizó Mario Napoli el
3 de junio de 1968, hace ahora poco más de 50 años. Nunca hasta
entonces se habían encontrado tumbas griegas arcaicas con pintura de
figuras humanas. Estas pertenecen al periodo de transición entre a
la etapa clásica, la del siglo de Pericles. El descubrimiento se
produjo en la necrópolis de Tempa del Prete, a 1,5 km al sur de
Paestum, en la Italia meridional, más de dos siglos después de que
comenzaran las excavaciones en la zona bajo el patrocinio de Carlos
III, que también fue rey de Nápoles.
Una
singular colonia griega.
Las polis
griegas comenzaron su expansión territorial por el Mediterráneo
hacia el 720 a. C. Las primeras colonias que fundaron en Occidente
fueron Tarento, Crotona y Síbaris. Estas prósperas ciudades de lo
que se conoció en la antigüedad como la Magna Grecia mantuvieron
vínculos sociales y de culto con sus ciudades madre en la Hélade
pero, en lo demás, gozaron de plena independencia política y
económica, hasta el punto de que, a su vez, constituyeron el punto
de partida de un segundo proceso de colonización. Cien años después
de la fundación de Síbaris en el territorio de la actual Calabria,
los riquísimos y sofisticados sibaritas buscaron un puente al otro
lado de la bota italiana para favorecer la expansión de sus negocios
con los etruscos, que poseían minas de cobre y hierro, muy valiosos
en la Edad de los Metales. Por ello fundaron la ciudad de Posidonia,
en el golfo de Salerno, bajo la advocación del dios de los mares.
Más tarde los lucanos, un pueblo itálico samnita, se infiltraron
paulatinamente en las posiciones de poder de la ciudad y acabaron
adueñándose de ella. La llamaron Paistom y, bajo el dominio de
Roma, de la que los lucanos eran aliados, la ciudad recibiría el
nombre de Paestum con el que ahora la conocemos.
Pero la tumba del
nadador o del “tuffatore” pertenece plenamente al periodo griego.
Puede datarse con relativa exactitud entre el 480 y 470 a. C. gracias
a uno de los pocos objetos encontrados en su interior, un lécitos o
vaso funerario para aceites fechado en el 480 a. C. Se trata de un
peculiar sarcófago decorado con figuras humanas y dotado de un
potente simbolismo órfico-pitagórico. La tumba está formada por
cinco paneles de piedra caliza pintados al fresco y forjados entre sí
con yeso. Esa estructura se colocó sobre el suelo excavado en la
roca y, sobre ella, el cuerpo del difunto bajo la famosa escena del
nadador y rodeado de enigmáticas escenas de un simposio o banquete.
Las dimensiones de la pieza son 221 cm de largo, unos 100 de ancho y
80 de altura. Su estilo es arcaico u orientalizante, con una paleta
cromática bastante limitada y figuras un tanto hieráticas, fundido
con influencias etruscas. Probablemente la tumba perteneció a un
iniciado, quizá un joven y rico comerciante de Posidonia, aunque el
deterioro de sus restos óseos no ha permitido mayores precisiones
tras la investigación forense. En el suelo de la tumba el ajuar
funerario era verdaderamente escaso. Nada que ver con la profusión
de ofrendas y objetos para la vida futura en las tumbas egipcias.
Solo se encontraron, además del lécitos, el caparazón de una
tortuga, que debió de servir de caja a una lira, y dos aríbalos o
tazas globulares de boca estrecha en las que se guardaban los aceites
perfumados para el cuidado del cuerpo. Así que el verdadero interés
de este enterramiento reside más bien en la extraordinaria calidad y
belleza de sus pinturas pero, sobre todo, en los misterios que
encierra su programa iconográfico y la información que nos
transmite acerca de las creencias de la época en el Más Allá.
La escena
más conocida de la tumba, claro está, es la del nadador, un hombre
desnudo que se lanza al océano desde lo alto de una estructura de
siete escalones o pisos. Aunque se han propuesto interpretaciones
alternativas (como un acróbata actuando para los convidados del
banquete), existe consenso en que representa el tránsito del difunto
a la otra vida. Su guía de lectura debe ser la información con que
contamos sobre las costumbres de la Grecia arcaica y las más
difundidas corrientes esotéricas: por un lado, el orfismo y la
creencia en el cuerpo como prisión del alma que se libera con la
muerte, que encontraría amplio eco en la doctrina platónica (tenéis
una extensa información en esta entrada:
https://esprituycuerpo.blogspot.com/2011/12/tras-las-huellas-de-orfeo.html);
y, por otro, el pensamiento pitagórico, pues sabemos que Posidonia
fue cuna de notables seguidores de Pitágoras. Pero como demuestra el
detallado análisis de Daisy Warland, existe una intrincada red de
conexiones entre las diferentes escenas del sarcófago que no pueden
leerse de manera aislada sino como parte del conjunto. Primero vamos
a analizar por separado sus elementos para abordar después la
lectura relacional que propone esta autora.
La
simbología al descubierto.
En los lados
largos del sarcófago se describe un "symposium",
una fiesta altamente ritualizada que hacía las delicias de las
élites griegas. Se reunían a comer pero, sobre todo, a beber en un
banquete que o bien pagaban a escote o bien sufragaba el anfitrión.
Antes de entrar a la sala los invitados se descalzaban. Con
frecuencia eran coronados con guirnaldas y se acostaban sobre un
“kliné” o lecho, cerca del cual se situaban unas pequeñas mesas
portátiles con los alimentos que degustaban en la primera parte de
la fiesta, los cuales servían los esclavos. En la segunda parte del
simposio los invitados bebían, comenzando con las libaciones a
Dionisos, dios del vino, en cuyo honor igualmente entonaban cánticos.
Tras ello se designaba al simposiarca,
una figura esencial del encuentro puesto que era el encargado de
determinar cuántas cráteras debían servirse, la proporción en que
debía mezclarse el vino con el agua y el número de copas que podía
beber cada invitado. Las órdenes del simposiarca eran de obligado
cumplimiento. En caso contrario, el castigo consistía en bailar
desnudo o llevar en brazos a la tañedora del “aulos”, una flauta
de dos cañas.
1.
En la pared norte de
la tumba aparecen tres lechos de los que dos, el central y el de la
derecha, están ocupados por dos parejas masculinas, y el de la
izquierda con un único convidado. Todos lucen guirnaldas de olivo y
llevan el torso desnudo. Los invitados del triclinio de la derecha se
miran intensamente a los ojos, el ocupante del lecho adyacente los
contempla con gesto de aprobación mientras que su compañero, a su
vez, dirige la mirada hacia su izquierda. Otro detalle a tener muy en
cuenta es que uno de los varones en cada “kliné” luce barba,
mientras que los otros dos ocupantes no. Ello hace alusión a la
“paiderastia”. En la tumba encontramos cuatro parejas de amantes
masculinos: el “erastés” es el hombre adulto que tiene a su
cargo la iniciación sexual y social del joven, el “erómenos”.
Esa relación solo podía durar mientras que este fuese imberbe, es
decir, careciese de vello en la cara y cuerpo.
El
“symposium” era una ocasión de encuentro entre varones griegos
libres en un ambiente distendido para disfrutar del vino, la música
y la amistad. Las únicas mujeres que podían participar en estos
festejos, además de las instrumentistas, eran las hetairas,
cortesanas cultas y con grandes dotes artísticas, que quedaban fuera
de la estricta ley del velo. Sin embargo, no vemos a ninguna de ellas
en el nutrido del grupo de figuras humanas de la tumba del nadador,
aunque pueda resultar dudosa la pequeña figura con la piel y túnica
blancas que toca el “aulos” en el lado oeste. Ya veremos qué
relevancia tiene esa sociedad cerradamente masculina en relación a
ejemplos artísticos de otras culturas de la zona como los etruscos.
Como
demostración de la jovialidad reinante en ese ambiente festivo y
lúdico, vemos a los varones de la derecha contemplándose
amorosamente. El efebo, de rasgos delicados, apoya la mano en el
pecho del hombre maduro, que exhibe una marcada musculatura, y con la
otra sujeta una lira. Los otros tres portan unas vasijas en las manos
con las que juegan al “kottabos”.
Por banal que pueda parecernos, este pasatiempo tan popular entre los
griegos consistía en arrojar las últimas gotas de la copa a un
objetivo determinado, que podía ser el un platillo de bronce en el
suelo u otra copa. Otra posibilidad consistía en lanzar el vino a
unas copas flotando en un recipiente lleno de agua para hundirlas
como si fuesen barquitos. Se consideraba vencedor al concursante que
consiguiese hundir el mayor número de copas. Vivían la victoria
como un signo de buen augurio y su premio era una corona y dulces o
besos. En un contexto funerario el “kottabos” tendría como fin
homenajear al difunto pero también podía utilizarse para marcar
públicamente el fin de la relación entre los amantes cuando el
“erómenos” se disponía a contraer matrimonio.
2.
En el lado sur
continúa la escena del banquete en otros tres triclinios simétricos
a los anteriores. A la derecha, un joven toca el “aulos”
reclinado sobre el cuerpo de su amado.
Podría tratarse de un plectro para tocar el
instrumento pero también de un huevo, un símbolo sexual pero
también místico, del renacimiento espiritual y la renovación
vital. Por otro lado, el huevo encarna la repetición del nacimiento. Como la flauta, era un elemento asociado al Dionisos, dios de la
vegetación, la primavera, la noche, la muerte y las fuerzas vitales
oscuras como las que se liberan con la embriaguez y la sexualidad.
El
huevo y la flauta se contraponen a los emblemas de Apolo, deidad
solar, de la salud y el arte, a la que se asocian la lira y el
laurel. Sin embargo, es significativo que ambos dioses se alternasen
por semestres en la titularidad del poderoso santuario de Delfos. Esa
alternancia de lo apolíneo y dionisíaco fue tan importante en el
mundo griego que Nietzsche articuló su trascendental estudio sobre
El nacimiento de la tragedia en
torno a esos dos principios.
3.
En cuanto a las paredes cortas, el lado este
ofrece la pintura técnicamente más imperfecta de este
extraordinario conjunto y ello quizás debido a que fuese obra de un
discípulo del maestro. En esta parte podemos ver a un joven desnudo,
en pie, que porta una jarra con agua y vino en la mano y que se sitúa
de espaldas a una mesa con una gran crátera. Este es el recipiente
característico del simposio en el que se mezclaba el vino con el
agua, esta siempre en una proporción superior, porque los griegos
consideraban un signo de barbarie beber vino puro. En el Canto IX de
la Odisea Ulises logra
escapar del bestial Polifemo emborrachándolo con el fuerte vino sin
mezclar.
El vino era
también un elemento esencial en los ritos de iniciación juveniles,
para impregnar a los niños con la fuerza de Dionisos. Aunque la
crátera posee un simbolismo adicional: es medida del vino y del agua
pero también de la vida. En ese sentido se explica que ocupe un
papel central detrás de la cabeza del difunto.
4.
En el lado oeste la
escena es más compleja: un niño con túnica toca el “aulos”,
detrás de él va un joven imberbe con los hombros cubiertos con un
manto azul y, detrás de él, un varón barbado con una hermosa
túnica blanca ribeteada, a quien podemos suponer un anciano porque
se apoya en un bastón nudoso para andar. La escena podría
interpretarse como una representación de un tema muy característico
en la tradición occidental, las tres edades del hombre.
Cabe
apreciar el simbolismo cromático, con el contraste entre la piel
blanca de un niño y la más oscura de los más mayores y el hecho de
que solo este y el anciano estén vestidos. He descartado que se
trate de una mujer, aunque a estas se las pintaba con la piel blanca
en contraste con la marrón rojiza de los hombres porque no se
observan formas sexuales bajo la túnica y no lleva el cabello largo
recogido sino corto como sus acompañantes y recogido bajo lo que
parece un gorro de lana con una pequeña borla, y su mandíbula es
cuadrada.
El grupo
parece disponerse a abandonar el simposio pero ¿quiénes son y hacia
dónde se dirigen? Podría ser el cortejo funerario del propio
difunto pero también podría hacer alusión al "komos",
otra costumbre griega asociada al simposio y que, salvando las
naturales distancias históricas, podríamos asimilar a un alegre
parranda. La fiesta continuaba en las calles con el grupo de
bebedores y los músicos cantando canciones satíricas y obs cenas.
Un bien conocido ejemplo de ello es la abrupta irrupción del joven
aristócrata Alcíbiades totalmente ebrio, en el Banquete
de Platón, y su declaración de amor a Sócrates, el feo sileno con
el alma más bella.
El "komos"
podía venir asociado a un ritual nupcial, marcial, cinegético o
funerario y en ese sentido tendría acomodo en la tumba del nadador.
En cualquier caso, el simbolismo más evidente es el de la zambullida
del alma del difunto en el océano de la eternidad para renacer en la
nueva vida. Ese salto es una metáfora del paso a una nueva
dimensión, atravesando para ello el mar como una matriz universal.
5.
A diferencia de las otras escenas esta, que corresponde a la tapa
del sarcófago, se encuentra delimitada por
una línea negra con las palmetas de Apolo en los ángulos. Esa línea
de separación no es gratuita sino que está tan imbuida de
simbolismo como el conjunto de los elementos. Con ello se indica que
el salto del nadador, situado sobre el cuerpo del difunto, es
metafísico, pertenece a otro plano de realidad diferente al de las
restantes escenas del simposio. Por otro lado, mientras estas suceden
en el interior, la zambullida se desarrolla al aire libre, en el seno
de la naturaleza si bien idealizada. A cada lado del océano podemos
ver un olivo, el árbol sagrado de Atenea. El nadador se lanza desde
una plataforma situada tres columnas con siete escalones, sin duda
una referencia a la progresión del iniciado. Este está
completamente desnudo y sin corona, a diferencia de los
intervinientes en el simposio. Con ello se hace referencia a su
renacimiento.
El salto ejemplifica la catarsis a través del rito de
paso que produce una metamorfosis interior. La inmersión en el
océano, lejos de ser un mero disfrute del mundo exterior, es un acto
tan ritualizado como el simposio que se está celebrando, con sus
gestos, sus juegos, sus instrumentos musicales, los objetos mágicos
y sus actos anejos. Todos ellos conducen a que el difunto pueda
acceder a un estadio superior. Con un símil muy del agrado de
la Doctora en Historia Ana María Vázquez Hoys, especialista en religiones antiguas, podemos afirmar que todos los elementos en los
frescos que decoran la tumba actúan como una potentísima "pila de
energía" para asegurar la inmortalidad del iniciado. Y es hora
de examinar con más detalle, siguiendo a Daisy Warland, las
concomitancias entre unas escenas y otras y su relevancia narrativa y
ritual.
El salto del
nadador presenta una sutil correspondencia con la trayectoria del
vino en la imagen del cótabo. La postura un tanto forzada del
nadador se explica porque, siguiendo linealmente su salto, vendría a
caer al recipiente que sostiene el varón solitario a la izquierda en
el lateral norte, lo que refuerza el valor funerario del juego. Pero
este también tiene un valor erótico y por eso el ocupante del
triclinio central mira aprobatoriamente a la pareja a su lado. A
partir de ese momento Daisy Warland traza numerosas líneas entre
unas figuras y otras, como los tocadores de aulos en la pared sur y
en la oeste. Los banqueteadores sedentes del norte y el sur se oponen
a los personajes en marcha en la pared oeste pero, sobre todo, al
nadador de la tapa, cuyo dinamismo, a su vez, contrasta con el cuerpo
sin vida del difunto. Este cruza el océano y resurge en el "komos"
del lado oeste, quizá como el joven en posición central con el
manto azulado. La muerte ya no es la enemiga que llena de terror el
alma sino un rito de paso a una vida superior, junto a las
divinidades, gozando de su misma inmortalidad.
A modo de
contrapunto.
se ha dicho
que la tumba del nadador posee notables influencias etruscas, como si
perteneciese a un mismo magma cultural grecoetrusco. Sin embargo, las
tumbas etruscas presentan una notable diferencia en cuanto a la
intervención y posición de la mujer, que está ausente en la tumba
más arcaica del nadador.
Un
ejemplo paradigmático es el bellísimo
sarcófago etrusco de los esposos Ramtha y Arnth, de mediados del s.
IV a. C. Aparte de su factura espléndida y su técnica escultórica
tan avanzada, logra expresar perfectamente la idea de la pasión más
allá de la muerte, mutuamente enlazados, y la total igualdad entre
el marido y la esposa, sin ninguna jerarquía ni sumisión. La mujer
tenía un papel muy destacado en la cultura etrusca y se hallaba muy
presente en la sociedad, participando en plano de igualdad con los
varones en los banquetes, algo muy alejado de lo que podemos ver en
la tumba del nadador.
Esta puede visitarse en el Museo
Arqueológico de Paestum y está todavía llena de enigmas que debemos descifrar.
Fuentes
consultadas:
-Terseur,
Françoise:"Un nadador en la Grecia antigua: Saltando a otro
mundo". Web.13-7-2018.
-Sanz, Javier: "Komos, cuando en la Antigua Grecia la fiesta se les iba de las manos". 9-9-2016.Web. 13-7-2018.
-Sanz, Javier: "Komos, cuando en la Antigua Grecia la fiesta se les iba de las manos". 9-9-2016.Web. 13-7-2018.
-Warland,
Daisy: "La tombe <<du Plongeur>>". En "Étude
de la relation entre le symposion et le plongeon", Revue de
l´histoire des religions, tomo213, n.2 1996, pp.143-160.
-Paestum.National Geographic. RBA, 2018.
-Paestum.National Geographic. RBA, 2018.
-"The
Tomb of the Diver."www.Paestum.org.uk. Web. 13-7-2018.
-La tumba
del nadador. Wikipedia. Web.13-7-2018.
-Simposio.
Wikipedia. Web.13-7-2018.
Interesantísima entrada, felicidades.
ResponderEliminarUn gran trabajo Acerca del enigma de esta tumba. La presencia de escenas de banquetes en la tumba puede resultar chocante en nuestra cultura, pero es un ritual extensamente distribuido en todo el mundo, aunque realizar zafó como parte de los rituales funerarios. La interpretación consistente que das acerca de los cultos a Dionisíaco y Apolo, así como la zambullida en el océano o la Laguna Estigia como rito de paso para renacer, está muy bien construida.
ResponderEliminarEnhorabuena !
Perdona las cosas raras del comentario anterior, pero el teléfono tiene la mala costumbre de poner cosas a su antojo
ResponderEliminarQué interesante entrada Encarna! Felicidades. Una vez más me ha encantado la fórmula, el estilo, el hermoso lenguaje narrativo que has utilizado para contarnos o describirnos todas las escenas que componen La Tumba. Un relato muy orgánico y representativo de la vida, la cultura y la sociedad griega que se desarrolló en las polis de sus colonias, bajo la influencia de la Helade, como muy bien nos cuentas.
ResponderEliminarPodemos imaginarnos la infinita emoción que debió suponer para el arqueólogo M.Napoli el extraordinario hallazgo. Bueno, y muy cuidada la forma de introducir o de insertar las ilustraciones que a la par del relato nos sitúas muy bien en su contexto.
Muchas gracias. Te envío un abrazo.
Hoy en día han surgido nuevas interpretaciones del Nadador de Paestum que hablan a favor de una imagen realista de la vida del difundo, posiblemente aficionado a los saltos al mar. Lo normal es que estos sarcófagos donde se enterraban los ricos estuviesen decorados con escenas de batallas o denotaran el rango u otra característica particular del enterrado.
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