"EL MUNDO SE DERRUMBA Y NOSOTROS NOS ENAMORAMOS". "CASABLANCA" (II): CINE Y GUERRA


La "gran película" de la Segunda Guerra Mundial.
La Segunda Guerra Mundial no ralentizó la producción cinematográfica sino que Hollywood siguió funcionando a pleno rendimiento, liderando la batalla ideológica contra el enemigo, las potencias del Eje. Al terminar la contienda, se habían rodado en Estados Unidos más de 2000 películas. Muchas tenían como objeto directo la guerra, otras la reflejaron como telón de fondo de las vidas de sus personajes. Pero, entre todas y sobre todas, siempre recordaremos Casablanca. Los múltiples ingredientes del cóctel estaban tan perfectamente mezclados que apenas nos percatamos de que formó parte de esa guerra ideológica desde el denominado "Frente Doméstico" ("the Home Front"). Aunque mi admirado Orson Welles, injustamente desdeñoso, negaba a Casablanca el título de "la gran película de la Guerra", lo cierto es que entrelaza de manera tan magistral el amor con la ideología que nos llega a parecer atemporal, eterna e imperecedera. Pero, a poco que escarbemos bajo esa pátina pulida, comienzan a aparecer constantes guiños a la concreta situación histórica en las fechas inmediatas a su rodaje y a las trascendentales operaciones que estaban teniendo lugar en el momento mismo de su finalización y estreno, hasta el punto de que no se entiende del todo la película sin hacer referencia a todo ello. En esta entrada abordamos los nexos entre su rodaje y estreno con el día a día de la guerra.
PARA LEER MÁS, PINCHA EN MÁS INFORMACIÓN

Un planeta en guerra total: "El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos" (Ilsa a Rick).
( Wikipedia)
A los efectos que aquí nos interesan, nos limitaremos a pintar el escenario bélico a trazos gruesos. Los alemanes desarrollaron una peculiar política neocolonial en la propia Europa, dando un tratamiento diferente a cada lugar en el que enarbolaron las esvásticas. Así, según la cercanía racial, lingüística o histórica que sintiesen con sus habitantes, hubo territorios anexionados al Reich: Austria, con el nombre de Ostmark, en 1938; los Sudetes en Checoslovaquia, la Ciudad Libre de Danzig y ciertos territorios polacos, en 1939; Alsacia-Lorena en Francia, Eupen-Malmedy en Bélgica, y Luxemburgo, en 1940; y Memel, en la república báltica de Lituania, en 1941. Por el contrario, la mayoría de países europeos fueron invadidos y en ellos se establecieron gobiernos de diferente denominación (protectorados, repúblicas o estados) pero en los que los nazis detentaban el poder real de la forma menos disimulada. Son tantos que resulta mucho más fácil indicar qué naciones quedaron fuera de la lista. Solo fueron no beligerantes Turquía e Irlanda (en la Primera Guerra Mundial, alineados con Alemania), dos gobiernos fascistas, Portugal y España (éste, simpatizante) y Suecia; los aliados de los nazis en el Eje Berlín-Roma-Tokio; y, además, los estados colaboracionistas de Vichy y los Balcanes. A medida que avanzaba la ocupación de los territorios europeos, que fueron cayendo unos tras otros como si fuesen fichas de dominó, se produjo el desplazamiento masivo de cientos de miles de refugiados, que huían de los nazis por motivos políticos, sociales, religiosos, étnicos o raciales.
La neutralidad y el aislacionismo de Estados Unidos.
Y, mientras tanto, al otro lado del charco, EE.UU. se negaba a tomar postura ante tan intolerables atropellos. Ese estratégico aislacionismo, que se intentaba justificar por la persistencia de los efectos de la Gran Depresión, debió de hacer hervir la sangre de muchísimos emigrados europeos de origen judío y no judío. Pero lo cierto es que, en marzo de 1940, todavía cuatro de cada cinco ciudadanos estadounidenses se manifestaban en contra de la intervención. 
La neutralidad del gobierno cedió a la fuerza ante el ataque japonés a Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941, y el previo anti-intervencionismo dio paso a un tremendo fervor guerrero. EE.UU envió a luchar a un millón y medio de sus hombres, lo que supuso que el país entero se sintiera implicado en el esfuerzo bélico. Ya veremos por qué la acción de Casablanca se sitúa en los días inmediatamente anteriores a esa fecha pero con la mirada puesta, al mismo tiempo, en lo que estaba sucediendo en los tormentosos meses posteriores a su participación en la guerra. Y es que 1942 fue una etapa oscura para la causa de los aliados, que cosecharon algunas preocupantes derrotas y veían temerosos los audaces avances del III Reich. En junio de 1942 cayó Tobruk  (Libia) en manos de los alemanes y avanzaban rápidamente hacia El Cairo. Por otro lado, la batalla de Stalingrado es el nombre por el que se conoce la invasión de Rusia en el verano de ese año. Entonces se advirtió claramente que, si Hitler conseguía dominar al gigante ruso, Inglaterra, el último bastión libre en Europa, caería sin remedio. Pero la suerte cambió y los rusos lograron detener a los nazis en agosto de 1942. En el Pacífico, la batalla de Midway, en junio, también supuso un desastre para la flota japonesa, situación que se afianzó el 7 de agosto con el desembarco de Guadalcanal.
La guerra se traslada a África.
En África, la primera batalla de El Alamein, a principios de 1942, determinó que ambos bandos, alemanes y aliados, quedasen agotados. Hitler no podía enviar refuerzos al Afrikakorps, comandado por el Zorro del Desierto, el brillante mariscal Erwin Rommel, porque necesitaba todos los medios disponibles para reforzar el frente ruso. Stalin pidió a los aliados que invadieran el sur de Europa pero Roosevelt se opuso a esa operación, por lo que optaron por completar el dominio en el área norteafricana a través de la Operación Antorcha. Los alemanes pensaron equivocadamente que los aliados trataban de desembarcar en Cerdeña y Sicilia, lo que favoreció el efecto sorpresa. "Ike", el general Dwight Eisenhower, asumió la condición de jefe supremo de la operación y el 8 de noviembre de 1942 los aliados desembarcaron un fuerte contingente militar bajo sus órdenes. El general Patton se dirigió a Casablanca acompañado de 53.000 hombres, otros 39.000 entraron en Orán, Argelia, y 33.000 británicos ocuparon la capital, Argel. En total, cubrieron una extensión costera superior a 300 kilómetros. 
El gobierno de Vichy opuso cierta resistencia pero poco pudo hacer y los colaboracionistas pronto se pasaron al bando aliado, lo que llevó a Hitler, enfurecido, a invadir la Zona Libre. La operación Antorcha, además, prefiguró la intervención más arriesgada de toda la contienda. Fue una suerte de ensayo general, clave para el éxito del Día D, el gran desembarco de Normandía en junio de 1944.
Con todo el país conteniendo el aliento a la espera del resultado de la Operación Torch, el 10 de noviembre los aliados entraron en la ciudad de Casablanca. Y solo dos semanas después se proyectaba la película en el Hollywood Theater de Nueva York. En aquel momento cualquier ciudadano estadounidense sabía ubicar en el mapa a Casablanca, símbolo de su recentísimo gran triunfo en la guerra. 
El evento comenzó con el desfile de legionarios franceses y de veteranos de la campaña en el Norte de África, y en el vestíbulo del teatro se habían instalado puestos de reclutamiento. El estreno con carácter nacional, inicialmente previsto para la primavera de 1943, se adelantó a toda prisa al 23 de enero, en medio de una ola de optimismo tras hacerse públicos los acuerdos suscritos por Roosevelt y Churchill en la conferencia de Casablanca. Sin duda, la película era un caballo ganador. 
Conferencia del Atlántico, agosto de 1941
España en la guerra en el norte de África.
Dado que el escenario bélico norteafricano nos quedaba tan cercano y que España también tenía posesiones coloniales en Marruecos, es lícito preguntarse en qué medida afectó la campaña del Norte de áfrica a nuestro país, cuya postura oficial durante la Segunda Guerra Mundial fue de no beligerancia. Los aliados tenían un temor cierto a que la invasión pudiera motivar la entrada de España en la contienda con nefastas consecuencias para su causa, puesto que ya se había significado en favor del Eje, en 1941, enviando 50.000 efectivos de la División Azul. Los alemanes tendrían entonces el camino abierto para ocupar el estratégico paso de Gibraltar, y podrían entrar en combate los 120.000 soldados acantonados en el Protectorado español de Marruecos. Dada su importancia, fue Churchill en persona quien gestionó los encuentros diplomáticos con el Duque de Alba, nuestro embajador en Londres, para garantizar que España, una nación a la que se apaciguó calificándola como amiga, no se vería afectada por la intervención.
Las estrellas entran en acción.
La implicación de Hollywood en la guerra fue absoluta. Solo tres días después del ataque japonés ya se había constituido el Hollywood Victory Commitee. En las obras que realizaron siguiendo sus dictados, los documentalistas, fotógrafos y cineastas elevaron a la categoría de autentico mantra nacional la idea de sacrificio, que reverbera en todo momento en Casablanca
Durante los cinco meses posteriores a la declaración de guerra se rodaron 136 películas, muchas de las cuales abordaban el conflicto en sus argumentos. Resulta especialmente sintomático que, en la batalla por los Oscars en febrero de 1944, cuatro meses antes de la apoteosis bélica en Normandía, doce de las películas nominadas se desarrollaban en un contexto bélico y una de ellas, Cinco tumbas al Cairo (1943), de Billy Wilder, presentaba numerosas y sorprendentes concomitancias con Casablanca, como más adelante tendremos oportunidad de comprobar. La ceremonia comenzó con el himno nacional y un homenaje a los hombres que luchaban por Estados Unidos y, en particular, recordando al actor británico Leslie Howard. Un escuadrón de junkers alemanes derribó en Cedeira, Galicia, el avión en que viajaba en misión política. Churchill lo había comisionado para entablar las conversaciones que arriba hemos mencionado con el gobierno de Franco, al objeto de evitar que España entrase en la guerra. Aunque siempre recordaremos a Leslie Howard como Ashley Wilkes, el héroe un tanto timorato que enamoraba a la fogosa Escarlata O´Hara en Lo que el viento se llevó (1939), su vida real superaba con mucho a la ficción: fue espía y un aguerrido aviador.
Recaudando fondos para la causa.
El gobierno de Roosevelt no dudó en capitalizar el tirón mediático de las estrellas del celuloide para recaudar ingentes cantidades de dinero a través de donaciones y la venta de bonos de guerra. Stars over America fue el proyecto por el cual cien actores, distribuidos en siete tours distintos, cubrieron 300 ciudades estadounidenses y lograron recaudar 838 millones de dólares para la causa patriótica. 
El récord máximo se debió a Dorothy Lamour: ella sola vendió 120 millones de dólares. Las mayores celebridades de la época ( Bob Hope, Groucho Marx, Olivia de Havilland, Merle Oberon, Charles Boyer, el Gordo y el Flaco) se embarcaron en el Victory Caravan Tour, por no hablar de las actuaciones de los actores para elevar la moral de las tropas, como la nacionalizada Marlene Dietrich, que debió de enfurecer al bilioso Führer. Y también debemos recordar la irreparable pérdida de Carole Lombard, muerta en accidente de aviación cuando volvía de la misión de vender bonos.
De acuerdo con las órdenes impartidas por el Office of War Information, las películas debían incluir imágenes de gente haciendo pequeños sacrificios, voluntaria y desinteresadamente, por sentido propio de la responsabilidad, en favor de la victoria. Así que, aunque el trailer promocional de la película
( https://www.youtube.com/watch?v=rXUAQQjNh5g) vendía el exotismo de las aventuras coloniales, el suspense del thriller y el crimen del cine negro, no debe extrañarnos que la idea fuerza en Casablanca sea, realmente, el sacrificio por parte de los personajes centrales en pro de una guerra justa, en defensa de la democracia y los valores del mundo libre contra la tiránica barbarie nazi. Es una idea que contaron muchas otras películas pero ninguna con tanta belleza y equilibrio como Casablanca.

Para las fuentes consultadas, ver la primera entrada de la serie: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2018/03/de-todo-el-mundo-viene-ricks-1940.html





Este trabajo está dedicado a mis mentoras y amigas María Laso González y Josefina Buendía Maturana. Con sumo afecto.

Comentarios

  1. Otro excelente capítulo de esta serie dedicada a Casablanca. En este caso destacas la guerra como telón de fondo de la película, y lo recurrente que es ene el cine, y el uso que de la industria del cine hace la industria de la guerra; todo ello tiene sus tintes sórdidos y terribles, puesto que hablamos de pérdidas de vidas. Y sin embargo, la paradoja es que la guerra hace avanzar los derechos de las mujeres, que pueden acceder a los puestos de trabajo que han abandonado los hombres, y cuando comenzaron a usarse las armas de fuego, hizo avanzar a la medicina al estudiar el nuevo tipo de heridas.
    Enhorabuena por esta nueva entrega.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tu comentario acerca de las paradojas de la guerra. Como "Casablanca" da para todo, como he llegado a descubrir con gran sorpresa cuando me he metido con la película en profundidad, el trabajo de la mujer durante la guerra, y otros detalles interesantes acerca de cómo cambió sus vidas cotidianas, lo abordaré en el capítulo siguiente, "Sospechosos habituales".

    ResponderEliminar
  3. Una nota a pie de página sobre Rommel. Participó en la conspiración de 1944 para liquidar a Hitler y su fracaso hizo que se viese obligado a suicidarse para mantener el honor de mariscal. No era, pues, un nazi al uso sino una figura peculiar. Billy Wilder lo retrata con admiración en Cinco tumbas al Cairo, y encomienda el personaje a un grandioso Eric von Stroheim.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario