MINO, LAS "AMAZONAS NEGRAS" DE DAHOMEY. Guerra, sexo y poder.
Las Mino fueron unas mujeres guerreras que desempeñaron
un papel capital en la historia del reino africano de Dahomey. En esa
entrada analizaremos cómo pasaron de ser una mera guardia personal
del monarca, en el siglo XVII, a convertirse en una tropa de élite
verdaderamente temible. Presenciaremos sus momentos de auge, y su
caída tras la expansión colonial francesa en África a finales del
siglo XIX. También abordaremos la relación que las llamadas
“amazonas negras” tuvieron posteriormente con los zoos humanos.
Finalizaremos el recorrido con unas reflexiones sobre la antropología
de la sexualidad y una mirada al misterio de la identidad de género
de estas poderosas guerreras.
1.
Los orígenes: el cuerpo de Cazadoras de Elefantes
El
reino de Dahomey o Abomey, en la actual República de Benín, en
África occidental, tiene su origen en el siglo XII. Durante varias
centurias fue vasallo del vecino reino de Allada pero, en el siglo
XVII, el rey Aho Houegbadja, que gobernó entre 1645 y 1685,
convirtió a Dahomey en una potencia ascendente. Como no tenía
servidores suficientes, porque la mayoría de los hombres se habían
incorporado a su ejército, Houegbadja convirtió a sus numerosas
esposas reales en su guardia personal. Gbeto, que
quiere decir “cazadoras de elefantes”, era el nombre que recibía
dicha guardia y que entonces llegó a alcanzar la cifra de 800
componentes. Al caer la noche sólo podían entrar en el palacio real
los eunucos, que controlaban el harén del monarca. Estos y las
esposas de la guardia gebto eran quienes se ocupaban de su
seguridad. En aquel momento las integrantes de la guardia no contaban
con ningún entrenamiento especial, ya que se limitaban a ejecutar
los edictos del rey. Sólo entraban en combate en circunstancias
especiales. Aunque no manejaban armas, intimidaban al enemigo
portando valientemente los estandartes del reino. Fue el rey Agadja
(1708-1740) quien, complacido por los triunfos militares de su
ejército, en los que había tenido una parte importante su guardia
femenina, decidió convertirla en una tropa especial.
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2.
Una milicia de élite
Sus
integrantes eran consideradas formalmente como esposas reales, aunque
no todas eran ahosi, las verdaderas “esposas del rey”.
Además de éstas, el ejército femenino se nutría de voluntarias,
así como de mujeres procedentes de los territorios conquistados. Por
último, otras eran alistadas forzosamente cuando sus padres o
esposos presentaban una queja ante el rey por su belicoso
comportamiento. Creían que su incorporación a este cuerpo militar
canalizaría adecuadamente el carácter indómito que habían
demostrado hasta entonces, que las había hecho inadecuadas para la
vida familiar o matrimonial. No debe pasarnos desapercibido que esa
denuncia representaba un poderoso medio de control social, una seria
advertencia para las hijas o esposas díscolas. En cualquier caso,
aquellas mujeres soldado tenían ser vírgenes o, al menos,
mantenerse célibes durante el tiempo de permanencia en la milicia,
que en principio era de por vida. El hecho de no poder contraer
matrimonio ni tener hijos, además de garantizar su entera
consagración al rey, tenía por objeto evitar embarazos que
limitasen su aptitud guerrera. Estaba prohibido, bajo pena de muerte,
que ningún hombre las tocara, y ni siquiera podían mirarlas. Para
hacer respetar este tabú, las amazonas negras caminaban por las
calles precedidas de una esclava que tocaba la campana para advertir
a los transeúntes de su presencia. Como el número de estas
guerreras llegó a ser muy elevado-no menos de 4000 en la primera
mitad del siglo XIX-, es comprensible que los extranjeros dejaran
constancia por escrito de lo engorroso que les resultaba tener que
cambiar de camino constantemente por las ciudades al son de las
disuasorias campanillas.
Las
guerreras tenían un estatus cuasidivino dentro del sistema de
creencias vodoun (vudú o vodún) de la etnia Adja de Dahomey.
Ello explica el papel principal que se les atribuyó en el culto a
los antepasados reales en la fiesta anual de las Costumbres, en la
que se practicaban sacrificios humanos.
Las
niñas que, ya desde pequeñas, eran educadas para ser soldados,
soportaban un intenso entrenamiento para desensibilizarse ante el
dolor propio o ajeno. La fiereza de las que todavía no habían
participado en la lucha se ponía a prueba en las ceremonias reales,
en las que eran las encargadas de decapitar a los prisioneros. En
general, la formación de las guerreras consistía en durísimos
ejercicios, como trepar por muros hechos de ramas de acacias erizadas
de espinas. Igualmente se las enviaba a expediciones de supervivencia
en la jungla durante nueve días con el solo auxilio y compañía de
un machete.
3 . Un valor de leyenda
Su
sumisión y reverencia al rey era absoluta. Las amazonas eran las
primeras en entrar en combate y sólo se retiraban del campo de
batalla si así lo ordenaba el monarca. En caso contrario, les
esperaba una ejecución sumarísima. Las razones para su extrema
eficacia guerrera consistían en la intensa cohesión del grupo:
hacían vida en común, entrenaban juntas y atacaban todas ellas bajo
las órdenes de sus mandos femeninos, de manera que la solidaridad y
la confianza entre las componentes de las distintas brigadas era
completa. Formaban tres divisiones: la primera, en recuerdo de sus
inicios, era conocida como “las destructoras de elefantes”,
mientras que la segunda recibía el nombre de “las segadoras”.
En
1891, E. Chaudoin, en el libro Tres meses de cautividad en
Dahomey, describió su experiencia al contemplar a las 4000
guerreras, vírgenes, inmóviles con sus vestimentas de guerra, con
pistola y cuchillo en mano, dispuestas a atacar a la más pequeña
señal de sus mandos. Viejas o jóvenes, feas o bellas, tenían un
aspecto deslumbrante. Estaban tan bien formadas físicamente como los
guerreros y su actitud era igualmente disciplinada y correcta,
formando una fila perfectamente rectilínea, como si estuviese
delimitada por una cuerda tensa.
Las
guerreras vestían un pantalón y una túnica ligera, ceñida por un
cinturón, lo que les permitía la libertad de movimientos precisa
para el combate cuerpo a cuerpo. Conocemos en nombre de alguna de
ellas, como Seh- Dong- Hong-Beh (en la imagen supra), su líder en la época del rey
Ghézo.
4.
La creación del reino de Dahomey
En
1715 Dahomey se independizó del reino de Allada y, antes de que
transcurriesen 10 años, ya habían sometido a sus antiguos
dominadores. Con la conquista de Allada, Dahomey accedió a un bien
muy codiciado, los puertos costeros en los que, desde el siglo XVI,
se llevaba a cabo el comercio de las especias, el marfil, las pieles
y, sobre todo, el tráfico de esclavos, del que los reyes, actuando
como intermediarios, obtenían grandes beneficios. El momento
culminante de esa ampliación de sus territorios costeros fue, en
1727, la conquista del reino de Savi, que controlaba el importante
puerto de Ouidah. Durante esa operación los europeos fueron
testigos, por primera vez, de la existencia de estas mujeres
guerreras, que también estuvieron presentes entre los Ashanti, en la
actual Ghana. Para celebrar el éxito de aquella operación militar,
4000 prisioneros fueron ejecutados en honor de los dioses vodoun.
Dahomey se enzarzó entonces en una terrible competencia con los
yoruba del reino de Oyo para controlar totalmente el comercio de los
esclavos con destino al Nuevo Mundo, pero al final fueron derrotados.
Se sucedieron así varios reinados en los que el imperio, antes tan
pujante, languideció.
5.
Auge y caída de la “Esparta negra”
Los
europeos llamaron a las guerreras de Dahomey “amazonas negras”,
porque les recordaban a las luchadoras sin pecho de la antiguedad
pero, en su lengua Fon, eran conocidas como Mino, que
quiere decir “nuestras madres”. El momento culminante de su
historia llegaría en el siglo XIX. Coincidió con la fase de máximo
esplendor y posterior decadencia del reino. El rey Ghézo tuvo un
largo gobierno, entre 1818 y 1858. En aquel momento el número de
guerreras nunca fue inferior a 4000, y durante aquel periodo llegó a
alcanzar la cifra de 6000, representando así más de la mitad de los
efectivos del ejército real. Ghézo fue un gran estadista que amplío
la riqueza y posesiones de su reino hasta conseguir que la población
se duplicase, pasando de uno a dos millones de habitantes.
El
bloqueo naval británico de la costa en 1851, que tuvo por objeto
hacer efectiva la abolición del tráfico de esclavos, hizo que
Dahomey reorientara su economía al comercio del preciado aceite de
palma. Otra forma de mantener las riquezas era atacando a los reinos
vecinos, como los egba de la actual Nigeria, con quienes se
enfrentaron en 1851 y 1861. En ambas ocasiones sufrieron fuertes
derrotas que dejaron reducido el número de amazonas a 1200. En 1863
el célebre explorador británico Richard F. Burton visitó el reino,
al que no dudó en calificar de “Esparta negra” por su elevado
militarismo y la absoluta sumisión de los súbditos a los intereses
del Estado.
6.
El comienzo del fin
El
rey Glélé (1858-1889) continuó la política belicosa de su padre
contra los yoruba, pero también tuvo que afrontar los retos de unos
nuevos y mucho más peligrosos enemigos, los franceses. Los
comerciantes de esta nación estaban descontentos por los fuertes
impuestos que soportaban y por la competencia británica en la zona.
Francia estableció un protectorado sobre el reino de Porto Novo,
actual capital de Benín y que entonces era un reino tributario de
Dahomey, lo que supuso un serio revés para sus intereses económicos.
No podemos detenernos aquí en todas las vicisitudes de las dos
guerras que, desde 1889 a 1894, enfrentaron a Francia con Dahomey.
Sólo nos interesa especialmente destacar la participación que
tuvieron las Mino en las mismas. Al principio, los franceses
estaban tan desconcertados ante la presencia de mujeres entre las
filas enemigas que no sabían qué actitud adoptar en la batalla. Las
amazonas aprovecharon ese titubeo para masacrar a sus atacantes, que
tuvieron que emplearse a fondo, durante unos años, para controlar la
situación.
Al final, gracias a su superioridad armamentística y al
auxilio de sus mejores tropas (la legión extranjera, la caballería
y la infantería de marina) consiguieron derrotar al rey Behanzin
(1889-1894). Las amazonas demostraron una valentía sin límite en
las 23 batallas en las que intervinieron, como reconocieron admirados
sus oponentes. Pero esa entrega se saldó con la pérdida de un
número muy elevado de vidas. Sólo sobrevivieron unas 300, algunas
de las cuales se enzarzaron en una guerrilla particular para retardar
y entorpecer la victoria francesa. Así, incendiaron campos, aldeas y
ciudades para impedir que cayeran en manos del enemigo. También se
infiltraron entre las prostitutas para matar a los soldados franceses
con sus propias bayonetas. El cuerpo de amazonas fue disuelto en 1894
por Agoli Agbo, último rey de Dahomey. Su territorio pasó entonces
a formar parte de la federación de las ocho colonias francesas en el
África occidental.
7.
Las amazonas negras y los zoos humanos
Las
Mino no fueron capaces de reintegrarse normalmente a la vida
civil. Sólo algunas se casaron y tuvieron hijos. Otras se unieron al
famoso espectáculo de Buffalo Bill, Wild West Show. Así, se
sabe que, en 1893, participaron en las atracciones de la Exposición
de Chicago. Como relata Pilar Pedraza en La Venus barbuda y el
eslabón perdido (2009), entre 1890 y 1925 las amazonas de
Dahomey recorrieron Europa y Norteamérica partiendo desde Alemania:
su ruta fue Frankfurt, Darmstadt, Zurich, Praga, San Petersburgo,
París, Lyon, Bruselas, San Francisco y Atlanta. Hay constancia de
que, en 1891, fueron exhibidas 50 de estas guerreras, rodeadas de
animales y plantas exóticas, en el Jardín Zoológico de París,
entonces ubicado en el Bois de Boulogne.
El lugar fue visitado por
unos 800.000 espectadores, entre ellos el propio presidente Sadi
Carnot, quien había decretado la primera expedición militar
francesa contra Dahomey el año anterior, y que un año después
terminaría con la soberanía de la ciudad-estado.
Aquellas temibles
amazonas representaban así el más vivo ejemplo del enemigo
capturado, domesticado y convertido en espectáculo exótico. El
público temblaba de emoción al atravesar el vestíbulo del recinto
entre plantas, animales disecados y maniquíes humanos, acompañados
por el sonido de los tambores y por sus salvajes cantos.
En
Inglaterra también actuaron en el Crystal Palace en 1893. Como no se
las consideraba completamente humanas, los empresarios no tenían
ningún reparo en exhibirlas semidesnudas, algo impensable para las
mujeres burguesas que visitaban el lugar en familia.
El lugar de sus
antiguas túnicas de batalla, para acentuar su exotismo lucían
fadellines y un sostén adornado con conchas, o incluso mostraban los
pechos al aire. Se dejaban tocar o acariciar a cambio de cigarrillos
o bombones. Un triste destino para aquellos orgullosas e implacables
guerreras ahora vencidas.
En
1960, cuando Dahomey obtuvo su independencia, todavía vivían
algunas de ellas. Se dice que la última murió en 1978 o 1979 con
102 años, como informó una historiadora africana.
8.
El secreto mejor guardado de las Mino
Llama
la atención, en los numerosos textos de divulgación dedicados a las
Mino, que se omita toda referencia a su vida sexual. Se da por
supuesto que eran heterosexuales, en su calidad de esposas reales.
Sin embargo, hay muchas pistas que apuntan a otra situación bien
diferente. En diversos informes de observadores europeos se recoge
que ellas se consideraban “hombres”, y que se burlaban de sus
oponentes calificándolos como “mujeres”. En un discurso
pronunciado en 1850, refiriéndose al resultado de su entrenamiento,
una de sus líderes, ante las 2000 guerreras, afirmó: “como los
herreros toman una barra de hierro y, mediante el fuego, la
transforman, así nosotras hemos cambiado nuestra forma de ser. Lo
que veis como mujeres son hombres”.
Como
pone de relieve un texto espléndido de las antropólogas Evelyn
Blackwood y Saskia Wieringa, Sombras sáficas: Desafiando el
silencio sobre el estudio de la sexualidad (1999),
esta materia, un tabú en Occidente durante larguísimo tiempo, no se
consideró históricamente un objeto legítimo de estudio para la
Antropología, e incluso desprestigiaba al investigador que se
atrevía a abordarla. Antes de la Segunda Guerra Mundial sólo
algunos antropólogos, como Malinowski, Ruth Benedict y Margaret Mead
se atrevieron a adentrarse en ella. Evans-Pritchard, sólo consideró
prudente publicar su investigación sobre la inversión sexual entre
los Azande en 1970, 30 años después de realizar su trabajo de campo
y una vez ya retirado, es decir, a salvo de las críticas de la
academia.
La antropóloga de la sexualidad holandesa Dra. Saskia Wieringa |
Ciertamente
la sexualidad humana es una materia de difícil investigación, por
corresponder a espacios privados de la vida que no suelen ser
directamente observables, con una gran diversidad de prácticas y
lastrada con los posibles prejuicios de los investigadores. Así, la
mayoría de los estudiosos consideraban que el lesbianismo sólo era
posible en condiciones de privación de relaciones heterosexuales,
como en harenes y hogares poligínicos, espacios exóticos en los que
los europeos proyectaban sus propias fantasías acerca de Oriente,
desconociendo toda libertad sexual a las mujeres de otras culturas.
Otra muestra más de etnocentrismo opresivo.
9.
Sombras sáficas en el silencio de las amazonas negras
En
1911, en su recopilación sobre el amor homosexual, el antropólogo
de salón Harsch-Haak mencionaba que las Mino disponían de
hetairas para proporcionarles servicios sexuales. También Melville
Herskovits, en un trabajo realizado en 1937, dejó constancia de este
extremo al término de una investigación durante décadas entre el
pueblo Fon. Concretamente hacía referencia a que, ocasionalmente,
mujeres ricas podían elegir no casarse y suscribir acuerdos con
otras para vivir en matrimonio. Así lo refrendó en su importante
tratado de 1938, Dahomey: An Ancient West African Kingdom. Con
esos referentes, Saskia Wieringa viajo a Benín en los años 80 pero
tuvo que enfrentarse a un ominoso silencio sobre el tema. Las
respuestas a sus preguntas sobre el particular siempre eran negativas
tajantes. Lo que resultaba particularmente sospechoso para dicha
autora es que las etnografías existentes no contenían la menor
alusión a la vida conyugal heterosexual en este pueblo. Cuando
Wieringa intentó indagar sobre los matrimonios entre mujeres a los
que había hecho referencia Herskovits, se le explicó que pudieron
ser fruto de una mala comprensión lingüística por parte de dicho
investigador, a pesar de su reconocido rigor y el acierto general en
su trabajo. Al final, la constancia de Wieringa para forzar el olvido
y el silencio dio su fruto, y logró encontrar a una mujer que había
estudiado a las guerreras de Dahomey. Esta le informó que su marido
la había amenazado con partirla en pedazos con un hacha si seguía
adelante con su trabajo, pero ella continuó a costa de tener que
divorciarse y hacerse cargo de sus hijos, un fuerte estigma en
aquella sociedad. Esto debe entenderse como una muestra de la firmeza
en la postura de dicha investigadora, que acabó revelando a Wieringa
que su abuela había tenido dos esposas, aunque murió antes de que
pudiera interrogarla al respecto.
10.
La construcción social de la sexualidad
A
raíz de las investigaciones que se realizaron desde los años 80
sobre las prácticas homosexuales femeninas por autoras como Gayle
Rubin, Adrienne Ritch, Evelyn Blackwood y Ester Newton, se pusieron
claramente de relieve tres extremos: que la homosexualidad femenina
no es un simple espejo de la masculina; que la exploración de la
sexualidad humana debe tener en cuenta el rol que desempeñan las
jerarquías de género en cada concreta sociedad; y, por último, el
significado simbólico que siempre acompaña a las prácticas
sexuales. La teoría de la construcción social de la sexualidad vino
a alterar las creencias más acendradas acerca de su supuesta
"naturalidad", su pretendido carácter de puro dato
biológico, al afirmar que también el sexo puede ser fluido y
cambiante, fruto de las condiciones sociales, y no el resultado de
una disposición orgánica inmutable. Rayna Rapp y Ellen Ross, en Sex
and Society: A Research. Note from Social History and Anthropology
(1981), afirman que la base biológica de la sexualidad siempre
se experimenta de forma cultural, mediante la traducción. Los meros
datos biológicos de la sexualidad no hablan por sí mismos, deben
expresarse socialmente. La sexualidad se experimenta de manera
individual, o al menos privada, pero esos sentimientos siempre
incorporan roles, definiciones, símbolos y significados de los
mundos en los que se construyen. En este sentido se hace
perfectamente comprensible el significado simbólico y cultural del
matrimonio de mujeres entre las Mino. Por una parte, porque
tenían restringido el acceso a todo hombre que no fuese teóricamente
el monarca. Y segundo, y principalmente, porque esa relación era
consonante con su propia consideración como hombres, de ahí que
fuera normal que pensaran en tomar esposas, algo completamente lógico
desde su actitud masculina, activa y de poder. Elegían en lugar de
ser elegidas, mostrando sus preferencias personales, orientadas y
condicionadas social y culturalmente.
Sin
embargo, no contamos con detalles que hagan visible ese mundo íntimo.
Como afirma Evelyn Blackwood, el recuerdo de las guerreras ha quedado
sepultado parcialmente por las intervenciones coloniales y
poscoloniales. Sus descendientes, no obstante, mantienen viva la
famosa danza guerrera de las amazonas, que atemorizaba a sus enemigos
cuando movían las caderas y mostraban los pechos en señal de
agresión. Con ello exhibían al mismo tiempo su feminidad y su
ferocidad. También se practica esa danza en algunas escuelas,
acompañada con bandas de percusión. Las chicas, disfrazadas como
las Mino, interpretan su papel con gran realismo.
Un
último dato interesante: en 2007 Gadafi visitó España acompañado
por una guardia personal de 30 jóvenes vírgenes, un más que
evidente eco de la historia de las Mino. El caso de las
"amazonas negras" revela algunos de los resortes ocultos en
las relaciones entre género y poder.
Fuentes
consultadas:
-Blackwood,
Evelyn, y Wieringa, Saskia: Sombras sáficas: desafiando el
silencio sobre el estudio de la sexualidad. En Jose Antonio Nieto
(ed.): Antropología de la sexualidad y diversidad cultural.
Editorial Talassa, 2003.
-Bancel,
Nicolas et al.:The invention of Race: Scientific and Popular
Representations.Routledge,
2014.
-De
la Serna, Antonio C.: Las amazonas negras. 28 de diciembre de 2010.
Web. 11 de enero de 2013.
-Fox,
Carly: Articulating
Sexuality. A Ciítical History of Gay and Lesbian Anthropology.
2012. Web. 11-1-2013.
--Morgan,
Ruth, y Wieringa, Saskia: Tommy
Boys, Lesbian Men, and Ancestral Wives. Female Sex-same Practices.
Jacana,
2005.
-Pedraza,
Pilar: Venus barbuda y el eslabón perdido. Siruela, 2009.
-African
Women Warriors. 27 de octubre de 2009. Web. 11 de enero de 2013.
-Amazonas,
las mujeres guerreras. Web. 11 de enero de
2013.
-Amazons
of Dahomey-the most feared women in history.
Web. 11 de enero de 2013.
-Dahomey
Amazons. Wikipedia. Web. 11 de enero de 2013.
-Las
amazonas del reino de Dahomey: un ejército de mujeres.
1 de octubre de 2008. Web. 11 de enero de 2013.
- Las
verdaderas amazonas. 22 de junio de 2009. Web. 11 de enero de
2013.
-
Reino de Dahomey. Wikipedia. Web. 11 de enero de 2013.
- The
Amazons. Historical Museum of Abomey. Web. 11 de enero de 2013.
-The
Badass of the Week: The Dahomey Amazons.
Web. 11 de enero de 2013.
Felicidades por la interesante entrada. Me ha recordado a muchas cosas de "Juego de tronos": parece que George R.R. Martin no está inventando nada...
ResponderEliminarIrene Lado ha dejado este excelente comentario en facebook, que me gustaría compartir también aquí: "Muy bueno el artículo.Mujeres guerreras que aparentemente tenían libertad pero que lo hacían según y para el servicio del hombre.Aún así,sin su ayuda los reyes africanos no hubieran conseguido muchos de sus objetivos ni hubieran tenido tanta protección.Triste destino el de muchas de ellas tras la colonización e invasión francesa de ser exhibidas como trofeos históricos como objeto exótico de contemplación en algunos países occidentales".
ResponderEliminarMuchas gracias por leer y comentar.
Interesantísimo en su totalidad. Pero hay algo que me llama la atención: estas mujeres asumen roles y estereotipos masculinos, aunque usen la perplejidad de quien se enfrentara a ellas; quiero decir con esto, que se mueven dentro de una paradigma totalmente masculino, dentro de estructuras creadas por el poder masculino. Si el poder hubiera estado en manos de las mujeres, ¿cómo sería este ejército formado por mujeres?
ResponderEliminarUn trabajo muy bueno.
Muchas gracias y muy acertado tu argumento. No podemos pensar en ninguna fórmula de ejército enteramente femenino porque el único que está documentado en la historia es este. No queda constancia de cómo se organizaron en realidad las amazonas escitas, que se erigieron en el Otro salvaje para los griegos, a quienes debemos el más que sospechoso e ideologizado relato sobre su ideosincrasia guerrera, ya que eran una excusa para mantener encerradas a sus mujeres.Las Mino fueron féminas con el cerebro lavado y convertidas en hombres en todo salvo en los atributos genitales, que no hay quien los cambie sin cirugía. Les venía muy bien a los gobernantes este ejército verdaderamente salvaje e implacable. Lo que no acabo de comprender es cómo consiguieron los empresarios occidentales que estos demonios temibles soportaran pasivamente todo el show de los zoos humanos, con su sumisión y su ignominia. Esto lo tendría que estudiar mejor.Queda pendiente.
ResponderEliminarVALIENTES Y FUERTES MUJERES ENFRENTADAS CON ENEMIGOS. EN ALGUNOS ARTICULOS PONEN QUE ELLAS MURIERON TODAS EN LAS BATALLAS, PERO NO ES LA VERDAD.ELLAS PODRIN DERROTAR VARIAS VECES FRANCESES.
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