JULIAN PITT-RIVERS Y LA ANTROPOLOGÍA DEL MEDITERRÁNEO



Mientras preparaba una entrada sobre la ley de la hospitalidad, como código regulador de los comportamientos hacia los extranjeros en las sociedades tradicionales, me tropecé con la figura de Julian Pitt-Rivers, un antropólogo inglés al que solo conocía por sus estudios acerca de la tauromaquia. Una vez más tuve la oportunidad de comprobar que este destacado etnógrafo, que además realizó un novedoso trabajo de campo en España, resulta  prácticamente desconocido para el gran público. Como casi siempre sucede, las noticias en castellano sobre su vida y obra son escasas en la red. Con ánimo de colmar ese vacío, como parte de ese proyecto de biografías de antropólogos que nos marcamos al comienzo de nuestra andadura, he recopilado algunos datos sobre la interesante trayectoria intelectual de este brillante autor.
La antropología como tradición familiar
Julian Pitt-Rivers nació en Londres el 16 de marzo de 1919, en el seno de una familia rica y aristocrática que siempre mostró una decidida inclinación hacia la Etnología. 
Augustus Pitt-Rivers
Su bisabuelo, Augustus Pitt-Rivers (1827-1900), inició los estudios antropológicos en la Universidad de Oxford junto con Edward Burnett Tylor, a quien debemos la definición de “cultura” que, todavía hoy, sirve de referencia para la disciplina.  Su nutrida colección de piezas procedentes de todo el mundo es el núcleo del Museo Pitt-Rivers, una de las principales atracciones en Oxford.
Museo Pitt-Rivers
El padre de Julian, el capitán George Pitt-Rivers (1890-1966), era amigo de Bronislaw Malinowski.  Siguiendo sus consejos,  residió durante un año en una isla de Melanesia y, como resultado  de esa estancia, en 1927 publicó The Clash of Culture and the Contact of Races. Sin embargo, debido a sus ideas eugenésicas y antisemitas,  Julian acabó rompiendo todo contacto con su progenitor.
Tras pasar por los prestigiosos colegios de Eton  y Worcester, se formó en las Universidades de Grenoble, París  y Oxford. En esta última le sorprendió el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Una vez movilizado, sirvió como capitán en el norte de África y en Europa. Después, durante dos años, residió en Bagdag en calidad de preceptor del rey Faisal II de Irak. Como ningún acontecimiento biográfico pasa sin dejar huella en nuestras ideas, tal experiencia personal le permitió reflexionar acerca de los estrechos lazos culturales existentes entre las sociedades ribereñas del Mediterráneo y los préstamos recíprocos entre los países árabes y europeos que esos contactos milenarios habían generado. A partir de dicho planteamiento, Pitt-Rivers contribuiría más tarde a dar un giro trascendental a las investigaciones antropológicas.
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Un salto en el vacío
Al finalizar la guerra, Julian volvió a Oxford. En aquel momento, la Antropología Social británica todavía estaba dominada por la fiebre de lo exótico. Evans-Pritchard, Meyer Fortes y Peristany encabezaban la orientación africanista.
Evans -Pritchard
 Los discípulos de Malinowski estaban realizando sus trabajos de campo en África, Asia y Oceanía. Por su parte, en el ámbito académico americano, Boas, Kroeber y sus acólitos centraban la recogida de datos de “salvamento etnográfico” en los pueblos indígenas de América del Norte y en el campesinado del centro y del sur del continente. En esa huida generalizada hacia las sociedades menos contaminadas por la cultura occidental, nadie se planteaba seriamente trabajar en países europeos. Sin embargo, Evans-Pritchard, consciente de la necesidad de buscar nuevas zonas de estudio, sugirió a Julian que orientase su trabajo hacia Andalucía, que arrastraba una larga herencia histórica de contacto entre culturas contrastadas. Desde nuestra perspectiva actual, tal vez nos resulte difícil comprender la valentía que supuso dar ese paso, que a la postre resultó ser la vía de salida a la “crisis del objeto” de la Antropología, al quedarse sin mundos primitivos al alcance tras la descolonización. Ese fue también el rupturista camino  emprendido por la Escuela de Chicago en la década de 1940.
Pitt-Rivers estaba muy interesado en indagar, desde una perspectiva antropológica, las problemáticas relaciones entre comunidad y nación. Como en el anarquismo el único poder reconocido se sitúa a nivel de la colectividad, Julian consideró que en los pueblos de la sierra del sur de Cádiz, en los que existía una gran tradición de anarquismo agrario, podría encontrar el lugar idóneo para abordar su trabajo de campo. Así fue cómo se instaló en Grazalema, entre 1949 y 1952, para  enfrentarse a una investigación que carecía por completo de precedentes. Los andaluces no se ajustaban al sistema de linajes y grupos de edad que había manejado su mentor, Evans-Pritchard, a la hora de estudiar a los Nuer en África.  Por otro lado, al igual que nos sucedió a Mari Ángeles Boix y a mí con los apodos en Torrevieja,  en la Vega Baja del  Segura, en las dinastías de sobrenombres de los lugareños tampoco consiguió identificar ningún principio lineal, característico  de la Antropología del parentesco. Como Pitt-Rivers relata en una corta y simpática autobiografía a modo de  currículum, “me quedé sin otra alternativa que pensar las cosas por mí mismo”. Y no podía ser de otro modo, porque en las universidades españolas no existían estudios etnológicos que pudieran servirle de guía. La orientación dominante continuaba siendo el difusionismo, defendido por Leo Frobenius y que había sido ampliamente patrocinado por Ortega. Al respecto podéis consultar la entrada
 Para iluminar la búsqueda de un nuevo camino, Pitt-Rivers recuerda que le resultó de gran utilidad la Sociología de Georg Simmel. 
Georg Simmel
Aplicando sus principios, pudo llevar a cabo la captación intuitiva de los sentimientos, valores e ideas en conflicto en las sociedades complejas. Para él, existía un agudo contraste entre estas comunidades avanzadas y  los pueblos considerados primitivos, pues en estos tiene un peso decisivo la costumbre heredada para fijar las líneas de acción y alcanzar un consenso social. Y esa facilidad desarrollada por Pitt-Rivers para conectar con las pasiones ajenas, la empatía que le permitía penetrar en el corazón de otras formas de vida, es una de las grandes virtudes de su quehacer etnográfico, su signo distintivo.
Alcalá de la Sierra
Ese es el nombre  ficticio que Pitt-Rivers dio a  Grazalema en la  monografía The People of the Sierra, con la que se doctoró en 1953. Esa importante obra, a la que podéis acceder en los enlaces
  supuso el comienzo de la moderna Antropología social. Además de superar las dificultades metodológicas que conllevaba ese estudio pionero, el autor tuvo que lidiar con los inconvenientes que, en la dureza represiva de la postguerra española, conllevaba la presencia de un extranjero  en Andalucía. Su estudio de una región pobre y levantisca fue visto por la policía como sospechosamente subversivo. Paradójicamente, también los campesinos lo consideraron un espía del gobierno de Franco. A pesar de su recepción amable y cortés, Pitt-Rivers necesitó de grandes dosis de habilidad psicológica para descubrir la verdad bajo el secretismo y el disimulo. Después de superar esa difícil prueba, escribió con sorna que los andaluces son unos consumados embusteros, con un control de la expresividad facial absoluto que hizo extremadamente difícil su investigación.
Con ocasión de su trabajo de campo, Pitt-Rivers trabó una gran amistad con Julio Caro Baroja, al que dedicó Los hombres de la Sierra, texto publicado en 1954. Nuestro insigne etnógrafo siempre consideró esa dedicatoria como una de las mayores recompensas de su vida profesional.
Julio Caro Baroja

Una carrera plena de éxitos
El libro fue recibido con frialdad por sus colegas británicos pero obtuvo una excelente acogida en Estados Unidos. Después de trabajar como profesor visitante en la Universidad de California, en Berkeley, entre 1956 y 1957, Julian recibió la invitación del innovador Robert Redfield para enseñar en la Universidad de Chicago, a la que estuvo adscrito entre 1957 y 1969. En los años 1960 a 1962 fue codirector del Proyecto Chiapas: en el seno de un equipo multidisciplinar integrados por hispanistas, historiadores, geógrafos y antropólogos, se ocupó de analizar los cambios culturales producidos  en las sociedades mayas, desde el siglo XVI, por la conversión de los indígenas y las relaciones inter-étnicas.
Pitt-Rivers había realizado trabajo de campo en Francia entre 1953 y 1956. En 1964 se incorporó a la prestigiosa École Pratique des Hautes Études de París. Allí compartió amistad con figuras de la talla de Louis Dumont y Lèvi-Strauss.
En 1971 asumió la cátedra  de Antropología del London School of Economics, que antes habían ocupado Malinowski y Raymond Firth.
Tras jubilarse en 1986, fue homenajeado por la Fundación Machado de Sevilla en 1989, y recibió del Gobierno español la Encomienda de Isabel la Católica en 1996. Murió en 2001, a los 82 años.
Honorio Velasco Maillo, gran conocedor y admirador de Pitt-Rivers, coordinó una interesante recopilación de artículos bajo el título La antropología como pasión y como práctica: ensayos in honorem Julian Pitt- Rivers. En este enlace podéis acceder a parte de sus contenidos:   http://books.google.es/books/about/La_antropolog%C3%ADa_como_pasi%C3%B3n_y_como_pr.html?id=CIsiAQAAMAAJ&redir_esc=y o en http://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=399958 
Como resalta Velasco, la bibliografía de Pitt-Rivers es el recuento de sus numerosas pasiones: el honor, el parentesco espiritual y ficticio, el clientelazgo, la amistad, el mito y el rito y otros muchos asuntos diversos como la raza, la brujería, el mana, la gracia, la hospitalidad, el matrimonio por rapto y las corridas y rituales taurinos. Su nombre ha llegado a  ser sinónimo de antropología sobre España. Junto con John Peristany, puso en el candelero los estudios sobre sociedades mediterráneas. Siempre sintió debilidad por las figuras ambiguas de la tradición cultural: los extranjeros, los mendigos y las personas sagradas. Su espléndido trabajo sobre la hospitalidad podéis  consultarlo (en inglés) en el siguiente enlace:   www.haujournal.org/index.php/hau/article/.../120
Mary Douglas

La antropóloga Mary Douglas(1921-2007), que también perteneció al grupo de alumnos de Evans -Pritchard, lo recuerda apuesto y elegante y como una persona particularmente amable, muy alejada del estereotipo de antropólogo. Honorio Velasco apunta también que “tenía el don de la amistad y el magisterio”, y da fe de que su amplitud de temas de conversación era legendaria. En definitiva, un ser humano y un profesional modélico. Para saber más sobre su obra, podéis consultar en este blog el artículo “Rosalía de Castro y el escándalo de la hospitalidad sexual en Galicia” en este enlace http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/08/rosalia-de-castro-y-el-escandalo-de-la.html.

Comentarios

  1. Interesante entrada sobre un tema insospechado. Estoy deseando leer el siguiente artículo.

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  2. Increíble que ni me suene este estudioso de nuestra curiosa y ácrata idiosincrasia, aunque yo me considero tan castellano como andaluz y cosmopolita. Tomo nota. Gracias, Doña Encarnación, por compartir...

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  3. A mí también me llama la atención la ignorancia en que vivía acerca de este grande entre los grandes de la antropología. Descubrir a estas figuras postergadas en la memoria pública es lo que me mueve a reivindicarlas. Julian Pitt-Rivers también era un gran cosmopolita.Gracias a los dos por leer e invito a los lectores a profundizar en el trabajo de Pitt- Rivers en la entrada que se publicará dentro de nada.



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