EL OSO MÍTICO. Tradiciones populares europeas en torno al oso.


El Oso como encarnación del Hombre salvaje

Las mitologías céltica, escandinava y centroeuropea estaban repletas de espíritus de la vegetación y de divinidades que adoptaban la forma de poderosos animales. Una de sus figuras características era el hombre selvático, dotado de una fuerza sobrehumana, cubierto completamente de pelo y que mostraba un comportamiento agresivo y amoral. Los antiguos imaginaban a este ser irreal como un habitante de la naturaleza, en cuanto espacio contrapuesto a lo social. El salvaje no dominaba el fuego ni practicaba la agricultura o la ganadería. Se alimentaba de los frutos espontáneos de la tierra, y carecía del rasgo humano más característico, el lenguaje inteligible. El elemento físico más relevante de los hombres y mujeres salvajes era su cuerpo peludo, como el de sus parientes los lobos y, sobre todo, los osos, con los que se creía que estaban emparentados. El salvaje era un ser libidinoso, incapaz de controlar su sexualidad, así que no dudaba en atacar a las doncellas. De hecho, se pensaba que el hombre salvaje era fruto de la unión carnal entre un oso y una mujer. 
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Es realmente sorprendente comprobar cómo esta figura mítica del salvaje, cuya existencia se remonta a tiempos inmemoriales, y que viene a constituir una especie de eslabón perdido entre el reino animal y el humano, ha podido subsistir en el folklore europeo hasta hoy en día. Contamos con datos relativos a su presencia en las representaciones teatrales medievales, a medio camino entre lo religioso y lo festivo, en las procesiones y en los desfiles de carnaval. En ellos se mostraban aquellas figuras semibestiales adornadas con los atributos de la flora y la fauna del bosque, un lugar éste a la vez atractivo y peligroso, y revestido con caracteres sagrados que apenas habían conseguido sepultar las creencias cristianas. En las diversas mitologías europeas previas a la cristianización, forjadas en una fase histórica anterior al desarrollo urbano, la foresta era el lugar donde habitaban las deidades. En un momento posterior, sus efigies fueron trasladadas a los templos cercanos a los poblamientos humanos. En la arquitectura griega, las columnas estriadas pretendían evocar los troncos que antes rodeaban la residencia de los dioses en los claros de la espesura. 

Aquellos salvajes medievales, que no tenían una correspondencia con personajes reales sino que eran monstruos inventados por la imaginación popular, evocaban su pertenencia al orden natural mediante disfraces hechos de pieles o materiales vegetales, como musgo, ramas, hojas o paja. También podían adoptar la forma de algunas bestias que encarnaban una simbología muy rica. En los remotos tiempos de las religiones paganas, algunos habían sido seres psicopompos, es decir, espíritus que acompañaban a los muertos en su viaje al más allá, como los ciervos. Del mismo modo, los osos se consideraban animales del inframundo, pues pasan la mayor parte de su existencia en cavernas, supuestamente en contacto con las fuerzas telúricas. Otros de estos animales, igualmente, representaban el eterno retorno de las estaciones y, al mismo tiempo, el anhelo de renacer en la otra vida, como los cérvidos o las cabras, que recuperan sus cuernos cada primavera. Estas últimas también se asociaban al poderoso reino del mal. Otros de los animales que encarnaban el hombre salvaje, en fin, evidenciaban nuestro cercano parentesco con el mundo animal, como el oso, capaz de andar erguido y hasta de bailar. 
Oso bailarín en las calles de Sofía, Bulgaria

Además, se dice que comparte con nosotros la gula y la lujuria. Entre los pueblos germánicos eran frecuentes las leyendas de osos que raptaban y violaban a mujeres. De esas uniones contra natura nacían poderosos guerreros, como los temibles vikingos berseker, cuya furia en el combate era legendaria. Su nombre quizá derive del germánico berr, "oso", y, de hecho, luchaban como auténticas fieras cubiertos con pieles de oso o lobo y quizá consumían sustancias alucinógenas para liberar su lado animal.


El Oso metereológico

Pero el aspecto simbólico fundamental del oso venía de la mano de su hibernación, una sugerente metáfora de la muerte y el renacimiento del hombre en el otro mundo, igual que la naturaleza resurge año tras año tras los rigores invernales en el ciclo sin fin de la vida. Según la tradición popular, el oso se aletargaba por San Martín, a principios de noviembre. En la noche que sigue al 1 o el 2 de febrero, con la aparición de la luna invernal que preanuncia la Pascua, el Oso mítico emergía de su cueva para observar el cielo. Si decidía salir, la llegada del buen tiempo era inminente. Pero también podía retirarse otros 40 días, en cuyo caso los campesinos todavía habrían de soportar nuevos fríos. Invirtiendo la relación causa-efecto, nuestros antepasados ponían al oso a desfilar en los desfiles de carnaval, como si estuviera anunciando la llegada de la primavera. Con esa magia simpática pretendían estimular el renacer de la naturaleza, que quedaba improductiva y como muerta durante el invierno. Después de aquellas duras condiciones de supervivencia, a menudo letales, los campesinos aguardaban con verdadera ansia la abundancia primaveral. 
La tradición del oso metereológico persiste entre los cristianos ortodoxos de Serbia en la festividad de la Candelaria el 15 de febrero, que se corresponde con el 2 de febrero en el viejo calendario juliano. Si el oso se levanta y ve su sombra, se asusta y vuelve a dormir otros 40 días. Si la mañana está nubosa, es signo de que el invierno está a punto de terminar.
Pero indudablemente la popularidad del oso como predictor del tiempo se ha visto eclipsada por la marmota, cuya fiesta se celebra en muchos lugares de Estados Unidos y Canadá el 2 de febrero. Como en el caso del oso, si brilla el sol y el animalillo ve su sombra, quiere decir que quedan 6 semanas de invierno. En cambio, un cielo nublado anuncia la pronta llegada del buen tiempo.

La más famosa de las festividades de la marmota tiene lugar, desde 1887, en Punxsutawney, en el oeste de Pennsylvania, y es el tema de la estupenda película de 1993 Atrapado en el tiempo, cuyo título original era, cómo no, Groundhog Day.

Aunque la fiabilidad del roedor como "animal del tiempo" está puesta en entredicho, sobre todo con la variabilidad climática de los últimos años, lo cierto es que existe una razón astronómica para esta costumbre. El 2 de febrero se sitúa en la mitad del arco entre el solsticio de invierno y el equinoccio de primavera. Fueron los primeros cristianos a quienes se atribuye haber establecido esta práctica adivinatoria con un erizo, y los emigrantes ingleses y alemanes la exportaron a Norteamérica, donde ha adquirido un carácter más bien lúdico, de celebración comunitaria. Afortunadamente, no estamos tan preocupados como nuestros ancestros por escrutar el paso del sol en el cielo para predecir el resultado de las cosechas. Pero en el refranero popular aún quedan versos que recuerdan esa preocupación, como estos en valenciano que escuchaba a mi madre: "Si la Candelaria flora, l´hivern és fora. Y si no flora, ni dins ni fora" ( "Si en la Candelaria florece, el invierno está fuera. Y si no florece, ni dentro ni fuera"). Seguramente os serán familiares algunas fórmulas parecidas, que juegan con otros términos, como en Cataluña con "plora".En las secas tierras de Levante, sin embargo, es más fácil que las flores pronostiquen la primavera que lo haga la refrescante lluvia.

El Oso en los ritos de iniciación 

En contrapartida a los largos y oscuros meses sin trabajos agrícolas que realizar durante el invierno, en ese periodo se intensificaban las celebraciones festivas y, con ellas, se reforzaba la vida social y la unidad entre los miembros del grupo.
Los antiguos consideraban particularmente importantes los doce días que van desde el 24 de diciembre al 5 de enero. Para la Iglesia, es el período que media entre la Natividad y la Epifanía, y corresponde a la diferencia de duración entre el viejo calendario juliano y el gregoriano. Se pensaba que, durante este tiempo crítico, retornaban las criaturas de ultratumba, por lo cual debían canalizar esas energías en su beneficio y protegerse de sus nefastas influencias. Estas ideas se cristianizaron al trasladar la veneración al espíritu de los difuntos a las festividades del 1 y 2 de noviembre, aunque a costa de eliminar su referente de origen.

También se consideraba el cambio de año, y en particular el comienzo de febrero, un momento propicio para los ritos de paso en la adolescencia. En ellos la figura del hombre salvaje cumplía una función destacada. Como herencia de la misma, los niños y jóvenes siguen teniendo un papel estelar en los actuales desfiles de hombres salvajes, aunque hemos perdido igualmente el hilo que explicaba esa tradición.

Mediante un lento y complejo proceso de sincretismo, las festividades religiosas entre el Adviento y la Pascua cristiana fueron asimilando los rituales paganos ancestrales preexistentes, que festejaban el retorno cíclico de la vida en la naturaleza y pretendían propiciar la fecundidad de los campos y el ganado, lo mismo que su correlato humano, la fertilidad femenina. Las máscaras rituales, que tenían un valor cuasi-religioso y eran de propiedad colectiva, ponían en escena personajes zoomorfos y antropomorfos durante el carnaval, un período de inversión de las reglas ordinarias que anuncia la instauración de un nuevo equilibrio. Por eso, resulta tan habitual durante ese tiempo la mutación del binomio hombre-animal.

Una de las tradiciones más arraigadas en distintas zonas europeas de montaña ( Pirineos, Austria, Alemania, Polonia, Alpes italianos…) era la parodia de la caza de un oso, animal temido y objeto de toda clase de creencias en el imaginario popular. Durante la época medieval, en febrero, antes de la Cuaresma, se representaba esa cacería del oso/hombre salvaje como parte de una obra dramática en la que, entre gritos y aspavientos, los humanos abatían al ser silvestre, que luego renacía. Con ello se anunciaba el final del invierno y el comienzo de la fertilidad primaveral.

El Hombre civilizador domina al Oso, símbolo de la naturaleza salvaje


En la Edad Media el combate cuerpo a cuerpo entre el hombre y el oso fue un entretenimiento muy popular. También gozaron de enorme aceptación en Inglaterra, hasta bien entrado el siglo XIX, las luchas entre osos y perros (bearbaiting). En los pueblos se construían fosos en los que un oso encadenado debía soportar el ataque de bien entrenados perros de caza. Pero no pensemos que se trataba de truculentas atracciones que solo gustaban al pueblo llano. Enrique VIII, y también su hija Isabel I, disfrutaban enormemente con semejante barbarie. De hecho, las luchas de osos eran la forma más habitual para agasajar a la reina durante sus viajes por el país. Tanto le agradaban que vetó la prohibición de tal festejo que pretendía aprobar el Parlamento. Algunos osos invencibles se hicieron tan famosos como los gladiadores, como Sackerson, que Shakespeare menciona en Las alegres comadres de Windsor

Tan sangrientos espectáculos, que a nosotros nos parecerán sin duda aberrantes, en la mentalidad de la época representaban el triunfo del hombre y la cultura sobre la naturaleza siempre amenazante. Tribus ambulantes, como las de los zíngaros, procedentes del Este de Europa, se dedicaban a la arriesgada actividad de capturar y domar a estos grandes plantígrados, a los que también exhibían en ferias y mercados. El baile del oso, al son del canto y del rítmico pandero, constituía una sensacional atracción en aquellos tiempos.

En Couserans, en la vertiente central de los Pirineos franceses, hacia 1880 llegó a haber unos 200 domadores de osos, llamados orsalhèrs. Ante el declive de las poblaciones de osos, muchos de estos domadores del Ariège emigraron a Estados Unidos para trabajar en espectáculos circenses. 

Aún hoy, con toda la repulsa contra el maltrato de animales, los domadores de osos siguen teniendo una gran presencia en los circos.

El Oso, un Hombre salvaje carnavalesco

Ours del Pirineo francés
El salvaje como Oso es un personaje muy difundido en las tradiciones de máscaras en Austria, los Balcanes y en los países septentrionales, así como en regiones montañosas, como los Alpes y los Pirineos. Parece de rigor trazar relaciones entre el conjunto de osos enmascarados que aparecen en España, Francia, Alemania, los Alpes italianos, Rumanía, Laponia, Siberia…El etnólogo Jean- Dominique Lajoux afirma que estas fiestas populares protagonizadas por osos son residuos de una religión de origen paleolítico, de la que hoy solo quedan restos dispersos por toda Europa. 

En la cueva de Chauvet, Francia, que alberga algunas de las pinturas paleolíticas más hermosas y antiguas (de hace 32.000 años), nuestros antepasados dieron culto al temible oso cavernario. La espectral luz de las antorchas acompañó los arcanos rituales de adoración a este animal, que los hombres de Cromagnon consideraban tan poderoso y con el que quizá pensaban que tenían un parentesco.


Durante la etapa medieval, el bosque encantado, lugar por el que pululaban cazadores, leñadores y buhoneros, como también los fugitivos de la justicia, era la frontera con un mundo mágico, el territorio donde se desataban el miedo y los peligros. Para la naciente cultura urbana en la Baja Edad Media, el hombre salvaje resultaba una metáfora útil para abordar las contradicciones entre el hombre y las bestias. Esa reflexión era especialmente necesaria en un sistema de pensamiento rígido y jerárquico como el cristiano, que negaba la continuidad evolutiva entre humanos y animales. El salvaje se convirtió así en el instrumento adecuado para pensar los nexos entre la naturaleza y la cultura, entre campo y ciudad. El espacio urbano se erigía como el mundo del orden, el logos, lo racional, frente a las fuerzas caóticas de la naturaleza. Como mito, el hombre salvaje, a caballo entre lo bestial y lo humano, cumplió su papel de mediador en un conflicto irreductible, tomando cuerpo real en representaciones teatrales y carnavalescas, donde todavía podemos encontrarlo. De hecho, el carnaval es el momento adecuado para encontrar al hombre salvaje porque esos festejos también se sitúan en los límites entre lo racional y lo imaginario, el desorden que se rebela contra los estrictos ciclos temporales, la ambigüedad de las experiencias limítrofes, la locura y lo grotesco. En el juego de máscaras se representa al hombre en su rol social, haciendo frente a su deseo reprimido de subversión contra las normas, organizando su particular terapia festiva contra “el malestar de la cultura” (Freud). El carnaval es una fórmula para garantizar el equilibrio homeostático de la sociedad, un desorden controlado porque sabemos que, después de los excesos, todo deberá volver a la normalidad. Ciertamente el carnaval, con sus bizarras contradicciones, es una auténtica máquina para viajar en el tiempo. Aquí tenéis un vídeo para comprobarlo: https://www.youtube.com/watch?v=ltXT1zmWdsw

Por otro lado, los pueblos europeos construyeron su identidad y homogeneizaron sus principios de vida por oposición a la sombra del Otro salvaje. El antropólogo mexicano Roger Bartra contrapone su estudio evolutivo del hombre salvaje, que tiene en cuenta las etapas históricas de cambio y las circunstancias incidentes en el mismo, al enfoque estructuralista de Lévi Strauss, que analiza el mito en términos de estructuras inmutables del pensamiento. Este último acercamiento impediría explicar la constante mutación del mito del hombre salvaje, que se reinventa continuamente para adaptarse a las nuevas circunstancias. 

El Oso en las tradiciones festivas europeas

Para demostrar la vigencia de esas tradiciones, ahora enlazamos con el trabajo del fotógrafo Charles Fréger, que viajó durante dos años, en 2010 y 2011, por 18 países europeos para documentar las tradiciones del hombre salvaje (Wilder Mann, Wild Man, L´homme sauvage, l´uomo selvaggio…) en las festividades del Nuevo Año, Carnaval y fiestas primaverales que todavía perduran en nuestro mundo hipertecnológico. Aunque ya le hemos dedicado dos entradas al hombre salvaje, nos centraremos en esta ocasión en las diversas figuras del Oso y, a través de las mismas, podremos comprobar la pervivencia de los distintos elementos simbólicos que hemos señalado.

I) ALEMANIA:
Strohbaren, Osos de paja de Ewattingen
Strohbär (Oso de paja), en Ewattingen; Erbsenbär ( Oso de chícharos), y Reisigbär (Oso de Ramaje), ambos en Empfinger.
El Oso de Paja y el Hombre de Paja eran figuras muy difundidas en la campiña alemana. Encarnan un simbolismo complejo: el invierno, los hombres salvajes, la lujuria, el mal…Las máscaras del carnaval de la Selva Negra están inspiradas en el mundo rural arcaico. En Empfingen sus vestidos se fabrican con paja o ramas de pino. Hombres vestidos de negro, tocados con un sombrero en forma de cilindro, tiran con una cuerda de cada oso.
Erbsenbar, Oso de chícharos
Los Osos de paja de Ewattingen llevan un disfraz hecho de rafia natural. El grupo está compuesto exclusivamente por adultos, que participan en los numerosos desfiles que tienen lugar en la Selva Negra el sábado y domingo de carnaval.
Reisigbar, Oso de ramajes

II) RUMANÍA:
Ursul, en Palanca, Boroaia y Udesti.
Ursul de Boroaia
En Rumanía, por el contrario, las mascaradas desfilan principalmente el 24 de diciembre y el 7 de enero. Se centran, pues, en las tradiciones de finales de año que ya vimos que, en el calendario cristiano, se habían desplazado hacia el 1 de noviembre. Los protagonistas son el Ciervo, la Cabra, el Caballo y el Oso. Acompañados por, al menos, un domador, los Osos van seguidos de otras figuras, formando un grupo de 10 a 15 enmascarados (Zíngaros, Viejos, Diablos, Malos…) El Juego del Oso parece proceder de los espectáculos que protagonizaban los domadores ambulantes que, hasta los años 40, se desplazaban por las aldeas en el periodo que media entre el inicio de la primavera y la mitad de otoño. Según la tradición popular, el oso estaba investido de una serie de poderes y su danza, guiada por el domador, propiciaba la abundancia de las cosechas y la maternidad. A la piel del oso se atribuían también poderes profilácticos. Cuando estaban enfermos, esperaban que la bestia les quitara el dolor y les ayudara a recobrar la salud. El aura sacra y atractiva de este animal parece haber permanecido intacta por completo en estas regiones rumanas.

Ursul de Udesti
Como los Osos de BoroaIa y Udesti, los de Palanca también desfilan acompañados del Domador y de su Esposa, y van seguidos de los Malos, unos personajes que llevan un disfraz de piel con un sombrero hecho de ramajes. 
Ursul de Palanca
III) BULGARIA: 
Orso, en Banishte.
En esta región, la mayor mascarada tiene lugar el 13 de enero, antiguamente el día de San Basilio. Los Osos desfilan con los Survakari. Este nombre deriva del término Surva, que quiere decir "fin de año", porque el 13 de enero se correspondía con el fin de año para la Iglesia ortodoxa, que aplicaba el antiguo calendario juliano. Según la creencia popular, los Survakari atraían la prosperidad a los habitantes del pueblo. Austeros y dotados de una cierta sacralidad, acompañan la ceremonia de las bodas. Van acompañados de un Oso cuya máscara está hecha de piel y en la que se le atribuye una importancia particular a los cuernos.
Babugeri
Aunque no figura catalogado oficialmente como Osos, por la similitud de su aspecto me gustaría mencionar a Babugeri, en la región de Blagoevgrad. Forman parte de la mascarada del primer día de enero. Usan vestidos de piel de cabra y una enorme capucha cónica del mismo material. En los tiempos antiguos portaban una vara pintada de rojo, colgada en el cencerro a modo de objeto fálico y, después de una danza ritual, desfloraban con ella a las mujeres casadas para favorecer la fertilidad y propiciar la buena suerte. Hoy la vara ha sido eliminada y se sustituye por un bastón que sostienen con la mano.

IV) GRECIA: 
Arkouda (Oso) en Monastiraki, Macedonia.

Como hemos visto, hay dos periodos propicios para la salida de las máscaras del salvaje: el primero, que va desde la Navidad a la Epifanía, se celebra en el norte del país y, el segundo, en carnaval. Los Arapides son personajes típicos de Macedonia, cuya fiesta tiene lugar el 7 de enero, día de San Juan Bautista, cercano a los 12 días mágicos. Los Arapides son figuras enmascaradas que llevan un vestido hecho de piel y una máscara cónica. Junto con algunos Osos, van de casa en casa dando saltos para espantar a los espíritus malignos con el ruido de sus campanillas. Una vez que las máscaras llegan en la plaza central de la ciudad, todos los participantes se unen en una danza.

V) FRANCIA: 
Ours de Arles-sur- Tech
Ours (Osos), Prats-de-Mollo-la-Preste, Saint-Laurent-de-Cerdans y Arles-sur-Tech, en el Pirineo oriental. 
Ours de Prats-de Mollo- la-Preste
En esas tres ciudades de Occitania, durante tres domingos sucesivos de febrero, tiene lugar un ritual inspirado en una leyenda según la cual, al término de la hibernación, los osos raptaban a jóvenes mujeres para atentar contra su virtud. En la representación teatral, que tiene diversas variantes, el Oso, generalmente escoltado por cazadores y al disparo del fusil, desciende hacia la ciudad donde intenta atrapar a las chicas. En Arles- sur- Tech un hombre interpreta el papel femenino. El oso baila una danza-duelo con el cazador, que lo mata con un disparo. El “cadáver” del animal se lleva a otro lugar, donde resucita. A partir de ese momento, ya limpio, de manera ritual pero, sobre todo, cómica y teatral, el animal asume un semblante humano.
Ours de Saint-Laurent-de-Cerdans
VI) ESLOVAQUIA Y ESLOVENIA :
Medved, en Liptov (Eslovaquia) y Ptuj, región de Stiria, en Eslovenia. Fiestas de carnaval.
Medved de Eslovaquia
En otros tiempos, en Liptov el carnaval comenzaba al terminar la Epifanía. Hoy, sin embargo, la fiesta se limita al período de la semana de carnaval. El cortejo festivo de las máscaras, acompañado de músicos y danzantes, recorre las calles del país. En el desfile participan, por una lado, figuras antropomórficas, como el Viejo y la Vieja, los Esposos, el Barbero o los Zíngaros, y, por otro, criaturas zoomorfas como la Cabra y el Oso, tradicionalmente considerados apotropaicos, es decir, portadores de fertilidad y abundancia.
Medved de Eslovenia
También desfilan Medved en Eslovenia durante la semana de carnaval. Según la tradición popular, el Oso va de casa en casa junto a su domador y ambos exhiben sus danzas y pantomimas.

VI) ESPAÑA :
En la Península Ibérica se constata la presencia de la figura del oso carnavalesco en todas las áreas pirenaicas (Navarra, Aragón, Cataluña), en La Vera (Cáceres) y en las mascaradas cántabras y asturianas, además de en algunos rincones de Galicia.

Zamarracos y Trapajones, en Silió (Molledo), en Cantabria.
Lucha del Oso en la Vijanera
Cada año, Silió acoge el primer carnaval del calendario europeo. El primer domingo del año llamado “La Vijanera”, reúne un increíble número de personajes típicos de las mascaradas europeas y que compendia las características propias del hombre salvaje europeo. Los Zamarracos- hombres vestidos de pieles de animales y cubiertos de cencerros-, el Oso, el Hombre de Paja, el Caballo y los Trapajones, los cuales se visten con panochas, paja, musgo, cortezas… La fiesta comienza al despuntar el alba con la salida de los personajes enmascarados y termina con la captura y muerte del Oso. Esta representación sirve para ilustrar simbólicamente la victoria del Bien sobre el Mal, garantizar la protección del ganado y de los hombres, alejar los malos espíritus y liberar las almas de los difuntos. Aquí tenéis un emocionante vídeo donde pueden verse esas arcaicas figuras enmascaradas: http://vimeo.com/20601713
Oso de Mecerreyes
También existe otra impresionante fiesta de Zamarracos en Mecerreyes, provincia de Burgos, el domingo de Carnaval.
Además de los ejemplos documentados por Fréger, hay otros diversos como el Carnaval de Bielsa (Huesca), en el Pirineo aragonés. Sus rituales enlazan con ritos pre-cristianos de carácter agrario. La tradición apenas se vio afectada por la guerra civil y la dictadura. Sus personajes no han cambiado desde el siglo XIX. La fiesta comienza ya desde San Antón, el 17 de enero, y perdura hasta la semana anterior a Cuaresma.


El Oso aparece con la cara pintada de negro para anunciar el fin del invierno. Lleva un saco de arpillera relleno de hierba seca y va cubierto de piel de oveja. Aunque muestra fiereza, acaba siendo domado por el hombre.

En Galicia permanece la memoria de este tipo de máscaras en Piedrafita, en Santiago de Arriba (Chantada) e incluso en Betanzos, aunque en este caso con carácter circense: el oso va acompañado con el imprescindible zíngaro. 

Pero el oso carnavalesco más importante es el que desfila el lunes de carnaval en la pequeña parroquia de Salcedo, en el Concello de Puebla de Brollón (Lugo). Lleva una careta y va cubierto de pieles de oveja, haciendo sonar cencerros ( chocas) que lleva colgados en la cintura,  cuya finalidad es alejar a los malos espíritus. Pretende imitar al auténtico oso cuando sale de su madriguera anunciando la feliz noticia, en estos climas fríos, de que la promisoria primavera ya está cerca y que la naturaleza muerta recobrará su ansiada fecundidad. Acompañado de sus “criados”, que van vestidos con tela de saco, el Oso desciende desde la montaña para danzar por las corredoiras y por las calles de la aldea. Su papel es asustar a los vecinos, a quienes embadurna las caras con sus garras llenas de hollín. Ayudado por sus secuaces, que van enmascarados y portan una porra, otras veces arroja ceniza y agua a los viandantes o, incluso, excrementos de vaca y barro, aunque a las gentes no parecen disgustarle estos ataques.

El Oso de Salcedo presenta similitudes con la tradición de los peliqueiros, con la diferencia de que estos salen en cuadrillas y el Oso es un personaje aislado. Es muy importante tener en cuenta la extraordinaria continuidad de esta figura, que incluso consiguió esquivar la prohibición carnavalesca durante la dictadura franquista gracias a su enorme arraigo popular. El Oso de Salcedo solo faltó a su cita anual durante la guerra civil, al parecer por falta de mozos que lo representasen. 

Fuentes consultadas:

-Bartra, Roger: El mito del salvaje. FCE, 2011

-Cocho de Juan, Federico: A festa do entroido. Ed. Nigra Trea, 2014

-Fréger, Charles: Wilder Mann o la figura del selvaggio. Peliti Associati, 2012

-Miñana, Juan: Escuela para osos. El País.2-12-2011. Web. 17-2-2016.

-Penades, Antonio: Orígenes del templo griego. Descubir el arte nº 205. Marzo 2016.

- Everything you need to know: Groundhog Day 2015. Web. 12-2-2016.

-Groundhog Day. Wikipedia. Web. 12-2-2016.

-Hostigamiento de osos. Wikipedia. Web. 17-2-2016.


Comentarios

  1. Jose ignacio, con su finura analítica acostumbrada, ha "clavado" las ideas centrales del asunto del osos mítico:
    "He leído tu artículo sobre el oso. Parece mentira que hayan perdurado hasta nuestros días estos ritos y creencias ancestrales. No deja uno de sorprenderse al encontrar estas celebraciones antiguas emboscadas en el calendario litúrgico cristiano y, sobre todo, dándole una perspectiva más amplia a los cómputos lunares y solares de nuestras pretendidas fiestas cristianas. A cada paso emerge un mundo antiquísimo donde Navidades y Epifanía, Cuaresma y Pasión se subsumen en ritos de primavera y de invierno, en los miedos a la interrupción del curso de la naturaleza, a la peligrosa continuidad entre la vida humana y la vida animal, etc. Está claro que la Iglesia adoptó los antiguos mitos, ritos y creencias antiguos subsumiéndolas en el cristianismo pero, con frecuencia, haciendo perder su sentido originario. Y esta intervención hizo perder tantas conexiones y significados que ya es difícil recomponer todo el sustrato primero salvo conjeturas y generalizaciones. Y lo importante es que estos ritos y estos mitos tocan tan profundamente el espíritu humano que no conseguimos librarnos de ellos aunque ya sólo sean mero folclore y aunque nuestro entorno urbano moderno haya desfigurado los términos del problema. Toda incursión en estas realidades -como este documentado artículo tuyo- nos recuerda y nos urge a recuperar unas conexiones de las que, por mucho tiempo que pase, jamás conseguimos desprendernos".

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  2. Gracias Encarna por este artículo gran trabajo es una joya!

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  3. Pues mil gracias a ti por leer y por tu comentario tan apreciativo.

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