LA ARQUITECTURA ANTROPOMÓRFICA DE LOS DOGÓN DE MALI
Los
acantilados de Bandiagara, en la región de Mopti, forman parte del
Patrimonio de la Humanidad desde 1989. Ocupan un territorio en la
frontera entre Mali y Burkina Faso que tiene una extensión de
350.000 a 400.000 ha. La falla, con una longitud de 150 km, es el
límite de la franja meridional del Sahel. Se trata de una árida
región de colinas rocosas situada donde el río Níger atraviesa
Mali. Ese terreno abrupto ha protegido en alguna medida la pureza de
las costumbres animistas de los dogón, que han resistido las
presiones exteriores gracias a ese aislamiento geográfico. Hasta
1931 no reciberon la visita de la primera expedición etnográfica,
dirigida por el legendario antropólogo francés Marcel Griaule, a
cuyo nombre estarán los dogón asociados para siempre.
Su
territorio se divide en un triple espacio: abajo, la sabana ancha y
arenosa, con baobabs y acacias, se equipara simbólicamente al seno. Más arriba, una meseta
de piedra llana, es el torso; y la barrera entre ambos mundos es una
vertiginosa caída vertical que llega a alcanzar hasta los 300 metros
de altura: el koko. Este es
el verdadero núcleo de la cultura dogón, su escudo protector
contra las amenazas externas. En esos tres espacios se encuentran
repartidos unos 250 poblados dogón, aunque la mayor concentración
se localiza a lo largo del acantilado. Se calcula que los miembros de este pueblo son entre
400.000 y 800.000.
Los dogón son una etnia muy antigua que pertenece a la rama mandinga y que llegó a
Bandiagara entre los siglos X y XIII, no se sabe bien si procedente
del Alto Valle del Nilo, del país del Mande o de Ghana. Lo cierto es
que se resistieron a la conversión al Islam en el siglo XI, cuando
los almorávides conquistaron el antiguo imperio de Ghana. Como
entonces quedaban fuera del canon musulmán, su huida evitó que los
mercaderes árabes los capturaran y vendieran como esclavos. Hoy sólo
una minoría de este pueblo, que se autodenomina habe ( “no
creyentes”) ha aceptado la religión islámica, si bien adaptándola
a sus tradiciones animistas. Los cristianos son así mismo minoritarios entre ellos.
En la orografía imposible de
Bandiagara encontraron el lugar perfecto para protegerse de sus
amenazantes enemigos, pero ello produjo un efecto colateral. Los
dogón, que practicaban la agricultura sedentaria, desplazaron a los
habitantes autóctonos de la falla, un pueblo cazador nómada al que
llamaban los “hombrecillos rojos” y que probablemente eran
pigmeos. Por el contrario, los “tellem”, otro pueblo que también
vivía en la región de Bandiagara antes de la llegada de los dogón,
permanecieron en el lugar y acabaron fusionándose con los invasores.
“Tellem” en la lengua dogón quiere decir “los encontramos
aquí”. No existe mucha información sobre este pueblo cazador
recolector. Sus casas de barro se situaban en las abruptas paredes
del acantilado, y solo escalando podía accederse a ellas. Los dogón
creyeron que los tellem poseían el mágico poder de volar, pues sólo así entendían que hubieran podido habitar en aquellas casas situadas sobre alturas superiores a 200 m. Los antiguos pobladores abandonaron
lentamente estos poblados aéreos, que fueron reaprovechados por los dogón como lugar de
enterramiento, lo que hace que las ceremonias fúnebres sean también
arriesgadas pruebas de valor físico para los jóvenes, que se
encaraman a esos “nidos de águila” sólo con la ayuda de cuerdas
fabricadas con fibra de baobab. Trepan por ellas para subir los
restos del difunto y las ofrendas que lo acompañarán en su última
residencia. En los funerales beben cerveza de mijo y bailan con
las máscaras sagradas.
Los dogón tienen
un sistema patrilineal. Se organizan en familias extensas de hasta 100
miembros, la ginna, al
frente de la cual se encuentra un
solo varón adulto. La poliginia les permite un máximo de cuatro
esposas, aunque lo más frecuente es que solo tengan una. Las mujeres
pasan a formar parte de la familia del marido cuando nace el primer
hijo.
Practican
la circuncisión en grupos de edad que marcan el fin de la niñez,
entre los 9 y los 12 años, y también la mutilación genital
femenina alrededor de los 7-8 años mediante la extirpación del
clítoris y los labios menores.
Casa con tótem de cocodrilo, (Senani P.) |
Los dogón se organizan en diversas castas o clases sociales por oficios. Cada aldea alberga dos o tres clanes. Al
frente de los mismos esta el hogon, un líder espiritual que
se elige entre los más ancianos. Debe observar un periodo previo de
iniciación de 6 meses durante los cuales no puede afeitarse ni
lavarse y viste ropas blancas que nadie puede tocar. Los dogón
creen que la serpiente sagrada Lébé le transmite su sabiduría. El
hogon se encarga del culto a los antepasados en unos festejos que, lejos de nuestras luctuosas costumbres funerarias, son verdaderamente alegres. El hogón cuida igualmente del santuario ubicado en las paredes de la falla,
en cuyas cavidades se guardan las máscaras sagradas. Los dogón
tienen hasta 80 tipos diferentes. Sólo las utilizan los hombres en
las ceremonias de iniciación, al término de los diferentes ciclos
agrícolas (siembra, labranza y cosecha), en los funerales… Junto
con el herrero, el hogon preside también los ritos agrarios.
Hogon sentado en la Toguna, (Senani P) |
La armonía es el
valor central en su cultura y se refleja en su actitud de
agradecimiento y respeto entre esposos, lo mismo que entre jóvenes y
ancianos, y en los elaborados rituales de saludo, a los que
invariablemente responden sewa, “todo
está bien”.
Bandiagara
significa “gran plato de comida”, y con ese nombre se hace
referencia a la disposición del terreno, una llanura irregular antes
de llegar a la falla que constituye una sucesión de rocas peladas
estériles. Sin embargo, los dogón, hábiles cultivadores,
aprovechan todos esos huecos para rellenarlos con tierra y cultivar
oasis muy fértiles, que son esos grandes platos de comida a los que se
refiere el nombre de Bandiagara.
Los dogón siguen dedicándose hoy en día
a la agricultura. Cultivan mijo, cebollas, arroz y maíz. Truecan sus
cosechas con pueblos nómadas a cambio de carne, pescado y por la
apreciada sal. También crían ovejas, cabras y gallinas. Las mujeres
se encargan de moler el arroz y el mijo para producir harina,y comercian con sus productos artesanos.
Pinturas rupestres dogón, (Pascal Languillon) |
La cosmogonía de los dogón tiene como
dios supremo a Amma, que creó el cielo y la tierra. Amma dispuso un
universo integrado por 14 esferas, cada una con su sol y su luna. La
tierra se situaría en medio de estos discos, rodeada por grandes
masas de agua que mantiene en su lugar una gran serpiente que se
muerde la cola. De la unión de Amma con la tierra nació el zorro pálido,
símbolo del mal, y después dos gemelos, los Nommo, espíritus
buenos del agua y la lluvia que representan el principio vital. A su
vez, de estos nacieron los 8 antepasados primordiales, 4 parejas de
hombres y mujeres inmortales que, a una determinada edad, se
transformaban en serpientes y pasaban a un mundo distinto. La muerte
hizo su aparición cuando uno de estos ancianos, Atanu, insultó a
los curiosos humanos cuando le sorprendieron en plena metamorfosis.
Enfurecido, Atanu les habló en la lengua sigi, que los
mortales no podían conocer. Su revelación acarreó a los ancestros
el castigo la muerte, una especie de pecado original que han
arrastrado los dogón desde entonces. Para prevenir esos peligrosos
encuentros, los humanos comenzaron a fabricar máscaras en forma de
serpiente, un elemento central y sagrado en esta cultura.. Tras su
falta primordial los ancestros descendieron de nuevo en forma de arco
iris trayendo consigo las semillas y los animales con los cuales
poblaron la tierra. La mitología de los dogón se basa en los ciclos de sesenta años del sistema estelar de Sirio, así como de otra pequeña estrella, a
la que los dogón llaman Po tolo, que se corresponde con Sirio B. Ya
que esta estrella no fue descubierta hasta 1862, ello ha desatado,
como suele suceder, un gran número de especulaciones ufológicas sobre el
origen de su secreto conocimiento por los dogón.
(Marco Cavallini) |
En esta entrada nos
vamos a fijar especialmente en la arquitectura dogón, tal como la
describió Marcel Griaule en Dios
de agua. De
acuerdo con la narración que se contiene en esta obra,
el riquísimo universo cultural de los dogón se plasma en todos los
niveles arquitectónicos y sigue un diseño sexualizado y
numerológico. El territorio, sus aldeas y sus casas son una
reverberación incesante de la cosmogonía dogón, un recordatorio de
su mitos creadores.
Aldea dogón, (Dario Menasce) |
Las aldeas se
construyen junto a las rocas de las mesetas, encaramadas en
acantilados prácticamente verticales con un acceso muy dificultoso.
Los materiales de construcción siempre son madera, barro y, menos a
menudo, piedra, con cubiertas cónicas de paja. Toda aldea dogón
debe extenderse de norte a sur, como el cuerpo de un hombre tendido
sobre su espalda. Vista del desde el aire, la aldea es la imagen de
la casa del antepasado, con 80 nichos. Las casas, rectangulares y hechas de barro, tienen marquetería que evoca la mitología de los dogón, con puertas y nichos con esculturas que representan a los antepasados y sus sucesores.
Aldea dogón de Banani |
Los altares, las casas y las propias
aldeas dogón siguen reglas antropomórficas muy marcadas: son una
réplica simbólica de los miembros del cuerpo humano, los del
antepasado ancestral de la tribu. La cabeza está representada
por la toguna o Casa de la palabra en la gran plaza, símbolo
del primer campo. Se trata de una construcción muy diferente de las
viviendas. Al norte de la plaza se levanta la fragua, tal como se
ubicaba la de herrero civilizador. El pecho y vientre del
antepasado es la ginna o gran casa familiar de dos plantas.
Las manos son las casas circulares de las mujeres, situadas al
este y al oeste, donde se recluyen unos días durante el ciclo
menstrual. Los altares comunes, construidos al sur, son los pies.
En el centro se ubican las piedras donde se trituran los frutos, que
tienen forma de sexo de mujer. A su lado debería situarse el altar
de la fundación, imagen del sexo masculino, pero por respeto a las
mujeres se construye fuera del recinto.
Ginna, la vivienda dogón de dos plantas |
Dentro de la ginna,
las viviendas son de una sola planta, a veces con puertas y
ventanas talladas con la temática mitológica de los dogón y
orientadas al norte. Estas casas, habitualmente de forma rectangular,
son de barro muy prensado y resistente a las lluvias. Su fachada
carece de ventanas y, en cambio, tienen dos puertas y nichos con
esculturas. Esos nichos
que ocupan las representaciones de los ocho antepasados y su
descendencia son como las cavidades del acantilado. El suelo de la
planta baja es símbolo de la tierra. La terraza, cuadrada, es la
imagen del cielo. A su alrededor, las cuatro pequeñas terrazas
rectangulares señalan los cuatro puntos cardinales. Las ocho
pequeñas columnas que coronan el muro sur son los altares de los
antepasados.
Las viviendas también repiten en su interior la forma y contenido del cuerpo humano, de manera que cada una de sus estancias se refiere a sus distintas partes: la entrada, que da acceso al recinto rectangular donde duermen los dogón, representa las piernas; el patio que sigue a continuación simboliza el vientre y el tronco; los dos graneros que se abren a cada lado equivalen a los brazos; y la cocina circular que cierra la casa es un correlato de la cabeza. El hogar está alimentado por el fuego celeste, el fuego robado por el herrero civilizador para ayudar a los humanos. En el interior de la casa, las diversas estancias tienen también una significación sexual. El vestíbulo, la pieza destinada al dueño, representa al varón y su sexo es la puerta exterior. La gran pieza central es el dominio y símbolo de la mujer . Los cuartos laterales son sus brazos, y la puerta de comunicación su órgano sexual. En ese diseño antropomórfico, las estancias y los trasteros muestran a la mujer acostada sobre la espalda, con los brazos extendidos y la puerta abierta, lista para la unión. La pieza del fondo, que alberga el hogar y recibe la luz por la terraza, representa la respiración de la mujer y está cubierta por el techo, símbolo del hombre, cuyo esqueleto son las vigas de la casa. Su aliento sale por la aventura superior. Los cuatro postes son los brazos de la pareja, los de la mujer sosteniendo al hombre que se apoya en el suelo. Para dar a luz, la parturienta se coloca en medio de la habitación con la espalda hacia el norte.
Las viviendas también repiten en su interior la forma y contenido del cuerpo humano, de manera que cada una de sus estancias se refiere a sus distintas partes: la entrada, que da acceso al recinto rectangular donde duermen los dogón, representa las piernas; el patio que sigue a continuación simboliza el vientre y el tronco; los dos graneros que se abren a cada lado equivalen a los brazos; y la cocina circular que cierra la casa es un correlato de la cabeza. El hogar está alimentado por el fuego celeste, el fuego robado por el herrero civilizador para ayudar a los humanos. En el interior de la casa, las diversas estancias tienen también una significación sexual. El vestíbulo, la pieza destinada al dueño, representa al varón y su sexo es la puerta exterior. La gran pieza central es el dominio y símbolo de la mujer . Los cuartos laterales son sus brazos, y la puerta de comunicación su órgano sexual. En ese diseño antropomórfico, las estancias y los trasteros muestran a la mujer acostada sobre la espalda, con los brazos extendidos y la puerta abierta, lista para la unión. La pieza del fondo, que alberga el hogar y recibe la luz por la terraza, representa la respiración de la mujer y está cubierta por el techo, símbolo del hombre, cuyo esqueleto son las vigas de la casa. Su aliento sale por la aventura superior. Los cuatro postes son los brazos de la pareja, los de la mujer sosteniendo al hombre que se apoya en el suelo. Para dar a luz, la parturienta se coloca en medio de la habitación con la espalda hacia el norte.
Las casas se
encuentran rodeadas de graneros cuadrados o circulares en los
que se plasma una rígida división sexual: los graneros más grandes
son de los hombres, y de dimensiones más reducidas los de las
mujeres. Estos silos
son de planta cuadrangular, igualmente de barro, altos y estrechos,
con un techo cónico de paja y una pequeña abertura cuadrada cerca
del techo más otras dos en la parte inferior. Su tamaño es
indicativo de la riqueza de cada aldea. Están formados por ocho
postes de madera a veces tallados que sostienen una gruesa techumbre
horizontal de paja de mijo. Las puertas de los graneros tienen
preciosas cerraduras de madera tallada y se sitúan en la parte alta,
cerca del tejado. Los dogón pintan los paneles de las puertas con
motivos mitológicos, como el del Nommo que robó un trozo del sol
para traer el fuego a los humanos. El granero y todo lo que encierra
es la imagen del sistema ordenado de los dogón, y reflejo del
movimiento de los órganos internos del cuerpo humano. Éste absorbe
y distribuye los alimentos mediante la digestión y la circulación
sanguínea, y el granero replica simbólicamente ese modelo en el
almacén para las cosechas.
Graneros dogón |
Cerradura dogón, Huib Blom |
Cuando los graneros
tienen tres pares de palos cruzados significa que se trata de un
granero “masculino”, mientras que si la construcción es
más pequeña y sólo tiene dos palos cruzados, es un granero
“femenino”. Se habla de granero en este segundo caso de
manera impropia, porque el recinto no sirve como almacén para las
cosechas sino para guardar los efectos personales de la mujer.
Presenta también el característico tejado en punta aunque está
menos protegido contra los ratones. En él las mujeres dogón guardan
sus objetos personales, ropa, alhajas, dinero y algo de grano. Es
importante destacar que las mujeres son económicamente independientes de los
hombres y conservan en el granero también los objetos que fabrican y
con los que comercian, como tejidos o cerámica.
Toguna, (Dario Menasce) |
También tiene un
sentido religioso particular la toguna o Casa de la
Palabra, la “cabeza“ de la aldea. Es el lugar en el que se reúne
el Consejo de ancianos para discutir los asuntos colectivos. Es un
edificio sólo para los hombres, que pasan ahí las horas de mayor
calor durante la estación seca. Dentro de la Casa de la Palabra los
hombres sólo pueden estar sentados porque la techumbre es muy baja.
Tienen una curiosa explicación para ello: obligados a permanecer
sentados, es más fácil conservar la calma y evitar las discusiones.
Bajo una construcción similar deliberaban los ocho antepasados
cuando tenían forma humana, antes de su metamorfosis en genios de
agua. El recinto tiene una planta rectangular con unos soportes que
evocan a las cuatro parejas de los antepasados primordiales. El techo
del toguna está compuesto por un máximo de ocho capas de tallos de
mijo. Se añade una cada año hasta alcanzar el número mágico, a
partir de cuyo momento se retiran y comienza un nuevo ciclo de 8
años.
La Casa de la
menstruación se construye en las afueras de la aldea por las
mujeres y es de calidad inferior a las restantes estructuras. La
ocupan durante los cinco días en que las mujeres deben dejar su casa
familiar cada mes, y traen con ellas a sus hijos pequeños. Allí
utilizan herramientas de cocina que sólo es posible encontrar en ese
lugar.
Marcel Griaule
(1898-1956) es el antropólogo francés que inició los estudios
sobre los dogón del África occidental. Durante la Primera Guerra
Mundial fue piloto de las fuerzas aéreas francesas. Más tarde se
convirtió en discípulo del gran Marcel Mauss. Entre 1928 y 1933
participó en dos grandes expediciones etnográficas: una a Etiopía
y otra a Dakar y Djibouti, en el curso de las cuales cruzó a África
y tuvo ocasión de visitar por primera vez a los dogón. Durante esas expediciones puso en
práctica técnicas pioneras de investigación etnográfica, como la
fotografía aérea, estudios topográficos, el trabajo en equipo, el
enfoque interdisciplinar… En 1938 realizó su tesis doctoral
fundamentada en su investigación sobre los dogón. Desempeñó la
primera cátedra de Antropología en la Sorbona entre 1942 y 1956.
Dios de agua, una obra publicada en 1948, cuenta de manera
accesible al gran público las historias que le transmitió el
anciano cazador Ogotemmeli acerca de la mitología y el universo
simbólico dogón, presente en todos los aspectos de la vida de este
pueblo. Griaule la presenta como una cosmogonía tan rica como la de
Hesíodo y, además, todavía viva. Es un libro de divulgación que va más
allá de la seca erudición sólo pensada para especialistas. Sin embargo, veremos en una próxima entrada hasta qué punto esta narración
puede considerarse científica.
Podéis acceder al texto en este enlace:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/11/marcel-griaule-y-la-revision-posmoderna.html
Podéis acceder al texto en este enlace:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/11/marcel-griaule-y-la-revision-posmoderna.html
Falla de Bandiagara |
Fuentes
consultadas:
-Cortés López,
José Luis: Pueblos y culturas de África. Editorial Mundo
Negro, 2006
-Salvador, Leo: Los
pueblos de África. Editorial Mundo Negro, 2015
-Griaule, Marcel:
Dios de agua. Ed. Altafulla, 2009
-Patrimonio
Mundial de la Humanidad. Vol. 9. Ed. Ebrisa, 1995
-Van Beek, Walter E.A.: Dogon restudied. 1991. Web
- País Dogón.
Revista Planeta desconocido. Número 1, 2013
-Los Dogon.Wikipedia. Web.
-Marcel Griaule. Wikipedia. Web.
Una gran entrada sobre la arquitectura entendida al servicio y como reflejo del ser humano. Vemos aquí la armonía entre el hombre, la geografía y los materiales, y una plasmacion de su propia cosmovision. Por cierto, las decoraciones de las casas, con sus motivos geométricos, nos vuelve a traer el tema de la difusión de estos elementos ornamentales y la reflexión teórica acerca de si existen elementos universales en aquello que se denomina "naturaleza humana", o es fruto de contactos culturales. Lo mismo pasa con los relatos de los dioses y los héroes.... o no es como Prometeo el herrero dogon que les trae el fuego desde el cielo?
ResponderEliminarPues sí, hay unos cuantos elementos, como ese "pecado original" y el Prometeo dogón, que inducen a pensar en los contactos culturales o, quizá a sospechar otra cosa peor, que el antropólogo hubiera aportado por su cuenta más elementos de los debidos, y a cuenta de esto viene la crítica posmoderna tan interesante de Van Beek de la que me gustaría hablar en una próxima ocasión.
ResponderEliminarComo Jose Ignacio es un verdadero experto en arquitectura, me llena de orgullo este comentario suyo, como siempre en él tan fundamentado y de amplio recorrido histórico y espacial.¡Mil gracias!
ResponderEliminar"Muy bien, realmente muy bien. Me encanta tu facilidad para explicar las cosas: el territorio de los dogon está tan bien explicado que las fotos solo sirven para confirmar que la imagen mental que nos dejas es la correcta.
Lo más interesante me ha parecido el retrato de una cultura antigua aún viva, en la que los mitos y las leyendas todavía conservan su sentido fuerte y no son, como desgraciadamente sucede en los países modernos, un resto sin sentido, un folklore para turistas. Que la disposición del plano de un poblado tenga un sentido muy preciso y la localización de los distitintos edificios esté determinada por una simbología religiosa nos recuerda sin duda los campamentos indoeuropeos (y el romano entre ellos) así como la época medieval en que nuestras iglesias estaban orientadas y el edificio se configuraba como la imagen terrestre de la Jerusalen celestial y, por supuesto, se respetaba el simbolismo supremo de la luz.
La arquitectura y la decoración de los edificios demuestra el sentido estético de este pueblo. Va de lo geométrico a lo esquemático, como corresponde a un pueblo agrícola y ganadero. Y demuestra el trazo seguro del arte africano. Al fin y al cabo, la escultura de las cabezas de Ifé (aunque es de un naturalismo pleno) no está demasiado lejos de este territorio, y son de una calidad pareja al clasicismo griego. Con la arquitectura sucede también que no sabemos en qué dirección van las influencias. Las construcciones dogon son semejantes a las de la ciudad maliense de Djenné. Históricamente estos imperios africanos medievales que son la cultura de referencia parece que pudieran haber recibido influencias del Antiguo Egipto. Y es difícil saber qué fue primero, si la cultura dogon es una cultura común del sustrato cultural de la zona o procede de la aculturación de una civilización superior.
Es curioso que en nuestro arte de influencia musulmana (arábigo-andaluz, mozárabe y mudéjar) se colaron influencias del sur del Sahara, quizás de los almorávides. De manera que algunas mezquitas de esa zona del Sahel y territorios de su influencia guardan sorprendentes semejanzas con alguna de nuestras más interesantes y exóticas iglesias. El único parecido que recuerdo de la soberbia San Baudelio de Berlanga (mozárabe) con su machón central que se abre radialmente como una palmera es el de la mezquita de Zaria en el norte de Nigeria, con ese gusto por la profusión decorativa geométrica hecha con medios sencillos. Lo mismo sucede con algunas ventanas mudéjares que pueden ser tardías, fines del siglo XV, pero que conservan ese aroma antiguo del Sahel."
Mi amiga Lourdes Lacalle ha dejado este comentario en facebook que no quiero que se pierda:
ResponderEliminar"Qué maravilla, esos pueblos recónditos, ancestrales, desconocidos... Los arquitectos de ahora tendrían que aprender lo que significa construir teniendo en cuenta el entorno y esas historias... Precioso". Totalmente de acuerdo, querida Lourdes.