TRADICIONES NAVIDEÑAS (I): EL CANTO DE LA SIBILA

Las Sibilas fueron una figura clave en la Antigüedad grecolatina y en la Edad Media. Se las reverenciaba por su capacidad para entrar en contacto con el más allá y vaticinar el futuro. Su imagen está rodeada de mitos y leyendas extraordinarios, que nos hablan de una cosmovisión muy distinta a la nuestra. En un recorrido histórico, veremos cómo la figura de la sibila resurgió en el medievo como una profetisa cristianizada, con un maravilloso canto que tiene lugar en Navidad y que hoy día está siendo recuperado como Patrimonio de la Humanidad.
1. La Sibila en Grecia
Una de las primeras referencias escritas a la Sibila de Delfos la encontramos en Heráclito (544-484 a.C.) pero la figura se remonta a un pasado mucho más remoto. “Sibylla” quiere decir profetisa o mujer sabia, y era el nombre que recibían quienes se dedicaban al oráculo más prestigioso de la antigüedad. Los griegos consideraban a Delfos el “ómphalos”, el ombligo del mundo. En un paraje de  singular belleza, al pie del majestuoso monte Parnaso, el dios Apolo se reunía con las Musas, en un bosquecillo de laurel, su planta emblemática, a cantar, danzar y recitar poesía con su lira. Pero antes de convertirse en esta idílica Arcadia, el lugar fue escenario de un cruento sacrificio que otorgó al dios solar sus poderes de adivinación. En un tiempo remoto esa mágica montaña fue sede del culto  arcaico a la diosa madre minoico-micénica y, después, morada de la diosa Gea (Tierra) y la gran serpiente Pyto, poseedora de la sabiduría. Para apoderarse de ella, en un combate que prefigura el de San Jorge contra el dragón, Apolo mató a la Serpiente, se purificó en la fuente Castalia y enterró las cenizas del mítico animal en un sarcófago bajo el “ómphalos” de piedra, que marcaba el kilómetro cero para los griegos. Sobre él se erigió un santuario excavado en la roca, donde la sibila o “pitia” (de ahí la palabra “pitonisa”) actuaba como intermediaria entre los hombres y el dios.
En el siglo VIII a. C. ya existía en Delfos un templo dedicado a Apolo, en que se llevaban a cabo ritos adivinatorios el día del natalicio del dios.
Por su carácter mistérico, y por los ataques de que fue objeto el oráculo en la era cristiana, conservamos escasa información acerca de la ceremonia. La pitia se sentaba sobre un trípode, asiento de tres patas que representaban el presente, el pasado y el futuro, en un lugar sagrado al fondo del templo, el “ádyton”, al que no tenían acceso los consultantes. Además de masticar hojas de cierta  variedad de laurel, probablemente entraba en trance al respirar gases tóxicos (etileno o metano) emanados de una fractura en el suelo de la cripta. Embriagada o poseída por el espíritu (“pneuma”) de Apolo, la pitia se contorsionaba y profería palabras inconexas que los sacerdotes transformaban en verso, como solución a la pregunta formulada.Los oráculos de la pitia eran célebres por su peligrosa ambigüedad (por eso llamamos “sibilinos” a los mensajes ocultos o misteriosos).
     Durante la égida de Macedonia, el oráculo perdió cierto peso en el mundo griego.Entre los siglos III y II a.C. Delfos recuperó su antiguo esplendor pero en el siglo I a. C., bajo el dominio romano, ya había dejado de ser una institución política clave.
Bien entrada nuestra era, autores cristianos como Orígenes y San Juan Crisóstomo se ensañaron con la figura de la sibila, presentándola como una histérica, intoxicada por  gases de azufre, que de ninguna manera podría hablar en nombre del Dios verdadero. El recinto, antaño impresionante por su riqueza y poderío, sufrió incendios y se llenó de maleza. En plena decadencia, fue clausurado por Teodosio en el siglo III d. C. y fue completamente  aniquilado como emblema del paganismo vencido.
2. La Sibila en Roma
Una maravillosa leyenda cuenta que la Sibila de Cumas se presentó de incógnito ante Tarquino, el último rey etrusco (534-510 a. C.). Por la exorbitante suma de 300 monedas de oro, le ofreció nueve libros con información trascendental para el futuro de su linaje. El soberbio rey se burló de las pretensiones de la anciana que, ofendida, quemó en su presencia tres de los libros y se marchó. En una segunda ocasión, la Sibila le encareció nuevamente sin éxito la compra de los textos, y otros tres fueron quemados, pero esta vez el rey encargó a los sacerdotes que investigaran quién era la insolente vieja. Conocida su identidad, Tarquino no dudó en comprar los tres últimos libros proféticos, incluso al mismo precio exigido inicialmente para la totalidad. Tras ello, se depositaron en el templo de Júpiter en el Capitolio y eran estudiados asiduamente por los sacerdotes decemviri, si bien solo se consultaban para decidir qué hacer bajo circunstancias excepcionales. Así, cuando Aníbal derrotó a las legiones romanas en Cumas, el oráculo ordenó que se enterraran vivos  dos galos y dos griegos bajo el mercado de Roma para aplacar a los dioses, aunque habitualmente se recurría a soluciones menos crueles, como sacrificios animales, erigir un templo o invocar a los dioses foráneos.
En el año 83 a. C. los libros sibilinos desaparecieron en un incendio pero, dada la importancia fundamental que se les atribuía para el destino de Roma, se ordenó reconstruirlos mediante la tradición oral y escrita  conservada en los santuarios de Italia, Grecia y Asia Menor. Augusto, con su programa restaurador de las costumbres romanas tradicionales, puso en marcha un proceso de depuración de los textos sagrados, en el curso del cual se quemaron más de 2.000 rollos. Por aquel entonces su autoridad ya estaba en decadencia pero seguían siendo objeto de consulta. El método interpretativo era verdaderamente curioso: se elegía una línea al azar. Con ella, los sacerdotes componían un acróstico, en el que cada letra de la frase encabezaba un verso. Dentro del poema resultante debía hallarse la respuesta, que se consideraba inspirada por la sibila.
Los libros proféticos se destruyeron en el año 405, en tiempos del emperador Honorio.
3. La Sibila de la Edad Media a nuestros días
En el siglo IV de nuestra era, el escritor cristiano Eusebio de Cesarea interpretó un texto de la Sibila Eritrea, que escondía en acróstico la frase “Jesucristo Hijo y Dios Salvador”, como el vaticinio del retorno triunfante de Cristo. En La ciudad de Dios (426), San Agustín tradujo esos versos del griego al latín, relatando los impresionantes signos que anunciarían  la inminencia del Juicio Final, tal como los había descrito el Apocalipsis de San Juan: el fuego abrasando el cielo y la tierra, pavorosos temblores y eclipses de sol y de luna antes del descenso del Rey Eterno. Según la profecía, en su primera venida al mundo Satanás fue encerrado en las Tinieblas pero, al cabo de mil años, la Bestia conseguiría escapar y plantar batalla a las fuerzas del Bien con ayuda del Anticristo. 

Durante la Alta Edad Media, en medio de una atmósfera de inestabilidad política y de tremenda miseria, esa profecía provocó que una epidemia de histeria colectiva recorriera toda Europa por miedo a la llegada del año 1000, momento en que se liberarían de nuevo las fuerzas del mal para el combate definitivo. En ese contexto milenarista se comprende que tuviera una difusión inusitada una homilía (falsamente atribuida a S. Agustín) que, para testimoniar los rigores del fin del mundo y la vuelta en majestad de Cristo, invocaba a los profetas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Junto a ellos, también desfilaban tres personajes paganos: el poeta romano Virgilio, el rey Nabucodonosor de Babilonia y la Sibila Eritrea. Existe constancia de que ese Sermón se cantaba al comienzo de la misa de Nochebuena en Francia, Italia y España, al menos desde el siglo X. Pronto se fue traduciendo del latín a las diferentes lenguas vernáculas, lo que es índice del gran interés popular que despertaba el espectáculo. Similar al Misteri d´Elx o a un auto sacramental, se representaba dramatizado en muchas iglesias y catedrales. En  Toledo, el papel de la Sibila fue inicialmente encarnado por un clérigo y, desde el siglo XV, por un niño disfrazado de mujer, luciendo una vistosa peluca y acompañado por cuatro monaguillos vestidos como ángeles. En cambio, en los conventos el rol de la profetisa lo desempeñaba una monja, a la que contestaba un coro femenino. Como si se tratara de un proceso judicial, la Sibila era llamada a declarar como testigo de la Verdad que había vislumbrado (“Dic tu, Sibylla”, la interpelaba el arcediano para que pronunciara el vaticinio), y su texto era el más extenso de todos los profetas. En Barcelona, el evento se celebraba no solo en Navidad sino también en Viernes Santo, el momento más dramático de la liturgia cristiana.
El Concilio de Trento en 1568 supuso el fin del Canto de la Sibila, pues el Sermo de Symbolo se excluyó del Breviario unificado para toda la cristiandad. Aún así, la tradición se mantuvo en Toledo hasta fines del siglo XVIII, orillando la prohibición gracias al traslado de la ceremonia al final de la Misa del Gallo.
Una imagen de la representación enla catedral de Valencia en 2012
Una buena noticia para los apasionados de la música medieval y renacentista: el evocador Canto de la Sibila se sigue representando en la noche del 24 al 25 de diciembre en  las iglesias de Mallorca, donde fue reinstaurado  en 1692 a petición de los ciudadanos. El centro de la representación es un niño cantante ataviado con toca y capa morados y enarbolando una espada, elementos que simbolizan la sabiduría y el poder. Por su interés histórico-artístico, el Cant de la Sibil.la mallorquina fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2010. También se representa en Alguer, en Cerdeña, y en algunas poblaciones valencianas. El canto de la Sibila ha vuelto para quedarse definitivamente, y seguramente lo vamos a ver pronto convertido en una verdadera tradición navideña.

En este montaje podéis escuchar el maravilloso canto de la Sibila, interpretado por la portentosa Monserrat Figueras, con imágenes pictóricas de esta original figura oracular:  https://www.youtube.com/watch?v=0096cuW52Rw


Este artículo fue originariamente publicado en el Blog de Filosofía Espíritu y Cuerpo, pero contiene muchos detalles del ritual de consulta en los oráculos de el mundo antiguo que son de interés para la Antropología. Si tenéis interés en acceder a los numerosos comentarios realizados al mismo, podéis consultar el enlace siguiente:

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