IN MEMORIAM: PENSAMIENTO Y REDES DEL LENGUAJE EN GEORGE STEINER


En 2007 Siruela publicó un opúsculo de George Steiner (1929-2020), Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento. La idea de partida de esas reflexiones es el pesimismo romántico de  Schelling (1809), para quien la tristeza  amenaza toda vida mortal, como un velo de pesar que se extiende sobre la naturaleza entera. De ahí su afirmación de una profunda e indestructible melancolía que contamina con su oscuridad cualquier proceso mental. Una metáfora de ese malestar sería el  persistente ruido de fondo como eco del Big bang cosmológico: ya desde la creación del universo aparecieron la pesadumbre y la materia oscura. 
Desde estas premisas, Steiner elabora unas tesis provisionales acerca de las limitaciones que lastran la grandeza del pensamiento, y que pueden servirnos como antídoto útil contra los sueños dogmáticos de la razón.  A modo de homenaje por su fallecimiento el pasado 3 de febrero, vamos a recordar aquí algunas ideas que demuestran la inmensa riqueza y fecundidad de su pensamiento:

PRIMERA TESIS
 El pensamiento es ilimitado, infinito, el signo  más destacado de la eminencia humana. La poderosa imagen de Pascal nos dibuja como “cañas pensantes”. Nada escapa a las posibilidades de la imaginación. La ciencia ficción es capaz de crear universos alternativos. El modo subjuntivo nos permite enunciar toda posibilidad contrafactual. Gracias  al pensamiento conseguimos dominar la naturaleza. Pero la infinitud  de nuestras ideas es, lamentablemente, incompleta: no sabemos cuál es su concreta relación con la realidad, esto es, el grado en que el pensamiento coincide con su objeto, ni si nuestro análisis  racional no es más que una ficción. Somos capaces de formular las preguntas esenciales acerca del origen y sentido de la vida, y de ese impulso interrogador surgen la cultura, la ciencia y la religión, pero no logramos alcanzar respuestas concluyentes para las mismas. En el tumulto del pensamiento resuenan la duda y la frustración.
El corredor. López Villaseñor
SEGUNDA TESIS
 El pensamiento no está bajo control sino que constituye una corriente incesante que fluye libre incluso durante el sueño, aunque siempre se encuentra atrapado en la casa-prisión del lenguaje. Solo los grandes creadores pueden sumergirse en profundos y turbulentos remolinos que recorren senderos libres más allá del habla articulada. Pero la dispersión siempre amenaza la capacidad de condensación mental, que es la vía que podría llevarnos  a las  mayores cimas de la ideación.
Pese a los logros del entendimiento humano, la mayor parte del tiempo el pensamiento en nuestra vida ordinaria, la forma en que solucionamos las demandas de nuestro entorno, es una empresa chapucera.
Melancolía. Grabado de Alberto Durero

TERCERA TESIS
El pensar hace presente el yo, la identidad personal, pero las piezas del “lego” lingüístico predeterminan y restringen la expresión de nuestra conciencia. Sus posibilidades de  combinación son múltiples pero reiterativas.
No cabe la suspensión del pensamiento ni penetrar la mente ajena, pues siempre es posible  falsear la expresión externa de nuestros sentimientos e ideas. Solo podemos descifrar la conducta de los demás bajo condiciones de incertidumbre. Para Steiner, la búsqueda de simultaneidades y comunicaciones telepáticas es un intento, casi con toda seguridad inútil, de vencer esa inhibición, a menudo enloquecedora o trágica. Paradójicamente, el autor considera que  nada más podemos encontrar la completa transparencia del pensamiento en los animales.
Otra contradicción adicional se aprecia en el hecho de que los componentes de la reflexión son un patrimonio humano compartido, la matriz lingüística que hemos heredado. Nuestras ideas han sido ya pensadas, están siendo pensadas y  lo seguirán siendo millones y millones de veces por otros. Por ello, un pensamiento verdaderamente original es en extremo infrecuente. Solo la forma en que se expresa un concepto o conjunto de ideas es la que ofrece al lector una sensación de originalidad, un sello que identifica al autor, añadiría yo.

CUARTA TESIS
 La veracidad del pensamiento no puede ser comprobada  de manera definitiva. Hasta las hipótesis científicas se apoyan en paradigmas fluctuantes, siempre sometidos a revisión. En la historia de la verdad rivalizan con igual fuerza el dogmatismo y el escepticismo del todo vale. Como en la teoría de las cuerdas, las verdades vibran en múltiples dimensiones inaccesibles a una prueba definitiva. La ambigüedad, la polifonía del lenguaje, es enemiga del ideal monocromo de la verdad. Con ese instrumento versátil de pensamiento y comunicación inventamos otros mundos, religiones e ideologías,  imprescindibles  para poder sobrevivir.
Pese a las promesas hechas por la ciencia y la filosofía, el pensamiento no puede abrirse camino a ningún reino de la verdad evidente, incontrovertible e imperecedera. En el mejor de los casos, solo somos capaces de formular “ficciones supremas”.

QUINTA TESIS
 El pensamiento, tanto en vigilia como en sueño, genera un enorme despilfarro energético sin apenas utilidad práctica equivalente, pues constantemente se desvanece en el olvido. Casi en su totalidad pasa fugazmente, sin forma reconocible. Nos frustramos intentando recordar la idea genial atisbada en sueños.
Parece verosímil que en el pensamiento haya componentes de energía neuroquímica y electromagnética, pero las explicaciones intentadas se basan todavía en meras conjeturas.
En una sociedad de ciencia-ficción, el pensamiento estaría racionado contra el derroche, y ello es precisamente lo que hacen los sistemas totalitarios, mediante  su censura del pensamiento.
Pocos son quienes conciben una gran idea porque no somos capaces de condensar adecuadamente nuestro ser mental. El gran pensador es el que logra elaborar un concepto decisivo y explotar todas sus potencialidades.

SEXTA TESIS
 Entre pensamiento y acto se producen interposiciones que desvían su designio. Casi todo lo que conocemos está basado en conjeturas. Con Hume, no podemos afirmar el carácter directamente causal de nuestras inferencias. La conducta se guía en gran parte por instintos y reflejos adquiridos, y ese automatismo, alternativo a la reflexión, es imprescindible para nuestra supervivencia.
Por otro lado, la distancia entre lo imaginado y su manifestación lingüística es un doloroso tópico, un lugar común de la derrota para el artista, el poeta y el filósofo.
Los metafóricos relámpagos de iluminación y la comprensión instantánea vibran justo fuera de nuestro alcance. Al emerger a la consciencia, su fuerza generadora se ve inhibida por las simplificaciones y  por la fragmentariedad del lenguaje. Esta desilusión es una fuente más para la tristitia.

SÉPTIMA TESIS
Hay dos procesos que no pueden detenerse mientras exista vida: respirar y pensar. Residimos en el mundo a través del pensamiento en todo momento de nuestra vida. El cristal de la ventana  a través  del  cual  vemos el mundo siempre presenta impurezas y distorsiones.  En el modelo alternativo del espejo, es el yo el que se proyecta en nuestras percepciones. Unos y otros elementos se interponen entre nosotros y el mundo, sin que sea posible una inmediatez en la sensación, que recibimos filtrada. El axioma kantiano es irrefutable: la realidad es inaccesible. Escapa a cualquier aprehensión demostrable y segura. Podría no ser más que un sueño común, una alucinación colectiva. Pese a los esfuerzos de Descartes, Kant o Husserl, no existe ningún punto en el cual el Yo pueda encontrarse con el mundo sin presuposiciones psicológicas, culturales o dogmáticas. La expulsión del Edén fue, en realidad, una caída en el pensamiento, que filtra y oscurece la experiencia. El pensamiento vela tanto como revela, probablemente mucho más, como nos recuerda amargamente Steiner.

OCTAVA TESIS
 No comprendemos los pensamientos ajenos, que por ocultación consciente o autoengaño siempre se nos escapan contra todo intento de descifrar su opacidad. Igual que idiolectos lingüísticos, también construimos nuestro pensamiento privado con arquitecturas no compartibles totalmente con los demás. Ni siquiera el amor consigue levantar el velo del secreto. Ese acercamiento íntimo entre espíritus no deja de ser  una negociación inconclusa entre soledades. En cambio, el miedo, el odio o la risa muestran un pensamiento más legible porque son energías condensadas.
Al final, el pensamiento nos hace extraños a los demás.

NOVENA TESIS
 Solo una mínima fracción de nuestras ideas sobrevive y da fruto. Todos vivimos en un incesante magma de actos de pensamiento, pero pocas personas dan prueba de saber pensar. No somos capaces de poner en orden su potencial  y dirigirlo a desentrañar la complejidad del mundo y del hombre. Las habilidades  centrales y las técnicas de reflexión pueden mejorar con el entrenamiento en la concentración y en la memoria. Para Steiner, impedir a los niños aprender de memoria supone lisiar, tal vez para siempre, los músculos de la mente. Sin embargo, en contra del optimismo con frecuencia ingenuo de la autoayuda, para él no existe ninguna clave pedagógica de lo creativo. No hay democracia en el reparto del genio. Ese desajuste entre el gran pensamiento y creatividad respecto de los ideales de justicia social, es, incluso para quienes tienen una elevada preparación intelectual y conocimiento de las técnicas, una fuente más de melancolía.

DÉCIMA TESIS
 ¿Podemos pensar la nada, el cero, la muerte? El pensamiento aborrece el vacío. Para explicarlo confecciona metáforas y mitos. Genera arquetípicamente ficciones consoladoras de supervivencia.
El homo se hizo sapiens, los procesos cerebrales evolucionaron más allá del reflejo y del puro instinto, cuando surgió la cuestión de Dios. El retroceso del interés en este problema en Occidente contrasta con las airadas oleadas de fundamentalismos, que deberían ser sustituidas por un agnosticismo tolerante, basado en  una madurez irónica, autocrítica.
En cualquier caso, el pensamiento no nos conduce más cerca de comprender el enigma de la naturaleza y de la finalidad de nuestra existencia, si es que la tiene, en este universo probablemente múltiple. Los intentos de solventar esos interrogantes tan perentorios han generado nuestra historia religiosa, filosófica, literaria y artística y, en gran medida, científica, creando sistemas teológicos y metafísicos de fascinante sutileza, en los que han empleado todo su empeño los intelectos y las sensibilidades creativas más potentes en la historia humana pero, al cabo, sus aportaciones se han mostrado inconcluyentes. La verificabilidad de las ciencias justifica su prestigio y posición dominante en nuestra sociedad, pero ello no excluye la soberana trivialidad de sus conclusiones, porque no ofrecen respuesta a las cuestiones esenciales que plantea el ser humano.
El dominio del pensamiento exalta al hombre por encima de los demás seres vivientes pero también lo convierte en un extraño  para sí mismo y para la enormidad del mundo.


George Steiner recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2001. La originalidad de su obra ensayística, situada estratégicamente en la frontera entre diversas ramas del saber, es fruto de múltiples líneas de investigación –filosofía, ciencia, literatura, historia, lingüística, psicoanálisis...-, a la par que de sus complejas raíces personales: nacido en París en 1.929 en el seno de una familia de judíos vieneses y formado en Inglaterra y Estados Unidos, ha tenido ocasión de experimentar personalmente todas las contradicciones sociales, históricas y culturales del complejo siglo XX, que se han convertido en el tema esencial de su apasionante obra.
A la busca de una teoría contemporánea de la cultura, se pregunta cómo una civilización tan esplendorosa como la europea entre-siglos no fue capaz de poner dique a la barbarie desatada durante las dos grandes contiendas mundiales, con un balance de setenta millones de muertos. O, de manera más amplia, por qué los más brillantes capítulos de la civilización occidental – la Atenas de Pericles, la Florencia de los Médicis o el Versalles del grand siècle-, florecieron a la sombra de regímenes  absolutistas, sustentadores de sistemas sociales  profundamente  injustos.
 En definitiva, Steiner nos lleva a sospechar de las posibilidades reales de la educación para mejorar la condición humana. De hecho, frente al optimista dogma ilustrado de un progreso ascendente e ilimitado, constantemente asoma el temor al retorno a la incivilidad. Como fácilmente se aprecia, la tristeza y decepción ante las malgastadas aptitudes humanas es uno de los ejes vertebradores  de  sus ensayos.
 La causa última de esta crisis del pensamiento es, para Steiner, la muerte de Dios anunciada por Nietzsche, que vino acompañada de una pérdida tanto de la esperanza utópica como de la confianza en el logos, garantía de la verdad y del significado de la palabra. El post-estructuralismo, la deconstrucción teorizada por Derrida y la posmodernidad acabaron sentenciando la imposibilidad de aquellas grandes construcciones teóricas que alumbraron Platón, Kant o Hegel. Hoy día, la inventiva humana está plenamente entregada a las ciencias y a la tecnología. El  reverso de tal situación es el ocaso de las humanidades. El futuro de la  filosofía, la literatura o el arte se presenta por ello incierto, pero al menos les quedará la honrosa tarea de una infinita remembranza, preservando la memoria de lo que nos ha hecho humanos.
Encarnación Lorenzo Hernández


Esta entrada fue originariamente publicada en el blog Espíritu y Cuerpo pero creo que su cuestionamiento del lenguaje tiene mucho que decir para la reflexión antropológica, de ahí que haya pensado en que esta también puede ser una sede adecuada para compartir el texto. Podéis acceder a la publicación indicada con sus comentarios en el siguiente enlace: http://esprituycuerpo.blogspot.com.es/2012/04/tristeza-del-pensamiento.html

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