ALICE C. FLETCHER Y LA LUCHA POR LOS DERECHOS CIVILES DE LOS INDIOS AMERICANOS


Alice C. Fletcher
En la entrada sobre el etnólogo Frank Hamilton Cushing intenté rescatar la figura importante pero casi olvidada de Alice Fletcher, a través de cuyos sentidos recuerdos obtuve mucha información sobre Cushing, con el que compartió métodos de trabajo, intereses profesionales, un afán innovador y, sobre todo, una hermosa amistad. Como pasa a veces con algunas entradas muy extensas y poliédricas, es difícil prestar atención a todas y cada una de las propuestas, así que he pensado que sería buena idea rescatar aquella parte en una corta entrada especial para  la antropóloga Alice C. Fletcher  (1838-1923), una gran luchadora en favor de los derechos civiles de los indios americanos, en un proceso repleto de luces y de sombras. 
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Por encargo del Museo Peabody de Arqueología y Etnografía, perteneciente a la Universidad de Harvard, Alice se instaló entre los Sioux de Nebraska en 1881. Su método de investigación se asemejaba al de Cushing, pero su mérito es doble porque lo diseñó de manera independiente a él y porque se atrevió a ponerlo en práctica siendo mujer, con todos los obstáculos que ello representaba en el siglo XIX.
 Como Alice no hablaba la lengua Omaha, debió recurrir a la ayuda de una intérprete. Sussette LaFlesche (1854-1903), conocida como “Bright Eyes”, de padre francés 
Sussette LaFlesche
y madre medio india, era una profesional completísima: periodista, escritora, conferenciante y artista. A estas arrojadas damas las acompañaba el periodista Omaha Thomas Tibbles, que después se casaría con Sussette.
En 1879 Alice C. Fletcher había intervenido en el proceso contra  el jefe Oso Erguido (1829?-1908), de la tribu de los Ponca, que habitaba en Nebraska  junto al río Missouri. En 1868, debido a  otra desastrosa delimitación territorial, los Ponca se quedaron sin sus tierras. A estas alturas del relato ya estamos autorizados a pensar que se produjeron demasiadas “equivocaciones” en esas reparcelaciones. El caso es que los Ponca se atrevieron a protestar por ello y, en respuesta, las tropas federales los echaron del territorio Omaha. El viaje hasta su destino en la Gran Reserva Sioux, hoy en Oklahoma,  fue tan penoso que murió más de un tercio de los desplazados, entre ellos el hijo mayor de Oso Erguido. Antes de morir, el joven  hizo prometer a su padre que lo enterraría junto a sus ancestros. 
Oso Erguido
Aunque no se les permitía abandonar su confinamiento, Oso Erguido no dudó en volver a Nebraska a cumplir el deseo póstumo de su hijo, acompañado para ello por un séquito de sesenta y cinco guerreros. Cuando la noticia se difundió, el Gobierno los declaró banda renegada y ordenó al General Crook  su arresto para  devolverlos al Territorio Indio. El General George Crook (1828-189) era un glorioso vencedor de las Guerras Indias, al que los Apaches habían apodado “Lobo Gris” en señal de temor y respeto. Pero Crook, que  simpatizaba con la causa de Oso Erguido,  puso los hechos en conocimiento del periodista Thomas Tibbles.
General Crook
 Pronto se organizó la defensa del jefe a cargo de dos prominentes abogados, quienes plantearon un habeas corpus al amparo de la Enmienda 14ª de la Constitución. La respuesta del Gobierno a esa petición fue que los indios no eran personas. El caso fue a juicio y en él figuró Crook como demandado porque era quien había practicado el arresto del jefe Ponca.  Aunque en el proceso penal actuó como interprete Sussette Bright Eyes, el juez Elmer Scipio Dundy permitió a Oso Erguido hacer uso final de la palabra. El jefe levantó el brazo y pronunció este emotivo discurso:
Esta mano no es del color de las vuestras, pero si la pinchan, la sangre mana y sentiré dolor. Esa sangre es del mismo color que la vuestra. Dios me ha hecho, yo soy un hombre.
Juez Dundy
El juez Dundy falló en favor de los arrestados, argumentando que los indios tenían derechos como personas y como ciudadanos estadounidenses, y la Corte Suprema confirmó su decisión. Al final, a los Ponca se le permitió volver a sus tierras. Una bonita historia en busca de narrador.
Alice Fletcher llegó a ser Presidenta de la Sociedad Americana de Antropología, y publicó 46 monografías etnográficas. Su labor  social fue también muy notable: un siglo antes de que se hicieran famosos los microcréditos del Banco Graneen en Bangladesh, Alice organizó un sistema de pequeños préstamos a través de la Asociación Nacional de Mujeres Indias, al objeto de facilitarles la adquisición de tierras y casas. Uno de esos préstamos permitió a Susan LaFlesche,  hermana de la brillante Sussette, llegar a ser la primera médica nativa en Estados Unidos.
Alice también colaboró en la redacción de la Dawes Act, promulgada en 1887, un instrumento normativo que perseguía la integración de los nativos en la sociedad americana. Para ello se dividieron las tierras  comunales, que  habían disfrutado  los indios de manera colectiva e indiferenciada, en lotes que se adjudicaban en propiedad individual a los peticionarios. Es fácil ver el contraste de valores entre ambas culturas: familiar y grupal la de los indígenas, individualista la occidental. La ley fracasó porque los nativos la vieron como la imposición de un sistema social que les resultaba totalmente extraño, y también porque les ofrecieron las tierras peores y más pequeñas.
Las mejores  fueron vendidas a los blancos. Así fue cómo  sus territorios tradicionales, que en 1887 tenían una extensión de 560.000 Km², quedaron reducidos a  190.000 Km² en 1934. Aunque la Dawes Act acabó en una vergonzosa expropiación, la finalidad que guiaba a los antropólogos que, como Alice C. Fletcher, intervinieron en la elaboración de esta ley, era bienintencionada. Eran conscientes de que las culturas indias estaban condenadas a desaparecer y que sus miembros debían asimilarse a la sociedad blanca lo antes posible para sobrevivir.



Para quien tenga interés en conocer mejor este período de la historia de la antropología y la aportación de Frank Hamilton Cushing, aquí podéis acceder al artículo completo y a sus comentarios:

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