LAS GEOGRAFÍAS DE LA REVOLUCIÓN Y DEL DESCUBRIMIENTO EN "FRANKENSTEIN" DE MARY SHELLEY
LAS GEOGRAFÍAS DE LA REVOLUCIÓN Y EL DESCUBRIMIENTO EN "FRANKENSTEIN"
Son fechas para conmemorar la Revolución que partió en dos la historia moderna de Europa, y en Tinieblas lo hacemos con una reflexión sobre un texto literario fundamental y sus vínculos ocultos con el fenómeno revolucionario. A lo largo de la novela Frankenstein (1818), de Mary Shelley,
encontramos incontables referencias a lugares tan dispares como el ártico,
Suiza, Rusia, las profundas selvas de Sudamérica, además de a Suiza, Francia,
Alemania, Inglaterra, Escocia, Irlanda o Italia. Sin duda la apasionante trama puede
dejar esos países y regiones como un mero telón de fondo de la trepidante
acción. Pero ¿es eso lo que la autora deseaba que pensaran sus lectores? ¿No es
posible que la distancia de dos siglos que nos separan de la publicación de la
novela haya escondido huellas esenciales, relacionadas con la geografía, que
enriquecerían mucho más su lectura? Pues ese es el objetivo de esta entrada,
rescatar los complejos lazos de la geografía en Frankenstein, reinstalando la novela en su contexto histórico. Y lo
vamos a hacer en un doble sentido: explorando los vínculos alegóricos de la
obra con la Revolución francesa; y colocándola en el marco de los viajes de
descubrimiento y colonización, la segunda gran oleada mundial en el siglo XIX.
Ya veréis que son dos apasionantes lecturas, distintas pero complementarias,
que nos depararán sorpresas inesperadas. (Para consultar el argumento de la
novela en detalle, aquí tenéis un enlace: https://anthropotopia.blogspot.com/2018/11/la-novela-frankenstein-de-mary-shelley.html)
Para esta parte me voy a basar en
un extraordinario artículo de Fred V. Randel, “The Political Geography of
Horror in Mary Shelley ´s Frankenstein”,
publicado en 2003. Como es extenso y prolijo, la versión libre que sigue es solo
una traducción resumida y comentada. Al final figura el enlace al artículo para
quien desee leer el original o ampliar la información en algún aspecto. Randel
lleva a cabo una fascinante interpretación de los vínculos entre la novela y
las revoluciones que, a finales del siglo XVIII, recorrieron gran parte de Europa.
Aunque sin duda consideramos la revolución francesa como la Revolución por
excelencia, por ser la más conocida entre todas ellas, no fue un fenómeno
localizado, lo que nos obliga a hacer un
primer esfuerzo para ampliar nuestra visión del horizonte
revolucionario. Así seremos capaces de escuchar los ecos de las protestas
burguesas en lugares tan insólitos como Irlanda, Suiza o Baviera.
Comienza diciendo Randel que, en un texto tan
complejo como el de Mary Shelley, en el que se entrecruzan los aspectos de
género, raza, clase e ideología de la época, no es menos importante analizar un
aspecto que ha quedado un tanto oscurecido pero que resulta crucial en la
novela, las localizaciones geográficas y su relación con las revueltas contra
el Antiguo Régimen. Para el autor, es un síntoma claro de ese olvido que Franco
Moretti, en su Atlas de la novela europea
1800-1900, no incluya la genial obra de Mary Shelley entre las novelas en
las que lo que sucede es tan
importante como dónde transcurre la
acción. Randel se pregunta, sin duda retóricamente, si importa realmente
que William Frankenstein, el hermano pequeño de Victor, muriese en Plainpalais;
que Justine Moritz y Alphonse Frankenstein, padre del Doctor, lo hicieran en
Ginebra; Elizabeth, la novia de Victor, fuera asesinada en Evian o, Henry
Clerval, en Irlanda, y no en cualesquiera otros lugares. El viaje de Victor Frankenstein
a Escocia a través de Inglaterra para crear, en las remotas islas Orcadas, a la
novia del monstruo, ¿sirve para algo más que para evocar los recuerdos
personales de Mary y Percy Shelley, quienes se conocieron y se enamoraron allí?
¿Por qué empieza la novela en Rusia y acaba en el ártico? Lejos de ser datos
casuales, elementos para dar color o reforzar los aspectos de aventura y exploración
o descubrimiento, son hitos fundamentales que revelan un vínculo secreto con
los momentos de la revolución que sacudieron la vieja Europa, hasta el punto de
ser relevante no solo dónde están ubicados esos lugares, y la presencia en
ellos del Dr. Victor Frankenstein y la Criatura, sino también el orden concreto
en que van apareciendo, la específica secuencia temporal en la que la autora
los ordena.
En el Renacimiento, el término “gótico”
se utilizaba para referirse con desdén a un modelo arquitectónico superado, el
de la Europa medieval, especialmente en Alemania, por contraste con el luminoso
estilo renacentista del sur. Cuando la literatura gótica alcanza su apogeo a
finales del siglo XVIII y principios del XIX, el término “gótico” cambia de sentido
en manos de los protestantes ingleses para referirse al sur católico (para
conocer mejor el tema os propongo este enlace: https://anthropotopia.blogspot.com/2017/04/la-imagen-del-sur-en-la-novela-gotica.html
). Es decir, el escenario en el que se desenvuelve la novela gótica (y Frankenstein lo es en buena medida)
cambia diametralmente de norte a sur pero retiene la asociación del término con
lo arcaico y opresivo. En ese sentido, Randel sugiere que la novela de Mary
Shelley es una extensión de la geografía política del gótico, aplicada aquí a
la expansión de las ideas revolucionarias y de la chispa misma de la revolución
por toda Europa. El horror gótico representaría en la novela, alegóricamente,
el miedo al retorno al pasado despótico, tras el momento esperanzador de las
revoluciones burguesas, con el reaccionario Congreso de Viena de 1815 y la restauración
del Ancien Regime. Mary Shelley
imagina una alternativa liberal a esa reconstrucción conservadora de Europa a
través del subtexto geográfico, siguiendo los parámetros de la ficción gótica.
Esa es la tesis de Randel, que nos lleva
por una serie de recorridos que van, en primer lugar, de Suiza, país natal de
Victor Frankenstein, hasta Alemania.
Baviera era el Electorado alemán
en el que está ubicada Ingolstadt, la ciudad universitaria en la que Victor Frankenstein
trajo a la vida al Monstruo. El abad Augustin Barruel, un clérigo
ultraconservador cuyas memorias habían leído Mary y Percy, afirmó que la Revolución
francesa fue una conspiración de intelectuales que tuvo su origen en
Ingolstadt. Y en alguna medida es cierto, pues Adam Weishaupt fundó allí en 1776
la secta de los Iluminados como una mezcla de las tendencias más subversivas
que confluyeron en la Ilustración, de la misma forma en que Victor combinó
distintas partes de cuerpos humanos para crear al Monstruo. Weisthaupt llevaba
una doble vida. A la luz del día era un respetable académico pero,
secretamente, seleccionaba discípulos con los que pretendía elaborar un código
radicalmente novedoso de leyes, un nuevo patrón para regir la humanidad. Este es
el mismo motivo por el cual Victor Frankenstein diseña la Criatura a una escala
de ocho pies en lugar de con la estatura normal.
Los Iluminados se infiltraron
entre los masones y penetraron en Francia, hasta llegar a reclutar al duque de
Orleans, y estuvieron presentes entre los jacobinos, la sección más extrema
entre los revolucionarios franceses. Mary Shelley acepta la metafórica
equivalencia entre el Monstruo y la Revolución francesa pero mira a ambos con
simpatía, puesto que la Criatura, como el ser humano en la doctrina
roussoniana, es buena hasta que la sociedad la corrompe. La Criatura, pues,
comparte con la Revolución francesa su lugar de nacimiento y también el hecho
de finalizar sus días en Rusia. San Petersburgo se creyó que iba a ser el lugar
inicial de la desastrosa campaña invernal de Napoleón en 1812. El subtítulo de
la novela es “El moderno Prometeo”, lo mismo que el Titán griego estuvo
asociado a Napoleón en el momento de su auge. Así lo calificaba Lord Byron. Victor
Frankenstein persigue al Monstruo a través de Rusia, como Napoleón se retiró
desde Moscú por la ruta norte. La pira funeraria en la que la Criatura se autoinmola
tras la muerte de Victor, en medio de los hielos del Ártico, equivaldría a cómo
la aventura revolucionaria francesa acabó sus días con Moscú en llamas, a manos
de los propios rusos, y la retirada de la Gran Armada.
En esta entrada
profundizamos sobre la relevancia de Ingolstadt en la novela y en la historia
europea: https://anthropotopia.blogspot.com/2019/11/frankenstein-y-las-sociedades-secretas.html
2. Ginebra.
Este segundo íter en la geografía
de la novela Frankenstein es
relevante por ser la ciudad donde nació Jean Jacques Rousseau (1712-1778),
padre intelectual de la Revolución francesa y un lugar al que estuvieron muy
unidos los miembros del círculo Byron-Shelley. Para nosotros quizá resulte desconocido
que en Ginebra se produjeron dos grandes acontecimientos revolucionarios en
1768 y en 1794. En ambos momentos, el pueblo se levantó contra los magistrados
que gobernaban la ciudad. Mary Shelley permaneció tres meses y medio en Ginebra
y tuvo ocasión de empaparse de esos avatares, tal como relata en History of a Six Weeks Tour, un libro
que escribieron a dos manos Mary y Percy y que se publicó justo antes que Frankenstein. Como en el caso de la Revolución
francesa, Mary consideraba que aquellos acontecimientos, que acabaron en un
baño de sangre, fueron un mal necesario para el bien de la humanidad. En 1792 Ginebra
fue asediada por el ejército republicano francés. Mary ubica el primer
asesinato cometido por el Monstruo en el barrio ginebrino de Plainpalais, lugar
consagrado a la memoria del profeta de la Revolución. La víctima fue William,
el hermano menor de Víctor Frankenstein. William era, precisamente, el nombre
del único hijo de Mary y que fallecería en 1819.
El episodio de la quema de la
casa de los De Lacey por la Criatura, vejada al fracasar estrepitosamente sus
planes de ser aceptado por la familia, también evoca la primera revuelta de
1768, cuando se produjo un incendio en Ginebra a consecuencia de las disputas
entre patricios y burgueses.
La muerte de Justine Moritz
igualmente presenta conexiones con la historia de Ginebra. En 1794 se produjo
la caída de Robespierre y la reacción de Termidor en París. Al mismo tiempo
Ginebra se retrajo de sus excesos revolucionarios y un tribunal condenó a
muerte a los integrantes de la facción radical de la Montaña, los jacobinos,
sin juicio ni pruebas de cargo, igual que la sirvienta Justine es condenada a
muerte por su supuesta participación en la muerte del pequeño William. Victor
tenía sospechas de quién era el verdadero autor de ese asesinato pero fue su
novia Elizabeth, que no dudaba de la inocencia de Justine, quien se atrevió a
hablar en su favor en el juicio, a pesar de que no consiguió otra cosa que despertar
la indignación pública. Lo mismo hizo una generosa ciudadana ginebrina que
intercedió por las víctimas ante el tribunal que estaba juzgando a los revolucionarios,
y a la que los jueces ridiculizaron.
Randel pone especial énfasis en relacionar
la novela con la biografía de Jean Jacques Rousseau. El Monstruo coloca un lazo
perteneciente a William, al que acaba de asesinar cuando descubre su parentesco
con su creador, entre las ropas de Justine, aprovechando que está dormida, con
el fin de inculparla. La treta recuerda un oscuro episodio de la biografía del
joven Jean Jacques que él mismo relata en sus Confesiones: cuando tenía diecinueve años, enamorado de una dama, le
sustrajo una cinta, un acto fetichista y, para escapar de las sospechas, no
dudó en permitir que se culpara a una criada, ocasionando su despido.
Otra muerte más sucede en
Ginebra, la de Alphonse Frankenstein, padre de Victor, fruto de la tristeza
provocada por la muerte de la prometida de su hijo en la noche de su boda.
Alphonse era síndico de la ciudad. Los síndicos no eran meros oficiales públicos
sino la máxima autoridad política en Ginebra. Dos de ellos fueron ejecutados
por el tribunal revolucionario en 1794 y Randel destaca que ese acto contra la
máxima autoridad fue el equivalente a la ejecución en Francia, en 1793, de Luis
XVI.
Mary Wollstonecraft |
En Ginebra, finalmente, se
produce una muerte más, si bien de forma natural: la de la madre de Victor,
Caroline Beaufort Frankenstein, y que igualmente Randel pone en relación con la
llama revolucionaria. Cuando muere su madre, Víctor parte inmediatamente hacia
Ingolstadt, donde empieza sus trabajos que acabarán dando lugar a la creación
del Monstruo-Revolución. Se trata, pues, de dos actos que están unidos
indisolublemente. La eliminación de la madre, el polo que atempera y dulcifica
a Victor, es lo que desencadena la catástrofe. Es la defensa que hace de Mary
Shelley del papel fundamental del rol maternal, del que ella se vio privada
completamente desde su nacimiento. Pero quedó bajo la sombra gigantesca de un
referente intelectual casi mayor que su padre, el filósofo William Godwin, Mary
Wollstonecraft, que polemizó con Rousseau sobre la educación de la mujer. Un
aspecto más antes de abandonar Ginebra: a pesar de haber escrito ese monumental
tratado sobre la educación que es el Emilio
(1762), el inconsecuente Rousseau entregó a la inclusa a los cinco hijos
que tuvo con su ama de llaves, los cuales eran ilegítimos a los ojos de la ley,
al igual que Victor, con absoluta frialdad, abandonó a su Criatura horrorizado
por su fealdad.
La novela nos cuenta que, en
medio del sublime paisaje de los Alpes suizos, la Criatura interpela a su
creador para que mitigue su tremenda soledad creándole una compañera, una igual
con la que empezar una nueva vida al otro lado del océano. La elocuencia de la
Criatura convence a Victor de la justicia de su demanda. Pero ante la
grandísima dificultad que le suponía crear un ser biológicamente más complejo
que el hombre, como es la mujer, dotada de potencia generatriz, Victor decide
consultar a los más distinguidos expertos en filosofía natural en Inglaterra,
donde permanece casi un año. Randel relaciona nuevamente esa estancia en
Inglaterra con episodios revolucionarios cuando Victor reflexiona sobre la
muerte del rey inglés Carlos I en el siglo XVII, un claro antecedente de la
Revolución francesa. Su estancia en Inglaterra enfatiza así el rol del país en
el desarrollo de un modelo revolucionario del que los franceses se harían eco
más de un siglo después. En definitiva, el paso del Dr. Frankenstein por
Inglaterra supone para Randel el reconocimiento de la deuda de los revolucionarios
franceses con la política inglesa. Por otro lado, es algo que ya se había
puesto de relieve por los propios filósofos de la Ilustración. Así, Voltaire
permaneció en Inglaterra entre 1726 y 1728 y relató sus experiencias en las Cartas filosóficas de 1734, en las que
critica los vicios de la Francia absolutista desde la óptica del liberalismo
inglés, invocando para ello figuras tan señeras como las de Newton o John Locke.
Sin embargo, Victor se topa en Londres con una barrera moral infranqueable entre él y sus compañeros. Se encuentra
afligido, angustiado, atormentado por las amenazas del Monstruo, la sumisión a unas
exigencias que le hacen sentir culpable. Para escapar de ello, viaja a casa de
un amigo en Derbyshire, Escocia. Pero tampoco logra encontrar allí la
tranquilidad deseada. Finalmente halla un refugio para la soledad que necesita
para su odiosa tarea en una isla prácticamente deshabitada, a resguardo de toda
mirada humana. También Rousseau viajó a Inglaterra en 1766-1767 en pleno
episodio paranoico, invitado por un filósofo escocés, el cosmopolita David Hume.
Residió estuvo en Woston, Derbyshire, aislado y mentalmente inestable, en parte
por consecuencia de los duros ataques personales que había recibido y su
pública condena, pero también por una sonada discusión con su anfitrión. Se
acordaba de su feliz retiro a la isla de Saint Pierre en la región suiza de Neuchatel,
un año antes, como lo cuenta en las Confesiones
y en las Ensoñaciones de un paseante
solitario, cuando se convirtió en una especie de Robinson Crusoe.
Victor Frankenstein, en su visita
a Oxford, medita sobre la historia de la revolución inglesa, recordando cómo el
rey Carlos I (1642-1645) fue decapitado en 1649. La fuente en la que Mary
Shelley se documenta es History of Rebellion
por Edward Hyde, Earl de Clarendon. Pero para la novelista, la culpa de
Inglaterra en la época de la Revolución francesa no fue en absoluto un exceso
de radicalismo sino más bien el insuficiente
compromiso de su país. Antes de marcharse de Oxford, Victor visita un lugar
sabor sagrado para la historia de la Guerra Civil inglesa, la tumba de John Hampden,
un honrado y valiente miembro del grupo parlamentario radical. Para Mary
Shelley, Hampden era el modelo de líder político a imitar puesto que se negó a
pagar los impuestos que exigía el rey y murió luchando contra la armada
realista. Mary añadió a la novela aquel pasaje después de visitar con su padre
la tumba de Hampden en octubre de 1817. En aquellas fechas la figura del viejo
héroe unificó la voluntad popular para exigir reformas parlamentarias. Desde
1812 se crearon los Hampden Clubs, que llegaron a reunir cerca de un millón de firmas
para exigir reuniones parlamentarias anuales, el sufragio masculino y el voto
personal. El desdeñoso rechazo por la monarquía de esta razonable petición
alborotó al pueblo, lo mismo que le ocurre a la Criatura cuando apela a la
compasión de su creador en el soberbio marco alpino. En febrero y marzo de 1817
se había dictado una legislación muy represiva, el Acta contra las reuniones
sediciosas y la suspensión del hábeas corpus, lo que condujo al movimiento
reformista a la clandestinidad. El viaje de Mary y su padre a finales de ese
mismo año para homenajear la memoria de Hampden fue un acto incuestionablemente
político, lo que obliga a reconsiderar la interpretación de Frankenstein como una novela
conservadora.
John Hampden |
Y pasemos ahora a la estancia en
una pequeña isla de las remotas Orcadas, en la punta norte de Escocia, en donde
Victor se refugia para crear la Eva monstruosa. Mientras espera el resultado,
la Criatura, pegado a Victor Frankenstein como una silenciosa sombra, aguarda
paciente sin cometer ningún crimen, como también los revolucionarios ingleses
permanecieron a la expectativa de las reformas políticas que habían solicitado.
Pero no consiguieron ninguna y, además, soportaron una tremenda represión. El único personaje que muere en Inglaterra, a
manos del Dr. Frankenstein, es la masa biológica informe que habría debido
convertirse en la novia de la Criatura y que Victor arroja al mar junto con su
instrumental médico. La explicación que Randel ofrece relaciona la geografía
política de Inglaterra y Escocia. Victor decide matar a la segunda Criatura
víctima de la patológica obsesión que le provoca el exceso de soledad. A diferencia
de Robinson Crusoe, el aislamiento que sufre en la pequeña isla no es únicamente
geográfico sino moral, el alejamiento de sus misérrimos habitantes. Víctor
comete dos errores: creer que la horrenda apariencia de la Criatura es un
indicador de su talante ético y que ambos monstruos habían de ser
necesariamente malvados. Pero la novela deja bien claro que Criatura era
naturalmente bondadosa y que lo único que la llevó al crimen fue su exclusión
social. Nada hay más revelador que su comportamiento con los miembros de la
familia De Lacey. Al principio, cuando se encuentra solo, vagando por los
campos, les roba comida para sobrevivir pero cuando comprende las penurias que sufren
aquellos pobres exiliados franceses, no solo deja de hacerlo sino que intenta
ayudarlos recogiendo leña para la chimenea. La muerte de la mujer Criatura es
una suerte de aborto voluntario. Victor coloca los restos en un cesto y los lanza
al mar como hizo con Moisés su madre pero, al contrario que esta, que anhelando
su salvación impermeabilizó cuidadosamente la cesta, Victor desea que se olvide
para siempre su frustrada invención. La mujer Criatura tenía un potencial
revolucionario, seguir una aventura utópica en Sudamérica, de lo que luego
hablaremos, pero el Dr. Frankenstein lo impidió.
4. Irlanda.
Absolutamente desquiciado por las
amenazas del Monstruo, que le ha advertido que volverán a encontrase en su noche
de bodas, Victor navega a la deriva por el Atlántico hasta que lo encuentran
unos rudos marineros irlandeses. Estos lo conducen ante las autoridades como sospechoso
de la muerte de su amigo Henry Clerval, aunque en realidad el autor ha sido el
Monstruo. Randel conecta este episodio con la sangrienta rebelión irlandesa de
1798. El lugar donde toca tierra en la isla, que no sabemos exactamente cuál
es, no lo escoge Victor, mientras que sí lo ha hecho en todos los momentos
anteriores, sino que llega empujado por una tormenta. Existen diversas localizaciones
posibles para ese lugar de arribada. Como quiera que Victor parte desde las
islas Orcadas u Orkneys y lo único que sabemos cierto es que navega con viento
noreste, pudo haber llegado, en primer lugar, al norte de Irlanda. Si se
tratase del Ulster, en aquel momento la Sociedad de los Irlandeses Unidos
estaba preparando la revolución para declarar la república y su levantamiento
fue cruelmente reprimido. Los intelectuales europeos que defendían la
revolución estaban muy influenciados por el pensamiento liberal de Voltaire, Rousseau,
Volney, Godwin, Paine… Pero, paradójicamente, no eran partidarios de extender
los beneficios del progreso a los territorios colonizados, condición que tenía
Irlanda para los ingleses en aquel momento. Del mismo modo, los líderes de la
Revolución francesa, que protestaban contra la dominación monárquica, hicieron
oídos sordos a las reclamaciones de los esclavos negros en Haití.
Otro lugar alternativo en donde
pudo haber recalado Victor Frankenstein fue el oeste, en el Condado de Mayo,
donde las fuerzas francesas desembarcaron en 1798 para ayudar a los rebeldes
irlandeses para ser finalmente derrotados. Muchos ingleses que habían sido
admiradores de Locke, Godwin y Paine retiraron su apoyo a su ideología liberal
por considerar que suponía una traición a Inglaterra. La muerte de Henry
Clerval en Irlanda, leída en la clave alegórica propuesta por Randel, añade
mayor complejidad a las complicidades entre imperialismo y revolución, extendiendo
la geografía del horror a Asia, África, América y a otras naciones europeas
sojuzgadas por el imperialismo, como Irlanda.
La Criatura, en su concepción
original, era un híbrido. Cuando nace a la vida, su descripción recuerda a la
de Gulliver buscando la amistad de los dominantes Houyhnhnms. También la cara
distorsionada de los Yahoo se parece a las muecas que hace a su creador. El
rechazo de la simpatía de la amistosa Criatura acaba provocando su hostilidad,
igual que Victor Frankenstein encuentra descortés el trato que recibe de los
marineros irlandeses que lo rescatan. Todo ello alude a los estereotipos de la
época sobre Irlanda, un lugar agreste, de apariencia rocosa, con gente ruda,
enfadada y de aspecto desagradable. Los ingleses los consideraban bárbaros y
vulgares pero Mary Shelley demuestra que estaba por encima de esos prejuicios
cuando, pese a la inicial recepción hostil hacia Victor, pone el acento en la
ayuda que recibe del magistrado Mr. Kirwan, gracias al cual recobra su libertad.
Tras dos meses de prisión, Victor retorna a Suiza desde Dublín vía Holyhead. También
Percy Shelley recorrió esa ruta numerosas veces en 1812 y 1813 cuando intentaba
despertar el republicanismo en Irlanda. En octubre de 1814 los Shelley y Claire
Clermont pretendieron fundar una comunidad utópica en el oeste del país. Como
pone de relieve otra autora, Claire Connolly ("Frankenstein ´s Ireland", 27-10-18), solo a dos comentaristas contemporáneos
les llamaron la atención las escenas irlandesas de la novela. Uno de ellos fue el
propio Percy, el otro, John Wilson Croker, nacido en Galway, Secretario del Almirantazgo
y parlamentario por los tories. Era un crítico literario feroz y ridiculizó los
nombres irlandeses escogidos por Mary, como Kirwan o Daniel Nugent, un marinero.
Pero la abuela de Mary había nacido en Ballyshannon, Donegal, que para Connolly
pudo ser el punto más probable de llegada de Victor. Paul O ´ Brien (“Shelley
and Revolutionary Ireland”) especula si el nombre del pescador podría ser un
eco de la Unionista Catlen Nugent, amiga y corresponsal de Percy.
En una fecha tan temprana como 1824,
solo seis años después de la publicación de Frankenstein,
Thomas Moore ya había comparado el Acta de Unión de 1801 entre Inglaterra-Escocia
e Irlanda a la figura del Monstruo, un patchwork.
Después de la Gran hambruna de 1846-1848, también el novelista William Carleton
destacó que los terratenientes irlandeses habían creado un monstruo al provocar
la división social respecto de los granjeros.
Randel se pregunta por qué
precisamente Elizabeth muere en Evian en su noche de bodas, y no en otro sitio
distinto. Como veremos, en absoluto es una elección casual. Evian, hoy en Francia, está a una corta distancia de Ginebra
atravesando el lago. Allí van a pasar su noche de bodas Victor y Elizabeth
después de contraer matrimonio en Ginebra. En la obra que ya hemos comentado
antes, History of a Six Weeks Tour,
el proyecto que realizaron ambos esposos en colaboración, Mary cuenta cómo le
pareció que los habitantes de Evian, que en nuestros días es una bella ciudad, le
parecieron los más pobres, miserables y enfermos que nunca había visto, en
radical contraste con los suizos. En aquel momento, con un mapa político muy
distinto al presente, Evian pertenecía al reino de Saboya. Nos sonará a los
españoles, especialmente, porque después de la revolución de 1868 que derrocó a
Isabel II, el rey llamado a regir los destinos de España fue Amadeo de Saboya, aunque
la aventura de la nueva dinastía acabó mal, dando paso a la Primera República.
Evian pertenecía a un territorio que, desde 1720, había gobernado la casa de
Saboya. El contraste con la belleza y riqueza de Ginebra, gobernada por un
régimen republicano, era una denuncia implícita de los abusos monárquicos que
soportaba Evian. También Ginebra fue en su día parte del reino de Saboya y
consiguió su independencia en la década de 1530, declarándose en aquel momento
protestante en contraste con la católica Saboya. En 1602 Ginebra rechazó el
ataque del duque de Saboya, la llamada “Escalada” de los muros, con la que
conmemoran su historia republicana. Ginebra fue admitida en la Confederación Helvética
en 1814, justo antes de que los Shelley la contrastaran con la absolutista Evian.
En el momento de la publicación de la novela el régimen de Saboya horrorizaba a
los liberales europeos. El rey Víctor Amadeo III lideró una coalición de
gobiernos italianos contra la Revolución francesa en la década de 1790 y,
después, en 1802, se convirtió en el bastión de la resistencia conservadora
contra Napoleón. El reino de Saboya fue uno de los grandes beneficiarios de los
repartos territoriales en el Congreso de Viena, recuperando el Piamonte, Niza y
Saboya hasta incluir la costa sur del lago Ginebra, inclusive esta misma. El
rey gobernó de manera autocrática hasta que una revolución popular lo forzó a abdicar
en favor de su hermano en 1821. Para los Shelley, Saboya era el peor ejemplo de
conservadurismo en la Europa de la Restauración. A diferencia de las muertes
anteriores, la de Elizabeth no representa ninguna revuelta sino que, para Randel,
simboliza el futuro revolucionario que amenazaba a los estados europeos más
reaccionarios: Saboya, Austria, Inglaterra, Prusia, Rusia…(y también España, a
la que no menciona Randel). Aunque sus reyes intentaron mantener al pueblo
alejado de la perniciosa influencia de la revolución, como ocurría con el Monstruo,
la revolución no podía ser dominada. La novela desarrolla las desastrosas
consecuencias de elecciones políticas equivocadas en la sociedad en su
conjunto. Después de la derrota de Napoleón en Waterloo, solo se abrían dos
posibilidades, el despotismo al que seguiría necesariamente la revolución o el
camino reformista.
En la edición revisada de Frankenstein en 1831, el significado político de Evian se había perdido por el levantamiento revolucionario que había tenido lugar en Saboya y la abdicación de su despótico monarca. Como síntoma indudable de que Mary estaba conectando esos acontecimientos de la novela con el subtexto revolucionario, varió sutilmente la trama de la novela para ajustarla a los nuevos eventos políticos. Ese cambio consistió en hacer entrar en juego a la reaccionaria Austria, poniendo la muerte de Elizabeth en relación con su odiado gobierno. Seguía siendo obligada su muerte en Evian, puesto que la boda se había celebrado en la cercana Ginebra, su lugar de residencia y el de sus acogedores, pero Mary diseña su viaje de bodas a la Lombardía que, recordemos, estaba controlada por el imperio austriaco. La pareja iba a ir al lago de Como de luna de miel. El padre de Elizabeth, un patriota milanés, siendo ella niña se inmoló por la independencia de su país. Quedó huérfana y la recogieron los padres de Victor cuando la encontraron viviendo con una campesina italiana. Con todo ello Mary ponía el acento en la actitud imperialista de los Habsburgo. El padre de Victor convenció al gobierno austriaco para que devolviesen a Elizabeth Lavenza su herencia, que habían confiscado, y precisamente en esa pequeña villa de Como la pareja iba a pasar su luna de miel después de la noche de bodas en Evian. La restauración de la libertad italiana es el precio que paga la muerte del padre de Elizabeth. También la muerte de esta significa la revolución que vendrá. La lección es la misma que en la versión inicial de 1818 pero la narración se ha hecho más compleja porque intenta ajustarse a una realidad política en constante cambio. El éxito de las negociaciones del padre de Victor con el gobierno austriaco sugiere una idea fundamental: el potencial del diálogo para un progreso no violento. Sin embargo, el cambio no llega lo suficientemente rápido para prevenir la catástrofe de la muerte de Elizabeth.
En la edición revisada de Frankenstein en 1831, el significado político de Evian se había perdido por el levantamiento revolucionario que había tenido lugar en Saboya y la abdicación de su despótico monarca. Como síntoma indudable de que Mary estaba conectando esos acontecimientos de la novela con el subtexto revolucionario, varió sutilmente la trama de la novela para ajustarla a los nuevos eventos políticos. Ese cambio consistió en hacer entrar en juego a la reaccionaria Austria, poniendo la muerte de Elizabeth en relación con su odiado gobierno. Seguía siendo obligada su muerte en Evian, puesto que la boda se había celebrado en la cercana Ginebra, su lugar de residencia y el de sus acogedores, pero Mary diseña su viaje de bodas a la Lombardía que, recordemos, estaba controlada por el imperio austriaco. La pareja iba a ir al lago de Como de luna de miel. El padre de Elizabeth, un patriota milanés, siendo ella niña se inmoló por la independencia de su país. Quedó huérfana y la recogieron los padres de Victor cuando la encontraron viviendo con una campesina italiana. Con todo ello Mary ponía el acento en la actitud imperialista de los Habsburgo. El padre de Victor convenció al gobierno austriaco para que devolviesen a Elizabeth Lavenza su herencia, que habían confiscado, y precisamente en esa pequeña villa de Como la pareja iba a pasar su luna de miel después de la noche de bodas en Evian. La restauración de la libertad italiana es el precio que paga la muerte del padre de Elizabeth. También la muerte de esta significa la revolución que vendrá. La lección es la misma que en la versión inicial de 1818 pero la narración se ha hecho más compleja porque intenta ajustarse a una realidad política en constante cambio. El éxito de las negociaciones del padre de Victor con el gobierno austriaco sugiere una idea fundamental: el potencial del diálogo para un progreso no violento. Sin embargo, el cambio no llega lo suficientemente rápido para prevenir la catástrofe de la muerte de Elizabeth.
En conclusión de esta parte, la
novela Frankenstein supone una
focalización y secuenciación de lugares, una operación que revela la expansión
internacional de las ideas de la Ilustración y de los impulsos revolucionarios
en el siglo XVIII y principios del XIX. Esas explosivas fuerzas, que desestabilizaron
las monarquías absolutistas, no se confinaron en un espacio político o
geográfico limitado, como los de Francia o Inglaterra, sino que se expandieron en
mayor o menor medida por toda Europa, de Rusia a Inglaterra, de Francia a
Italia, de Suiza a Irlanda. Un admirable ejemplo de literatura alegórica que
merece la pena que hagamos el esfuerzo de repensar desde la óptica propuesta
por Randel. Texto original: http://www.l-adam-mekler.com/randel_political_geography.pdf
En la riqueza de temas que se entrecruzan en la novela, el terror gótico, que parece el más evidente para nosotros, es de hecho subalterno frente al problema de la educación en toda su pluralidad de aspectos, inclusive la discriminación de género. Pero el referente más claro es el del "bon sauvage" de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778): "el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe", proclamó en El discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1755). En la novela, la Criatura nace bondadosa e inocente, dotada de una aguda inteligencia y sensibilidad, pero el rechazo social y de su propio creador la convierten en un monstruo asesino que, no obstante, concita más simpatía que la soberbia y frialdad emocional de Victor Frankenstein: "Yo era bueno y cariñoso. Los sufrimientos me han convertido en un malvado. Concededme la felicidad y seré virtuoso". El elocuente monstruo continúa con su conmovedor discurso: "¡Creedme, Frankenstein, soy bueno; mi espíritu está lleno de humanidad y amor, pero estoy solo, horriblemente solo! ¡Incluso vos, que me creasteis, me odiáis!" (cap. X).
Los vínculos de la novela con el mito del noble salvaje, que no arranca de Rousseau sino de autores patrios como Bartolomé de las Casas, o de los Essais de Michel de Montaigne (1533-1592), han sido ampliamente estudiados y no resulta necesario repetirlos aquí. Sí, en cambio, merece la pena destacar una de las múltiples alusiones de la novela al contexto cultural de la época, la comunidad utópica que pretendieron crear en el Nuevo Mundo un grupo de bien conocidos poetas románticos ingleses.
La pantisocracia.
Robert Southey ( 1774-1843) pertenece a la primera generación de poetas románticos británicos junto a William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge. Los tres son conocidos como los poetas del Lake District, por el lugar donde residieron. Percy Shelley, Lord Byron y John Keats, por su parte, integran la segunda generación, y fueron denominados "poetas satánicos" por su descreimiento religioso. El canon formado por los seis grandes poetas (incluyendo a William Blake) hace tiempo ya que se amplió para acoger, más que merecidamente, a Mary Shelley. Esta no ignoraba los planes radicales de sus predecesores literarios. Y es que el joven Southey, junto con Coleridge y otros aventureros más, concibieron escapar de los males sociales para recuperar, en el Nuevo Mundo, el estado de naturaleza perdido por Adán y Eva. Inspirados por la República de Platón, por las utopías renacentistas (de Tomás Moro, Francis Bacon y Campanella) y por los relatos de viajeros y exploradores, pretendieron crear la pantisocracia, una comunidad igualitaria donde vivir de forma sencilla y natural, liberados de la esclavitud del lujo, compartiendo sus posesiones, trabajando para todos y dedicándose a la ciencia y la literatura. De acuerdo con sus planes de acción, tomarían como esposa a una dulce y adorable mujer, que sería la encargada de prepararles una comida sencilla y de mantener bella y fuerte una nueva raza, que nacería ya alejada de la influencia corruptora del Viejo Mundo.
Río Susquehanna en la actualidad |
Un auténtico quebradero de cabeza fue, para aquellos poetas revolucionarios, elegir el lugar perfecto donde iniciar su nueva andadura. A través de la información proporcionada por un contacto de Coleridge en Pennsylvania, decidieron comprar terreno suficiente para doce familias en las orillas del río Susquehanna. Esa elección vino dada por el hecho de que el paisaje allí era muy hermoso y no había riesgo de ataque por parte de los indios. Pero pronto fueron conscientes de las dificultades que minaban su camino hacia la libertad: la falta de recursos financieros, la necesidad de trabajar duro la tierra...En 1794, intentando salvar el plan a la desesperada, Southey propuso trasladar la empresa a Gales hasta que, al final, cundió el desánimo y abandonaron la idea. Pero Mary encontró la forma de introducir el plan en su novela. Y es que la Criatura propone a Frankenstein que le otorgue una compañera con la que marchar a Sudamérica para iniciar allí una nueva vida. El retorno a la naturaleza, la autosubsistencia, el vegetarianismo y la aspiración utópica, son los argumentos del discurso del Monstruo que evocan el malogrado proyecto pantisocrático:
Me estableceré en las enormes tierras deshabitadas de América del sur. Yo no preciso, para alimentarme, la misma comida que el hombre; no devoro el cordero o al cabritillo para nutrirme con su carne. Bayas, bellotas y raíces me son manjar suficiente. Mi compañera será idéntica a mí y sabrá, también, contentarse con la misma comida. Nuestro lecho será de hojas secas, pero el sol brillará para nosotros, como brilla para los demás seres y hará fructificar nuestros alimentos. La escena que os describo es agradable y feliz, debierais comprender que poniendo trabas a su realización mostráis una cruel e inútil tiranía. Frankenstein, cap.XVII.
Hay Una cuestión fundamental que acerca la novela a las fantasías utópicas de los jóvenes poetas. El Dr. Frankenstein, inicialmente, se deja persuadir por los convincentes argumentos de la Criatura y, de hecho, comienza los trabajos para fabricar una compañera a su solitario vástago. Pero cuando ya los tiene casi ultimados, se obsesiona con el temor de que los dos monstruos procreen una raza indomable capaz de destruir a la humanidad, por lo cual aborta el plan. No es difícil ver en ello un eco de los planes de los poetas utópicos de crear una raza fuerte. Y no debe extrañarnos que Mary estuviese familiarizada con ellos: Coleridge y su padre, el filósofo anarquista William Godwin, eran grandes amigos y se admiraban mutuamente. En 1806, cuando solo contaba con ocho años, Mary estuvo presente, escondida tras un sofá de su casa, mientras Coleridge mismo leía con voz poderosa La balada del viejo marinero, que había escrito en 1798. Fue una experiencia que la marcó profundamente y que tuvo una influencia decisiva en la elaboración de Frankenstein, como ahora podremos comprobar.
Coleridge |
III. El viaje al Ártico. Mitos, exploración y conquista.
Quiero inútilmente convencerme de que el polo es un paraje frío y desolado, pero, una vez tras otra, aparece en mi imaginación como un lugar lleno de hermosura y delicias. Allí, Margaret, jamás se pone el sol y su enorme disco no hace más que acariciar el horizonte, luciendo en eterno esplendor. Allí (...) el hielo y la nieve desaparecen. Incluso es posible que, navegando sobre el calmado océano, seamos conducidos hacia una costa que sobrepase, en hermosura y encanto, a todos los países descubiertos hasta hoy en las partes habitadas del globo. Es posible que sus recursos y sus paisajes sean incomparables (...) Satisfaré mi ardiente curiosidad hollando una parte del mundo que jamás ha sido explorada, y probablemente caminaré sobre una tierra en la que nunca se ha posado la planta humana. Es eso lo que me atrae y bastaría, por sí solo, para impulsarme a vencer el miedo al peligro y a la muerte (...) Y aún en el caso de que todas esas conjeturas fueran erróneas, no puedes negar el beneficio inestimable que procuraré a la humanidad descubriendo, en las cercanías del polo, una ruta por mar a esos países a los que tantos meses tardamos en llegar, o desvelando el secreto de la fuerza magnética que solo puede ser descubierto- si es que existe algún modo de hacerlo- gracias una aventura como la mía.
Frankenstein, Primera carta.
La novela arranca con el relato del capitán inglés Robert Walton que, desde la parte más septentrional de Rusia, pretende descubrir el Paso del Noroeste. Al joven marino le arrebata el entusiasmo pero, al mismo tiempo, está atemorizado por el enorme peligro que deberá arrostrar en esa aventura: quedar atrapado por los hielos sin posibilidad de retorno, como ya le había sucedido a numerosas expediciones anteriores y seguiría sucediendo en los ulteriores intentos. Pero puede más su afán de alcanzar la gloria con el descubrimiento de una ruta comercial más corta, del secreto de la fuerza magnética del Polo Norte o de tierras todavía inexploradas cuando ya no quedaban continentes por cartografiar. Igual que el doctor Frankenstein se apasionó con las ilimitadas posibilidades de la ciencia moderna, Walton también sueña con llevar a cabo la hazaña de encontrar la vía hacia el norte del océano Pacífico atravesando los mares que circundan el Polo. En ese sentido, y en muchos otros, Mary Shelley los presenta como almas gemelas, aunque sus destinos acaban siendo bien diferentes.
La exploración del Ártico comienzo muchos siglos atrás. Queda constancia que el griego Pytheas de Massalia, hacia el 330 a. C., ya surcó estas heladas aguas y después lo hicieron los monjes irlandeses y los vikingos, hasta que está osada aventura se convirtió en un serio proyecto comercial y de conquista en el siglo XV. Tras el descubrimiento de América, España y Portugal se repartieron los accesos a las riquezas de África y Asia. España dominaba la ruta hacia el Pacífico a través del Estrecho de Magallanes y Portugal disponía de la llave hacia el Océano Indico por el Cabo de Buena Esperanza. Los británicos quedaron excluidos del festín y solo tenían ante sí dos posibilidades: la rapiña a los barcos de sus enemigos, que practicaron con fruición, o intentar descubrir un paso alternativo que uniese el Atlántico y el Pacífico por el extremo norte. Con ello se reducirían los largos viajes a Catay (China) y Cipango (Japón) en muchos meses, pues la ruta del Polo Norte sería más corta que la del ecuador. Walton alude claramente a esta finalidad en la carta primera a su hermana Margaret Saville.
Durante muchos siglos arrojados navegantes holandeses, españoles y, sobre todo ingleses, como John Cabot, Frobisher, Hudson, Baffin o Vancouver, intentaron encontrar, sin éxito, el Paso del Noroeste pero jalonaron el mapa mundi con hitos que nos recuerdan sus nombres y su arrojo. En la primera carta, Walton describe la ruta que va a seguir desde Arcángel, en la Rusia europea, a orillas del Mar Blanco, hacia el Pacífico; y, en la segunda, indica que prevé regresar bien por el extremo más meridional de América o por África. Sin duda Mary seguía muy de cerca las informaciones sobre los viajes de exploración.
Mapa de Ortelius de 1589 |
La primera carta de Walton hace referencia también al prolongado mito de un paraíso terrenal más allá de los impenetrables hielos del Polo Norte. Hasta el segundo viaje del Capitán Cook, en 1772-1775, se creyó en una imaginaria Terra Australis Incognita, un continente todavía por descubrir en el hemisferio sur. En su primer viaje el gran marino inglés mostró que Nueva Zelanda no formaba parte de un continente mayor y, en el subsiguiente, que toda gran extensión de tierra no podría estar situada en zonas de clima templado sino en la Antártida. Cuando la fantasía de ese gran continente austral se desvaneció, cobró más fuerza la idea de que en el Polo Norte habría un territorio de excelente clima en el interior de los hielos, de acuerdo con la regla de la inversión climática.
Mapa del continente septentrional por Mercator, 1595 |
La búsqueda de esas nuevas tierras corría paralela con el empeño romántico de sobrepasar los límites de lo humano, un afán prometeico muy en consonancia con la novela y el poema de Coleridge que le sirve de constante referencia. De hecho, el capitán Walton reconoce esa influencia en su segunda carta:
Me dirijo a regiones aún vírgenes, "al país de la niebla y la nieve", pero yo no cazaré albatros. No sufras, pues, por mi vida ni temas verme regresar, exhausto y miserable, como el "Ancient Mariner". Te imagino sonriendo ante esta alusión al poema de Coleridge. Quiero, a este respecto, rebelarte un secreto; a menudo he atribuido a las obras de este poeta, el más imaginativo de la literatura moderna, la causa de mi pasión por el mar y el entusiasmo que sus misterios despiertan en mí. Algo inexplicable se remueve en mi corazón(...) pero existe también en mí un amor a lo maravilloso, una fe en lo insólito que se une a todos mis proyectos y me fuerza a despreciar los senderos trillados para empujarme a afrontar este océano indómito y estos países desconocidos que me dispongo a descubrir.
Ilustraciones de Gustavo Dore para el Ancient Mariner, con el albatros, símbolo de la inocencia |
El norte magnético
1818 1818, el año en que se publicó Frankenstein, vio partir desde Londres dos expediciones en busca del Paso del Noroeste. Se trataba de aprovechar el hecho de que, tras las guerras napoleónicas, Inglaterra había quedado dueña y señora de los Siete Mares. Uno de los objetivos del capitán Walton, localizar el norte magnético, solo lo alcanzaría James Clark Ross en 1831, situándolo en la isla de King Williams. Sin embargo, en 1905, el noruego Roald Amundsen, después de atravesar, por primera vez, el ansiado Paso, pudo comprobar que el punto se había desplazado 40 millas al noroeste, de manera que no es un lugar fijo sino que depende del estado de la gran masa de hierro semifundido que yace en el corazón de la tierra, a 2.900 km de la superficie. El norte magnético, que no coincide con el geográfico, se desplaza a razón de 150 metros por día. Ha habido otras localizaciones anteriores del norte magnético, que se invierte en ciclos de cientos de miles de años. El paleomagnetismo nos enseña que la última vez se produjo hace 770.200 años, inversión se conoce como Brunhes-Matuyama por el nombre de los geofísicos que la estudiaron, pero hay otras anteriores. Ese magnetismo deja una impronta en los sedimentos terrestres y permite datar con precisión las sucesivas capas como lo hace el método del carbono 14.
Política, historia, antropología, arqueología, debates científicos de vanguardia, viajes de exploración, magnetismo, pedagogía, las comunidades utópicas...¿cómo pudo aquella jovencita de 18 años, sin una educación formal, condensar tal cantidad de temas en una novela primeriza? Resulta realmente fascinante esa condición de "antena humana" de Mary Shelley, que supo captar el mundo cultural en plena ebullición tras la Revolución francesa, con todas sus contradicciones, y trasmitirnos su poder de seducción, como igualmente sus temores y errores.
Hay un detalle que me gustaría puntualizar respecto del mapa en el que hemos reseñado los recorridos de la novela, simplificados en relación a los puntos de la revolución que pone de relieve Randel. Veréis que se indica, como localización en las islas Orcadas, Holm of Papa. Por supuesto, no existe referencia explícita o implícita alguna en la novela que permita identificar, de forma segura, el lugar donde el Dr. Frankenstein intenta fabricar una nueva Eva. Únicamente se menciona que la isla estaba habitada con unas cinco casas, y puede deducirse su ubicación en la vertiente atlántica puesto que la deriva del barco llevó a Víctor Frankenstein hasta Irlanda. Tomando en cuenta esos elementales parámetros y como había que indicar algún lugar en el mapa , he optado por Holm of Papa que cumple de alguna medida esos requisitos pero, insisto, nada hay que permita establecer una identificación segura. De hecho, no he conseguido información sobre si Mary Shelley efectivamente visitó las islas Orcadas durante su estancia de diez meses en Escocia. Pero, en cualquier caso, se infiere que tuvo información sobre las mismas y las considero un lugar lo suficientemente alejado de la civilización para que Víctor Frankenstein buscase allí refugio para su nueva y controvertida creación.
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