AGATHA CHRISTIE:ARQUEOLOGÍA, ANTROPOLOGÍA E IMPERIO (I)
Seguramente Agatha Christie(1890-1976) nos
parecerá a la figura más alejada del ámbito de la antropología
que podamos imaginar. Sin embargo, lo cierto es que su vida y
obra tienen un considerable interés para una disciplina afín, que
nos habla de la mentalidad de los hombres y mujeres del pasado. La
escritora participó en importantes excavaciones en Oriente Medio
junto a su segundo esposo, el distinguido arqueólogo Max Mallowan.
Y, por otro lado, Agatha fue una mujer que vivió los últimos
momentos de esplendor del Imperio británico. Como súbdita de la
mayor potencia colonial de la época, su visión del mundo, cargada
de estereotipos y expectativas, quedó plasmada en sus escritos. No
obstante, gracias a su inteligencia y mundología, acabó
desarrollando una visión bastante ecuánime y desprejuiciada sobre
las otras culturas. Muchos años antes, en 1922, Agatha se embarcó
en un tour alrededor del mundo para promocionar la gran Exposición
colonial inglesa, transmitiéndonos en sus cartas algunos reveladores
datos acerca de los territorios visitados y de la ideología
dominante en la época. Como podremos comprobar, Hércules Poirot
debe mucho a ese viaje y a la experiencia arqueológica de Agatha.
Hoy vamos a recordar a esta
admirable autora en el 40 aniversario de su fallecimiento.
El Grand tour
colonial
A principios de 1922, con 32 años,
Agatha estaba felizmente casada con el teniente coronel Archibald
Christie, y tenía una hija de dos años, Rosalind. Al Sr. Christie
se le ofreció la oportunidad de actar como asesor financiero de la
representación que debía promover la Exposición colonial por todos
sus dominios. Entonces abarcaban 58 países, aunque el proyecto sólo
incluyó la visita a los más importantes, Sudáfrica, Australia,
Nueva Zelanda y Canadá, con escala en Hawai, en un viaje de lujo. Se
trataba de dar a conocer el evento que iba celebrarse en Gran Bretaña
en 1924 y asegurar el apoyo económico y la participación de las
colonias. Agatha intervino en calidad esposa de Sir Archibald pero
también en su condición de escritora que ya entonces había
alcanzado cierta notoriedad con sus tres primeras novelas. Para el
público de la época constituía una auténtica rareza que una mujer
escribiese novelas de detectives, género que hasta ese momento solo
habían frecuentado escritores. Bajo la inspiración de Arthur Conan
Doyle, en su primera novela, El misterioso caso de Styles (1920),
Agatha había creado la figura del detective Hercules Poirot que, con
el tiempo, llegaría a ser (casi) tan célebre como Sherlock Holmes.
Tanto la creación del investigador
belga-en todo contrario a Miss Marple-, como la Exposición colonial
británica, traían causa de la Primera Guerra Mundial. Desde 1916 se
instalaron en Torquay, en el condado de Devon, donde había nacido
Agatha, un gran número de belgas huidos tras la ocupación alemana
de su país. De hecho, este evento fue el detonante para la entrada
de Gran Bretaña en la contienda, pues los ingleses asumieron la
causa de Bélgica como propia. El atildado Poirot, un ex policía
instalado en Inglaterra en aquellas fechas, como muchos de sus
compatriotas, se dedicó a viajar por los dominios imperiales
resolviendo crímenes de endiablada complejidad. Como la misma Agatha
explicaría a la prensa, empezó a escribir sus historias a raíz de
una apuesta con su hermana: los lectores no debían ser capaces de
averiguar quién era el culpable, a pesar de contar con las mismas
pistas de que disponía el detective. Este utilizaba su lógica “
hercúlea” para ensamblar, en la reunión final de todos los
sospechosos, el mosaico de pequeños pero reveladores detalles que
hasta entonces parecían inconexos. Seguramente la condición de
viajero elegante y despreocupado de Poirot tiene mucho que ver con el
gran viaje que Agatha realizó en 1922:
“Dar la vuelta alrededor del mundo es
una de las experiencias más emocionantes que me han ocurrido a lo
largo de mi vida”.
Después de la Paz de Versalles (1919),
que puso fin a la Gran Guerra, el Imperio británico alcanzó su
máxima extensión, al incorporar Palestina y Mesopotamia (antes
pertenecientes al derrocado Imperio otomano) por mandato de la
Sociedad de Naciones, y las colonias alemanas que hoy corresponderían
a Tanganica, Ruanda, Burundi y Namibia. Tras aquella terrible
experiencia bélica, con su convulsión política, económica y
social, la metrópolis deseaba estrechar lazos fraternales con sus
dominios, colonias y protectorados pero, sobre todo, buscaba
introducir su producción en los mercados de estas, explorar las
posibilidades de suministro de materias primas necesarias para la
industria, y dar publicidad a los adelantos técnicos que podrían
exportarse a los más remotos rincones del imperio para una más
eficiente explotación de sus recursos.
Agatha se comportó durante el viaje
como una refinada dama inglesa, jugando al bridge o al golf, tomando
el té y asistiendo a las encopetadas recepciones con las que las
autoridades locales agasajaban a la delegación británica, mientras
los hombres hablaban de negocios. Pero esta infatigable trabajadora
también encontró el tiempo necesario para seguir escribiendo sus
relatos, así como incontables cartas para su familia y amigos.
Agatha Christie. El gran tour. Alrededor del mundo con la reina
del misterio es un libro publicado en 2014 que recoge esa
relación epistolar y muchas de las fotografías con que Agatha, gran
aficionada a la cámara, realizó para documentar aquel inolvidable
periplo.
El hombre de Piltdown, el mayor
fraude en la historia de la Paleoantropología
En diversas cartas, Agatha muestra un
enorme interés por la evolución humana, un asunto muy en boga en la
época. En Sudáfrica visita un museo de Historia Natural, donde
contempla pinturas prehistóricas y recoge esta interesante
reflexión, que puede aportar alguna luz al debate entre naturalismo
y esquematismo en la pintura rupestre:
"Los animales estaban pintados
minuciosamente, pero no así los hombres, que eran representados
esquemáticamente debido, se cree, a la creencia, que algunas tribus
aún comparten, de que trae mala suerte dibujar la figura de un
hombre".
Agatha también se interesa sobremanera
por los cráneos primitivos:
“ Luego nos dieron algunas
indicaciones sobre… el hombre de Piltdown, con el cerebro de un
hombre pero con dientes muy pronunciados, y la mandíbula de
Heidelberg, muy parecida a la de un mono, pero con dientes de hombre
moderno, los neandertales, con sus enormes y extrañas cabezas, pero
con mandíbulas rectas incapaces de articular palabra, y los tipos
negros que demuestran que África, como Europa, paso por una fase
evolutiva de neandertales”.
Éste párrafo resulta muy revelador
porque entonces aún no se reconocía a África como el origen de la
especie humana. Por el contrario, del comentario de Agatha se sigue
que veían a africanos y europeos como líneas evolutivas paralelas
pero diferentes, lo que reforzaba la creencia en la superioridad
racial blanca. Agatha menciona con frecuencia a los neandertales en
sus cartas. Parecía estar fascinada por esta especie humana. El
primer cráneo neandertal se había descubierto en Bélgica en 1829
pero la importancia de la especie en el camino evolutivo sólo se
vislumbró tras el hallazgo de nuevos restos en el valle de Neander,
Alemania, en 1856, de ahí el nombre que se propuso para la especie
en 1863. En 1871 Darwin publicó El origen del hombre, obra
en la que incluía a los neandertales en la línea evolutiva humana.
En vísperas de la Primera Guerra Mundial, los germanos
presumían de haber sido los primeros europeos, lo que podía
interpretarse como una legitimación para sus frecuentes
reivindicaciones territoriales. En Inglaterra, en cambio, no habían
aparecido restos humanos de antigüedad semejante. En ese contexto de
intoxicación ideológica debemos situar la farsa del cráneo hallado
en 1912 en Piltdown, un pueblo del condado de Sussex. Como indica
Agatha, tenía un cráneo grande ya moderno pero con una mandíbula
robusta, al contrario que el hombre de Heidelberg (para saber más
sobre esta especie, antecesora de los neandertales, podéis acceder
en este enlace:
http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/02/la-pequena-benjamina-solidaridad-en-la.html).
El cráneo del hombre de Piltdown causó tal sensación que se realizaron copias del mismo para su exhibición en los museos arqueológicos , de ahí que Agatha pudiera verlo en Sudáfrica. El supuesto homínido fue proclamado por la prensa como el eslabón perdido. La comunidad científica lo bautizó como Eoanthropus dawsonii, por alusión Charles Dawson, el arqueólogo aficionado que presentó los restos ante la Sociedad Geológica de Londres. En aquel momento, la idea predominante era que el antropoide intermedio entre el simio y el hombre moderno debió de haber tenido un cerebro grande pero rasgos simiescos-todo lo contrario a lo que después se pudo comprobar-, y las características del hallazgo respondían a la perfección a las expectativas de los arqueólogos, lo que explica lo fácilmente que fue aceptada la nueva especie. La superchería del hombre de Piltdown perduró hasta 1956, momento en que se descubrió que la mandíbula, en realidad, pertenecía a un orangután y había sido limada, el diente suelto procedía de un chimpancé y el cráneo a un homo sapiens sapiens.
El cráneo del hombre de Piltdown causó tal sensación que se realizaron copias del mismo para su exhibición en los museos arqueológicos , de ahí que Agatha pudiera verlo en Sudáfrica. El supuesto homínido fue proclamado por la prensa como el eslabón perdido. La comunidad científica lo bautizó como Eoanthropus dawsonii, por alusión Charles Dawson, el arqueólogo aficionado que presentó los restos ante la Sociedad Geológica de Londres. En aquel momento, la idea predominante era que el antropoide intermedio entre el simio y el hombre moderno debió de haber tenido un cerebro grande pero rasgos simiescos-todo lo contrario a lo que después se pudo comprobar-, y las características del hallazgo respondían a la perfección a las expectativas de los arqueólogos, lo que explica lo fácilmente que fue aceptada la nueva especie. La superchería del hombre de Piltdown perduró hasta 1956, momento en que se descubrió que la mandíbula, en realidad, pertenecía a un orangután y había sido limada, el diente suelto procedía de un chimpancé y el cráneo a un homo sapiens sapiens.
Estereotipos culturales: "Old
habits die hard"
Tanto en Sudáfrica como en Honolulú,
Agatha se dedicó esforzadamente a practicar el surf, una verdadera
novedad para los occidentales en aquel momento, y mucho más
tratándose de una dama. Llama la atención la descripción que
Agatha realiza de las mujeres hawaianas:
“ Las hawaianas también fueron
ligeramente decepcionantes. Me las había imaginado como unas
criaturas de belleza exquisita. Pero poco a poco dejé de acercarme a
ellas debido al fuerte olor a aceite de coco con el que todas se
untan; además, muchas de ellas no son especialmente agraciadas.
Tampoco pude imaginarme que su comida preferida fuera unos enormes
estofados. Siempre había pensado que los polinesios consumían,
sobre todo, una variedad de frutas deliciosas. Su pasión por la
carne de vaca me sorprendió mucho“.
Este fragmento demuestra el enorme
número de preconcepciones culturales que pesaban sobre la
imaginación europea acerca de las remotas islas de los Mares del
Sur. Muy poco después de aquellas fechas, en 1925, una joven
antropóloga, Margaret Mead, realizaría su primer trabajo de campo
en Samoa, centrándose en la adolescencia de las jóvenes nativas y
en cómo es en ese período de la vida, hasta entonces poco estudiado
por la Antropología, cuando se fijan las expectativas sociales.
También el trabajo de Mead, The Coming of Age in Samoa
(1928), tendría una fuerte carga ideológica, pues con él pretendía
liberar de prejuicios a la mujer americana: “ debe enseñarse a las
niñas cómo pensar, no en qué pensar. Y debido a que los viejos
errores mueren lentamente ("Old habits die hard"),
se les debe enseñar a ser tolerantes, así como hoy justamente se
les enseña a ser intolerantes “, concluye Margaret Mead (podéis
leer más sobre esta autora fundamental en la estupenda entrada de
Mari Angeles Boix en este blog:
http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/07/margaret-mead-en-la-teoria-antropologica.html).
Imperio, dominios y protectorados
Después de Australia y Nueva Zelanda,
la delegación británica visitó Hawai. Para entender la razón de
esa estancia es preciso repasar la historia de estos territorios. En
1778 el capitán Cook descubrió las islas, a las que llamó Sandwich
en honor del Primer Lord del Almirantazgo, el IV conde de Sandwich,
pero los fuertes lazos con Gran Bretaña no se establecieron hasta
1792, cuando tuvo lugar la llegada del capitán Vancouver, quien
había formado parte de la tripulación de Cook. A partir de aquel
momento los hawaianos se sometieron a la protección de los
británicos, hasta el punto de incorporar en su propia bandera la
Union Jack inglesa.
Lili´uokalani fue la última reina Polinesia, derrocada en 1893. Entonces declinó la influencia inglesa sobre estos estratégicos territorios, que pasaron a formar parte del círculo de influencia estadounidense: en 1893 la isla se constituyó en Protectorado, fue anexionada en 1897 y es el último estado incorporado a la Unión, en 1959. Sin embargó, y esa es la razón de la visita de la misión, estos territorios siempre conservaron importantes lazos con la corona británica. Quizá esta albergaba todavía la esperanza de poder recuperarlos.
Lili´uokalani fue la última reina Polinesia, derrocada en 1893. Entonces declinó la influencia inglesa sobre estos estratégicos territorios, que pasaron a formar parte del círculo de influencia estadounidense: en 1893 la isla se constituyó en Protectorado, fue anexionada en 1897 y es el último estado incorporado a la Unión, en 1959. Sin embargó, y esa es la razón de la visita de la misión, estos territorios siempre conservaron importantes lazos con la corona británica. Quizá esta albergaba todavía la esperanza de poder recuperarlos.
Hawai y la inmigración asiática
"El señor Lucky nos llevó en
coche a una conservera de piñas, la más grande del mundo, un lugar
sorprendente totalmente mecanizado, para pelar, trocear, empaquetar,
marcar, etc. Todos los trabajadores usaban guantes de goma y pedir
unas estupendas habitaciones, baños, duchas y una matrona con la que
podían dejar a sus niños. La mayor parte son japoneses, filipinos y
chinos, pero no hawaianos, ¡demasiado para estos hijos de la
naturaleza!"
![]() |
Trabajadores japoneses en Hawai |
Estados Unidos ha sido el destino de
las mayores olas migratorias de la historia. Quizá la menos conocida
para los europeos es la procedente de Asia, a la que hace referencia
el texto de Agatha. El primer gran grupo de chinos, unos 370.000,
llegó al país entre 1840 y 1882. Uno de cada cinco de estos
inmigrantes se instaló en Hawai, y el resto en la costa oeste, sobre
todo en California. 400.000 fueron los japoneses que llegaron
entre1880 y 1908. La mitad de ellos se instaló en Hawai, donde
constituían la población mayoritaria. También llegaron pequeños
grupos de coreanos entre 1900 y 1930. En el mismo período, unos
180.000 filipinos emigraron a los Estados Unidos, y tres de cada
cinco de ellos se establecieron en Hawai. Como sugiere Agatha, los
indígenas eran reacios a trabajar, por lo cual los inmigrantes
asiáticos eran contratados como empleados de las conserveras, así
como, sobre todo, en las plantaciones de caña de azúcar, que requerían una
enorme cantidad de mano de obra.
Como refiere John Oakland,
trabajaban sin descanso bajo una disciplina militar impuesta por
implacables capataces. Los grupos de cada nacionalidad permanecían
segregados en campos diferentes, enfrentándolos sus jefes entre sí
para conseguir que los sueldos se mantuviesen bajos, impidiendo así
una organización sindical que pudiera boicotear semejantes abusos.
Se trataba de un sistema segregatorio muy similar al que usaron los
nazis en los campos de concentración para gobernar a las enormes
masas de prisioneros con un mínimo staff alemán. Los propietarios
de las plantaciones proporcionaban a sus trabajadores comida,
alojamiento y asistencia. En la década de 1920, fecha de la visita
de Agatha, los asiáticos ya estaban presentes en todos los sectores
de la economía hawaiana, constituyendo más de la mitad de la
población en las islas. Dos de cada cinco habitantes eran japoneses
americanos, muchos de ellos internados en campos de concentración
durante la Segunda Guerra Mundial por sospechas sobre su lealtad
patriótica.
![]() |
Trabajadores chinos en las plantaciones de caña, en el s.XIX |
En general, las cartas de Agatha
Christie no se ocupan de problemas sociales y no investiga la vida
cotidiana de las gentes de los países que visitaba. Tampoco debería
extrañarnos. Agatha no era una ensayista y sus misivas iban
dirigidas a su madre y amigas. En una carta de 15 de marzo de 1922
menciona unos disturbios en Sudáfrica y Rodesia, más bien
preocupada por la seguridad de la expedición que por la causa y
consecuencia de aquel conflicto. Lo sucedido fue la llamada Rebelión
Rand, la violenta revuelta que llevaron a cabo los mineros blancos en
Sudáfrica. Todo comenzó con una huelga en 1921, dirigida por un
líder laborista, y acabo en un gobierno provisional prosoviético. A
pocos años de la Revolución rusa, no podían tolerarse vientos
comunistas en Africa. El movimiento fue aplastado con un resultado
de 200 muertos, si bien en 1924 se produjeron mejoras legislativas en
las condiciones de trabajo de la industria y la minería.
Como hemos visto, desde su aparente
simplicidad, las cartas de Agatha son útiles para tomar el pulso a
los conflictos políticos, sociales y culturales que agitaban el
mundo en el período entreguerras. En 1920, al término de la Primera
Guerra Mundial, se había celebrado la Conferencia Imperial, en la
cual el gobierno británico reconoció ciertos derechos de
autodeterminación a sus colonias. Egipto se declaró independiente
en 1922, Mesopotamia-Irak en 1932 y las restantes lo harían tras la
Segunda Guerra Mundial. Canadá y Australasia ya habían obtenido el
estatus de colonias autogobernadas a mediados del siglo XIX y se
transformaron después en dominios: Canadá en 1867, Australia en
1901, Nueva Zelanda en 1907 y la Unión Sudafricana en 1910. Los
dirigentes de esos nuevos estados se reunían en las Conferencias
Coloniales (redenominadas Conferencias Imperiales en 1907), germen de
lo que luego sería la Commonwealth, pero su política exterior
estaba dirigida todavía desde el Foreign Office, por lo que
toda actuación de dichos dominios debía evitar entrar en conflicto
directo con los intereses de Gran Bretaña. Sin embargo, en 1923, al
año siguiente de aquel tour preparatorio de la exposición colonial
británica, Canadá ya se convirtió en el primer dominio
completamente independiente. Australia seguiría sus pasos en 1940.
La Exposición colonial del Imperio
británico abrió sus puertas en Wembley el 23 de abril de 1924, para
festejar la onomástica del rey Jorge V. Pudo ser visitada ese año
durante seis meses y nuevamente en 1925. Según datos oficiales, fue
visitada por 20 millones de personas, una cifra verdaderamente
asombrosa. Su coste ascendió a 2.200.000 libras, que sufragó en
gran parte el gobierno británico.
El éxito de aquella operación
propagandística fue tal que Francia se apresuró a repetir la
jugada, realizando su propia exposición colonial en 1931 y de la que
me gustaría poder hablar aquí en otra ocasión.
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Después de su gran tour, la vida de
Agatha Christie ya no volvió a ser la misma. En 1926 su esposo le
pidió el divorcio y ella sufrió un rocambolesco episodio de
desaparición por amnesia. Para superar la depresión que le
sobrevino, en 1928 viajaría a Oriente Medio, donde su destino cambió
por completo. Pero de todo ello hablaremos en la próxima entrada. (Podéis acceder a su contenido en este enlace: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/01/agatha-christie-arqueologia.html )
Fuentes consultadas:
-Agatha Christie. El gran tour.
Alrededor del mundo con la reina del misterio. Editorial
Confluencias, 2014.
-American Civilization. An
Introduction. Mark, David; Oackland, John. Editorial Routledge,
2013.
-El hombre de Piltdown. Wikipedia.Web.
9-1-2016.
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Quisiera dedicar esta entrada a mi
querida y admirada amiga Remedios Parrilla, que me ayudó a
descubrir los perfiles más interesantes de la biografía de Agatha
Christie, una mujer como ella, viajera, discreta y muy inteligente, y
que se atrevió a desafiar muchas de las convenciones de su época.
Es fascinante la vida de esta mujer, sabiendo aprovechar la magnifica oportunidad que tuvo con unviaje de esas características, ya que nada abre más la mente que enfrentarse a otras personas, costumbres, culturas y lenguas, que cambian nuestro marco mental. Es esta una mujer observadora y luego integradora de estas experiencias, que sale, inevitablemente cargada de prejuicios y preconcepciones culturales, más agudas entre los británicos, con un imperio tan vasto y diverso , y que, dadas estas características, adquieren una imagen unitaria y compartida frente a la diversidad de los otros. Por ello, aferrarse a una mitología compartida es casi una defensa - que en ningún caso debe justificar el hecho colonial. Pero convivir con las gentes, el contacto directo y entrar dentro de otra cosmovisión lleva a relajar el marco preconceptual. Me viene a la cabeza ahora el caso de Mary Rowlandson, colono en la América del siglo XVII, raptada por los nativos Narrangasett, a quienes comenzó viendo como salvajes, bárbaros, perros del infierno y portadores de unas costumbres sangrientas, y que, tras convivir en cautiverio con ellos más de 80 días comenzó a apreciar sus muestras de compasión con ancianos e impedidos, su capacidad para sacar provecho de la tierra, y sus muestras de humanidad hacia ella permitiéndole visitar a su hijo, también cautivo.
ResponderEliminarEspero con impaciencia la siguiente parte, y agradezco la mención a la entrada de Margaret Mead.
Me sumo a lo que dice Mª Ángeles, espero ansiosa la segunda parte (ésta la has dejado en cliff-hanger total)...
ResponderEliminarImpresionante. Encarna! La verdad es que sabía de Agatha Christie bastante poco, ahora me doy cuenta, a pesar de serme tan familiar. Muy interesante! Gracias siempre, Marisa
ResponderEliminarLeí tu Agatha Christie y quedo a la espera de la segunda parte. Lo más curioso ha sido saber que la experiencia donde se inspira es su largo viaje por el mundo a cuenta del Imperio británico lo que le inspiró el tono de tantas de sus historias. Como siempre, muy bien contado y entretenido.
ResponderEliminarJose Ignacio.
En mi opinión, una mujer grosera, mal educada, y consentida. Sin ningún genio literario, y cuyas obras de misterio siempre giran en encontrar el collar de perlas de alguien, o en dar con el asesino de algún noble, sin importancia mundial o social. Básicamente sus libros están llenos de chismes, prejuicios, y poca inteligencia, dado que expone, muestra al mejor detective del mundo, desperdiciendo su talento en proteger títulos y estatus de nobleza (nunca se lucha por un bien superior, o por el bien mundial). El daño de sus libros en niños o niñas, podría ser mas grande que las Barbies de los 80, dado que gozan de seudo intelectualidad. Y la excusa que era hija de su clase y época, no corresponde, básicamente por tres motivos: Su condición de acaudalada, le otorgaba el acceso a educación que muchos no tenían (incluso en una sociedad machista, podía educarse mas que un obrero). Autores y Autoras de su época, e incluso anteriores, no poseían su grosería, mala educación, falta de respeto, racismo y clascismo. Y, al avanzar los tiempos y nacer una sociedad mas abierta e igual (al menos en deseos) Nunca tuvo el coraje de pedir perdón por sus prejuicios, ni rectificar sus creencias.
ResponderEliminarValoro la libertad de expresión pero no las críticas vociferantes.
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