EL PROFESOR TORNASOL Y LOS PARADIGMAS DE LA CIENCIA. Pesadillas en el laboratorio (IX).
En nuestro ciclo “Pesadillas en el Laboratorio” venimos
explorando un prototipo de argumento que tuvo su origen en Frankenstein; o el moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley: el del
científico demente que encarna, en sus creaciones, los excesos de la ciencia o
la técnica en el mundo moderno. Como la fórmula de Frankenstein ha tenido una inmensa resonancia, hemos
podido analizar múltiples ejemplos literarios y cinematográficos que exploraron algunas de sus muchas posibilidades, desde El Dr. Jekyll y Mister Hyde de R.L. Stevenson a My Fair Lady (basada en Pigmalión, de George Bernard Shaw),
pasando por el Dr. Moreau y el hombre invisible de H. G. Wells o la película Metrópolis
de Fritz Lang, y todavía tenemos mucho trabajo por delante. En nuestro empeño por estudiar todos los eventuales ecos del modelo creado por la talentosa Mary Shelley, vamos
a acercarnos en esta ocasión a un terreno vecino al literario, el del cómic. El
profesor Tornasol, ese entrañable e indispensable personaje de las aventuras de
Tintín, creado por el genial Hergé (1907-1983), ¿tiene cabida en nuestra galería de "Pesadillas en el laboratorio"? Para empezar el análisis tenemos que recordar
brevemente los parámetros esenciales que delimitan nuestro objeto de estudio.
En primer lugar, un científico demente o chiflado; en segundo término, un
elemento espacial, el laboratorio, donde se desarrollan los experimentos, el
nuevo locus que se reserva a la
ciencia moderna, su distintivo como actividad humana; y, finalmente, una "Criatura" o creación que se escapa de las manos de su inventor, demostrando con
ello los peligros o los aspectos deficientemente desarrollados de la empresa
científica desde la Ilustración. Vamos a proyectar ese esquema trilateral sobre
la figura de Silvestre Tornasol y determinar en qué medida se ajusta a nuestro
modelo de referencia. Un poco en broma abordaremos cuestiones trascendentes como son las distintas concepciones sociales de la ciencia y sus
presupuestos ideológicos de partida. Es un camino realmente interesante que merece la
pena que recorramos desde la perspectiva un tanto inusual que os propongo.
Nace Silvestre Tornasol.
Tornasol no es un personaje temprano en las aventuras de Tintín. El protagonista y Milú aparecen en 1929 con Tintín en el país de los soviets. El Capitán Haddock lo hace en el noveno álbum, publicado en 1941, El cangrejo de las pinzas de oro, y Tornasol se demora todavía unos años más. Las viñetas en las que interviene empezaron a publicarse en marzo de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, mientras Bélgica estaba ocupada por los nazis. El cómic en el que Tornasol hace su entrada, el número decimosegundo de la serie, es El tesoro de Rackham el Rojo (1944), la segunda parte de El secreto del Unicornio (1943). Quizá ese es el momento en el que la creación de Hergé (en la fotografía) empieza a alcanzar toda su redondez. Desde entonces, la presencia de Tornasol fue prácticamente constante en la serie, aunque no siempre con el mismo grado de protagonismo. Tornasol ocupó diversas portadas de los álbumes (cuatro en la edición española), desde Las siete bolas de cristal (1948) hasta el último, Tintín y los pícaros, publicado en 1976.
Tornasol no es un personaje temprano en las aventuras de Tintín. El protagonista y Milú aparecen en 1929 con Tintín en el país de los soviets. El Capitán Haddock lo hace en el noveno álbum, publicado en 1941, El cangrejo de las pinzas de oro, y Tornasol se demora todavía unos años más. Las viñetas en las que interviene empezaron a publicarse en marzo de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, mientras Bélgica estaba ocupada por los nazis. El cómic en el que Tornasol hace su entrada, el número decimosegundo de la serie, es El tesoro de Rackham el Rojo (1944), la segunda parte de El secreto del Unicornio (1943). Quizá ese es el momento en el que la creación de Hergé (en la fotografía) empieza a alcanzar toda su redondez. Desde entonces, la presencia de Tornasol fue prácticamente constante en la serie, aunque no siempre con el mismo grado de protagonismo. Tornasol ocupó diversas portadas de los álbumes (cuatro en la edición española), desde Las siete bolas de cristal (1948) hasta el último, Tintín y los pícaros, publicado en 1976.
Tornasol es un sabio sordo y distraído que aporta un elemento
muy destacable de comicidad a los episodios pero, sobre todo, lo que proporciona
son las invenciones y las informaciones científicas que Tintín necesita para
resolver los casos que le apasionan o para participar en grandes empresas de
investigación. Por la propia concepción del personaje de Tintín como un héroe
del siglo XX, Hergé había intuido la necesidad de una figura científica que respaldase sus aventuras. Así, en las publicaciones anteriores a 1944
encontramos diversos acercamientos a lo que luego sería la función de Tornasol.
En el cuarto álbum, Los cigarros del faraón (1932-1934), aparece un egiptólogo un tanto loco, Filemón Ciclón. Fen Se-Yang es médico investigador en El loto azul (1936). En El cetro de Ottokar (1939) destaca Néstor Halambique, astrónomo, como también lo es Hipólito Calys en La estrella misteriosa (1942). Aunque desfilan otros sabios en los cómics posteriores a 1944 junto a Tornasol, ninguno de ellos tiene su carisma ni sustenta de manera tan adecuada las tramas narrativas. En cualquier caso, como tendremos ocasión de comprobar, el profesor Tornasol no es un personaje inmutable sino que, aunque su idiosincrasia perdura, su aspecto exterior y su función en las historias evoluciona de manera muy significativa.
En el cuarto álbum, Los cigarros del faraón (1932-1934), aparece un egiptólogo un tanto loco, Filemón Ciclón. Fen Se-Yang es médico investigador en El loto azul (1936). En El cetro de Ottokar (1939) destaca Néstor Halambique, astrónomo, como también lo es Hipólito Calys en La estrella misteriosa (1942). Aunque desfilan otros sabios en los cómics posteriores a 1944 junto a Tornasol, ninguno de ellos tiene su carisma ni sustenta de manera tan adecuada las tramas narrativas. En cualquier caso, como tendremos ocasión de comprobar, el profesor Tornasol no es un personaje inmutable sino que, aunque su idiosincrasia perdura, su aspecto exterior y su función en las historias evoluciona de manera muy significativa.
Antes de lanzarnos a esclarecer la razón para esos cambios, es
conveniente investigar los referentes históricos reales que Georges Remi (el deletreo
de sus iniciales, al revés, es Hergé) tomó en consideración para crear al
inolvidable Tornasol. El autor mismo dijo que se había basado en el físico e
inventor suizo Auguste Piccard
(1884-1962). Este, como Tornasol, se elevó a los cielos con el globo estratosférico
y descendió a las simas marinas más profundas con el batiscafo sumergible. De Piccard,
excepto la altura, Hergé tomó muchos elementos y rasgos físicos, como las lentes
redondas, la frente despejada y el pelo alborotado detrás de las orejas, y algo
tan característico de la indumentaria de Tornasol como la camisa de cuello
inglés redondo. John Philip Holland
(1841- 1914), inventor del submarino más utilizado durante la Primera Guerra Mundial,
fue otro de los modelos: como podemos ver en la fotografía, Holland probaba sus
inventos tocado con un bombín, como Tornasol.
Caracterizando a
Tornasol.
Pero el rasgo que resulta más característico (y ridículo) en
la vestimenta de Tornasol es su guardapolvo de color verde oliva, con el bombín
a juego. No es un aspecto en absoluto casual sino que, con ello, Hergé quería presentarnos a un personaje alejado del mundanal ruido, para el que la moda no significa
nada. Con ello apunta a su condición de sabio encerrado en sí mismo, algo en lo
que incide también su cómica sordera, que él se niega tozudamente a reconocer
afirmando que solo es un poco duro de oído.
Como afirman Allamell- Raffin y Gangloff, si las ropas de Tornasol le hacen pertenecer a otra época es porque vive despegado de la proximidad histórica, lo que lo acerca a otro estereotipo social, el del santo. Como diría Barthes, la idea de moda está en las antípodas de la santidad, aunque quizá el pensador francés no estaba muy familiarizado con las glamourosas santas de Zurbarán, vestidas con enorme suntuosidad (http://mujeresparalahistoria.blogspot.com/2015/08/las-santas-de-zurbaran-bellas-y-martires.html). Sin embargo, hay un momento en que vemos a Tornasol vestido de otra forma muy distinta, en los dos cómics de la Luna (1953 y 1954). En ellos aparece ataviado con un favorecedor mono astronáutico y ejerciendo el eficaz liderazgo de un equipo de científicos altamente profesionalizado en la imaginaria Syldavia, al otro lado del Telón de Acero. De esa forma vemos cómo la vestimenta de Tornasol, lo mismo que su sordera, se ajusta a los cambios de su función como científico, como analizaremos en la parte dedicada al laboratorio.
Como afirman Allamell- Raffin y Gangloff, si las ropas de Tornasol le hacen pertenecer a otra época es porque vive despegado de la proximidad histórica, lo que lo acerca a otro estereotipo social, el del santo. Como diría Barthes, la idea de moda está en las antípodas de la santidad, aunque quizá el pensador francés no estaba muy familiarizado con las glamourosas santas de Zurbarán, vestidas con enorme suntuosidad (http://mujeresparalahistoria.blogspot.com/2015/08/las-santas-de-zurbaran-bellas-y-martires.html). Sin embargo, hay un momento en que vemos a Tornasol vestido de otra forma muy distinta, en los dos cómics de la Luna (1953 y 1954). En ellos aparece ataviado con un favorecedor mono astronáutico y ejerciendo el eficaz liderazgo de un equipo de científicos altamente profesionalizado en la imaginaria Syldavia, al otro lado del Telón de Acero. De esa forma vemos cómo la vestimenta de Tornasol, lo mismo que su sordera, se ajusta a los cambios de su función como científico, como analizaremos en la parte dedicada al laboratorio.
Hay también otro rasgo definitorio con el que Hergé refuerza la absoluta inactualidad
de nuestro despistado profesor: su nombre. En la publicación francesa se llama Tryphon
Tournesol. Ese nombre tan estrambótico lo tomó el autor de un ebanista al que conocía, encantado con sus resonancias de tiempos pretéritos. Algo
parecido sucede con la publicación en español, en la que el nombre de pila del personaje es Silvestre,
el cual no resulta demasiado común en estos días. Fue un Papa del siglo IV bajo
cuyo impulso se celebró el trascendental Concilio de Nicea, en el año 325. En
cuanto a la versión inglesa del cómic, respeta esa vocación de anacronismo al
adjudicarle el nombre de Cuthbert Calculus, y también se hace eco de la aliteración de la /t/ en francés (y español) con la repetición de otro fonema oclusivo sordo, la /k/. Con todo ello podemos comprobar
el elaborado trabajo que tienen que realizar los traductores para trasmitir
plenamente el sentido que esconden los más pequeños detalles de una obra,
particularmente cuando existen ironías latentes.
Tornasol, un sabio
distraído, generoso y humanista.
Una vez que hemos repasado el aspecto físico y el vestuario de
Tornasol, es preciso indagar qué clase de científico es. Su sordera, su falta
de glamour o su despiste crónico contribuyen a hacer de él un sabio bondadoso. Es alguien
comprometido plenamente con el bien de la humanidad, hasta el punto de que
lucha denodadamente para que los enemigos de la libertad no saboteen su viaje
lunar o se apoderen del más peligroso de sus inventos, el transmisor de ultrasonidos, dotado de una brutal
potencia destructora. El profesor es también un ser desprendido al que no preocupa el
dinero: ofrece a Tintín un minisubmarino para ayudarle en su investigación y,
en agradecimiento al joven por haberle permitido mejorar el prototipo, le regala el
premio por la venta de la patente al estado. Con ese capital Haddock puede adquirir el castillo de Moulinsart,
sede de sus ancestros.
Tornasol es un
verdadero genio. Su rango de conocimientos científicos es asombrosamente
amplio. Ostenta tres doctorados: en física nuclear, en física teórica y en
astronomía planetaria. Está muy versado en ingeniería, óptica, acústica, biología,
química, oceanografía, botánica… pero no descuida tampoco las humanidades y así
es un experto arqueólogo no menos que un brillante criptógrafo capaz de descifrar arcanos
manuscritos. Y, para demostrar que la ciencia nada debería temer de los territorios
situados fuera de sus fronteras, Tornasol es también un apasionado de la
radiestesia, actividad paranormal que pretende encontrar objetos o
personas desaparecidas o incluso efectuar el diagnóstico de enfermedades.
Excepto en la aventura lunar, que es tan seria y arriesgada, con frecuencia
vemos a Tornasol con el péndulo buscando objetos perdidos. El propio Hergé era
aficionado a las ciencias paralelas. En 1939 el ingeniero belga Victor Mertens de Wilmars (1888-1965),
presidente del círculo de radiestesistas, utilizó un péndulo para localizar el
anillo de boda de nuestro autor. Igualmente, el físico Yves Rocard (1903-1992), del College de France, investigador
atómico, manejaba el péndulo y estaba interesado en el biomagnetismo. Y en Tintín en el Tibet (1960) el protagonista averigua que su amigo Tchang se encuentra en apuros gracias a la telepatía.
Tornasol es también una persona orgullosa y reacciona con
enfado cuando se siente insultado o ridiculizado, aunque también es sensible y soñador.
Es el único personaje entre todos los que pueblan el universo Tintín, tan
masculino, que demuestra interés por el bello sexo. El enamoradizo Tornasol se
prenda de la Castafiore, el “ruiseñor milanés”, y cultiva para dedicárselo un nuevo
espécimen de rosa que bautiza con su nombre, Bianca. También se siente atraído
por Peggy, la esposa del general Alcázar.
Para completar la imagen de este sabio polímata, en su
juventud fue un aventajado deportista: practicó tenis, natación, fútbol,
esgrima, patinaje, boxeo y el savate,
llamado también boxeo francés. Y, para adornar aún más sus inagotables
habilidades, es capaz de conducir el jeep lunar creado por él aunque nunca
antes se hubiese sentado al volante.
No sabemos nada del
entorno familiar de Tornasol salvo que no tenía ninguna hermana (por el cómic Tintín y los pícaros) pero sí podemos
decir que actúa como una figura paternal para Tintín y hasta se gana el afecto del
cascarrabias capitán Haddock. Así que, al estilo del filósofo Tales de Mileto, Tornasol
es un sabio despistado y un poco loco pero genial en sus inventos y con un gran
corazón. Por ello, Tornasol es más completo como ser humano y solo en parte se
parece a Victor Frankenstein. Este era un creador aislado, obsesionado con lograr su
gloria a toda costa, incapaz de superar su egoísmo para pensar en las
necesidades de los que lo rodean, mientras que Tornasol práctica la
ciencia con conciencia.
Encaminémonos ahora hacia el escenario prototípico en que se desarrolla la
ciencia moderna, un espacio aséptico, repleto de artefactos de cálculo y medición en el que el
científico, transmutado en un nuevo dios, trae a la vida especímenes biológicos
(una “Criatura”, como el monstruo de Frankenstein o Eliza Doolittle en Pigmalión- My Fair Lady), o tecnológicos
(un robot, en Metrópolis, 1927, o en Blade Runner, 1982). Por definición, el laboratorio es
un locus con un cierto toque
futurista, lo que advierte que no solo está situado aparte de todo espacio
doméstico o urbano sino también que va más allá en el tiempo. Veamos qué sucede
con Tornasol. Cuando hace acto de presencia por primera vez, no lo descubrimos en su
espacio creador sino que acude a casa de Tintín para ofrecerle el uso de su submarino
monoplaza, capaz de descender a 10.000 metros de profundidad. A pesar de la
firme negativa del héroe, el persistente Tornasol consigue que visiten su
laboratorio, instalado en lo alto de un edificio y que parece más el refugio de
un “manitas”, con la típica panoplia de herramientas de carpintería en la
pared, que una instalación donde producir inventos. Pero lo cierto es que Tornasol
dedica su tiempo allí a fabricar aparatos tan poco prácticos que recuerdan a
algunos del imaginativo surtido que Leonardo da Vinci creó para las cocinas de los
Sforza de Milán o las invenciones de Bricolo, un famoso personaje del
animador Charley Bowers (1889-1946), que sin duda conocería Hergé (https://anthropocinema.blogspot.com/2019/11/charley-bowers-animacion-y-la.html).
Tornasol se enorgullece de su gigantesco aparato para cepillar la ropa, que cuenta con una rueda giratoria de escobas capaz de destrozar la chaqueta y los pantalones de Haddock, lo mismo que su cama armario aplasta a Fernández y Hernández. Y ¿qué decir del minisubmarino con forma de tiburón? Funciona con un motor eléctrico y tiene una autonomía de dos horas de oxígeno pero es otra chapuza. Se rompe antes incluso de intentar probarlo. No obstante, Tornasol no se deja llevar por el desánimo y reformula el aparato hasta convencer a Tintín de su utilidad.
Tornasol se enorgullece de su gigantesco aparato para cepillar la ropa, que cuenta con una rueda giratoria de escobas capaz de destrozar la chaqueta y los pantalones de Haddock, lo mismo que su cama armario aplasta a Fernández y Hernández. Y ¿qué decir del minisubmarino con forma de tiburón? Funciona con un motor eléctrico y tiene una autonomía de dos horas de oxígeno pero es otra chapuza. Se rompe antes incluso de intentar probarlo. No obstante, Tornasol no se deja llevar por el desánimo y reformula el aparato hasta convencer a Tintín de su utilidad.
Tornasol es un personaje que evoluciona al mismo ritmo que lo
hacen sus laboratorios. En Las siete
bolas ya está instalado en un edificio adyacente al castillo de Moulinsart,
que fuera la mansión del caballero Francis de Hadoque, antepasado del Capitán,
quien logra adquirirla gracias a la inmensa generosidad de Tornasol. El lugar
debe su nombre a Sart-Moulin, cerca de Braine- L´Alleud, en Brabante, Bélgica.
Pero no podemos contemplar este nuevo laboratorio hasta El asunto Tornasol (1956). Los lectores acompañamos a Tintín y a Haddock a curiosear en su interior aprovechando que Tornasol se ha marchado a Ginebra para asistir a un congreso de Física nuclear. Por cierto, en la ciudad suiza Tornasol se instala en el histórico Hotel Cornavin, donde tuve el placer de pernoctar hace unos años y en el que me llevé la gratísima sorpresa de descubrir, en su entrada, una figura de Tintín con Milú a tamaño natural, seguramente en recuerdo de este cómic.
Pues bien, el segundo laboratorio de Tornasol es mucho más sofisticado que el pequeño taller inicial. Se encuentra abastecido con básculas, manómetros, condensadores de energía y grandes pantallas. En este "no-lugar" ha fabricado un aparato muy codiciado, la máquina de ultrasonidos.
Pero el colmo de la modernidad en materia de laboratorios lo encontramos en Objetivo: la Luna. Se trata del centro de investigaciones atómicas de Sbrodj, unas instalaciones de alta seguridad en Syldavia, aprovechando la cercanía de un rico yacimiento de uranio. Allí podemos ver unos enormes computadores, como el modelo 604 que lanzó IBM en 1943. En el lugar se han dado cita sabios de diferentes países, especialistas en energía nuclear, con fines humanitarios, como el proyecto lunar en el que luego nos detendremos.
Tornasol ha dado un tremendo salto en su carrera profesional: de pequeño inventor ha pasado a coordinador del equipo de especialistas en astronáutica en un proyecto a gran escala. A él se debe la fabricación del cohete y de todo su utillaje complementario (trajes espaciales, vehículo lunar…). Tornasol no luce aquí su característico gabán verde con bombín sino un ajustado mono de trabajo. Su audición por fin es perfecta gracias, primero, al uso de una trompetilla y, después, de una prótesis auditiva. Solo así es capaz de dirigir a su equipo y llevar a buen término tan difícil operación, siempre amenazada por los espías enemigos.
Pero no podemos contemplar este nuevo laboratorio hasta El asunto Tornasol (1956). Los lectores acompañamos a Tintín y a Haddock a curiosear en su interior aprovechando que Tornasol se ha marchado a Ginebra para asistir a un congreso de Física nuclear. Por cierto, en la ciudad suiza Tornasol se instala en el histórico Hotel Cornavin, donde tuve el placer de pernoctar hace unos años y en el que me llevé la gratísima sorpresa de descubrir, en su entrada, una figura de Tintín con Milú a tamaño natural, seguramente en recuerdo de este cómic.
Pues bien, el segundo laboratorio de Tornasol es mucho más sofisticado que el pequeño taller inicial. Se encuentra abastecido con básculas, manómetros, condensadores de energía y grandes pantallas. En este "no-lugar" ha fabricado un aparato muy codiciado, la máquina de ultrasonidos.
Pero el colmo de la modernidad en materia de laboratorios lo encontramos en Objetivo: la Luna. Se trata del centro de investigaciones atómicas de Sbrodj, unas instalaciones de alta seguridad en Syldavia, aprovechando la cercanía de un rico yacimiento de uranio. Allí podemos ver unos enormes computadores, como el modelo 604 que lanzó IBM en 1943. En el lugar se han dado cita sabios de diferentes países, especialistas en energía nuclear, con fines humanitarios, como el proyecto lunar en el que luego nos detendremos.
Tornasol ha dado un tremendo salto en su carrera profesional: de pequeño inventor ha pasado a coordinador del equipo de especialistas en astronáutica en un proyecto a gran escala. A él se debe la fabricación del cohete y de todo su utillaje complementario (trajes espaciales, vehículo lunar…). Tornasol no luce aquí su característico gabán verde con bombín sino un ajustado mono de trabajo. Su audición por fin es perfecta gracias, primero, al uso de una trompetilla y, después, de una prótesis auditiva. Solo así es capaz de dirigir a su equipo y llevar a buen término tan difícil operación, siempre amenazada por los espías enemigos.
Por tanto, como resumen de este apartado, podemos confirmar
que sí se cumple plenamente el requisito del laboratorio como escenario clave de
la narración.
La Criatura se desmanda.
El tercer rasgo constitutivo del paradigma de las "Pesadillas en el Laboratorio" es la
creación que se escapa del dominio del científico creador. Este aspecto es más fácil
detectarlo cuando se habla de monstruos como el del Dr. Frankenstein, el Doppelgänger o doble perverso del Dr. Jekyll,
una “Criatura” como Eliza Doolittle o la Nueva Mujer prisionera que veíamos en
el estudio sobre El papel pintado
amarillo de Charlotte Perkins Gilman. Y también sucede así con los
humanoides, como María, la robot con alma de metal en Metrópolis o los replicantes en Blade
Runner: Roy Batty, Zhora, Pris, Rachael… Pero ¿podemos encontrar alguna “Criatura” salida de las manos de Tornasol en las aventuras de Tintín? Tal vez lo más cercano sea el submarino en forma de
tiburón, que posee un diseño orgánico.
Pero también es posible ver alguna similitud con la Criatura de Victor Frankenstein en el cohete lunar, saboteado por una potencia enemiga y que está casi permanentemente descontrolado por causas tales como las desviaciones intencionadas de su trayectoria, los accidentes, los cálculos peligrosamente erróneos sobre las reservas de oxígeno necesarias en relación al número real de tripulantes…
Otro parecido con Frankenstein sería que también nos movemos en el terreno de la ciencia-ficción que, no obstante, no tardaría en hacerse realidad en el curso de la carrera espacial entre las dos superpotencias de la época. En efecto, las primeras publicaciones de esta serie se realizaron en 1950, adelantándose ampliamente no solo a la epopeya del Apolo XI, que no alunizó hasta 1969, sino también al pionero viaje al espacio exterior del ruso Yuri Gagarin, en 1961, a bordo del Vostok 1. Es muy meritorio el trabajo de documentación que llevó a cabo Hergé, quien estudió a fondo L´Astronautique de Alexandre Ananoff e incluso encargó una maqueta gigante para visualizar el interior del cohete, el cual se construyó a la escala necesaria para albergar al número de pasajeros previstos de acuerdo con las indicaciones recibidas científico belga Bernard Heuvelmans.
En el cómic la orografía de la luna está meticulosamente descrita, como también los procesos químicos de trasformación del uranio. El autor incluso fue un visionario al ubicar agua en las profundidades de una cueva en la que cae Tintín. Aunque en su momento ello fue criticado como un dato inexacto, en 1994 la sonda Clementine y, en 2009, la sonda LCROSS, confirmaron la idea que le había sugerido Heuvelmans. Es necesario destacar también la tremenda actualidad del tema en la época de su publicación y su alineamiento con los problemas geopolíticos de la Guerra Fría.
Pero también es posible ver alguna similitud con la Criatura de Victor Frankenstein en el cohete lunar, saboteado por una potencia enemiga y que está casi permanentemente descontrolado por causas tales como las desviaciones intencionadas de su trayectoria, los accidentes, los cálculos peligrosamente erróneos sobre las reservas de oxígeno necesarias en relación al número real de tripulantes…
Otro parecido con Frankenstein sería que también nos movemos en el terreno de la ciencia-ficción que, no obstante, no tardaría en hacerse realidad en el curso de la carrera espacial entre las dos superpotencias de la época. En efecto, las primeras publicaciones de esta serie se realizaron en 1950, adelantándose ampliamente no solo a la epopeya del Apolo XI, que no alunizó hasta 1969, sino también al pionero viaje al espacio exterior del ruso Yuri Gagarin, en 1961, a bordo del Vostok 1. Es muy meritorio el trabajo de documentación que llevó a cabo Hergé, quien estudió a fondo L´Astronautique de Alexandre Ananoff e incluso encargó una maqueta gigante para visualizar el interior del cohete, el cual se construyó a la escala necesaria para albergar al número de pasajeros previstos de acuerdo con las indicaciones recibidas científico belga Bernard Heuvelmans.
En el cómic la orografía de la luna está meticulosamente descrita, como también los procesos químicos de trasformación del uranio. El autor incluso fue un visionario al ubicar agua en las profundidades de una cueva en la que cae Tintín. Aunque en su momento ello fue criticado como un dato inexacto, en 1994 la sonda Clementine y, en 2009, la sonda LCROSS, confirmaron la idea que le había sugerido Heuvelmans. Es necesario destacar también la tremenda actualidad del tema en la época de su publicación y su alineamiento con los problemas geopolíticos de la Guerra Fría.
Sin embargo, después de estos títulos Tornasol vuelve a sus
creaciones estrambóticas aunque siempre bienintencionadas y futuristas, como
los patines motorizados en Stock de coque
(1958), la frustrada televisión en color con pantalla gigante en Las joyas de la Castafiore (1963) o la
píldora antialcohol en Tintín y los
pícaros (1976). Así que, en buena medida, también se cumple el tercer
requisito de la creación desmandada.
Vamos a recapitular la información que hemos ido desgranando
en cada apartado para verificar el ajuste de Tornasol a los modelos de
referencia. Pero antes es preciso señalar que hubo otros científicos que coexistieron
con Tornasol, mostrando el tremendo peso que la actividad científica tenía en
esta publicación, sin duda un buen reflejo de su época. En un rápido repaso podemos mencionar
los siguientes:
-En Las siete bolas
y en El templo del sol, el Profesor
Bergamotte, inspirado en el egiptólogo M. Jean Capart, que efectivamente
viajó a Sudamérica en 1936.
-En El asunto Tornasol,
el físico suizo Alfredo Topolino, experto en ultrasonidos.
-En Vuelo 714 a Sydney
(1968), el místico Mik Ezdanitoff, un sabio ruso inspirado en Jacques
Bergier, especialista en fenómenos paranormales.
-En este mismo cómic, el siniestro Dr. Krollspell, alemán, asociado a Rastapopoulos, el archienemigo de Tintín.
Todo ello ofrece un amplio abanico de modelos científicos,
como podemos comprobar en los textos y películas ya estudiados, aunque en
realidad podríamos agruparlos en dos grandes bloques: los científicos locos y/o
malvados, por una parte, y los sabios bondadosos y distraídos, por otra.
Tornasol cae de lleno en esta segunda categoría, mientras que dentro de la
primera encontramos a un científico prometeico y atormentado como Victor Frankenstein,
obsesionado con traer al mundo una nueva raza más perfecta de seres humanos; al
Dr. Jekyll, que inicia su proyecto de investigación para ocultar sus
desviaciones morales y eludir toda responsabilidad por sus crímenes; un médico despiadado que, mediante vivisección, transforma animales en seres humanos de apariencia bestial para explotarlos como esclavos, como el Dr. Moreau; o a un
mago cabalista al estilo medieval como Rotwang, en Metrópolis, que actúa por venganza para aniquilar al rival que le
arrebató a su amada. También encontramos figuras intermedias, como Eldon Tyrell
en Blade Runner. El dueño de la Tyrell
Corporation, a imitación de un dios lejano, es un ingeniero insensible a las
demandas de sus robots casi humanos, mientras que J. F. Sebastian, fabricante
de piezas genéticas, de forma análoga a lo que sucede a los replicantes, sufre el síndrome de
Matusalén, que le hace envejecer de manera acelerada.
No olvidemos tampoco al egocéntrico y asocial Profesor Higgins, un lingüista que no duda en firmar un pacto fáustico para demostrar su superioridad intelectual. Nada hay en Tornasol de ese estereotipo del sabio maldito en cualquiera de sus modalidades, propias del Romanticismo y asociadas a la exaltación de la individualidad y la rebeldía contra la sociedad. Antes al contrario, Tornasol se nos presenta como un benefactor de la humanidad. Quizá no podría haber sido de otro modo porque, aunque Tintín gusta a pequeños y mayores, en su momento estaba pensada como una publicación juvenil con una decidida vocación pedagógica por parte de su autor. Hergé buscó con este y otros modelos de autoridad, como los inefables Hernández y Fernández, crear situaciones de humor e imprimir dinamismo y variedad a las tramas. Pero sin duda concurría también una razón ideológica para apartar a Tornasol de sus antecesores decimonónicos y del primer cuarto del siglo XX. Como resaltan Catherine Allamel-Raffin y Jean-Luc Gangloff, la actividad científica se vio nimbada de prestigio gracias a la censura editorial. En 1949 se promulgó en Francia una ley por la cual las publicaciones destinadas a la juventud no podían ilustrarse con imágenes favorables a los comportamientos delictivos o inmorales. La ciencia también debía verse como una actividad positiva. En las aventuras de Tintín toda eventual crítica sobre los errores o excesos de la ciencia está oculta bajo una sonrisa.
No olvidemos tampoco al egocéntrico y asocial Profesor Higgins, un lingüista que no duda en firmar un pacto fáustico para demostrar su superioridad intelectual. Nada hay en Tornasol de ese estereotipo del sabio maldito en cualquiera de sus modalidades, propias del Romanticismo y asociadas a la exaltación de la individualidad y la rebeldía contra la sociedad. Antes al contrario, Tornasol se nos presenta como un benefactor de la humanidad. Quizá no podría haber sido de otro modo porque, aunque Tintín gusta a pequeños y mayores, en su momento estaba pensada como una publicación juvenil con una decidida vocación pedagógica por parte de su autor. Hergé buscó con este y otros modelos de autoridad, como los inefables Hernández y Fernández, crear situaciones de humor e imprimir dinamismo y variedad a las tramas. Pero sin duda concurría también una razón ideológica para apartar a Tornasol de sus antecesores decimonónicos y del primer cuarto del siglo XX. Como resaltan Catherine Allamel-Raffin y Jean-Luc Gangloff, la actividad científica se vio nimbada de prestigio gracias a la censura editorial. En 1949 se promulgó en Francia una ley por la cual las publicaciones destinadas a la juventud no podían ilustrarse con imágenes favorables a los comportamientos delictivos o inmorales. La ciencia también debía verse como una actividad positiva. En las aventuras de Tintín toda eventual crítica sobre los errores o excesos de la ciencia está oculta bajo una sonrisa.
Por último, existe un elemento más que aleja a Tornasol de
sus predecesores: no ostenta el protagonismo de la historia, el cual
corresponde al arrojado Tintín. Así que solo con bastantes reparos podríamos
incorporar a Tornasol a nuestra galería de científicos de "Pesadillas en el laboratorio". En cualquier caso, el esfuerzo de pensar los límites entre tales figuras nos
ha iluminado con mucha más claridad ese arquetipo cultural tan duradero y
omnipresente en el imaginario colectivo occidental. Para quien desee consultar las restantes entradas de la serie, os indico el enlace de acceso conjunto a las mismas:https://anthropotopia.blogspot.com/p/pesadillas-en-el-laboratorio-ciencia.html
Fuentes consultadas:
-McCarthy, Tom: Tintín y el secreto de la literatura. Ed. El tercer hombre, 2007.
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-McCarthy, Tom: Tintín y el secreto de la literatura. Ed. El tercer hombre, 2007.
-Colección oficial: libros Tornasol, Tintín con escafandra.
-Cómics: El tesoro de Rackham el Rojo; El asunto Tornasol; Objetivo: la Luna; Aterrizaje en la Luna; Las siete bolas de cristal; El templo del sol; Las joyas de la Castafiore; Tintín en el Tíbet;Tintín en el país del oro negro;Stock de coque; Vuelo 714 a Sidney; Tintín y los pícaros; Los cigarros del faraón; El loto azul;El cetro de Ottokar; La estrella misteriosa.
-Le savant dans la bande
dessinée: un personnage contraint. Catherine Allamel- Raffin y Jean-Luc
Gangloff, 2007.
-Tintin et la Physique.
Coralie Feron. 2016-2017.
-Entre sciencie et
science-fiction. Dossier pedagógico de la exposición en el Grand Palais,
2016.
-La science dans la bande
dessinée. Biblioteque publique centrale de la Communauté françaíse (Brabant
wallon). Septiembre 2008.
-Pistes pour traiter La
Course al L´Espace depuis la Seconde Guerre Mondiale à travers Objectif Lune et
On a marche sur la Lune d´Hergé.
-Entrada Profesor Tornasol en el Blog Tintin.com
-Blog enroquedeciencia, tres entradas dedicadas al profesor Tornasol: https://enroquedeciencia.blogspot.com/2011/11/el-profesor-tornasol-y-iii.html
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-Entradas de Wikipedia: Marlinspike Hall; Professor Calculus; Professeur Tournesol; Silvestre Tornasol.
Felicidades por la entrada (yo también conozco a un experto en radiestesia...). ¡Doctor Bacterio ya!
ResponderEliminarMuchas gracias, María. Todo se andará. La verdad es que yo estoy muy ilusionada con las figuras que quedan por sacar, alguna es verdaderamente original. Me parece un tema apasionante. A ver si te animas tú a escribir alguna.
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