LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI EN VALENCIA (I). LAS ROCAS
La festividad del Corpus
Christi en Valencia aúna, como quizás pocas, los elementos religiosos y
festivos con los que se identifica profundamente el pueblo valenciano. Es un
prodigio de sensualidad y color, pero también un tesoro que guarda valiosísimos
elementos simbólicos. Sus casi 700 años de existencia son muestra de su arraigo
pero también de su infinita capacidad para metamorfosearse y reinventarse sin
perder su esencia. Vamos a examinar aquí algunos jalones de esa larguísima
andadura histórica y de su presente felizmente recuperado, que todavía tiene
mucho que decir acerca de los hombres de la presente centuria. En la segunda
parte de esta entrada nos centraremos en algunos aspectos de enorme interés
antropológico, como la comparsa de La Degollá, la danza de la Moma y los Momos
o el simbolismo vegetal. Nos van a ilustrar la exposición las preciosas ilustraciones de una artista residenciada en Valencia, María Lorenzo.
1. Un poco de historia
La festividad del Corpus Christi fue instituida
por el Papa Urbano IV, para la
cristiandad en su conjunto, en virtud de la bula Transiturus hoc Mundo (1264), aunque ya venía celebrándose en Bélgica desde mediados del siglo XIII. El detonante para
la decisión papal fue un milagro eucarístico acaecido en 1263, cuando brotó sangre de una
hostia consagrada mientras se celebraba misa en la localidad de Bolsena, cerca
de Orvieto, cuya catedral conserva la reliquia.
La solemnidad del Cuerpo
y la Sangre de Cristo es una fiesta móvil que tiene
lugar entre los días 21 de mayo y 24 de junio. Se
fija cada año en relación con el
calendario lunar, a través de una enrevesada numerología que tiene un cierto toque cabalístico. Los referentes son:
- el jueves que sigue al
noveno domingo después de la primera luna llena de
primavera del hemisferio norte, que es la que marca el Jueves Santo;
- 60 días después del Domingo
de Resurrección;
- el primer jueves de la Octava
de Pentecostés;
- el jueves posterior a
la Santísima Trinidad;
Para acabar de complicar las cosas, el segundo
de los jueves del año “que relucen más que el sol”
se celebra en nuestro país en domingo,
desde 1990, para ajustarse al calendario laboral.
Inicialmente el Corpus fue una fiesta claustral,
que consistía en un desfile procesional en
el interior de los templos. Por iniciativa del obispo de Valencia Hugo d'en
Fenollet, en 1355 comenzó a celebrarse
como una Procesión General por las calles de la
ciudad, acompañada del pueblo y las autoridades. El miércoles los Jurados de la ciudad convocaban a los vecinos, mediante una crida o pregón, para que adornasen las fachadas con tapices y colgaduras, barriesen las
calles y las recubrieran de hierbas aromáticas para homenajear al Santísimo.
Desde 1372, en tiempos del rey Pedro IV el
Ceremonioso, la fiesta se revistió de gran
solemnidad, añadiéndose música y bailes
al paso de la comitiva, en la que participaban los miembros de los gremios
portando banderas y velones. Tal fue la fama que adquirió la procesión, que la visitaban anualmente emperadores, reyes y príncipes, y hasta lo hizo el Papa Luna en 1415. Para
agasajar a los grandes personajes que visitaban la ciudad, incluso sacaban la
procesión fuera de su fecha, eso sí, sin la Custodia. Ello da idea de la
importancia que llegó a tener esta festividad a lo
largo de cuatrocientos años, y que sólo cayó en franca decadencia a raíz de la desamortización de Mendizábal, en 1836. Durante la Segunda República volvió a sus orígenes claustrales y, tras la Guerra
Civil, sólo se recuperó la parte religiosa pero no la festiva. A iniciativa
de la Asociación Amigos del Corpus, desde
mediados del pasado siglo se ha venido realizando un gran esfuerzo para la
recuperación y recreación del pasado esplendor de la Festa Grossa, que cuenta con un enorme arraigo popular y ha sido
declarada Bien de Interés Cultural
Inmaterial.
Las Rocas son grandes carros triunfales con
forma de embarcación, típicos y
exclusivos de Valencia, que desfilaban
en la procesión del Corpus desde 1373. Portan
grupos escultóricos alegóricos y, como si
fueran escenarios rodantes, en su
plataforma se representaban antaño los Misterios y las danzas.
Los Misterios son una suerte de entremeses u obras
de teatro breves, de contenido religioso, que tienen su origen en el siglo XV.
Se conservan las de Adán y Eva, San Cristóbal y los Peregrinos, y la del rey Herodes y la degollá, a los que se les
han sumado otros de factura reciente que intentan recuperar esa tradición didáctico-festiva valenciana
tan prolongada. Actualmente se representan el sábado por la tarde en la Plaza de la Virgen, delante de la puerta gótica de
la catedral. Tampoco las danzas se realizan ya sobre los carros de las Rocas
sino que tienen lugar por la mañana del domingo, en la Cabalgata del Convite, y
por la tarde en la Plaza de la Virgen, tras la vuelta de las Rocas a su Casa. Esta
fue construida en el siglo XV entre las murallas árabes y cristianas, para albergar las Rocas y los instrumentos y vestiduras
del desfile.
Las Rocas abandonan el
Museo del Corpus el viernes por la mañana para ubicarse en las Alameditas de
los Serranos. Al caer la tarde se trasladan a la Plaza de la Virgen, donde quedan expuestas hasta el domingo por la
tarde. El retorno de las Rocas a su casa sigue la misma trayectoria que después realizará la procesión. Los pesados carros son
arrastrados por caballos vistosamente
enjaezados, con mantas de colores bordadas y llevan trozos de espejuelos brillantes. El
espectáculo trata de demostrar la fuerza de los caballos
de labranza y la destreza de los carreteros para manejarlos en situaciones tan
emocionantes como la pujà al Palau,
la subida del desnivel entre la calle Avellanes y la plaza del Palau. Para ello
se engancha sólo al mejor percherón, en una prueba que se demuestra la resistencia del
animal y la habilidad del hombre para dirigirlo. Recuerda la costumbre
tradicional del tiro y arrastre, y antiguamente se ocupaba de ello el gremio de
los molineros.
La primera en desfilar es
la más antigua y popular, la Roca Diablera, construida en 1511. Recibió ese nombre del pueblo por sus numerosos
demonios, que simbolizaban la lucha de Valencia contra los musulmanes y que
fueron retirados en 1867. Su principal figura es la de Plutón, con alas de murciélago, una serpiente enroscada en el brazo derecho y un tridente en la mano
izquierda, signos todos ellos que equiparan a este dios grecolatino con Lucifer.
Sobre esta Roca tenía lugar en el baile de la Moma y
los momos, una alegoría de la lucha entre la Virtud y
los 7 Pecados Capitales.
La Roca
San Miguel fue construida en 1542, aprovechando otra previa de 1535 llamada
del Juicio Final. Rememora el triunfo del Rey Jaime I en Valencia el día de San Miguel de 1.238. A sus pies se encuentra
el dragón derrotado, que simboliza la victoria
cristiana contra las fuerzas malignas. En la parte delantera se situaba el
profeta Elías con el águila pero, a principios del siglo XIX fue
sustituido por la figura de Júpiter, señor
del clima, el orden y la justicia, con el águila y un haz de rayos en la mano.
La Roca
La Fe data de 1542 y conmemora igualmente la capitulación de la Valencia mora en 1238, que supuso el
restablecimiento de la fe cristiana. La figura alegórica de la Fe porta un cáliz con la
Sagrada Forma y un libro en la mano izquierda. Sus ojos vendados simbolizan la
creencia ciega en el misterio de la Eucaristía.
Antiguamente se representaba sobre ella la
danza de los moriscos o turcos, que expresaban con ella su alegría al convertirse a la fe verdadera. El espectáculo probablemente hacía alusión a las frecuentes incursiones
de los piratas berberiscos por las costas de Levante durante el s. XVI.
La Roca
San Vicente Ferrer fue construida en
1665 sobre otra de 1512 que había sido
dedicada a San Vicente Mártir. Este
cambio de advocación fue debido al milagro de San
Vicente Ferrer que, según cuenta la
leyenda, apareció sobre las murallas de Valencia
para protegerla de una terrible peste que amenazaba con extenderse desde Játiva. La figura del Santo con hábito dominico lleva una espada de fuego en la mano
derecha y, en su calidad de protector de la ciudad, el escudo de Valencia en la
izquierda. En esta roca también aparece una
figura de la mitología cristiana como contrapunto: Sansón luchando contra un león, símbolo de la fortaleza del Santo.
La Roca de La Purísima se remonta a 1542. La Virgen luce una corona con
12 estrellas, lleva una gran cruz y un corazón en llamas en la mano, que también aparecen sobre la cabeza y que
significan la caridad y la inspiración divina. El
Niño Jesús tiene entre sus manos una vara
de lirios, que representan la verdad, la sabiduría y el valor. Con una manzana en la boca se muestra la tentación de la Serpiente, en el eterno combate entre el Bien
y el Mal que constantemente representan
estos carros alegóricos.
En la parte trasera se encuentra Judith, cuyo
nombre significa “admirada”, porque salvó a su
pueblo del general asirio Holofernes gracias a su valentía y su fe.
En otros tiempos sobre
esta Roca se bailaba la danza de los labradores, interpretada por niños que
encarnan la inocencia y la pureza.
En la parte delantera aparece Santa Elena,
madre del emperador Constantino el Grande, que autorizó el culto cristiano en
el Imperio Romano. El nombre de la santa quiere decir “antorcha resplandeciente”.
La Roca
La Santísima Trinidad se construyó en 1674 y en ella se representaba el Misterio del Pecado Original o de Adán y Eva. Los personajes eran Dios Padre, los
Ángeles, Adán, Eva, la Serpiente y la Muerte.
Iban sentados en el carro, levantándose durante la representación.
El grupo escultórico está compuesto por el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo, que se sientan sobre
la esfera terrestre rodeados de nubes y ángeles. En la parte delantera,
blandiendo una espada, el Angel expulsa del Paraíso a Adán y Eva, situados junto al árbol del Bien y del Mal.
La Roca
Valencia data de 1855 y con ella se quiso conmemorar la canonización de San Vicente Ferrer. La ciudad aparece
encarnada por una matrona sedente, con una corona de laurel en la mano derecha
y el estandarte en la izquierda. Se le incorporaron decoraciones procedentes de
la Sala Dorada de la antigua Casa de la Ciudad, con imágenes de centauros, toros y otros seres que combinan la fuerza del hombre y
el animal. Mientras desfilan esta y otras Rocas, los músicos sentados en la plataforma tocan la dulzaina y el tabalet o tamboril.
La Roca La Fama es de 1899. Su protagonista es una bella y esbelta
figura femenina alada, que lleva en la mano izquierda una trompeta con la que
canta a Valencia y a sus gentes. En la derecha porta una corona de laurel como
premio a la victoria. También aparecen aquí animales mitológicos como la oca sagrada, que simboliza la vida, y los tritones o delfines,
relacionados con el culto a Apolo. El carro incluye escenas de la historia de
Valencia.
La Roca del Patriarca festejó, en 1961, la canonización de San Juan de Ribera, virrey y arzobispo de
Valencia. En ella es muy llamativo el Dragón del Patriarca, que se corresponde con uno de los dos caimanes traídos desde Perú en 1606, el cual fue disecado y colocado en el atrio de la iglesia del
Corpus Christi. La leyenda popular es mucho más bella que la prosaica realidad histórica. Habla de un temible dragón que habitaba
en el cauce del río Turia, atemorizando a las
gentes de la comarca hasta que un joven valiente lo venció con astucia, usando trozos de espejo para sorprender
al monstruo con sus infinitos reflejos.
La Roca Madre de Dios de los Desamparados, a pesar de su barroquismo, con columnas salomónicas churriguerescas rematadas en capiteles, no
fue construida hasta 1995 con ocasión del
centenario de la advocación de la Mare
de Déu dels Desamparats, con su protección maternal sobre la ciudad.
La Roca del Santo Cáliz, la más reciente de
las once existentes, se realizó entre 1997 y 2001.
Incluye una réplica del Santo Cáliz que se venera en la Catedral, acompañada de
dos bellos ángeles que custodian el escudo de la ciudad. En la base de la
plataforma aparecen 33 socarrats, cuadros de cerámica típica valenciana con escenas de
personajes bíblicos presentes en la procesión y en las danzas. También tiene una reproducción en azulejos de la Santa Cena de Juan de Juanes.
3. El bestiario
En la Plaza de la Virgen se
coloca igualmente el bestiario del Corpus, que se relacionan con los héroes de la fe. Encontramos figuras mitológicas como el Aguila de Patmos; el Dragón alado de Sant Jordi; la Tarasca, un monstruo de
grandes fauces que, según una leyenda provenzal del medievo habitaba en las
cercanías del Ródano,
aterrorizando a la población de Tarascón hasta que Santa Marta, la hermana del Lázaro resucitado, doblegó a la fiera con agua
bendita; la Cuca Fera, una tortuga gigantesca de gran tradición mediterránea relacionada con Santa Margarita. Todos esos monstruos son
manifestaciones del mal, las transformaciones que adopta la serpiente. También se exponen en la plaza San Cristóbal con el Niño (desde 2005 sustituye a la figura
originaria, quemada durante la Guerra Civil), y la barca de San Nicolás.
No debería acabar esta primera parte sin añadir algunas reflexiones sobre las Rocas desde el punto de vista antropológico. Su evolución histórica demuestra claramente hasta qué punto los mecanismos culturales se mueven como una gigantesca máquina recicladora. Recordando la conocida metáfora del bricoleur de Lévi-Strauss, echan mano de las piezas disponibles en la caja de herramientas para variar constantemente sus funciones simbólicas, adaptándolas a las circunstancias y necesidades de cada etapa. Hasta tal punto puede llegara ser real esa imagen del bricolaje cultural, que en la Roca Valencia se reciclaron escenas decorativas del techo de la Casa de la Ciudad, una forma de mantener vivo el vínculo con el pasado. La Diablera sigue llamándose así a pesar de que hace mucho que los diablos desaparecieron, porque la Ilustración, que rechazaba el oscurantismo medieval, encontró que esas fuerzas demoníacas no eran más que “recuerdos monumentales de otros tiempos”, como reza una irónica inscripción en el carro. El profeta Elías se cambió en el siglo XIX por Júpiter, una referencia cultural quizá más aséptica en una sociedad que se estaba desacralizando. Por ello, junto a las Rocas religiosas se crearon otras civiles, Valencia y la Fama, que deificaban la ciudad. Pero en el siglo pasado se recuperaron las figuras sacras sin las cuales no se entiende la historia y la identidad valenciana: el Patriarca, la Virgen de los Desamparados y la Custodia. Me parece muy pertinente para explicar de lo que estamos hablando la leyenda que también aparece en la Roca de Plutón: "Valencia, respetando el pasado, ofrece recuerdos a los venideros".
No debería acabar esta primera parte sin añadir algunas reflexiones sobre las Rocas desde el punto de vista antropológico. Su evolución histórica demuestra claramente hasta qué punto los mecanismos culturales se mueven como una gigantesca máquina recicladora. Recordando la conocida metáfora del bricoleur de Lévi-Strauss, echan mano de las piezas disponibles en la caja de herramientas para variar constantemente sus funciones simbólicas, adaptándolas a las circunstancias y necesidades de cada etapa. Hasta tal punto puede llegara ser real esa imagen del bricolaje cultural, que en la Roca Valencia se reciclaron escenas decorativas del techo de la Casa de la Ciudad, una forma de mantener vivo el vínculo con el pasado. La Diablera sigue llamándose así a pesar de que hace mucho que los diablos desaparecieron, porque la Ilustración, que rechazaba el oscurantismo medieval, encontró que esas fuerzas demoníacas no eran más que “recuerdos monumentales de otros tiempos”, como reza una irónica inscripción en el carro. El profeta Elías se cambió en el siglo XIX por Júpiter, una referencia cultural quizá más aséptica en una sociedad que se estaba desacralizando. Por ello, junto a las Rocas religiosas se crearon otras civiles, Valencia y la Fama, que deificaban la ciudad. Pero en el siglo pasado se recuperaron las figuras sacras sin las cuales no se entiende la historia y la identidad valenciana: el Patriarca, la Virgen de los Desamparados y la Custodia. Me parece muy pertinente para explicar de lo que estamos hablando la leyenda que también aparece en la Roca de Plutón: "Valencia, respetando el pasado, ofrece recuerdos a los venideros".
Desde principios del siglo
XVI las Rocas han variado en su forma, número y función. Ya no sirven de
plataforma para obras teológico-festivas con que adoctrinar y divertir al
pueblo, pero no dudamos en reconocer el hilo inconfundible que las une a aquel
momento tan remoto en el tiempo, aunque las bases sociales y las ideologías
entre uno y otro punto de la cadena se hayan transformado radicalmente. Parafraseando
al príncipe Salina de El Gatopardo,
en los dominios de la cultura todo debe cambiar para que parezca que todo sigue
igual.
Podéis leer la segunda parte en el siguiente enlace:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/07/la-fiesta-del-corpus-christi-en.html
Podéis leer la segunda parte en el siguiente enlace:http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/07/la-fiesta-del-corpus-christi-en.html
Fantástica entrada, quedamos a la espera de la segunda parte, donde ahondarás en los orígenes antropológicos de la fiesta, sus danzas y sus desfiles. Gracias por darle lucimiento a los dibujos, aunque fui un poco desordenada en mi bloc y quizá las ilustraciones despisten un poco por la colocación. Sería interesante poder incluir un link donde se vean fotografías de las Rocas originales, para que se puedan ver en conjunto,ya que yo solo fui capaz de coger figuras y detalles aislados por página. Saludos.
ResponderEliminar¡Qué maravilla de entrada y de ilustraciones!No conocía nada de la complejidad y belleza del Corpus de Valencia, pero todo lo que explicas de las Rocas es realmente interesante, y lleno de sugerencias, pero no me atrevo a hacerlas hasta no leer la segunda parte. Por señalar algo, al leer la información acerca de la institución de la procesión, y la crida, cuando se hace el llamamiento a limpiar las calles y poner hierbas aromáticas - ¡todavía recuerdo el olor del junco recién cortado en Torrevieja!-, me ha venido a la mente una explicación muy del estilo de Marvin Harris y la ecología cultural: en un momento en el que se espera una gran multitud de personas en fechas calurosas, se hace necesario minimizar el olor y los efluvios del gentío, y no una simple glorificación del Santísimo. Pero no quiero aventurar nada más hasta no leer la segunda parte, que ya espero con impaciencia.
ResponderEliminar¡Enhorabuena a las dos!
Muchas gracias a ambas. Me parece más que oportuna la explicación ecológica que ofreces para esas alfombras vegetales, perfectamente compatible con la del rescate de tradiciones prerromanas de veneración de la naturaleza, que es a lo que se inclina Mircea Eliade. No quiero gastar cartuchos aquí, porque para esto ya está reservada otra entrada para cuando pueda ser, pero fíjate que en Béjar bendicen esas plantas y la gente las recoge en la creencia de sus poderes protectores contra el rayo, como nosotros con las palmas benditas en el Domingo de Ramos. Y, sí, es un recuerdo imborrable esos juncos en el suelo en Torrevieja y las porras que nos hacían nuestros padres.
ResponderEliminarPara más fotos, podéis acceder en este enlace:http://www.jdiezarnal.com/valenciafiestacorpus.html
Encarna qué pasada!!! Justo este año me había preocupado yo por enterarme del inicio de esta tradición de "sacar a pasear" al Santísimo Sacramento, y desde luego como siempre con tus entradas, he aprendido muchísimo más de lo que me había llegado a enterar yo por mi cuenta. Me ha encantado y me ha motivado a ir un día a ver la procesión valenciana. Muchísimas gracias!! Marisa
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Marisa. Cuando quieras ir, me ofrezco de guía.
EliminarBrillante conclusión la que has añadido a esta entrega parcial. Espero con ahínco la siguiente parte, que hace más de un año que tienes en la cabeza.
ResponderEliminarBueno, en realidad ha estado un año en agenda, porque el pasado junio se me quedó a medias el trabajo de campo. Pero lo bonito del tiempo cíclico religioso es que todo vuelve. Este año ha podido ser por fin, y me lo pasé genial, grabadora en mano, registrando músicas y algarabías.
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