EL MITO DEL DOBLE EN "EL DR. JEKYLL Y MR. HYDE". Pesadillas en el laboratorio (III).

El doble, un mito con una larga tradición
A la hora de articular, por medio de fábulas morales, la crítica a los excesos del cientifismo, que se veía como una terrible amenaza a finales del siglo XIX, los autores de la época hicieron uso de mitos muy consolidados en la tradición occidental. Uno de ellos es el del “doble”, de origen nórdico-germánico. El doppelgänger, cuyo nombre quiere decir ”el que camina al lado”, es el gemelo malvado, la materialización del fondo oscuro y misterioso del ser humano, en guerra permanente contra su lado bueno. Ese doble también fue caracterizado como “la sombra” por Carl Gustav Jung. El Romanticismo intentó liberar los aspectos ocultos de la personalidad a los que, hasta entonces, habían intentado sojuzgar la fe y la razón. El resultado del esfuerzo literario para la comprensión de la naturaleza humana, en toda su complejidad, fue la creación de unos monstruos de papel con tal poder de evocación que, todavía hoy, constituyen faros que iluminan los rincons más recónditos de nuestro ser.

Encontramos a ese doble fantasmagórico, escindido y encarnado, no sólo en El hombre invisible (1897) o en El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde (1886) sino también en El Horla (1886) de Maupassant y en El retrato de Dorian Gray (1890). El doble nace siempre con vocación de hacer el mal-prohibido por las leyes morales y sociales pero que se presenta ante nuestros ojos como más poderoso y atractivo que ellas-, y pugna por adueñarse de la situación a pesar de los esfuerzos de la religión y la educación para contenerlo. La literatura estaba poniendo de relieve, de manera muy afinada, las enormes dificultades de la consciencia, y de la norma-su correlato a nivel social-, para mantener a raya el lado salvaje del ser humano. Mientras que la doctrina cristiana había sostenido que las pasiones son un instrumento de Dios para poner a prueba la voluntad, el darwinismo reveló el origen animal de nuestras pulsiones, cuestionando la eficacia de las barreras impuestas a las mismas por la civilización. La novelística finisecular consiguió, como ningún otro arte, plasmar el cambio de paradigma, la nueva cosmovisión en la que el hombre no era un ente angélico, una planta orientada hacia el bien, sino un animal en su huida hacia delante en el curso de una azarosa evolución. Indudablemente este era el tema más candente en el fin de siglo y la gran literatura es el lugar idóneo para analizarlo en su contexto. Hay en ella una enorme modernidad, ya que la ciencia juega en estos libros un papel fundamental, pero el marco básico de la discusión sigue siendo la eterna lucha entre el bien y el mal, aunque ahora bajo un nuevo prisma y con un personaje novedoso, el científico.
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El argumento
Y diciendo esto se llevó el vaso a los labios y se bebió el contenido de un golpe. Dejó escapar un grito, giró sobre sí mismo, dio un traspiés, se aferró a la mesa y allí quedó mirando al vacío, con los ojos inyectados en sangre y respirando entrecortadamente a través de la boca abierta. Y mientras le miraba, me pareció que empezaba a operarse en él una transformación. De pronto comenzó a hincharse, su rostro se ennegreció y sus rasgos parecieron derretirse y alterarse. Un momento después yo me levantaba de un salto y me apoyaba en la pared con un brazo alzado ante mi rostro para protegerme de tal prodigio y la mente hundida en el terror“.

Aunque conocemos sobradamente la historia de Jekyll transformado en Hyde, conviene recordar de forma somera cómo la presenta la novela para comprobar hasta qué punto el esquema del doble la recorre enteramente. El abogado Sr. Utterson, buen amigo y compañero de estudios del filantrópico Henry Jekyll, modelo de virtudes, se entera por boca de su primo Enfield que el protegido del doctor, el diabólico Edward Hyde, golpeó a una niña sin hacer nada después para ayudarla. Los testigos del hecho le exigieron una compensación, bajo amenaza de desacreditarlo socialmente. Entonces Hyde entró en una casa un tanto abandonada y poco después salió con oro y un talón firmado por Jekyll. El abogado cree que Hyde está chantajeándolo por culpa de algún pecado de juventud y que le ha obligado a hacer testamento a su favor en caso de muerte o desaparición lo que. a su juicio, pone la vida del testador enteramente en manos de aquel desalmado. En busca de consejo, Utterson acude al doctor Lanyon, quien le manifiesta que su amistad se acabó años atrás cuando Jekyll se enredó en disparates poco científicos, muy alejados de su recta concepción de la medicina. Con el cerebro enfebrecido por las sospechas, Utterson sufre una pesadilla y se obsesiona con desenmascarar a Hyde. Para ello, monta guardia en el lugar hasta que aparece y consigue sonsacarle su dirección en el sórdido barrio de Soho. El abogado, cada vez más metido en su papel de detective, interroga al mayordomo de Jekyll, quien le informa que Hyde entra y sale de la casa cuando y como quiere, así como que tienen órdenes de obedecerlo en todo. Durante una cena de amigos, Lanyon califica de herejía científica la “medicina trascendental” que practica Jekyll, mientras que este lo tilda de ignorante y fanático. Utterson se muestra preocupado por su intimidad con Hyde pero su amigo lo tranquiliza y le pide que lo ayude cuando él ya no esté.

Transcurre un año tranquilamente hasta que un crimen atroz conmociona la ciudad, el asesinato del parlamentario Sir Danvers Carew. Una criada de la casa vio a Hyde atacar salvajemente a su amo, y Utterson se dirige a Soho a buscarlo. No lo encuentra pero sí las pruebas incriminatorias. Jekyll entrega entonces al abogado una carta del criminal, en la que se despide para siempre de él pero Utterson no tarda en descubrir, con ayuda de la grafología, que ha sido el propio Jekyll quien, deformando su letra, ha redactado la misiva, lo que incrementa sus sospechas de que está ocultando al asesino.
Durante unos pocos meses vuelve la paz a la vida del abogado, quien disfruta de su vieja amistad con Jekyll hasta que, un buen día, este vuelve a eclipsarse de nuevo. Lanyon, herido de muerte por un terrible acontecimiento que no se atreve a revelar, le entrega un sobre lacrado que sólo deberá abrirse cuando fallezcan Jekyll y él mismo. El mayordomo pone en conocimiento de Utterson que su señor, frenético, le envió sin resultado a todas las boticas en busca de un determinado producto, y que se teme que Hyde lo ha asesinado. Cuando el detective aficionado acude a la casa, descubre que Jekyll se ha suicidado y por fin logra descifrar el misterio gracias a sendas cartas. En la primera, Lanyon cuenta que Jekyll le pidió que le proporcionara un ingrediente químico y que la horrorosa experiencia de contemplar su transformación le había conmocionado hasta ponerlo a las puertas de la muerte. Jekyll no había dudado en hacer la demostración en su presencia para convencerlo del poder y la fama que podía alcanzar con su sensacional descubrimiento. En la siguiente misiva, Jekyll explica por sí mismo lo sucedido: se dejó seducir por la juventud y energía que le proporcionaba su disociación en Hyde, y que había aprovechado el desdoblamiento para exculparse y vivir sin remordimiento alguno experiencias pecaminosas, hasta que ya no pudo revertir el proceso. Un buen día se despertó convertido espontáneamente en Hyde y, al carecer de la sustancia decisiva, ya no fue capaz de volver a su forma normal. Para poner freno a su doble malévolo, se quita la vida.
Elementos psicológicos y psicoanalíticos en la novela
La obra contiene intuiciones en la materia de una sorprendente modernidad. En su confesión, Jekyll concluye que, como resultado de sus investigaciones, ha descubierto que “el hombre no es sólo uno, sino dos. Y digo dos porque mis conocimientos no han ido más allá de este punto. Otros vendrán después, otros que me sobrepasarán en conocimiento, y me atrevo a predecir que al fin el hombre será tenido y reconocido como un conglomerado de personalidades diversas, discrepantes e independientes”.
La novela ejemplifica muy bien la segunda tópica de Freud (desde 1923), con Hyde encarnando el ello y Jekyll escindido en las instancias del yo y el superyo, las cuales se empeñan sin éxito en impedir la rebelión de los instintos reprimidos.
En el libro aflora igualmente un problema psicológico esencial en una sociedad, como la victoriana, tan encorsetada por la educación y las convenciones, aunque a nosotros nos cuesta un tanto comprenderlo, desde la óptica de la espontaneidad y la transparencia con que, hoy día, afrontamos la interrelación humana. La preocupación por las fachadas y las apariencias, tan presente en la novela, es el correlato de la dificultad para escrutar el verdadero ser dentro de cada persona, mas allá de lo que deja ver la superficie. En ese sentido, la novela coincide con otra obra cumbre de esta era, El corazón de las tinieblas (1889) de Joseph Conrad, en la que los espesos muros boscosos de la jungla son el símbolo de la impenetrabilidad de la mente ajena.
En la novela los personajes se enfrentan con frecuencia a la dificultad de expresar lo que sienten o perciben, o rehuyen la conversación sobre el particular, lo que arroja dudas sobre las posibilidades de comunicación por medio del lenguaje, tema que abordaría Hugo von Hofmannsthal en la reveladora Carta de lord Chandos (1902). O quizá el texto ejemplifique cómo el lenguaje, un método lógico construido y guiado por la razón, no sirve para hacer enteramente inteligible lo irracional.
Finalmente, aparece el tema psicológico en un elemento muy propio de la narrativa gótica, el mundo onírico, como en la pesadilla del abogado. El propio Stevenson parece que concibió esta increíble historia tras un febril sueño. Enardecido con las posibilidades que ofrecía el relato sobre un paciente de personalidad escindida, escribió el primer borrador en sólo tres días. Su esposa Fanny le sugirió que lo construyera en clave de alegoría moral, y el genial escocés lo reescribió en menos de una semana. Resulta increíble cómo en ese brevísimo lapso el autor fue capaz de cristalizar en su cabeza semejante cantidad de elementos culturales flotantes en el ambiente de la época. Sin duda, las grandes intuiciones literarias son como un rayo repentino que parte en dos el cerebro, pero tal vez la experimentación con drogas también ayudó a cuajar esta historia de ribetes sobrenaturales.
Mister Hyde, un monstruo multiforme

Gracias al cine, Hyde adopta para nosotros la fisonomía de cualquiera de los diferentes actores que lo han encarnado desdoblándose en ambos personajes. Pero Stevenson se enfrentaba a un verdadero problema: hacer comprensible a sus lectores, con la sola fuerza de su pluma, cómo era este espantoso ser. El autor proporciona varios ejemplos para retratarlo de cuerpo entero. Uno de ellos es el juggernaut, palabra inglesa para el sánscrito Yaganatha, que es el nombre que adopta el dios Krisnha cuando se comporta como una fuerza irrefrenable y despiadada, capaz de destruir todo lo que se interpone en su camino. Así se comporta Hyde, desenfrenado tras su liberación, cuando mata a Sir Danvers Carew con una crueldad insólita e injustificada.
El autor igualmente compara a Hyde con un simio, y ello entronca nuevamente con la preocupación evolucionista que había enfrentado a la sociedad victoriana desde que Darwin publicase The Descent of Man en 1871.
Stevenson también llama a Hyde troglodita, apelativo que cuadra bien con su comportamiento primitivo, violento, irracional… A mí me parece que encaja a la perfección en el modelo de Wilder mann, del que ya hemos hablado en varias ocasiones en este blog. Como él, Hyde aparece como un ser a medio camino entre el hombre y la bestia, tiene el cuerpo cubierto de espeso pelo (un rasgo al que, incuestionablemente, Stevenson quiso darle una significación animal) y esgrime un recio bastón. Estos elementos son propios del hombre salvaje, una figura con una vigencia muy prolongada en el folclore europeo y que el novelista pudo utilizar como icono. Así que tenemos un ser guiado por los instintos más inmediatos, carente de la más elemental educación, inmoral… Su grotesca deformidad es, al mismo tiempo, física y moral. Por ello es capaz de cometer abyectas acciones contra los más indefensos, una niña y un anciano. Mientras que Jekyll es alto y apuesto, su doble es de una fealdad repulsiva y, además, un enano. Esa reducida estatura es resultado de la larga represión de esta parte de su ser, la menos desarrollada en la personalidad multiforme de Jekyll, aunque Hyde acaba creciendo a medida que se adueña de la misma. Un último rasgo en la caracterización del mismo es la sensación de profundo desagrado que produce: es la experiencia del mal absoluto, puro y sin destilar, que mora en él. Sin duda Hyde es una versión del demonio en la era científica, y se adelantó en dos años a los horrendos crímenes de Jack el Destripador.
El género ausente
Es curioso constatar que los personajes masculinos constituyen la abrumadora mayoría en la novela. Sólo aparecen tres mujeres y el autor no otorga nombre a ninguna de ellas. Una es la niña maltratada por Hyde. Otra, la criada del parlamentario Sr.Carew. Y, finalmente, la vieja criada que sirve a Hyde en su refugio del Soho. Hollywood se ha ocupado de corregir ese anonimato imaginando como criada de Jekyll a la inocente Mary Reilly (Julia Roberts), a quien maltrata el casi siempre oscuro John Malkovich en la película de Stephen Frears (1996).
El cine también se ha encargado de compensar el fuerte desequilibrio en el argumento entre los elementos masculino y femenino. Por sólo citar dos ejemplos, en El hombre y el monstruo (1931), la versión de Rouben Mamoulian con Frederic March, Jekyll tiene novia pero se encarna en Hyde para poder intimar con una cantante, Ivy Anderson, interpretada por la bella Miriam Hopkins.
En El extraño caso del doctor Jekyll (1941), dirigida por Victor Fleming, el cine vuelve a sacar partido de ese perverso triángulo amoroso. En este caso, la prometida de Jekyll (Spencer Tracy) es Lana Turner y, la víctima de sus fechorías sexuales, una atormentada Ingrid Bergman.
 Pero lo cierto es que, en la novela, Jekyll no tiene novia. Es un solterón empedernido de unos 50 años, igual que sus compañeros de estudio, el abogado Utterson y el doctor Lanyon. A Enfield, el joven primo del improvisado detective, tampoco se le conoce ninguna relación amorosa. Los vicios inconfesables de Jekyll, de los que no está dispuesto a prescindir, la razón que lo empuja a disociarse de su lado malo, son objeto de constante comentario en la novela pero no se proporciona ninguna pista acerca de en qué podrían consistir. Sólo sabemos que Hyde es una criatura perfectamente adaptada a la noche londinense, de manera que podría tratarse de prostitución, drogas, juego y hay quien, vista esa inveterada soltería entre los miembros del grupo, incluye en el catálogo la homosexualidad, el más nefando de los pecados en la época. Recordemos que, pocos años después de la publicación de esta novela, en 1895, Oscar Wilde protagonizó un sonoro escándalo judicial. La condena le costó el ingreso en la cárcel de Reading y su ostracismo social. En cualquier caso, no existen elementos suficientes para tomar una decisión al respecto y, además, no parece ser un aspecto realmente relevante. La soltería de Utterson y Lanyon se explica mejor por su dedicación a sus respectivas profesiones, la abogacía y la medicina, la cual viven como un verdadero sacerdocio.
La crítica moral a la ciencia: el laboratorio como lugar del mal
Plano de la casa de J. Hunter
Un aspecto fundamental en la novela es la dualidad que Stevenson establece entre la elegante mansión victoriana de Jekyll y el siniestro laboratorio donde tienen lugar sus innobles experimentos. Mientras que la primera es ejemplo de la respetabilidad social, el triunfo profesional y la decencia, la otra da a un oscuro patio y tiene una puerta descuidada, sin campanilla, elementos característicos de una fábula moral en la que la ciencia, al menos como Jekyll la practica, soporta un fuerte desvalor. Lo verdaderamente curioso es que casa y laboratorio, son partes indivisibles y opuestas de un mismo edificio. Estando comunicadas por su interior, Jekyll aprovecha para ocultar sus transformaciones y salir y entrar "escondido" como Hyde. El laboratorio fue antaño una sala de disecciones, mientras que ahora Jekyll lo dedica exclusivamente a la química, ya que no está interesado en las posibilidades de la anatomía. Esto es un guiño a un truculento episodio de la historia londinense, ya que sugiere que el anterior dueño del laboratorio fue un famoso cirujano del siglo XVIII, John Hunter, cuya respetada casa en Leicester Square ocultaba un terrible secreto: para aumentar sus conocimientos anatómicos, diseccionaba cadáveres robados de sus tumbas. Otro científico ambicioso e insensible hacia la dignidad humana. Stevenson, con su habitual ironía, parece destacar que ambas opciones, la de Hunter y la de Jekyll,  constituyen por igual peligrosos virajes para la medicina.
La gran residencia y el destartalado gabinete científico, imágenes invertidas una de otra son, por una parte, una parábola sobre el discutible alcance ético de algunas líneas de investigación en la ciencia. Pero también representan un claro ejemplo de la hipocresía victoriana y su obsesiva preocupación por las apariencias. Las fachadas más vistosas ocultan sórdidos comportamientos. El origen del desdoblamiento de Jekyll reside en que quiere preservar a toda costa su reputación personal y profesional, como hombre rico y altamente respetado en sociedad, sin renunciar a todo tipo de placeres. Ese doble estándar moral cobra vida a través de la esquizofrenia corporeizada del protagonista.
Mapa de la pobreza de Londres a finales del .XIX.
La doble moral victoriana también se proyecta sobre el trazado urbanístico de Londres, con sus barrios respetables, zona donde reside Jekyll, y el Soho, lugar en el que se concentró la prostitución desde mediados del siglo XIX. En ese indeseable vecindario tiene su vivienda el Jekyll de noche para poder moverse más libremente por los bajos fondos de la ciudad. “El miserable barrio del Soho…con sus calles fangosas, sus transeúntes desalmados y esas farolas que, o no habían apagado todavía, o habían vuelto a encender para combatir esa nueva invasión de la oscuridad, parecía a los ojos del abogado un barrio de pesadilla”. Vemos así que el Soho es el reino de la noche, en la que la omnipresente niebla oculta las acciones más inconfesables. Pero no existe una verdadera diferencia en la moralidad y costumbres de una y otra parte de la ciudad. Sólo ocurre que los poderosos esconden sus vicios bajo hermosas ropas y fachadas, contradicción sobre la que ya había reflexionado con gran amargura el desposeído rey Lear, desnudo en el páramo inglés bajo la inclemente lluvia.
El sistema de oposiciones duales
El leitmotiv del doble reverbera a lo largo de toda la novela, proyectándose por doquier. Lo vemos en el tema central, por supuesto, pero también en las diferentes metáforas y símbolos, y hasta en el propio esquema narrativo de la obra. Así, la primera parte, narrada en tercera persona, es una historia de detectives en la que el abogado Utterson intenta encajar las piezas del puzzle para aclarar las misteriosas circunstancias que rodean la relación entre Jekyll y Hyde. Esa investigación se lleva acabo a través de las múltiples perspectivas que aportan los intervinientes: Enfield, Lanyon, el pasante, el mayordomo, las criadas y hasta los propios Hyde y Jekyll con sus verdades a medias. También se entrecruzan múltiples cartas que, a la vez, desvelan y ocultan la verdad, pues lo que prima en la primera sección de la obra es el juego de las intrigantes apariencias. En la segunda se revela la realidad de lo sucedido a través de los relatos de Lanyon y Jekyll. Cada uno tiene una visión diferente y enfrentada de la práctica científica. Aquí se encuentra una de las oposiciones duales más importantes de la obra, entre la ciencia buena y la perniciosa. El soberbio Jekyll interpela de esta manera a su colega en el momento de transformarse ante sus ojos: “Ante usted se abrirán nuevos horizontes de conocimiento y nuevos caminos hacia la fama y el poder… Verá un prodigio que asombrará al mismo Satán”.
Los contrastes duales son verdaderamente ubicuos y se encuentran interconectados: casa-laboratorio, las dos partes de la ciudad (la honesta y la depravada), virtudes públicas-vicios ocultos, individuo-sociedad, civilización-barbarie, noche-día, luz-oscuridad, cuerpo-psique, bien-mal., hombre-bestia… Lo doble es un elemento infiltrado en toda la obra que, de manera recurrente pero sutil, potencia su mensaje. Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con el pensamiento binario occidental, los pares de dobles en la novela, a excepción de la ciencia, no se articulan de acuerdo con una jerarquía de valores que otorgue una apreciación positiva a uno de los términos en detrimento del otro (por ejemplo, lo masculino respecto a lo femenino). El clarividente Stevenson se dio cuenta que las categorías enfrentadas estaban mutuamente contaminadas. Tanta miseria espiritual había en el Soho como en la City, tan innoble era en realidad Jekyll como Hyde, bajo las mejores apariencias se ocultaban los peores vicios… Era la ambigüedad moral de una sociedad enferma que invadía todos sus rincones.

Enlaces a otras entradas de esta serie:
-Frankenstein, La isla del Dr. Moreau y La máquina del tiempo: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/07/pesadillas-en-el-laboratorio.html
-El hombre invisible: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/08/pesadillas-del-laboratorio-el-hombre.html
-Metrópolis:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/10/metropolis-1927-pesadillas-en-el.html
-Las locas del laboratorioEl papel pintado amarillo de Charlotte Perkins Gilman:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/11/locas-en-el-laboratorio-el-papel.html
-PIGMALIÓN/MY FAIR LADYhttps://anthropotopia.blogspot.com/2018/11/pigmalion-my-fair-lady-pesadillas-en-el.html

Otros enlaces sugeridos:
-El hombre salvajehttp://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/06/wilder-mann-el-hombre-salvaje-europeo.html y http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/06/el-hombre-salvaje-espanol.html

-Hofmannsthal: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/01/la-obra-de-hvon-hofmannsthal-y-elhtml

El testamento del Dr. Cordelier, versión de J. Renoir en la que Hyde es Opal
Fuentes consultadas:
-Stevenson, R. L.: El doctor Jekyll y Mister Hyde. Alianza editorial, 1981.
-Buzwell, Greg: “Man is not truly one, but truly two: duality in The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde.Web.15-7-2016.
-Singh, S.M., y Chakrabat, S.: A study in dualism: The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde. Indian Journal of Psychiatry. Web. 15-7-2016.
- The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde. Sparknotes. Web.15-7-2016.
- The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde. eNotes. Web.15-7-2016.
-Juggernaut. Wikipedia. Web.15-7-2016.
- Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde. Wikipedia. Web.15-7-2016.

Hyde and Hare, una versión muy divertida del mito

Comentarios

  1. Enhorabuena por esta entrada, completa y muy bien estructurada en la que analizas el tema del "doble", del oculto, de aquel que está más allá del bien y del mal.

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  2. Felicidades por la entrada, muy interesante, como hablamos con anterioridad; aunque el doppelgänger del comienzo hay que corregirlo ;-)

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  3. Gracias por la corrección, María. Entre "Susan Samsung", que escribe lo que le parece, y mis despistes corrigiendo el dictado...Ya está rectificado. Gracias también a las dos por leer y comentar.

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  4. ¿Qué pervierte al científico? Como en *El hombre invisible* de Wells, la instrumentalización del conocimiento en pos de la fama, el poder o el placer indigno.
    ¿Qué ansía Jekyll de Hyde? Su vigor, su fuerza. Y no le falta razón, porque la energía viene de abajo.
    Scheller dirá en *El puesto del hombre en el cosmos* que somos seres espirituales, pero que el ser espiritual del hombre, con ser lo más importante que hay, es también,
    lo más irreal, lo más ideal y lo más ineficiente. Esto quiere decir que no posee energía propia,
    sino que la energía le viene de lo de abajo, de las estructuras más primitivas y biológicas. La
    represión es por ello una condición necesaria del desarrollo de la vida espiritual, por cuanto el
    hombre «represa» y ordena las energías vitales para que surja la cultura y el espíritu se impregne
    de realidad. Es lo mismo que cuando cerramos los grifos de una casa para que suba el agua hasta
    el depósito situado en la azotea. El centro activo del espíritu es la persona, el hombre, además
    de animal, es persona.

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  5. Extraordinaria entrada Encarna . Felicidades una vez más. Visitando algunas de las entradas de vuestra serie " Criaturas de laboratorio" me he detenido en esta porque me ha resonado con fuerza la lectura de esta novela de Stevenson en el último curso de Magisterio. La profe de psicología nos diría que Stevenson se habría adelantado a Freud en dos décadas para profundizar en el estudio del subconsciente . Después tuvimos que detenernos en Freud con " Psicopatología de la vida cotidiana". Lo cierto es que nuestra profe nos decía que así como nuestro "pecado" nacional era la envidia, el de los franceses, la arrogancia, el de los británicos sería el de la hipocresía y que Stevenson sería en la literatura quien mejor representó la hipocresía de la moral victoriana y sí, tras ese fondo alegórico, vemos ese combate entre la corrección externa y esa parte oscura y lujuriosa de la naturaleza humana que pugna siempre por salir. Trataría de explicarnos de qué estamos hechos, cuáles son nuestras mitades, en el mejor de los casos, si no es que hay otras muchas, que nos explicarían la naturaleza que realmente nos constituye y que una vez desensambladas, escindidas esas partes, nos permitiría conocernos . El Bien y El Mal pueden equilibrarse, pero escindidas, diseccionadas las dos mitades se puede acceder a conocer la maldad químicamente pura , sin restricciones, sin consideraciones morales a las que atender , en ausencia de esa voz de conciencia que nos ordena el curso de nuestros pensamientos, emociones y comportamientos que ordena la existencia, rotos los límites, las fronteras de nuestros propios códigos morales. Es interesante comprobar que en ese contexto histórico, de cambio de paradigma, orientado hacia La Ciencia, al tiempo, se expresaba el temor a crear nuevas formas de vida, en sus desafíos frente al Creador. En la ciencia-ficción toda experimentación acababa mal. En la novela de Stevenson es interesante analizar cómo va cambiando el marcador, cómo cambian los papeles entre las dos personalidades , pues cuando precisa de las fórmulas, volver a la pócima utilizada originalmente, ya no podrá hacerlo, desconoce el antídoto que le permitiría volver a su estado natural y será la personalidad de Mr. Hyde la que ha ganado y que domina al Dr. Jekyll. Éste ha ido desarrollando tolerancia a la fórmula que le llevaba a transformarse de estado.
    (También parece advertirnos frente al peligro del consumo de drogas).
    La verdad es que tu estudio sobre el mito de " el doble" es muy profundo y complejo de analizar, pero lo has logrado con éxito, desde luego!
    Muchas gracias.


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