EL CICLO DE LOS FUEGOS. Festividades en torno a la hoguera.


El fuego es un elemento muy común en las fiestas populares. Es un potente símbolo para representar la luz y el calor del sol, en su aspecto positivo, pero también su poder de destrucción de los espíritus del mal, a la par que su capacidad para regenerar y purificar al hombre, a los animales y a la vegetación. Desde nuestras asépticas y racionalizadas ciudades occidentales, en las que la naturaleza sólo asoma tímidamente en parques y jardines, puede resultar difícil comprender la enorme importancia que tuvo, en el pasado de la humanidad, el entorno natural en el que el hombre se integraba y su absoluta dependencia respecto del clima y el devenir de las estaciones. En su obra magna, La rama dorada (1890), Sir James George Frazer (1854-1941) examinó de manera erudita los ciclos ígneos, refiriéndose a múltiples ejemplos de toda Europa aunque sin mencionar ni uno solo concreto relativo a España. Frazer era el prototipo de antropólogo de salón, de cultura libresca. Quizá no incluye ningún caso de ceremonias del fuego en España porque habría pocos estudios sobre las costumbres de nuestro país al respecto traducidos al inglés. Con ocasión de la fiesta del solsticio de verano, probablemente el momento culminante de ese ciclo anual del fuego, me he propuesto remediar de alguna manera ese clamoroso vacío en la obra de Frazer con esta entrada. Por una parte, examinaremos diversos ejemplos de cada uno de los momentos del año en que el fuego es el protagonista de las fiestas. Necesariamente ha de ser un repaso esquemático y selectivo, porque cada una de ellas, especialmente las que con justicia se consideran fiestas mayores, merecerían sobradamente un estudio monográfico. Pero la finalidad que se pretende no es profundizar en toda la riqueza de sus detalles sino visualizar el ciclo completo y buscar, en sus diversas etapas, semejanzas estructurales para trazar el parentesco con otras fiestas compartidas con toda Europa, lo que nos permitirá remontarnos en el tiempo muchos siglos atrás.Como novedad, he añadido una actualización relativa a Varenna, en el norte de Italia, que celebra una preciosa fiesta en San Juan.

Las estaciones en un mosaico romano en Complutum
I. LOS FUEGOS DEL OTOÑO
San Miguel (29 de septiembre)
En Tragacete, un pueblo de la abrupta serranía conquense, se celebraba la fiesta de las Torras. Aunque su fecha de inicio es incierta, se asocia a San Miguel porque se le quiso brindar al patrón de las batallas una victoria de las tropas cristianas contra los árabes durante la Reconquista. El festejo consistía en hacer una inmensa hoguera en la parte más elevada del pueblo, en cuyas brasas se asaba una res vacuna hasta "torrarla", mientras en torno al fuego todos los lugareños cantaban, danzaban el ancestral baile de las Torras y celebraban un gran banquete.
                                                              ¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨
Festival céltico de Halloween en Edimburgo
Frazer establece una distinción muy interesante entre el calendario de los antiguos celtas y el de otras celebraciones pirofóricas. Así, mientras que para los pueblos agrícolas el año se articulaba en torno a dos momentos fundamentales, la siembra en otoño y la recolección en primavera-verano, los celtas tenían dos momentos clave diferentes a lo largo del año, separados por un intervalo de seis meses, relacionados con el pastoreo, al que fundamentalmente se dedicaban. Para ellos, el año comenzaba el 1 de noviembre, Halloween, momento de la estabulación de los ganados, y la siguiente gran festividad, cuando sacaban los animales de nuevo a pastar, era la de Beltane, en honor del dios Belenos, el día 1 de mayo y que consiste en otra fiesta de los espíritus ( la noche de Walpurgis en la tradición germánica). Con los primeros fríos, los celtas creían que las almas de los difuntos, que hasta entonces habían estado vagando invisibles por los campos, se apresuraban a volver a sus antiguos hogares para calentarse. Era el momento de encender el fuego nuevo, en el día de Todo lo Sagrado, para que extendiera su influencia benefactora a lo largo del año, y también era el tiempo que consideraban más propicio para realizar rituales adivinatorios.

Fiesta de Walpurgis en Alemania
Para la tradición germánica esos espíritus se liberaban en los doce días que median entre la Navidad y la Epifanía.Según una costumbre muy arcaica, en los pueblos septentrionales se golpeaban los árboles en invierno para despertar al espíritu dormido de la Naturaleza. Por otro lado, los fuegos que encendían aquellos adoradores del sol, quemando el roble sagrado, se relacionaban también con el culto a los difuntos. Creían que, en ese período, sus almas podían volver entre los vivos durante un día y encendían hogueras para ayudarles a encontrar sus casas. Con el cristianismo se situó la festividad tradicional de los difuntos a primeros de noviembre, en línea con las costumbres célticas, para distanciarla convenientemente de la Natividad de Jesús, mientras que los pueblos del norte celebraban el retorno de los muertos en el solsticio de invierno. Sin embargo, como si fueran islas extrañas, quedaron restos de ese antiguo calendario germánico enclavados en el seno del santoral cristiano. En Leganiel, Cuenca, durante la fiesta de las Carátulas o Calenturas, en Nochebuena, era costumbre que dos hombres disfrazados con trajes de colores y portando cencerros recorriesen el pueblo ocultos bajo feas caretas y provistos de palos para perseguir a los muchachos, haciendo una colecta por los difuntos al grito de "¡Animas!".

II. LOS FUEGOS DEL INVIERNO


En Cataluña perdura una antigua costumbre navideña, el Tió de Nadal o tronco de Navidad. Bajo la apariencia actual de un simple divertimento infantil, en realidad se remonta a la noche de los tiempos, como resalta P. Rodríguez en Mitos y tradiciones de la Navidad. Este ritual agrario tradicional, que se practicaba también en otros rincones de España, se perdió al desaparecer los hornos de leña en las casas de las ciudades, aunque está empezando a recuperarse. 

Una bonita casa de muñecas recrea la escena del hogar con el Tió aporreado por el niño
Hasta hace 40 o 50 años, el momento más esperado de la Navidad era el encendido de un gran tronco en familia. Al principio tenía lugar en la Nochebuena, mientras los payeses esperaban para asistir a la Misa de Gallo, y después se trasladó a la mañana del día de Navidad. Se lo abrigaba con una tela (lo que a mí me recuerda el ritual de Atis en los cultos de Cibeles) y, sin que lo viesen los niños de la casa, se escondía en algún hueco del tronco dulces, turrón, vino y regalos. Después llamaban a los más pequeños que, aporreando el tronco con un bastón, conminaban al tió a “cagar” y “pixar” sus tesoros al son de esta famosa canción (hay otras versiones parecidas): “¡Tió, Tió, caga torró, d´ aquell tan bò. Si no en tens més, caga diners. Si no en tens prou, caga un ou. Caga tió!” Después se colocaba el tronco al fuego para que ardiera lentamente, guardándose un trozo al que se atribuía el poder de proteger la casa contra rayos e incendios, favorecer las cosechas y librar a los hombres y animales de enfermedades y hasta del diablo. Ese talismán se echaba al fuego en el año siguiente, representando la continuidad inacabable de esa protección.


Esta tradición del leño pascual estuvo muy extendida por Alemania, Francia, Flandes y en el condado de Berry, Inglaterra. Su finalidad era una cremación a cámara lenta del tronco. Los restos, convenientemente pulverizados, se esparcían por los campos en las doce noche siguientes, ese periodo sacro para los germánicos, con el fin de favorecer el crecimiento de la mies y evitar las temidas plagas. También creían que los restos del tronco pascual les protegerían de los sabañones y las dolencias de garganta, y que propiciarían la fertilidad de las vacas si los mezclaban con el agua de los bebederos. En Westfalia sacaban el tronco o Christbrand cuando ya estaba ligeramente carbonizado y lo guardaban con sumo cuidado para sacarlo durante las tormentas con rayos, con el fin de que el espíritu benefactor del tronco los protegiese. Se trata de la pervivencia de las viejas creencias arias, que consideraban el roble como la encarnación del dios del trueno.
En Inglaterra, el día de Nochebuena encendían un monumental cirio con el fuego del leño pascual, para iluminar la casa y hacer simbólicamente de la noche el día. Para ello utilizaban un fragmento del leño del año anterior, guardado para esa ocasión, el cual creían que también les protegía contra el demonio. Ese elemento que conecta un año con otro resalta el carácter cíclico de las estaciones, un tiempo que retorna continuamente, lo que contradice la visión lineal de la historia en el pensamiento cristiano. También utilizaban ese leño ardiente para fines adivinatorios: creían que obtendrían tantas crías como chispas saltasen al golpearlo.
                                                           

Junto a la fiesta del tronco de Nadal en Cataluña, en la España rural había otras ceremonias navideñas de índole diferente, aunque también relacionadas con el ciclo ígneo del invierno. Así, en Parra de las Vegas, Cuenca, se celebraba la Fiesta de los Mozos los días 25 y 26 de diciembre. Aparte de la alternancia en el poder de jóvenes y casados y de las comidas y diversiones comunitarias, me interesa destacar en ella, por su directa conexión con rituales que estuvieron muy extendidos en la Europa central, el hecho de que fabricaban un gran manojo de esparto, lo colocaban en lo alto de un palo y lo quemaban, paseándolo por la noche entre los animales de yunta o las mulas.

Fuegos de San Antón (17 de enero)
Con ocasión de la festividad de San Antón Abad, el 17 de enero, tiene lugar una fascinante celebración en la que el elemento clave son las relaciones entre los humanos y los animales de su entorno, y en la que el fuego cumple una finalidad purificadora. En estos festejos, muy extendidos por toda la geografía española, el componente comunitario es muy intenso: los vecinos cantan, bailan y comparten alimentos, estrechando lazos alrededor de las hogueras. En sitios como Jaén y Granada se aprovecha la poda del olivar para prender la lumbre. Se elaboran dulces típicos y se comen los productos de la matanza. En algunos lugares, como Níjar (Almería), se lanzan petardos, parece que como recuerdo de las revueltas moriscas o bien por influencia de los repobladores de origen valenciano.


El carácter de rito purificador resulta muy patente patente en las espectaulares Luminarias de San Bartolomé de Pinares, en Ávila. La víspera de San Antón se concentran los jinetes a lomos de sus caballos y, tras los mayordomos, el séquito de cabalgaduras recorre las calles del pueblo atravesando las hogueras para purificar a los animales.
En la provincia de Cuenca era costumbre recoger por las casas los utensilios de madera deteriorados, que se arrojaban al fuego para engrosar los enormes montones de leña, ramas y troncos con el fin de honrar al patrón de los animales, tan importante para asegurar la salud de las bestias de carga y los animales de granja, esenciales para la subsistencia en el mundo rural. Este ha cambiado enormemente al sustituirse la tracción animal por la maquinaria, y sus fiestas, salvo excepciones, ya sólo son el residuo nostálgico de un pasado en el que tenían pleno sentido estos rituales.

San Sebastián (día 20 de enero)
En Culebras, Cuenca, que hoy forma parte de Villas de Ventosa, la víspera del Santo preparaban en cada casa ramas verdes de las sabinas, que producen un humo oloroso muy agradable. La hoguera se encendía en la mañana del día 20, procurando no producir llamas sino tan sólo una gran cantidad de humo. También paseaban una rama prendida por las habitaciones para inciensarlas. Después salía la procesión y el santo debía atravesar el lugar donde se concentraba la mayor cantidad de humo. Se dice que el origen de esta fiesta fue una terrible epidemia en un pueblo vecino. Los habitantes de Culebras los socorrieron pero a costa de contagiarse ellos mismos, lo que diezmó la población. Por ello hicieron una rogativa a San Sebastián y quemaron sabinas para desinfectar el ambiente, lo que se venía recordando ritualmente cada año.

Candelas en Zulema la Real, Huelva
La Candelaria (día 2 de febrero) y San Blas (día 3 de febrero)
En la antigua Roma se celebraba una procesión en la fiesta de las Candelas durante las Lupercales. El calendario cristiano, en cambio, recuerda en estas fechas la Presentación del Niño Jesús en el templo de Jerusalén y la purificación de María después del parto, según los ritos previstos en el Levítico 12,1-8.
La luz tiene un potente simbolismo cristológico, pues la figura de Jesús se presenta como la Luz del Mundo, venida para disipar las tinieblas. Pero en el ámbito popular el fuego vuelve a ser el protagonista de estos rituales comunitarios, con sus alegres bailes, cantos y banquetes, especialmente en Andalucía, Extremadura o Castilla. También en estas fiestas se aprovecha para quemar los restos de la poda . 


En Adamuz, provincia de Córdoba (arriba), los jóvenes saltan por encima de las candelas prendidas con romero. Como se chamuscan, les llaman "culiquemaos". Luego comprobaremos cuánta importancia tiene este pequeño detalle.
 En Polícar (Granada), en las vísperas de San Antón, de la Candelaria y de San Blas, la gente recoge leña para hacer “chiscos” u hogueras, alrededor de los cuales los vecinos se reúnen para comer y beber.



En Almonacid del Marquesado, Cuenca (arriba), se festeja a San Blas con la peculiar fiesta de la Endiablada. Se dice que tiene su origen en los albores del cristianismo pero su procedencia puede ser muy anterior. María Luisa Vallejo, en el libro Costumbres populares conquenses, cuenta que intervenían todos los vecinos del pueblo, incluso los niños, vestidos de negro, para representar a los diablos con la cara y las manos tiznadas, luciendo un enorme rabo y dando saltos y bailando incluso dentro de la iglesia. Como otros personajes luciferinos, llevan una porra y grandes cencerros a la cintura, que tocan ininterrumpidamente desde el anochecer del día 1 de febrero hasta la noche del día 3. En la Iglesia tiene lugar una ceremonia de purificación: los diablos rezan oraciones a la Virgen y la procesión de las antorchas alude a la luz de Cristo. También agradecían con esta fiesta a San Blas su ayuda durante una epidemia de garganta en el siglo XIII.



III.FUEGOS DE PRIMAVERA



Del 15 al 19 de marzo, coincidiendo con el equinoccio de primavera, se celebra en Valencia, y en muchos otros rincones de la Comunidad Valenciana, la festividad de San José con las Fallas (arriba). La palabra "falla" deriva del latín "faculla", diminutivo de "fax", que significa antorcha. Las tropas del rey Jaime I, que en 1231 arrebataron la ciudad a los moros, portaban antorchas. Por otro lado, el gremio de los carpinteros valencianos aprovechaba para hacer limpieza en sus talleres al llegar la primavera, y por ello arrojaban virutas y trastos inservibles a las hogueras para festejar al santo y, también, para recibir alegremente a la primavera, probablemente rememorando con ello los viejos cultos paganos de carácter agrícola. Es importante destacar un aspecto de la fiesta que ya reflejaban documentos de 1740. Por una parte, el carácter comunitario del festejo: los niños iban a de casa en casa pidiendo alfombras, muebles y utensilios de desecho como material para quemar las fallas; por otro lado, que ya entonces se aprovechaba la fiesta para satirizar a personajes y situaciones del barrio donde se plantaba la hoguera, añadiendo carteles alusivos y ridiculizadores. Aunque lo que en nuestros días nos llama más la atención es la belleza, colorido y originalidad de esas enormes figuras creadas por los artistas falleros, en su origen las figuras tenían un carácter primordialmente burlesco, que debe relacionarse con el espíritu desmitificador del carnaval. 


La música es también una pieza clave en esta fiesta sensual y colorista, como complemento a las "mascletàs". El "masclet" es un petardo que produce un sonido atronador con variaciones que tienen un carácter rítmico y cuya explosión finaliza con una especie de terremoto. Hay también castillos artificiales, siendo el más importante de todos ellos la Nit del Foc, en la noche del 18 19 de marzo. 

La Cavalcada del Foc (arriba y abajo) rescata la costumbre de que las comparsas de diablos -colles de dimonis- y las carrozas del dios Plutón, enciendan las fallas. Vemos así como conviven, sin aparentes estridencias, la mitología cristiana y la grecolatina. El acto final de la fiesta es la cremà, la quema de los monumentos falleros en la noche del 19 de marzo, a excepción del ninot indultat por votación popular.

                                                   Cabalgata del fuego, con el correfuegos de los demonios                                                                      
Además del Miércoles de Ceniza, que pone fin al carnaval, en muchos lugares de la Europa católica tienen costumbre los fuegos cuaresmales. Como en las fallas, los chicos recogían material combustible en cada granja para hacer el "fuego grande". Con él pretendían librarse de los incendios y de todo mal, así que a veces quemaban gatos-habitual efigie del demonio-, y los pastores pasaban a sus rebaños a través del humo para protegerlos de la enfermedad y la brujería. Desde nuestro punto de vista actual, lo que hacían era desinfectarlos. El casado más reciente-una figura quintaesencial de la fertilidad, que se quería hacer extensiva al conjunto de su comunidad- era el encargado de prender el fuego al caer las sombras de la noche. A su alrededor se celebraba una gran fiesta con cantos y bailes, lanzando gritos con los que intentaban atraer buenas cosechas de mies y frutales. Pensaban que, cuanto mayor fuese el jolgorio que organizaban, más abundante serían las cosechas. Como vemos, son rituales de magia simpática o imitativa. También saltaban sobre las brasas incandescentes y creían que chamuscarse era un signo de buena suerte. Hasta guardaban las guirnaldas o ropas quemadas en este fuego como talismán contra las desgracias. Igualmente a modo de ritual de propiciación, consideraban que, cuanto más alto consiguieran saltar, mejor cosecha obtendrían. Con las hogueras y con las procesiones de antorchas por los campos, buscaban espantar al ratón campesino e impedir las plagas de malas hierbas. Mientras contemplaban el gran fuego, aprovechaban para realizar rituales adivinatorios. Así, suponían que la altura que alcanzaban las llamas, o la de sus saltos, sería la que alcanzaría el lino en sus sembrados. Por otro lado, si la hoguera flameaba hacia el sur, la primavera sería temprana e suave. En cambio, si las llamas se orientaban al norte, sería fría y se retardaría. Algo que también pone en conexión estos fuegos cuaresmales de los que habla Frazer con las fallas valencianas es el juicio a los monigotes. En algunos lugares fabricaban un muñeco de paja y lo acusaban de todos los robos sucedidos durante el año en la vecindad, lo condenaban a muerte y paseaban esa efigie del mal por toda la aldea, lo desmembraban y finalmente lo quemaban en la hoguera. Con ello sellaban simbólicamente la paz en la comunidad, algo tan importante cuando los grupos son pequeños y es fácil sospechar unos de otros.

El fuego purificador y regenerador de las Fallas
En Suiza llamaban al Domingo de Cuaresma el "domingo de chispas", y tenían la costumbre de "quemar la bruja". Se trataba de una rueda de paja que debía proporcionar el casado más reciente, la cual, vestida con ropas viejas, se dejaba rodar desde lo alto de una colina ladera abajo. Con ello se fertilizaban los campos y se alejaba el fantasma del invierno. En Suabia llamaban a este espantajo la "bruja", la "esposa vieja" o "la abuela del invierno" y también la quemaban. En Auvernia invocaban a Granno, que puede que fuese el antiguo dios celta Grannus, que los romanos equiparaba a Apolo, la deidad solar y de la luz por excelencia. En diversos lugares tallaban discos de madera con forma de sol o estrellas, a los que prendían fuego y lanzaban al aire. Yo asociaría esta costumbre a los petardos y mascletàs en España.

El Sábado de Gloria, determinado por el calendario lunar móvil, tiene lugar en los países católicos la ceremonia de la luz y el agua. Recordemos el Oficio de Tinieblas que se celebra el Viernes Santo. Su epítome más maravilloso tenía lugar en la Capilla Sixtina: con todas las luces apagadas, y en señal de penitencia, los cardenales arrastraban cadenas recorriendo cadenciosamente los laterales de la capilla más extraordinaria del mundo al son del Miserere mei de Giorgio Allegri, una música secreta que estaba prohibido difundir. Hoy día, al anochecer del Sábado de gloria, para celebrar la resurrección de Cristo, se apagan todas las luces de las iglesias mientras se enciende el fuego nuevo en el exterior. Con él se prende el gran cirio pascual, en el que están marcados el alfa y el omega, los signos de que Jesucristo es el comienzo y el final de todo. El sacerdote, portando el cirio pascual, preside la procesión de los fieles que retornan al templo, donde continúa la ceremonia del fuego y del agua, que también se bendice.


En algunos lugares, los tizones de estas hogueras sagradas cuaresmales se sembraban con las simientes, y la ceniza, mezclada con agua, se daba a beber a los ganados y a los enfermos. También solía hacerse un muñeco al que llamaban Judas o incluso Lutero, representación del mal, que se quemaba. En el libro de María Luisa Vallejo he encontrado un curioso ejemplo de ello. 

Figuras de Judas y la Judesa en Moreda de Alava, en las fiestas de la Inmaculada

En Villares del Saz de Don Guillén, Cuenca, el Domingo de Resurrección fabricaban un muñeco de paja al que incluso le colocaban botas y un gorro, apodado Judas. Lo manteaban en las eras hasta que caía deshecho al suelo, con un evidente fin de fertilizar los campos. Por contraste con este pelele masculino, vestían con los mejores trajes a una muñeca, la Judesa, y la colocaban sobre la puerta principal de las casas. Cuando terminaba el manteo del Judas, la bajaban del dintel, la desnudaban y celebraban una fiesta en la que se servían dulces típicos. Ya veremos que en las fiestas de San Juan y San Pedro también se reproduce una pareja similar, para representar el principio masculino y femenino, a la que llaman los Juanillos.


El aquelarre, Goya, 1823

El 1 de mayo tenía lugar una de las principales fiestas del calendario celta, dedicada al dios Beltane, cuando llegaba el momento de sacar los rebaños a los pastos frescos de las montañas. Hasta el siglo XVIII se celebró en Escocia un festival druídico en el que encendían un gran fuego sagrado en lo alto de una colina. También elaboraban un bollo con huevos que se distribuía entre los comensales. Uno de los trozos era especial y, al que le tocaba, simulaban que lo descuartizaban. Incluso tenía que soportar que lo ofendieran durante un año, y hasta llegaban a hablar de él como si hubiese muerto. Para Frazer, todo ello eran signos inequívocos de que la víctima era el carline de Beltane, es decir, la persona destinada a ser sacrificada en las llamas en honor del dios para el bien de la comunidad. Creían que en esa fecha, que también se conoce entre los pueblos germanos como la fiesta de Walpurgis, las montañas se abrían y salían las brujas hacer sus sortilegios contra el ganado y a robar la leche de las vacas. Creían que podían destruirlas en el fuego sagrado al grito de “¡Fuego, quemar a las brujas!". Frazer también registra estas costumbres entre otros pueblos de origen celta, como Gales, las islas Hébridas o Irlanda. En Suecia lo que pretendían era espantar a los trolls, que abandonaban sus moradas en las cavernas al llegar la primavera.


los abruptos paisajes de Escocia

En cuanto a esa costumbre de elaborar alimentos especiales para consumir en las fiestas, en Gales también hacían dos tortas, una de avena y otra de harina morena, siendo importante el diferente color, porque afirma Frazer que se confeccionaría con sangre de los sacrificios humanos. En Callander, Escocia, uno de los trozos de la torta se ennegrecía con carbón. Los comensales debían elegir su parte con los ojos cerrados. A la persona a la que le tocaba la “negra” debían saltar sobre las llamas tres veces o correr entre los fuegos para asegurar una cosecha abundante. Sin duda, era un simulacro de los antiguos sacrificios humanos, y creo que de esa costumbre debe de venir la expresión “tener la negra”, por referencia a la mala suerte.
                                                                  ¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨

El primer domingo del mes de mayo también se celebra la festividad de los Mayos, que ya se conocía entre los fenicios y griegos para recibir a la primavera. Con el cristianismo, la fiesta se asimiló al culto a la Virgen María y a la Santa Cruz. En su versión folk, los mayos son fiestas con romerías, cantos y galanteos, que tenía lugar tradicionalmente a la luz del de un farol. Sólo en algunos lugares de Andalucía se prenden hogueras en estas fiestas.

Cruces y mayos en Piedrabuena, Ciudad Real
LOS FUEGOS ESTIVALES
Sin duda constituyen el momento más trascendental del ciclo ígneo anual. Si los fuegos del invierno pretendían “animar” al sol para que calentarse más, con objeto de fomentar el retorno de la vegetación, estos fuegos del solsticio de verano, muy extendidos por toda Europa y el norte de África, son un homenaje al sol por su influencia benéfica, justo en el momento en que se encuentra en el punto más alto de su recorrido por el cielo. Como recuerda Frazer, debemos situarnos en el lugar del hombre primitivo, que se sentía impotente ante los inmensos cambios que sucedían en la naturaleza a lo largo del año y lo dejaban a merced de fuerzas impredecibles.
Durante este periodo estival hay nuevamente hogueras y/o procesiones de antorchas por los campos, para pedir una abundante vendimia y ahuyentar a los espíritus malignos que envenenan los pozos, acompañadas con cantos y bailes. Para potenciar el efecto purificador del fuego arrojaban a la pira hierbas aromáticas, como la artemisa y la verbena, de lo que procede el nombre en nuestro idioma para una alegre fiesta nocturna.

Los Juanillos en Cádiz
En Conil de la Frontera y La Línea de la Concepción se queman dos muñecos de trapo colocados sobre una estructura, los Juanillos, que son una pareja de figuras de ambos sexos, Juan y Juana, y lo mismo sucede en las poblaciones extremeñas de Higuera de Vargas y Villanueva del Fresno. En otros lugares queman al muñeco Juan el día 24 y a Juana en San Pedro, el día 29. Vemos aquí en oposición el reflejo de los principios masculino y femenino.
En Cantabria, como hemos visto que sucedía en tantos lugares durante otros momentos del ciclo del fuego, saltan sobre las hogueras, pisan las cenizas aún candentes y conducen a la cabaña para que pase junto al fuego, llevando también las antorchas a los campos para purificarlos.

Lumeirada en la playa
En Galicia hay lumeiradas en cada barrio para espantar a los malos espíritus. Así dicen “En San Xoan meigas e bruixas fuxirán”. Junta a la célebre queimada, las multitudinarias sardiñadas en las playas hacen subir el precio del pescado hasta niveles astronómicos, síntoma de la inmensa popularidad que tiene esta fiesta sanjuanera, sobre todo entre la población juvenil.

Una fallera en plena cremà
Con la bañà, en les Fogueres de Alicante, los bomberos refrescan el ambiente
Las celebraciones del solsticio de verano son multisensoriales: en ellas disfrutamos de la luz, el agua, el color, los aromas y el sonido (los disparos de armas de fuego, como los trabucazos en Suecia para homenajear a San Hans, o los petardos y mascletàs en el Levante español). Una de las fiestas más importantes del solsticio de verano en España son las hogueras de San Juan en Alicante, en la que los labradores celebraban el día más largo para recolectar sus cosechas y la noche más corta para escapar de las fuerzas del mal. Era costumbre atronar el aire con disparos y cohetes, y encender hogueras en las calles con objetos desechados.


Fogueres de 2016 (foto de la autora)

Como sucede en Valencia, también en Alicante el arte acabó dominando la fabricación de las monumentales figuras de cartón y madera pero la intención satírica en ellas es muy patente, como también ocurre en las fallas y en los carnavales. Me interesa detenerme en ello para poner de relieve que estas fiestas engloban un ritual que posee un profundo significado social, dirigido al alivio de las tensiones populares, el del destronamiento. Mientras que en las ceremonias de coronación al personaje se le reviste de los símbolos del poder, como son la corona, el cetro y el manto, el ritual de destronamiento supone despojar a los poderosos de sus insignias y hacerlos objeto de pullas e invectivas. En este caso ese despojamiento del poder es metafórico o en efigie, pues se refleja en las caricaturas a los vicios y actitudes criticables de personajes locales y nacionales bien conocidos, que luego son quemados. Si se parte solo de su valor artístico, cuesta mucho entender cómo conjuntos monumentales tan hermosos y caros, como son las fallas y les fogueres, pueden ser entregados cada año al fuego implacable. 

Pinocho recuerda a los políticos lo que pasa cuando mienten (idem)
Por el contrario, desde la lógica sacrificial que hemos venido examinando, la quema de los dobles de los malos gobernantes es un corolario obligado. El rito especular de coronación y destronamiento es doble y ambivalente, pues intenta poner de relieve las complejidades de los procesos de renovación política. Es como una válvula de escape para que las instituciones persistan a pesar de la corrupción de las personas que detentan los cargos. Ya se encargará la justicia de ellos, sin puede, pero mientras tanto el pueblo se toma su revancha satírica contra los abusos de políticos y demás personajes que actúan a su sombra, critica las desigualdades económicas y sociales y se desahoga con la risa, en línea con los estudios sobre la cultura popular de Mijail Bajtin. Es también un ejemplo del arte de la resistencia, una dinámica de empoderamiento de los dominados frente a los dominadores que estudia el antropólogo James C. Scott.


E
Una sutil burla  a la anterior alcaldesa (foto de la autora)

El año pasado descubrí en Varenna, un precioso pueblo en el lago de Como, Italia, una historia fascinante de solidaridad que se recuerda con los fuegos de San Juan. Varenna era un pueblo de pescadores hacia 769, pasó después a depender de Milán y fue destruido por los habitantes de la ciudad de Como en 1126. Esa experiencia traumática hizo que se solidarizaran con los exiliados de la isla Comacina, que sufrió un destino similar en 1169: su castillo y sus iglesias fueron devastadas .Hasta hoy en día se conserva la celebración de la huida de los comacinos y su generosa acogida por las gentes de Varenna. El sábado y el domingo de la semana en que se celebra el 24 de junio, la fiesta de San Juan, el maravilloso lago de Como se convierte en un lugar aún más mágico si cabe, iluminado con miles de luces, velas flotando sobre el agua para recordar a las almas perdidas de quienes cruzaban el lago de una orilla a otra, escapando de sus casas en llamas.




A modo de recapitulación

Sir James George Frazer
Los festivales ígneos en Europa y las riberas africanas del mediterráneo han estado asociados indistintamente a culturas agrícolas y ganaderas. Como pone de relieve Frazer, no están necesariamente vinculados al culto solar, puesto que culturas que se guían por el calendario lunar, como sucede con los musulmanes, también los celebran. Es más, el hecho de que se encuentren estos festejos tanto en territorios de tradición cristiana como islámica remite forzosamente a un pasado remoto muy anterior a la introducción de estas religiones. Pese al esfuerzo de los sínodos cristianos en el siglo VIII, el carácter pagano de estas celebraciones aflora fácilmente a la superficie.
Se han esgrimido dos teorías fundamentales para explicar estas fiestas del fuego. La teoría solar, que sostuvo Wilhelm Manhardt, pretendía poner de manifiesto su carácter de ceremonias mágicas, de hechizos para imitar la luz y el calor del sol y su efecto generador y fertilizante, como a través de los saltos de los jóvenes. Por su parte, la teoría purificadora de Edvard Westermarck y Eugen Mogk pone el acento en el poder destructor del fuego contra los espíritus del mal y la enfermedad en humanos, plantas y animales, purificando el ambiente de brujas, demonios, vampiros, trolls y demás espíritus maléficos. En el fondo, no parece existir una auténtica contradicción entre estas dos explicaciones, que aparecen implicadas indistintamente en los rituales que hemos examinado de manera somera.

Purificacion de los caballos en San Bartolomé de Pinares
Resulta verdaderamente asombrosa la repetición en estos ceremoniales de los mismos rasgos estructurales, siquiera aparezcan combinados de maneras diferentes. Por una parte, el momento del día en que se enciende las hogueras: al caer la tarde, cuando se experimenta más vivamente la pérdida del sol y se afrontan los peligros de la noche. Por otra, el lugar donde se prende el fuego, que suele ser elevado. La explicación que ofrece Frazer de este rasgo es magnífica: las hogueras se plantan sobre collados y ciertos cerros porque los dioses, para los antiguos, no podían morar en casas hechas por el hombre sino allí donde el panorama es más grandioso y se encuentra más cerca de la fuente del calor y del orden apolíneos.
Un tercer factor, el humano, es también muy importante. Todos deben contribuir con algo para que el fuego pueda producir su efecto beneficioso sobre toda la comunidad. Ese carácter colectivo se refuerza con la diversión, comida y bebida en común. Es también fundamental el papel de los jóvenes y, sobre todo, de los recién casados, tanto para que ellos se beneficien del poder generador del fuego como para que, a su vez, contagien a la comunidad, a sus campos y ganados, de la fertilidad que naturalmente se espera de las fogosas parejas. No lo olvidemos, los ritos del fuego son básicamente de regeneración y renovación. Lo que se quema es lo viejo. Con la alegría de bailes, saltos y cantos, pretenden atraer el bien al pueblo y espantar a los demonios y a las brujas. Para demostrar su valor ante las mozas, no dudan en arriesgar sus vidas chamuscándose con el fuego. Las muestras de ese acto de valor tienen un poder sanador y de protección contra los peligros de muerte. Pero, al mismo tiempo, ello es un residuo oculto de aquellos tiempos arcaicos en que creían que su supervivencia dependía de sacrificar lo más valioso, las vidas humanas, para poder congraciarse con deidades crueles. En De bello Gallico, Julio César, en el siglo I a. C., constató que los celtas llevaban a cabo la inmolación de criminales y prisioneros de guerra. Con el tiempo, lo que se quemaría serían las brujas o los animales que pensaban que podían adoptar su forma, como los gatos u otros seres de mal agüero.

Fogueres en Alicante
Un último aspecto común sería el valor del fuego como medio de adivinación, para predecir la duración del invierno y el éxito de sus cosechas o el número de bodas que se celebrarían en el año entrante, en un contexto en el que la fertilidad de la naturaleza era un correlato de la humana, todo ello esencial para la subsistencia de las precarias comunidades rurales. Pero lo más interesante para mí es constatar que, bajo condiciones sociales, económicas y políticas bien distintas, algunas de las ceremonias del fuego no sólo no se han perdido sino que mantienen una pujanza asombrosa, especialmente entre los más jóvenes, demostrando la capacidad del mito y el rito para crear lazos sociales en una cultura cada vez más deshumanizada.

¨                                            ¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨

Quisiera dedicar esta entrada a mi querida amiga Dª. Paloma Díaz Sánchez, de Cuenca. En una visita a su tierra hace unos años no sólo quiso que conociéramos el paisaje y la ciudad sino también sus tradiciones. Por ello, muy gentilmente me prestó el libro Costumbres populares conquenses, de María Luisa Vallejo, Comendadora de la Orden de Alfonso X, y profesional de la educación, como la propia Paloma. La autora aprovechó sus numerosos viajes de inspección a las escuelas para recopilar meticulosamente, “como una hormiguita conquense“-así lo dice ella misma-, hermosas costumbres que ya entonces habían desaparecido o estaban en trance de desaparecer. Un buen ejemplo, pues, de antropología de salvamento en nuestro país. Agradezco sinceramente a Paloma su paciente préstamo de esta valiosa obra y con sumo cariño le ofrendo este trabajo, con el deseo de que le agrade.


Fuentes consultadas:
-Frazer, James G.: La rama dorada. FCE, 1991.
-Rodríguez, P.:Mitos y tradiciones de la Navidad. Ediciones B, 2010.
-Vallejo, María Luisa: Costumbres populares conquenses. Excma. Diputación de Cuenca,1978.
-Fiesta de la Candelaria. Wikipedia . Web 23-6-2016.
-Hogueras de Alicante. Wikipedia. Web. 23-6-2016.
-Fiesta de San Juan. Wikipedia. Web. 23-6-2016.
-Festividad de los Mayos. Wikipedia. Web. 23-6-2016.
-Fallas de Valencia. Wikipedia . Web.2-3-2015.


Comentarios

  1. Un estupendo estudio de estas tradiciones ígneas en nuestra geografía y mas allá, buscando su significado profundo,que yo llevaría hasta el momento mismo en que el ser humano comenzó a ser tal: el momento evolutivo de la domesticación del fuego,la posibilidad de huir de la noche y el frío,de espantar animales,y el comienzo de la sociabilidad y hasta el lenguaje, gracias al tiempo compartido alrededor de la hoguera y la posibilidad de ingerir alimentos cocinados,permitiendo cambios en la dentición y la mandíbula. Y sin olvidar la importancia simbólica del fuego,el conocimiento,el logos,la palabra,el regalo de Promete o a los humanos.
    Por otra parte,y mas cerca de lo etnográfico, estos rituales ígneos como las fallas o las hogueras siempre me han recordado los grandes festines potlach,con su exceso en todo.

    ResponderEliminar
  2. El potlach, sí, otro de los deberes pendientes en Tinieblas. Muy oportuna tu referencia.Ayer me acordaba yo de la desesperación de los antropólogos al leer que Boas estaba aburrido mientras los kwakiutl quemaban todo lo que había. Fue a cuento de que José Losada dice que el día de San juan es una jornada grande para los antropólogos. Hay que estar de guardia a la espera de acontecimientos cargados de significación simbólica.Y yo ayer no hice nada de trabajo de campo, sino la víspera, pero gasté un gran esfuerzo para intentar contribuir a que entendamos las fiestas del fuego un poco mejor. Espero haberlo conseguido.

    ResponderEliminar
  3. Muchas felicidades por la entrada, muy amena. Me ha gustado reconocer la falla de Campanar de 2010, la del hombre-agua que da la mano a la mujer-árbol. Muy memorable. Yo les hice fotos, pero de día. De noche siempre son más espectaculares.

    ResponderEliminar
  4. Releyendo la entrada, me sorprende constatar que de alguna forma siga viva la costumbre o impulso de construir un hombre o mujer de paja y culparlo de los males de la comunidad --algo que recientemente ha supuesto un delito de odio, al personificar este maniquí a una asesina. Qué poco cambiamos.

    ResponderEliminar
  5. Releyendo la entrada, me sorprende constatar que de alguna forma siga viva la costumbre o impulso de construir un hombre o mujer de paja y culparlo de los males de la comunidad --algo que recientemente ha supuesto un delito de odio, al personificar este maniquí a una asesina. Qué poco cambiamos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario