COLONIALISMO Y POST-COLONIALISMO EN TORNO A LA NOVELA JANE EYRE
Jane Eyre es una obra literaria fascinante, a la vez genial y extraña. Pero no
convocamos aquí a esta célebre novela decimonónica para discutir sus méritos artísticos sino como testigo del contexto colonial en el
cual fue escrita: Jamaica, Madeira y la India son, además de Inglaterra, las localizaciones a las que se refiere el relato, en cuyo
desarrollo tienen una trascendental influencia. No solo son fuentes de riqueza
o de poder para sus personajes sino que Charlotte Brontë diseñó la biografía de Jane Eyre, en gran medida, en
contraste con la de Bertha Mason, la loca y degenerada criolla encerrada en el
desván de Thornfield Hall. Podemos plantearnos si esa
relación guarda algún paralelismo con la forma de actuación del imperio
colonial británico, que explotó y arrinconó socialmente
a los nativos de los territorios de ultramar, justificando tal dominio por sus
costumbres degradadas y su inferioridad racial. Vamos a explorar aquí las
posibilidades de ese extraordinario relato desde la perspectiva menos habitual para
su estudio, la del colonialismo y postcolonialismo.
1. Jane
Eyre, heroína
burguesa
La parte principal de la
narración se desarrolla al norte de Inglaterra, en el segundo cuarto del siglo XIX,
un período de fuertes convulsiones sociales: la revolución industrial, el
ascenso de la burguesía al poder, el cambio en las
colonias de un sistema esclavista al de mano de obra libre…Charlotte Brontë (1816-1855)
vivía con sus geniales hermanas Anne y Emily- autora de Cumbres borrascosas-, leyendo vorazmente y construyendo reinos de
ficción en la pequeña rectoría que tenía encomendada su padre, en el condado de
Yorkshire.
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Cuatro obras clave de la literatura inglesa del siglo XIX |
A pesar de su aislamiento, Charlotte parecía tener las antenas bien alerta para captar todas aquellas tensiones sociales
y económicas que, después del fin del Antiguo Régimen, estaban dando lugar a un
modo de vida inédito. Con solo 31 años, consiguió plasmarlas en el argumento de
su obra maestra, una autobiografía imaginaria
pero con múltiples similitudes con su propia vida, que publicó con gran éxito y no menor escándalo en 1847. Lo que más irritó al
conservador público victoriano fue la rebeldía
de la protagonista, que no se dejó doblegar por el estricto sistema educativo
de Lowood, un típico internado británico para huérfanas. Aquella joven insignificante,
sin riquezas ni prosapia social, se atrevía a medirse en pie de igualdad con los
hombres, a oponerles sus condiciones y a decidir por sí misma su camino en la
vida.
La primera generación de feministas leyó el texto, precisamente, como una defensa de los derechos de la mujer
contra la opresión de la sociedad patriarcal. “Si
usted me considerase como el equivalente de una de esas hermosas de los harenes
(…) Me prepararía para ser misionera o iría a predicar la abolición de la
esclavitud, incluida la de las esclavas de su harén. Me introduciría en él y
las amotinaría”. La novela está llena de soflamas de este tipo, que recuerdan
la Vindicación de los derechos de la mujer (1792) de Mary
Wollstonecraft.
2. "Fueron felices y comieron perdices"
La parte del argumento de
la novela que más nos interesa aquí comienza cuando Jane pone un anuncio en el periódico para ofrecer sus servicios como institutriz.
Consigue así ser contratada para cuidar a la pequeña Adèle Varens, una niña
francesa acogida en Thornfield Hall por quien supuestamente es su padre, el
libertino Edward Fairfax Rochester. En
su calidad de segundón de una familia rica, quedaba excluido de la herencia paterna,
que debía pasar íntegramente al primogénito. Con el fin de asegurarle una fortuna, su padre
y su hermano negocian el matrimonio de Edward con una rica heredera criolla.
Rochester se casa sin amor con Bertha Mason y se marcha a vivir con ella a sus
posesiones en Jamaica. Pero Bertha, una belleza morena y de sensualidad indómita porque tiene sangre negra en sus venas,
arrastra también la enfermedad mental de su
madre. Su naturaleza trastornada la lleva primero al vicio y la bebida, y
después a la locura más agresiva. Rochester se siente engañado por ese
matrimonio y, cuando al morir su hermano hereda la propiedad familiar de Thornfield
Hall, vuelve a Inglaterra con su esposa demente. La encierra, bajo la permanente vigilancia de la criada Grace Poole,
en el tercer piso de esa mansión gótica e intenta olvidar su tragedia viajando por toda
Europa y entregándose a amores pasajeros.
Mientras Jane trabaja
como institutriz, tiene ocasión de escuchar las
risas y gemidos siniestros que escapan del misterioso ático, y recorre los pasillos circundantes como si estuviera hipnotizada por
el secreto escondido en esa especie de castillo de Barba Azul. Cuando
finalmente llega a conocer al Sr. Rochester, se enamora de este hombre
inteligente, atractivo y atormentado, al que le agrada encontrar una personalidad tan
fuente fuerte y decidida en aquella feúcha
institutriz.
Pero Rochester le oculta que está casado y, cuando van a contraer matrimonio, se persona John Mason, hermano
de Bertha, para denunciar la bigamia que están a punto de cometer.
La pobre Jane, horrorizada, abandona en secreto Thornfield
Hall y vaga por los campos hasta que, en una de esas casualidades tan características de la novela decimonónica, le dan cobijo unos desconocidos que, tiempo después, descubre que son sus primos paternos. Como siempre, la fuerza de la
sangre, de la que tanto hemos hablado ya en este blog, obra estos pequeños
milagros literarios.
Su primo, St. John Rivers, es un reverendo que está preparando su marcha como misionero a la India y pretende
que Jane lo acompañe para apoyarle en esa función. Incluso le hace estudiar indostaní para ello. Pero Jane, que no concibe el matrimonio sin amor, sabe que su
primo no la quiere por sí misma sino
por la utilidad y respetabilidad que puede reportarle en su tarea
evangelizadora y, en consecuencia, rechaza su propuesta. En otro de los
elementos misteriosos de la historia, tan propios del Romanticismo literario, Jane
siente la llamada telepática de
Rochester, su único y verdadero amor. De vuelta a Thornfield Hall, encuentra la
mansión en ruinas y se entera de que su antiguo señor perdió la vista y una mano en el incendio provocado por la loca Bertha, que también murió en el
incidente. Ya no hay obstáculo para que
ambos vivan su amor de manera legítima, así que los protagonistas se casan. Pero Jane no
dependerá económicamente de su marido gracias a la providencial herencia de un tío paterno, un próspero comerciante de vinos en
Madeira.
3. La loca en el desván
En el texto fundamental
de Susan Grubar y Sandra Gilbert, The
Madwoman in the Attic (1979), se
utiliza el ejemplo de Jane Eyre y Bertha Mason como paradigma de las
dificultades y contradicciones de las novelistas en la sociedad patriarcal.
Charlotte Brontë públicó Jane Eyre bajo el ambiguo seudónimo de Currer Bell. “No queríamos revelar que éramos mujeres porque teníamos la vaga impresión de que las autoras se exponen a ser juzgadas con prejuicios”, escribió
Charlotte. Para Gruber y Gilbert, las escritoras decimonónicas expresaron su rebeldía contra aquella sociedad, que despreciaba la autoría femenina, mediante los personajes de mujeres locas o monstruosas tan frecuentes
en sus obras. En dramático contraste con las heroínas, esas figuras demoníacas encarnaban su
escisión interna: al mismo tiempo que aceptaban las censuras a su labor
creadora que les imponía la sociedad patriarcal,
sintiéndose culpables por su atrevimiento, también deseaban escapar de ellas. En Jane
Eyre la protagonista es pobre y escasamente atractiva pero rica en virtudes
morales: pulcra, callada, ordenada, “pura, prudente y modesta”.”¡Una cosa
celestial!”, exclama Rochester. Por el contrario, Bertha Mason es rica, alta,
majestuosa, sensual y de costumbres desordenadas. ”Malvada, loca y embrutecida”:
así la define su esposo. Bertha es como el
subconsciente reprimido de Jane, o la personalidad desdoblada de Charlotte
Brontë.
Debido a su sangre viciada por la mezcla racial, que degenera pronto en
insania mental, se transforma en una criatura monstruosa e infrahumana. La
escritora evoca la figura del vampiro de las leyendas germánicas, con sus ojos
desorbitados e inyectados en sangre, sus facciones hinchadas y su fuerza
sobrehumana: “En la sombra y en el extremo opuesto de la estancia, una figura
iba de un lado a otro. A primera vista no se sabía si era un animal o un ser humano. Andaba, al parecer, a gatas y rugía como un animal fiero. Iba vestida y su largo
cabello negro ocultaba su cabeza y su rostro (…) aquella especie de hiena se
levantó exhibiendo su estatura (…) La loca dio un rugido,
apartó los cabellos de su rostro y miró con rabia a sus visitantes”.
4. ¿Jane Eyre, cómplice del colonialismo?
Gayatri Ch. Spivak avanza en la crítica a los presupuestos implícitos en Jane
Eyre, denunciando la complicidad de Charlotte Brontë con el imperialismo
británico.De acuerdo con esta pensadora feminista resultaba imposible que ningún autor se sustrajera a la ideología colonialista de la época. Para los ingleses, el dominio del mundo era la elevada misión que estaba llamada a cumplir Britania. Desde esa
óptica, la legitimidad moral que atribuían a su empresa imperialista permearía todas las creaciones artísticas a niveles muy profundos. Spivak destaca cómo
el contexto colonial se traduce en Jane
Eyre, en primer lugar, en las inmensas
riquezas que los protagonistas obtienen por vía hereditaria, equivalentes a unos tres millones de libras actuales. Esos
grandes capitales proceden de las plantaciones caribeñas y del comercio del vino
de Madeira. Pero, sobre todo, el contexto colonial penetra en la estructura
misma de la narración, en cuanto que la linea
dramática se basa en el silencio y la opresión impuesta al “Otro” exótico, la criolla
demente Bertha Mason. En el análisis de Gruber
y Gilbert el problema de la raza estaba ausente. En cambio, Spivak pone de
relieve que la novela se hace eco de las asunciones más habituales en el siglo XIX sobre los peligros del mestizaje racial. Se
decía que esa mezcla daba lugar a seres degenerados, quizá no completamente humanos. Sobre la ideología
racista y las vías de su superación,
podéis consultar http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/04/franz-boas-y-lewis-whine-antropologia-y_22.html.
Otro elemento
colonialista es la presentación de la
naturaleza de las Antillas como un marco excesivo y agobiante en el que los
ingleses sobreviven sólo con gran dificultad. Similares
reflexiones las retomará Joseph Conrad
en El corazón en las tinieblas (1899). Una noche, Rochester no soporta ya más los
mosquitos, el calor sulfuroso, el ruido ensordecedor del mar, la luna
ensangrentada, los gritos de su esposa…Está tan desesperado que maquina
quitarse la vida. A la mañana siguiente, un aire fresco procedente de Europa aleja la tormenta y, con ella, esos planes
suicidas. “El dulce viento de Europa
soplaba aún sobre las hojas frescas por la lluvia y el Atlántico tronaba en la
playa. Mi corazón se expandió, mi alma se sintió renacer. Veía revivir mi
esperanza y creía posible la regeneración. Desde un arco florido del jardín,
miré al mar, más azul aún que el cielo. Más allá estaba el Viejo Mundo y en él se me abrían las perspectivas más claras…”(los
subrayados son míos).
En contraste con la naturaleza tormentosa de la noche anterior, durante el día Rochester se deja embriagar por la belleza de la exuberante vegetación jamaicana. Esos paisajes tan diferentes son, en realidad, distintos estados de humor que se proyectan sobre el mundo exterior. Se ha hablado así de una “estética maniquea” (Abdul Jan Mohamed), cuando se construye el mensaje sobre cadenas de oposiciones bipolares, en las que el bien, la racionalidad y el orden se asocian a la luz, y el mal, el caos y la transgresión a la oscuridad. Pero, ¿realmente cabe imputar a la novela de Charlotte Brontë el apoyo a la visión colonial inglesa? No está de más recordar que su padre procedía de Irlanda, un pueblo tradicionalmente oprimido por la nación vecina, y que su madre era de Cornualles, un condado con fuertes raíces celtas, de manera que sus orígenes familiares no permiten verla como portavoz del discurso oficial británico.
Por otro lado, parece existir una tendencia innata a confundir las palabras que los autores ponen en boca de sus personajes y sus propias ideas, y este es un problema que igualmente se constata en las críticas al supuesto racismo de Joseph Conrad. Por el contrario, es posible encontrar en la novela múltiples elementos que avalan su carácter subversivo frente al status quo colonial. Se ha ubicado la acción principal en la época de la abolición efectiva de la esclavitud, 1834, después de múltiples insurrecciones de los esclavos en Jamaica occidental, entre 1831-1832, que dieron lugar al incendio de incontables plantaciones. Jane se compara con el afán de libertad estos oprimidos: “como cualquier esclavo rebelde, estaba dispuesta… a hacer lo que fuera” (cap. 1). También planeaba liberar esclavas sexuales, como hemos visto en la cita supra, y se opone al Suti, la pira funeraria a la que se arrojaba a las viudas en la India, que fue abolida por los ingleses en 1829.Por ello, Charlotte Brontë puede ser calificada como una novelista a caballo entre la literatura colonial y la postcolonial.
En contraste con la naturaleza tormentosa de la noche anterior, durante el día Rochester se deja embriagar por la belleza de la exuberante vegetación jamaicana. Esos paisajes tan diferentes son, en realidad, distintos estados de humor que se proyectan sobre el mundo exterior. Se ha hablado así de una “estética maniquea” (Abdul Jan Mohamed), cuando se construye el mensaje sobre cadenas de oposiciones bipolares, en las que el bien, la racionalidad y el orden se asocian a la luz, y el mal, el caos y la transgresión a la oscuridad. Pero, ¿realmente cabe imputar a la novela de Charlotte Brontë el apoyo a la visión colonial inglesa? No está de más recordar que su padre procedía de Irlanda, un pueblo tradicionalmente oprimido por la nación vecina, y que su madre era de Cornualles, un condado con fuertes raíces celtas, de manera que sus orígenes familiares no permiten verla como portavoz del discurso oficial británico.
Por otro lado, parece existir una tendencia innata a confundir las palabras que los autores ponen en boca de sus personajes y sus propias ideas, y este es un problema que igualmente se constata en las críticas al supuesto racismo de Joseph Conrad. Por el contrario, es posible encontrar en la novela múltiples elementos que avalan su carácter subversivo frente al status quo colonial. Se ha ubicado la acción principal en la época de la abolición efectiva de la esclavitud, 1834, después de múltiples insurrecciones de los esclavos en Jamaica occidental, entre 1831-1832, que dieron lugar al incendio de incontables plantaciones. Jane se compara con el afán de libertad estos oprimidos: “como cualquier esclavo rebelde, estaba dispuesta… a hacer lo que fuera” (cap. 1). También planeaba liberar esclavas sexuales, como hemos visto en la cita supra, y se opone al Suti, la pira funeraria a la que se arrojaba a las viudas en la India, que fue abolida por los ingleses en 1829.Por ello, Charlotte Brontë puede ser calificada como una novelista a caballo entre la literatura colonial y la postcolonial.
- Ancho Mar de los Sargazos
Con Jean Rhys (1890-1979)
sí nos encontramos con una autora postcolonial. Nació en Dominica, -una isla
antillana descubierta por Colón en su segundo viaje-, de padre y madre criolla
blanca. Pasó su juventud en Inglaterra, donde fue dolorosamente consciente de
su posición marginal entre dos culturas
incompatibles: la caribeña y la inglesa. En su época, los blancos eran una minoría que representaba sólo el uno por ciento sobre el total de la
población de Jamaica. Rhys desarrolló una clara conciencia de su identidad como
criolla en un contexto colonial. Las similitudes de su biografía con las de Bertha Mason le hicieron plantearse
por qué razón Charlotte
Brontë había fracasado estrepitosamente a
la hora de representar la vida en las Indias Occidentales y, en particular, por
qué había presentado a las mujeres
criollas como lunáticas. En su gran novela Ancho
Mar de los Sargazos (1966) Rhys entabla un diálogo con Jane Eyre, imaginando la historia de Antoinette
( el nombre real de Bertha antes de que Rochester, al que nunca se menciona, se
lo cambiase en un típico acto de dominación masculino), previa a su matrimonio
con el caballero inglés. Por problemas económicos, su madre tuvo que casarse en segundas nupcias con Mister Mason, que
salva la plantación familiar de la crisis económica.
Pero los esclavos insurrectos la incendian y muere el hermano de
Antoinette/Bertha. Son estos acontecimientos tan traumáticos y no su raza híbrida
lo que arrastra a su madre a la locura. En cuanto a Antoinette, su matrimonio
de conveniencia con Rochester resulta un desastre. Al principio su esposo se
siente atraído por su misteriosa y salvaje
belleza y comparte sus fantasías sexuales,
pero al final se siente asqueado por su deseo insaciable, que considera signo
de una moral corrupta. Después de ser injustamente
calumniada por un sujeto malintencionado, su esposo acaba aborreciéndola y decide
escapar. Pero Antoinette le da de ver una poción de amor elaborada por su criada negra Christophine. Cuando Rochester se
entera de que ha intentado envenenarlo monta en cólera y desahoga su pasión con una criada mulata, lo que lleva a Antoinette
a la bebida y a la locura.
Su verdadero problema, pues, no era la sangre viciada sino su posición inestable entre dos culturas contradictorias en sus principios y valores. Para la moral victoriana, una dama no podía mostrar francamente sus instintos sexuales y, si lo hacía, era signo indudable de su locura y estaba justificado encerrarla. Por el contrario, los pueblos nativos celebran la naturaleza y el cuerpo en todas sus manifestaciones. Jean Rhys, con una maniobra típicamente postmoderna, escribe una novela clásica para iluminar los problemas sociales y de género que quedaba más oscurecidos en el original. Pero, como apunta Spivak, también su obra se queda a mitad de camino, al centrarse en los problemas de los criollos, dejando en un plano secundario los de la población negra mayoritaria, silenciada en Ancho Mar de los Sargazos. La criada Christophine, un personaje fundamental en la acción, tiene una fuerte personalidad y es temida por su gran poder, ya que practica el obeah o vudú. Pero igual que Charlotte Brontë con Bertha Mason, tampoco Jean Rhys otorga a Christophine la oportunidad de contar su propia historia. Los negros sólo son clasificados por Antoinettte como pro-criollos o anti-criollos, amigos o enemigos en las luchas de poder en el difícil proceso social y económico subsiguiente a la emancipación de los esclavos. “Jamás miraba a los negros desconocidos. Nos odiaban, nos llamaban cucarachas blancas. Más vale no despertar a los perros dormidos. Un día, una niña pequeña me siguió, cantando: <<Vete, cucaracha blanca, vete, vete. >> Yo comencé a caminar de prisa, pero ella caminó más de prisa. <<Cucaracha blanca, vete, vete. Nadie te quiere aquí.Vete. >>”.Seguramente, un doloroso recuerdo de infancia marcado en la memoria de la novelista.
Su verdadero problema, pues, no era la sangre viciada sino su posición inestable entre dos culturas contradictorias en sus principios y valores. Para la moral victoriana, una dama no podía mostrar francamente sus instintos sexuales y, si lo hacía, era signo indudable de su locura y estaba justificado encerrarla. Por el contrario, los pueblos nativos celebran la naturaleza y el cuerpo en todas sus manifestaciones. Jean Rhys, con una maniobra típicamente postmoderna, escribe una novela clásica para iluminar los problemas sociales y de género que quedaba más oscurecidos en el original. Pero, como apunta Spivak, también su obra se queda a mitad de camino, al centrarse en los problemas de los criollos, dejando en un plano secundario los de la población negra mayoritaria, silenciada en Ancho Mar de los Sargazos. La criada Christophine, un personaje fundamental en la acción, tiene una fuerte personalidad y es temida por su gran poder, ya que practica el obeah o vudú. Pero igual que Charlotte Brontë con Bertha Mason, tampoco Jean Rhys otorga a Christophine la oportunidad de contar su propia historia. Los negros sólo son clasificados por Antoinettte como pro-criollos o anti-criollos, amigos o enemigos en las luchas de poder en el difícil proceso social y económico subsiguiente a la emancipación de los esclavos. “Jamás miraba a los negros desconocidos. Nos odiaban, nos llamaban cucarachas blancas. Más vale no despertar a los perros dormidos. Un día, una niña pequeña me siguió, cantando: <<Vete, cucaracha blanca, vete, vete. >> Yo comencé a caminar de prisa, pero ella caminó más de prisa. <<Cucaracha blanca, vete, vete. Nadie te quiere aquí.Vete. >>”.Seguramente, un doloroso recuerdo de infancia marcado en la memoria de la novelista.
En esta precuela de Jane
Eyre todavía permanece un Otro colonial en la sombra, los descendientes de los
esclavos africanos esperando a tomar la palabra. Y es que, como resalta John McLeod,
todos los textos literarios permanecen muy cercanos a la historia, cultura y
política de la época en que son escritos.
Fuentes consultadas:
-Beginning.Post-Colonialism, John MacLeod, Manchester University Press, 2010
-La loca en el desván.La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX, Susan Grubar y Sandra Gilbert, Cátedra, 1998
-Charlotte Bronte: Jane Eyre, Ángela Carter, 1992
-Jean Rhys´s Wide Sargasso
Sea : Exploring its Success and Failure as Post-Colonial Text
around Characterization of “Antoinette” vs Representation of “Christophine”,
Daung Jung
-From Antoinette
to Bertha. The Process of “colonising within the Marriage in Rhys´s Wide Sargasso
Sea, archive.today
-entradas en Wikipedia en
español y en inglés: Jean Rhys, Ancho Mar de los
Sargazos/ Wide Sargasso Sea, Charlotte Brontë y Jean Eyre
- Jean Rhys Biography:
Felicidades por la entrada. Por cierto, hay que ver cómo se parece la estructura de "Jane Eyre"! a la de "Rebecca".
ResponderEliminarClaro, efectivamente, es otra adaptación de esa novela por el indudable talento dramático de Daphne du Maurier.
ResponderEliminarResulta que he estado trabajando con textos de Jane Eyre en inglés y el pasaje de la naturaleza contradictoria y Rochester queriendo suicidarse para después pensárselo mejor al día siguiente, lo tenía localizado en el cap.27. Pero echo mano a mi edición en castellano, que arrastra una traducción de 1928, y ese pasaje está...¡censurado! Me volví loca a buscarlo sin éxito y, al final, tuve que buscar otra traducción más reciente. Increible pero cierto.
ResponderEliminarEstupenda entrada literaria, como siempre muy bien construida con materiales diversos y amplias referencias.Esa contraposición entre las dos mujeres de Rochester, la blanca "civilizada", y por ello, portadora de todos los valores considerados positivos, con la criolla, loca por su sexualidad desenfrenada y su sangre caliente, achacada a su sangre negra, son la misma contraposición que se ve en El Corazón de las Tinieblas de Conrad, con las dos mujeres de Kurtz:la nativa con la que convive en el mundo del Congo, fuerte, que asusta a los mismos hombres blancos, segura de sí misma, y conocedoras de magias y encantamientos lejanos a la fría razón occidental, y la novia europea con la que se entrevista Marlow, comedida, discreta, piadosa....y portadora de los valores civilizados. Ahora mismo vemos esas contraposiciones abasolutamente burdas y trasnochadas, pero la literatura recoge las pulsiones sociales de la época en la que son gestadas las obras, y al mismo tiempo, contribuyen a crear opinión. Por ello, la obra de Brönte, como la de Conrad - y tantos otros - son hijas de su tiempo;es ahora, cuando las revisitamos con la distancia del tiempo y los acontecimientos, es cuando podemos calibrar cómo han ido cambiado nuestras cosmovisiones.
ResponderEliminarMuy bien traídas tus consideraciones sobre la doble cara paralela de las protagonistas y antagonistas en Bronte y Conrad. La verdad es que yo me "sobresalté" al darme cuenta de las similitudes tan grandes y evidentes que estaba encontrando entre Jane Eyre y El corazón en las tinieblas, libro sobre el que tanto tenemos pendiente escribir. Y, si te soy sincera, no he visto en ningún sitio que nadie constate esos paralelismos, así que, de momento, nos apuntamos el tanto. Gracias por tu estupenda aportación.
ResponderEliminarAfortunadamente, Coppola pasó por encima de esa caduca contraposición de la mujer salvaje y la civilizada, consciente de que la propia "civilización" (EEUU invadiendo Vietnam) arrastra sus propias crueldades y contradicciones. Sin embargo, esta contraposición (o algo similar) sí permanece en la versión cinematográfica de otra novela de Conrad, "Los duelistas", ya que en la película de Ridley Scott se mantiene en primer término el personaje de la prostituta (triste y de buen corazón), rechazada por el buen oficial que prefiere casarse con una chica bien, "pura y virgen" (para enderezar su vida).
ResponderEliminarEn cuanto a traducciones que nos escamotean cosas: más absurdo es el caso de la traducción de "Momo", la novela infantil (por llamarla de alguna forma) de Michael Ende. Comparando la versión original en alemán y la traducción castellana de 1979, me encuentro que han cambiado el nombre de uno de los niños, Franco, por "Blanco". Vaya usted a saber por qué.
Me encanta que las entradas den para que la gente busque otras referencias a las que les sean aplicables las ideas expresadas. En esas ocoasiones te das cuenta de que el trabajo ha sido verdaderamente producyivo y la persona que se lo ha estudiado se enriquece mucho con las aportaciones de los demás. Muy oportunas las referencias a la oposición "maniquea" de la mujer en Los duelistas. Conrad cada vez parece más un epígono de la novela romántica inglesa, aunque con otros enfoques ya está dando el salto a otro tipo de literatura. Es un autor fascinante pero sus traducciones no son muy acertadas, y su inglés original es endemoniado para el lector de un siglo después. Habrá que estudiar más para poder atreverse con este autor gigante.
ResponderEliminarEn cuanto a lo que comentabas de Rebeca, está claro que la siniestra Miss Danvers consumó un sati. Ella sí que se autoinmoló junto con la mansión gótica y los recuerdos de su adorada ama Rebeca en un entierro destructor y purificador, como si fuese una viuda india. Esta es otra referencia más a Jane Eyre, pues en el libro Charlotte Bronte rechaza esta bárbara práctica, pero lo hace con unas palabras ambiguas, en las que puede entreverse que podría ser considerado un acto de supremo amor romántico.
ENCARNA
Las grandes obras de arte son irreductibles a ideología. Y precisamente por eso, entre otras razones, se consagran como obras clásicas, contienen verdades y sentimientos que trascienden su tiempo.
ResponderEliminarMe rebelé contra dicha reducción en el primer artículo que publiqué en una revista nacional: "En Defensa de la Literatura" (Viejo Topo, 36, 1979): https://plus.google.com/+JoseBiedma/posts/FaM5tWgCdjk.
Esto no quiere decir, desde luego, que una escritora pueda escribir desde un parnaso ajeno a las contradicciones de su tiempo. Pero la pretensión de reducir el arte a ideología, prurito marxista, es secuela de la incomprensión del materialismo dialéctico respecto del arte, una de sus incapacidades estructurales. Sólo León Trotsky aportó algunas ideas interesantes a lo que podríamos llamar una "estética marxista"...
Lo siento, hay mucho etnocentrismo en esas valoraciones. Nadie se escapa de la ideología, y las obras de arte occidentales no son universales. Mi hijo me comentó que un compañero suyo chino le preguntó al profesor que por qué se llamaba la asignatura literatura universal si solo era euroamericana, y la ocurrencia fue muy celebrada porque daba en el clavo. Pero para eso hay que alejarse un poco.Esa es la mirada antropológica. Pero no entiendo el comentario porque yo no pretendo reducir Jane Eyre a ninguna ideología.Solo ver cómo el contexto histórico colonial está presente en lanovela, que creo que es un enfoque poco habitual y que ofrece alguna novedad a una historia que todos nos sabemos de memoria.En cualquier caso, las ideas no son mías sino de la crítica literaria anglosajona, y era solo un pretexto para tratar de la novelística inglesa en nuestro espacio de antropología. Lo haremos también con Conrad.
ResponderEliminarLeeré encantada ese artículo. Gracias por participar.
ResponderEliminarPor si no ha quedado claro, mi opinión personal es que Charlotte Bronte no puede ser considerada defensora del imperialismo británico, y doy diversas razones para ello.Pero vivía inmersa en ese mundo y, para lo bueno y para lo malo, tenía un reflejo en sus obras. Sin embargo, su postura era crítica respecto a la sumisión femenina y la esclavitud, cuya liberación veía con franca simpatía. Y, nuevamente, no hay que confundir las ideas personales de los novelistas con las que expresan sus personajes, a los que sí pueden hacer decir frases muy cargadas ideológicamente para caracterizar su forma de pensar. En ese sentido, Rochester aparecería como un colonialista de pura cepa, y Bronte sería una autora postcolonialista, porque utilizaría la ironía y la distancia crítica respecto de los problemas de sus criaturas de ficción.
ResponderEliminarMis felicitaciones por esta entrada que me parece muy buena. Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Joan, por leer y comentar. Las opiniones de los lectores nos parecen doblemente valiosas porque son más objetivas y nos indican los temas que más interesan dentro de nuestro rango de materias antropológicas.
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