ULISES, ANTROPÓLOGO (I).POLIFEMO: CANIBALISMO, LENGUAJE Y SOCIEDAD.
Esta es la primera de una serie de entradas
bajo la rúbrica "Ulises, antropólogo". El héroe griego se demoró más
de diez años por todo el Mediterráneo, en lugar de volver directamente a Ítaca,
movido por su pasión por conocer otros pueblos y costumbres. Y la terrible
aventura con Polifemo en la Odisea es
el mejor ejemplo de ese afán por interactuar con otras culturas. En esta
ocasión desfilarán ante nosotros diferentes pueblos caníbales, como los cíclopes y los
lestrigones, contrapuestos a otros pacíficos y temerosos como los feacios. Era
la forma que tenía el poeta que conocemos como Homero, en cuyas obras se detecta
un evidente interés etnográfico, de hacernos entender cómo eran en realidad y
cómo se veían a sí mismos los griegos. Y, de paso, descubriremos igualmente
aspectos ocultos de nuestra idiosincrasia que, en definitiva, es el trabajo que
realiza la antropología, poniéndonos delante un espejo, el de otras gentes, en
el que contemplarnos por primera vez como si fuésemos extraños.
Un
lugar fuera del espacio y una época perdida en el tiempo.
Comenzamos recordando brevemente el
contexto de la obra: la guerra de Troya ha finalizado y los griegos regresan a
sus dominios en sus afiladas naves negras. La Odisea narra el retorno de Ulises a Ítaca en un larguísimo periplo
repleto de monstruos, seres extraños y peligrosos, sirenas, hechiceras y diosas
posesivas. En él no falta tampoco la prueba de fuego para un auténtico héroe:
descender al Hades y regresar al mundo de los vivos. Como Hércules u Orfeo,
Ulises es capaz de penetrar en vida al inframundo. Lo que va a practicar allí
es la nekeia, un rito adivinatorio
para que los muertos le ayuden a descubrir el camino de regreso a su patria. Es
un episodio verdaderamente apasionante que abordaremos en otra entrada. Y es
que la Odisea está llena de ritos
pero, entre todos ellos, los más importantes, los que mejor definen la esencia
griega, son los que se refieren a la hospitalidad, como tendremos ocasión de
analizar detalladamente.
Cuando Ulises y sus doce naves salen
de Troya, llegan primero al país de los cícones en Tracia, donde se entregan al
pillaje y al saqueo. Continúan después hacia el cabo Malea, situado al sur del
Peloponeso. Hasta la apertura del Canal de Corinto, en 1893, fue un lugar clave
para las travesías por esa parte del Mediterráneo, aunque resultaba peligroso
por los súbitos cambios atmosféricos. El carácter liminal de su ubicación,
entre el mar Egeo y el Jónico, y el riesgo de fuertes corrientes marinas,
aparecen implícitos en la Odisea
cuando señala el cabo Malea, simbólicamente, como el último lugar en que Ulises
y sus hombres son capaces de dominar los acontecimientos. A partir de ahí se
pierden en un mundo fantástico, un remolino de arriesgadas aventuras en países
situados fuera del tiempo histórico y en los que las reglas de la civilidad
helena, que tan bien conocía el público que escuchaba embelesado a los
rapsodas, resultaban completamente subvertidas. Se trata de escenarios utópicos
y distópicos que siempre, sentando una tradición que luego retomará Platón, se
sitúan en un espacio insular, de aislamiento a la vez físico y simbólico, para
hacernos más verosímiles los contrastes y diferencias culturales. Y es que
nuestro Homero antropólogo se complace, como lo haría un aplicadísimo discípulo
de la escuela estructuralista de Lévi-Strauss, en marcar nítidamente las
distinciones entre lo griego y lo bárbaro por medio de oposiciones binarias. Y,
tal vez, la confrontación más rotunda entre esas categorías culturales la
encontramos en el Canto IX de la Odisea.
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C.W. Eckerberg, Ulises escapando de la cuva de Polifemo, 1812. |
Excurso:
una estructura literaria muy barroca.
Algo que me fascina en la Odisea es que utiliza técnicas narrativas
de una modernidad asombrosa y que no veremos aparecer de nuevo hasta el Quijote cervantino. Por ejemplo, el
engaño del caballo de Troya no se narra al final de la Ilíada, como sería de esperar en un relato lineal de corte tradicional
sino en el Canto VIII de la Odisea.
Lo hace por boca de un aedo que ameniza los banquetes en el palacio de Alcinoo,
rey de los feacios en la isla de Esqueria, a cuyas costas había arribado el
náufrago Ulises. Por tanto, nos encontramos con un canto oral ejecutado dentro
de otro poema oral-la Odisea- que
acaba adoptando la forma escrita. La interpretación del rapsoda feacio se ve
bruscamente interrumpida por los amargos llantos de Ulises, cuando ve
confrontada su fama pública de héroe invencible con las incontables tragedias
que le han afligido desde que comenzó su viaje de retorno, como son la pérdida de
todos sus hombres y la nostalgia de su reino y de su familia. Ha permanecido
alejado de ellos a la fuerza durante tantos años, precisamente, en castigo por
su hybris, el pecado griego por
excelencia. El motivo de esa maldición es lo que Ulises empieza a narrar en
primera persona en el Canto IX. Por tanto, aquí tenemos un original salto del
punto de vista narrativo dentro del poema, que es todo un prodigio de
sofisticación literaria para la época. Aunque se puso por escrito en el siglo VIII
antes de Cristo, fue elaborándose a fuego lento a lo largo de la época micénica
(1500 a 1200 a. C.), a cuyo imaginario heroico responden las épicas aventuras
de la Ilíada y Odisea. Así que estas dos obras son un auténtico viaje en el tiempo
que, además, en el caso de la Odisea,
no se remontan solo 700 años atrás sino muchos milenios antes. Aquella saga de
poetas de Asia Menor que redondearon con tanta perfección las aventuras de los
griegos en Troya y el regreso del más astuto de sus guerreros, consiguieron
engarzar, en sus 27.784 versos en total, un gran número de mitos, leyendas y
cuentos fantásticos mucho más antiguos todavía que debieron de circular desde
el comienzo de la navegación por el Mediterráneo o incluso antes. Se trata de
un nivel más de asombrosa integración narrativa en la Odisea. Ya veremos después hasta qué remotísimo pasado podemos retroceder
gracias a estos viejos relatos engastados en el tejido poético de la Odisea.
Las
aventuras de Ulises y el esquema del cuento maravilloso.
El primer encuentro de Ulises y sus
hombres con otros pueblos de vuelta al hogar se produce en Tracia, cuyo
territorio coincidía grosso modo con la
actual Bulgaria. Atacan y saquean la ciudad de Ísmaro, habitada por los cícones, que eran aliados de Troya y, por
tanto, enemigos de los griegos. Ulises consigue allí un "objeto
mágico" que luego le ayudará en su lucha contra Polifemo: en premio por
respetar a Marón, sacerdote de Apolo, recibe de él, entre otros presentes, doce
ánforas de un dulce vino negro, un elixir tan fuerte que, antes de beberlo,
debía mezclarse con 20 partes de agua y que era irresistible al paladar ( lo habitual era que fuesen tres partes de agua por una de vino). Homero
se nos presenta en este pasaje como un consumado enólogo al elogiar aquel
"vino rojizo con dejos deliciosos de mieles” de aroma seductor (IX, 146).
Además, ese licor era un secreto celosamente guardado por el sacerdote, su
esposa y la intendente de palacio, lo que refuerza el carácter mágico del caldo
con el que el simposiarca Ulises conseguirá emborrachar al incauto Polifemo. Recordemos que,
tanto en el esquema del cuento maravilloso de Vladimir Propp como en el del viaje
del héroe de Joseph Campbell, el protagonista siempre cuenta, al menos, con un
objeto dotado de una potencia sobrenatural, un regalo de los dioses o seres
espirituales que le ayuda a superar obstáculos que, de otro modo, serían
invencibles.
Después del ataque a los cícones y,
tras dejar atrás el cabo Malea, el viento del norte y las fuertes corrientes
arrastran las naves de Ulises durante nueve días hasta llegar al país de los lotófagos, cuyos habitantes comían sabrosas
flores que hacían perder la memoria. Ulises, todavía un héroe prudente en esa
aventura, ata a sus hombres para evitar que corran el riesgo de negarse a
volver a su anhelada patria, y se hacen nuevamente a la mar. Tiempo después
replicará ese gesto, invirtiéndolo, para deleitarse él solo sin temor por los
cantos de sirenas. Pero esto es una historia de sumo interés para la
antropología que abordaremos en otra ocasión.
Al poco de escapar de los lotófagos,
los navegantes encuentran la tierra de los salvajes cíclopes, seres poderosos
pero incivilizados entre los que los griegos correrán graves peligros.
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Polifemo, Guido Reni, 1639-1640 |
¿Una
segunda Edad de Oro?
Homero describe la isla de los
cíclopes de una manera muy ambigua. Por una parte, es una tierra feraz que
produce espontáneamente trigo, cebada y vid, ahorrando a sus moradores el
esfuerzo de cultivarla. Pero sus bosques son espesos y están lleno de cabras
salvajes porque los cíclopes no solo desconocen la agricultura sino también la
caza, no practican la navegación (ni el comercio, con el enriquecedor contacto
con otros pueblos que permite), no tienen ciudades ni saben de política o de normas.
En definitiva, carecen de los más preciados valores de la civilización griega:
"Los cíclopes no tratan en juntas ni saben de normas de justicia; las
cumbres habitan de excelsas montañas, de sus cuevas haciendo mansión; cada cual
da la ley a su esposa y sus hijos sin más y no piensa en los otros" (IX,
143). Ulises, que está describiendo la isla ante su atento auditorio en el
palacio de Alcínoo, se muestra un claro precursor del esforzado capitalismo
protestante de Robinson Crusoe al imaginar los pingües beneficios que podrían
obtenerse de los recursos naturales de aquella tierra desaprovechada: "Tales hombres bien pudieran tener
floreciente la isla: su suelo no es mezquino en verdad; rendiría de todos los
frutos porque tiene sus húmedos prados de hierba suaves junto al mar espumoso;
perennes las vides serían sobre él, las labores ligeras, espesas las mieses y
de buena sazón, porque es mucho el mantillo en la tierra. Tiene un puerto,
asimismo, con buen fondeadero; ni el cable necesitase en él ni los sachos ni amarras
(…) En el fondo del puerto deslízase limpia el agua manantial de una gruta" (…).
(IX, 144)
Pero además de recordar al industrioso
Robinson, parece que lo que evoca esta cita son los viajes de exploración de
los griegos en busca de nuevos asentamientos en el Mediterráneo, experiencia
expansiva que comenzó en el siglo VIII a.C. y que muestra el sempiterno
argumento colonialista detrás de ese estudio de campo en la tierra de los
cíclopes: la infraexplotación de los recursos por parte de los nativos justifica
su apropiación por pueblos que se arrogan ese derecho al considerarse más
avanzados. Es un esquema ideológico casi universal al que recurrirían, solo o
adornado con argumentos adicionales, españoles, franceses o ingleses, sobre
todo estos últimos, que no en balde se consideraron descendientes del espíritu
ilustrado de los antiguos griegos.
Los cíclopes, como en su día los
nativos de América, África o Asia, viven fuera de la historia, ajenos a la
técnica y a la flecha del progreso. Su existencia recuerda la descripción de Hesíodo
en Los trabajos y los días: en la
Edad de Oro la tierra producía sus frutos sin necesidad de trabajarla. Pero,
cuando llega Ulises, ya se había acabado la era olímpica de comunidad entre dioses,
hombres y animales, cuando no existía el dolor y la muerte no era más que un
sueño plácido antes de vivir por toda la eternidad en los Campos Elíseos. En la
isla de los cíclopes habita la injusticia, la falta de solidaridad y la
violencia y en ningún lugar más que en la cueva del cruel Polifemo.
“Kyk-lops” quiere decir en griego
"ojo redondo". Aunque Homero no se detiene a describir este rasgo, el
hecho de que Ulises y sus hombres cieguen a Polifemo clavándole un tronco en su
único ojo muestra que esa era una de sus principales características físicas. Los
habitantes de la isla eran, también, gigantescos: por eso fueron capaces de construir
las murallas ciclópeas de Micenas, Tirinto, Argos o Pilos, las grandes ciudades
de los aqueos.
Hesíodo nos dice que los cíclopes,
hábiles constructores y herreros, eran hijos de Urano y Gea y hermanos de los Titanes.
Para que le ayudasen en su lucha contra estos, Zeus liberó a tres cíclopes del
Tártaro en que estaban prisioneros y, en agradecimiento, forjaron para él su
arma más poderosa, el rayo. Los hermanos de Zeus le dieron las otras dos: Hades,
el casco de invisibilidad y Poseidón, el tridente.
Polifemo era hijo del dios del mar y
de la ninfa Toosa. Y de casta le viene al galgo: su abuela era Ceto, una
espantosa figura marina que se unió a Forcis, dios del océano también conocido
como el Viejo Hombre del Mar. De ellos nacería tanto la montaraz ninfa Toosa,
deidad de las corrientes marinas, como la saga de monstruos más temibles de la
mitología griega, tíos y primos de Polifemo: las Grayas, tres ancianas hermanas conocedoras del futuro que
compartían un solo ojo y un solo diente; las tres Gorgonas, entre ellas la Medusa de mirada petrificante; el gigante Gerión, que tenía tres cuerpos y tres
cabezas y al que Hércules arrebató sus rebaños en uno de sus esforzados
trabajos; la ninfa Equidna de cuerpo
de serpiente, madre del Can Cerbero guardián
del inframundo, y de Quimera, un
híbrido con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente. A su
descendencia pertenecía también la enigmática y mortal Esfinge. Toda una monstruosa parentela, la más terrorífica del
imaginario colectivo griego, a la que no se refiere Homero porque la da por sabida
entre sus oyentes, lo que le permite centrarse en los aspectos socioculturales
de la vida del cíclope: por definición, no es el zoon politikon de Aristóteles sino que ejemplifica la
contraposición binaria entre naturaleza y civilización. Y, entre todos los
cíclopes, el caso más radical es el de Polifemo. Si los demás cuentan, al
menos, con una rudimentaria vida social en el seno de reducidos núcleos
familiares, el gigante de voz atronadora vive solo, completamente aislado de
sus congéneres y con la simple compañía de sus rebaños. No obstante, aunque es
un ser astuto y malvado que no teme a los dioses, el retrato que de él realiza
Homero dista de ser maniqueo. No encontramos en él tonos blancos contrapuestos
a negros puros, el bien contra el mal, Ulises
vs. Polifemo, sino una gama de grises muy sutiles en ambos personajes, lo que
dota a la historia de una imperecedera modernidad. Ciertamente Polifemo es un
caníbal despiadado y se burla sacrílegamente de lo más esencial para los
griegos, la hospitalidad, la institución que les permitió viajar y expandirse
por toda la cuenca del Mediterráneo. Pero también cuida con esmero de sus
animales, realiza ordenadamente todas las faenas relacionadas con el pastoreo
y, después de que Ulises lo ciegue para conseguir liberarse, vemos a Polifemo
dialogar con enorme cariño y hasta amistad con el morueco, el mejor carneros de
sus rebaños, al que se ha aferrado Ulises para salir de la cueva sin que pueda
detenerlo Polifemo. El monstruo cegado cree que su querida mascota sale la última
no debido al peso que arrastra sino porque se conduele de la tragedia de su
dueño. Homero evoca con ello la idea de una segunda Edad de Oro en la que todavía
sería posible una comunicación emocional con los animales.
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Ulysses deriding Polyphemus, W. Turner, 1829. |
Xeineia: la hospitalidad griega.
Entre las numerosas oposiciones
binarias que Homero hace pivotar en torno a Polifemo (naturaleza-civilización, bárbaro-griego,
pastoreo-agricultura, impiedad-religiosidad, crudo-cocinado…), quizá la más
destacable es la que lo contrapone a los pacíficos feacios. Así sucede incluso
aunque el poeta se cuide de indicar que, por culpa de un mal presagio (que todavía
no saben que se refiere a Ulises), este pueblo desconfía de todo extranjero. Los feacios no conocen la
guerra, son inmortales y viven eternamente jóvenes, sus barcos navegan solos sin
necesidad de pilotos y, además, nadan en la abundancia, elementos que respaldan
el carácter igualmente mítico de la isla de Esqueria, gobernada por el rey Alcínoo.
En el Canto VI, la bella princesa Nausícaa descubre a Ulises en la playa desnudo
y cubierto de algas. Impresionada por su apostura, su elocuencia y su triste
situación, le ofrece alimentos y vestido y le aconseja que entre en la ciudad
de noche, se postre a los pies de su madre, la reina Areta, y le suplique su
hospitalidad.
En el palacio lo agasajan espléndidamente: lo sientan en el trono, se asea con agua vertida de una jarra de oro y le sirven vino y manjares exquisitos. Al terminar la cena, la reina le pregunta quién es y a qué pueblo y país pertenece. Esa pregunta tripartita es muy relevante ya que, mientras nosotros tenemos una visión individualista del ser, los griegos definían su identidad en un contexto social más amplio. Así pues, para ellos no bastaba decir el nombre sino que era preciso ubicarse en una familia y en un pueblo o país. Pero Ulises se muestra inicialmente desconfiado y se limita a decir que la ninfa Calipso lo tuvo secuestrado en la isla Ogigia durante siete años y que no anhela más que volver con los suyos. Los feacios preparan lo necesario para su viaje y organizan sendos banquetes de despedida. Durante la comida, Demódoco, un cantor ciego, narra la disputa entre Aquiles y Ulises, y este llora amargamente al contrastar su fama pública de personaje legendario con su mísera condición actual de suplicante en una tierra extraña. Pero las suyas no son lágrimas de debilidad: Ulises demuestra a los feacios, más dados a la danza que a los deportes, su destreza en la lucha. Los jefes y la reina le preparan sus regalos, el llamado don de la hospitalidad (xeinion): preciosas túnicas y mantos, talentos de oro, copas, espadas...Nuevamente en la cena el rapsoda canta las aventuras de Ulises, esta vez el episodio del caballo de Troya y el héroe no es ya capaz de contener las lágrimas. Alcínoo le pide que revele quién es en realidad:
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Jean Veber, Ulises y Nausicaa, 1888. |
En el palacio lo agasajan espléndidamente: lo sientan en el trono, se asea con agua vertida de una jarra de oro y le sirven vino y manjares exquisitos. Al terminar la cena, la reina le pregunta quién es y a qué pueblo y país pertenece. Esa pregunta tripartita es muy relevante ya que, mientras nosotros tenemos una visión individualista del ser, los griegos definían su identidad en un contexto social más amplio. Así pues, para ellos no bastaba decir el nombre sino que era preciso ubicarse en una familia y en un pueblo o país. Pero Ulises se muestra inicialmente desconfiado y se limita a decir que la ninfa Calipso lo tuvo secuestrado en la isla Ogigia durante siete años y que no anhela más que volver con los suyos. Los feacios preparan lo necesario para su viaje y organizan sendos banquetes de despedida. Durante la comida, Demódoco, un cantor ciego, narra la disputa entre Aquiles y Ulises, y este llora amargamente al contrastar su fama pública de personaje legendario con su mísera condición actual de suplicante en una tierra extraña. Pero las suyas no son lágrimas de debilidad: Ulises demuestra a los feacios, más dados a la danza que a los deportes, su destreza en la lucha. Los jefes y la reina le preparan sus regalos, el llamado don de la hospitalidad (xeinion): preciosas túnicas y mantos, talentos de oro, copas, espadas...Nuevamente en la cena el rapsoda canta las aventuras de Ulises, esta vez el episodio del caballo de Troya y el héroe no es ya capaz de contener las lágrimas. Alcínoo le pide que revele quién es en realidad:
Preparado el viaje está ya del honrado
extranjero y los dones preciosos que en muestra de amor le ofrecimos:
suplicantes y huéspedes son a manera de hermanos para todo varón no insensato
del todo. Tú, huésped, no me ocultes con trazas astutas aquello que quiero de
tu boca saber, que a ti cumple también declararlo. Habla y di cómo allá te llamaban
tu padre y tu madre, tus vecinos y aquellos que habitan los pueblos cercanos. En
verdad no hay mortal que carezca de nombre, ya sea miserable, ya egregio, una
vez que nació, pues a todos se lo ponen sus padres después de engendrarlos. Y
dime cuáles son tu país, tu ciudad y tu raza, que puedan conducirte hasta allí
rumbeando en su mente las naves. (VIII, 138)
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Escena pompeyana con Polifemo y Galatea |
Ritos
de hospitalidad y deberes sacros.
En ese relato encontramos perfectamente
definidas las reglas de la hospitalidad, un deber sagrado impuesto por el padre
de todos los dioses, Zeus Xenos (Hospital).
Los griegos creían que cualquier extranjero podía ser un dios disfrazado poniendo
a prueba a los mortales, así que convenía, y mucho, acogerlo por temor al
castigo y para granjearse una recompensa. En la mitología griega la theoxenia es un tema muy habitual. Sin
embargo, esa hospitalidad no era espontánea sino un fenómeno altamente ritualizado
porque lo ajeno era visto como peligroso y debían seguirse unos comportamientos
reglados para precaver el riesgo y facilitar su tránsito desde el exterior al
interior de la comunidad.
Tal como hemos visto, el ritual
consistía en dar la bienvenida al forastero, asearlo, ofrecerle alimento y bebida
sentándolo en el mejor asiento, no indagar su identidad hasta que no estuviese
saciado (lo que significa que, incluso, debían acoger amistosamente al enemigo)
y entregarle un regalo al partir. El ceremonial estaba sujeto a una estricta
reciprocidad que imponía al huésped obligaciones correlativas: respetar a su
anfitrión, no representar una carga excesiva para el mismo, no demorar su
partida y corresponder con otro don, que por parte de ambos podía ser material
o inmaterial (protección o favores).
Todo ello sigue formando parte de nuestra tradición cultural, un legado que ha permanecido
prácticamente inalterable a lo largo de los siglos. Pero, para entender la
mentalidad griega, debemos multiplicar por mil nuestras ideas sobre la atención
debida al huésped porque, para nosotros, esas obligaciones han perdido toda
connotación religiosa y gran parte de su significado social. Tan centrales son
los requisitos de la hospitalidad en las sagas homéricas que, de hecho, la
guerra de Troya se desencadenó por su infracción por parte del príncipe Paris,
motivando la alianza de los reyes griegos más para vengar la ofensa a Zeus que
contra Menelao, rey de Esparta y esposo de la bella fugitiva. Y el viaje de
Ulises finaliza con el severo castigo a los 108 pretendientes que habían dilapidado
su hacienda y acosado a su esposa Penélope, y a las infieles criadas que habían
secundado sus intolerables abusos contra la hospitalidad de su palacio.
Como pone de relieve Marcello
Castiglione, magistrado genovés y estudioso de la antropología, en un estupendo
artículo (“Significato del cibo nei rituali di ospitalità”), la tensión que
provoca un extranjero entre identidad y diversidad impone a la vez cautela y
respeto, lo que obliga a desarrollar ritos defensivos, apotropaicos,
purificadores y de agregación. De ahí la ambigüedad en el trato al extraño que,
por una parte, ahonda la distancia existente y, al mismo tiempo, tiende a
reducirla mediante su integración. El momento culminante del proceso es la
comensalidad, la unión material y espiritual, mística y religiosa con el
huésped, que incluso comporta un contacto físico para anular, con un gesto al
que se atribuye un poder mágico, las diferencias preexistentes: un beso,
estrechar la mano, intercambiar las armas u otros dones. Una vez integrado, el
extranjero puede quitarse la máscara e identificarse como quien realmente es, tal
como finalmente hace Ulises ante los feacios: "Soy Ulises Laértida, famoso
entre todas las gentes por mis muchos ardides; mi gloria ha subido hasta al
cielo. Mi mansión está en Ítaca insigne en el mar” (IX, 140).
No obstante, el rito de integración
puede llevarse a veces hasta el extremo más absoluto, como en el ejemplo que
ofrece Castiglione: entre los tupinamba, en la costa atlántica de Brasil, tenían
la costumbre de acoger a los prisioneros extranjeros como miembros de la
comunidad, mediante actos de adopción con los que transformaban su modo de
vestir, su habla y su alimentación, hasta llegar a la fase de la comensalidad,
en la que los prisioneros acababan siendo comidos por sus anfitriones. Este es un
comportamiento que, desde el punto de vista simbólico, no cabe duda de que expresa
la asimilación más plena posible. ¿Podría ser ese, se pregunta el autor, el
motivo de que Polifemo devore a los hombres de Ulises? La respuesta ha de ser
forzosamente negativa porque el canibalismo de los tupinamba es cultural y social,
mientras que Polifemo actúa él solo, con una agresividad instintiva, perversa y
cobarde al escuchar de Ulises que sus restantes hombres han muerto en un
naufragio, mentira con la que el Laértida intenta guardarse un as en la manga.
Y es que Polifemo es el más asocial de los cíclopes, un caso extremo entre esa
especie de natural tan poco amistoso: "Era dueño del antro un varón
monstruoso; pacía sus ganados aparte, sin trato con otros cíclopes, y guardaba
en su gran soledad una mente perversa. Aquel monstruo causaba estupor, porque
no parecía ser humano que vive de pan, sino pico selvoso que se eleva señero y
domina a las otras montañas"(IX, 146).
La perversa hospitalidad de Polifemo.
Veamos cuán distinto es
el comportamiento de Polifemo con los extranjeros en el Canto IX en comparación
con los feacios. Las naves de Ulises fondean en la isla Laquea en que viven los
cíclopes. En tierra firme los griegos se dedican a cazar cabras, que riegan con
el dulce vino de los cícones. Pero nuestro antropólogo de la Grecia arcaica, a
toda costa, desea saber cómo son aquellas gentes y se dirige a la costa vecina
"a explorar de esos hombres la tierra y a ver quiénes sean, si se muestran
salvajes, crueles, sin ley ni justicia o reciben al huésped y sienten temor de
los dioses"( IX, 145). Allí desembarca con doce de sus mejores hombres y
encuentran una cueva grande y alta. El dueño está ausente y aprovechan para
registrarlo todo, encontrando crías de ovejas y cabras bien distribuidas por
edades en los rediles, así como quesos que Ulises y sus compañeros comen
mientras esperan la vuelta del propietario del antro. Pero cuando el gigante llega,
sella la entrada de la vivienda con una enorme piedra.
Después, el industrioso Polifemo se dedica a ordeñar sus rebaños, apartando la mitad de la leche para fabricar queso y la otra para su consumo. Cuando finalmente descubre a los forasteros, les pregunta quiénes son. Ulises le explica que pertenecen a las huestes de Agamenón y que regresan de la guerra de Troya:
Después, el industrioso Polifemo se dedica a ordeñar sus rebaños, apartando la mitad de la leche para fabricar queso y la otra para su consumo. Cuando finalmente descubre a los forasteros, les pregunta quiénes son. Ulises le explica que pertenecen a las huestes de Agamenón y que regresan de la guerra de Troya:
‘A tus plantas venimos ahora esperando nos des la señal de
hospedaje o nos hagas de lo tuyo otro don según es entre huéspedes ley. Ten
respeto, señor, a los dioses. En ruego venimos: al que en súplica llega y al
huésped, amparo y venganza presta Zeus Hospital; él conduce al honrado
extranjero’.
Dije así y él sin más contestóme con ánimo impío:
‘Eres necio, extranjero, o viniste de lejos, pues quieres que yo
tema o esquive a los dioses. En nada se cuidan los cíclopes de Zeus que embraza
la égida, en nada de los dioses felices, pues somos mucho más fuertes; por
rehuir el enojo de aquél no haré yo gracia alguna ni a tus hombres ni a ti
cuando no me lo imponga mi gusto. (IX, 148)
Después el artero
Polifemo indagó si había más de sus hombres aguardando en otro lugar y, tras el
estratégico engaño de Ulises, que asevera que habían muerto en naufragio, de un
salto machacó a dos de los presentes, los cortó en pedazos y, como si fuese un
león, los devoró crudos sin dejar huesos
ni vísceras, acompañados con leche.
Ulises meditó la
inconveniencia de matarlo con su cuchillo mientras dormía porque entonces no serían
capaces de escapar de su encierro. A la mañana siguiente el monstruo, de manera
muy diligente y ordenada, se ocupó de sus animales para después desayunar otros
dos prisioneros y marcharse dejando al resto encerrados. Fue entonces cuando
Ulises maquinó cómo escapar, trabajando un tronco para cegar al cíclope en
cuanto le venciera el sueño. Al caer la noche volvió Polifemo con su rebaño,
atendió cumplidamente sus necesidades y, después, se sirvió otros dos humanos
de cena. Entonces el hábil Ulises le ofreció, como don de hospedaje, el negro
licor puro cuyo sabor entusiasmó al implacable caníbal, que no estaba acostumbrado
a un vino tan denso sino al mosto suave de las vides que crecían naturalmente
en el lugar: "Cogiólo y bebió con deleite salvaje todo el dulce licor y
pidióme sin pausa otro cuenco:
‘Dame más, no escatimes, y sepa yo al punto tu nombre; te he de hacer un regalo de huésped que habrá de alegrarte; nuestro fértil terruño también a nosotros da un mosto de racimos egregios que nutre la lluvia de Zeus; pero esto es efluvio de néctar y flor de ambrosía’. (IX, 151)
‘Dame más, no escatimes, y sepa yo al punto tu nombre; te he de hacer un regalo de huésped que habrá de alegrarte; nuestro fértil terruño también a nosotros da un mosto de racimos egregios que nutre la lluvia de Zeus; pero esto es efluvio de néctar y flor de ambrosía’. (IX, 151)
Vemos así cómo Polifemo
invierte totalmente las reglas de la hospitalidad y la razón para ello es que no tiene ningún temor de Zeus, que era el
presupuesto religioso que fundamentaba su observancia. El cíclope no alimenta a sus huéspedes sino que se los come; no pregunta a Ulises quién es con los corteses circunloquios de los feacios sino de manera ruda y directa; y
solo se interesa por su nombre, sin indagar su lugar de procedencia y su
parentela, es decir, su identidad social. El beodo Polifemo solo quiere saber cómo
se llama su copero para divertirse a su costa con un chiste macabro, para hacerle más
dura su crueldad pues el jefe de los griegos deberá contemplar cómo mueren todos
sus hombres antes que él por culpa de su inoportuna curiosidad antropológica.
Pero Ulises le toma la delantera y, con trampa pero adecuadamente, le dice cómo le llaman su familia y sus amigos, es decir, cómo se le conocía en
sociedad: ‘Preguntaste, cíclope, cuál era mi nombre glorioso y a decírtelo voy,
tú dame el regalo ofrecido: ese nombre es Ninguno [Outis]. Ninguno mi padre y mi madre me llamaron de siempre y
también mis amigos’. Tal dije y con alma cruel al momento me dio la respuesta:
‘A Ninguno me lo he de comer el postrero de todos, a los otros primero; hete
ahí mi regalo de huésped’. (IX, 151)
“Mi nombre es Nadie”: las sutilezas del lenguaje. La importancia del nombre.
Es curioso, por
contradictorio, el caso de Polifemo: práctica a la perfección el pastoreo y
Homero se cuida de insistir en ello pero los griegos consideraban esta
actividad productiva muy inferior a la agricultura en la que se basaba su
economía: el trigo, la vid y el aceite. Por otro lado, el cíclope es un monstruo
solitario, carece de refinamientos ya que toma el vino puro pero no vive como un animal: un detalle en el que no se han detenido demasiado los exegetas es que no duerme en el suelo rocoso sino en una cama construida con recios mimbres. No desconoce ciertos rudimentos técnicos, ya que fabrica cerámica y cestillos
y domina el fuego aunque no cocina, y sabe lo suficiente de sus visitantes como
para concebir el mundo del que proceden: conoce qué son los barcos y para qué
sirven y también habla griego aceptablemente, si bien no con el nivel de
competencia lingüística de Ulises. Y es
que carece de la sutileza necesaria para comprender la broma más célebre
de la historia de la literatura, el juego de nombre y pronombre con el que consigue
enredarlo el príncipe de las argucias. Ulises, cuya principal característica es
la metis, el ingenio, le dice que es outis, “ninguno” o “nadie”. La lengua es
un marcador cultural que diferencia netamente a los griegos de los bárbaros o los
salvajes como los cíclopes. Estos también usan el griego entre sí pero de
manera igualmente imperfecta, sin un dominio suficiente para explicar con
claridad los problemas que les aquejan. Así, cuando Ulises le clava la estaca
en el ojo, Polifemo lanza terribles alaridos y los cíclopes que habitan en las
cuevas de las inmediaciones indagan qué mal le aflige para despertarlos con sus
gritos. Polifemo responde: ‘Ninguno me mata por dolo’, con lo que los cíclopes
lo toman por loco: ‘Pues si nadie te fuerza en verdad, siendo tú como eres,
imposible es rehuir la dolencia que manda el gran Zeus, pero invoca en tu ayuda
al señor Poseidón, nuestro padre’ (IX, 153). Se entiende esa respuesta resignada
de los cíclopes, que no hacen nada por auxiliar al doliente Polifemo, porque
los griegos creían que, si Zeus enviaba a alguien la locura, el caso ya no tenía remedio.
![]() |
Odiseo y Polifemo, Arnold Bocklin. |
Gracias al engañoso nombre Ulises y sus compañeros consiguen escapar de la cueva
confundidos entre los corderos. Pero Ulises no se conforma con cegar al caníbal
sino que quiere que este se entere de quién le ha causado tal desgracia.
Desatendiendo los insistentes consejos de sus compañeros, se empeña en revelar
el engaño para demostrar cuán superior es a la bestia, hacerle saber que él no
es un Don Nadie sin linaje, fama ni posesiones:
‘¡Oh, cíclope! En verdad no era un débil aquel cuyos hombres
devoraste en la cóncava gruta con fiera violencia; sin remedio tenías a tu vez
que sufrir un maltrato, pues osaste, maldito, comerte a tus huéspedes dentro de
tu casa. Ya Zeus se ha vengado y las otras deidades’ (…) ‘Si alguno tal vez de
los hombres mortales te pregunta quién fue el que causó tu horrorosa ceguera, le
contestas que Ulises, aquel destructor de ciudades que nació de Laertes y en Ítaca
tiene sus casas. (IX, 155-156)
Oráculos y maldiciones. El poder performativo de lenguaje.
Tras escuchar la verdad,
Polifemo recordó que, tiempo atrás, un excelso adivino entre los cíclopes, Télemo
el Eurímida, pronosticó que un día lo cegaría un tal Ulises. Sin embargo, confiado
en su fuerza, siempre había pensado que su antagonista sería un poderoso varón,
no un hombrecillo ruin provisto de un vino embriagador. Polifemo intenta una
última estratagema para vengarse de Ulises pero, como no lo consigue, pronuncia
una terrible maldición que precipita el trágico destino del héroe:
Él, clamando al señor Poseidón, elevaba sus dos manos al cielo cuajado
de estrellas: ‘Escucha, Poseidón de cabellos azules que abrazas la tierra: si
soy tuyo en verdad y en llamarte mi padre te gozas, haz, te ruego, que Ulises,
aquel destructor de ciudades que nació de Laertes y en Ítaca tiene sus casas,
no retorne a su hogar; y si está decretado que un día vuelva a ver a los suyos,
su buena mansión y su patria, que sea tarde y en desdicha, con muerte de todos
sus hombres, sobre nave extranjera; y encuéntrese allí nuevos males’. (IX,
156-157)
Así que Polifemo, que
hasta ahora ha sido torpe en el manejo del lenguaje, se ha dejado engañar por las sutilezas gramaticales de los pronombres indefinidos y no ha sido capaz de recabar la ayuda de sus congéneres, muestra en este momento la
destreza necesaria para repetir, palabra por palabra, los títulos, linaje y
sedes de Ulises y su maldición lanza contra él el castigo de los
dioses. Parece que este pasaje muestra un antiguo rito oracular que se
practicaba después de una lucha, como la que entablan el cíclope y Ulises, cuyo resultado servía para predecir el futuro. Tanto es así que, cuando Ulises
desciende al Hades, el adivino Tiresias le reitera su condena porque ya había sido inscrita en el libro del destino. Es la consecuencia de la hybris, de la soberbia de Ulises al desatender los consejos de prudencia de Hermes. Pero hay más
incumplimientos por su parte: sus hombres sacrificaron las vacas del dios
Sol. Y, ¿era correcto, por parte de quien pretende con tanta insistencia que se
le conceda el don de la hospitalidad, entrar en un recinto habitado, por
cochambroso que sea, registrarlo, tomarse la libertad de encender fuego y
comerle los quesos al dueño, todo ello sin su licencia? Homero nos avisa de que
Ulises se metió imprudentemente en la boca del lobo y merecía un castigo. La
enseñanza moral late por todos los rincones de la Odisea.
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Ulises escapando de la cueva de Polifemo, Jaob Jordaens, 1635. |
Dietas, sacrificios y libaciones.
Es claro que Ulises ahonda
su impiedad al sacrificar el carnero bajo el cual había conseguido escapar de
Polifemo. Era un animal en cierto modo humanizado, porque el cíclope le hablaba
y lo tenía como su predilecto. Por eso quizás Zeus rechaza su sacrificio: "Sólo
a mí mis amigos de espléndidas grebas me dieron un cordero de más al hacer el
reparto: en la playa ofrecílo a Zeus Crónida, el rey soberano entre todos, al
que envuelven las nubes sombrías; queméle los muslos y rehusó el sacrificio,
que ya meditaba el desastre de mis naves de buena cubierta y mis fieles
amigos". (IX, 157)
El rito sacrificial (thysia) era complejo: comenzaba con una
plegaría, seguía la matanza del animal y su despiece, tras ello se separaba el
fémur de la carne de los muslos, se colocaba sobre el altar recubierta con
grasa, se rociaba con libaciones (loibe)
y perfumes y después se quemaba hasta convertirla en cenizas. La ofrenda a los
dioses era el humo que se elevaba al cielo. Era su olor (knisa) lo que los griegos creían que, por su naturaleza espiritual,
les agradaba aspirar. El sacrificio era una súplica a los dioses basada en el
principio de reciprocidad, a la espera de recibir un don aún mayor de ellos:
aplacar la ira divina, propiciar su benevolencia, expiar una culpa… Es
importante advertir, como lo hace el gran filólogo clásico Walter Burkert al
establecer las fases del ritual, que del mismo forma parte la última fase de la
co- mensalidad, con el reparto igualitario de la carne, algo muy en consonancia
con la cultura política griega y que está implícita en la cita anterior: el
jefe es un mero primus inter pares
con un mínimo privilegio concedido voluntariamente por sus propios hombres.
Una diferencia cultural
muy clara entre Ulises y Polifemo es que los griegos son piadosos y siempre
comienzan sus comidas con ofrendas y acompañan sus bebidas con libaciones a los
dioses, mientras que Polifemo se lanza a comer brutalmente sin observar ningún
rito religioso. Además, cada colectivo se define nítidamente por su tipo
especial de dieta. Esta, como el lenguaje, es un marcador cultural fundamental.
Así, los dioses solo pueden comer néctar y ambrosía; los humanos, carne, vino
y, sobre todo, pan. De hecho, “comedor de pan” es la paráfrasis habitual en la Odisea para referirse al hombre; y los
salvajes comen, ya flores intoxicantes, como los lotófagos, ya carne humana
como los cíclopes y los lestrigones,
infringiendo con ello un tabú ancestral. Pero Homero distingue claramente entre
uno y otro tipo de caníbal. En el Canto X, tras salir apresuradamente de la
isla de Eolo, los griegos navegan durante siete días hasta llegar a la alta ciudad
de Lanus en Lestrigonia. Sus moradores se parecen a los cíclopes en que son
gigantes y no conocen la agricultura sino que también son pastores, aunque de
bueyes y ovejas. No obstante, como diferencia, tienen una civilización
desarrollada puesto que cuentan con ciudades de suntuosos palacios. Sin
embargo, cuando Ulises y tres de sus compañeros se presentan ante el rey Antífate,
siempre con esa curiosidad del héroe para averiguar “qué mortales había en el
país, comedores de trigo" (X, 162), capturan a estos para comérselos y
lanzan enormes rocas a los barcos, acabando con ellos. Por tanto, como indica
Deborah Levine Gera en el interesante capítulo "Polyphemus the Linguist", hay que superar la tentación de relacionar un pobre
dominio del lenguaje o una sociedad rudimentaria, como en el caso de los
cíclopes, con el canibalismo, si bien en Homero parece muy asociado a formas económicas
más simples como el pastoreo y con especies semihumanas de gran tamaño. En
cualquier caso, hay que dejar constancia que la dieta habitual de Polifemo era
la leche y el queso, y que no consta que comiese de la carne de sus rebaños.
También es conveniente destacar que la violación de las reglas dietéticas tiene
consecuencias muy importantes que afectan a los propios dioses. De hecho, el
día que Zeus consiguió permutar la condena a muerte de Ulises por la
destrucción de su flota y la muerte de todos sus camaradas, coincidió con una
jornada en que Poseidón se hallaba fuera del Olimpo disfrutando de un festín ofrecido
por los etíopes en el que se sirvió carne de toros y corderos, alimentos vedados
a las divinidades.
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Polifemo, Odilon Redon |
La cocina del sacrificio.
Como resalta el insigne
helenista Jean-Pierre Vernant, al que se debe esa gráfica expresión de la “cocina
del sacrificio”, fue Prometeo, el titán que se arriesgó a desatar la ira de
Zeus robando el fuego para llevárselo a los hombres, quien estableció las bases
y finalidad del sacrificio a las deidades, en el que el fuego tiene un papel
esencial: organizar el cosmos para que cada suceso se produzca en el lugar y
momento apropiados. De la observancia de ese orden meticuloso depende la
posibilidad de interpretar correctamente la voluntad de los seres superiores. En
Prometeo encadenado de Esquilo vemos
lo fundamental que era la adivinación para los antiguos griegos. Es un fragmento
de enorme interés para la antropología histórica porque describe el amplio
repertorio de la mántica que practicaban:
Clasifiqué
las muchas formas de adivinación y fui el primero en discernir la parte de cada
sueño que ha de ocurrir en realidad.
Les
di a conocer los sonidos que encierran presagios de difícil interpretación y
los pronósticos contenidos en los encuentros por los caminos.
Definí
con exactitud el vuelo de las aves rapaces: cuáles son favorable por naturaleza
y cuáles siniestros; qué clase de vida tiene cada una, cuáles son sus odios,
sus amores y compañías, la tersura de sus entrañas y qué color debe tener la
bilis para que sea grata a los dioses, y la varia belleza del lóbulo hepático.
Encaminé
a los mortales a un arte en el que es difícil formular presagios, cuando puse
al fuego los miembros cubiertos de grasa y el largo lomo. Hice que vieran con
claridad las señales que encierran las llamas, que antes estaban sin luz para
ellos. Tal fue mi obra. (p.182, énfasis añadido).
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Prometeo robando el fuego, Jan Cossiers |
En definitiva, los sacrificios eran la
principal vía de comunicación entre los dioses y los griegos, que interpretaban
las respuestas a sus ofrendas como señales de la voluntad divina. Por un lado, eran un acto religioso solemne y,
por otro lado, una “carnicería” ritualizada, una forma de preparar los alimentos.
Existía una mántica muy desarrollada para traducir a vaticinios el resultado de esos ritos.
Un sacerdote adivino observaba el fuego ante el altar y desvelaba el
significado de la forma de las volutas del humo, que debía ascender en espirales.
También examinaba las cenizas, las cuales eran consideradas sagradas e intocables.
Solo un día al año, el 19 del mes de Eláphios
(marzo-abril en el calendario ático), se recogían y se mezclaban con agua del
río Alfeo, sirviendo el material para cimentar el gran altar de Zeus en Olimpia.
Sin embargo, Ulises se encuentra en una playa de la isla Laquea fuera de ese
contexto del templo, aunque realiza el sacrificio y tiene la sabiduría necesaria
para interpretar la voluntad de Zeus. Aunque no se nos dice cómo averiguó que
el padre de todos los dioses era contrario a su empresa, vistos los criterios
reseñados es fácil pensar que el viento dispersó las cenizas o deshizo las volutas
del grasiento humo.
Hay múltiples teorías que pretenden
explicar de manera realista la figura del cíclope. El paleontólogo O. Abel, en
1914, defendió que los griegos pudieron inspirarse en el cráneo fósil de
un elefante enano con un gran agujero en el lugar de inserción de la trompa y
que habitó, durante el Pleistoceno, en Chipre, Creta, Malta, Sicilia o Cerdeña.
Precisamente la condición insular de esas especies de mamuts y elefantes
determinó su enanismo, de acuerdo con un bien conocido proceso evolutivo.
Otra explicación hace referencia a la
costumbre de los herreros de usar un parche para evitar que las chispas
de la fragua les cegaran ambos ojos. Recordemos que los cíclopes fueron quienes
forjaron el rayo imbatible de Zeus.
También existen teorías antropológicas
como las que se refieren a ritos iniciáticos en la adolescencia: los
griegos pudieron presenciarlas en África durante sus interminables vagabundeos
marítimos sin llegar a comprender realmente su significado. El enfrentamiento
entre Ulises y Polifemo tiene lugar en un lugar solitario y escondido, como
también sucede en las iniciaciones tribales, que se producen en cabañas lejos
de las aldeas, en los bosques o cavernas. Otra característica esencial en la
fase de tránsito de la infancia a la madurez es la escenificación de la muerte
del iniciado y su renacimiento mediante un proceso de profunda transformación
personal. Como pone de relieve el estudioso francés Gabriel Germain, en Nueva
Guinea se practicaban ritos en que los adolescentes eran introducidos en una
cabaña con forma vagamente humana a través de una ventana, que simulaba la boca.
Ello equivalía a ser devorados por el monstruo que, no obstante, devolvía su presa a la vida no sin antes propinarle un "mordisco" (la circuncisión)
como recuerdo de la experiencia transformadora. En Magoussousa, en el Sahara,
en el punto culminante de los ritos iniciáticos, los jóvenes son atacados
sexualmente por un “leopardo”, el encargado de iniciar a los neófitos, escondido
tras una máscara. También los Adamaou del Camerún utilizan el mismo tipo de máscara
para practicar la circuncisión.
Lawrence P. Brown sitúa a Polifemo en
conexión con los mitos solares. Las religiones de la antigüedad
consideraban al sol, la luna y las estrellas como los ojos de las deidades
cósmicas. Así ocurrió en Egipto, en la religión irania, en la India e incluso en
el Antiguo Testamento, en que Dios se presenta como un único ojo enmarcado en
un triángulo, una iconografía muy difundida.
Otra tesis interesante es la que
postula el origen báltico de la historia, como hace Felice Vinci. Existe
un cuento lapón en que Stalo, un malvado gigante avaricioso con un solo ojo y
que habita en los bosques más lejanos, resulta cegado por un ingenioso invitado.
Cuando se da cuenta de lo sucedido, intenta cazar a su agresor pero el lapón
mata a un macho cabrío, se pone su piel encima y sale a cuatro patas entre las
piernas del gigante, del que se burla una vez fuera de su cabaña. Entonces
Stalo, que quiere que sus hijos lo venguen, pregunta su nombre al invitado, que
le contesta "Yo mismo" y sale corriendo. Cuando vuelven los hijos de
Stalo y descubren la muerte del animal que tanto estimaban, se enfadan y
preguntan al padre quién lo ha matado y él, ingenuamente, contesta: "Yo
mismo", y entonces le dan muerte. Las similitudes entre los dos relatos son
más que evidentes y, además, Vinci aporta un dato muy persuasivo: para cegar a
Polifemo, Ulises y sus hombres echan mano de un tronco que encuentran en la
cueva, el cual comparan con el mástil de un navío. Estos solían fabricarse con madera de
abeto, que tiene un tronco recto y delgado. Pero, de manera totalmente
inverosímil, Homero nos dice que el tronco en cuestión es de un retorcido
olivo, una madera rugosa que nunca se habría utilizado para elaborar un mástil.
Para Vinci, esa traslación geográfica era una forma de acercar un relato de origen nórdico a las especies forestales que resultaban más familiares para los griegos.
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The blinding of Polyphemus, Pellegrino Tibaldi. |
Polifemo en el folclore.
Ya hemos visto
el parecido extraordinario, en la estructura y los detalles, que presenta la
versión de Polifemo en la Odisea
respecto del cuento sami que recoge Felice Vinci. Pondremos un ejemplo más
antes de investigar los vínculos entre unas y otras historias. Pertenece al folclore
cántabro: el Ojáncano es un
personaje brutal, salvaje y vengativo que habita en las grutas más profundas de
los recónditos parajes de Cantabria. Vive oculto entre la maleza y las grandes
rocas y se piensa que es el autor de los desfiladeros y barrancos de esa
tierra. Tiene un único ojo, voz de trueno y el cuerpo cubierto de un pelo
áspero y rojizo. Cuenta con diez dedos en cada mano y en cada pie y dos hileras
de dientes. A pesar de ello, es básicamente vegetariano aunque también come
murciélagos, golondrinas, truchas o anguilas. Esta figura tiene familiares en
las Hurdes extremeñas, como la Jáncana,
y en la propia cornisa cantábrica: el Patarico
en Asturias y el Tártalo en el
País Vasco.
La extensión
geográfica del mito de Polifemo es verdaderamente asombrosa: además de Grecia y
España, lo encontramos en América, Albania, Italia, Francia, Hungría, Rumanía,
Serbia, Rusia, Lituania, Suiza, Inglaterra, Escocia, Osetia, Turquía, el
Cáucaso, entre los pastores nómadas sami del ártico, los kirguises del Pamir,
Palestina, Siria, entre los beréberes de Marruecos … Es difícil realizar un
censo del número total de versiones pero Julien d´Huy, de la Sorbona, en 2015
propuso 56, con 190 rasgos básicos o mitemas diferentes, que son como células o
unidades elementales aislables para su tratamiento estadístico. El mínimo común
denominador que se asocia al cuento es la existencia de un ogro gigantesco al
que se ciega, el autor escapa vestido con la piel de un animal o bajo el
vientre de un cordero y aparece también el engaño del nombre.
El Método
Histórico Geográfico de la Escuela Finlandesa pretendió que, mediante una
investigación comparativa del folklore y partiendo de las diferentes variantes
de una historia, su difusión geográfica y la frecuencia de cada rasgo
particular, podría reconstruirse la ur-forma,
la versión más antigua, ascendiendo por el tronco. Esta optimista propuesta
cayó en descrédito a fines del siglo XX pero D´Huy está consiguiendo revitalizarla
aplicando simultáneamente dos tipos de técnicas diferentes que confluyen en la
reconstrucción. En primer lugar, la analogía con el modelo biológico: se diseña
un árbol familiar basado en que, cuanto más próxima esté una versión de otra a
la vista de sus rasgos, menor será la distancia respecto de su antecesora
común. Esta regla ya la defendió Arnold van Gennep en 1909.
Un segundo grupo
de técnicas aplicadas son las estadísticas y, así, D´Huy utiliza un software "filogenético" que
trata cada rasgo mínimo como si fuesen aminoácidos en un genoma. Lo ha aplicado
a cuentos de gran difusión como son el de Pigmalión, el cazador cósmico, el
dragón y, muy especialmente, al de Polifemo.
Lo que resulta
llamativo para mí es dónde no aparecen las versiones de este mito: en África
central y del sur, en Extremo Oriente y en el continente austral, lo que nos da
la pauta para deducir sus vías de difusión. Como pone de relieve D´Huy, la
existencia de versiones amerindias, que no fueron llevadas por los
conquistadores al Nuevo Mundo en el Renacimiento, implica necesariamente que
pasaron a Norteamérica a través de Beringia. Esta era una lengua de hielo que
unió el extremo oriental de Asia, desde Siberia, con el extremo noroeste de
América en Alaska. Actualmente es un estrecho de unos 82 kilómetros de ancho
pero, en el Último Máximo Glacial, hace unos 21.500 años, era un territorio
transitable por tierra. A través del mismo penetrarían en América los primeros
pobladores modernos europeos, como muy tarde, hacia el 11.000 a.C., cuando
subió el nivel del mar al final de la última glaciación borrando del mapa a
Beringia. Pero ¿quiénes eran aquellos pobladores en busca permanente de un
horizonte más lejano? Formaban parte de la primera oleada migratoria que partió
de África hace más de 60.000 años, un grupo no muy numeroso de cazadores
recolectores, con un estilo de vida nómada, que consiguieron penetrar en Europa
tras cruzar Oriente Próximo en dirección norte. Fueron los que se encontraron
con los neandertales y con los denisovanos, y el ADN de los tres grupos se
incorporó al nuestro. Ellos y ellas fueron también los geniales creadores del
arte paleolítico cuando su supervivencia era una aventura a vida o muerte
cazando mamuts, caballos, renos o uros. Se estima que hace 27.000 años quizá no
eran más de mil pobladores, dispersos por las zonas menos gélidas de nuestro
continente. Hace 14.500 años, con el progresivo calentamiento del planeta,
pudieron por fin desplazarse hacia el norte de Europa, mejoró su tecnología
lítica y empezaron a construir pequeñas aldeas, un periodo conocido como
Mesolítico. Pues bien, aplicando los métodos de investigación indicados, D´Huy
considera que el foco del cuento de Polifemo se encuentra entre la versión que
conservan los Ojibwa en Norteamérica y la que existe en el cantón suizo de
Valais y que es esta, precisamente, la que exhibe los rasgos más arcaicos de
entre todas. Sin embargo, solo se conserva de la misma un bosquejo: un enano
con un solo ojo, que es un señor de las bestias, tiene dominados a los animales
dentro de una gruta.
D´Huy destaca que no importa que se trate de un enano y no de un gigante porque, desde el punto de vista estructural, lo que interesa es que ambos son seres monstruosos en tanto alejados, por exceso o por defecto, de la normalidad estadística. Un rasgo de estas características se convierte justo en el contrario por el habitual proceso de inversión. Es más, el hecho de que se trate de un hombre pequeño coincide con lo que D´Huy defiende que es la narración pictórica más antigua del mito de Polifemo, en la cueva de Trois Frères, en el Pirineo francés, perteneciente al periodo Magdaleniense (17.000 a 10.000 años ANE). En esta cueva encontramos, junto al fascinante hechicero con astas de reno, a un enigmático chamán con cabeza de bisonte que porta en la mano lo que parece ser un pequeño arco y que intercambia miradas con un supuesto animal entre el rebaño de bisontes. Esta segunda figura sería, en realidad, un humano disfrazado bajo una piel puesto que tiene un muslo que no se asemeja al de los restantes animales dibujados y presenta los orificios genitales muy marcados.
En esto se parece a la versión amerindia del cuento
porque, en ella, el héroe escapa del monstruo penetrando en un animal a través
del ano. Por otro lado, en esta versión más antigua del mito lo que sucede es
que el señor de las bestias las tiene atrapadas en una caverna y el héroe les
ayuda a escapar. Por ejemplo, entre los Pies Negros, el tramposo Crow, un mítico pájaro humano (que se
convierte en un personaje nietzcheano en
la original obra poética de Ted Hugues), esconde el rebaño de búfalos en una
cueva y promete liberarlo pero incumple esa obligación. En definitiva, la
creación del mito de Polifemo sería posterior a hace 50.000 años, cuando los
humanos pasaron a Australia, donde no se registra el relato, pero en todo caso
anterior al 11.000 a. C., en el que se cerró el paso a Norteamérica, donde sí
aparece.
D´Huy destaca que no importa que se trate de un enano y no de un gigante porque, desde el punto de vista estructural, lo que interesa es que ambos son seres monstruosos en tanto alejados, por exceso o por defecto, de la normalidad estadística. Un rasgo de estas características se convierte justo en el contrario por el habitual proceso de inversión. Es más, el hecho de que se trate de un hombre pequeño coincide con lo que D´Huy defiende que es la narración pictórica más antigua del mito de Polifemo, en la cueva de Trois Frères, en el Pirineo francés, perteneciente al periodo Magdaleniense (17.000 a 10.000 años ANE). En esta cueva encontramos, junto al fascinante hechicero con astas de reno, a un enigmático chamán con cabeza de bisonte que porta en la mano lo que parece ser un pequeño arco y que intercambia miradas con un supuesto animal entre el rebaño de bisontes. Esta segunda figura sería, en realidad, un humano disfrazado bajo una piel puesto que tiene un muslo que no se asemeja al de los restantes animales dibujados y presenta los orificios genitales muy marcados.
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El hechicero, Trois Frères |
Pero la
evolución del mito no acaba aquí: hace 9.000 años se produjo una segunda oleada
migratoria en Europa desde las llanuras de Konya, en Turquía. Ya no eran bandas
nómadas de cazadores recolectores sino grupos de agricultores y ganaderos que
habían conseguido domesticar las cabras y las ovejas hacia el 10.300 a. C.
Ellos fueron los que, en solo un milenio, introdujeron por toda Europa la
revolución neolítica. Estos segundos pobladores europeos apenas se mezclaron
con los cazadores recolectores, que desaparecieron de la escena no sin antes
incorporar su ADN (con todos los préstamos recibidos durante su andadura) a
nuestra herencia genética. Los nuevos y exitosos productores neolíticos
trajeron tanto un nuevo modo de vida económico como una lengua y una
cosmovisión diferentes, lo que también tuvo repercusión en el mito de Polifemo,
puesto que desde entonces el monstruo pasó a habitar en una cabaña y no ya en
cavernas. El modelo de Homero es mixto, si bien predominan elementos propios de
las versiones del Neolítico: por un lado, vive en una gruta natural, no en una vivienda
construida según una determinada técnica y la disponibilidad de materiales. Por
otro, vemos cómo se contrapone el pastor nómada de épocas pretéritas (Polifemo)
al héroe agropecuario: Ulises se precia de su explotación cuando por fin vuelve
a Ítaca (Canto XIV). La hipótesis de D´Huy coincide con la existencia de estas
migraciones sucesivas (aún faltaría reseñar la tercera oleada, la de los
yamnas, desde las estepas de Rusia, hace 5.000 años, que trajeron las lenguas
indoeuropeas), en cuanto que cada grupo aportó nuevos detalles al cuento
reemplazando a las versiones más antiguas.
Galatea (no
confundir con la amada de Pigmalión, autor de la estatua que cobró vida gracias
a Afrodita), era la más bella entre las Nereidas o ninfas marinas y muy
admirada por su blanquísima piel, a la que alude su nombre en griego. Galatea
disfrutaba de sus amores con el pastor Acis, hijo de Pan, hasta que Polifemo se
interpuso en su camino. Filóxeno de Citera, en su ditirambo Cíclope o Galatea (390 a.C.), fue
primero en tratar el imposible amor de Polifemo por la nívea Nereida. En
realidad, se trataba de una audaz sátira política contra el tirano Dionisio I
de Siracusa (Dionisio el viejo), que gobernó antes de que Platón intentase, en
época de su sucesor, la experiencia utópica modelada sobre la República que terminó con su venta como
esclavo.
![]() |
Auguste Ottin, Jardín de Luxemburgo, 1866 |
Teócrito,
creador de la tradición de la poesía bucólica, un género que cobraría gran auge
desde el Renacimiento y que tomaba como idílico escenario la Arcadia griega,
cantó también la pasión no correspondida de Polifemo por la bella ninfa en los Idilios XI y VI. Pero es Ovidio el que
con mayor belleza narraría la historia en sus Metamorfosis: el celoso Polifemo, al descubrir a su amada en brazos
del hermoso pastor, no puede soportar su pasión contrariada y aplasta a su
rival bajo el peso de un enorme pedrusco. Pero Galatea consiguió que Poseidón
lo transformase en el río Acis, en el este de Sicilia, isla en donde cuenta la
tradición que también sucedieron las restantes aventuras de Ulises y Polifemo.
Sin embargo, debemos recordar que los episodios que se narran en el Canto IX en
adelante siempre están ubicados en un territorio mítico, fuera de la realidad.
![]() |
Triunfo de Galatea, Rafael, Villa Farnesina |
Polifemo en la cultura clásica y popular.
Aunque nos
apartemos aparentemente de la antropología, me interesaba reflejar la historia
de los frustrados amores de Polifemo por la ninfa Galatea en la versión de
Ovidio porque han sido fuente de incontables recreaciones artísticas de enorme
calado en la edad moderna. En el terreno literario, la Fábula de Polifemo y Galatea (1627), de Luis de Góngora, se
convirtió en ópera a manos del mallorquín Antonio de Literes, en 1708. Antes,
Jean- Baptiste Lully ya había puesto música a Acis et Galatée en 1689 y aquel desastroso ménage à trois llegaría a convertirse en un auténtico bombazo
musical en el siglo XVIII. Giovanni Bononcini compuso su ópera Polifemo en 1703; Haendel abordó el tema
primero en la cantata Aci, Galatea e
Polifemo en 1708 y en la ópera Acis
and Galatea diez años después, con libreto del talentoso poeta y dramaturgo
John Gay. Coincidió con el éxito de las obras de tema pastoral que cantaban la
simplicidad de la vida campestre. Era también un auténtico desafío para los
compositores expresar la voz atronadora de Polifemo y, al mismo tiempo, la
dulzura y tristeza de su amor no correspondido, como hace Haendel en la cantata
indicada (magnífico el bajo barítono Ildebrando
D´Arcangelo en Fra l ´ombre e gl
´orrori https://www.youtube.com/watch?v=IaTiXWIHexw). Pero quien se
llevó la palma en belleza musical en la materia es la ópera Polifemo (1735), de Nicola Porpora, el
eterno rival de Haendel en Londres, la cual interpretó Farinelli y a la que
pertenece una de las arias más bellas del repertorio barroco para contratenor: Alto Giove, que canta el pastor Acis
para agradecer a Júpiter que le haya concedido la inmortalidad al convertirlo
en río para siempre amar a la bella Galatea (insuperable Philip Jarousski: https://www.youtube.com/watch?v=PJII7eC11Mk).
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Galatea, Gustave Moreau. |
Aún apareció el
feroz cíclope en más óperas del Siglo de la Ilustración. De hecho, es
coprotagonista de la primera ópera de Franz Joseph Haydn, Acide e Galatea, de 1763, que se estrenó con ocasión de una boda
imperial en Viena.
En cuanto a las
bellas artes, he procurado ilustrar la entrada con algunas de las innumerables
obras que han tomado al gigante monstruoso como tema, en sí o en sus frustrados
amores con la bella nereida. Vemos en ellas el esfuerzo de los artistas por
expresar figurativamente la otredad del monstruo.
Pero lo que le garantiza presencia eterna en el imaginario colectivo es su salto a la gran pantalla, en películas como Simbad y la princesa (1958), con los inolvidables efectos especiales del gran Ray Harryhausen (https://www.youtube.com/watch?v=pcUvALm2pVk). Y es que también Polifemo está detrás del negro rostro del monstruo de un solo ojo en el tercer viaje de Simbad, cuya tripulación devora y al que el legendario marino consigue cegar con un hierro al rojo vivo. Tan evidente era la influencia de Homero que sir Richard Burton, en sus notas a la edición de Arabian Nights (Las mil y una noches) en 1881, no dudó en indicar a pie de página en el cuento nº. 120 del volumen sexto: "Es claramente Polifemo".
Ulysses 31, una estupenda serie de animación de 1980, traslada el escenario a un viaje galáctico en el que la nave espacial de Ulises vaga sin rumbo por el universo olímpico sin poder encontrar el camino a la tierra a causa de la maldición de los adoradores del cíclope, convertido en un engendro tecnológico con un ojo de luz.
Pero lo que le garantiza presencia eterna en el imaginario colectivo es su salto a la gran pantalla, en películas como Simbad y la princesa (1958), con los inolvidables efectos especiales del gran Ray Harryhausen (https://www.youtube.com/watch?v=pcUvALm2pVk). Y es que también Polifemo está detrás del negro rostro del monstruo de un solo ojo en el tercer viaje de Simbad, cuya tripulación devora y al que el legendario marino consigue cegar con un hierro al rojo vivo. Tan evidente era la influencia de Homero que sir Richard Burton, en sus notas a la edición de Arabian Nights (Las mil y una noches) en 1881, no dudó en indicar a pie de página en el cuento nº. 120 del volumen sexto: "Es claramente Polifemo".
Ulysses 31, una estupenda serie de animación de 1980, traslada el escenario a un viaje galáctico en el que la nave espacial de Ulises vaga sin rumbo por el universo olímpico sin poder encontrar el camino a la tierra a causa de la maldición de los adoradores del cíclope, convertido en un engendro tecnológico con un ojo de luz.
En este paseo
tan apresurado, destinado solo a demostrar con grandes trazos la perdurabilidad
del mito, nos lo encontramos también en Furia
de titanes 2, de 2012, en la cual, para introducir un poco de variedad en
el habitual escenario patriarcal del mundo griego, aparecen como valientes
guerreras Andrómeda y la argiva Korrina, junto al héroe Perseo, en el
terrorífico ataque de los cíclopes (https://www.youtube.com/watch?v=-IV-ZZwXUkw).
Los "otros" cíclopes.
Pero el mito se caracteriza por su esencial mutabilidad y, por eso, reconocemos a la figura del cíclope aun cuando se presente bajo un amable semblante, como ocurre con Mike Wazowski en Monstruos SA, de 2001 y Monstruos University, de 2013. Estos filmes subvierten por completo la percepción tradicional de los cíclopes porque Mike, de un simpático color verde fluorescente, es pequeño, gracioso y un parlanchín irrefrenable que disfruta de la amistad y haciendo reír a la pequeña Boo. Su novia Celia también tiene un ojo ciclópeo y, además, cabellos de Medusa. Pero no dudamos en identificarlos como herederos de Polifemo, cuyo único ojo también aparece en el logotipo de la empresa.
Y, ¿qué decir de los Minions en la saga de Gru (2000 y 2013) y el spin off de 2015? También son de color fosforito, esta vez amarillo, y un buen número de ellos tienen un solo ojo. Los mitos están hechos para perdurar…
Pero el mito se caracteriza por su esencial mutabilidad y, por eso, reconocemos a la figura del cíclope aun cuando se presente bajo un amable semblante, como ocurre con Mike Wazowski en Monstruos SA, de 2001 y Monstruos University, de 2013. Estos filmes subvierten por completo la percepción tradicional de los cíclopes porque Mike, de un simpático color verde fluorescente, es pequeño, gracioso y un parlanchín irrefrenable que disfruta de la amistad y haciendo reír a la pequeña Boo. Su novia Celia también tiene un ojo ciclópeo y, además, cabellos de Medusa. Pero no dudamos en identificarlos como herederos de Polifemo, cuyo único ojo también aparece en el logotipo de la empresa.
Y, ¿qué decir de los Minions en la saga de Gru (2000 y 2013) y el spin off de 2015? También son de color fosforito, esta vez amarillo, y un buen número de ellos tienen un solo ojo. Los mitos están hechos para perdurar…
o O o O o O o
Quisiera dedicar esta entrada a un
buen amigo, mi admirado Miguel Florián.
Y creo que tiene mucho sentido la dedicatoria porque ese gran poeta publicó, en
1994, un espléndido libro titulado Anteo. Anteo era otro gigante de la
mitología griega al que se atribuye la fundación de la ciudad de Tánger, en el
estrecho de Gibraltar. Era medio hermano de Polifemo por parte de padre,
Poseidón, mientras que su madre era Gea, la Tierra. Este último es un aspecto
muy importante porque, como Escarlata O' Hara, que sacaba su fuerza de la
tierra roja de Tara, Anteo recargaba
sus energías con el contacto físico con su progenitora. Pero, como buen descendiente
de la estirpe del dios del mar, era violento y no permitía que nadie atravesase
sus dominios. Había hecho, incluso, voto de construir un templo en honor a su
padre con los huesos de sus enemigos. Pero Hércules se cruzó un mal día en su
camino. Al principio el héroe griego no comprendía cómo no lograba reducir a
Anteo en el suelo, pues tres veces lo tumbó y volvía a levantarse con renovado
vigor. Hasta que, al final, comprendiendo la razón, Hércules apartó a Anteo de
su fuente de poder hasta que consiguió asfixiarlo.
La pintura barroca se deleitó mostrando las posturas forzadas de los dos musculosos contendientes. Pero hay una poética más profunda y menos cruenta en el mito de Anteo. Los últimos versos del poemario de Miguel Florián se refieren, precisamente, a esa fuerza que nos proporciona la Madre Tierra:
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Hércules y Anteo, Rafael Tegeo |
La pintura barroca se deleitó mostrando las posturas forzadas de los dos musculosos contendientes. Pero hay una poética más profunda y menos cruenta en el mito de Anteo. Los últimos versos del poemario de Miguel Florián se refieren, precisamente, a esa fuerza que nos proporciona la Madre Tierra:
LA
CAÍDA DE ANTEO
1.
Aún conservo el perfume
de una flor
abriéndose otra vez bajo
la luz.
Hubo un patio, también
hubo una fuente,
una mujer. Se escapaba
la yedra
hacia su azul incierto.
Fue tan fresca
aquel agua como la piel
que amamos.
Luz y tiempo que hieren
tibiamente
como el sueño de un dios
entre las rosas.
2.
Hubo una luz. La palabra
es el eco
abrasado, su ceniza. El
espejo
empañado. Lentamente la
tarde
se consume en las
llamas. Y los labios
deletrean otro país. Los
pájaros
impasibles sostienen el
destino
en sus alas, mientras
caigo a la tierra.
Desconoces la tierra
en que me hundo cada día.
SALVATORE QUASIMODO
Podéis disfrutar de
otras maravillosas poesías del poemario Anteo en este enlace: https://www.portaldepoesia.com/Biblioteca/Miguel_Florian_Anteo.htm
Gracias,
MIGUEL, por tanta belleza.
En estos enlaces podéis acceder también a entradas temáticas sobre la
poesía de Miguel Florián, con bonitas ilustraciones:
-“La ceniza del tiempo: mito y poesía (I): https://mujeresparalahistoria.blogspot.com/2015/04/la-ceniza-del-tiempo-poesia-y-mito-en.html?m=0
-“La estela de los siglos”: mito y poesía (II): https://mujeresparalahistoria.blogspot.com/2015/08/la-estela-de-los-siglos-mito-y-poesia.html?m=0
-“Me lastimas, belleza”: Poemas a la mujer amada: http://mujeresparalahistoria.blogspot.com/2015/03/me-lastimas-belleza-poemas-la-mujer.html
-La infancia de las palabras: Poesía, memoria y olvido: https://mujeresparalahistoria.blogspot.com/2015/12/la-infancia-de-las-palabras-poesia.html?m=0
FUENTES
CONSULTADAS:
Monografías
-BOITANI, P. La sombra de Ulises. Barcelona: Península, 2001.
-BOWRA, C. M. Historia de la literatura griega. México: FCE, 2011.
-CHOZA, J., y P. Ulises, un arquetipo de la existencia humana. Barcelona: Ariel,
1996.
-CITATI, P. Ulises y la Odisea. El pensamiento iridiscente. Barcelona: Galaxia
Gutenberg, 2008.
-DETIENNE, M. Apolo con el cuchillo en la mano. Una aproximación experimental al
politeísmo griego. Madrid: Akal,
2001.
-ESQUILO. Tragedias. Madrid: Planeta DeAgostini, 1996.
-GERA, D. L. Ancient Greek Ideas
on Speech, Language, and Civilization. Nueva York: Oxford University Press,
2003.
-GERMAIN, G. Polyphemus and African Initiation Rites. En HOMER, The Odissey. Londres: Norton, 1993.
-HOMERO. Odisea. Barcelona: Planeta DeAgostini, 1995.
-MANFREDI, V. M. Mare Greco.
Madrid: Grijalbo, 2013.
-SORA, S. The Triumph of the Sea
Gods. Rochester: Inner Traditions, 2007.
-VIDAL-NAQUET, P. El mundo de Homero. Barcelona: Península, 2002.
-VINCI, F. The Baltic Origins of
Homer´s Epic Tales. Rochester: Inner Traditions, 2006.
-VV.AA. Mediterráneo: Del mito a la razón. Barcelona: Obra Social de la
Caixa, 2014.
Artículos de
revistas
-Los fósiles que inspiraron el mito de
los cíclopes. National Geographic,
octubre 2018.
-CURRY, A. Los orígenes de Europa. National Geographic, agosto 2018.
Artículos en
red
-BROWN, L.P. The Cosmic Eyes. [Consulta: 31-8-2019]. Disponible en
web: https://core.ac.uk/download/pdf/60540528.pdf
-CASTIGLIONE, M. Significato del cibo
nei rituali di ospitalità. [ Consulta: 25-9-2019]. Disponible en web: http://italia.reteluna.it/it/significato-del-cibo-nei-rituali-di-ospitalita-PQcN.html
-D´HUY, J. Polyphemus: a Palaeolithic Tale? The Retrospective Methods Network Newsletter. 2015,
pp.43-64. [Consulta: 31-8-2019]. Disponible en web: https://halshs.archives-ouvertes.fr/halshs-01170837/document
-D´HUY, J. The Evolution of Myths. Scientific
American, 2016. [Consulta: 31-8-2019]. Disponible en web: https://sisr.swissinformatics.org/the-evolution-of-myths-scientific-american-no-12-2016/
-NIETO HERNÁNDEZ, P. Back in the Cave of the Cyclops. The American Journal of Philology. Vol.121,
pp.345-366. [Consulta: 30-8-2019]. Disponible en web: https://philpapers.org/go.pl?id=NIEBIT&proxyId=&u=http%3A%2F%2Fdx.doi.org%2F10.1353%2Fajp.2000.0036
-OKELL, E.R. The Look of Harryhausen ´s Cyclops: Human v. Monster in the
Eye of the Beholder. New Voices in
Classical Reception Studies. [Consulta: 30-8-2019]. Disponible en web: http://www.open.ac.uk/arts/research/crsn/news/new-publication-animating-antiquity-harryhausen-and-the-classical-tradition
-“Guess Who ´s Coming to Dinner: Polyphemus´ Dionysian Exclusion in
Euripides´ Cyclops”. [Consulta:
31-8-2019]. Disponible en web:https://camws.org/sites/default/files/meeting2016/320.DionysianExclusionofPolyphemus.pdf
-WIKIPEDIA:
.Polyphemus.
https://en.wikipedia.org/wiki/Polyphemus
.Sacrificios
religiosos de la Antigua Grecia. https://es.wikipedia.org/wiki/Sacrificios_religiosos_de_la_Antigua_Grecia
.Puente de
Beringia. https://es.wikipedia.org/wiki/Puente_de_Beringia
Aunque la entrada es bastante larga, el tema no se agota en ella ni mucho menos.No quería olvidarme de apuntar algunas cosillas. Una, el sentido del humor tan juguetón de Homero. La Odisea es un prodigio literario, una obra modernísima. Polifemo le espeta a Ulises, cuando este le pide hospitalidad, si es necio o viene de muy lejos para no saber con quién está hablando. Cuando Ulises por fin vuelve a Ítaca, no sabe si en realidad está en su casa o sigue dando tumbos por el mundo, después de tanto naufragio. Lo recibe la ojizarca Atenea, que se burla de él repitiendo las palabras de Polifemo con toda intención: ¿eres simple, extranjero, o vienes de muy lejos?
ResponderEliminarOtra cuestión es.la frase del rey Alcínoo de que todo el mundo tiene nombre. Incluso al monstruoso Polifemo se lo puso su amorosa madre, y de hecho es el único que vemos identificado entre los cíclopes. Su nombre significa el de muchos cantos o muchas famas.
Tan importante es la cuestión del nombre que se ha descrito clínicamente el síndrome de Ulises como el estado de desorientación vital que sufren los inmigrantes, que llegan sin papeles y tiene que mentir sobre su verdadero nombre y edad para sobrevivir, lo que les provoca un estado confusional, porque ya no saben ni quiénes son en realidad.
La pregunta múltiple de la reina de los feacios a Ulises me recuerda a la típica pregunta de los mayores a los jóvenes en los pueblos: en vez de, ¿quién eres?, preguntan, ¿de quién eres?
ResponderEliminarHay una parte de la entrada que es muy interesante aunque reconozco que algo difícil de seguir. Al menos a mí me ha costado asimilar las ideas para entender y poder explicar la cuestión, y es la del origen paleolítico de Polifemo. En realidad, cuando leí los artículos de D´Huy la primera vez, no acabé de entender cómo podía mutar radicalmente la historia desde un monstruo que tiene atrapados a los animales en una cueva a un listillo que quiere escaparse ella. Pero sí lo he acabado de entender en conexión con las oleadas migratorias en Europa a la luz de un artículo de National Geographic del pasado agosto, que también me tomó un tiempo comprender. La cuestión es que primero llegan a Europa los cazadores recolectores africanos, unos grupitos dispersos y muy talentosos. De estos mismos, con el tiempo, se desplazan unos descendientes suyos desde Turquía y son los que exitosamente pasan a ocupar la mayor parte de Europa gracias a sus avances económicos (agricultura, ganadería), y los primeros desaparecen. A los agricultores neolíticos los barren, a su vez, las oleadas de indoeuropeos (también descendientes de los pueblos que salieron de África, claro) hacia el 3.000 a. C. No se sabe muy bien el motivo, quizá porque los nuevos pobladores contaban con defensas para algún tipo de enfermedad mortal para la que los anteriores no estaban inmunizados. Pero como hubo entrecruzamiento, nosotros tenemos el ADN de estos tres grupos humanos, si bien en diferente proporción, dependiendo del lugar de Europa de que se trate. En Cerdeña, a donde llegó menos la presencia de los yamnas de las estepas, tienen más ADN de los agricultores de Konya. Lo normal es tener un tercio de cada aporte genético. A eso se suma, además, el ADN neandertal y denisovano, y quién sabe de cuántas especies humanas más. Total, que de razas puras, nada. Eso es lo genial.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEsta entrada es una magnífica forma de volver a los clásicos, de los que siempre podemos seguir extrayendo conocimiento y deleite, y más con tu labor concienzuda de investigación y de entretejer datos e interpretaciones. Por comenzar por algunos de los múltiples hilos que hay en el mismo, me iré al canibalismo del monstruo asocial que me gusta interpretar a la forma de Marvin Harris: establece una especie de tabú frente a la carne de sus rebaños, quizás por las dificultades de criarlos en un entorno difícil, la ingesta de proteínas animales vienen desde fuera,en forma de humanos, debido a que los humanos han sido "criados" con recursos que no son de la isla; son proteínas "gratis", mientras que la carne del rebaño supone consumir recursos que dejan de estar a disposición de los humanos. LA explicación es lógica y economicista, siempre y cuando pudiéramos abstraernos de lo que significa consumir a seres humanos como nosotros, con nuestros proyectos de vida, etc.
ResponderEliminarEl rito de hospitalidad, por otra parte, siempre conlleva el lavado del forastero, un rito purificatorio que distingue dentro-fuera y que va encaminado a dejar la contaminación del viaje, de lo desconocido, de lo temido, y en el caso de los guerreros, de la experiencia de la muerte fuera del recinto y la comunidad a la que se incorpora. Por ello, en el mundo clásico las puertas, dinteles, umbrales son lugares que sirven de protección frente a lo externo; así, en la antigua Roma, cuando los soldados volvían de las batallas, eran purificados en los Arcos que se construían, tanto para conmemorar las victorias como para dejar el contacto con la muerte y la destrucción de la que los soldados habían participado.
Sí, me convence plenamente tu explicación de por qué Polifemo se come a los humanos pero no a sus rebaños, tiene sentido en el contexto. Muy buena aportación, como también el apunte relativo a las puertas como espacios simbólicos que separan el afuera contaminado y el interior purificado. Es un concepto antropológico, el de las puertas, dinteles, umbrales...de un interés increible. Creo que siguen teniendo ese valor liminal, de protección dentro-peligro fuera en nuestro subconsciente aunque los hemos desacralizado casi totalmente. Me interesa mucho el ·casi", porque todavía nos da mucho juego para estudiar la cuestión. Muchas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarAprovecho para decir que la foto de la Riviera de los Cíclopes, que es un lugar mágico, corresponde a Acitrezzo, a las afueras de Catania en dirección al Etna, y que, aunque la leyenda cuenta que son los pedruscones que Polifemo arrojó en su furia contra los griegos, en realidad son formaciones de lava subacuática.
Fascinante tu Ulises Antropológico, Encarna. Lo he encontrado extraordinario una vez más. Felicidades.
ResponderEliminarComo tendríamos para dos o tres horas de taller de lectura, quiero apuntar algunas cosas al hilo de vuestros interesantes comentarios. Creo que efectivamente, Ulises se sitúa en todo momento en una espacialidad liminal, no? Yo lo veo así. Él viaja de un lugar a otro, como dice Encarna, "dando tumbos por el mundo" durante años hasta lograr regresar a su origen: Ítaca. Pero entre tanto, está en una situación casi continúa de traslado, intermedia. Va de un lugar a otro, experimenta innumerables ritos de paso. Todo parece tener una naturaleza liminal. Su ritos de entrada, los límites espaciales entre la diversidad de pueblos que visita, o cualquier espacio localizado en los márgenes por los que cruza con sus hombres. Ulises hasta regresar a la estructura social a la que pertenece, se mueve en este espacio de frontera, aunque hablemos de un espacio-tiempo mítico. Ulises, a lo largo de todo su periplo, reconstruye su identidad, la individual, la familiar y la del lugar al que pertenece. Sobre él pesa la idea constante de peligro, aunque tambien tendrá la dicha de ser acogido con gran generosidad y hospitalidad por aquellos pueblos generosos y hospitalarios que se encuentra, como es el caso de los feacios. Pero para acceder a ese don ha de lavarse / purificarse en la antesala de palacio, para dejar atrás las impurezas, todo lo contaminante. Las ceremonias y rituales de paso son constantes. Ya la estructura narrativa de la Odisea comienza " in media res" , por "el medio del asunto" . La ventaja de la Odisea es que admite una lectura fragmentada y aunque te filtres en la obra por cualquier parte, no te pierdes, por ese carácter retrospectivo. La diversidad de planos narrativos, los relatos dentro del relato. Esa ruptura de secuencias....la perspectiva de las voces, cedida por la voz omnisciente del autor. Con todo ello trato de justificar que mi lectura sólo ha sido fragmentada. Primero cuando estudié Magisterio, realizando
algunos comentarios de texto, de forma apresurada y con urgencia. ( Si yo te contase Encarna...) Hace unos días volví a leer algunos fragmentos. De modo que creo haber hecho mis deberes. ( cuando leas esto seguro que sueltas una sonrisa, o eso espero, jejeje....)
Bueno, al final Homero creo que viene a decirnos que todos los caminos que nos conducen a los pueblos , al igual que debemos hacer con la vida y la muerte, han de ser respetados, para evitar que los mundos se entremezclen de modo no deseado.
Y resaltar el interesante estudio de investigación que has realizado del mito de la figura del Cíclope Polifemo ( a mi me parece un personaje sumamente entrañable! Como se le ocurre a Ulises entrar en su cueva avasallando!!! ) Igual que la Odisea, tu texto mantiene ese punto de ironía y humor que nos resulta estupendo. ) Aquí nos llevas a través de las hipótesis de D' Huy hasta el Paleolítico. A ello también refieres en tu última entrada. A través de este rastreado de su evolución a través de la historia, se podría concluir diciendo que la evolución de los mitos nos están devolviendo también su cambio, pero sólo podemos apreciarlo a través de este rastreado realizado por ti en tiempo real( el día que lo editaste y nosotros los lectores a través de su lectura. GENIAL
Celebro esta singular visión o perspectiva antropológica, en esa fusión-oposición perfecta de contrarios, como explican muy bien los estructuralistas. Cuestión a la que aludes en la introducción.
Y como tus entradas están repletas de otras ventanas por donde mirar, he encontrado un enlace hermosisimo del poeta M. Florian. La entrada dedicada a " La infancia de las palabras", para ayudarnos a lograr entender el acto de la Creación Poética. Y hermosisimos poemas. Gracias
Muchas gracias
Muchas gracias a ti por este pedazo de comentario, Madre mía, Carmen, qué bueno. Y, sí, tú también eres una Ulises navegando por las islas del conocimiento. Este Ulises con Polifemo me dio mucho pero muy grato trabajo. Hay mucha más antropología en la Odisea y yo estoy deseando ponerme con cientos de cosas pero me he apuntado a un montón de cursos de la UNED y voy loca viendo conferencias para acabar a tiempo. A ver si hablamos a mi vuelta. Miguel Florián es una maravilla de poeta y le encanta el cine. Escribimos juntos una entrada que se llama Dead Man, sobre la peli de Jim Jarmusch, él hablando de unas cosas y yo de los Kwakiutl. Seguro que te gusta. Te pongo el enlace: https://anthropotopia.blogspot.com/2014/12/whahappan-dead-man-1995-de-jim-jarmusch.html
EliminarUn fuerte abrazo.
Gracias Encarna por facilitarme el enlace. Me encantará, seguro. Sí quiero a mi vuelta de vacaciones conseguir su libro de poemas titulado " Anteo". Los leídos en el blog son bellísimos!!.
ResponderEliminarUn abrazo.