EL HOMBRE LEÓN: INVESTIGANDO LA MENTE DEL HOMBRE PALEOLÍTICO


Hace unos 40 000 años, en plena Edad de Hielo, un habilidoso homo sapiens sapiens que habitaba las tierras ribereñas del Danubio, cerca de la ciudad de Ulm (donde Albert Einstein nacería mucho tiempo después), talló en marfil una escultura que sobrecoge por su detallismo y considerable tamaño pero, sobre todo, porque es una de las representaciones de arte figurativo más antiguas hasta ahora descubiertas. Es el conocido como Lowënmensch, el Hombre León, un híbrido de humano y león de las cavernas que, para la mentalidad moderna, constituye un auténtico rompecabezas: ¿Qué significado pudo tener para nuestros ancestros? ¿Para qué utilizarían tal figura? En esta entrada vamos a profundizar en el proceso de su elaboración, descubrimiento y restauración en busca de posibles respuestas a esas trascendentales cuestiones. En el camino quizá solo hallaremos nuevas pero productivas preguntas.

Europa en la última glaciación.

El Hombre León es una figura de capital importancia para el arte paleolítico aunque mucho menos conocida por el gran público que las numerosas Venus descubiertas por toda Europa. Se trata de una pieza realmente única, sin parangón en el registro arqueológico por sus grandes dimensiones (más de 30 cm de largo), por su carácter mixto humano-animal, por la enorme dificultad para llegar a conocer su función y por la singularidad de su hallazgo y reconstrucción, que hasta incluye ramificaciones nazis y un sorprendente cambio de sexo. Como el montaje definitivo no se ultimó hasta 2013 y solo entonces quedaron despejados algunos de sus enigmas, no es extraño que la imagen todavía no se haya difundido suficientemente e, incluso, que la información accesible en internet no se encuentre actualizada. Por eso merece la pena detallar todos los jalones de una historia que comenzó en 1861, cuando se iniciaron las excavaciones en el valle del río Lone. La cueva de Hohlenstein-Stadel donde fue hallado forma parte de un complejo de tres cavidades situadas a 25 km de Ulm, en Baden-Württemberg.

El hombre moderno llegó a Europa en el Paleolítico superior, periodo que se fecha en nuestro continente entre el 40 000 y el 10000 antes de nuestra era (a. n. e.), correspondiendo al periodo intermedio de la última glaciación. Entonces las épocas de frío extremo, con inviernos en que el termómetro marcaría de -20 a -30 º centígrados, alternaban con otras etapas interglaciares de clima algo más benigno. Los humanos modernos se fueron extendiendo en dirección este a oeste mientras seguían los cursos del Danubio y del Rin. El avance se llevó a cabo en dos oleadas migratorias sucesivas. La primera tuvo lugar hace 48 000 años, durante una fase interglaciar con temperaturas más soportables, y la segunda hace 45 000 años. Fue en aquel momento cuando se debió de producir el mitificado encuentro entre los humanos modernos y los neandertales, los cuales ya habitaban Europa desde el 300 000 a. n. e., estaban mucho mejor adaptados a ese ambiente inhóspito y eran expertos cazadores a corta distancia. Los recién llegados, en cambio, utilizaban como proyectiles las azagayas, que tenían la ventaja de ponerlos a resguardo del ataque de las fieras. 

Azagaya de la cueva de El Castillo

Igualmente capturaban pequeños mamíferos con redes o trampas. Las hembras del grupo, que quizá también participarían en la caza mayor, recolectaban raíces, frutos y plantas y se dedicaban a la crianza de los hijos, todo lo cual representaba una aportación valiosísima al mantenimiento del grupo. Así se entiende que se tratara de sociedades altamente igualitarias, lo que tendría reflejo en su concepción simbólica del mundo mediante la colaboración entre los principios y masculino y femenino. Se trataba de grupos sociales de dimensiones muy reducidas, entre doce y cien miembros como máximo, con un promedio de unos veinte. Habitaban en abrigos rocosos o bien construían refugios en los que se calentaban con el fuego del hogar, conservando las reservas de carne en neveras improvisadas que excavaban en el helado permafrost. Cazaban mamuts y renos, siendo estos últimos la principal aportación cárnica a su dieta.

La revolución mental del Paleolítico superior.

Los humanos modernos, también conocidos como cromañones, tenían una enorme habilidad para la talla de herramientas, destreza que hicieron extensiva a la fabricación de sofisticados objetos portátiles y a unas pinturas rupestres de asombroso naturalismo. Se habla de “revolución paleolítica” para calificar el extraordinario tránsito en su cosmovisión que hizo que comenzaran a elaborar piezas que catalogamos como las primeras obras de arte. Sin embargo, es preciso advertir que ese valor artístico es el que nosotros les otorgamos como espectadores contemporáneos. Por el contrario, para ellos tales figurillas y pinturas no cumplirían una función principalmente estética ni existía un reconocimiento a la obra del creador genial porque, como resume el especialista en arte Charles Whitehead, los humanos modernos, en primer lugar, no tenían un sentido individualista de la autoría artística y así, a lo largo de cientos de años, otros pintores inscribieron nuevas imágenes sobre las de sus predecesores. En segundo término, no se trataba de obras diseñadas para la exhibición pública sino que en su mayoría estaban ubicadas en las entrañas de la tierra, donde probablemente tales figuras y dibujos tendrían algún tipo de conexión funcional con rituales mágico-religiosos. Lo que resulta significativo, en cualquier caso, es que sin que exista una causa evidente y en ese marco físico tan hostil, hace unos 40 000 años se produjo una auténtica transformación en la forma en que los humanos modernos se entendían a sí mismos en el mundo, la cual se plasmó en figuras tridimensionales y en espectaculares frescos hallados en cuevas localizadas en Francia y en la cornisa cantábrica. Ese subperiodo prehistórico, entre el 43 000 y el 35000 a. n. e., se denomina Auriñaciense. Debe su nombre a Aurignac, en el Alto Garona, una gruta al sudoeste de Francia donde por primera vez, en 1860, se identificaron los rasgos característicos de esta etapa. La diferencia con las anteriores se establece por el tipo de instrumentos de caza que utilizaban, como la punta de azagaya de base hendida y con mango, y las mejoras en la industria lítica, consistentes en el trabajo de la piedra, hueso y marfil de mamut con punzones y cinceles y el pulido con arenisca.

Los teriántropos. Cuando el hombre quiso ser animal.

Uno de aquellos talentosos y esforzados humanos en tierras germanas llevó a cabo una figura clasificada como “teriántropo”, palabra que viene del griego therion (animal salvaje o bestia) y anthropos (hombre). No se trata, pues, de un humano disfrazado con pieles de animales, como sería el caso de la conocida efigie de Hércules revestido con la piel del león de Nemea, ni de un chamán portando una máscara. Tampoco es una figura humana con forma animal (es decir, un zoomorfo), sino un ser intermedio, con cabeza y brazos del león de las cavernas y el torso y las piernas de un ser humano. Los teriántropos son muy raros en el arte paleolítico. La mayoría de ellos son de sexo masculino, aunque también hay una mujer leona representada en la cueva de Chauvet (Francia). Por otro lado, más que en escultura, en cuyo ámbito solo hay censados dos ejemplos, los teriomorfos aparecen mayoritariamente en la pintura de las cavernas pero allí los encontramos no como leones sino como bisontes, ciervos o uros. También por estas razones el Hombre León es un caso prácticamente único. Su superficie presenta signos de desgaste, probablemente por haber sido manipulado durante muchas generaciones. En algún momento, desconocemos cuándo ni por qué, fue depositado en el corazón de una gélida cueva de 70 metros de longitud que, a diferencia de las restantes del complejo, nunca pudo ser habitada. Allí quedó preservado junto con una bola de marfil, diversos dientes perforados de zorro, ciervo rojo y lobo, presumiblemente parte de un collar o adornos de vestido, y unas astas de reno. Y ahí comienza el misterio del Hombre León para la arqueología.

La historia de las excavaciones.

En busca de huesos del oso de las cavernas, en 1861 el geólogo y paleontólogo Oskar Fraas se internó en la cueva de Hohlenstein (que significa “roca hueca”) y ya entonces fue consciente de la importancia del sitio. En 1935 se reanudaron las excavaciones, ahora financiadas por el Tercer Reich, de la mano del anatomista y prehistoriador Robert Weltzel. El 25 de agosto de 1939 descubrió unos grandes fragmentos de marfil y, aunque alertó a sus superiores de la relevancia del hallazgo, el inicio de la Segunda Guerra Mundial solo una semana después, el 1 de septiembre, hizo que todos los recursos financieros se destinasen a la empresa bélica, de manera que no continuaron las investigaciones. El descubridor conservó en su poder aquellos trozos inconexos, tal vez sin llegar nunca a intuir el potentísimo simbolismo que escondían. Ello no debe extrañarnos porque la superficie del marfil, cuando pierde el colágeno que la cimenta, se desmenuza en láminas diminutas. En 1956 Weltzel legó aquellos amorfos restos al Museo de Ulm, al que fueron entregados a su muerte en 1962. Unos años después, en 1969, el prehistoriador Joachim Hahn, junto con dos estudiantes, se encargó de inventariar el legado y se atrevió a montar las 200 piezas existentes, que ofrecieron la perturbadora imagen de un ser híbrido de grotesca cabeza. Entonces medía 28.1 cm pero con el tiempo ha ido creciendo al ritmo en que se han ido encontrando nuevos fragmentos. Parte de la cabeza y de los pies los halló casualmente un niño, mientras que otros diminutos trozos se rescataron de los archivos de Weltzel.

¿León o leona?


En 1982 la prehistoriadora suiza Elisabeth Schmidt llevó a cabo un remontaje de la pieza y fue entonces cuando se determinó de manera inequívoca su especie: se trataba de un felino. Como la zona púbica estaba incompleta y el vientre parecía abombado, Schmidt propuso que se trataba, en realidad, de una leona y así pasó a ser conocida como “Lady Lion”. Con ello llegó a convertirse en un icono feminista porque una figura femenina como esa respaldaba el poder de la mujer en el Paleolítico. La hipótesis dio pábulo a su presencia en escenarios considerados exclusivamente masculinos, como la caza del mamut y los rituales mágicos.

En el periodo 1987-1988, Ute Wolf, restauradora, recompuso la cabeza e intentó completar las partes que faltaban, un 30 por ciento del total, con cera. Para entonces la figura ya medía 29,6 cm. Vista la creciente importancia de la pieza y, como quiera que en la cueva de Hohlenstein-Stadel no se había llevado a cabo todavía una intervención arqueológica, se desarrolló una exhaustiva campaña en el periodo 2008-2013. Se descubrieron así 500 fragmentos de marfil, aunque no todos correspondían a la figura. También se halló, a 25-30 metros de la entrada, una secuencia estratigráfica auriñaciense datada con Carbono 14 entre 35 000 y 41 000 años, que debe ponerse en conexión con la edad del Hombre León. Para la reconstrucción se aprovecharon los recursos tecnológicos más sofisticados, como estudios microscópicos para determinar el lugar de ubicación de las distintas piezas de marfil y una reconstrucción con Tomografía Axial Computerizada y simulación por software. Ello permitió que la figura se completase en su mayor parte, alcanzando su estatura actual de 31.1 cm, a la par que se obtuvieron interesantes conclusiones acerca de cómo fue elaborada.

Las características del Hombre León.

Resulta sorprendente comprobar la forma en que el autor diseñó el modelo. La talla está realizada aprovechando la circunferencia del colmillo de mamut, con un ancho de 6.3 cm. Con gran destreza el escultor situó la cabeza del león hacia la punta del colmillo derecho y las piernas de la figura coincidiendo con su raíz hueca. El trabajo revela su enorme habilidad y capacidad de observación pero lo más significativo es que su pericia fue evolucionando a medida que avanzaba en la talla. Sabemos que comenzó por el lado derecho de la figura porque su factura es más tosca, mientras que la parte izquierda está mejor acabada y hasta presenta unos intrigantes detalles de adorno corporal. Se calcula que el tiempo invertido en su elaboración no fue inferior a 370 horas, equivalentes a unos dos meses y medio de trabajo a plena dedicación. Ahora ya puede afirmarse claramente que es una figura masculina porque la reconstrucción facial evidencia que se trata de un león de las cavernas, el cual no tenía melena. Por otro lado, al haberse completado la zona púbica, se aprecia el triángulo de la ingle muy marcado aunque con genitales estilizados. En efecto, es digno de mención que el autor combina dos estilos de diseño distintos: naturalista en la cabeza, en los robustos hombros, codos, rodillas y talones, mientras que el resto de los miembros superiores, el área genital y los pies están más idealizados. Vista esa dispersión de rasgos diferentes por todo el cuerpo, no me parece posible establecer un patrón de conexión entre los mismos y las dos partes, animal y humana, de este híbrido. No obstante, esas contraposiciones debieron de tener un sentido para el autor y los miembros de su comunidad y esa razón de ser todavía debe esclarecerse.

Algunos elementos culturales en la figura.

En la reconstrucción final se han detectado en la oreja izquierda más de doce finas estrías intencionadas que tienen una dirección oblicua y que, en mi opinión, podrían ser un ejemplo de pintura corporal. Pero lo más asombroso son las siete rayas tan marcadas en el brazo izquierdo, quizás tatuajes o incluso, visto su acentuado relieve, escarificaciones. Para llevar a cabo estas se realiza un corte en la piel, la herida infectada forma un reborde, componiendo puntos o líneas, como podría suceder en este caso, y se considera una decoración corporal distintiva del grupo social de que se trate.

Kwakiutl, E. S. Curtis
(Wikipedia)

Se ha puesto el acento en diferentes rasgos de la psicología del humano-león que pueden deducirse de su lenguaje corporal. Así, tiene las orejas tiesas, como en posición de alerta. Guy Ogilvy destaca que, además de escuchar, el León también parece hablar. Para este autor la pieza podría ser un ejemplo de los "bastones parlantes" o talking sticks que utilizan algunos pueblos nativos de la costa noroeste de Canadá y Estados Unidos. Se trata de piezas labradas que pueden llegar a medir un metro y que se utilizan en las discusiones comunitarias, de manera que solo está legitimado para hablar el portador del bastón, no puede ser interrumpido y este objeto de poder debe pasar de mano en mano para que cada miembro intervenga. Se trata de una estrategia óptima para garantizar el dialogo tribal porque obliga a respetar los turnos de palabra y que la opinión de todos sea oída. Incluso ese manoseo podría explicar el desgaste perceptible en la superficie de la figura del Hombre León. Pero, todavía más importante que lo anterior, apunta a que se trataría de un objeto muy valioso para el grupo social en el que se elaboró, que fue transmitido de unas generaciones a otras y se convirtió en un testigo privilegiado de la historia tribal, de ahí que lo depositaran con respeto en una cueva para garantizar su preservación o para darle un entierro digno cuando dejaron de usarlo. Sin embargo, no es fácil establecer una única función para la figura. El historiador del arte Neil MacGregor afirma que el León parece estar sonriendo, mientras que también se ha destacado que su posición de puntillas podría significar que está bailando, quizá una danza chamánica como la del Hombre Bisonte en la gruta de Trois- Frères (Ariège, Francia), al que luego nos referiremos.

El Hombre León como tótem.

Entre las múltiples teorías que explican la función del arte paleolítico se ha puesto el acento en el totemismo: el animal representaría el tótem del grupo, evocando el ser mítico del que los miembros del clan se consideran descendientes, un emblema colectivo que reforzaría los vínculos sociales. En ese sentido, el león de las cavernas (Panthera spelaea), una especie extinta de la megafauna tan característica de la Edad de Hielo, debía de ser visto por nuestros ancestros como un animal realmente temible y admirable: era 30 centímetros más alto que su congénere africano y alcanzaría un peso superior a 250 kilos, representando para aquellos hombres el culmen de la velocidad, la fuerza y la capacidad de dominio sobre la naturaleza.

Caballos de la Cueva de Lascaux

El prehistoriador Marcos García Díez resalta que en las pinturas murales los pintores paleolíticos reflejaron de manera significativamente sesgada los animales de su ecosistema, es decir, no pintaban todos los que habitaban en su entorno sino que seleccionaban unas especies concretas. En ese sentido, más del 80% del total de las figuras representadas son caballos, bisontes, ciervos, uros y cabras. Los mamuts, renos, osos, megaloceros (cérvidos gigantes), leones y rinocerontes son escasos pero pueden llegar a ser numerosos en algunos de los conjuntos rupestres, como ocurre con los leones en la cueva de Chauvet al sur de Francia, por lo que se deduce que animales como el león pudieron tener una gran relevancia simbólica. Por su parte, en esas pinturas, afirma García Díez, hay pocos peces, mamíferos acuáticos (focas, ballenas), aves, reptiles e insectos, que sin duda formarían parte de su dieta, por lo que cabe deducir que no existe correspondencia entre lo que comían los hombres del Paleolítico y lo que pintaban en las cuevas. Parece que pondrían en marcha una magia simpática para propiciar la fecundidad de los animales o favorecer su caza. Pero ¿hasta qué punto esta explicación es válida para seres mixtos, fantásticos, como el unicornio de Lascaux, el caballo-uro de El Castillo (Cantabria) o el propio Hombre León?

El Hombre León y el chamanismo.

Hombre Jaguar

Otra línea explicativa importante es la que liga al Hombre León con el chamanismo. Ese híbrido podría ser una figura poderosa entrevista en las alucinaciones inducidas del chamán, que actuaba como intermediario entre los humanos y el mundo de los espíritus. A su vez, en el ámbito del chamanismo se entiende que el brujo, hechicero o chamán tiene la posibilidad de desdoblarse en animales que lo auxilian en su tarea, lo que podría ser también una explicación para la representación mixta del humano y la bestia. En la cueva de Trois-Frères, la carismática figura del  Hechicero, de unos sorprendentes 75 centímetros de alto y situado a casi cuatro metros sobre el suelo, se plasmó hace unos 13 500-15 000 años. Es otro teriántropo que combina rasgos humanos (bipedismo, sexo masculino) y animales. Así, tiene astas y orejas de ciervo, ojos de búho y cola de oso o lobo. Podría ser un antecedente muy remoto del dios celta Cernunnos, del que trataremos después.

En la misma la cueva encontramos un Hombre Bisonte más pequeño, con cuernos, cabeza, patas delanteras y cola de este animal pero con postura erguida, pene erecto (una figura itifálica) y unas gráciles piernas humanas que parecen interpretar algún tipo de danza. Está rodeado de bisontes, caballos, renos…en una escena dotada de gran dinamismo. Dos ciervos junto a él huyen e incluso es apreciable una interacción visual con uno de ellos porque el ciervo más retrasado mira al hechicero. Esto se ha interpretado por el antropólogo e historiador Julien D´ Huy como la primera representación del mito homérico de Polifemo, señor de las bestias (en este enlace podéis encontrar amplia información: https://anthropotopia.blogspot.com/2019/09/ulises-antropologo-ipolifemo_7.html) El Hombre Bisonte parece sujetar, sobre  sus patas delanteras, un instrumento musical que podría ser una flauta de nariz. Pero lo cierto es que, como resalta Charles Whitehead, esas patas no sujetan nada. Por ello sugiere que los trazos rectilíneos podrían ser la representación del sangrado de nariz típico del trance chamánico. 

En el mismo sentido, en la cueva de Lascaux, en una oquedad donde solo cabe una persona y que, por tanto, no estaba pensada para la exhibición, encontramos una escena verdaderamente enigmática con un bisonte que tienen los intestinos eviscerados tras haber sido herido por una lanza y, a su lado, hay un hombre yacente con cabeza de pájaro y pene erecto. Tiene cerca un bastón coronado de plumas y un objeto lineal. A primera vista parece que el humano ha tenido un accidente de caza pero, entonces, pregunta Whitehead, ¿qué sentido tienen la cabeza de pájaro y la erección? En las sociedades chamánicas los pájaros representan el vuelo del alma del mediador mientras su cuerpo permanece atado a la tierra y así se aprecia en el arte de San Rock, en Sudáfrica. 

Los bosquimanos fabrican los pigmentos con sangre menstrual de jóvenes núbiles obtenida durante la luna llena, sustancia que consideran mágica y que tiene que mezclarse con el ocre para intensificar su potencia, de ahí que esos dibujos sean, más que arte, un ejercicio de magia y poder. También la sangre del chamán podría ser interpretada como un correlato simbólico de la sangre del animal cazado. No he visto que se conecte esta interpretación chamánica del Hombre León con el hecho puesto de relieve por Neil MacGregor de que, al microscopio, se ha comprobado que su boca fue infiltrada con una sustancia orgánica que podría ser sangre. Por tanto, también cabría establecer lazos entre esta figura y los rituales chamánicos aunque, lamentablemente, todo queda en el terreno de la especulación.

Las Venus paleolíticas y el Hombre León.

El par de figuras indicadas remite a la relación entre los principios masculino y femenino en la cosmovisión del Paleolítico. Es significativo, a la luz de lo descubierto hasta ahora, que son mayoritariamente femeninas las piezas talladas en bulto redondo. Sin embargo, las Venus son bastante posteriores al momento en que se elaboró el Hombre León y, en general, considerablemente más pequeñas. En cualquier caso, también existe una amplia variación histórica y geográfica en su iconografía y características, de ahí que sea una categoría un tanto engañosa. La más antigua es la Venus de Hohle Fels (arriba), curiosamente hallada en un lugar muy cercano al hogar del Hombre León, a 20 kilómetros al suroeste de Ulm, y que ha sido datada en 35 400-40 000 años. Es una figura de proporciones femeninas exacerbadas, igualmente tallada en marfil de mamut, de unos seis centímetros de altura. En el lugar de la cabeza tiene una especie de argolla, lo que indica que podría colgarse del cuerpo, y se interpretaría como símbolo de fertilidad. Lo mismo sucede con otras piezas similares, como la Venus de Willendorf, fechada entre 27 000 y 32 000 años.

En cuanto a los teriántropos en talla, existe otro diminuto hombre león, de 26 mm, también hallado en la cueva de Hohle Fels pero muy posterior, ya que ha sido datado entre 31 000 y 33 000 años. Se le conoce como "el Hermanito" del Hombre León (arriba). Confirmaría la existencia de un prolongado culto al león en estas tierras. A su lado se encontraron unas flautas talladas en hueso de pájaro. En cambio, existe un solo ejemplo de teriomorfo femenino: la Mujer Leona pintada en la cueva de Chauvet, descubierta en 1994 y a la que se atribuye una antigüedad de 32 000 años. La escena es conocida con el nombre de "Venus y el hechicero". En el dibujo se adivina un ser con cabeza de bisonte que se abalanza sobre una leona con muslos de mujer y el pubis extraordinariamente resaltado. El significado sexual es inequívoco porque, a su vez, el dibujo se plasmó en un relieve de la roca que evoca el triángulo femenino.

Finalmente, aparece otro Hombre Bisonte en Gabillou, Dordoña, al suroeste de Francia. Como siempre, se encuentra ubicado en un lugar escondido, al final de un bajo y estrecho pasadizo, en conexión con lo telúrico.

Un Hombre Ciervo en Menorca.


Intentando buscar otras claves explicativas para el Hombre León, me gustaría exponer ahora un ejemplo arqueológico que está muy lejano en el tiempo y en el espacio pero que provoca una automática asociación de ideas con aquel. Se trata de la cabeza de madera de un Hombre Ciervo, cuidadosamente situado en contacto visual con la de un humano, un extraordinario descubrimiento realizado por el equipo de espeleólogos dirigidos por Pedro Arnau en la cueva de Es Mussol en Menorca. Solo con gran dificultad se puede acceder a ella por la ladera de un acantilado, a 40 metros sobre el mar, en la cala Be, situada a 4 kilómetros de Ciudadela. En la sala 1 de la cueva, de doce metros de largo, entra luz del exterior mientras que, en la segunda, la oscuridad es absoluta y el acceso es muy angosto. Ahí se abren tres pequeñas cámaras intercomunicadas. Para llegar hasta la más profunda de ellas los antiguos habitantes de la isla tuvieron que atravesar un estrecho agujero que sellaron ex profeso con una losa. Gracias a esto fue posible que los integrantes del equipo encontraran allí varios objetos de madera, un material que, salvo en climas muy áridos, no logra conservarse, de ahí la excepcionalidad del hallazgo en nuestras latitudes. La primera talla, la cabeza humana, yacía de perfil al pie de un resalte de la roca y, a cierta distancia, en un lugar más elevado, había un ser mixto, de cabeza humana y animal, con dos cuernos de ciervo.

Naveta des Tudons
¿De dónde vinieron los primitivos pobladores de Menorca, los humanos que crearon este diorama que tanto nos sorprende ahora? La isla fue habitada en la segunda mitad del tercer milenio a. n. e. Llegaron desde el noroeste de la Península Ibérica y su estilo de vida era semisedentario, dedicándose a la agricultura y a la ganadería. Ya conocían la metalurgia del cobre. Hacía el 1600 a. n. e. llegaron unos nuevos pobladores que implantaron otro modelo constructivo, las célebres navetas, es decir, grandes viviendas de piedra con forma de barco invertido tan características de la arquitectura prehistórica menorquina. Es en estas fechas cuando se registraron las primeras visitas humanas a las cuevas de Es Mussol y Es Càrritx, ambas de muy arriesgado acceso. En esta segunda también se realizaron, por el mismo equipo de espeleólogos, unos extraordinarios hallazgos a los que solo muy brevemente podemos aludir aquí, en la medida en que arrojan alguna luz sobre esta investigación. 

A 170 metros de la entrada se hallaron restos de enterramientos acompañados de unos pequeños envases cilíndricos de madera o cuerno de bóvido. Contenían mechones de cabellos que habían sido tintados de rojo y cortados a los cadáveres poco después de su muerte. Sería parte de un ritual funerario que, incuestionablemente, se refiere a la recuperación de la vida (asociada al simbolismo de la sangre y el color rojo) en otra dimensión espiritual. Se encontró también un extraordinario objeto, un peine grande de madera en forma de murciélago que es también un elemento simbólico, porque este animal está asociado a las cuevas y al universo subterráneo de la muerte y el más allá. 

Así que aquellos antiguos menorquines realizarían un tinte post mortem para conservar los cabellos de algunos miembros preeminentes de la comunidad, recuerdo al que otorgarían una fuerza mágica. Los autores de la meticulosa investigación, pertenecientes a la Universidad Autónoma de Barcelona, interpretan el hallazgo en el sentido de que estos ritos demuestran la importancia fundamental que se otorgaba a la cabeza, ya que no solo conservaban los cabellos teñidos sino que también separaban los cráneos y los depositaban en la sala de entrada. 

Por ello invocan la existencia de una ideología individualista que se asociaría a los nuevos pobladores de la isla. Encuentro a faltar un estudio genético que indique si los restos humanos hallados pertenecen a los agricultores neolíticos o, como sospecho, a los pobladores indoeuropeos. Solo por simplificar, hablaríamos de los nómadas paleolíticos creadores del Hombre León (versión 1.0), los pobladores neolíticos que salieron de Anatolia hace unos 10 000 años y llegaron a occidente en el sexto milenio, a los que pertenecerían los primeros pobladores de Menorca (versión 2.0) y, por último, los yamnas, que descendieron desde el Cáucaso hace 5 000 años. Por tanto, cuando comparamos el Hombre Ciervo con el Hombre León, no estaríamos hablando de universos simbólicos totalmente equiparables aunque tampoco se trata de especies humanas distintas. En cualquier caso, toda generalización especulativa debe realizarse con suma prudencia.

Volviendo a la Cueva de Es Mussol, muy cerca de la entrada se halló una talla antropomorfa del tamaño de un puño, elaborada con madera de olivo. Es una cabeza con cuello largo, probablemente masculina por sus rasgos robustos. El autor realizó un trabajo detallado, como revela el cuidadoso pulido de la pieza. Lo más curioso es su colocación, pues parece mirar hacia un punto elevado. Tiene la nariz aguileña y la boca abierta, como de asombro o de conversación. Por sus facciones realistas incluso se ha pensado que podría tratarse de un retrato. Nunca lo sabremos, pero sí podemos indagar acerca de su diálogo visual con la cabeza zoomórfica que se ubicó en lo alto. Esta tiene los ojos rasgados y la nariz alargada y chata, una boca amplia, entreabierta, y un mentón fuerte quizá con barba. Su expresión es seria y amenazadora. Lo más llamativo son sus orejas, como cuernos que podrían ser los de un ciervo joven. Es así otra figura híbrida humano-animal como la del Hombre León. El cuello de esta talla, como el del asombrado observador humano, es considerablemente largo. Pienso que quizá se utilizarían como mangos para la manipulación ritual de estas cabezas o para sujetar a ellos algún vestido de piel o fibra vegetal que no se ha conservado.

Se ha sugerido que este Hombre Ciervo podría representar al dios celta Cernunnos, cuyas representaciones se encuentran por toda Europa y que se desarrollaron desde finales del primer milenio a. n. e. Estaba asociado a la fertilidad y al mundo subterráneo, entendido como fuente de renovación. Es cierto, como afirman los autores del estudio, que es aventurado afirmar la relación entre las dos figuras, porque el dios cornudo es mil años posterior al Hombre Ciervo, pero como demuestra el estudio de Reboredo Morillo y Castro Pérez, se trata de una figura de muy largo recorrido histórico que se remonta a Mesopotamia y se asocia al Señor de los animales, que ya hemos visto en Trois Frères. Lo que sí es necesario destacar es que el patrón de combinación de las dos figuras halladas en la Cueva de Es Mussol sugiere que se trataba de una experiencia iniciática. La cueva no presenta restos de haber sido habitada y los pocos objetos cerámicos (lámparas) encontrados muestran que solo fue visitada un máximo de tres veces. La cabeza realista situada en la entrada, que representaría al visitante que llega de nuestro mundo y que replicaría su expresión atenta, mira hacia arriba, a la figura híbrida que está más al fondo y que no es un visitante puntual sino el morador de ese lugar en el corazón de la tierra.

 Necesariamente hubo de tratarse, para los partícipes, de una experiencia límite porque acceder a la cueva, cuya boca se encuentra en el acantilado, resultaría peligrosísimo tanto si trepaban desde la orilla del mar como si descendían con lianas desde lo alto. Con ello vemos que se trata de un lugar suspendido entre la tierra y el cielo y que, además, penetra en la tierra, una ubicación liminar característica de los ritos de paso, que se llevarían a cabo en la oscuridad de la cueva. Esa experiencia extraordinaria, el viaje a un mundo imaginario presidido por un dios mitad animal, mitad humano de expresión fiera pero cuyo simbolismo sugiere fertilidad y regeneración-el gran misterio que encierra la naturaleza-, transformaría para siempre al neófito. Este volvería a su realidad social siendo capaz de asumir nuevas responsabilidades, eventualmente como chamán, para actuar como intermediario entre el mundo de los humanos y el de los espíritus, quizá también como mediador entre los diferentes grupos sociales de una comunidad que ya había abandonado su inicial igualitarismo.

Algunas conclusiones.

Como resalta el prehistoriador Ángel Rivera, falta desarrollar un estudio cognitivo de las representaciones simbólicas en la mente del hombre paleolítico, sin que puedan establecerse comparaciones simplificadoras con los pueblos que todavía desarrollan experiencias chamánicas. Suscribo plenamente la opinión de este autor de que cada pieza debe examinarse en su contexto temporal y geográfico. Pero también la unidad psíquica de la humanidad, defendida por el antropólogo E. B. Tylor lleva a la repetición de patrones recurrentes, de ahí que, después de ese principio esencial de estudiar el fenómeno en su contexto, podamos, con todas las precauciones, examinar otros ejemplos que podrían tener algún parecido estructural. Y es que nuestras posibilidades de examinar ese universo simbólico son muy precarias y limitadas. En cualquier caso, lo que resulta trascendental es profundizar en su psicología, con su predilección por las grutas, las grietas, en definitiva, las entrañas de la tierra madre, seguramente asociada a la idea de que pueden manipularse los elementos del mundo subterráneo para influir en las condiciones del mundo exterior; los vínculos metonímicos de las cuevas con el sexo femenino, relacionado con la procreación y la fecundidad; y también una visión igualitaria de ambos sexos en el seno del grupo. Pero es preciso recordar que no se trató de un mundo inmutable. Charles Whitehead resalta que existe un significativo cambio en los animales representados en las distintas etapas. Así, en el Auriñaciense (40 000 a 26 000 a. n. e.), vemos leones, rinocerontes, osos, mamuts… mientras que en etapas posteriores pintan herbívoros, particularmente caballos, bisontes y uros, aunque la fuente principal de su alimentación eran los renos. Este cambio de foco en la representación se ha interpretado como una mayor confianza del hombre respecto de su medio ambiente, con un clima más confortable tras el máximo glaciar, una tecnología más sofisticada y, por ende, una mayor sensación de control del medio, de ahí que ya no se sintieran necesitados de reflejar mayoritariamente a los animales fieros siendo dominados, lo que entonces ya había pasado de ser un mero deseo a una realidad.

       Para finalizar, vamos a tratar brevemente de dos cuestiones distintas pero que tienen una directa relación con el descubrimiento del Hombre León: el mal uso ideológico que puede hacerse de estas figuras y la importancia de los paisajes culturales para la humanidad.

El Hombre León y la arqueología nazi.

La Ahnenerbe (Sociedad para la Investigación y la Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana), fue una institución típicamente nazi fundada en 1935 por Heinrich Himmler, Reichsführer de las SS; Ricardo Walther Darré, un argentino nacionalizado alemán, autor del lema nazi “sangre y tierra" (Blut und Boden); y el excéntrico germano-holandés Herman Wirth, un historiador de las religiones amante del ocultismo. Como Mahsarski pone de relieve en su estudio, la Ahnenerbe fue la institución no universitaria de mayor importancia durante el III Reich, formando parte del aparato del estado nazi al servicio de su ideología racista. Durante la Segunda Guerra Mundial llevó a cabo actividades de propaganda, la justificación de la expansión germánica y el genocidio. Himmler defendía la existencia de una raza nórdica aria cuya esencia había conservado el pueblo alemán, de ahí la finalidad puramente ideológica de la investigación de la prehistoria y de los héroes germánicos que promovía la Ahnenerbe. Himmler simpatizó inicialmente con las teorías esotéricas y pseudocientíficas de Wirth. El jerarca nazi pretendía sustituir la religión cristiana, de raíces judías, por una nueva religión germánica consonante con el sentimiento antisemita, para lo que buscaban desesperadamente imágenes, símbolos o elementos de la cultura material de los antiguos germanos con que sustentar el nuevo culto. Wirth había teorizado la existencia de una supuesta raza nórdica heredera de los antiguos habitantes de la Atlántida. Para encontrar restos de la misma promovieron expediciones a Suecia y Noruega, con el fin de proponer una alianza con tales países. La Ahnenerbe también financió la famosa expedición al Tíbet de 1938-1939, dirigida por el naturalista Ernst Schäfer, por todos conocida gracias a la película Indiana Jones en busca del arca perdida (1981). 

                                            El antropólogo Berger en la expedición al Tibet

Por el contrario, Hitler despreciaba públicamente las veleidades arqueológicas de Himmler, quien gustaba de fotografiarse visitando las excavaciones. A Hitler no le interesaba el pasado germánico en general sino aquellos elementos que respaldasen la misión histórica de lucha, dominio y supervivencia de los más fuertes y el antagonismo arios-judíos. Himmler acabó deshaciéndose de Wirth al nombrar como codirector a Walter Wüst en 1937, quien atrajo a la institución a destacados investigadores, especialmente en el campo de la prehistoria. Y aquí es cuando entra en acción el anatomista Robert Weltzel, a quien se debe el hallazgo del Hombre León. Como se deduce del trabajo de Ogilvy, sin duda intuyó que las piezas desmembradas que había hallado solo unos días antes del comienzo de la contienda mundial tenían gran interés porque telegrafió a Berlín anunciando que había hecho un "significativo descubrimiento". Murió sin saber hasta qué punto era verdad y merece nuestro aplauso por haber sabido conservar los restos y legarlos al museo más cercano al lugar de su localización.

He recopilado toda esta información sobre el momento inicial del hallazgo del Hombre León para que seamos conscientes de que, de haberse descubierto y ensamblado antes de la guerra, hoy en día sería una de las figuras más conocidas pero también más odiadas en la historia de la humanidad, ya que sin duda habría sido utilizada por el régimen nazi como justificación de la supremacía leonina de la raza aria. Afortunadamente no fue así y hoy podemos contemplar al Hombre León sin prejuicios de ninguna clase y admirarnos de la extraordinaria habilidad de nuestros predecesores europeos, que un día salieron de África.

La cuna del Hombre León es Patrimonio de la Humanidad.

En 2017 la Unesco declaró World Heritage Site dos valles en Alemania que incluyen seis cuevas prehistóricas. Contienen el arte más antiguo de la Edad de Hielo. El lugar, un área de entre tres y cuatro km a su alrededor, comprende los valles de los ríos Lone y Ach en la parte sur de Suabia. Los motivos esgrimidos por la Unesco para su elección fueron que es el origen de las obras de arte y los instrumentos musicales más antiguos hasta ahora hallados. Sus creadores vivieron en este lugar, que les sirvió de apoyo vital y cuyo paisaje fue su fuente de inspiración. Aquellos grupos humanos tal vez utilizarían esas figuras en sus ceremonias mágico-religiosas e interpretarían música en esas cuevas y sus alrededores, de ahí que merezcan formar parte destacada de la memoria de toda la humanidad.

         

En esta entrada hemos contemplado al Hombre León bajo múltiples avatares posibles: como chamán, tótem, partícipe en ritos de iniciación, garante del igualitarismo tribal…pero, sobre todo, como un elemento fundamental de nuestra herencia ancestral. Nos espera en el Museo de Ulm, un lugar para mirar al pasado cara a cara. Mientras no nos sea posible ir, siempre podemos disfrutar de una buena reproducción en el Museo de la Evolución Humana en Burgos. Para que captéis la tridimensionalidad de la figura, os dejo aquí un cortísimo video que he grabado allí hace tan solo unos días.


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Quisiera dedicar esta entrada a Carmen Tejedor, querida amiga y compañera profesional y, como los autores de este blog, una verdadera apasionada de la Antropología. Carmen, muchas gracias por tus comentarios tan oportunos y bien elaborados, que enriquecen nuestro trabajo con las dudas y preguntas que planteas. Es un lujo y un privilegio contar contigo como lectora y escritora.

Bibliografía consultada:

     Benz, Otto. “Ice Age Art”. Web. Recuperado 24-7-2021. https://www.donsmaps.com/lionlady.html

     Curry, Andrew. “¿Quiénes fueron los primeros europeos?". Historia National Geographic Agosto 2019. (Copio enlace:   https://www.magzter.com/es/stories/Culture/National-Geographic-en-Espaol/Quines-Fueron-Los-Primeros-Europeos )

   Ebinger- Rist, N.; Wolf, S.; Wehrberger, K., & Kind, C-J. “The lion-man of Hohlenstein-Stadel”. Web. Recuperado 3-7-21.  https://www.em-consulte.com/es/article/1233069/figures/l-homme-lion-d-hohlenstein%C2%A0%E2%80%93%C2%A0stadel

   García Díez, Marcos. "Imágenes de fertilidad. Venus del paleolítico". Historia National Geographic nº 198.

   García Díez, Marcos. “El nacimiento del arte. Los pintores de la prehistoria”. Historia National Geographic nº 209.

   Kind, C.-J.; Ebinger- Rist, N. ; Wolf, S.; Beutelspacher, T. & Wehrberger, K. “The Smile of the Lion Man. Recent Excavations in Stadel Cave (Baden- Württemberg, south-western Germany) and the Restoration of the Famous Upper Palaeolithic Figurine”. Web. Recuperado 29-6-2021.

   MacGregor, Neil. Living with the Gods. Londres: Penguin Boks, 2019. Impreso.

   Mahsarski, Dirk. “The Ahnenerbe of the SS (1935-1943)”. Web. Recuperado 10-7-21. https://www.academia.edu/8613964/The_Ahnenerbe_of_the_SS_1935-1945_A_think_tank_for_Germanic_supremacy

    Moreno, Gonzalo Federico. “El bastón que habla. Web. Recuperado 24-7-2021. http://gmonkblog.blogspot.com/2012/09/el-baston-que-habla.html

   Ogilvy, Guy. The Great Wizards of Antiquity: The Dawn of the Western Magic and Alchemy. (2020). Googlebooks.

  Reboreda Morillo, S, & Castro Pérez, L. (2004). “Cernunnos y sus antecedentes orientales”. Anales de Prehistoria y Arqueología. Recuperado a partir de https://revistas.um.es/apa/article/view/59071.`

   Rivera, Ángel. “Teriántropos, teriomorfos o antropomorfos bestializados”. Web. Recuperado 15-7-2021. https://arqueologiacognitiva.blogspot.com/2015/05/teriantropos-teriomorfos-o.html

   Schulz, Matthias. “History of the discovery. Puzzle in the rubble”. Web. Recuperado 13-7-2021. http://www.spiegel.de/spiegel/print/d-82612721.html

   VV. AA. Peinando la muerte. Rituales de vida y muerte en la prehistoria de Menorca. Fundación CV MARQ, 2006. Impreso.

   Whitehead, Charles. “What is Art for? Part 5”.
Web. Recuperado 14-7-2021. https://londonfineartstudios.com/what-is-art-for-part-5/
  
    Ahnenerbe. Web. Recuperado 17-7-2021. https://en.wikipedia.org/wiki/Ahnenerbe

   Hohlenstein- Stadel. Web. Recuperado 17-7-2021. https://en.wikipedia.org/wiki/Hohlenstein-Stadel


Comentarios

  1. Muchísimas gracias por esta dedicatoria, Encarna. Aún estoy deslumbrada tras la lectura de esta interesante y bellísima entrada. Una vez más ENHORABUENA. Hasta descubrir vuestro bloc no acostumbraba a leer por internet, salvo para las obligadas consultas. Me gusta la relación física que establezco con los libros: el número de sus paginas, el tamaño de letra, su textura..... todo para mi forma parte de su argumento.... No obstante, cuando supe de vuestro blog ya no puedo vencer la tentación de entrar con frecuencia para leer vuestros temas, sumamente interesantes, tratados con tanta seriedad y rigor, y con todos sus comentarios por los que se filtran también notas de ironía y humor. El tema me ha fascinado, de principio a fin. Esa estructura redonda, para terminar por el principio, no sin antes advertirnos y llamarnos a la prudencia, a establecer un amplio número de hipótesis explicativas que puedan dar respuestas al infinito universo simbólico de nuestros ancestros, y cuando nos internamos por una idea posible, vuelves sobre tus pasos para encontrar otras interpretaciones que también tienen sentido y otros hilos narrativos nos llevan a otras respuestas( fruto de tu gran labor de investigación ) Nos seguiremos planteando preguntas. Tú aquí , con tu sello personalísimo , tomas partido, alcanzando tu artículo un peso narrativo muy emotivo. La pasión y el respeto por la antropología respira por todo el texto, logrado también con el tono poético de su lenguaje. Entiendo que has estado por Burgos visitando el Museo de la Evolución. Ahí, al lado de mi querida tierra: Palencia. Espero tener ocasión de visitarlo. De nuevo, muchas gracias por todo y por compartir tus conocimientos con todos nosotros. Un abrazo.


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  2. Qué bonito tu comentario, Carmen, cuánto recompensa el esfuerzo invertido. Me ha costado muchísimo volver a escribir. Más todavía porque es una materia muy compleja que está fuera de mis dominios. En Antropología estudiamos hominización pero no se estudia el universo simbólico de nuestros ancestros, así que he tenido que repasar todos los datos mucho más minuciosamente para evitar errores. Aún así, todo queda abierto a la reflexión especulativa. Hemos repetido la visita al Museo de la Evolución con mis hijos y fue una auténtica satisfacción comprobar lo que disfrutaron allí. Y, mira por dónde, de Burgos nos fuimos a tu tierra. Ya viajamos allí hace unos años, nos fascinó el románico palentino, la bella y desconocida catedral, la fabulosa villa tardorromana de la Olmeda, el ambientazo del camino en Carrión de los Condes y este año hemos repetido, añadiendo ruta gastronómica. Ha sido una estancia muy grata. Un fuerte abrazo.

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  3. Cuánto me alegra tu visita a tierras palentinas junto a tu familia!! Has estado muy cerquita de mi pueblo: Saldaña. Su ayuntamiento se extiende a todas esas pequeños pueblos , aldeas , pedanías, que están diseminadas por un espacio a 8 kilómetros a la redonda. Uno de ellos, no superior a 50 habitantes, es el mío, pero administrativamente todo para en Saldaña. La verdad es que Palencia ofrece una ruta de arte románico extraordinaria. Sin duda habréis pasado por la iglesis de San Martín de Fromista, con esas torres cilíndrica que escoltan su pequeña nave central, de influencia normanda..... y Muarves de Ojeda, un pequeño pueblo del Valle de la Ojeda, que tiene una joya única de este arte, por el friso escultórico de la fachada principal en alto relieve, en el cual se representa el pantocrator, los apóstoles y figuras zoomorfas. Tengo entendido que esta representaciones simbolicas, alegorías...dispuesta de este modo, es muy poco habitual en el arte románico de nuestra Península. Como ya cuentas, imagino de nuevo el sendeo que has seguido de Camino de Santiago, que se extiende a la par del Canal de Castilla y todo ese románico que te encontras al paso. Monasterio de San Zoilo en Carrión, hoy hotel y restaurante con mucho encanto ( seguro que fue de obligada parada).. Si buscas paisajes y plena naturaleza, conocerás toda ruta de pantanos del norte de la provincia ............ Bueno, cómo ves, yo haciendo patria. Pero me agrada que hayas contado tu visita y que este medio de comunicación nos permita seguir en contacto.

    De tu entrada, decirte que he vuelto a leerla y he tomado mis notas, para que no me de esa sensación, que con frecuencia me sucede, de que lo leído se me disuelve por este espacio. De modo que luego escribo y fijo ideas.

    Gracias.

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