CAMPOAMOR Y ZUMÁRRAGA

 


En su tratado sobre El personalismo (1855) y refiriendo a la "raza cobriza", don Ramón de Campoamor (1817-1901), determinado obviamente por los prejuicios etnocéntricos y eurocéntricos de su tiempo, se muestra sin embargo bastante ecuánime y severo cuando juzga las acciones de los misioneros católicos en la colonización americana. Contemos esto sin desdeño de los buenos oficios de la colonización, que los hubo. 

Refiere el autor de las famosas Doloras al franciscano vasco Juan de Zumárraga (Durango 1468, Méjico 1548), primer obispo de Méjico, quien juntó en la plaza de Tezcuco los documentos relativos a la historia de Méjico, literatura, artes, ciencias, pinturas, manuscritos, jeroglíficos y, después de hacer con ellos una gran pirámide, la quemó. 

"Este maldecido obispo cometió una barbaridad tan inútil para la moral como perniciosa para la culrtura humana"

Campoamor celebra el temple anímico de los araucanos -cantados por Ercilla- de los iroqueses y otras tribus del Cañada, que llevaban a tal extremos el rencor en sus guerras civiles, que devoraban a sus prisioneros después de haberlos asado vivos; "pero era tan feroz su incontraslabilidad", que en medio del tormento aún se les oía cantar su proezas y victorias, "entonando con pavorosa sanfre fría el himno de muerte y de triunfo, que hacía estremecerse de horror y de rabia a sus mismos verdugos".

Campoamor lamenta que de cuarenta millones de hombres que pueblan la América, ya sólo ya la cuerta parte descienden de la raza indígena. "¡Tanta prisa nos hemos dado a usurparles la patria y a quitarles la vida!". Y añade:

"El padre Las-Casas, tan buen cristiano como mal español, ha dejado al mundo una irrecusable, y para nosotros ignominiosa, prueba de quienes han sido los primeros que dieron el pernicioso ejemplo de tanto rapiña y tanto asesinato".

Hjo de su tiempo, Campoamor considera a la raza cobriza superior a la negra pero inferior a la amarilla. Describe a los indígenas americanos como sumisos y altivos a la vez; sumisos para obedecer a sus déspotas y altivos para no sufrir a déspotas extraños. Los halla susceptibles de educación, pero de ideas cortas.

Se hace eco del complejo de inferioridad del dominado, alegando que tanto el cobrizo como el negro tiene el modesto instinto de confesarse inferior al conquistador. Y así, hablando los mestizos de su honor, se preguntan: "¿Se considera usted más blanco que yo?". Historiadores hubo como Ulloa y Venegas que menospreciaron las capacidades de los indígenas, y Campoamor testimonia el desprecio que sienten por los indígenas los americanos actuales de los países hispanos, ya independizados de la corona española.

Cree que es un invento decir que antes del siglo XIV sus cultos eran benignos, oferentes de flores y primicias de los cultivos al dios Sol. Piensa Campoamor que se trata de una ficción caritativa, pues quienes bebían en el cráneo de sus enemigos, devoraban parte de sus víctimas (las que les dejaban sus brutales sacerdotes) e inmolaban setenta mil prisioneros en la consagración del templo de Méjico, no es probable que en tan poco espacio de tiempo se convirtiesen de idólatras inofensivos en cruentos sacrificadores de seres humanos.

Lo que cuentan los historiógrafos verosímiles es que cuando llegaron los españoles hallaron dos magníficos imperios en Méjico y en Perú, historiadores y lectores soñaron con maravillas. Pero -se pregunta don Ramón- ¿es posible que si fuesen dos imperios medianamente organizados, los hubiesen destruido casi instantáneamente un puñado de aventureros? Por desgracia la crítica moderna no puede responder del todo a esta pregunta, porque los misioneros destruyeron los anales de ambos imperios.


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Preguntada hoy la Inteligencia artificial (Gemini) por la quema, ordenada por fray Juan de Zumárraga, de la cultura mejicana precolombina, ofrece información que aprovecho para matizar la noticia de Campoamor y la ambivalencia compleja del obispo e inquisidor franciscano:

La afirmación de que Zumárraga quemó la cultura mexicana es una simplificación y, en algunos aspectos, una tergiversación de los hechos históricos. Si bien es cierto que Zumárraga, como primer obispo de México e inquisidor apostólico, estuvo involucrado en la destrucción de algunos códices y objetos rituales indígenas, su papel fue más complejo que una simple "quema" indiscriminada de la cultura. 

Memoria filatélica de Fray Juan de Zumárraga


Zumárraga, junto con otros religiosos, también promovió la recopilación de información sobre la cultura indígena, incluyendo la creación de códices con información sobre su historia, religión y costumbres. Paradójicamente, fue la primera persona que creó una biblioteca pública en América y una imprenta. Si bien Zumárraga tuvo un papel en la destrucción de materiales culturales, también es cierto que otros religiosos y autoridades promovieron la recopilación y estudio de la cultura indígena.

A pesar de sus violentas acciones inquisitoriales, entre las que se cuenta la ejecución en la hoguera por hereje de Carlos Ometochtzin, nieto de Netzahualcóyotl, bajo el dudoso cargo de seguir practicando sacrificios humanos. No obstanteZumárraga también defendió a los indígenas en varios aspectos, abogando por su protección contra abusos y solicitando un trato más justo para ellos. Reconoció su inteligencia y sus habilidades, especialmente en áreas como la pintura y la artesanía, y promovió el aprendizaje de lenguas indígenas por parte de los religiosos, con el objetivo de facilitar la comunicación y la conversión.


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