HOMO UNIFORMIS


Brian W. Aldiss publicó en 1978 Enemies of the system. He leído una traducción de Francisco Cazorla Olmo editada por Edhasa (1980). La narración plantea interesantes especulaciones y reflexiones antropológicas.

El Sistema al que se refiere el título es un futurista Comunismo Biológico. Una utopía realizada que se llama a sí misma Utopía, y en la que el homo sapiens ha sido sustituido por el homo uniformis. Aldiss imagina un orden político en el que hace milenios que ya nadie nace de las entrañas de una hembra, salvo en los zoológicos, aunque las diferencias individuales no han desaparecido del todo. Tampoco la diferencia de estatus, ni por supuesto los privilegios de las élites políticas, condicionadas genéticamente para mandar a partir del Biocom, un programa de transformación genética que creó al homo uniformis para el nuevo Sistema.
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En el Sistema que controla trillones de seres humanos en millones de mundos el hombre es reconocido unilateralmente como ser económico racional, y cualquier otra idea del humano se considera perversa. Términos como “ello”  freudiano (id) son ahora considerados tabú. El tiempo libre no existe en la sociedad estabilizada, pues incluso el “ocio” (otra palabra tabú) ha de soportar una eficiencia didáctica, propagandística, restauradora. La palabra “muerte” también resulta obscena, pues en la Utopía tecnobiológica esta no es más que un tránsito satisfactorio con el ciudadano adentrándose en una calidez global en armonía con el Sistema (totalitario). 

La transgresión de los tabúes es vista como una especie de regresión al homo sapiens, un asilvestramiento, una vuelta a la barbarie, un biodesvío, pues el homo uniformis ha logrado compatibilizar los tres sistemas nerviosos: el reptiliano, el animal, y el frontal específicamente humano, de modo que el sistema nervioso autónomo, junto con las emociones, han sido sometidos técnicamente al control directo del sistema pensante y racional. Un ejemplo es la erección del pene, que en el arcaico homo sapiens era un acto involuntario, y no lo es ya en el homo uniformis.

Podemos preguntarnos hasta qué punto este homo uniformis de Aldiss es una réplica del Hombre unidimensional de Marcuse, cuyo ensayo fue publicado por primera vez en 1964 (muy pronto, en 1965, en español). Pero el Hombre uniforme de Aldiss no está ligado al capitalismo, sino al comunismo. La misma palabra “capitalismo” es obscena en la distopía del Sistema Biotecnológico que el autor de ciencia ficción imagina. En este comunismo avanzado, los problemas emocionales han sido definitivamente desterrados; familia, religiones, guerras, amor romántico, enfermedades mentales, son cosas del pasado.

Los lamentables desajustes emocionales de antaño se ven como infelices consecuencias de la anticuada estructura fisiológica del homo sapiens, cuyo destino incesante era la división y el conflicto, mientras que en la utopía biológica del homo uniformis se apuesta por la Unidad, que se preserva mediante un férreo control de la opinión pública, sometida y controlada a y por una especie de gestapo llamada PREU.

El sapiens visualizó la utopía, pero al realizarla técnicamente, al ingeniarla en la práctica, firmó  su propia sentencia de muerte, su extinción, dando paso al homo uniformis, es decir, al hombre semejante en todo. Eliminada la familia, fuente de conflictos y desigualdades, nepotismos e injusticias –como en la República de Platón-, las dimorfismos entre los sexos se reducen: mismo corte de pelo, reducidos senos y caderas femeninas, parecida corpulencia, mismas responsabilidades, mismos derechos, parecidas habilidades, aptitudes y actitudes. Las prácticas sexuales quedan reducidas a rutinas lúdicas y hedónicas sin ningún efecto productivo o correlato emocional. Los eventuales emparejamientos, de los que no se deriva compromiso alguno, son fijados por un programa de ordenador que establece estadísticamente el grado de compatibilidad entre los partenaires. La eliminación de las sociedades familiares fue lo que permitió, tras la revolución del Biocom, el establecimiento de una auténtica sociedad global tecnocrática.


La educación en este Sistema es un verdadero adiestramiento que funciona en base a eslóganes propagandísticos indiscutibles, controlados y difundidos por el Estado: LA RESOLUCIÓN ES EL ENEMIGO DE LA DESVIACIÓN. LA UNIDAD ENGENDRA INMUNIDAD, NUNCA PIENSES LO QUE NO PUEDE SER DICHO. LA VIGILANCIA ETERNA GARANTIZA UNA SEGURIDAD ETERNA: SIN ELLA ES LA ANARQUÍA ETERNA. NO HAY NADA QUE NO CUESTE ALGO.

En la historia de Aldiss, un grupo de turistas del Sistema visita el planeta Lyssenka II donde aterrizó por accidente hace milenios un grupo de sapiens "capitalistas" en el inicio de los viajes interplanetarios. Los hombres atrapados en el planeta han evolucionado y se han diversificado hacia formas inferiores, dando lugar a criaturas animalescas que recuerdan los híbridos de la Isla del doctor Moreau de Wells. Uno de estos grupos conserva a duras penas cierta dignidad, una economía de supervivencia depredadora y recolectora y un conjunto de mitos y ritos que rememoran su origen celestial.

Los turistas del Sistema son raptados por este grupo y ahora se miran en el espejo de sus atavismos y de su pasado, respecto del cual sienten tanto horror y rechazo como fascinación y atracción. El trauma de la nueva situación, atados y conducidos como prisioneros y luego adorados como dioses, hace surgir en ellos dudas respecto a los méritos y las ventajas del homo uniformis frente al homo sapiens (parecidas a las dudas del sensato Aristóteles respecto a la ciudad ideal de disciplinadas y jerarquizadas “abejas” concebida por Platón). Serias dudas también respecto a la relativa importancia de razón e imaginación en cuanto al conocimiento. “La sola razón no es suficiente”.

Los turistas secuestrados sienten al contemplar el cuidado de los hijos por parte de las hembras, o el porte heroico y protector de los guerreros de Lyssenka II, una muy nietzscheana nostalgia del instinto. Uno de ellos, tras declarar el logocentrismo absoluto del Sistema (“Al final será tan solo la palabra”), reconoce la distancia que media entre el puro instinto y el lenguaje en que se expresa.  El lenguaje como enemigo del instinto. A estos seres de la Utopía biológica comunista ya sólo les queda un minúsculo muñón de instinto. Hablan mucho y actúan más bien poco. Y ni siquiera parece que les importe mucho más vivir que morir. Y frente al espectáculo de un sapiens que ha sabido conservarse bravamente en mitad de un medio extremadamente hostil, el homo uniformis siente dudas a propósito de sus propios logros:

“A parte de abolir la familia y el arte, la religión, ¿qué hemos hecho? Nada. Nada. En un millón de años, realmente hemos logrado menos de lo que logró el sapiens en un siglo o así”.

Al homo uniformis sólo le queda un reducto de individualidad, pues el proyecto de la Utopía Biológica fue precisamente suprimir las individualidades a favor del Bien Común.

El mundo del homo sapiens es duro, pero, aunque adorasen y divinizasen el poder, en ese mundo quedaba al menos un resto de piedad.

Comentarios

  1. Un trabajo excelente y que tiene mucha relevancia para la Antropología. Como el antropólogo, el escritor de ciencia-ficción nos transporta a mundos lejanos y muy diferentes, ante cuyas costumbres se ponen a prueba nuestras convicciones acerca de qué es lo humano, y qué compartimos con otros pueblos. Verdaderamente ese horrible homo uniformis somos nosotros mismos llevados a extremos aberrantes por la exacerbación de ciertos rasgos, como la racionalidad, que en su avance implacable destruye otros elementos considerados más primitivos, las emociones y sentimientos. A la postre, lo verdaderamente humano y sus grandes logros, como el arte, desaparecen bajo el impulso del logos. Espléndida idea ese contraste de civilizaciones, vernos a los sapiens como una tribu primitiva que secuestra y adora a seres más evolucionados que, a su vez, echan de menos lo instintivo y sus posibilidades de creación y producción en todos los sentidos.
    Ningún pueblo ha prescindido de la familia, por simple que sea su estructura y delgado el vínculo. La literatura utópica, siempre tan de la mano con la ciencia-ficción, nos permite pensar el camino evolutivo y anticipar las trampas que esperan escondidas en el mismo.

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