ARTE MUDEJAR III
ALGUNAS CONSIDERACIONES EN TORNO AL ARTE MUDÉJAR III
José Ignacio González Lorenzo
1.
La integración del
clero mozárabe de Toledo.
Como ha quedado expuesto en las
entregas anteriores, con la conquista castellana de Toledo y la imposición del
rito romano en la ciudad, el clero
mozárabe quedó relegado a una posición secundaria, excluido del cabildo
catedralicio y, por supuesto, de la mitra toledana. Durante un siglo completo
los arzobispos toledanos fueron franceses. La población mozárabe fue confinada
a título personal en las seis parroquias mozárabes conocidas. A comienzos del
siglo XII, recibió un fuero o carta de privilegios en la que se reconocía su
derecho particular, el Liber Iudiciorum
o Fuero Juzgo, sus propias
autoridades, la exención del pago de algunos impuestos y la posibilidad de
ingresar en la caballería concejil en determinadas condiciones. A mediados de
ese siglo, la mozarabía conoció un importante aumento de sus efectivos debido a
las continuas llegadas de refugiados procedentes de Al-Andalus y el Magreb
provocadas por la intransigencia
religiosa de los almohades.
Fue a partir de las turbulencias
ocurridas entre los bandos nobiliarios enfrentados por la tutela y la regencia
durante la minoría del rey Alfonso VIII, cuando en 1166 se alcanzó un acuerdo
definitivo de gobierno ciudadano entre las diversas minorías toledanas
(castellanos, francos y mozárabes). A partir de ese momento, Toledo tendría un
gobierno único compuesto por un alcalde mayor castellano y otro mozárabe, y un
único alguacil mozárabe.
Este acuerdo debió constituir el
punto de partida de la confluencia de las élites sociales que vendrían a
fusionarse durante el siglo XIII de modo que a fines del mismo podemos hablar
de una única nobleza toledana donde ya está perfectamente integrada la nobleza
mozárabe. Este proceso había empezado a finales del siglo XII o comienzos del
XIII cuando aparecen por primera vez clérigos mozárabes entre las dignidades
del cabildo catedralicio. Este movimiento entre las élites corona un proceso paralelo
de concentración de la propiedad rústica y urbana.
Sabemos que el antiguo campesinado
mozárabe que explotaba las huertas cercanas a Toledo, sufrió un proceso de
señorialización mediante la venta de sus explotaciones y la entrada en
dependencia de los grandes propietarios (entre ellos, el arzobispo Jiménez de
Rada) en el seno de una economía agraria extensiva. Este proceso se agudizó
debido a la inseguridad de los campos tras la derrota de Alfonso VIII en
Alarcos en 1195 ante los almohades. El resultado fue la concentración de la
propiedad agraria en una nueva nobleza que, en parte, tiene origen mozárabe o
se siente heredera o continuadora de ésta.
Este fenómeno está recogido
ampliamente en los documentos mozárabes de la Catedral de Toledo. Coincide en
el tiempo con el comienzo de un proceso de reaculturación de la población
toledana merced a la influencia mozárabe. El uso habitual de dobles nombres
latinos y árabes (incluso entre los francos), el aumento de la documentación
notarial en árabe, la reintroducción de elementos litúrgicos mozárabes, etc.
denota una creciente influencia del sector mozárabe de la ciudad.
Los mozárabes, excluidos tras la
conquista,
Volvieron a ocupar puestos
importantes en ella durante el último cuarto del siglo XII y, a partir de la
segunda mitad del XIII establecieron auténticas dinastías de obispos y
arzobispos que se mantendrían hasta el siglo XV. Esta penetración del clero
catedralicio fue en parte posible gracias al mantenimiento de un patriciado
mozárabe que mantuvo su hegemonía en la ciudad, formando una clase culta de
ricos propietarios.[1]
Pero 1160 también marca la entrada
del clero mozárabe en el arciprestazgo del cabildo catedralicio y este hecho
está relacionado con el golpe de Estado que expulsó a los Castro de Toledo y afianzó la minoría
de Alfonso VIII mediante la conjunción del patriciado mozárabe (Esteban Illán)
y el clero franco (Jean de Castellmoron) con el episcopado castellano, los
representantes de las ciudades y la
familia regente de los Lara. A partir de entonces habrá arciprestes mozárabes,
empezando por Nicolás ben Abd Allah y, más tarde, Domingo ben Abd Allah
Apolichén.
La aparición del primer arcipreste mozárabe de Toledo, enmarcada en las
reconciliaciones internas procuradas por el arzobispo don Juan [de
Castellmorom] frente a la amenaza leonesa o andaluza, parece preludiar una
nueva época de concordia entre clérigos francos y mozárabes.
Detrás del boquete abierto por ellos, la mozarabía volverá a entrar en
la más alta jerarquía eclesiástica de su propia ciudad. Parece muy adecuado que
esta entrada se hiciese desde el puesto de supervisor de la clerecía
parroquial. Dado que ésta contenía una mayoría de mozárabes, nada más lógico
que quedase encargado de vigilar sus actividades quien mejor podía
comprenderlos, intelectual y literalmente, ya que, liturgia aparte, la lengua
hablada entre ellos seguía siendo el árabe.[2]
Para la segunda década del siglo
XIII este proceso estaba muy avanzado. Se había superado la amenaza almohade y
la incertidumbre de la unión definitiva con León había concluido con la
proclamación de Fernando III como único titular de la soberanía
castellanoleonesa.
Precisamente, la coronación de
Fernando había puesto de manifiesto las carencias de la iglesia hispana en la
proyección simbólica del poder monárquico. Las viejas catedrales románicas
oscurecían el brillo de una corona que era ya una de las más importantes de la
Cristiandad, sobre todo si se le comparaba con la magnificencia desplegada en
la coronación de Luis IX en el marco de la catedral de Reims. Jiménez de Rada
lo había podido comprobar con sus propios ojos en sus periplos por Europa.
Burgos, León y Toledo comenzaron rápidamente la construcción de sus nuevas
catedrales góticas, pero el caso de Toledo era especial. Burgos y León habían
sido las capitales respectivas de los reinos de Castilla y León.
¿Y Toledo? El arzobispo toledano
como primado de España y Canciller del reino era la cabeza indiscutible de la
Iglesia hispana, pero se le escapaba la jurisdicción directa sobre Burgos, León
y Oviedo, antiguas capitales del reino, como diócesis exentas, y sobre Santiago
como sede privilegiada del Apóstol. Jiménez de Rada quería alcanzar la jefatura
directa e indiscutible sobre toda la iglesia hispana y en ese afán por el que
pleiteará en Roma hasta el final de sus días era necesario materializar la
fundamentación histórica de la primacía toledana. Aquella no podía ser otra que la
continuidad histórica entre la capitalidad visigótica heredera del Bajo Imperio
y la preeminencia actual de Toledo como baluarte frontero de la Corona
castellana. Era necesario hacer visible esa continuidad ininterrumpida,
demostrar que entre la monarquía visigoda y la actual no se había producido
ninguna discontinuidad. Esto es, que la iglesia mozárabe había sido la digna
cabeza de la Iglesia también durante la dominación árabe y, por lo tanto, el
arzobispo toledano representaba la síntesis perfecta de la tradición
mozárabe-visigótica con la monarquía asturleonesa y castellana triunfante.
Triforio de la catedral de Toledo |
2. Las
nuevas parroquias toledanas.
La confluencia del clero mozárabe y
el clero latino, la unificación de las élites sociales y religiosas toledanas
está en la base de la razón de ser y la creación del nuevo estilo artístico
toledano que conocemos como mudéjar. Podría ser que el terremoto de 1221
contribuyera a este propósito aportando el pretexto para la reforma de algunas
parroquias. Sea como fuere, la clave del asunto radica en el por qué de la
reforma de los edificios parroquiales. ¿Por qué se eligió un modelo artístico,
el románico, –anticuado, si no caduco-
precisamente ahora que comenzaba a edificarse la catedral gótica en sustitución
de las reducidas y oscuras catedrales románicas? ¿Por qué se eligió una
solución mixta de influencias latinas e hispanoárabes para unos edificios religiosos,
cosa que hasta el presente nunca antes se había hecho? Es cierto que se habían
utilizado mezquitas como iglesias provisionalmente, pero nunca se habían
erigido ex novo templos con
repertorio hispanoárabe.
Todos los caminos vienen a confluir
en la figura excepcional de don Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo,
primado de la Iglesia Hispana, legado papal, canciller del Reino, cronista
real, escritor polifacético y conquistador
y repoblador del adelantamiento de Cazorla.
La necesidad de reconstruir las
iglesias dañadas o simplemente envejecidas, el nuevo programa mudéjar
establecido en las residencias palaciegas, el auge de la arabización de la
ciudad y el proceso de señorialización del viejo campesinado mozárabe con el
surgimiento de una nueva nobleza local, probablemente iluminaron al arzobispo
Jiménez de Rada para desarrollar un vasto proyecto fundacional.
Consistía en revestir su aspiración
al primado de la iglesia hispana mediante la definición de un arte –el hoy
llamado mudéjar toledano- que habría de aunar la tradición legitimista visigoda
y el sustrato mozárabe que la había mantenido en el tiempo con el clero latino,
franco y castellano, que había dirigido la sede toledana, así como el encuentro
de la nueva nobleza mozárabe con las élites nobiliarias toledanas. Y la figura
del arzobispo se erigía en la cabeza de una tradición rediviva. El nuevo arte
religioso debía expresar claramente la fusión de diversas tradiciones
arquitectónicas: la basílica visigótico-mozárabe de origen, la nueva liturgia
romana expresada en el arte románico, y el contexto local de una sociedad
arabizada de la que la nueva nobleza con el arzobispo al frente se sentían
herederos. Esta fusión de elementos visigóticos, románicos y árabes expresaba
estéticamente la pretensión toledana del gobierno universal de la Iglesia
hispana. Y el resultado de este planteamiento tuvo su expresión más acabada en
la nueva iglesia de San Román donde se fundían todas las tradiciones.
a.
La iglesia de San Román de Toledo.
San Román era una parroquia latina y, por tanto, adscrita al rito
romano pero en ella se revivía espectacularmente una basílica visigótica
vestida con las galas de una tradición arabista
por mor de la cultura de los mozárabes que había alcanzado a la nueva nobleza.
Arabismos arquitectónicos son aquí sinónimos de la vieja mozarabía y de la
aculturada nueva nobleza toledana, pero de ninguna manera del sector social
mudéjar. ¿Por qué habría de ponerse delante a esta minoría social reducida en
un ámbito religioso estricto como es la edificación de un templo? No tiene ni
puede tener ningún sentido, ni antes ni ahora. Y esta universalidad de lo
toledano debía quedar reflejada de forma visible tanto en la nueva catedral
gótica como en las parroquias toledanas que ahora se remozaron completamente
siguiendo la pauta ejemplar de la iglesia de San Román, la joya que simbolizaba
la síntesis histórica toledana y que fue consagrada por Jiménez de Rada en
1226.
San Román era parroquia latina y no
mozárabe, pero su destino estaba marcado por la proclamación de Alfonso VIII
hecha desde su torre por Esteban Illán, representante de una de las más
conspicuas familias de Toledo en nombre
del patriciado mozárabe. Como símbolo de la universalidad toledana debía ser la
síntesis arquitectónica de lo leonés, lo castellano y lo mozárabe.
Su plano y su alzado elevaban a la
máxima potencia el esquema basilical de la tradición visigótico-mozárabe con la
reiteración modular de unas imponentes arquerías de herradura, enmarcadas por triples ventanas altas, y que apeaban
sobre potentes pilares flanqueados por clásicas columnas rematadas con
capiteles y cimacios. Refulgentes pinturas murales aunaban la tradición
románica con la mozárabe de tradición hispano-árabe, incluida decoración
epigráfica árabe. Por aquí y por allá ventanas lobuladas y túmidas expresaban
toda la riqueza de la tradición hispano-árabe de la ciudad.
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Interior de la Iglesia de san Román de Toledo hacia los pies |
Para coronación del templo se eligió
el ábside románico de tradición castellano-leonesa de triple fila de arquerías
ciegas de ladrillo, incluidos los recuadros y la decoración de esquinilla en su
tramo recto, pero aunando los arcos románicos de medio punto con los arcos de herradura
visigóticos y los lobulados hispanoárabes del acervo mozárabe.
Cabecera original de San Román en la actualidad |
Finalmente, a finales de siglo, se la dotaría
de una esbelta torre siguiendo el modelo de los minaretes musulmanes que, a su
vez, se apropiaban de viejos modelos visigodos (como se puede comprobar en la
torre de la iglesia del Salvador, primero visigótica, más tarde musulmana y
finalmente cristiana). Arquerías ciegas de ladrillo rematadas por airoso cuerpo
de campanas lucirían todo el repertorio de arcos de la tradición local.
b.
La definición del modelo parroquial
toledano.
San Román fue el primer ejemplo y,
tras ella, las demás parroquias toledanas siguieron el modelo estableciendo el
arquetipo parroquial toledano que se repite una y otra vez con absoluta
identidad. Es cierto que en las primeras parroquias se advierten algunas
indecisiones propias de un arte balbuciente. Pero en seguida se formaliza el
modelo que vemos completo en la mayoría de ellas incluido Santiago del Arrabal,
la otra parroquia señera que marca la penetración del gótico en el ámbito
parroquial.
Estas indecisiones muestran el
proceso de elaboración del modelo parroquial toledano y lógicamente están
relacionadas con el orden de antigüedad de las mismas. Una de las más antiguas debió ser la iglesia
de Santiago en Talavera de la Reina que presenta un primer piso de arquerías
con arcos de herradura apuntada y de siete lóbulos, y en el piso superior arcos
de medio punto cabalgados (presentes en la fachada del Cristo de la Luz de
Toledo aunque aquí son de herradura simple), pero idénticos a los de San
Gervasio y Protasio en Santervás de Campos de Valladolid.
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Abside de Santiago de Talavera de la Reina |
Abside de Santervás del Campo |
Este último tipo de arcos sólo
volverá a verse en la Capilla de Santa Fe de Toledo aunque en este caso el arco
generatriz es de herradura simple por lo que al cabalgarse produce arcos de
herradura apuntada. El hecho de que se abandonase esta idea así como la
antigüedad de sus antecedentes indica que debió pertenecer a las primeras
fases.
El orden de las arquerías también sufrió
modificaciones. En el ya citado de Talavera y en la iglesia toledana de San
Antolín aparece abajo el arco túmido doblado por el lobulado (de 7 lóbulos en
Santiago y de 9 lóbulos en San Antolín), mientras en el piso superior se sitúan
el arco túmido doblado por el de medio punto (San Antolín).
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Abside de Santiago de Talavera |
La primera parroquia en que aparece
el tipo de ábside que se convertirá en canónico con el tiempo es San Román.
Arcos doblados con medio punto abajo, y túmidos y de siete lóbulos en el piso
superior. La misma disposición luce la ermita de San Eugenio, excepto que la
arquería de abajo sustituye el arco de medio punto interior por el de herradura
apuntada.
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Abside de San Eugenio |
Abside de San Román |
También
se abandonó el sistema de recuadros en el tramo recto del ábside, típico de la
arquitectura románica de ladrillo de León y Castilla (como, por ejemplo, en San
Pedro de Alcazarén de Valladolid) de donde la tomó San Román (y luego Santa Leocadia extramuros)
pero que fue desechado en el resto de parroquias.
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Abside de Santa Leocadia extramuros, Toledo |
Abside de San Román |
Aquella disposición
del ábside, arquería inferior con arcos de medio punto doblados y superior de
arcos túmidos y de nueve lóbulos (no ya de siete como al principio), se
convertirá después en el modelo
parroquial toledano y se repite incansablemente en San Bartolomé, San Justo,
San Vicente, Santa Leocadia intramuros, Santa Leocadia extramuros, Santa Justa
y Rufina, y posiblemente Santa Úrsula y San Lázaro que parecen haber perdido la
arquería inferior. Santiago del Arrabal ostenta también este esquema pero
combina arcos lobulados de siete y de nueve lóbulos lo que quizás la convierte
en el modelo pionero que realizó el cambio. A excepción de Santa Justa y
Rufina, cuyo ábside no pertenece a la iglesia original, nótese que las antiguas
parroquias mozárabes no disponen de ábside semicircular por la sencilla razón
de que su modelo arquitectónico es el basilical con testero exterior plano. Lo
cual viene a demostrar una vez más que el ábside toledano se originó pensando
en las parroquias latinas y no en las mozárabes. Estas conservaban una
antiquisima tradición; eran las parroquias latinas las que necesitaban sumarse
a la corriente de la historia toledana.
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Abside de San Vicente, Toledo |
Abside de Santiago del Arrabal, Toledo |
Abside San Justo, Toledo |
Precisamente,
Santiago del Arrabal inaugura las parroquias toledanas de la era gótica. Su
mayor elevación y dimensiones se manifiestan en la superposición de un tercer y
aún un cuarto piso de arquerías que repiten los sistemas anteriores (arcos
doblados de medio punto y lobulados). Pero el modelo general no cambia. Había
quedado ya perfectamente fijado.
Santiago
del Arrabal probablemente inauguró también la evolución del tipo de torre
mudéjar en que aparece un nuevo cuerpo liso debajo del cuerpo de campanas (y
que más tarde se llenará con arquerías decorativas), así como el repertorio de
las fachadas. Este protagonismo en el proceso de transformación del modelo
parroquial también procede de ausgustos patrones. La iglesia fue construida
bajo los auspicios del rey de Portugal Sancho II exiliado entonces en Toledo.
c.
La iglesia del
Cristo de la Luz.
Y llegamos así al
punto que creemos ha sido la fuente de todos los errores y malentendidos
relativos al arte mudéjar. Se trata de la iglesia o capilla del Cristo de la
Luz de Toledo, antigua mezquita de Ibn Mardún. Nótese que se trata de una
iglesia, capilla o ermita pero nunca de una parroquia de Toledo. El matiz es
importante como se verá luego. Debido a la antigüedad del edificio, mezquita
musulmana, y a la fecha tan adelantada en que se cedió a los caballeros de San
Juan (1183 o 1186) ha hecho pensar que el actual ábside es, por tanto, el más
antiguo de Toledo y el modelo de todos los demás. Es evidente que los arcos
hispanoárabes (lobulados, túmidos) de su interior encuentran un fácil
antecedente en esta antigua mezquita, razón por la cual se han citado como el
precedente necesario cuando en realidad estos arcos pertencen al acervo común
islámico y se encontrarían por doquier en el antiguo Toledo. En cambio se pasa
sistemáticamente por alto que los arcos lobulados típicos de la mezquita de Ibn
Mardún son los de tres y cinco lóbulos que lucen tanto en la fachada norte como
en las cupulillas interiores. Si la mezquita de Ibn Mardún hubiese sido el
modelo, lo más lógico es que fuera este arco el que se hubiera copiado y no el
de siete y nueve lóbulos. Así sucede, por ejemplo, en la fachada de la
parroquia de San Andrés que, justo por esta razón, se considera original y
antigua.
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Mezquita de Ibn Mardún, exterior |
Otra
característica no despreciable de la fachada norte de la antigua mezquita de
Ibn Mardún es que los dos pisos de arquerías tienen un tamaño muy distinto. El
inferior, que cobija las puertas de acceso, tiene gran desarrollo y,
curiosamente, está dispuesto mediante un arco de herradura simple interior y
uno de medio punto exterior (ciertamente así aparece también en algunas
parroquias) pero el que toma San Román y se impone después es el de medio punto
doblado que procede del románico de ladrillo. En la arquería superior, como
hemos dicho, es el lobulado de tres lóbulos el que se utiliza cuyo aspecto
difiere mucho de los lobulados de siete y nueve lóbulos de los ábsides
toledanos (que desde lejos producen la impresión de un arco ojival).
Otro detalle
relevante es el remate superior de ladrillos en esquinilla. Aparecen tanto en
esta mezquita como en los posteriores ábsides parroquiales, pero en el Cristo
de la Luz la línea de este detalle decorativo tan sencillo de la antigua
fachada no coincide con la línea del nuevo ábside (que es doble y separada) lo
que resulta chocante: si el ábside hubiese querido imitar la fachada lo lógico
hubiera sido hermanarlas también a través de esta línea decorativa con lo que
el parentesco hubiera sido mayor.
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Abside del Cristo de la Luz y fachada norte de la mezquita de Ibn Mardún de Toledo |
Además está el
proceso de construcción del modelo parroquial que acabamos de exponer. Fue
balbuciente en sus inicios, se probaron diversas alternativas y se fueron
desechando unas y adoptando otras hasta que quedó definitivamente fijado: abajo
arcos de medio punto doblados, y arriba túmidos y lobulados, finalmente de
nueve lóbulos. Pues bien, es este modelo final el que aparece en el Cristo de
la Luz, completamente formado, y no cualquiera de los iniciales. Es altamente
improbable que apareciera perfecto en la contrucción inicial y después
comenzaran las dudas y los tanteos, absurdo.
En cualquier caso,
subsiste una cautela: aunque el ábside del Cristo de la Luz fuera tardío y el
modelo parroquial estuviera definitivamente fijado (como en realidad sucede)
¿por qué los constructores no se permitieron alguna licencia que hermanara
mejor el nuevo ábside con las líneas y los arcos de la vieja fachada? En
realidad, hemos visto algunas excepciones al modelo canónico, tanto de los
primeros tiempos como de los posteriores. La respuesta probablemente está en
las ruinas anejas de una torre cuya construcción se abandonó apenas iniciada.
¿Por qué? Porque, en aquellos momentos, ábside y torre identificaban a las
parroquias toledanas. El Cristo de la Luz no lo era. Se le construyó un ábside
típico lo que podría pasar porque lo hemos visto en otras ermitas de Toledo,
pero nunca se le permitiría la erección de una torre porque ello la elevaría de facto a la categoría de parroquia, le
permitiría funcionar como si fuese una parroquia y recaudar diezmos y primicias
entre sus vecinos, una competencia ilegal que no podían permitir las parroquias
adyacentes, razón sobrada por la que se le prohibió continuar la obra que se
quedó parada en sus arranques.[3]
La conclusión es
que el ábside del Cristo de la Luz no fue el primer ábside del llamado mudéjar
toledano (y la mezquita de Ibn Mardún su referente privilegiado) sino uno de
los últimos cuando el modelo ya estaba generalizado. El ábside toledano
canónico no viene de aquí sino de San Román y sus referentes son muy variados:
el basilical visigótico, el románico de ladrillo leonés y, por supuesto, el
arte hispanoárabe siempre que no olvidemos que este último es, también, el arte
genuino de los mozárabes porque era una población de cultura arabizada desde
hacía varios siglos y que se había visto reforzada recientemente con la llegada
masiva de refugiandos de Al-Andalus y el norte de África.
Esto significa que
el llamado mudéjar toledano tiene más que ver con la mozarabía y la integración
de ésta con la población castellana y franca de la repoblación, así como con las
aspiraciones del arzobispo de Toledo Jiménez de Rada a la primacía episcopal
hispana, que con la tradición mudéjar. Que la construcción de un modelo
parroquial respondiera a la compleja composición social y cultural del pueblo
toledano y a la problemática específica de su clero y su nobleza en el siglo
XIII tiene sentido. Lo que no deja de ser una incongruencia y aún un disparate
es que se quiera traer el arte parroquial toledano de una minoría mudéjar que,
en términos sociales y políticos, era absolutamente insignificante e
irrelevante. Culturalmente no, pero no por ella misma sino porque la cultura
hispanoárabe era la propia de la minoría mozárabe ahora reforzada (y también de
los judíos toledanos).
3. Conclusión: El límite de la
arquitectura religiosa mudéjar.
Para terminar,
cuando se examina el arte mudéjar en las iglesias hispanas se comprueba en
seguida que se reduce a algunos detalles externos y/o sobrevenidos en la
historia de los distintos edificios. No existen iglesias propiamente mudéjares.
Las que así se califican, las parroquias de Córdoba y Sevilla fundamentalmente,
son edificios góticos que, posteriormente, se le añadieron algunos detalles
decorativos mudéjares.
Cita Angulo en su
libro sobre el mudéjar sevillano[4]:
“Cuenta Ortíz de Zúñiga en el año 1356 de
sus Anales que el arzobispo D. Nuño mandó poner cobro a las rentas de las
iglesias parroquiales y atendió a que se reparasen y reedificasen, porque
muchas permanecían en la humildad de su principio, y a su ruego el Rey
edificó las de San Miguel, Omnium Sanctorum, Santa Marina, San Román”.
Esta es una noticia
fundamental porque demuestra que las construcciones primitivas permanecieron
durante mucho tiempo en la humildad de su
principio y no casa con esta declaración las pretensiones de algunos
autores que dichas parroquias tuvieran cubiertas de lacería, portadas de piedra
profusamente decoradas, ventanas mudéjares, aleros con almenas de grada, etc.
Veamos otros
ejemplos. Las portadas más hermosas entre las parroquias sevillanas son las de
San Marcos y San Esteban porque en ellas, según Angulo, “se da el paso decisivo de dibujar un gran tablero de arcos moriscos
entrelazados que cubren todo el espacio situado entre el trasdós de la rosca y
la consabida cornisa de leones. Son de las creaciones más felices del
mudejarismo sevillano.” Después de señalar el origen de este tablero en la
fachada del Alcazar (1364) de don Pedro, así como una serie de detalles
decorativos (clave de mocárabes en una arcada en San Esteban, clavos del
intradós de la portada de San Marcos), concluye Angulo que dichas iglesias
fueron las últimas del grupo posterior a 1356 y que “para llegar a la
construcción de la portada habrá que entrar en los primeros años del siglo XV”[5]
Portada de la Iglesia de San mArcos, Sevilla |
Y así en todas las
parroquias sevillanas: Las más antiguas (San Gil, Santa Marina, San Julián,
etc.), que corresponden a fines del XIII o principios del XIV, son de líneas
sencillas y un tanto arcaicas. El terremoto de 1356 las afectó en grado
diverso. El rey don Pedro, para el que se construía el Alcázar en aquellos
momentos, financió las obras de reparación de las parroquias y fue entonces y
aún después a comienzos del XV cuando empezaron a aparecer los motivos
mudéjares en fachada, ventanas o aleros. Los primeros de ellos se limitaron a
dar fe de la generosidad y patrocinio del rey.
Lo único
genuinamente mudéjar que podemos encontrar en su interior son las exuberantes
capillas funerarias de la nobleza castellana. Y, en este caso, lo que aquí
encontramos es arte hispanoárabe en estado puro, sin añadidos, como no sea
alguna heráldica o algún detalle decorativo goticista de última hora. Son
capillas que siguen la tradición de las qubbas
islámicas y que se repiten en los palacios hispanoárabes y en las réplicas
mudéjares que mandaron construir los monarcas primero y, siguiendo su ejemplo,
los magnates castellanos después. Son espacios estructuralmente islámicos y,
sólo superficialmente, pueden tener algún elemento decorativo cristiano. Pero
este auténtico mudéjar nada tiene que ver con el estilo de las parroquias
toledanas, estructuralmente cristianas y sólo superficialmente mudéjares, que
deben su peculiar estilo a la simbiosis de la arquitectura románica de ladrillo
de León y Castilla y la tradición visigótico-mozárabe que incluye como propios
determinados elementos de raíz hispanoárabe.
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[1] Francisco J. Hernández: Los
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[2] Ibidem
[3] Arturo Ruíz Taboada: La Iglesia del Cristo de la Luz, antigua
mezquita de Toledo. 2014. Págs. 51 y 52.
[4] Diego Angulo Íñiguez:
Arquitectura mudéjar sevillana de los siglos XIII, XIV y XV. Pág. 48. Reedición
facsímil del Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla. 1983.
[5] Ibidem, págs. 65 y 66.
Para facilitar que podáis seguir todas las entradas de la serie, acompaño los enlaces correspondientes por su orden:
-http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/10/una-aproximacion-sociocultural-la.html
-http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/02/algunas-consideraciones-en-torno-al.html
-http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/03/arte-y-cultura-mudejar-ii.html
-http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/05/arte-mudejar-iii.html
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-http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/10/una-aproximacion-sociocultural-la.html
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-http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/03/arte-y-cultura-mudejar-ii.html
-http://anthropotopia.blogspot.com.es/2016/05/arte-mudejar-iii.html
Un final verdaderamente brillante para esta serie tan completa y erudita acerca del arte mudéjar. Es todo un lujo para Tinieblas en el corazón que su autor nos permita difundir sus estudios y aporte material fotográfico propio.Me parece muy importante que en la red se compartan trabajos originales y estudios serios y de profundidad, y es importante reconocer la gran generosidad de Jose Ignacio González Lorenzo al hacerloasí. Me gustaría que alguna mente inquieta se animase a trabajar con toda esta valiosa información histórica, sociológica, artística y cultural en general, para seguir tirando del hilo de esta etapa fascinante de la historia hispánica.Enhorabuena, Jose Ignacio, y esperamos ansiosamente tu próximo trabajo para Tinieblas.
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