ANTES DE QUE ELLAS DESAPAREZCAN. La fotografía etnográfica de Jimmy Nelson
Lévi-Strauss público en
1955 Tristes Tropiques, un ensayo esencial para la
Antropología pero que Susan Sontag, yendo más allá de los límites
de la disciplina, no dudó en calificar como una de las más grandes
obras del siglo XX. Su título en inglés fue A World on the Vane,
“un mundo en desaparición”. Con su lúcida mirada, Lévi-
Strauss lanza un lamento elegíaco por el Nuevo Mundo, perdido a
causa del impacto del desarrollismo sobre el medio ambiente. Los
viajes y el turismo han hecho al mundo encogerse hasta dar lugar a
una “monocultura”, según el estructuralista francés. Aunque la
tesis pueda ser discutible, lo cierto es que la nostalgia por esos
reductos de culturas supuestamente prístinas ha sido motivo, como
una constante en los dos últimos siglos, para excelentes trabajos de
recuperación de la memoria de la humanidad. La rapidez con la que
desaparece la diversidad cultural bajo el empuje de la civilización
occidental ha sido el mayor acicate para esos continuos trabajos de
salvamento antropológico. Desde el apasionado proyecto The
Vanishing Race, del genial fotógrafo norteamericano Edward S.
Curtis (1868-1952), cuyo objetivo fue rescatar las imágenes de las
tribus indias
( http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/09/edward-s-curtis-fotografia-y-etnografia.html
), pasando por José Ortiz Echagüe y sus fotografías de los pueblos
más típicos de España y del norte de África, hasta Sebastiao
Salgado y su Génesis
( http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/02/sebastiao-salgado-genesis.html),
para llegar, finalmente, al fotógrafo inglés Jimmy Nelson, del que
ya publicamos en este blog tres entradas. En esta nos vamos a centrar
en el papel de la mujer en estos pueblos tan sugestivamente
fotografiados por Nelson en Before they Pass Away, una vuelta
al mundo etnográfica a través de 29 pequeños grupos humanos de
todos los continentes.
LAS DROKPA DE LA
INDIA
Los Drokpa son un
insólito y pequeño grupo humano compuesto de 2500 miembros, que
viven en tres pequeñas aldeas en un territorio en disputa entre
India y Pakistán, Dha-Hanu, el único valle fértil de Ladakh. Son
completamente diferentes desde el punto de vista físico, cultural,
lingüístico y social de la mayoría de la población
tibetano-birmana de Ladakh. Las mujeres son altas y delgadas, con
grandes ojos claros, labios gruesos y unas narices y cejas que los
identifican desde el punto de vista étnico. Debido a su singular
aspecto, se consideran superiores a otros pueblos indios, por lo que
practican la endogamia. El aislamiento geográfico ha contribuido a
preservar su identidad. Les encanta la música y la danza, las joyas,
las flores y el vino de cebada. Lucen sus exquisitas vestimentas en
sus festivales. Las mujeres llevan vestidos de lana y se adornan con
conchas, abalorios y profusas joyas de plata. Se cubren con capas de
piel de cabra, y sus sofisticados sombreros están decorados con
flores, monedas y conchas.
LAS LADAK DE LA
INDIA
Desde hace milenios, el
pueblo Ladakh ocupa el desierto helado del norte de la India,
entre los estados de Jammu y Cachemira. Se trata de un territorio que
soporta temperaturas de menos 30 grados C en invierno, recibe escasas
lluvias y cuenta con muy limitadas reservas de agua. Ello no ha sido
obstáculo para la implantación de un eficaz sistema de irrigación,
que se explota por pequeñas comunidades agrícolas. Como la
temporada de cosecha es corta, dedican el prolongado invierno a
continuas celebraciones, en las que exhiben el Goncha, su vestimenta
tradicional.
Está hecha de pesado terciopelo de seda, con elaborados
bordados en abrigos, botas y sombreros e impresionantes adornos de
oro, plata, turquesa, perlas barrocas y coral. La boda es una ocasión
especial para fiestas. Los chicos se comprometen a los 16 y las
chicas a los 12. Los padres del novio llevan regalos a casa de la
novia. Si se aceptan, la boda tiene lugar poco después. La
contrayente se traslada a vivir con su esposo y sus parientes ofrecen
como dote a la pareja vestidos, animales y tierra.
LAS RABARI DE LA INDIA
OCCIDENTAL
Los Rabari ocupan
los desiertos y llanuras del Gujarat y Rajasthan. Su fisonomía deja
entrever su origen iranio. La mitología hinduista cuenta que fueron
creados por Parvati. Mientras la diosa meditaba, Parvati recogió el
polvo y el sudor de su esposa Shiva y con ellos modeló al camello,
su animal totémico Mientras los hombres se encargan de los rebaños,
las mujeres gobiernan las aldeas y desempeñan un activo papel
comerciando en los mercados. Igualmente dedican gran parte de su
tiempo al bordado, que es expresión de su idiosincrasia y de su
creatividad artística. Los diseños están tomados de los temas
mitológicos y del paisaje circundante. Las niñas aprenden a bordar
a edades tempranas y ensayan sus habilidades confeccionando su dote,
que tardan en completar dos o tres años. Otra ocupación
característicamente femenina es el tatuaje, que realizan con fines
estéticos, religiosos y terapéuticos. Las Rabari más ancianas
trabajan tatuando en ferias, festivales y mercados. Llevan casi toda
la superficie del cuerpo tatuada, aunque tienen un simbolismo mágico
especial los tatuajes en el cuello, pecho y brazos. Las mujeres
llevan pesados pendientes de metal y largos velos negros. En cambio,
los hombres visten de blanco y exhiben pendientes de oro.
El matrimonio celebra la
continuidad de la vida, por lo que es considerado de trascendental
importancia. Las bodas son acontecimientos extraordinarios que tienen
lugar, entre miembros de diferentes tribus, en el cumpleaños del
dios Krishna. El matrimonio entre niños todavía es habitual.
LAS
MUSTANG DEL NEPAL
A
3000 metros de altitud, en una de las más remotas regiones del
mundo, entre el noroeste del Nepal y el Tíbet, vive este pueblo
tradicionalmente vinculado a la historia y a la cultura tibetana.
Hasta 1991 ningún extranjero pudo penetrar en Mustang, que quiere
decir “llanura fértil”. Desde entonces se abrió al turismo,
aunque sólo mil visitantes al año tienen el privilegio de acceder a
la antigua Tierra de Lo: 2.000 km2 en el valle del río Kali
Ghandaki, poblada por 7.000 habitantes. Su capital es Lhasa, el
centro del mundo, que ellos todavía consideran plano.
De
acuerdo con una antigua costumbre, cada mujer puede casarse con
varios hermanos al mismo tiempo. Esta poliandria se fundamenta en que
la tierra fértil disponible es escasa. Si cada hermano se casara con
una mujer diferente, la propiedad se dividiría en minifundios,
arrastrando la familia a la pobreza. El hijo mayor hereda toda la
tierra, mientras que se espera que el segundo ingrese en un
monasterio a los seis o siete años.
Descendientes
de turcos, mongoles, indoiranios y hunos en el territorio situado
entre Siberia y el Mar Negro, losKazakh son un pueblo seminómada que
ocupan las montañas y valles de Mongolia occidental desde el siglo
XIX. Son unos 110.000, el 4% de la población mongola, aunque
resultan mayoritarios en la provincia de Bayan- Ölgii. Soportan
condiciones climáticas extremas, con inviernos largos y helados, y
veranos cortos y lluviosos. La comunidad tiene una estructura clánica
que les recuerda los nombres de sus antecesores en una cadena que se
remonta, al menos, a las 7 generaciones precedentes. Ellos lo
consideran su antídoto para “no olvidar de dónde vienen”.
Portan talismanes y abalorios para protegerse de los espíritus
malignos. Su religión es una mezcla de chamanismo, cultos
preislámicos sobre el cielo, los ancestros, el fuego y las fuerzas
sobrenaturales del bien y del mal, y el islamismo sunní introducido
en el siglo XVIII.
Durante
miles de años, este “pueblo del reno”, de origen turco, ha
sobrevivido en las montañas boscosas de la taiga subártica de
Siberia en condiciones durísimas. Trasladan sus tipis con sus
animales y sus escasas posesiones entre 5 y 10 veces al año,
soportando en invierno temperaturas de -50 grados. Dependen
enteramente del reno para su subsistencia, ya que les proporciona
leche, yogur, crema, requesón y queso, que conservan refrigerados
dentro de ríos o corrientes. Las mujeres ordeñan los renos cuando
los hombres los traen de vuelta del forrajeo, cargados de leña para
cocinar y calentarse. Pero no comen carne de reno sino ratones,
cerdos salvajes… Su alianza mutua con el reno se basa en un
intercambio de cuidado y protección a cambio de los medios precisos
para sobrevivir. Del reno aprovechan no sólo los productos lácteos
sino también la piel para el vestido y la cornamenta para fabricar
herramientas, al tiempo que les sirve de medio de trasporte. Su
vivienda tradicional es el ortz, una tienda cónica cubierta de
pieles de animales sobre varas de madera, fácil de montar y
empaquetar.En las interminables noches de invierno entonan largas
canciones que relatan su historia familiar, y con las que se
comunican también con los animales. En la alegre fiesta anual del
reno también tienen lugar rituales chamanísticos. Los
encantamientos son omnipresentes en su vida cotidiana.
La
historia del Tíbet comenzó hace 4000 años. Es el “techo del
mundo”, con cinco cimas que superan los 8000 metros, una de ellas
el Everest. La leyenda cuenta que los ancestros de los tibetanos eran
un mono y una ogresa, pero las evidencias arqueológicas muestran que
descienden de las tribus Quiang. Tíbet cuenta con 1700 monasterios,
el más antiguo de los cuales data del siglo VIII. Se dedican a la
ganadería y viven en tiendas cubiertas por la gruesa piel del yak,
en las que guardan la preciada cebada. Su cocina refleja su rica
herencia cultural y su adaptación a la altitud, lo mismo que sus
tabúes alimentarios.
A
las tibetanas les entusiasman los ornamentos, que son un símbolo de
estatus. Lucen todo tipo de joyas hechas con conchas, hueso, oro,
plata, perlas, jade y otras piedras preciosas. Sus vestidos se
confeccionan con una enorme variedad de materiales y diseños,
dependiendo del lugar y la ocupación.
Desde
hace un milenio, los Nenets habitan en la Península de Yamal.
Actualmente son 10.000 nómadas que pastorean una cabaña de 300.000
renos domesticados por la tundra ártica, en condiciones
medioambientales extremas: soportan 50 grados bajo cero en invierno,
y veranos calurosos de 35º. Su migración anual es de más de mil
kilómetros, atravesando las aguas heladas del río Ob. En verano se
dirigen hacia los pastos del norte, mientras que en invierno se
encaminan al sur del círculo polar ártico.
El
reno es reverenciado como símbolo central de su cultura. Se sienten
ligados a este animal por una especie de contrato social: el reno les
proporciona los medios necesarios para la subsistencia y trasporte, y
a cambio reciben la protección y cuidado de los humanos. La
vivienda familiar, que se traslada a diario durante las épocas de
migración, está cubierta de piel de reno sobre largos palos de
madera.
Los
habitantes de la Península Chukotka se llaman a sí mismos el
“pueblo sincero”, un grupo étnico de 15.000 miembros que habitan
la inhóspita tundra sin árboles. En invierno, las temperaturas
alcanzan los -54º. Los veranos son también frescos, con una media
de 10º. Debido a esas duras condiciones climáticas, la hospitalidad
y la generosidad son la base de su estilo ético: nunca niegan comida
y cobijo a ningún extraño.El reno es la base de su
alimentación. Los hombres los llevan a pastar y viajan hasta el
borde de la taiga para cazar mamíferos marinos como la morsa, y para
pescar y recoger leña, mientras que las mujeres cocinan, limpian y
reparan la yaranga, la vivienda tradicional de forma cónica que se
recubre con 80 pieles de reno. .
En la oscura y húmeda
selva amazónica vive la tribu más arrojada, que no tuvo contacto
con el mundo exterior hasta 1956. Según sus leyendas, los Huaorani
descienden de la unión entre el jaguar y el águila. La caza, su
principal fuente de alimentación, tiene para ellos una implicación
moral: resulta necesaria para su supervivencia pero deben aplacar a
los espíritus de los animales cazados para evitar su venganza.
Complementan su dieta con productos vegetales: bananas, cacahuetes,
patatas dulces, frutas y mandioca, con la que elaboran cerveza.
Llevan el pelo largo y se pintan la cara y el cuerpo con pigmentos
vegetales para las ceremonias religiosas o con propósitos
simplemente estéticos. Las danzas son esenciales en su cultura.
Los Mursi son una tribu
nómada de 4000 miembros, que vive en las tierras bajas del Valle del
Gran Rift, en el suroeste de Etiopía, cerca de la frontera con
Kenia. La extrema sequía que se ha abatido sobre este territorio
hace muy difícil a los Mursi mantener sus medios de vida
tradicionales: la agricultura (maíz), la recogida de miel salvaje y
el pastoreo. Los Mursi llevan el torso tatuado con escarificaciones
en forma de herradura pero, mientras que en los hombres se extienden
al brazo derecho, en las mujeres se proyectan hacia el izquierdo.
Otra de las particularidades físicas en las mujeres Mursi es el
plato de arcilla que lucen en el labio inferior. Cuando la niña
tiene 15 años, realizan el corte para colocarlo. Se dice que fue el
medio que encontraron los Mursi para hacer a sus mujeres menos
atractivas a los ojos de los comerciantes de esclavos. Sin embargo,
esa costumbre ha modelado sus preferencias estéticas y ahora, cuanto
más grande es el plato, mayor es el valor de la joven a la hora de
negociar el matrimonio. Los hombres pueden tener tantas mujeres como
deseen, siempre que puedan mantenerlas.
LAS DASSANECH DE
ETIOPÍA
Los Dassanech son un
pueblo de 20.000 miembros instalado en el Delta del río Omo, en la
región más al sur, donde desemboca en el lago Turkana. Se dedican a
la caza, la recolección, el pastoreo y el cultivo del sorgo pero el
ganado es central en sus vidas. Las mujeres son circuncidadas a los
10-12 años. Hasta entonces, llaman a las chicas “animales
salvajes” o incluso “chicos”, porque no se comportan como
mujeres, es decir, no llevan vestidos ni se casan. Las niñas
afrontan el ritual en grupo. Al terminar, las madres les dan a beber
leche agria y les entregan un collar. Los miembros del mismo clan
tienen prohibido casarse y hasta bailar juntos.
Las mujeres son las que
construyen y trasladan las cabañas durante las migraciones. Son
habitáculos semicirculares sin división interna, hechos de palos,
ramas y cañas, en los que las mujeres reclaman como propio el sector
derecho y el porche.
Los Bana son unos 45.000,
y ocupan las tierras altas al este del río Omo, cerca de la frontera
con Kenia. Se dedican principalmente al pastoreo. El duro entorno en
que viven condiciona su estilo de vida seminómada. Durante la
estación seca, los hombres recorren largas distancias con el ganado
en busca de agua y pastos. También son hábiles recolectores de miel
salvaje, que venden en los mercados situados a lo largo de los
caminos. De sus vacas y cabras obtienen leche y carne, su vestido, lo
necesario para su habitación y las alfombras que utilizan para
dormir. Las reses son símbolo de riqueza y prestigio. Sin ellas, el
hombre es tachado de pobre y no puede casarse, pues está obligado a
pagar la riqueza de la novia.
Son un pueblo amistoso, y
su aspecto físico es impresionante: las mujeres lucen el cuerpo muy
decorado y cubren su piel con tiza blanca, mezclada con piedra
amarilla, mineral de hierro rojo y carbón. Una ceremonia
trascendental en la vida de las Bana es el Dimi, que celebra el
matrimonio y fertilidad de las hijas, las cuales constituyen una
fuente de riqueza para la familia.
Este pueblo se integra
por unos 1000 a 3000 miembros, que habitan al este del río Omo, al
sur de Etiopía. Cultivan sorgo, maíz y judías, y crían pequeñas
vacas. Cada familia Karo tiene dos casas: la principal, Ono, el lugar
donde vive la familia, mientras que la Gappa es el centro de
múltiples actividades domésticas. Las mujeres Karo se dedican al
trabajo productivo y a atender a sus familias. Desde el amanecer
hasta el crepúsculo salen al territorio circundante asegurar su
subsistencia. Los hombres protegen la aldea y cazan. Celebran una
ceremonia para la circuncisión de las niñas. En la fiesta del Dimi,
sacrifican 10 vacas y 30 animales más pequeños. Hombres y mujeres
se visten con capas de pieles de animales para cantar y danzar.Las
tribus intercambiaban alimentos, vacas, vestidos y abalorios.
Los Arbore se dedican al
cuidado de ganado y miden su riqueza por las reses que poseen. En el
pasado, los Arbore ostentaban el monopolio del comercio de marfil.
Cambiaban sus vacas por productos agrícolas y por hierro
manufacturado.
Las mujeres cubren su
cabeza con un velo negro y llevan collares y pendientes multicolores.
Los jóvenes se protegen del sol con un tocado en forma de concha.
Elaboran su pintura corporal con pigmentos naturales hechos con
tierra y minerales. La danza tradicional tiene una gran importancia
en este pueblo, que cree que cantando y bailando espantan a las
energías negativas para así poder conseguir la prosperidad.
Los jóvenes son los
encargados de pastorear vacas y cabras. No les está permitido
casarse hasta los 30 años. Las chicas, en cambio, suelen casarse a
los 17. El esposo debe pagar la riqueza de la novia, que le obliga a
entregar, a la familia de la esposa, unas 30 cabras, 20 vacas y
armas. Como el coste es tan elevado, se hace efectvo en plazos, que a
veces no llegan a cubrirse en vida del deudor. Cada varón puede
tener tres o cuatro esposas, pero las mujeres, sólo un marido.
En el desierto de Namibia
vive esta antigua tribu, cuyos integrantes son altos, delgados y de
aspecto escultórico. Desde el siglo XVI han vivido en emplazamientos
dispersos entre el noroeste de Namibia y el suroeste de Angola. Su
estilo de vida parece haber permanecido inalterable pese a guerras y
sequías. Sus casas son estructuras cónicas, hechas con troncos de
arbolillos juntos y techos de hojas de palmera, impermeabilizadas con
barro y estiércol. Cada año trasladan sus viviendas varias veces,
en busca de mejores pastos.
Las mujeres se levantan
al amanecer y, después de acicalarse, ordeñan las vacas que los
hombres llevan a pastar. Las mujeres se encargan del cultivo de la
tierra, y también cocinan, cuidan de los niños y de los animales, y
se ocupan del vestido y de recoger agua y leña. Aunque van
escasamente cubiertos, el aspecto es vital entre los Himba para
identificar el lugar que cada uno ocupa en el seno de su grupo y la
fase de la vida en que se encuentran. Lucen sofisticados peinados y
collares y brazaletes de conchas, piel y cobre. Las mujeres casadas
llevan una pequeña corona de piel de cabra. No puede dejar de
mencionarse el otjize, una pasta hecha con grasa de cabra, hierbas y
ocre rojo, que se aplican sobre la piel, el pelo y los vestidos.
Mucho se ha especulado sobre el origen de esta práctica, que parece
que les protege del sol y repele a los mosquitos, aunque los Himba
afirman que tiene un motivo exclusivamente estético. Las mujeres se
aplican el otjize cada mañana. En cambio, los hombres no lo
utilizan.
La estructura tribal
ayuda a los Himba a sobrevivir en uno de los entornos más extremos
de la tierra, las dunas del desierto de Namibia. Cada miembro
pertenece a dos clanes, al del padre y al de la madre. Las mujeres,
una vez casadas, se trasladan a la aldea de su esposo, donde adoptan
las reglas de su nuevo clan. Los hombres pueden tener diferentes
esposas, que viven con sus respectivos hijos en cada granja. También
las mujeres pueden tener varias parejas. Los hijos viven con su
padre. El hijo no hereda el ganado su padre sino de su tío materno,
el avúnculo. El matriclan se encarga de la economía doméstica.
Todos los miembros de la familia se ocupan del cuidado de los niños.
Los Masai, una de las
últimas grandes culturas guerreras, emigraron de Sudán en el siglo
XV, atacando a las tribus que encontraron en su camino y
apoderándose de sus ganados. Al final de aquel periplo habían
dominado la mayor parte del Valle del Rift. La circuncisión ritual
de las chicas tiene lugar en la emorata, que hoy está prohibida y es
cada vez menos frecuente. Cuando alcanzan la adolescencia, los padres
le buscan como esposo a un guerrero de un clan respetable.
El piercing y el
alargamiento de las orejas forman parte de los criterios de belleza
Masai. Hombres y mujeres portan aros de metal. Las mujeres se afeitan
la cabeza y se arrancan los dientes centrales de la mandíbula
inferior por exigencias de su medicina tradicional. Antaño vestían
con pieles de animales y ahora llevan largas telas rojas (shukka) que
envuelven el cuerpo y que realzan con gran cantidad de joyas con
cuentas en el cuello y brazos, que pueden variar de color según las
ocasiones. Un hombre puede casarse con tantas esposas cómo pueda
mantener. Cada esposa debe construir la casa para si y su prole.
Existe una jerarquía entre las esposas: la primera es la más
valorada y poderosa.
La vida de los Masai
siempre ha girado enteramente en torno al ganado, pero ahora
necesitan de la agricultura para subsistir.Las mujeres, además de
montar y desmontar las viviendas, salen a buscar agua y leña,
ordeñan las vacas y cocinan.
En las estribaciones del
Monte Kenia vive este pueblo ganadero de origen nilótico, que llegó
a la región hace unos 500 años atravesando las llanuras del Valle
del Rift en un rápido avance conquistador. Se trata de un territorio
yermo, por lo que cada mes y medio se traslada el campamento en busca
de nuevos pastos. Los hombres salen a pastar con el ganado, mientras
que las mujeres recolectan raíces y vegetales, ordeñan las vacas,
buscar agua y leña, cocinan y se encargan de los hijos, con ayuda de
las niñas. Su estilo de vida nómada condiciona sus valores y
prácticas tradicionales. Chicos y chicas se someten a ritos
iniciáticos para aprender sus responsabilidades como adultos, y que
para ellas consiste en la circuncisión.
El matrimonio consiste en
una serie de elaborados rituales. Tienen gran importancia los regalos
que realiza el novio (dos pieles de cabra, un par de pendientes de
cobre, una calabaza para guardar leche y un cordero) y los regalos
para la ceremonia. El matrimonio se entiende concluido cuando un
toro, conducido por la madre de la novia, entra en la casa y lo
matan.
La fertilidad es crucial
para los Samburu. Las mujeres sin hijos son ridiculizadas incluso por
los niños. Arrojan boñiga de vaca contra las cabañas de las
mujeres estériles. Para evitarlo, practican rituales de fertilidad,
que consisten en enterrar una figura de barro delante de la casa de
la mujer estéril. Una semana después se celebra una fiesta, en la
que los esposos invitan a los vecinos a comer un toro sacrificado.
Los invitados reunidos rezan para que lleguen los hijos.
Los Samburu son un pueblo
orgulloso, feliz y amigable, que añora las costumbres y ceremonias
coloristas de sus antepasados. Les encanta bailar y cantar pero no se
acompañan de instrumentos. Tienen danzas diferentes para cada
ocasión de la vida. También entre ellos la danza del salto es muy
popular. La mayoría de los bailes implican a los hombres y a las
mujeres danzando en círculos separados para cada sexo, con
movimientos característicos y diferentes pero coordinados.
Su sistema de gobierno es
igualitario. Las decisiones se toman bajo el árbol que constituye el
lugar de reunión del consejo. Las mujeres pueden sentarse en un
círculo exterior y trasladar su parecer a través de sus parientes
masculinos, pero también pueden celebrar sus propias asambleas y
llevar sus propias conclusiones a los varones, para debatirlas en el
consejo.
LAS MAORÍES DE NUEVA
ZELANDA
Las tradiciones orales,
el registro arqueológico y los análisis genéticos demuestran que
los maoríes llegaron a Nueva Zelanda en el siglo XIII d. C.
procedentes de su mítico hogar en Hawaiki, en el este de Polinesia,
a lo largo de sucesivos viajes épicos a bordo de canoas. A pesar de
largo tiempo transcurrido, no han perdido los vínculos genealógicos
con sus ancestros sino que la mayoría recuerda la tribu originaria
de la que descienden. Debido a siglos de aislamiento del resto del
mundo, desarrollaron una sociedad sui generis, con un arte
característico, su propia lengua y una mitología única. Los
maoríes mantienen activos los lazos de parentesco tradicional y la
whanan o familia extendida. Actualmente son unos 650.000 nativos, que
en su mayoría viven en zonas rurales. Su cultura es politeísta:
adoran a múltiples dioses, diosas y espíritus. Creen que sus
ancestros y otros seres sobrenaturales son omnipresentes y pueden
ayudar a la tribu en caso de necesidad. Sus mitos se remontan a un
pasado remoto, relatando la creación del universo y los orígenes
genealógicos de dioses y hombres. Se refieren a los fenómenos de la
naturaleza, el clima, la luna y las estrellas, los seres marinos y
los pájaros en los bosques. El tatuaje y la vestimenta son símbolos
de estatus asociados a las clases altas. En sus fiestas lucen ropajes
coloristas, joyas y tatuajes, y ejecutan danzas y cantos.
LAS VANUATU
El archipiélago de las
Vanuatu, antes llamadas Nuevas Hébridas, se encuentran situadas en
el suroeste del Pacífico. Son una cadena de 83 islas con numerosos
volcanes activos. Obtuvieron la independencia de Inglaterra y Francia
en 1980. Espíritu Santo es la isla de mayor tamaño. Los
asentamientos en el archipiélago se remontan a unos 500 años antes
de Cristo. El papel de las mujeres varía en cada isla: en Espíritu
Santo y Efante disfrutan de más poder. Se trata de sociedades en las
que la descendencia se trata a través del lado materno. En las zonas
rurales, la familia escoge esposo para la hija. El matrimonio se
acompaña de regalos, como alfombrillas trenzadas y cerdos.
Nueva Guinea Papúa
consiguió la independencia de Australia en 1975. Es la segunda isla
más grande del mundo. Su población es extremadamente heterogénea,
una auténtica mina de oro etnográfica. Se cree que los primeros
inmigrantes llegaron hace unos 45 mil años. Hoy 3 millones de
habitantes, la mitad de la población total, vive en las Highlands.
Mujer Goroka |
LAS HULI DE NUEVA
GUINEA
Los Huli ocupan el valle
de Tani, con magníficas vistas a los picos de los alrededores. En
los bosques de las altas montañas resuena el estruendo de las
cataratas. La vida es fácil para este pueblo, que disfruta de comida
abundante. Los hombres cazan, mientras que las mujeres son
recolectoras. Practican una agricultura cíclica, trasladándose a
una nueva ubicación cuando la fertilidad del suelo se agota. Las
mujeres son unas granjeras excepcionales, que obtienen buenas
cosechas de patatas, maíz, coles y mandioca. Los primeros visitantes
a estos territorios quedaron impresionados con sus huertos. Las
mujeres llevan faldas hechas de hierba pero los hombres sólo se
cubren con el koteka, la calabaza peneana.
Como puede verse, la
mujer está prácticamente ausente en las imágenes tomadas por Jimmy
Nelson en Oceanía, lo que concuerda con su caracterización como
sociedades muy masculinizadas que invisibilizan a la mujer. Si tenéis
interés en una crítica a la antropología androcéntrica en las
islas del Pacífico, podéis consultar los siguientes enlaces:
http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/10/paradigmas-de-poder-en-antropologia.html
y
http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/10/la-antropologia-androcentrica-al.html
Aquí tenéis un vídeo
estupendo, corto y con una música evocadora, con tipos etnográficos
muy vistosos de todo el proyecto Before They Pass Away, obra de
MrGoogi9. No os lo perdáis.
Todas las fotografías reproducidas en la entrada y en el vídeo tienen copyright de Jimmy Nelson.
Para finalizar, quisiera añadir una cita que nos envío Una antropóloga en la Luna: “Estas culturas no están destinadas a desaparecer. Son pueblos dinámicos que transitan la existencia por fuerzas identificables que están más allá de su capacidad de adaptación. El genocidio está universalmente condenado, pero el etnocidio, la destrucción del estilo de vida de un pueblo, no sólo no es condenado universalmente sino que en muchos lugares es celebrado como parte del desarrollo. El mundo moderno como lo conocemos tiene tan sólo 300 años de antigüedad. Esta historia superficial me sugiere que no tenemos todas las respuestas para todos los desafíos a los que nos enfrentaremos en los próximos milenios." dice Wade Davis, muy en la línea de "Europa y los pueblos sin historia" de Eric Wolf. Estas etnias no han escogido voluntariamente vivir en condiciones extremas, sino que no han tenido más remedio que acostumbrarse a ellas porque el avance de la "civilización" ha ido arrojando a sus miembros hacia los márgenes de lo habitable. Si alguien tiene las claves para sobrevivir ante un cambio radical de condiciones de vida, probablemente no seremos nosotros, los occidentales, con toda nuestra ciencia y tecnología, sino más bien ellos. En todo caso, en el momento presente interesan más bien como ejemplo de la maravillosa diversidad humana, para entusiasmarnos con lo que, como seres humanos, todos compartimos aún en los lugares más remotos del planeta, y para aprender una mejor relación con los otros y con el entorno. Las mujeres, ya sean más visibles o menos, lo cual no siempre depende del peso de su aportación a las economías domésticas (que siempre es muy importante), son la pieza clave para la supervivencia de unos pueblos que no renuncian a su idiosincrasia.
Mujeres de Marken, Holanda. Las pude ver con sus vestimentas típicas en 1985. Hace dos años, ya no vi a ninguna. Las fotos de Jimmy Nelson conservan vivos nuestros hermosos recuerdos. |
Las entradas originales sobre la fotografía etnográfica de Jimmy Nelson, con una información más amplia y general que la que aquí se ofrece, pueden visitarse en los siguientes links: Eurasia y America (http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/12/antes-de-que-desaparezcan-la-fotografia_30.html), Africa (http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/12/antes-de-que-desaparezcan-la-fotografia.html ) y Oceanía (http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/01/antes-de-que-desaparezcan-la-fotografia.html). Los textos son traducción y resumen de los que aparecen en el libro Before they Pass Away y que podéis leer en inglés en el siguiente enlace: http://www.beforethey.com/
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