AGATHA CHRISTIE: ARQUEOLOGÍA, ANTROPOLOGÍA E IMPERIO. SEGUNDA PARTE
En la primera parte
de esta entrada intentamos ubicar la figura de Agatha Christie en el marco del imperio colonial
británico, en torno a la Gran Exposición que tuvo lugar en 1924 y
que la escritora patrocinó dando la vuelta al mundo en 1922 junto
con su esposo, Sir Archibald Christie.(Podéis acceder a su contenido en este enlace: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/01/agatha-christiearqueologia-antropologia.html )En esta segunda parte, después la
traumática ruptura de su matrimonio, Agatha dio un giro radical a su
vida marchándose a Oriente Medio. Mientras se convertía en la novelista más
leída de la historia, estuvo dedicándose intensamente a la
arqueología durante treinta años hasta llegar a convertirse en una
auténtica experta en cerámica prehistórica. Esa actividad, lo
mismo que la experiencia de sus viajes a lo largo y ancho del Imperio, se reflejó en las andanzas de Hercules Poirot. Como en la
ocasión anterior, intentaremos leer la vida y obra de la escritora en este segundo fructífero periodo proyectadas sobre el contexto histórico previo y
posterior a la Segunda Guerra Mundial.
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Un caso sin resolver
Agatha acababa de
publicar uno de sus mejores títulos, El asesinato de Roger
Ackroyd. Esa novela la
convirtió en una auténtica celebridad, pero no pudo disfrutar las
mieles del éxito. En 1926 su esposo le pidió el divorcio para
casarse con su secretaria. Abrumada por el peso de esa tragedia
personal, Agatha protagonizó el mayor de los misterios de su
carrera. Desapareció durante once días sin que las numerosas fuerzas
policiales desplegadas en su busca, a las que se sumaron más de
15.000 voluntarios, pudieran dar con ella.Conan Doyle incluso
proporcionó uno de sus guantes a una medium para que intentara
"visualizarla". Su coche apareció al pie de un lago y se
la había dado por muerta. Al final la encontraron en un hotel de Harrogate,
donde se hallaba inscrita como una tal Teresa Neele -apellido de la amante del
Sr. Christie-, de Ciudad del Cabo, quizá el último
lugar en que Agatha se sintió feliz en su matrimonio.
Si estuvo aquejada de amnesia, quién sabe qué dijo e hizo durante
todo ese tiempo. O tal vez se limitó a huir, ajena al revuelo que se
había organizado, hasta que pudiera asimilar su trauma psicológico.
Nunca lo sabremos porque no dejó nada escrito sobre ello. Lo que sí
nos consta es que aquel tremendo escándalo fue aireado en los
periódicos de medio mundo, lo que sin duda hizo sentir aún más
vejada y avergonzada a esta mujer que tan celosamente guardaba sus
secretos.
Probablemente Agatha comprendió que si quería preservar el poco crédito social que le quedaba, y escapar de la depresión que la estaba atenazando, debía desaparecer de la escena inglesa durante una temporada. Así que, invitada por una de sus entusiastas lectoras, la esposa del arqueólogo Leonard Wooley-quien se hallaba excavando en Ur, la antigua Babilonia de Nabucodonosor-, en 1928 Agatha subió al Orient Express, recorriendo más de 30.000 km. para huir de sus fantasmas. Su experiencia en Mesopotamia la sedujo hasta tal punto que se apresuró a volver en la siguiente temporada de excavaciones. Fue entonces cuando intimó con Max Mallowan, el joven ayudante de Wooley. Este, para su total sorpresa, le propuso matrimonio. Él tenía 24 años y ella 40 y, una vez más, Agatha se atrevió a desafiar los fuertes prejuicios de la sociedad británica aceptando tal propuesta.
Probablemente Agatha comprendió que si quería preservar el poco crédito social que le quedaba, y escapar de la depresión que la estaba atenazando, debía desaparecer de la escena inglesa durante una temporada. Así que, invitada por una de sus entusiastas lectoras, la esposa del arqueólogo Leonard Wooley-quien se hallaba excavando en Ur, la antigua Babilonia de Nabucodonosor-, en 1928 Agatha subió al Orient Express, recorriendo más de 30.000 km. para huir de sus fantasmas. Su experiencia en Mesopotamia la sedujo hasta tal punto que se apresuró a volver en la siguiente temporada de excavaciones. Fue entonces cuando intimó con Max Mallowan, el joven ayudante de Wooley. Este, para su total sorpresa, le propuso matrimonio. Él tenía 24 años y ella 40 y, una vez más, Agatha se atrevió a desafiar los fuertes prejuicios de la sociedad británica aceptando tal propuesta.
Comenzar una nueva vida en Siria
Se casaron en 1930 y,
para que Agatha pudiera acompañarlo en sus excavaciones, Mallowan
buscó un yacimiento adecuado. Lo encontró en la antigua Nínive
(Mosul), en Siria, constituida en Protectorado francés tras la
Primera Guerra Mundial. En Nínive excavaron cinco niveles de
profundidad, lo que permitió establecer, por vez primera, el esquema
cronológico de la prehistoria asiria. Entonces la Arqueología era
una disciplina todavía en formación. El pequeño grupo de
investigadores ensayaba nuevos métodos de trabajo: excavaban grandes
trincheras y, dentro de ellas, cuadros en los que poder identificar
los diferentes niveles de ocupación humana. La mitad de las piezas
que obtuvieron se enviaban al Museo Británico, donde hoy podemos
verlas todavía.
En 1933 se
trasladaron a Tell Arpachiya, donde los resultados obtenidos
por Mallowan fueron una auténtica novedad. La palabra "tell"
se refiere a un yacimiento formado por sucesivas etapas de ocupación
a lo largo de los siglos y que tiene la apariencia de un montículo erosionado
por el viento. La dirección de las excavaciones se llevaba a cabo
por un pequeño grupo de occidentales, sólo cuatro personas, entre
las que se encontraba Agatha, pero para las tareas de excavación
contaban con unos 180 trabajadores locales.
Otro importante
yacimiento donde investigaron fue Chagar Bazar, al noroeste de
Siria, donde permanecieron durante tres temporadas, de 1935 a 1937.
Agatha, cada vez más implicada en el trabajo arqueológico de la
expedición, contaría sus experiencias en un libro, Come, tell me
how you live, título que hace alusión tanto a sus actividades
cotidianas en Oriente como, de manera más genérica, al trabajo habitual de los arqueólogos,
lo que descubren con sus picos y palas acerca de las vidas de los
hombres del pasado. Agatha nos da una bonita lección de humildad
acerca del verdadero trabajo arqueológico:“Ocasionalmente hay un
palacio real, a veces un templo, más raramente un enterramiento
real. Éstas cosas son espectaculares. Salen en los periódicos y en
titulares, pero la arqueología en realidad se ocupa de la vida
cotidiana del antiguo ceramista, del granjero, del artesano”.
Una novelista con alma de arqueóloga
Agatha no intervenía
directamente en las tareas de excavación sino que clasificaba los
restos, los etiquetaba y fotografiaba, anotando la entrada
correspondiente en el diario. Para mejorar su técnica fotográfica
incluso se matriculó en una escuela oficial. Su trabajo de registro
documental ha sido considerado modélico. También se ocupaba de
revelar las fotografías en condiciones muy precarias, porque su
cuarto oscuro era una pequeña cueva a la que entraba gateando y
donde debía permanecer en cuclillas con un calor asfixiante, así
que se levantaba a las 6 de la mañana para aprovechar el momento más
fresco del día. Se convirtió en una colaboradora verdaderamente
imprescindible, aunque su esposo nunca lo reconoció de manera
abierta. No sólo acabó ocupándose de controlar a los trabajadores
sino que también se encargaba de limpiar las piezas, para lo que
utilizaba sus cremas faciales, y además recomponía los fragmentos de
cerámica. Tenía una habilidad inusitada para ello, sin duda
relacionada con su talento para los enigmas. Su capacidad de trabajo
era verdaderamente envidiable: durante los 30 años de su vida que
dedicó a la arqueología-de 1930 a 1958-, no dejó de escribir sus
novelas cada vez más exitosas.
En el libro que relata su vida al pie del yacimiento deja constancia de múltiples reflexiones sobre las piezas encontradas. Así, respecto a las diosas madres sedentes, de formas prominentes, asociadas a cultos mágicos o religiosos, escribe que estas madonnas de grandes pechos, grotescos y primitivos, representaban sin duda el consuelo y la ayuda. A veces han perdido la cabeza, otras sólo tienen una gran nariz o barbilla por todo rasgo facial. En estas figuras pueden detectarse bandas negras que corresponderían a pulseras, brazaletes, tobilleras, collares y taparrabos, así como a decoración corporal consistente en pinturas o tatuajes, lo cual resulta muy elocuente a la hora de imaginar el aspecto que presentarían aquellas mujeres de hace 7000 años. No cabe duda que para ellas, lo mismo que para nosotros hoy en día, también la piel era un medio de expresión social.
En el libro que relata su vida al pie del yacimiento deja constancia de múltiples reflexiones sobre las piezas encontradas. Así, respecto a las diosas madres sedentes, de formas prominentes, asociadas a cultos mágicos o religiosos, escribe que estas madonnas de grandes pechos, grotescos y primitivos, representaban sin duda el consuelo y la ayuda. A veces han perdido la cabeza, otras sólo tienen una gran nariz o barbilla por todo rasgo facial. En estas figuras pueden detectarse bandas negras que corresponderían a pulseras, brazaletes, tobilleras, collares y taparrabos, así como a decoración corporal consistente en pinturas o tatuajes, lo cual resulta muy elocuente a la hora de imaginar el aspecto que presentarían aquellas mujeres de hace 7000 años. No cabe duda que para ellas, lo mismo que para nosotros hoy en día, también la piel era un medio de expresión social.
Agatha debió de convertirse en una auténtica experta en arqueología, solo que tenemos una gran dificultad para catalogara personas que destacan en dos ámbitos y nos resulta más fácil, en su caso, seguir catalogándola como novelista, sobre todo teniendo en cuenta su extraordinario renombre. Me parece muy elocuente sobre su capacidad lo que dejó escrito con un punto de legítimo orgullo: “ Hace muchos años, cuando una vez le dije con tristeza a Max que era una lástima que no me hubiera acercado a la arqueología cuando era niña, a fin de estar mejor informada sobre el tema, dijo, "¿no te das cuenta de que en este momento sabes más sobre la cerámica prehistórica que cualquier otra mujer en Inglaterra?"
Antropología y medios de subsistencia
En Chagar Bazar el
grupo de excavadores comprendía unos 140 trabajadores: árabes,
kurdos, yazidíes y armenios cristianos. Mallowan necesitaba grandes
dotes de diplomacia para organizar a un grupo tan heterogéneo. A las
órdenes de capataces, los distribuían por etnias y aldeas de
procedencia para evitar enfrentamientos entre ellos. Uno de los
mayores conflictos fue fijar el día de descanso. Como los árabes
constituían la mayor parte de los trabajadores, pretendían que se
disfrutara los viernes, mientras que los armenios argumentaban que,
dado que se trataba de un yacimiento "cristiano", debían
cerrar los domingos. Mallowan, con admirable ecuanimidad, decidió
que la vacatio tendría lugar los jueves, día que ninguna religión ordenaba descansar.
Como se premiaba el
descubrimiento de piezas destacadas, pronto algunos trabajadores
recurrieron a la argucia de presentar burdas falsificaciones como
hallazgos, con el fin de recibir el estipendio prometido. Pero sobre todo nos
interesa incidir en un problema que Agatha sugiere y que posee un
hondo calado para la Antropología. Los trabajadores de las
excavaciones recibían su paga cada 10 días, el tiempo que les
duraba el saco de harina y cebollas que traían de sus casas. Sin
embargo, una vez que cobraban, desaparecían por una temporada: “
tengo dinero ahora ¿Por qué continuar”, decían. Al cabo de 15
días se les acababa el dinero y volvían, lo cual hacía imposible toda
regularidad en el trabajo de la excavación. Ello suponía un
verdadero engorro dado que las cuadrillas sólo podían ser
eficientes estando completas y con todos sus miembros bien
adiestrados. Los franceses ya habían lidiado con tal problema
organizativo durante la construcción del ferrocarril del Congo
(1924-1934), y lo solucionaron reteniendo la mitad de la paga de los
trabajadores en concepto de demora, con lo cual garantizaban que se
trabajase sin interrupciones. El mando francés en Siria recomendó a
Mallowan que utilizara ese sistema con sus empleados, pero el honesto
arqueólogo se negó a ello por considerar que no era justo compensar el trabajo a tiempo completo solo con medio sueldo. La cuestión preocupó enormemente
a los administradores coloniales, puesto que tales abusos darían
lugar a una oleada de huelgas muy violentas en 1935, en protesta por
las terribles condiciones de trabajo en las minas de cobre del norte
de Rodesia (hoy Zambia) y en las colonias del Caribe.
Ello constituyó un duro golpe tanto contra la política colonial como contra la teoría antropológica más al uso, la de Malinowski. Su visión del contacto cultural no daba respuesta ni a las situaciones de rápido cambio social que se estaban produciendo ni a la sorprendente capacidad de organización que mostraron aquellos trabajadores a pesar de carecer de un sistema formal de sindicatos, haciendo uso sólo de redes informales de comunicación. La Escuela de Manchester (Max Gluckman, J. Desmond Clark, Geodfrey Wilson…), en el contexto del Rhodes Livingstone Institute, intentó analizar esos conflictos. El sistema colonial aprovechaba el mantenimiento de los vínculos de los trabajadores con sus aldeas de procedencia para ahorrarse los costes de seguridad social. Los trabajadores nativos vivían inmersos en dos realidades muy distintas, la urbana y la rural. En las brazzavilles, ciudades indígenas que crecían muy rápidamente por el éxodo rural, había muchos más trabajadores de los necesarios. Constituían una especie de ejército de reserva de mano de obra que sobrevivía de manera precaria y que no podía prescindir de su célula familiar de origen para subsistir. Georges Balandier ya destacó que los salarios que percibían tenían características “coloniales”: los trabajadores se endeudaban con las compras inequitativas en las cantinas de los blancos, o bien su importe no cubría las necesidades totales de los obreros, porque siempre les pagaban por debajo del salario mínimo fijado por la administración, ya de por sí muy reducido. Con ello se desplazaba parte o todos los gastos de reproducción de la fuerza obrera a esas zonas rurales, teoría que desarrollaría de la forma más acabada el antropólogo francés Claude Meillassoux en Mujeres, graneros y capitales (1975).
Este autor invoca dos textos para poner de manifiesto las bases del sistema de explotación. En el informe de la Comisión de Salarios Indígenas en las minas de Rodesia se decía: “Es ventajoso para las minas que los trabajadores indígenas sean animados a volver a sus hogares al fin de su periodo de servicio. La perpetuación del sistema gracias al cual las minas pueden obtener trabajo sin cualificar a un precio inferior al pagado generalmente en la industria depende de esto, porque de otro modo los medios subsidiarios de subsistencia desaparecerían y el trabajador se haría un residente permanente del "Witwatersrand"”. En segundo lugar, el informe del gobernador de Uganda indicaba que “ es una buena política, cada vez que esto es posible, dejar el cuidado de los enfermos y débiles a los clanes tribales y las organizaciones familiares que tradicionalmente han asumido esta responsabilidad “. Y por su parte, Lord Hailey, uno de los grandes teóricos del colonialismo, pensaba que esas reservas familiares podían utilizarse como amortiguadores para satisfacer las necesidades de los desempleados y de los viejos sin ninguna carga para el Estado: “ no hay ninguna alternativa a esto más que una mano de obra permanente, instalada en las ciudades alrededor de las minas y las fábricas y completamente separada de la tierra; pero una mano de obra tal tendría necesidad de salarios más elevados, viviendas adecuadas, escuelas, distracciones y seguros sociales “. En términos del propio Meillassoux, “ las comunidades agrícolas de autosubsistencia, en razón de su coherencia y finalidad, son capaces de llevar a cabo funciones que el capitalismo prefiere no asumir en los países subdesarrollados: las funciones de seguridad social. El coste bajo de la fuerza de trabajo en estos países viene no solamente de la explotación del asalariado, sino también de la explotación del trabajo de sus parientes”... “ La rotación de la mano de obra migrante se obtiene por las discriminaciones que privan al trabajador de la seguridad social y de seguridad en el empleo y lo obligan a retornar a su país.… Las autorizaciones de trabajo son dadas sólo por un periodo limitado, renovables en determinadas condiciones… Los mecanismos de migraciones rotatorias funcionan dentro de un mismo país, entre zonas rurales y urbanizadas, o a nivel internacional entre países básicamente rurales y los países industrializados. Esto está en el origen de los inmensos movimientos de población entre África y Europa que no han parado de crecer desde la Segunda Guerra Mundial, migraciones que ciertos sociólogos retrasados, ciegos o cómplices, siguen atribuyendo a la mentalidad indígena o a su tradición“. Como demuestra el atinado análisis de Meillassoux, la familia se convierte así en el reducto mínimo que viene soportando el peso de todos los modos de producción a lo largo de la historia. Lo más llamativo es que este planteamientos no solo explica situaciones tribales sino también lo que está sucediendo en los mercados laborales de nuestro mundo globalizado.
Ello constituyó un duro golpe tanto contra la política colonial como contra la teoría antropológica más al uso, la de Malinowski. Su visión del contacto cultural no daba respuesta ni a las situaciones de rápido cambio social que se estaban produciendo ni a la sorprendente capacidad de organización que mostraron aquellos trabajadores a pesar de carecer de un sistema formal de sindicatos, haciendo uso sólo de redes informales de comunicación. La Escuela de Manchester (Max Gluckman, J. Desmond Clark, Geodfrey Wilson…), en el contexto del Rhodes Livingstone Institute, intentó analizar esos conflictos. El sistema colonial aprovechaba el mantenimiento de los vínculos de los trabajadores con sus aldeas de procedencia para ahorrarse los costes de seguridad social. Los trabajadores nativos vivían inmersos en dos realidades muy distintas, la urbana y la rural. En las brazzavilles, ciudades indígenas que crecían muy rápidamente por el éxodo rural, había muchos más trabajadores de los necesarios. Constituían una especie de ejército de reserva de mano de obra que sobrevivía de manera precaria y que no podía prescindir de su célula familiar de origen para subsistir. Georges Balandier ya destacó que los salarios que percibían tenían características “coloniales”: los trabajadores se endeudaban con las compras inequitativas en las cantinas de los blancos, o bien su importe no cubría las necesidades totales de los obreros, porque siempre les pagaban por debajo del salario mínimo fijado por la administración, ya de por sí muy reducido. Con ello se desplazaba parte o todos los gastos de reproducción de la fuerza obrera a esas zonas rurales, teoría que desarrollaría de la forma más acabada el antropólogo francés Claude Meillassoux en Mujeres, graneros y capitales (1975).
Este autor invoca dos textos para poner de manifiesto las bases del sistema de explotación. En el informe de la Comisión de Salarios Indígenas en las minas de Rodesia se decía: “Es ventajoso para las minas que los trabajadores indígenas sean animados a volver a sus hogares al fin de su periodo de servicio. La perpetuación del sistema gracias al cual las minas pueden obtener trabajo sin cualificar a un precio inferior al pagado generalmente en la industria depende de esto, porque de otro modo los medios subsidiarios de subsistencia desaparecerían y el trabajador se haría un residente permanente del "Witwatersrand"”. En segundo lugar, el informe del gobernador de Uganda indicaba que “ es una buena política, cada vez que esto es posible, dejar el cuidado de los enfermos y débiles a los clanes tribales y las organizaciones familiares que tradicionalmente han asumido esta responsabilidad “. Y por su parte, Lord Hailey, uno de los grandes teóricos del colonialismo, pensaba que esas reservas familiares podían utilizarse como amortiguadores para satisfacer las necesidades de los desempleados y de los viejos sin ninguna carga para el Estado: “ no hay ninguna alternativa a esto más que una mano de obra permanente, instalada en las ciudades alrededor de las minas y las fábricas y completamente separada de la tierra; pero una mano de obra tal tendría necesidad de salarios más elevados, viviendas adecuadas, escuelas, distracciones y seguros sociales “. En términos del propio Meillassoux, “ las comunidades agrícolas de autosubsistencia, en razón de su coherencia y finalidad, son capaces de llevar a cabo funciones que el capitalismo prefiere no asumir en los países subdesarrollados: las funciones de seguridad social. El coste bajo de la fuerza de trabajo en estos países viene no solamente de la explotación del asalariado, sino también de la explotación del trabajo de sus parientes”... “ La rotación de la mano de obra migrante se obtiene por las discriminaciones que privan al trabajador de la seguridad social y de seguridad en el empleo y lo obligan a retornar a su país.… Las autorizaciones de trabajo son dadas sólo por un periodo limitado, renovables en determinadas condiciones… Los mecanismos de migraciones rotatorias funcionan dentro de un mismo país, entre zonas rurales y urbanizadas, o a nivel internacional entre países básicamente rurales y los países industrializados. Esto está en el origen de los inmensos movimientos de población entre África y Europa que no han parado de crecer desde la Segunda Guerra Mundial, migraciones que ciertos sociólogos retrasados, ciegos o cómplices, siguen atribuyendo a la mentalidad indígena o a su tradición“. Como demuestra el atinado análisis de Meillassoux, la familia se convierte así en el reducto mínimo que viene soportando el peso de todos los modos de producción a lo largo de la historia. Lo más llamativo es que este planteamientos no solo explica situaciones tribales sino también lo que está sucediendo en los mercados laborales de nuestro mundo globalizado.
Entre 1937 y 1938
los Mallowan excavaron en otro importante yacimiento sirio, Tell
Brak. Uno de los más originales descubrimientos que
realizaron allí son los ídolos de ojos, encontrados a miles en el
llamado Templo del Ojo. Son pequeñas figuras de alabastro de enormes
óculos. Algunas tienen un solo par, otras tres, cuatro y hasta seis ojos, y una última modalidad porta en las manos unos ojos pequeños. Se
trataba de ofrendas dedicadas a los dioses. Como sucedía en el antiguo Egipto, los ladrones accedían a
los lugares donde estaban depositadas estas figuras, valiosas por los
metales preciosos que las adornaban. En la huida a veces dejaban caer
algunas, como esta cabeza de 17 cm, una de las esculturas
antropomórficas más antiguas que se conocen y que debía de estar
pegada a un poste.
La creciente
tensión internacional obligó a Agatha y a su esposo, en 1938, a
trasladarse a otro lugar más seguro, el valle de Balikh, en
la frontera sirio-turca. Pero la guerra les obligó a retornar a
Inglaterra. Allí comenzó escribir Come, tell me how you live,
que fue publicada en 1946. De manera amena, cuenta las curiosas
situaciones que les sucedieron en los yacimientos de Chagar Bazar y
Tell Brak, como la casa llena de ratones en que tuvo que vivir mientras trabajaban en
este último lugar, y con los que acabó para siempre un gato
súper-profesional, un verdadero asesino a sueldo, tan frío y
cerebral como un personaje de novela negra. O la fama de gran médica
que adquirió Agatha entre las mujeres de la zona-a pesar de que solo
disponía de aspirinas y bicarbonato-, gracias a su amabilidad y
simpatía y, sobre todo, a la experiencia que había adquirido como
enfermera voluntaria de la Cruz Roja durante la Gran Guerra. La
llamaban la Khatun, un título otorgado a las esposas del
soberano turco. Agatha habla con frecuencia de aquellas mujeres. Las
que más le gustaban, seguro que porque se acercaban a su ideal de
mujer occidental emancipada, eran las kurdas. Le parecían enormes
flores alegremente coloreadas por sus vistosos vestidos verdes, rojos
y amarillos, y sus turbantes anaranjados. Las describe como altas, guapas, con una
prestancia orgullosa, con caras broncíneas de rasgos regulares y
ojos azules. En cambio, las árabes le parecían modestas y tímidas
porque escondían la cara cuando les hablaba y sólo la miraban
directamente desde la distancia, siempre vestidas de negro o con
colores oscuros. Ninguna se atrevía hablar a un varón en presencia
de extraños. Por el contrario, apunta Agatha, una kurda no tiene
ninguna duda de que es tan buena como cualquier hombre, o incluso
mejor. Andaban fuera de sus casas bromeando, pasando el tiempo
amistosamente. Eran felices a pesar de que vivían en casuchas de barro y, por
toda posesión, sólo tenían unos pocos cacharros para cocinar.
Agatha también
menciona su experiencia con otras religiones de la zona, como su
visita al patriarca de la Iglesia maronita, católicos bajo el rito
oriental implantado por San Marón en el siglo IV en Antioquía
(Siria). E igualmente alude a los jazidíes, miembros de una religión
precristiana de Oriente Medio que tenía su principal foco en
Nínive. Esta religión se remonta al segundo milenio antes de Cristo y entre sus
miembros hoy día predominan los kurdos de Siria, aunque también hay
comunidades más pequeñas en Armenia, Georgia, Rusia e Irán. Actualmente su situación es muy delicada.Su credo se caracteriza por el sincretismo: aúna la cosmogonía
propia de la antigua religión persa con el islam sufí, sin olvidar las influencias cristianas. Los musulmanes acusan a los yadizíes de adorar a
Satán y Agatha se hace eco de ello. Sin embargo, parece una
confusión con el nombre de Shaytan. Para los creyentes de esta
religión, Dios creó el mundo y lo dejó al cuidado de siete santos
o ángeles. El principal de ellos es Shaytan, cuyo nombre
sagrado nunca debe ser pronunciado.
Se le conoce también como Melek Taus, el ángel del pavo real. A la
edad de Shaytan sucederá la de Jesús, a quien reconocen solo como
profeta, pues aún no ha llegado su momento. En el
templo sagrado de los yazidíes Agatha contempló una serpiente
esculpida, animal sagrado que ayudó a poner en movimiento
el Arca de Noé, lo que evidencia esos rasgos sincréticos.
![]() |
Melek Taus |
En su forzoso
retiro inglés, Agatha rememoraría los maravillosos momentos pasados
en Oriente: "Porque amo aquel país amable y fértil y a sus
gentes sencillas que saben cómo reír y cómo disfrutar de la vida,
que son despreocupados y felices, que tienen dignidad, buenos
modales, y un gran sentido del humor, y para las que la muerte no es
terrible…Inshallah ("Si
Dios quiere"), iré allí de nuevo, y las cosas
que amo no habrán desaparecido de esta tierra…"
![]() |
Yacimiento de Nimrud |
Su esperanza se
hizo realidad pues, una vez normalizada la situación postbélica y
superada la enorme crisis económica que soportó Gran Bretaña, los
Mallowan pudieron volver a sus excavaciones. Durante 1949 a 1958
trabajaron en Nimrud, una antigua ciudad asiria situada junto al
Tigris y que alcanzó su máxima preeminencia como capital durante el
reinado de Asurbanipal II (883-859 a. C.). Layard había sido el
primer arqueólogo en excavar en el yacimiento entre 1845 y 1851,
descubriendo el palacio real con sus maravillosos relieves que
podemos ver en el Museo Británico.
Una pieza maravillosa del
conjunto que halló el equipo de Mallowan es la famosísima placa de marfil del
león devorando a un joven africano. Este muestra vetas doradas en el
cabello rizado y en los brazaletes, en una escena que posee un
delicado fondo vegetal. A pesar de toda su belleza y la maestría de
su ejecución, este pequeño prodigio es simplemente un aplique que
adornaba el mobiliario. Pasé muchos ratos admirando esta pieza
cuando se expuso en el Museo Arqueológico de Alicante y nuevamente
me deleité con ella en Londres. Pero todavía me es mucho más
querida y cercana desde que sé que Agatha la limpió con
tanto esmero con sus potingues y con una aguja de hacer calceta y nos la devolvió en su esplendor para que todos pudiéramos disfrutarla.
Poirot, un
detective colonial
Nada pasa por
nuestras vidas sin dejar alguna huella. Por eso, no debería
extrañarnos que en la obra de Agatha resulten reconocibles múltiples
pistas de sus viajes y de su pasión por la arqueología. Me parece
muy sugerente la afirmación que se realizó en el diario argentino
La Nación (14 de enero de 2007): "Las aventuras de Jane Marple
transcurren en general en casas de campo, entre ciudadanos
irreprochables, de vida aburrida; las pequeñas intrigas de pueblo,
las enemistades en sordina, los pequeños pecados del pasado se
cargan de significado cuando el crimen llega al pueblo y lo
despierta. Las aventuras de Poirot, en cambio, muchas veces tienen un
aire de exotismo. La señorita Marple se ocupa de atrapar a los
criminales en el interior de Inglaterra; Poirot, en los confines del
Imperio”.
Ciertamente, Poirot
visita Europa y viaja por casi todo el imperio británico. Como
cuando Agatha se dirigió a Oriente Medio en 1928 en el Orient Express,
desde Calais a Estambul, Poirot resolvió uno de sus más famosos
casos en el tren que unía Europa con Asia. Un crimen cometido
mientras este lujoso ferrocarril traspasaba las fronteras, cuya
perseguibilidad penal planteaba un curioso problema de derecho
internacional, en qué país se había producido la muerte de la
víctima a causa de las sucesivas puñaladas. Poirot, sin embargó,
resolvió el caso por medio de la “justicia poética”: inventando
una explicación exculpatoria para cada uno de los 12 “ jurados”
que habían juzgado y ejecutado “justamente” al malvado.
En Cita con la
muerte (1938), mientras viaja por Próximo Oriente, Poirot se hace cargo del asesinato de una despótica mujer del que aparecen como
responsables todos sus hijos. En esta novela vemos como el detective, de vacaciones en
Jerusalén, viaja a Petra, uno de los yacimientos arqueológicos más espectaculares.
Para La aventura de
la tumba egipcia, publicada en 1923, Agatha se inspiró en el
descubrimiento de la tumba de Tutankhamon y la muerte, en abril de
1933, de su patrocinador, Lord Carnavon. La leyenda de la maldición
de los faraones explicaba aparentemente una serie de asesinatos: tras
el descubrimiento de una tumba de un faraón de la VIII dinastía,
varios miembros de la expedición morían en extrañas
circunstancias. Pero Poirot utilizó su implacable lógica para
descubrir al verdadero culpable.
Como hiciera Agatha
en 1910, acompañando a su madre enferma, el detective viaja a Egipto
y resuelve el caso de Muerte en el Nilo (1937). El detective visita las
pirámides y los templos de Abu Simbel y Karnak. El villano de esta
novela es, precisamente, un arqueólogo italiano, Guido Richetti. La
historia transcurre a espaldas de la población egipcia. De ella sólo
se ve a los pequeños vendedores de souvenirs asediando a los
turistas, o al personal del servicio moviéndose como entre sombras.
Sólo encontramos un guiño a los conocimientos de la escritora sobre
cerámica prehistórica en Anatolia.
En Asesinato en
Mesopotamia (1936) todos los miembros de la excavación parecen sospechosos del asesinato de la señora Leidner, personaje
inspirado en Katherin, la esposa del arqueólogo Leonard Wooley que
tanto hizo para ayudar a Agatha a superar el fracaso de su primer
matrimonio. La propia novelista aparecía, en su papel de enfermera
de la Sra. Leidner , como narradora de la historia. La escritora
dedicó este libro a sus muchos amigos arqueólogos de Irak y Siria.
En él la autora describe al cargante Poirot, al que ya estaba cogiendo
una ojeriza mayúscula: “ No sé cómo me lo había imaginado:
quizá alguien parecido a Sherlock Holmes, alto y delgado, con un
rostro alerta e inteligente. Por supuesto, sabía que era extranjero,
pero no esperaba que lo fuera hasta tal extremo. Ustedes ya me
entienden"..."Al contemplarlo, le entraban a una ganas de
reír. Tenía un aspecto como sólo se ve en las películas o en el
teatro. Medía aproximadamente 1. 65, regordete, viejo, con unos
bigotes enormes y la cabeza en forma de huevo. ¡Parecía un
peluquero de comedia cómica! ¿Este era el hombre que iba a
averiguar quién la mató? “
Se advierte con claridad que, por aquel entonces, Agatha encontraba a Poirot totalmente insufrible por su egocentrismo pero, visto que Arthur Conan Doyle se vio obligado, por las fuertes presiones de la prensa, y hasta por su propia madre, a resucitar a Sherlock Holmes, Agatha se guardó muy bien de matarlo. Después de incluirlo en 33 de sus 66 novelas y en 54 de los relatos cortos, se limitó a dejar de escribir sobre él hacia 1940, lo que coincide con la Segunda Guerra Mundial y el declive del poderío imperial de Gran Bretaña.
Se advierte con claridad que, por aquel entonces, Agatha encontraba a Poirot totalmente insufrible por su egocentrismo pero, visto que Arthur Conan Doyle se vio obligado, por las fuertes presiones de la prensa, y hasta por su propia madre, a resucitar a Sherlock Holmes, Agatha se guardó muy bien de matarlo. Después de incluirlo en 33 de sus 66 novelas y en 54 de los relatos cortos, se limitó a dejar de escribir sobre él hacia 1940, lo que coincide con la Segunda Guerra Mundial y el declive del poderío imperial de Gran Bretaña.
Poirot había
llegado a Inglaterra en 1916 como refugiado belga. Su amistad con el
capitán Hastings asimilaba fácilmente a estos dos personajes a la
pareja que formaban Holmes y Watson. Su última historia, Telón,
no se publicó hasta 1975. El New York Times ya había
publicado su obituario el 8 de agosto de ese mismo año: “ Hércules
Poirot, un detective belga que llegó a ser internacionalmente
famoso, ha muerto en Inglaterra. Su edad se desconocía".
Además de las
novelas de Poirot, Agatha describió muchas otras historias en
escenarios imperiales. La primera novela que escribió, Snow in
the desert, con el ingenioso seudónimo de Monosyllaba, estaba
situada en Egipto, un país que fascinaba a la autora desde su
temprano viaje en 1910. Quizá la más original de sus obras sea La
venganza de Nofret (1944), una novela histórica de
detectives. La trama transcurre en el Alto Egipto y se basó en un
hallazgo arqueológico real, el de las cartas de un sacerdote del dios Ka correspondiente a la XI dinastía. Después de Diez negritos, es su novela
con más asesinatos.
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Templo de Abu Simbel |
Por último, en Intriga en
Bagdad (1951) una joven inglesa conoce a un chico que va a trabajar a
Bagdad junto con un conservador de la cultura, en una trama en la que
aparecen arqueólogos, contrabandistas y espías.
Agatha Marilyn
Clarissa, de soltera Miller, ostenta el récord de ventas junto a la Biblia y a Shakespeare, nada menos . Sus libros han sido
traducidos a más de 100 idiomas. Como una vez dijo distraídamente
Max Mallowan a Agatha, yo también “creo que eres maravillosa, querida”.
Fuentes consultadas:
-Christie, Agatha: Come, tell me how you live. 1946.World Public Library.
-Christie, Agatha: Muerte en el Nilo. RBA, 2014.
-Christie, Agatha: Asesinato en Mesopotamia. RBA, 2010.
-Martínez Veiga, Ubaldo: Historia de la Antropología. Teoría, praxis y lugares de estudio. Uned, 2008.
-Agatha Christie and Archeology. The British Museum.Web. 23-12-2015.
-Arrieta, Julio: La arqueóloga Agatha Christie. 1-3-2013. El Correo. Web.9-7-2014.
-Carretón, Adrián: Agatha Christie. La arqueología hecha literatura. 23-11-2013. web.25-12-2015.
-Colomer, Alvaro: Max Mallowan y Agatha Christie.Web.25-12-2015.
-Lubelsky, Amy: In the Field with Agatha Christie.2-4-2002. Web. 25-12-2015.
-Pulín, Carmen: Agatha Christie en Oriente. Web.26-12-2015.
-Agatha Christie. Wikipedia. Web.5-1-2016.
-Yadizíes. wikipedia.Web.25-12-2015.
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Muy interesante la entrada. Curiosamente, "La venganza de Nofret" ("Death Comes As the End") es la única novela de la Christie que he leído. Curioso, ¿verdad? Me la prestó un amiga que sabía valorar mis aficiones de entonces, cuando tenía 12 años. A pesar del tiempo transcurrido, sigo recordando párrafos enteros, tal es la intensidad de su suspense. Por aquel entonces, a finales de los 80, también podíamos disfrutar de estas dos bellísimas series:
ResponderEliminarMiss Marple - https://www.youtube.com/watch?v=A_v2-lPKP8g
Poirot - https://www.youtube.com/watch?v=Cdl5qXk-rMI
Los créditos de Poirot son exquisitos, totalmente a la vanguardia del grafismo televisivo de la época. Espero que os gusten.
Mi amigo Jose Ignacio, fiel lector, me ha enviado este comentario que me llena de satisfacción:
ResponderEliminar"Como siempre una delicia tu artículo sobre Agatha Christie, una y otra vez me seduces con esa forma de meter al lector en el tema y de trazar el panorama histórico e intelectual de una época. Es un modelo sobre cómo debe armarse un artículo sobre un personaje. Directamente lo propondría para comentario de texto a los alumnos universitarios. Por ello, sigo pensando que deberías intentar encajar estos artículos en una obra de conjunto".