APOCALIPSIS NEANDERTAL. Una interesante teoría sobre su extinción.
Recientemente he tenido
ocasión de ver el documental Apocalipsis
Neandertal (2014), una producción canadiense, y me he quedado francamente
impresionada con su contenido. Lo de "apocalipsis" me hizo pensar al
principio que habría una buena dosis de sensacionalismo pero, antes al
contrario, lo que me encontré fue un gran esfuerzo científico para desvirtuar
algunos de los estereotipos tan asentados pero erróneos que lastran nuestra
comprensión de los neandertales. Pongo por escrito los interesantes datos que
aporta el documental para que puedan repasarse y repensarse, así que no
propongo sustituir la visión del reportaje por la lectura de esta entrada sino
solo complementarla. Espero que el tema os interese tanto como a quienes hacemos
Tinieblas en el corazón y que nos
pueda servir de base para futuros acercamientos sobre aspectos mucho más
concretos sobre esta especie humana.
Los últimos neandertales
vivieron en Gibraltar. La Roca está llena de cuevas, es como una auténtica
ciudad troglodita. Se han encontrado restos de carbón quemado de hace 47.000
años. Probablemente las familias se sentarían alrededor del fuego para comer.
El lugar está repleto de huesos de ciervos. Pero tras el final de la última
glaciación el nivel del mar ascendió 30 metros, inundando muchos de los lugares
que habían ocupado durante miles de años cuando la especie ya había
desaparecido del resto de Europa y Asia.
La especie Homo neanderthalensis fue descubierta en
1856 en el valle de Neander, Alemania, y desde entonces fue considerada como el
eslabón perdido, uno de los mitos más recurrentes de la cosmovisión occidental.
La idea se fundamentó en su robustez corporal y marcados rasgos faciales, que los
convertía en sinónimo de brutalidad y primitivismo. Sin embargo, la realidad es
muy distinta. Su cultura era, indudablemente, sofisticada y polifacética. Los
cortes que se han hallado en los huesos de las alas de aves carroñeras
demuestran que, aunque estos animales no formaban parte de su dieta, usaban sus
grandes plumas negras para acicalarse, junto a la pintura corporal y otras
clases de adornos. Con ello hacían llamativos alardes de personalidad.
En una cámara de
aquellas cuevas gibraltareñas se ha encontrado también un grabado en roca, una
cuadrícula datada en 39.000 años cuyo significado exacto se desconoce pero que,
quizá, servía para identificar al clan o para reivindicar el uso del lugar. Cualquiera
sea la explicación, lo que resulta indiscutible es que esos grabados rupestres
demuestran la capacidad de la especie para el pensamiento abstracto y unas aptitudes
cognitivas similares a las de los humanos modernos, con independencia de que no
estuviesen al mismo nivel en el uso del lenguaje.
La historia de las dos
especies comenzó hace 600.000 años, cuando un antepasado común a neandertales y
humanos modernos salió de África rumbo al Próximo Oriente. Esos ancestros
pertenecían a una tercera especie que es conocida con el nombre de Homo heidelbergensis, también debido al
lugar, Heidelberg, en Alemania, en que fueron descubiertos los primeros restos. Pero el nombre de la especie
no nos debe confundir: no es de origen europeo sino africano. Los preneandetales, como también se les conoce, fueron los
primeros en usar el fuego y en cazar con lanzas. Su adaptación al entorno era
buena aunque no con el alto grado de especialización de los neandertales o los
humanos modernos. Estos realizaron la misma salida de África hace unos 80.000
años y se expandieron por todos los continentes pero el encuentro con los
neandertales se produjo, precisamente, en Europa. Allí las condiciones climáticas eran mucho
más duras que las actuales debido a un desplazamiento del eje de la tierra, que
hizo que los casquetes polares se extendiesen por América del Norte y Europa.
Fue en la Edad de Hielo cuando se forjó la especie de los neandertales, que
ocuparon Europa y Asia central. Sus características físicas tan peculiares eran
rasgos adaptativos: para una mejor absorción de la escasa luz solar, contaban
con una piel más clara y también su cabello lacio y grueso dificultaba la pérdida
del calor corporal. Igualmente tenían una estructura física muy sólida que les
facilitaba la supervivencia en un medio inhóspito. Puede decirse así que los
neandertales eran fuertes y sanos. Vivían en clanes estrechamente unidos y se
ocupaban de atender a todos sus miembros. Su vida era corta y, para continuar
existiendo, dependían plenamente del apoyo de los restantes miembros del grupo. Esos rasgos les hicieron prosperar
y llegaron a ser decenas de miles diseminados por Europa, Siberia y Asia central. Tenían un
estilo de vida nómada, siempre en pos de los animales. Como la vegetación
escaseaba, su dieta descansaba más en la caza de bisontes que en la recolección
de raíces, tubérculos o frutas. Mataban a sus presas aproximándose
mucho a ellas cargados con sus pesadas lanzas. Aunque ello representaba un evidente
peligro, estos hábiles cazadores sabían bien qué riesgos podían asumir.
Aprovechaban todo de los animales cazados, los cuales descuartizaban en sus
campamentos usando cuchillos de pedernal de afiladas hojas, y cocinaban los trozos al fuego para ablandar sus partes más duras. También trabajaban la piel para
fabricar cuero con que vestirse. Con todas esas habilidades dominaron su mundo
durante más de 200.000 años hasta que llegó otra especie, el Homo sapiens.
Los humanos modernos también
eran descendientes del Homo heidelbergensis
y surgieron en África hará unos 200.000 años. Miembros de esta especie viajera, hace 80.000
o quizás 60.000 años, marcharon en dirección norte, unos hacia el Cercano
Oriente y Asia, mientras que otros se encaminaron hacia el oeste, el territorio
ocupado por los neandertales. Los humanos modernos utilizaban técnicas distintas
de caza, con lanzas más ligeras que los ponían a resguardo del peligro y que eran
fácilmente transportables. Los humanos modernos habían evolucionado en África
bajo duras condiciones de escasez de agua y eso presionó la selección de grupos
con habilidades para desplazamientos rápidos. A lo largo de cien años se ha pensado
que el encuentro entre neandertales y humanos modernos fue el comienzo del fin
para aquellos, porque solo 10.000 años después ya habían desaparecido de la
mayor parte de Europa. Pero ¿realmente se llegaron a enfrentar como especies
enemigas? En el norte de Irak se encontró una costilla perteneciente a un
esqueleto neandertal en el que se apreciaba una marca causada por un fuerte
golpe con una piedra puntiaguda, afilada y pequeña. Son características propias
de las armas de los humanos modernos en contraposición con la lanza más tosca de los
neandertales, así que es cierto que debieron de existir violentos conflictos entre ellos.
Pero otras muchas evidencias sugieren que no siempre fueron letales esos
encuentros. Los neandertales eran bajos pero muy robustos, tenían un tórax
grande y una fuerte musculatura que los convertía en formidables oponentes para
los bisontes, que pesaban dos toneladas, y tanto más para los delgados Homo sapiens. Aunque de media los
neandertales eran 10- 12 cm más bajos que estos, su masa muscular hacía que su
fuerza fuese un 80-90 por ciento superior, mucho mayor que la de un culturista
actual. Además, sabemos que tenían gran cantidad de andrógenos, que
potencian el desarrollo muscular y la densidad de los huesos pero que, como
ocurre con los esteroides, producen como efecto secundario una fuerte
agresividad, con lo que resultaría muy peligroso penetrar en sus territorios. En
contra de nuestra narcisista tendencia a pesar que el humano moderno era ya
invencible en la Edad de Hielo, tal vez los neandertales ganaron en la pugna por ocupar las protectoras cavernas muchas más
veces de las que imaginamos.
Los neandertales
llevaban ventaja evolutiva, además, por su resistencia al frío extremo. Se ha
realizado un experimento, en un centro de crioterapia de California, sometiendo
a dos personas de complexiones físicas similares a las de una y otra especie a
una temperatura de -110 °C (16 grados menos que la cifra más baja jamás
registrada). Antes de la prueba se midió la temperatura de la piel de ambos
voluntarios, que era prácticamente igual, 35°. Después de tres minutos en la
cámara, el sujeto análogo al neandertal tenía una temperatura superficial de
13º, mientras que era de 10º en el comparable al humano moderno. Pero cuando comprobaron
la temperatura interna mediante termografía, la diferencia fue mucho más
llamativa y la recuperación más rápida para el primero debido a que, a mayor
masa muscular, la vascularización es más intensa y mejora el flujo sanguíneo.
Por tanto, en un clima de frío polar, la mayor ventaja adaptativa correspondería,
sin duda ninguna, a los neandertales.
Otro de los estereotipos
asociados a los neandertales es su escasa inteligencia. Cuando se descubrió la
especie, se supuso que las protuberancias en la frente eran un rasgo simiesco. Sin
embargo, se han realizado proyecciones sobre las huellas craneales de los
neandertales para reproducir las características concretas de su cerebro y la
conclusión es que el área frontal es la misma que en nuestra especie. En el
área prefrontal se residencia el pensamiento crítico, la resolución de
problemas y la creatividad y en ambas especies la forma es muy similar. Las partes
implicadas en la capacidad lingüística y de pensamiento no presentan
diferencias. Pero sí, no obstante, aparece un contraste notable en el moño o
protuberancia occipital. El lóbulo occipital corresponde a la zona involucrada
en el procesamiento de la información visual: el reconocimiento de patrones y
la percepción de la profundidad, unas habilidades muy útiles para los cazadores
a la hora de percibir de manera precisa sus objetivos. Así que los neandertales tenían una visión de campo excepcional, mejor que la de los humanos modernos.
En cualquier caso, lo más
importante es determinar cómo ponía en práctica sus capacidades cerebrales cada
especie para mejorar sus posibilidades de supervivencia. En ese sentido es
trascendental examinar su modo de fabricación de las herramientas. Los
cuchillos de los neandertales pueden parecernos un tanto bastos si los
comparamos con las hojas perfectamente cinceladas que elaboraban los humanos
modernos. Pero lo cierto es que los neandertales tardaban apenas unos minutos
en producir esas herramientas, mientras que sus rivales empleaban varias horas
o incluso un día entero. Quizá la rapidez en la factura neandertal afectara a
la elegancia de la forma pero no a su eficacia, ya que sus cuchillos tenían bordes
muy afilados y resistentes, fruto de una técnica muy elaborada. Eran expertos
en localizar grietas y fisuras en las piedras para obtener, con unos pocos
golpes, filos fácilmente transportables. Podían llegar a extraer hasta 60 lascas
de un mismo núcleo de pedernal. Mucho más afiladas que un cuchillo de metal,
las herramientas de los neandertales cortarían los trozos más gruesos de carne
sin el menor esfuerzo.
Todo lo anterior nos
hace concluir que los neandertales tenían una extraordinaria capacidad para
aprovechar los materiales que les ofrecía su entorno y que, en materia
tecnológica, eran tan capaces como los humanos modernos. Es más, en 1963 se
produjo descubrimiento sensacional, el del primer utensilio marcado con la
huella digital de su usuario. Apareció sobre la madera utilizada para fabricar
una lanza neandertal y quedó impregnada cuando su autor aplicó un pegamento para que la punta
quedase sujeta más sólidamente. Pero lo más llamativo es que los neandertales no
encontraban ese adhesivo en la naturaleza sino que tuvieron que fabricarlo con
corteza de abedul y el proceso era realmente dificultoso: en condiciones de laboratorio
debe calentarse hasta 400° pero, al aire libre, la temperatura tendría que ser
todavía más elevada. Se ha intentado reproducir el proceso imaginando cómo enterrarían
entre cenizas la corteza de abedul aislada dentro de las cáscaras de unos huevos de ganso para
obtener una pequeña pero valiosa cantidad de resina. Esa sofisticación
tecnológica tira por tierra todos los prejuicios acerca de que los neandertales
fuesen una especie atrasada.
Aun así, podemos
plantearnos si su extinción vino determinada por el uso de las pesadas lanzas
que obligaban a un cuerpo a cuerpo con las bestias, mientras que las lanzas
arrojadizas de los humanos modernos serían más ligeras y seguras. Los experimentos
realizados también demuestran que esto es un error más en nuestra comprensión
de la forma de vida de los neandertales. En un laboratorio de balística se ha
verificado que los humanos modernos necesitaba acercarse a sus presas entre 3 y
3,5 metros de promedio pero ese lanzamiento era menos efectivo al
producir una menor penetración de la punta, ya que la fuerza del proyectil se disipaba
con el vuelo e impactaba contra el animal con un 30 por ciento menos de
intensidad que la lanza de mano del neandertal, que producía efectos mortales
en la mayoría de las ocasiones. Así que los neandertales contaban con una
tecnología de caza más eficaz y estaban mucho mejor adaptados al extremo frío
reinante gracias a su evolución in situ.
Hizo falta un largo período para que los humanos modernos se aclimatasen a un
hábitat tan inhóspito.
En definitiva, existe
consenso científico en que los humanos modernos no provocaron directa o indirectamente la extinción de
los neandertales. Pero, entonces, ¿cuál fue la razón de que desapareciesen? Se
ha hablado de sus vínculos sociales más laxos pero en Mettmann, Alemania,
apareció un esqueleto neandertal intacto que demuestra que fue la primera especie
en llevar a cabo enterramientos. Lo hicieron en una fosa, colocando con sumo cuidado el brazo
derecho del fallecido sobre el cuerpo antes de taparlo con barro para
evitar que los carroñeros profanasen los restos. Se han hallado otros
enterramientos de cuerpos alineados, sobre los cuales colocaron grandes piedras
con marcas en su parte superior. Aunque desconocemos el significado de esos enigmáticos
rituales funerarios, es obvio que tal tratamiento de los muertos, per se,
revela que los consideraban dignos de respeto y que albergaban pensamientos
acerca de un más allá.
En un remoto yacimiento en las montañas de los Cárpatos, en Rumania, en 2003 se descubrieron pruebas de la
coexistencia pacífica de las dos especies humanas hace unos 40.000 años. El
paleontólogo Silviu Constantin muestra un cráneo reconstruido de un humano
moderno pero que comparte características neandertales: la cara es alargada y los
dientes más grandes, como en esta especie y, sobre todo, en la parte posterior
aparece el característico moño occipital, esa área del cerebro neandertal más
grande que en los humanos modernos. No aparece, en cambio, el prominente arco
superciliar ni las grandes fosas nasales para calentar el aire gélido. Es una
imagen muy valiosa del mestizaje entre ambas especies, una historia apasionante
cuya pista puede seguirse a través del ADN. Ese es un tema que me gustaría
desarrollar más específicamente en otra entrada. Nos limitaremos aquí a
recordar que el genoma neandertal se secuenció en 2010 y, al compararlo con el de
los humanos modernos, se llegó a la conclusión de que todos los no nacidos en África
tienen un porcentaje de ADN neandertal que va, en promedio, del 1,9 al 2,1 por ciento.
Esta coincidencia no es fruto de que una y otra especie sean descendientes de
un mismo antepasado común, los heidelbergensis, hace 600.000 años, sino de la hibridación mucho más reciente entre ambas especies, una posibilidad que había sido muy discutida hasta ese
momento. El mestizaje se produjo hace unos sesenta mil años y sus descendientes
se expandieron por todas partes del planeta aunque no volvieron a África. Pero hay
más acerca de nuestro genoma neandertal heredado. No importa tanto el
porcentaje en sí sino que las partes de ese genoma que cada uno tenemos son
diferentes. Sumando las porciones esparcidas podemos decir que, como especie, el Homo sapiens ha recibido hasta un 30 por ciento del ADN neandertal. Y ahora viene la pregunta
interesante: ¿qué beneficios e inconvenientes nos reporta esa herencia? Se
trata de genes que afectan al cabello y a la biología de la piel relacionada
con la pigmentación. El gen BNC2 es el que determina la piel blanca y
posiblemente el pelo lacio, favoreciendo uno la absolución de los rayos solares
y el otro colaborando a la conservación del calor corporal. Pero también hemos
heredado de ellos genes perjudiciales para nuestro metabolismo, como los que
intervienen en el procesamiento de las grasas y la obesidad. Los neandertales estaban
preparados para acumular lípidos como un mecanismo muy eficaz para facilitar su
supervivencia en periodos de ayuno, y también fueron muy útiles para los
humanos modernos en aquellos tiempos de precariedad, aunque en la actualidad
ese rasgo lleva camino de convertirse en la epidemia de nuestro tiempo.
Aun contando con esas ventajas evolutivas, hace 40.000 años los neandertales, que serían unos cien
mil, empezaron a desaparecer, lo que no sucedió en igual medida con los humanos modernos, que
ya eran un grupo más numeroso y se habían expandido por todos los continentes
(excepto, tal vez, América). Una interesante teoría que se ha propuesto para
explicar aquel declive demográfico es la explosión de un supervolcán en Italia hace unos 39.000
años. Para investigar esa posibilidad, paleoclimatólogos de la Universidad de Maguncia en Alemania han extraído
muestras de sedimentos de más de cien mil años de antigüedad. Son como un
registro del clima anual escrito en el barro. Como no hay oxígeno en el fondo
del lago volcánico de donde se han obtenido, los sedimentos están inalterados.
Cada metro de sedimento equivale a mil años: las capas oscuras, con restos de
vegetación, corresponden a periodos cálidos y, las claras, carentes de ella, a
periodos fríos. La muestra exhibe los vertiginosos cambios de temperatura que
se produjeron en solo diez años. Los neandertales, que estaban acostumbrados a
vivir en espesos bosques, de pronto tuvieron que enfrentarse a la estepa. Sus territorios
tradicionales de caza se convirtieron súbitamente en un duro permafrost, en un
yermo helado. Eso les obligó a desplazarse cientos de kilómetros lejos de la
protección de sus cuevas, en busca de sustento.
Las habilidades para sobrevivir
en un clima extremo que les habían ayudado durante 200.000 años les permitieron
hacer frente a ese implacable cambio climático pero su población se redujo a no
más de unos veinte mil individuos, repartidos en grupos muy pequeños y
dispersos. Ello dejaba la especie a merced de las devastadoras consecuencias de
cualquier explosión volcánica o incluso de un tsunami, catástrofes que causarían
un enorme impacto sobre poblamientos tan reducidos. Y entonces surge la
cuestión de si pudo ser un volcán en erupción lo que selló el destino de los
neandertales. Para encontrar una respuesta son precisas pruebas más específicas.
La capa de hielo acumulada en Groenlandia es una especie de caja fuerte helada
que conserva información climática sobre miles de años. Los investigadores
acuden a obtener muestras a un lugar de muy difícil acceso, una montaña de hielo
de 3.000 metros de altura. Los gases y sedimentos atrapados en el hielo nos
informan de la temperatura en cada momento, del metano y el CO2 emitidos, del
polvo en suspensión en la atmósfera, de manera que, si se produjo una
gigantesca explosión volcánica, este es el modo idóneo para probar su
existencia. Esos núcleos de hielo de Groenlandia se encuentran depositados en
el Laboratorio Nacional de Denver, Colorado, donde hay almacenados unos 18.000. Como se dice muy expresivamente en el documental, el centro es como una cámara del tesoro, un Fort Knox de la historia climática de nuestro
mundo. Examinando un núcleo que cubre los treinta y nueve mil últimos años, se
localizan ceniza, fragmentos de roca volcánica y compuestos de azufre. Las
bandas oscuras están formadas por el depósito de restos microscópicos. El
procedimiento de estudio consiste en cortar una loncha del núcleo, la cual se
derrite en el laboratorio capa por capa sin mezclarlas entre sí, los residuos
se introducen en la máquina y se miden. El hielo finalmente revela el secreto:
aparecen restos químicos incuestionables de una erupción volcánica hace 39.000
años. Ahora hay que indagar dónde se produjo. La mayor explosión en los últimos
200.000 años tuvo lugar en los Campos Flégreos del sur de Italia, el supervolcán
activo más grande de Europa y que se encuentra cerca de Nápoles. No debe
confundirse con el Vesubio, situado a unos diez kilómetros del lugar, sino que
la caldera de este supervolcán, de trece kilómetros de diámetro, oculta un
fondo sumergido de dimensiones mucho mayores. El agua de la caldera está a unos
100 °C, así que no es extraño que los griegos llamaran al lugar el Averno, la
puerta del infierno, porque los pájaros que se atrevían a pasar por el lugar
caían fulminados por los gases venenosos (“aornos”,
“sin pájaros”). En las colinas cercanas a Nápoles quedan restos de esa antigua
erupción de espantosa potencia, tanta que esparció un enorme volumen de ceniza por
todo el mundo. En Rumanía, a 1.125 kilómetros del lugar, el espesor de la capa
fue de 1,10 metros. A partir de esa medida y la distancia puede calcularse la
potencia de la explosión, que fue devastadora. Las muestras tomadas en
distintos lugares se analizaron en la Universidad de Bayreuth, en Alemania, y toda
la ceniza muestra una misma huella química: ya se recogieran en Rusia o en Libia,
el perfil de los restos es exactamente el mismo. La tremenda nube de cenizas se
expandió por tres continentes, abarcando todo el territorio de los neandertales,
mientras que los humanos modernos tenían una dispersión geográfica mayor.
Antonio Costa, del Observatorio de Nápoles, lleva a cabo una simulación por
ordenador que permite determinar que la explosión duró entre 2 y 4 días. El
volcán se derrumbó, los flujos piroclásticos arrasaron todo en 65 kilómetros
alrededor, con cascadas de gas y rocas a una temperatura superior a 800° y que
se desplazaban con una velocidad que excedió los 800 km/h. Todo en las
inmediaciones quedó enterrado. Pero el efecto no fue únicamente local. Una nube
enorme con forma de seta, compuesta de gas y materiales ardientes, se elevó a la
atmósfera causando que una gruesa capa de cenizas envolviese Europa, Oriente Próximo y Asia
central, bloqueando la luz solar durante semanas y dando lugar a lo que se
conoce como un "invierno volcánico". Los humanos modernos y los
neandertales en las zonas afectadas se enfrentaron a una muerte segura porque
incluso solo medio centímetro de ceniza sobre el suelo destruye toda la
vegetación. La capa de ceniza impidió los procesos clorofílicos, los elevados
niveles de flúor eran letales para la vida… Los ecosistemas tardaron casi cien
años en recuperar su estado anterior y, mientras tanto, las dos especies
quedarían completamente aniquiladas en las zonas más afectadas de Asia y Europa.
Solo sobrevivieron los neandertales asentados en las regiones más alejadas del epicentro, como Gibraltar, donde continuaron viviendo todavía durante 15.000 años sin saber que eran los últimos de su especie. Cada vez serían menos hasta que finalmente desaparecieron de modo total. Pero nos dejaron sus restos y sus habitáculos para que pudiéramos seguir la pista de su modus vivendi. ¿Y qué hay de nuestra especie? Otro supervolcán todavía más peligroso que el italiano, el del parque de Yellowstone, en EE.UU., proyecta su amenazadora sombra sobre nosotros. Pero no vamos a detenernos en ello: me basta con resaltar que el documental es un buen resumen de las características generales de los neandertales, desmontando los múltiples mitos en torno a su supuesta inferioridad con fundamento en pruebas científicas y explicando de manera convincente cómo se pudo producir su extinción. Sin duda no es más que una hipótesis entre otras explicaciones posibles pero merece la pena tenerla en cuenta. Como este resumen no sustituye a la información visual, recomiendo vivamente ver el documental. Lo tenéis en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=2csp_QCw6Ho
Solo sobrevivieron los neandertales asentados en las regiones más alejadas del epicentro, como Gibraltar, donde continuaron viviendo todavía durante 15.000 años sin saber que eran los últimos de su especie. Cada vez serían menos hasta que finalmente desaparecieron de modo total. Pero nos dejaron sus restos y sus habitáculos para que pudiéramos seguir la pista de su modus vivendi. ¿Y qué hay de nuestra especie? Otro supervolcán todavía más peligroso que el italiano, el del parque de Yellowstone, en EE.UU., proyecta su amenazadora sombra sobre nosotros. Pero no vamos a detenernos en ello: me basta con resaltar que el documental es un buen resumen de las características generales de los neandertales, desmontando los múltiples mitos en torno a su supuesta inferioridad con fundamento en pruebas científicas y explicando de manera convincente cómo se pudo producir su extinción. Sin duda no es más que una hipótesis entre otras explicaciones posibles pero merece la pena tenerla en cuenta. Como este resumen no sustituye a la información visual, recomiendo vivamente ver el documental. Lo tenéis en este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=2csp_QCw6Ho
A los que hayáis visto el vídeo seguro que os ha llamado la atención una ausencia manifiesta: la dimensión de género. No se aporta ningún dato diferencial respecto a qué hacían las mujeres neandertales, cuál era su aportación al mantenimiento de la familia y del grupo. Sin duda sería muy importante pero no se nos dice nada al respecto. Quienes contribuimos a este blog y al de Ateneas estamos muy comprometidos con sacar a la luz esas cuestiones y no conformarnos con el genérico masculino. De otra forma, los datos quedan sesgados. Así que en otra próxima ocasión procuraremos colmar esa laguna.
María Lorenzo me formula una pregunta muy pertinente: ¿Cómo es que los homo sapiens sí consiguieron escapar al exterminio por la explosión del supervolcán? Sobrevivieron porque eran más numerosos y estaban más dispersos. Además, se habían expandido por Asia, más lejana al foco de la explosión. y no había neandertales allí con los que mantener viva la especie .
ResponderEliminarMuy completa la hipótesis.Este blog es maravilloso.����
ResponderEliminarPues muchas gracias por leer y por tu elogio a nuestro blog. Ponemos mucho cariño y esfuerzo en el trabajo. Nos gusta compartir.
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