EL MITO DEL DOBLE EN "EL DR. JEKYLL Y MR. HYDE". Pesadillas en el laboratorio (III).
El doble, un mito
con una larga tradición
A la hora de articular, por medio de fábulas morales, la crítica a los excesos del cientifismo, que se veía como una terrible amenaza a finales del siglo XIX, los autores de la época hicieron uso de mitos muy consolidados en la tradición occidental. Uno de ellos es el del “doble”, de origen nórdico-germánico. El doppelgänger, cuyo nombre quiere decir ”el que camina al lado”, es el gemelo malvado, la materialización del fondo oscuro y misterioso del ser humano, en guerra permanente contra su lado bueno. Ese doble también fue caracterizado como “la sombra” por Carl Gustav Jung. El Romanticismo intentó liberar los aspectos ocultos de la personalidad a los que, hasta entonces, habían intentado sojuzgar la fe y la razón. El resultado del esfuerzo literario para la comprensión de la naturaleza humana, en toda su complejidad, fue la creación de unos monstruos de papel con tal poder de evocación que, todavía hoy, constituyen faros que iluminan los rincons más recónditos de nuestro ser.
A la hora de articular, por medio de fábulas morales, la crítica a los excesos del cientifismo, que se veía como una terrible amenaza a finales del siglo XIX, los autores de la época hicieron uso de mitos muy consolidados en la tradición occidental. Uno de ellos es el del “doble”, de origen nórdico-germánico. El doppelgänger, cuyo nombre quiere decir ”el que camina al lado”, es el gemelo malvado, la materialización del fondo oscuro y misterioso del ser humano, en guerra permanente contra su lado bueno. Ese doble también fue caracterizado como “la sombra” por Carl Gustav Jung. El Romanticismo intentó liberar los aspectos ocultos de la personalidad a los que, hasta entonces, habían intentado sojuzgar la fe y la razón. El resultado del esfuerzo literario para la comprensión de la naturaleza humana, en toda su complejidad, fue la creación de unos monstruos de papel con tal poder de evocación que, todavía hoy, constituyen faros que iluminan los rincons más recónditos de nuestro ser.
Encontramos
a ese doble fantasmagórico, escindido y encarnado, no sólo en El
hombre invisible (1897) o en El extraño caso del Doctor
Jekyll y Mister Hyde (1886) sino también en El Horla
(1886) de Maupassant y en El retrato de Dorian Gray (1890).
El doble nace siempre con vocación de hacer el mal-prohibido por las
leyes morales y sociales pero que se presenta ante nuestros ojos como
más poderoso y atractivo que ellas-, y pugna por adueñarse de la
situación a pesar de los esfuerzos de la religión y la educación
para contenerlo. La literatura estaba poniendo de relieve, de manera
muy afinada, las enormes dificultades de la consciencia, y de la
norma-su correlato a nivel social-, para mantener a raya el lado
salvaje del ser humano. Mientras que la doctrina cristiana había
sostenido que las pasiones son un instrumento de Dios para poner a
prueba la voluntad, el darwinismo reveló el origen animal de
nuestras pulsiones, cuestionando la eficacia de las barreras
impuestas a las mismas por la civilización. La novelística
finisecular consiguió, como ningún otro arte, plasmar el cambio de
paradigma, la nueva cosmovisión en la que el hombre no era un ente
angélico, una planta orientada hacia el bien, sino un animal en su
huida hacia delante en el curso de una azarosa evolución.
Indudablemente este era el tema más candente en el fin de siglo y la
gran literatura es el lugar idóneo para analizarlo en su contexto.
Hay en ella una enorme modernidad, ya que la ciencia juega en estos
libros un papel fundamental, pero el marco básico de la discusión
sigue siendo la eterna lucha entre el bien y el mal, aunque ahora
bajo un nuevo prisma y con un personaje novedoso, el científico.
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“Y diciendo esto se llevó el vaso a los labios y se bebió el
contenido de un golpe. Dejó escapar un grito, giró sobre sí mismo,
dio un traspiés, se aferró a la mesa y allí quedó mirando al
vacío, con los ojos inyectados en sangre y respirando
entrecortadamente a través de la boca abierta. Y mientras le miraba,
me pareció que empezaba a operarse en él una transformación. De
pronto comenzó a hincharse, su rostro se ennegreció y sus rasgos
parecieron derretirse y alterarse. Un momento después yo me
levantaba de un salto y me apoyaba en la pared con un brazo alzado ante
mi rostro para protegerme de tal prodigio y la mente hundida en el
terror“.
Aunque
conocemos sobradamente la historia de Jekyll transformado en Hyde,
conviene recordar de forma somera cómo la presenta la novela para
comprobar hasta qué punto el esquema del doble la recorre
enteramente. El abogado Sr. Utterson, buen amigo y compañero de
estudios del filantrópico Henry Jekyll, modelo de virtudes, se
entera por boca de su primo Enfield que el protegido del doctor, el
diabólico Edward Hyde, golpeó a una niña sin hacer nada después
para ayudarla. Los testigos del hecho le exigieron una compensación,
bajo amenaza de desacreditarlo socialmente. Entonces Hyde entró en
una casa un tanto abandonada y poco después salió con oro y un
talón firmado por Jekyll. El abogado cree que Hyde está
chantajeándolo por culpa de algún pecado de juventud y que le ha
obligado a hacer testamento a su favor en caso de muerte o desaparición
lo que. a su juicio, pone la vida del testador enteramente en manos
de aquel desalmado. En busca de consejo, Utterson acude al doctor
Lanyon, quien le manifiesta que su amistad se acabó años atrás
cuando Jekyll se enredó en disparates poco científicos, muy
alejados de su recta concepción de la medicina. Con el cerebro
enfebrecido por las sospechas, Utterson sufre una pesadilla y se
obsesiona con desenmascarar a Hyde. Para ello, monta guardia en el lugar hasta que aparece y consigue sonsacarle su dirección en el sórdido
barrio de Soho. El abogado, cada vez más metido en su papel de
detective, interroga al mayordomo de Jekyll, quien le informa que
Hyde entra y sale de la casa cuando y como quiere, así como que tienen
órdenes de obedecerlo en todo. Durante una cena de amigos, Lanyon
califica de herejía científica la “medicina trascendental” que
practica Jekyll, mientras que este lo tilda de ignorante y fanático.
Utterson se muestra preocupado por su intimidad con Hyde pero su amigo lo
tranquiliza y le pide que lo ayude cuando él ya no esté.
Transcurre
un año tranquilamente hasta que un crimen atroz conmociona la ciudad, el asesinato
del parlamentario Sir Danvers Carew. Una criada de la casa vio a Hyde atacar salvajemente a su amo, y
Utterson se dirige a Soho a buscarlo. No lo encuentra pero sí las pruebas incriminatorias. Jekyll entrega
entonces al abogado una carta del criminal, en la que se despide para
siempre de él pero Utterson no tarda en descubrir, con ayuda de la grafología, que ha sido el propio Jekyll quien, deformando su letra, ha redactado la misiva, lo que incrementa sus sospechas de que está ocultando al asesino.
Durante
unos pocos meses vuelve la paz a la vida del abogado, quien disfruta
de su vieja amistad con Jekyll hasta que, un buen día, este vuelve a
eclipsarse de nuevo. Lanyon, herido de muerte por un terrible
acontecimiento que no se atreve a revelar, le entrega un sobre
lacrado que sólo deberá abrirse cuando fallezcan Jekyll y él
mismo. El mayordomo pone en conocimiento de Utterson que su señor, frenético, le
envió sin resultado a todas las boticas en busca de un determinado
producto, y que se teme que Hyde lo ha asesinado. Cuando el
detective aficionado acude a la casa, descubre que Jekyll se ha suicidado y por fin logra descifrar el misterio gracias a
sendas cartas. En la primera, Lanyon cuenta que Jekyll le pidió
que le proporcionara un ingrediente químico y que la horrorosa
experiencia de contemplar su transformación le había conmocionado
hasta ponerlo a las puertas de la muerte. Jekyll no había dudado en hacer la
demostración en su presencia para convencerlo del poder y la fama
que podía alcanzar con su sensacional descubrimiento. En la
siguiente misiva, Jekyll explica por sí mismo lo sucedido: se dejó
seducir por la juventud y energía que le proporcionaba su
disociación en Hyde, y que había aprovechado el desdoblamiento para
exculparse y vivir sin remordimiento alguno experiencias pecaminosas,
hasta que ya no pudo revertir el proceso. Un buen día se despertó
convertido espontáneamente en Hyde y, al carecer de la sustancia
decisiva, ya no fue capaz de volver a su forma normal. Para poner
freno a su doble malévolo, se quita la vida.
Elementos
psicológicos y psicoanalíticos en la novela
La
obra contiene intuiciones en la materia de una sorprendente
modernidad. En su confesión, Jekyll concluye que, como resultado de
sus investigaciones, ha descubierto que “el hombre no es sólo
uno, sino dos. Y digo dos porque mis conocimientos no han ido más
allá de este punto. Otros vendrán después, otros que me
sobrepasarán en conocimiento, y me atrevo a predecir que al fin el
hombre será tenido y reconocido como un conglomerado de
personalidades diversas, discrepantes e independientes”.
La
novela ejemplifica muy bien la segunda tópica de Freud (desde 1923),
con Hyde encarnando el ello y Jekyll escindido en las instancias del
yo y el superyo, las cuales se empeñan sin éxito en impedir la
rebelión de los instintos reprimidos.
En el libro aflora igualmente un problema psicológico esencial en
una sociedad, como la victoriana, tan encorsetada por la educación y las convenciones, aunque a nosotros nos cuesta un tanto comprenderlo,
desde la óptica de la espontaneidad y la transparencia con que, hoy día, afrontamos
la interrelación humana. La preocupación por las fachadas y las
apariencias, tan presente en la novela, es el correlato de la
dificultad para escrutar el verdadero ser dentro de cada persona, mas
allá de lo que deja ver la superficie. En ese sentido, la novela
coincide con otra obra cumbre de esta era, El corazón de las
tinieblas (1889) de Joseph Conrad, en la que los espesos muros
boscosos de la jungla son el símbolo de la impenetrabilidad de la
mente ajena.
En la novela los personajes se enfrentan con frecuencia a la dificultad de expresar lo
que sienten o perciben, o rehuyen la conversación sobre el
particular, lo que arroja dudas sobre las posibilidades de
comunicación por medio del lenguaje, tema que abordaría Hugo von
Hofmannsthal en la reveladora Carta de lord Chandos (1902). O
quizá el texto ejemplifique cómo el lenguaje, un método lógico
construido y guiado por la razón, no sirve para hacer enteramente
inteligible lo irracional.
Finalmente,
aparece el tema psicológico en un elemento muy propio de la
narrativa gótica, el mundo onírico, como en la pesadilla del
abogado. El propio Stevenson parece que concibió esta increíble
historia tras un febril sueño. Enardecido con las posibilidades que
ofrecía el relato sobre un paciente de personalidad escindida,
escribió el primer borrador en sólo tres días. Su esposa Fanny le
sugirió que lo construyera en clave de alegoría moral, y el genial
escocés lo reescribió en menos de una semana. Resulta increíble
cómo en ese brevísimo lapso el autor fue capaz de cristalizar en su
cabeza semejante cantidad de elementos culturales flotantes en el
ambiente de la época. Sin duda, las grandes intuiciones literarias
son como un rayo repentino que parte en dos el cerebro, pero tal vez
la experimentación con drogas también ayudó a cuajar esta historia
de ribetes sobrenaturales.
Gracias
al cine, Hyde adopta para nosotros la fisonomía de cualquiera de los
diferentes actores que lo han encarnado desdoblándose en ambos personajes. Pero Stevenson se enfrentaba a
un verdadero problema: hacer comprensible a sus lectores, con la sola
fuerza de su pluma, cómo era este espantoso ser. El autor
proporciona varios ejemplos para retratarlo de cuerpo entero. Uno de
ellos es el juggernaut, palabra inglesa para el sánscrito
Yaganatha, que es el nombre que adopta el dios Krisnha cuando
se comporta como una fuerza irrefrenable y despiadada, capaz de
destruir todo lo que se interpone en su camino. Así se comporta
Hyde, desenfrenado tras su liberación, cuando mata a Sir Danvers Carew con una crueldad insólita e injustificada.
El
autor igualmente compara a Hyde con un simio, y ello entronca
nuevamente con la preocupación evolucionista que había enfrentado a
la sociedad victoriana desde que Darwin publicase The Descent of Man en
1871.
Stevenson también llama a Hyde troglodita, apelativo que cuadra bien con su comportamiento primitivo, violento, irracional… A mí me parece que encaja a la perfección en el modelo de Wilder mann, del que ya hemos hablado en varias ocasiones en este blog. Como él, Hyde aparece como un ser a medio camino entre el hombre y la bestia, tiene el cuerpo cubierto de espeso pelo (un rasgo al que, incuestionablemente, Stevenson quiso darle una significación animal) y esgrime un recio bastón. Estos elementos son propios del hombre salvaje, una figura con una vigencia muy prolongada en el folclore europeo y que el novelista pudo utilizar como icono. Así que tenemos un ser guiado por los instintos más inmediatos, carente de la más elemental educación, inmoral… Su grotesca deformidad es, al mismo tiempo, física y moral. Por ello es capaz de cometer abyectas acciones contra los más indefensos, una niña y un anciano. Mientras que Jekyll es alto y apuesto, su doble es de una fealdad repulsiva y, además, un enano. Esa reducida estatura es resultado de la larga represión de esta parte de su ser, la menos desarrollada en la personalidad multiforme de Jekyll, aunque Hyde acaba creciendo a medida que se adueña de la misma. Un último rasgo en la caracterización del mismo es la sensación de profundo desagrado que produce: es la experiencia del mal absoluto, puro y sin destilar, que mora en él. Sin duda Hyde es una versión del demonio en la era científica, y se adelantó en dos años a los horrendos crímenes de Jack el Destripador.
Stevenson también llama a Hyde troglodita, apelativo que cuadra bien con su comportamiento primitivo, violento, irracional… A mí me parece que encaja a la perfección en el modelo de Wilder mann, del que ya hemos hablado en varias ocasiones en este blog. Como él, Hyde aparece como un ser a medio camino entre el hombre y la bestia, tiene el cuerpo cubierto de espeso pelo (un rasgo al que, incuestionablemente, Stevenson quiso darle una significación animal) y esgrime un recio bastón. Estos elementos son propios del hombre salvaje, una figura con una vigencia muy prolongada en el folclore europeo y que el novelista pudo utilizar como icono. Así que tenemos un ser guiado por los instintos más inmediatos, carente de la más elemental educación, inmoral… Su grotesca deformidad es, al mismo tiempo, física y moral. Por ello es capaz de cometer abyectas acciones contra los más indefensos, una niña y un anciano. Mientras que Jekyll es alto y apuesto, su doble es de una fealdad repulsiva y, además, un enano. Esa reducida estatura es resultado de la larga represión de esta parte de su ser, la menos desarrollada en la personalidad multiforme de Jekyll, aunque Hyde acaba creciendo a medida que se adueña de la misma. Un último rasgo en la caracterización del mismo es la sensación de profundo desagrado que produce: es la experiencia del mal absoluto, puro y sin destilar, que mora en él. Sin duda Hyde es una versión del demonio en la era científica, y se adelantó en dos años a los horrendos crímenes de Jack el Destripador.
El
género ausente
Es
curioso constatar que los personajes masculinos constituyen la
abrumadora mayoría en la novela. Sólo aparecen tres mujeres y el
autor no otorga nombre a ninguna de ellas. Una es la niña maltratada
por Hyde. Otra, la criada del parlamentario Sr.Carew. Y,
finalmente, la vieja criada que sirve a Hyde en su refugio del Soho.
Hollywood se ha ocupado de corregir ese anonimato imaginando como
criada de Jekyll a la inocente Mary Reilly (Julia Roberts), a quien
maltrata el casi siempre oscuro John Malkovich en la película de
Stephen Frears (1996).
El cine también se ha encargado de compensar el fuerte desequilibrio en el argumento entre los elementos masculino y femenino. Por sólo citar dos ejemplos, en El hombre y el monstruo (1931), la versión de Rouben Mamoulian con Frederic March, Jekyll tiene novia pero se encarna en Hyde para poder intimar con una cantante, Ivy Anderson, interpretada por la bella Miriam Hopkins.
En El extraño caso del doctor Jekyll (1941), dirigida por Victor Fleming, el cine vuelve a sacar partido de ese perverso triángulo amoroso. En este caso, la prometida de Jekyll (Spencer Tracy) es Lana Turner y, la víctima de sus fechorías sexuales, una atormentada Ingrid Bergman.
Pero lo cierto es que, en
la novela, Jekyll no tiene novia. Es un solterón empedernido de unos
50 años, igual que sus compañeros de estudio, el abogado Utterson y
el doctor Lanyon. A Enfield, el joven primo del improvisado
detective, tampoco se le conoce ninguna relación amorosa. Los vicios
inconfesables de Jekyll, de los que no está dispuesto a prescindir,
la razón que lo empuja a disociarse de su lado malo, son objeto de
constante comentario en la novela pero no se proporciona ninguna
pista acerca de en qué podrían consistir. Sólo
sabemos que Hyde es una criatura perfectamente adaptada a la noche
londinense, de manera que podría tratarse de prostitución, drogas,
juego y hay quien, vista esa inveterada soltería entre los
miembros del grupo, incluye en el catálogo la homosexualidad, el más
nefando de los pecados en la época. Recordemos que, pocos años
después de la publicación de esta novela, en 1895, Oscar Wilde
protagonizó un sonoro escándalo judicial. La condena
le costó el ingreso en la cárcel de Reading y su ostracismo social.
En cualquier caso, no existen elementos suficientes para tomar una
decisión al respecto y, además, no parece ser un aspecto realmente
relevante. La soltería de Utterson y Lanyon se explica mejor por su
dedicación a sus respectivas profesiones, la abogacía y la
medicina, la cual viven como un verdadero sacerdocio.
El cine también se ha encargado de compensar el fuerte desequilibrio en el argumento entre los elementos masculino y femenino. Por sólo citar dos ejemplos, en El hombre y el monstruo (1931), la versión de Rouben Mamoulian con Frederic March, Jekyll tiene novia pero se encarna en Hyde para poder intimar con una cantante, Ivy Anderson, interpretada por la bella Miriam Hopkins.
En El extraño caso del doctor Jekyll (1941), dirigida por Victor Fleming, el cine vuelve a sacar partido de ese perverso triángulo amoroso. En este caso, la prometida de Jekyll (Spencer Tracy) es Lana Turner y, la víctima de sus fechorías sexuales, una atormentada Ingrid Bergman.
La
crítica moral a la ciencia: el laboratorio como lugar del mal
Plano de la casa de J. Hunter |
Mapa de la pobreza de Londres a finales del .XIX. |
La
doble moral victoriana también se proyecta sobre el trazado
urbanístico de Londres, con sus barrios respetables, zona donde
reside Jekyll, y el Soho, lugar en el que se concentró la
prostitución desde mediados del siglo XIX. En ese indeseable
vecindario tiene su vivienda el Jekyll de noche para poder moverse
más libremente por los bajos fondos de la ciudad. “El miserable
barrio del Soho…con sus calles fangosas, sus transeúntes desalmados y esas farolas que, o no habían apagado todavía, o habían vuelto a
encender para combatir esa nueva invasión de la oscuridad,
parecía a los ojos del abogado un barrio de pesadilla”. Vemos
así que el Soho es el reino de la noche, en la que la omnipresente
niebla oculta las acciones más inconfesables. Pero no existe una
verdadera diferencia en la moralidad y costumbres de una y otra parte
de la ciudad. Sólo ocurre que los poderosos esconden sus vicios bajo
hermosas ropas y fachadas, contradicción sobre la que ya había
reflexionado con gran amargura el desposeído rey Lear, desnudo en el
páramo inglés bajo la inclemente lluvia.
El
sistema de oposiciones duales
El
leitmotiv del doble reverbera a lo largo de toda la novela,
proyectándose por doquier. Lo vemos en el tema central, por
supuesto, pero también en las diferentes metáforas y símbolos, y hasta en
el propio esquema narrativo de la obra. Así, la primera parte, narrada en tercera persona, es una historia de
detectives en la que el abogado Utterson intenta encajar las piezas
del puzzle para aclarar las misteriosas circunstancias que rodean la
relación entre Jekyll y Hyde. Esa investigación se lleva acabo a
través de las múltiples perspectivas que aportan los
intervinientes: Enfield, Lanyon, el pasante, el mayordomo, las
criadas y hasta los propios Hyde y Jekyll con sus verdades a medias.
También se entrecruzan múltiples cartas que, a la vez, desvelan y
ocultan la verdad, pues lo que prima en la primera sección de la
obra es el juego de las intrigantes apariencias. En la segunda se
revela la realidad de lo sucedido a través de los relatos de Lanyon
y Jekyll. Cada uno tiene una visión diferente y enfrentada de la
práctica científica. Aquí se encuentra una de las oposiciones
duales más importantes de la obra, entre la ciencia buena y la
perniciosa. El soberbio Jekyll interpela de esta manera a su colega
en el momento de transformarse ante sus ojos: “Ante usted se
abrirán nuevos horizontes de conocimiento y nuevos caminos hacia la
fama y el poder… Verá un prodigio que asombrará al mismo Satán”.
Los
contrastes duales son verdaderamente ubicuos y se encuentran
interconectados: casa-laboratorio, las dos partes de la ciudad (la
honesta y la depravada), virtudes públicas-vicios ocultos,
individuo-sociedad, civilización-barbarie, noche-día,
luz-oscuridad, cuerpo-psique, bien-mal., hombre-bestia… Lo doble es
un elemento infiltrado en toda la obra que, de manera recurrente pero
sutil, potencia su mensaje. Sin embargo, a diferencia de lo que
sucede con el pensamiento binario occidental, los pares de dobles en
la novela, a excepción de la ciencia, no se articulan de acuerdo con
una jerarquía de valores que otorgue una apreciación positiva a uno
de los términos en detrimento del otro (por ejemplo, lo masculino
respecto a lo femenino). El clarividente Stevenson se dio cuenta que
las categorías enfrentadas estaban mutuamente contaminadas. Tanta
miseria espiritual había en el Soho como en la City, tan innoble era
en realidad Jekyll como Hyde, bajo las mejores apariencias se
ocultaban los peores vicios… Era la ambigüedad moral de una
sociedad enferma que invadía todos sus rincones.
Enlaces a otras entradas de esta serie:
-Frankenstein, La isla del Dr. Moreau y La máquina del tiempo: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/07/pesadillas-en-el-laboratorio.html
-El hombre invisible: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/08/pesadillas-del-laboratorio-el-hombre.html
-Las locas del laboratorio: El papel pintado amarillo de Charlotte Perkins Gilman:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/11/locas-en-el-laboratorio-el-papel.html
-PIGMALIÓN/MY FAIR LADY: https://anthropotopia.blogspot.com/2018/11/pigmalion-my-fair-lady-pesadillas-en-el.html
Otros enlaces sugeridos:
-El hombre salvaje: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/06/wilder-mann-el-hombre-salvaje-europeo.html y http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/06/el-hombre-salvaje-espanol.html
-Hofmannsthal: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/01/la-obra-de-hvon-hofmannsthal-y-elhtml
Enlaces a otras entradas de esta serie:
-Frankenstein, La isla del Dr. Moreau y La máquina del tiempo: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/07/pesadillas-en-el-laboratorio.html
-El hombre invisible: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/08/pesadillas-del-laboratorio-el-hombre.html
-El Dr. Jekyll y Mr.Hyde: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/09/el-mito-del-doble-en-el-dr-jekyll-y-mr.html
-Blade Runner: https://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/09/androides-en-blade-runner-demasiado.html
-Metrópolis:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/10/metropolis-1927-pesadillas-en-el.html-Las locas del laboratorio: El papel pintado amarillo de Charlotte Perkins Gilman:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/11/locas-en-el-laboratorio-el-papel.html
-PIGMALIÓN/MY FAIR LADY: https://anthropotopia.blogspot.com/2018/11/pigmalion-my-fair-lady-pesadillas-en-el.html
Otros enlaces sugeridos:
-El hombre salvaje: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/06/wilder-mann-el-hombre-salvaje-europeo.html y http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/06/el-hombre-salvaje-espanol.html
-Hofmannsthal: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/01/la-obra-de-hvon-hofmannsthal-y-elhtml
-Stevenson,
R. L.: El doctor Jekyll y Mister Hyde. Alianza editorial,
1981.
-Buzwell,
Greg: “Man is not truly one, but truly
two: duality in
The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde.Web.15-7-2016.
-Singh,
S.M., y Chakrabat, S.: A study in
dualism: The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde.
Indian Journal of Psychiatry. Web. 15-7-2016.
-
The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde.
Sparknotes. Web.15-7-2016.
-
The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde.
eNotes. Web.15-7-2016.
-Juggernaut. Wikipedia. Web.15-7-2016.
-
Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde.
Wikipedia. Web.15-7-2016.
Enhorabuena por esta entrada, completa y muy bien estructurada en la que analizas el tema del "doble", del oculto, de aquel que está más allá del bien y del mal.
ResponderEliminarFelicidades por la entrada, muy interesante, como hablamos con anterioridad; aunque el doppelgänger del comienzo hay que corregirlo ;-)
ResponderEliminarGracias por la corrección, María. Entre "Susan Samsung", que escribe lo que le parece, y mis despistes corrigiendo el dictado...Ya está rectificado. Gracias también a las dos por leer y comentar.
ResponderEliminar¿Qué pervierte al científico? Como en *El hombre invisible* de Wells, la instrumentalización del conocimiento en pos de la fama, el poder o el placer indigno.
ResponderEliminar¿Qué ansía Jekyll de Hyde? Su vigor, su fuerza. Y no le falta razón, porque la energía viene de abajo.
Scheller dirá en *El puesto del hombre en el cosmos* que somos seres espirituales, pero que el ser espiritual del hombre, con ser lo más importante que hay, es también,
lo más irreal, lo más ideal y lo más ineficiente. Esto quiere decir que no posee energía propia,
sino que la energía le viene de lo de abajo, de las estructuras más primitivas y biológicas. La
represión es por ello una condición necesaria del desarrollo de la vida espiritual, por cuanto el
hombre «represa» y ordena las energías vitales para que surja la cultura y el espíritu se impregne
de realidad. Es lo mismo que cuando cerramos los grifos de una casa para que suba el agua hasta
el depósito situado en la azotea. El centro activo del espíritu es la persona, el hombre, además
de animal, es persona.
Extraordinaria entrada Encarna . Felicidades una vez más. Visitando algunas de las entradas de vuestra serie " Criaturas de laboratorio" me he detenido en esta porque me ha resonado con fuerza la lectura de esta novela de Stevenson en el último curso de Magisterio. La profe de psicología nos diría que Stevenson se habría adelantado a Freud en dos décadas para profundizar en el estudio del subconsciente . Después tuvimos que detenernos en Freud con " Psicopatología de la vida cotidiana". Lo cierto es que nuestra profe nos decía que así como nuestro "pecado" nacional era la envidia, el de los franceses, la arrogancia, el de los británicos sería el de la hipocresía y que Stevenson sería en la literatura quien mejor representó la hipocresía de la moral victoriana y sí, tras ese fondo alegórico, vemos ese combate entre la corrección externa y esa parte oscura y lujuriosa de la naturaleza humana que pugna siempre por salir. Trataría de explicarnos de qué estamos hechos, cuáles son nuestras mitades, en el mejor de los casos, si no es que hay otras muchas, que nos explicarían la naturaleza que realmente nos constituye y que una vez desensambladas, escindidas esas partes, nos permitiría conocernos . El Bien y El Mal pueden equilibrarse, pero escindidas, diseccionadas las dos mitades se puede acceder a conocer la maldad químicamente pura , sin restricciones, sin consideraciones morales a las que atender , en ausencia de esa voz de conciencia que nos ordena el curso de nuestros pensamientos, emociones y comportamientos que ordena la existencia, rotos los límites, las fronteras de nuestros propios códigos morales. Es interesante comprobar que en ese contexto histórico, de cambio de paradigma, orientado hacia La Ciencia, al tiempo, se expresaba el temor a crear nuevas formas de vida, en sus desafíos frente al Creador. En la ciencia-ficción toda experimentación acababa mal. En la novela de Stevenson es interesante analizar cómo va cambiando el marcador, cómo cambian los papeles entre las dos personalidades , pues cuando precisa de las fórmulas, volver a la pócima utilizada originalmente, ya no podrá hacerlo, desconoce el antídoto que le permitiría volver a su estado natural y será la personalidad de Mr. Hyde la que ha ganado y que domina al Dr. Jekyll. Éste ha ido desarrollando tolerancia a la fórmula que le llevaba a transformarse de estado.
ResponderEliminar(También parece advertirnos frente al peligro del consumo de drogas).
La verdad es que tu estudio sobre el mito de " el doble" es muy profundo y complejo de analizar, pero lo has logrado con éxito, desde luego!
Muchas gracias.