EL IMPERIO ZULÚ
Shaka Zulu y una profetisa tribal |
“Me parezco a esa gran nube donde retumba el trueno. Nadie puede impedirle hacer lo que quiera. Yo también, cuando miro a los pueblos, los hago temblar” Shaka Zulu
Unos doce millones de zulúes viven en Sudáfrica, su etnia más numerosa; constituyen un quinto de su población. También viven zulúes en Mozambique, Zambia y Zimbaue. Su idioma es pariente del bantú. Discriminados durante el apartheid, hoy disfrutan de derechos civiles.
Se dividieron tradicionalmente en clanes patriarcales y tribus bajo la soberanía de un rey. Han sido principalmente pastores, agricultores y guerreros. “Zulú” significa cielo o firmamento. Son animistas, politeístas con un dios principal Urkulunkulu (Ancestro). Practican la poligamia. Tradicionalmente, el novio entregaba once vacas al padre de la pretendida, y hasta treinta reses si era hija de jefe, no tanto como pago, sino como compensación por la energía que el padre había invertido en su crianza.
En el siglo XVIII los zulúes comerciaban con los portugueses en la bahía de Delagoa. La historia del pueblo sudafricano cambió completamente con el legendario Shaka Zulu (1787-1828), caudillo guerrero que aglutinó las tribus dispersas transformando a su pueblo en la nación guerrera más poderosa de África: los “amazulúes”, “los del cielo”, un pueblo cuyo nombre sonaba como “el tambor de guerra y su fragor, como el agua de la tormenta”, que llegó a enfrentar con éxito al Imperio británico en su avance colonizador desde el cabo de Buena Esperanza.
Como otros líderes históricos y exitosos tiranos, Shaka Zulu llevó una infancia dura. Aunque era hijo de un jefe tribal, él, una hermana y su madre Nandi fueron repudiados. Su nombre “Shaka” es despectivo y significa escarabajo. Su resentimiento y afán de venganza se transformaría en ambición tenaz, despiadada e implacable. Su físico imponente y su indiscutible astucia estratégica fueron sin duda factores decisivos en su ascenso irresistible. Llegando a reunir un ejército de cincuenta mil lanzas, sus campañas exitosas provocaron muertes, devastaciones y emigraciones masivas.
Debilitó tribus y familias zulúes para fortalecer el espíritu nacional. Introdujo reformas encargando a las mujeres el suministro de víveres y el apoyo logístico del ejército. Los varones combinaban el pastoreo con la milicia (con servicio obligatorio de tres años): disciplina, sentido del deber, lealtad, coraje y potenciación de las habilidades marciales. Los niños comenzaban su instrucción militar a los seis años.
Todo esto recuerda el régimen espartano. Distribuía a sus guerreros en regimientos que podían contar de cuatrocientos a cuatro mil hombres. Acabó separando por completo a los guerreros de las mujeres en una militarización sistemática de su pueblo, Se cuenta que Shaka endurecía las plantas de los pies de sus guerreros haciéndoles correr sobre espinos. Introdujo una lanza corta (iklwa) que podía usarse como arma blanca y un gran escudo pesado de piel de vaca. Su estrategia militar fue llamada de “cuernos de búfalo”: Atacaba al enemigo con un frente formado por los guerreros más fuertes, valientes y experimentados, y con dos brazos laterales envolvía al enemigo por los flancos, guardando un remanente para el caso de que el cerco se abriese por el centro. Con estos elementos y argumentos destruía, arrasaba o sometía las tribus rivales mientras extendía su fama de poderoso y mago, fundando un imperio. Es lo que, a veces interesadamente, los historiadores británicos llamarán "Mfecane", en zulú aplastamiento (1818-1840).
Los europeos que residieron en su corte le describen como talentoso pero cruel. No era promiscuo ni libertino, a pesar de que en cierto momento llegó a contar con un harén de más de mil mujeres, subordinadas al prestigio del poder o al poder de la fuerza. Su monotema era la guerra. Algunos dibujan a Shaka como un solterón apegado afectivamente, sobre todo, a su madre, con la que había compartido humillaciones de pequeño y a la que veneraba como a un dios; y a su favorita Pampata, confidente y consejera a la que hizo coronel de sus regimientos militares femeninos y que contaba con el seguro de la alianza de su suegra Nandi (la “Gran Elefanta”).
Tanto quería Shaka a su madre que agradeció aparatosamente a los ingleses que le hubiesen regalado un tinte negro para que Nandi cubriese sus canas, al parecer creía que el tinte le rejuvenecía todo el cuerpo. La imagen de Shaka como un feroz y titánico guerrero contrasta con el de un Shaka que también componía canciones.
Shaka amparó en su corte a Jakot, de la tribu xhosa, que después de haber sido esclavo de holandeses y británicos había aprendido sus lenguas y se convirtió en intérprete. Jakot informó a Shaka de la presencia europea y de las costumbres y poderes de los blancos y el rey zulú le adoptó como consejero. Tras un intento de asesinato fallido, Shaka fue curado por Henry Finn, un médico europeo que le acompañó en sus expediciones bélicas. Shaka comprendió la superioridad de la ciencia europea e hizo planes para aliarse con los británicos. Jorge IV propuso a Shaka que enviase una representación a Ciudad del Cabo.
Los africanos carecían de un concepto de propiedad de la tierra, así que los colonos fueron haciéndose con su control mediante documentos fraudulentos que les hacían firmar a los aborígenes con la huella dactilar, a cambio de ginebra y armas de fuego. El mismo Shaka cayó en el engaño. No obstante, alcanzó la cima de su poder tras derrotar a los Ndwandwe, asegurando la frontera norte y haciendo emigrar a otras tribus hasta el lago Tanganika. Su imperio duró doce años (1816-1828).
Su caída vendría señalada por un hecho tan truculento como trágico, de tragedia antigua. Su madre Nandi quería un nieto, pero Shaka paranoico recelaba (como Layo, el padre de Edipo) y temía que un hijo le arrebatase el trono, de modo que hacía abortar a sus parejas o sacrificaba a sus hijos nada más nacer. Nandi ocultó a uno de ellos que criaba en secreto, hijo de la hermosa y orgullosa Mbuzikazi. Dicen que cuando Shaka descubrió el engaño, en un arrebato de ira y celos, apuñaló a Nandi, su madre y abuela del niño, y que luego quiso salvarla, pero sin éxito. Otros afirman que Nandi murió de disentería.
Tras la muerte de su amada madre, el médico Henry Finn cuenta que Shaka hizo sacrificar a miles de personas en señal de duelo y prohibió a los zulúes beber leche, plantar cultivos o tener relaciones sexuales durante un año, ejecutando a quien desobedecía.
Recordando la propuesta del soberano británico, en mayo de 1828 el emperador zulú envió una delegación a Ciudad del Cabo con un presente de ochenta colmillos de elefante, seis vírgenes y seis artesanos constructores de chozas, pero la delegación fue detenida en Puerto Elisabeth y obligada a regresar. El fracaso de las negociaciones con los británicos anunció su fin. Tras ordenar la ejecución de cuatrocientas esposas de sus guerreros por presuntas prácticas de brujería fue víctima de un complot urdido por sus hermanastros Mhlangana, Dingane y Mbopa, que le apuñalaron.
Tanto miedo le tenían aún después de muerto que no tocaron su cadáver. Su leal compañera Pampata pospuso su suicidio hasta que el cadáver de Shaka fue debidamente sepultado con todos los honores, entonces –dice la leyenda- su leal compañera se clavó en el pecho una lanza diminuta con la que Shaka jugaba de niño y la primera dama zulú expiró pronunciando el nombre del rey asesinado.
También se cuenta que en un encuentro con los ingleses, estos le quisieron bautizar. Uno de ellos le dijo: “Si no te conviertes al cristianismo, irás al infierno donde arderás para siempre”. Shaka Zulu respondió: “¡Por aquí, comemos fuego!”. Adujo además que Jesús no pudo ser tan poderoso si no consiguió salvarse de la cruz. Le tildaron de satanista por amar los gatos abisinios de color cobre, pues también los zulúes consideraban a estos gatos rubios como diabólicos. Cuentan que tres de estos gatos, a los que Shaka había elevado al grado de coroneles, murieron de tristeza unos meses después del asesinato del “Gran Elefante”.
A Shaka sucedió Digaan; a Digaan, Mpande; y a Mpande, Cetswayo en 1872 como rey de los zulúes. Cercado por los británicos y los boers, que esgrimían el “salvajismo” y “ferocidad” de los zulúes como justificación de sus atropellos coloniales, Cetswayo, sobrino del mítico Shaka Zulu, conformó un ejército. En la montaña de Isandlwana veinte mil de sus guerreros cercaron en 1879 a mil ochocientos soldados británicos a los que acompañaban quinientos nativos. Se dice que fue la peor derrota colonial británica de toda la historia de su imperio. Perecieron más de mil soldados y cincuenta y dos oficiales.
Gandhi, que participó como voluntario en los enfrentamientos de 1906 en Natal, dijo que su corazón siempre estuvo con los zulúes. Los británicos se tomaron la revancha en Ulundi. El rey Cetshwayo se exilió. La reina Victoria se entrevistará con él en Londres y le permitirá retornar a su hogar en 1883, a Zululandia o Kwazulu-Natal, provincia del estado de Sudáfrica.
El 12 de marzo de 2021 murió de diabetes el rey Goodwill Zwelithini, monarca de los zulúes. El presidente sudafricano Cyril Ramaphora envió un mensaje de condolencia destacando que Zwelithini fue un monarca “muy querido”.
Muy interesante, muy bien documentado e ilustrado. Resulta curioso: conocemos bien a montones de tiranos asiáticos y, sin embargo, Shaka, que puede medirse con todos ellos, sale hoy para mí del anonimato. Es raro, porque los malos venden mucho, muchísimo más que los buenos, así que lo lógico sería que sonase más este malo de manual. A lo largo del relato me han venido a la cabeza Nerón matando a su madre, Calígula nombrando senador a su caballo...Estoy segura de que el poder corrompe pero aún lo estoy más de que trastorna las cabezas o atrae a los locos aún más que la miel a las moscas. Y que nadie se engañe. no tiene nada que ver con la raza. Enhorabuena, José.
ResponderEliminar