BREVE EXPOSICIÓN DE *LA TUMBA DEL FILÓSOFO*



  1.- Ludwig Wittgenstein.


   La tumba del filósofo, de Joaquín Jareño Alarcón fue la obra ganadora del de la XIV edición del Premio de Ensayo Miguel de Unamuno del Ayuntamiento de Bilbao en 2012.

   La obra es una biografía atípica de Ludwig Wittgenstein, ya que las biografías, en general, suelen transitar por la biología y la historia del personaje biografiado, así como por sus hitos creativos. En el caso de La tumba del filósofo, su autor ha tratado de encontrar las claves para reconstruir las ideas de Wittgenstein sobre ética, religión y sentido de la vida, ya que, por una parte encontramos en sus escritos referencias constantes a Dios y hay testimonios que relatan que su lectura del Evangelio era bastante frecuente, pero,  por la otra,  su razón le impide abandonarse a un tipo de sentimiento que no puede ser reducido a las leyes de la lógica.

   Ludwig Wittgenstein, nacido en Viena en 1889 es un filósofo de trayectoria peculiar, que publicó en vida tan sólo dos obras:1) el Tractatus Logico – Philosophicus, en 1921 en alemán y después de superar bastantes dificultades para ello, y contar con los buenos oficios de Bertrand Russell, en inglés en 1922. 2) Wortebuch für Volsschulen en 1926,  un diccionario para escuelas primarias hecho  a partir de su experiencia pedagógica en la Baja Austria entre 1920 y 1926 ( http://laperla-whynot.blogspot.com.es/2014/04/la-experiencia-pedagogica-de.html). El Tractatus es una obra que, pese a su brevedad, hace un completo recorrido por la metafísica, la lógica, matemáticas y ciencia, para acabar disolviendo desde dentro la ética y la estética. Su objetivo no era establecer un sistema sino construir una escalera que  lo condujese a un punto desde el que poder contemplar el mundo desde la perspectiva de la totalidad, desde una perspectiva sub especie aeternitatis. En ese punto nos insta a tirar la escalera; la actividad filosófica acaba con la Filosofía.

   Sin embargo, cuando Wittgenstein envía el manuscrito de la obra a von Ficker para intentar su publicación, lo acompaña de una carta fechada el 20 de octubre de 1919 en la que dice:

   (…)”El sentido del libro es un trabajo sobre moral:…quise escribir  que mi trabajo consiste en dos partes: una la presentada aquí, y la otra la que no he escrito. Y es precisamente esta segunda parte la importante. Por así decirlo, la parte ética se verá restringida en mi libro desde dentro, y estoy convencido de que en sentido estricto sólo puede ser limitada de esa forma”.(Citado en La tumba de filósofo, pág.149).
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   En los estudios más antiguos sobre Wittgenstein se interpretaban los años que van desde su liberación del campo de prisioneros en 1919 hasta su vuelta a Cambridge en 1929 como “los años del silencio”, una forma de ser coherente y consecuente con el final del Tractatus, con su proposición número 7: “De lo que no se puede hablar, se debe callar”; supondría una forma de mostrar aquello que no se puede decir: lo que cada cual haga con su vida, la conducta individual y su sentido, los anhelos y esperanzas, así como las desesperaciones, está más allá de lo que con el lenguaje se puede decir. Por eso, Wittgenstein ya no se dedica a la Filosofía, sino que trabaja como jardinero en un convento, da clases en escuelas de primaria en las aldeas de Trattenbach, Otterthal y Puchberg y construye una casa para su hermana Margarethe (casa que es hoy sede de la Delegación Cultural de la embajada de Bulgaria en Viena ).Antes de todo ello, y como demostración de la renovación espiritual que había sufrido durante su participación en la Primera Guerra Mundial, había repartido su fabulosa fortuna entre todos sus hermanos para vivir exclusivamente de su sueldo.

   Cuando regresa a Cambridge en 1929 y se doctora con el Tractatus como tesis, comienza su labor docente allí, y a partir de este momento comienza lo que se conoce como “el segundo Wittgenstein”, y cuya obra central sería Investigaciones Filosóficas, ya publicada póstumamente. Sin embargo, el material escrito del filósofo no estaba completo, y por ello faltaban claves para entender el nexo entre ambos “Wittgensteins”. Esta laguna comenzó a llenarse a partir de la publicación de los Diarios Secretos (en España se publicaron en 1985, en la revista “Saber”, en los números 5 y 6). Estos Diarios fueron escritos en el frente, en plena Primera Guerra Mundial, entre los años 1914 y 1916 (aunque el filósofo no volvería a casa hasta 1919), y en ellos encontramos dos partes diferenciadas: en las páginas de la derecha anota todas sus reflexiones y descubrimientos en torno a la lógica y el lenguaje, que más tarde cristalizarían en el Tractatus, y las de la izquierda, con un lenguaje cifrado, las anotaciones de un hombre que lucha por no perderse a sí mismo en el fragor de la batalla, que invoca frecuentemente a Dios y se desespera por la zafiedad y la grosería de sus compañeros de campaña.

    Es precisamente en esta tensión espiritual desde la que articula Joaquín Jareño su obra.

2.- La tumba del filósofo.

   Wittgenstein fue enterrado conforme al ritual católico en el Ascension Parish Burial Ground de Cambridge en 1951, a pesar de no haber dejado nada dispuesto al respecto. Su amigo Drury tomó esa decisión teniendo en cuenta sus conversaciones con el filósofo, su trayectoria vital y considerando la petición que había hecho Wittgenstein a Anscombe de que lo pusiera en contacto con un sacerdote “que no fuera filosófico”, y ella, católica, le encontró al padre Conrad Pepler de esta misma confesión.

   ¿Qué relación había mantenido Wittgenstein con la religión en vida?

  En su infancia vivió en un hogar cuyo padre era protestante porque así se habían bautizado sus abuelos, ya que pensaban que había más opciones de tener un puesto privilegiado en la sociedad siendo protestantes que judíos, su verdadero credo. Pero fue educado en el catolicismo, la confesión de su madre. Hasta que perdió la fe muy temprano, asaltado ya por una curiosidad intelectual y una capacidad de razonamiento fuera de lo común para una criatura de nueve años. Años más tarde, comienza un nuevo acercamiento a la religión, fundamentalmente a partir de la lectura de Breve exposición del Evangelio (1880) de León Tolstoi, libro que cae en sus manos, casi por casualidad en los primeros meses en el frente. Su transformación será tal que Bertrand Russell, una vez acabada la guerra, y tras entrevistarse con Wittgenstein en La Haya, queda tan sorprendido que escribe a Lady Ottoline: “ha salido convertido en un místico completo”.

   Esta transformación que ha experimentado Wittgenstein durante la guerra y la prisión tiene que ver con su forma de vivir la vida de una forma espiritual, llegando a decirle a Frank Parak, uno de los pocos amigos que hizo durante la guerra, que quería hacerse sacerdote, pero que no lo llevaba a cabo porque no le apetecía pasar ocho semestres estudiando para ello; en su lugar, se hizo maestro. Y también con la forma de entender la vida, alejándolo un tanto de la idea de suicidio que desde siempre le rondó por la cabeza, y que el ambiente familiar y cultural de la Viena de entre siglos contribuyó a que difícilmente olvidara la idea.

   Tres hermanos de Wittgenstein se suicidaron.

   Otto Weininger, autor de Sexo y Carácter, a quien Wittgenstein, a pesar de las diferencias de opinión, tenía en consideración, se suicidó.

   El poeta Georg Trakl, a quien Wittgenstein había hecho una donación anónima de fondos para que los dedicara a su arte, y a quien intentó visitar en Cracovia durante su primer destino en la guerra, en la goleta “Goplana” patrullando el Vístula, se suicidó unos días antes de que Wittgenstein llegara a la ciudad.

   Ludwig Boltzmann, el gran físico defensor del atomismo frente al energetismo de Ernst Mach, con quien Wittgenstein quiso estudiar física  en Viena, se suicidó antes de que Wittgenstein pudiese asistir a sus clases. Este caso tuvo cierta relevancia para la trayectoria posterior del filósofo, pues, al no poder estudiar con Boltzmann, cambió de opción de estudios y eligió la ingeniería, que lo llevaría a interesarse por los problemas de fundamentación de la matemática, y de ahí, a la filosofía.

   Todos estos casos, y algunos más de familiares y conocidos, además de una cierta propensión intrínseca del filósofo al suicidio, y cierta sensación de que podía encontrarse de más en el mundo, parece que pueden estar en el fondo de su decisión de alistarse como voluntario en cuanto estalla la guerra, y de elegir los destinos más peligrosos y realizar tareas bastante temerarias – que le valieron ser condecorado por su valor y arrojo.Parece que buscaba que la guerra hiciese lo que él no tenía valor para realizar.

   ¿Por qué no llega a suicidarse Wittgenstein? Porque lo consideraba “el pecado elemental”, ya que es ir “contra la voluntad de Dios”; es no aceptar lo que es el caso, el mundo tal como es.

   En la proposición 1.1 del Tractatus afirma que “El mundo es lo que es el caso,  la totalidad de los hechos, no de las cosas”.Por lo tanto, el mundo nos es dado como una totalidad y no podemos independizarnos de él.

   ¿Dónde queda entonces la voluntad del ser humano? En una anotación en los Diarios, del 21 de julio de 1916, afirma el filósofo que es la voluntad la portadora del bien y el mal, ya que bien y mal no son parte del mundo (no son hechos). Tampoco la muerte es un hecho de la vida, no acontece en la vida. Por ello, las cuestiones éticas acerca del bien y el mal, el sentido de la vida o Dios, consecuentemente con el planteamiento del Tractatus, no pueden expresarse mediante proposiciones: “La solución de la vida en el espacio y el tiempo residen fuera del espacio y el tiempo” (proposición 6.4312 del Tractatus)


   A partir de aquí continúa Jareño su argumentación documentando cómo para Wittgenstein el sentido de la vida pasa por elegir una vida espiritual, por aceptar la “voluntad de Dios” entendida como aceptación del mundo como lo que es (proposición 6.44: “No es lo místico como sea el mundo, sino que sea el mundo”).Y el hombre es verdaderamente libre cuando consigue que no le afecten las cosas del mundo, cuando renuncia a modificar lo dado; una voluntad que intente modificar lo que es el caso, que intente influir en él, genera insatisfacción (tal como afirmaba Schopenhauer). La anotación del 1 de agosto de 1916 dice:”El modo como tiene lugar todo es Dios. Dios es el modo como todo tiene lugar”.

   Por ello el pecado se define como ir contra la voluntad de Dios. Si se vive en el espíritu, nuestra voluntad coincide con la de Dios, pero si me elimino como hecho del mundo, si modifico mi vida en el mundo, voy contra esa voluntad. Esa es la razón por la que Wittgenstein califica al suicidio como “pecado elemental”. Además, para el filósofo, una causa para pensar en el suicidio es la falta de fe. Y Wittgenstein entiende la fe como un sinónimo de paz espiritual, aunque incompatible con el afán de comprenderla racionalmente. Por ello, Wittgenstein se hallará siempre instalado en esta tensión y luchando contra su vanidad al observar su gran capacidad intelectual para afrontar los retos racionales.

   3.- Religión en Wittgenstein y Frazer.

   J.G. Frazer (1854 – 1941, enterrado en el mismo cementerio en el que reposa Wittgentein, como se señala en este libro)  fue un pionero de la antropología, y figura germinal de la misma, cuya influencia se extiende por la mayoría de escuelas de esta disciplina. Su obra más reconocida es La Rama Dorada (1890), cuya proyección en intelectuales y pensadores traspasa los límites de la antropología, pero cuyo análisis no es compartido por todos. Wittgenstein será uno de los que disentirá.

   Señala Jareño que en la “Conferencia sobre ética” (1929) dice Wittgenstein que bueno y malo no se definen en términos de intereses individuales, sino que son polos sobre los que se asienta nuestra acción. De aquí que los juicios morales no sean sobre hechos, sino sobre cómo afrontar estos hechos. Su opinión acerca de las expresiones de cuestiones religiosas es similar.

   La postura de Wittgenstein ante la religión es bastante respetuosa, a pesar de considerarla intrínsecamente irracional; a fin de cuentas, Dios no es un hecho del mundo, y por tanto, no está sometido a las leyes de la lógica. Tratar de justificar racionalmente la religión no es más que devaluarla. Precisamente es este último punto en el que Wittgenstein está en profundo desacuerdo con Frazer.


   En el opúsculo Observaciones a La Rama Dorada de Frazer (publicado en España en 1992) expone el filósofo que la consideración por parte de Frazer de la magia y la religión como erróneos, por no coincidir con el paradigma científico occidental es claramente errónea, ya que supone tratar estas cosmovisiones como si se tratase de teorías científicas. Y no lo son, dice Wittgenstein, ya que no hablan de hechos, sino de sentimientos, que no  pueden ser expresados en proposiciones, y por ello, incapaces de ser subsumidos en una teoría. Para Wittgenstein la religión surge del ámbito vital y existencial del hombre, y ese es el lugar donde debe resolverse. Por ello, la interpretación que hace Frazer de la ingente cantidad de datos con los que trabaja sobre magia y religión entre “los primitivos” como si fuesen fases previas de un desarrollo de cualquier pueblo que no pudiera ser de otra manera que no fuese seguir los pasos de la civilización occidental, no es sino un ejercicio de etno y eurocentrismo. Un “pecado” muy extendido durante años en Antropología, imbuida desde sus comienzos de evolucionismo darwinista, que la llevaba a trasponer las ideas de evolución en el plano biológico al plano de la cultura.

   Para Wittgenstein – según Jareño aclara en el libro – la fe aventaja a la sabiduría, ya que es pasión , frente a la frialdad de la razón, “que es incapaz de calmar el alma”. Y culmina su análisis afirmando que “Para Wittgenstein … el cristianismo es la única vía segura hacia la felicidad “ (p. 183), fundamentándolo con el constante interés del filósofo hacia el Nuevo Testamento y la figura de Jesucristo como modelo de vida.

   A pesar de todas las tensiones y contradicciones señaladas, la vida elegida por Wittgenstein no tuvo que ser la peor posible, ya que sus últimas palabras antes de morir fueron: “Dígales que he tenido una vida maravillosa”.


                 4.- El autor. 

                                           
     

   Joaquín Jareño Alarcón nació y estudió en Murcia. En la Universidad de esta ciudad se doctoró en Filosofía. También es Master of Science por la London School of Economics. Amplió su formación en Cambridge y Oxford, donde fue Academic Visitor.

   Su currículum se completa con su calidad de conferenciante invitado por la Academia Rusa de las Ciencias, miembro de la American Philosophical Association y la Austrian Ludwig Wittgenstein Society.
Ha participado en los últimos Congresos Mundiales de Filosofía.

   Sus obras publicadas son: Religión y Relativismo en Wittgenstein(2001), Ética y Periodismo (2009) y Mundos en paralelo (2012), además de artículos, colaboraciones, ponencias, etc.

   En la actualidad es miembro del Comité Científico de la revista “Scientific Yearbook of the Philosophy and Law Institute” (Academia Rusa de las Ciencias).




Comentarios

  1. Fascinante el tema que suscitas, acerca del complejo debate entre las dos visiones sobre la magia y la religión en Wittgenstein y Frazer, y muy oportuno traerlo este foro. Me ha parecido tan interesante tu exposición que me he lanzado de cabeza las “Lecciones de filosofía de la religión” de Javier Sádaba, que dedica un último y jugoso capítulo a las críticas y mal comprendidas “Observaciones” de Wittgenstein sobre “La rama dorada”. Resumo aquí este capítulo, como complemento a tus excelentes reflexiones. Como tú señalas muy bien, Frazer considera la magia y religión como fenómenos pre-científicos, una fase primitiva o infantil de desarrollo del conocimiento humano, un estadio evolutivo en progreso hacia el verdadero conocimiento, que es el de la ciencia madura. Habría en esa concepción un evidente correlato con la evolución general (tecnológica, económica, política…) que se espera de los pueblos salvajes hasta el nivel del hombre civilizado. Pero Wittgenstein es muy coherente en sus aseveraciones con su filosofía del lenguaje. La magia y religión no son ni verdaderas ni falsas. Nacen de una respuesta emocional del hombre a sus impresiones sobre el mundo. No parten de una teoría o una creencia originaria, como sí lo hace la ciencia, y no progresan en el mismo sentido que ésta, sino que cambian en sus manifestaciones entre unas culturas y otras. Son una respuesta psicológica recurrente a los problemas que encontramos en todas partes del mundo, tanto los hombres civilizados como los “primitivos”, cada uno en su diversidad. Me ha impresionado la intuición antropológica de Wittgenstein cuando dice, sobre los ritos del fuego en Europa: “Lo que más me sorprende, aparte de la semejanza, es la diferencia entre todos estos ritos. Es una diversidad de rostros, con rasgos comunes, la que emerge constantemente por un lado y por otro. A uno le entran deseos de trazar líneas que pongan en contacto las partes que son comunes. Pero entonces quedaría fuera de la vista una parte, aquella precisamente que une esta imagen con nuestros sentimientos y pensamientos. Esa parte es la que da a la investigación su profundidad”. A pesar de nuestras idiosincrasias diferenciales, todos participamos de una humanidad común, de ahí que podamos entendernos a pesar del tiempo y la distancia. Hasta los más desapasionados acometen actos que tienen una significación tan emotiva como esos comportamientos mágicos que consideran tan irracionales en los pueblos atrasados. Se queman banderas o imágenes de los enemigos políticos, o se besa la imagen de la persona amada, y la lógica subyacente en esas acciones es también la expresiva. La magia y la religión son pragmáticas, satisfacen una necesidad emotiva. Ello explica por qué, en nuestro mundo avanzado, tenemos esos frecuentes comportamientos mágicos inconscientes. Ya hablamos de ello en http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/04/antropologia-y-psicologia-en-los.html. Lo que hace Wittgenstein es sugerir que, cuando rechazamos la validez del pensamiento mágico-religioso frente al científico, no estamos enfocando correctamente el problema. Me encanta el resumen que hace Sádaba de su argumentación por el modus tollens. Si entendemos a los primitivos, son imbéciles; pero de hecho no son imbéciles, luego es que no les hemos entendido adecuadamente. Para Wittgenstein, intentar eliminar la magia, reprimir su necesidad y tratar de explicarla desde la perspectiva científica, es desplazar esas necesidades emotivas, simbólicas y rituales, que nos liberan de nuestras preocupaciones más oscuras, a un dominio que no le corresponde.

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  2. Excelente comentario,Encarna,ya que dejas muy claro el análisis que hace Sádaba a de las *Observaciones a La Rama Dorada de Frazer*, que ,por cierto, tradujo él al castellano. Para esta entrada yo también he usado *Lenguaje,Magia y Metafísica * de este autor para contrastar las conclusiones de Joaquín Jareño,y de ogra muy bien lo que él apunta.
    Efectivamente, el análisis de los fuegos de Beltane que hace Wittgestein en las Observaciones...es muy interesante desde el punto de vista antropológico, ya que supone un acercamiento totalmente diferente , una perspectiva novedosa frente a la del antropólogo profesional, quien le imprime -inevitablemente- racionalidad al hecho, mientras que Wittgenstein lo aborda desde las emociones que provoca el hecho -"lo que es el caso"-, siendo esta respuesta más cercana a su esfera del mostrar, mientras el discurso racional y científico sería la esfera del decir, expresable en proposiciones;éste es el suelo profundo de la critica a Fraser, esta confusión de planos.
    Espero que con estre primer acercamiento a Wittvenstein hayamos abonado el camino para seguir tirando del hilo antropológico.

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  3. Fe de errores del comentario dos.
    1....y de obra NO. "Recoges"
    2.Fraser NO. Frazer.
    3.Wittvenstein NO. Wittgenstein.
    ....Hay manos que no están hechas para los instrumentos finos!!!!!!!!!

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  4. Acabo de enlazar tu artículo, Ángeles, en la página "Wittgenstein" de Facebook, página que creó Carlos Salinas y que administramos al alimón. https://www.facebook.com/groups/sobrewittgenstein/?fref=ts

    Con Wittgenstein culmina el error capital de considerar que toda sabiduría es ciencia de hechos (fenómenos) y que toda ciencia ha de acreditarse como lógico-matemática, porque no habría más realidad que la sensible, mensurable o computable. Pero este error también estalla con Wittgenstein, en el que no está dispuesto ya a dejar entre paréntesis la idealidad sin la cual la realidad no resulta propiamente humana. "No me engañes con la realidad" -rezaba Unamuno.

    El error moderno tuvo el efecto perverso de lanzar lo ético, lo estético, lo metafísico y lo místico, al silencio, y con ello al oscuro terreno de lo privado, al resbaladizo de lo arbitrario y hasta al muy peligroso de lo irracional. La metafísica y la ética serían "cuestión de gustos y sentimientos" y, sobre ellos, no habría nada escrito (ya lo quemó Hume con su exagerado principio de relevancia empírica) o no habría nada que escribir... Pero resulta que hay mucho escrito y mucho bueno que aprender de los clásicos. Y lo peor es que si estos saberes racionales, imaginativos, narrativos, emotivos, poéticos... (entre los que se cuenta la buena pedagogía) no se dejan reducir a pura lógica o computación, ni a mero algoritmo, no por ello han de ser irracionales. Esto es, deben ser razonables y estar sujetos a una dialéctica de lo verosímil, lo probable, lo conveniente, lo más justo, lo más armónico, lo más simétrico, lo más igualitario, lo más libre, lo más digno, etc. Estos "juegos del lenguaje" no son ningún invento de Wittgenstein, están expuestos en la tradición humanista occidental, desde los sofistas y Sócrates, pasando por Cicerón y Quintiliano, hasta Gracián o Schopenhauer... Estos saberes merecen restauración.

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  5. Muchas gracias, profesor por el comentario y el enlace al grupo de facebook, donde he entrado y he estado mirando los post que hay en él; me parece una buena iniciativa para difundir el pensamiento de este autor que a mi me parece muy lúcido e interesante. Respecto al contenido de su comentario, sí es cierto que hemos hecho muchos esfuerzos en nuestra cultura por separara las esferas de la razón pura y la práctica, dando un valor superior a la primera, y dejando en ella las connotaciones de objetividad , universalidad y el sesgo de saber valiosos, mientras lo relacionado con emociones y sentimientos quedaba relegado al lado poco valorado de lo subjetivo, lo escondido, y hasta de lo femenino( las almas bellas kantianas, que el entendía poco dotadas para el razonamiento científico y filosófico, pero perfectas para la sensibilidad, la música, la compasión y el mundo emotivo en general).Esta separación en dos ámbitos tiene su expresión más depurada en Kant, con su criterio de demarcación de lo que es ciencia de aquello que no lo es, dejando la metafísica y la ética en el ámbito del obrar, en la ética y el mundo de la libertad humana. Este proyecto, si bien, tiene la lectura negativa de la imposibilidad de considerar a la ética y la metafísica como ciencias,tiene la ventaja de que la la ciencia no puede pretender hacer una critica de ellas desde sus propios presupuestos y metodología. En Wittgenstein hay resonancias de este empeño kantiano de delimitar ámbitos,, y que en Wittgenstein serán las esferas del decir y el mostrar:reconocdmos. las limitaciones de nuestro lenguaje para hablar de emociones, normas, sentido de la vida o existencia de Dios, pero el cami o no está cerrado, sino que simplemente se nos invita a transitar otra senda, senda que Nietzsche nos sugería su fuera el arte.Precisamente la mezcla de ambas esferas es la base de la critica de Wittgenstein a las pretensiones de la antropología de Frazer y el psicoanálisis de Freud, que intentaban meter el mundo emocional dentro del estricto corsé de la racionalidad cientifica occidental decimonónica.
    Pero tiene Vd.mucha razón cuando apela a la vuelta a la sabiduría entendida como saber vivir, al hombre completo que no disocia ambas esferas, cosa que en la cultura oriental nunca se ha perdido, y toda su medicina y filosofía entiende al hombre más allá de nuestros planteamientos dualistas.
    Una vez más, muchas gracias por su atención.

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