SHAKESPEARE EN AFRICA: ¿COMPARTIMOS LOS SERES HUMANOS VALORES UNIVERSALES?



Siempre que se habla de las obras de William Shakespeare, todos coincidimos en afirmar que ningún otro autor, salvo Cervantes, ha sido capaz de describir todo el espectro de las pasiones humanas con tanta profundidad. Por ello lo consideramos, de manera unánime, un autor universal. Pero, ¿de verdad es así? La antropóloga norteamericana Laura Bohannan (1922-2002) realizó un trabajo de campo entre los Tiv, un pueblo agricultor del sureste de Nigeria, en el  África occidental, durante la década de los años 50. Os voy a relatar una divertida anécdota que le sucedió, que cuenta en Shakespeare en la selva (1966) y que acabó cuestionando su creencia en que las grandes obras de la literatura tienen un único significado, comprensible por todos los seres humanos.
1.Hamlet en la jungla
Mientras desarrollaba su investigación etnográfica en una aislada aldea Tiv, Laura solía dedicar su tiempo libre al estudio de Hamlet. Antes de partir hacia África, un colega de Oxford le había regalado el libro, no sin antes alertarla de las dificultades de comprensión que, a su juicio, presentaba el texto para los americanos, en la medida en que él consideraba a Shakespeare un autor muy inglés. Laura le replicó que los seres humanos son iguales en todas partes y que la trama principal de sus grandes tragedias es fácilmente accesible sin más que añadir alguna explicación adicional para los detalles secundarios. Seguramente la mayoría de nosotros le habríamos dado la razón, y de esta confrontación de opiniones surge el nudo de esta historia.
Un día muy lluvioso, al no poder trabajar en el campo, los hombres se reunieron en la choza de ceremonias del poblado. Sentados en torno a una fogata, se entretenían con narraciones de su tradición oral, bebiendo cerveza de mijo y maíz y fumando sus largas pipas de madera. Cuando apareció Laura, el jefe la invitó a un trago de cerveza y le recriminó que no acudiese con más frecuencia a compartir con ellos sus ratos de ocio. Sus criados la habían visto en su cabaña mirando fijamente un papel. Es necesario advertir que los Tiv no habían visto nunca un libro ni sabían para qué servía. Solo les resultaban familiares los documentos de los impuestos que les exigía el gobierno o las cartas. La antropóloga les aclaró que se trataba de historias antiguas de su país y, encantados con la posibilidad de entonar la fiesta con ellas, enseguida quisieron que se las contara. Era todo un reto, pues no solo debía hablarles en su idioma sino, al mismo tiempo, buscar paralelismos en las costumbres nativas para hacerles comprender  los aspectos centrales de la compleja trama hamletiana y, además, complacer a aquella audiencia tan exigente, acostumbrada a los buenos relatos. Laura pensó que era la ocasión propicia para verificar su tesis de la universalidad de Shakespeare, pero no fue capaz de imaginar las dificultades con que se iba a tropezar en la empresa. Estas comenzaron nada más mencionar que los guardianes del castillo de Elsinor habían visto el fantasma del difunto rey:
“Imposible… Por supuesto que no era el jefe muerto. Era un presagio  enviado por un brujo”, replicó un anciano.

                                 
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Para entender esto del “presagio”, debemos tener en cuenta que los Tiv no creen en  almas, fantasmas o espíritus que sobrevivan al cuerpo tras la muerte. En cambio, admiten la existencia de zombies, que nos son más conocidos por el vudú haitiano, de raíces africanas. Ese “zombie” o “presagio”, para la cultura nativa, es un cuerpo muerto que los brujos manipulan y que no puede hablar, así que Laura no tenía manera de traducir nuestro concepto de fantasma a un término equivalente en el imaginario Tiv. Espíritu etéreo y presagio corporal son radicalmente incompatibles, lo que dejaba fuera de juego un elemento primordial de la historia, - el espíritu del rey asesinado que se manifiesta y clama venganza ante su hijo-, que la atribulada Laura intentó sin éxito que comprendieran  sus oyentes.
La inquieta audiencia se rebeló nuevamente cuando escucharon que, para averiguar qué camino tomar, Hamlet  planeaba reunirse con el espectro de su padre. Para ellos, el presagio de un jefe muerto era un asunto muy serio y, en consecuencia, el príncipe debería  convocar a los ancianos para tomar una determinación y nunca actuar por su cuenta.
Cuando Laura intentó profundizar en las razones por las cuales Hamlet estaba furioso por la boda de su madre, Gertrudis, y su tío Claudio, volvió a chocar con la incomprensión de los Tiv. En este pueblo rige la costumbre del levirato: muerto un varón, su viuda debe casarse con su hermano menor para garantizar la continuidad del linaje. Por ese motivo,  no consiguieron entender  por qué a Hamlet le causaba semejante enfado que la reina viuda se hubiera casado con tanta prisa con su cuñado:
« Hizo bien», exclamó radiante el anciano, y anunció a los demás,  «Ya os dije que si conociéramos mejor a los europeos, encontraríamos que en realidad son como nosotros. En nuestro país», añadió dirigiéndose a mí, « también el hermano más joven se casa con la viuda de su hermano mayor, convirtiéndose así en padre de sus hijos».
Laura empezó a ponerse nerviosa porque los Tiv  estaban malinterpretando los conflictos principales de la narración. De hecho, se les escapaba por completo la razón de la profunda melancolía del príncipe, así que no tuvo más remedio que prescindir del  más famoso monólogo en la historia de la literatura:


“Hice una pausa, perpleja  ante cómo  presentar el disgustado soliloquio de Hamlet a una audiencia que se hallaba convencida de que Claudio y Gertrudis habían actuado de la mejor manera posible. Entonces uno de los más jóvenes me preguntó quién se había casado  con las restantes esposas del jefe muerto.
«No tenía más esposas», le contesté.
« ¡Pero un gran jefe debe tener muchas esposas! ¿Cómo podría si no servir cerveza y preparar comida para todos sus invitados?»
Respondí con firmeza que en nuestro país hasta los jefes tienen una sola mujer, que tienen criados que les hacen el trabajo y que pagan a éstos con el dinero de los impuestos.
De nuevo replicaron que para un jefe era mejor tener muchas esposas e hijos que le ayudaran a labrar sus campos y alimentar a su gente; así todos aman a aquel jefe que da mucho  y no toma nada- los impuestos son cosa mala.
Aunque estuviera de acuerdo con este último comentario el resto formaba parte de su modo favorito de rebajar mis argumentos: « Así es como hay que hacer y así es como lo hacemos».
Entonces pensó que hablar del veneno que había utilizado Claudio para matar a su rey y hermano sacudiría a sus oyentes y reconduciría el relato a su centro de gravedad. Cuando les explicó que Hamlet aguardó en las sombras de la noche la aparición del fantasma de su padre para escuchar  la verdad de lo sucedido, la audiencia se soliviantó otra vez:
 « ¡Los presagios no hablan!». El anciano era tajante”.
Laura intentó hacerse entender:
«No, un “fantasma” es alguien que ha muerto, pero que anda vagando y es capaz de hablar, y la gente lo puede ver y oír, aunque no tocarlo».
Ellos replicaron. «A los zombies se les puede tocar».
« ¡No, no! No se trataba de un cadáver que los magos hubieran animado para sacrificarlo y comérselo. Al padre muerto de Hamlet no lo hacía andar nadie. Andaba por sí mismo».
« Los muertos no andan», protestó mi audiencia como un solo hombre.
Yo trataba de llegar a un compromiso. «Un ‘fantasma’ es la sombra del muerto».
Pero de nuevo objetaron: «Los muertos no tienen sombra». «En mi país sí la tienen», espeté.


2.Hamlet embrujado
Está claro que Laura estaba perdiendo los papeles por momentos, y los hombres se esforzaron cortésmente por disimular su incredulidad ante el devenir de la trama. Como pudo, la antropóloga se las arregló para continuar con su historia: El rey muerto pide a su hijo que vengue su asesinato. Por otro lado, el consejero real Polonio, que creía que Hamlet solo pretendía divertirse con Ofelia sin intenciones matrimoniales, prohibió a su hija que lo siguiera viendo. A los ancianos Tiv los escrúpulos de Polonio les parecieron una completa necedad porque, según su modo de vida, una relación así podría convertirse en fuente de riqueza para la familia de la joven:
 «El hijo del jefe daría al padre de su amante regalos y protección más que sobrados… A mí Polonio me parece un insensato».
 El buen Polonio acaba pensando que la locura de Hamlet es fruto de su pasión amorosa contrariada. En cambio, los Tiv creen que es víctima de la brujería ejercida  por su tío Claudio, hermano de su padre, pues entre ellos siempre se atribuyen las malas intenciones a la familia paterna. También sugirieron  que Hamlet debió acudir  a un “hombre que-ve-la verdad” para averiguar si su padre murió por culpa de la brujería y, después, convocar a los ancianos para tomar una resolución. Cuando Ofelia decide ahogarse por el asesinato de su padre a manos de un Hamlet realmente trastornado, y por la crueldad con que este desprecia su amor,  los Tiv echan la culpa al hermano de Ofelia, Laertes,  a quien achacan haberla  embrujado:
      « ¿Ya te has olvidado de lo que te hemos dicho?», me echó en cara el anciano. «No se puede tomar venganza de un loco; Hamlet mató a Polonio en su locura. Y en cuanto a la chica, no es que simplemente se volviera loca, sino que se ahogó. Sólo la brujería puede hacer que la gente se ahogue. El agua por sí misma no hace ningún daño, es sencillamente algo que se bebe o en donde uno se baña».
Empecé a enfadarme. «Si no te gusta la historia, no sigo».
El anciano  hizo unos ruidos apaciguadores y me sirvió personalmente algo más de cerveza. «Tú cuentas bien la historia y te estamos escuchando. Pero está claro que los ancianos de tu país nunca te han explicado lo que significa. ¡No me interrumpas! Te creemos cuando dices que vuestra forma de matrimonio y vuestras costumbres son diferentes, o vuestros vestidos o armas. Pero la gente es similar en todas partes. Allí donde sea siempre hay brujos, y somos nosotros, los ancianos, quiénes sabemos  cómo funciona la brujería. Te dijimos que era el gran jefe el que quería matar a Hamlet, y ahora tus propias palabras confirman que teníamos razón. ¿Qué parientes varones tenía Ofelia?»
«Solamente su padre y su hermano». Hamlet claramente se me había escapado de las manos.
«Tiene que haber tenido más; esto es algo que también tienes que preguntar a tus mayores cuando vuelvas a tu país. Por lo que nos cuentas, y dado que Polonio estaba muerto, debe haber sido Laertes quien mató a Ofelia, aunque no veo la razón».
Ya habíamos vaciado uno de los cuencos de cerveza, y los hombres discutieron el tema con un interés rayano en lo ebrio. Finalmente uno de ellos me preguntó, « ¿Qué dijo a su vuelta el criado de Polonio?».
Retomé con dificultad a Reinaldo y su misión. «No creo que regresara antes de la muerte de Polonio».
«Escucha», dijo el más anciano de todos, « y te diré cómo ocurrió y cómo sigue tu historia, y tú me puedes decir si estoy en lo correcto.
Polonio sabía que su hijo se metería en problemas, y efectivamente así fue. Tenía muchas multas que pagar por sus peleas, y deudas de juego. Pero sólo  había dos maneras de conseguir dinero rápidamente. Una era casar a su hermana de inmediato, pero es difícil encontrar a un hombre que quiera casarse con una mujer deseada por el hijo de un jefe. Porque, si el heredero del jefe comete adulterio con tu mujer, ¿tú qué puedes hacerle? Sólo a un loco se le ocurriría plantear un pleito a alguien que puede ser quien te juzgue en el futuro. Por eso Laertes tuvo que seguir el segundo camino: matar por brujería a su hermana, ahogándola, para poder vender su cuerpo en secreto a los brujos»
(…)
«Era una historia muy buena», añadió el anciano jefe, «y me la has contado con muy pocos errores. Sólo había un error más, justo al final. El veneno que  bebió la madre de Hamlet obviamente estaba destinado al vencedor del combate, quienquiera que fuese. Si Laertes hubiera ganado, el gran jefe lo habría envenenado para que nadie supiera que él había tramado la muerte de Hamlet. Así, además, ya no tendría que temer la brujería de Laertes; hace falta un corazón muy fuerte para matar por brujería a la propia hermana».
Envolviéndose en su raída toga, el anciano concluyó: «Alguna vez has de contarnos más historias de tu país. Nosotros, que somos ya ancianos, te instruiremos sobre su verdadero significado, de modo que cuando vuelvas a tu tierra tus mayores vean que no has estado sentada en medio de la selva, sino entre gente que sabe cosas y que te ha enseñado sabiduría».

3. “África está llena de brujos”
Me gusta esta frase de Evans-Pritchard,  el más atinado analista de la brujería africana, para ilustrar hasta qué punto está presente en la vida cotidiana de muchos de sus pueblos. Para esas tribus, algunos individuos, incluso aunque ellos mismos no lo sepan, son brujos y pueden causar mal a otros con su influencia psíquica. Como esta no puede percibirse, recurren a las medicinas, la adivinación, y a los ritos y conjuros para combatirla. Pero la omnipresencia de la brujería en su vida social no debe llevarnos a engaño. Los nativos razonan con gran sentido común y un ingenio experimental superior al nuestro. De hecho, no recurren al pensamiento mágico indiscriminadamente sino solo cuando se producen desgracias, como daños, enfermedad o muerte. Por ejemplo, cuando una plaga de langosta acaba con una cosecha, o una insignificante herida provoca un fallecimiento. El problema estriba en que no son capaces de concebir cómo tales hechos son resultado de la conjunción causal de dos series independientes de fenómenos. En el texto, el anciano se empeña en demostrar a Laura la inocuidad del agua. Sirve para beber o bañarse, no causa daño por sí. Si alguien se ahoga, es por culpa de la brujería, y esta es su “teoría” para explicar lo que escapa al sentido común: solo a veces hay plagas, las heridas no siempre se infectan, ni los baños suelen acabar trágicamente, así que cuando suceden infortunios como esos, los atribuyen a los celos y malos deseos de sus parientes y vecinos. Ello dice mucho de las enrarecidas relaciones dentro de esas pequeñas comunidades, aunque lo mismo sucede en nuestras aldeas rurales, con todos los vecinos enemistados.
Robert Horton, en un texto fundamental, El pensamiento tradicional africano y la ciencia occidental (1977), denuncia la engañosa antítesis que supone situar a los africanos dentro de un mundo de fuerzas caprichosas, frente a la elegante simplicidad y regularidad de la ciencia. El autor resalta que los nativos razonan de forma excelente en el lenguaje de sus creencias aunque no pueden pensar fuera de ellas o contra ellas, porque no disponen de otro lenguaje para expresar su pensamiento, que se encuadra en un sistema cerrado e intangible, mientras que el de la ciencia es abierto y sometido a constante crítica y revisión. En su vida cotidiana la brujería es un factor “normal”, no extraordinario ni misterioso. En realidad, en algunos momentos no estamos tan lejos de esa forma de pensamiento místico con nuestros rituales para apartar la mala suerte y atraer la buena, con nuestras supersticiones, horóscopos, adivinos televisivos…
4. Deconstruyendo a Hamlet
Hemos visto cómo lo que inicialmente prometía ser una sencilla traducción de la tragedia inglesa más conocida al universo mental nativo, dio lugar a la absoluta subversión de su significado. En el camino se cruzaron numerosos conflictos interpretativos. El primero de ellos es el que enfrenta dualismo versus monismo. En  occidente ha sido básico, desde la edad moderna, el dualismo metafísico planteado por Descartes entre dos principios, mutuamente irreductibles, para explicar el universo: la sustancia material y el espíritu. Constituyen uno de los pares de oposiciones binarias más influyentes y problemáticos en el pensamiento filosófico, y que ha permeado ampliamente nuestra cosmovisión. Por ello, estamos acostumbrados a manejar como conceptos diferentes los de espíritu y cuerpo, mientras que los Tiv solo conciben una realidad, la corporal. No debería extrañarnos, entonces, que una visión dualista del mundo, como la que sustenta la obra de Shakespeare en el siglo XVI, resultara radicalmente incompatible con el monismo del pueblo Tiv. Pero, en realidad, el conflicto es extensivo a nuestro  hiperracional y materialista mundo actual. Para el lector de hoy, los cuentos de fantasmas  pertenecen a un mundo puramente imaginario. La diferencia estriba en que, como forman parte de nuestra herencia cultural, no hay mayor problema en comprender, en alguna medida, qué pudieron significar en su época para el público isabelino, al que ya se presentaba la historia en una brumosa Dinamarca medieval para hacerla más creíble. Siempre existe un horizonte de interpretación hermenéutica que acompaña a cada nuevo lector en constante desplazamiento. Desde el concreto contexto en que se encuentra y las  expectativas  del espectador,  los significados son siempre cambiantes.


Un segundo punto de fricción se refiere a las diferentes estructuras de poder en cada sistema social. Entre los pueblos africanos tradicionales los asuntos importantes son competencia  del consejo de ancianos, por su mayor experiencia de la vida, todo lo contrario de los que sucede con nosotros, que apartamos a las personas mayores de la toma de decisiones trascendentes, incluso las que les afectan personalmente. En aquella gerontocracia africana se atisba una distribución del poder con consecuencias bien distintas: los ancianos monopolizan a las esposas y  a la riqueza que proporcionan su trabajo y el de sus hijos. Los jóvenes les están sometidos, de ahí que los ancianos Tiv consideraran las continuas iniciativas del joven  Hamlet  una peligrosa subversión de los principios de su propio sistema social, desde el cual, inevitablemente, estaban juzgando en todo momento los avances del argumento shakespeariano.
Igualmente importante resulta el conflicto de valores basado en el diferente modelo de parentesco de los Tiv. Lo hemos comprobado con la institución del levirato, que nos puede resultar familiar  a través de los textos bíblicos. Es fácil recordar la famosa “trampa saducea” en el evangelio de San Marcos, 12, 18-27, porque la misma costumbre regía en el judaísmo. Así, los saduceos, que no creían en la resurrección,  recuerdan a  Jesús:
“Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: Si alguien está casado y muere  sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.”
Lo que le preguntan es de quién será esposa en el cielo la viuda si se casa sucesivamente con siete hermanos fallecidos y no tiene hijos de ninguno. La inteligente respuesta de Jesús es que en el cielo no habrá maridos ni mujeres porque seremos como ángeles, de ahí que la capciosa interrogación  formulada por los saduceos carezca de sentido. En la tradición cristiana no existe ninguna limitación para contraer segundas nupcias una vez muerto el anterior cónyuge, pero sí existen algunas reglas éticas de exigencia social, como son la observancia del duelo en respeto al difunto y su familia. Este es el criterio moral desde el cual reputamos culpable la actitud de la madre de Hamlet, que se casa alegremente con su cuñado cuando todavía está caliente el cadáver del esposo, lo que  Hamlet le recrimina agriamente. Por el contario, la poligamia  y el levirato entre los Tiv desactiva el dilema personal de Hamlet, haciéndolo incomprensible para  ellos.
Por otro lado, no podemos enjuiciar el valor del levirato en los términos de un universo moral diverso, como es el nuestro, sino de acuerdo con las finalidades sociales y económicas que cumple en las sociedades de tipo clánico en que se ha practicado, en África central y del sur,  Asia central e incluso en la España rural, como en la Maragatería leonesa tradicional. Trata de mantener la memoria y hacienda del difunto que falleció sin hijos, subrogándose el hermano menor en su posición y dándole una descendencia que llevará su nombre. Para la viuda, es una garantía de subsistencia, pues de otro modo tal vez debería abandonar la casa sin modo fácil de ganarse la vida. Y, para las familias implicadas, es también la  manera de mantener la alianza social que se había concertado con el matrimonio inicial. Es claro que imponer un matrimonio por encima de la voluntad de los contrayentes es una práctica que desconoce la libertad de decisión y la individualidad de las personas implicadas, y por ello es deseable que desaparezca, pero lo que deberíamos retener del asunto es que la Antropología no intenta juzgar las costumbres humanas desde los principios de la cultura a la que pertenece el etnógrafo sino en los propios términos del sistema en el que se da, para comprender su papel en el mismo.
La anterior reflexión nos lleva a señalar una tentación que debemos evitar en el ejercicio antropológico: el etnocentrismo. Se trata de una deformación ideológica inconsciente que  inevitablemente nos lleva, cuando observamos el comportamiento de otros pueblos, a valorarlo desde los parámetros de propia nuestra cultura. El peligro reside en que esa comparación entraña también un juicio jerárquico, que estima lo conocido como  superior  y lo Otro como inferior y menos valioso. En la medida que el antropólogo pertenece a una determinada cultura o grupo, está atrapado también en sus redes simbólicas, que envuelven a sus miembros como una membrana invisible, por lo que la absoluta objetividad resulta imposible. No existe en etnografía el punto exterior al mundo que pedía Arquímedes,  desde el cual apoyarnos para examinar sin prejuicios cualquier realidad social. Ese deseado objetivismo se intenta conseguir mediante una constante reflexión crítica, siempre alerta  contra las categorías de análisis sesgadas -con elementos del ámbito cultural del antropólogo que no tienen el mismo significado en otro distinto-, para su adecuado refinamiento. Pero ese proceso de depuración es siempre tendencial, nunca puede darse por acabado. De hecho, la defensa que hace Laura de la supuesta universalidad de Shakespeare es un ejemplo de etnocentrismo inconsciente. Implica mantener que un autor de una determinada cultura, como es la inglesa del siglo XVI,  puede traducirse unívocamente  en los términos de cualquier otra, ya sea de otros pueblos exóticos o incluso de su misma nación o las de su entorno pero más de cuatrocientos años después del momento en que escribió. De ahí el sentido y valor de las adaptaciones de los clásicos y de que nunca veamos en escena la misma obra, que pasa por el doble tamiz del traductor y del director. No son menos etnocéntricos los Tiv cuando, a su vez, pretenden ser los únicos capaces de comprender el verdadero sentido de la historia de Hamlet. En el proceso de traslación de sus avatares a  su cultura peculiar, modifican enteramente el significado originario de este drama de venganza, transformándolo en otro de brujería.
A veces es posible extraer  grandes conclusiones de pequeñas anécdotas. Son muchísimos los aspectos implicados en Shakespeare en la selva, algunos de enorme complejidad. El artículo puede tomarse como un muestrario representativo de los problemas habituales de la práctica antropológica, no solo cuando se desarrolla en sociedades exóticas sino también en el seno del mundo occidental, al que la etnografía ha vuelto los ojos desde la segunda mitad del siglo veinte. El núcleo del problema, como hemos visto, es la suposición que Laura y los ancianos Tiv comparten, y que nos resulta intuitivamente obvia: la naturaleza humana es similar en todo el mundo. Se conoce como la doctrina de la unidad psíquica de la humanidad, de raíz ilustrada, y fue formulada por Adolf Bastian en el siglo XIX. En su momento supuso un importante avance en la comprensión de los pueblos considerados atrasados pues, en lugar de negarles la condición humana o considerarla degradada, se reconoció que todos las personas compartimos un marco común de humanidad por encima de la enorme diversidad de nuestras lenguas, religiones y hábitos. El problema reside en el enfoque evolucionista asociado a esa doctrina: desde la visión de los occidentales como superiores respecto a los pueblos primitivos, estos serían un estadio menos desarrollado de la humanidad, el pasado por el cual también los europeos transitaron en el albor de los tiempos. El carácter especulativo de esa visión histórica, con una línea evolutiva única y uniforme, y el objetable eurocentrismo que supone  comparar otras culturas con la nuestra según el nivel de progreso tecnológico alcanzado por occidente, que puede resultar perfectamente inútil en otros lugares del mundo, acabaron por desacreditar la doctrina de la unidad psíquica. Por otra parte, no podemos aislar una naturaleza humana igual para cualquier grupo social. Antes incluso de nacer, la cultura de cada pueblo poner en marcha su poderoso mecanismo modelador, que genera enormes diferencias en nuestro modo de estar en el mundo. El tema clave en Antropología sigue siendo si esa etnodiversidad puede reducirse a elementos comunes y a nociones generales. La cuestión resulta esencial en la medida en que, como pone de relieve Francisco Cruces, la validez de la Antropología como ciencia depende de que pueda defender la universalidad de sus conclusiones.


5. A modo de resumen
Desde el punto de vista de la Antropología, el traductor no es, como afirma el adagio popular, un  traidor  al significado primordial del texto. El antropólogo es más bien un mediador, un creador de espacios de encuentro e intercambio crossculturales. Mientras intenta explicar la locura de Hamlet, Laura se apresura a anotar las explicaciones que le dan sus interlocutores sobre las creencias de los Tiv que aún no habían salido a la luz durante sus investigaciones. Lo que se pierde en la traslación del significado de partida se gana en una comprensión más completa de los otros y de sí, que puede llegar hasta la transformación intelectual del antropólogo y de sus lectores. Shakespeare en la selva es también, en ese sentido, un relato de conversión. Aquella Laura un tanto dogmática y segura de sus ideas que cambia Oxford por Nigeria va perdiendo paulatinamente sus certezas y aprende a flexibilizar sus opiniones. Cuando escribe la anécdota quince años después es ya otra persona. Nos señala sus errores con una ironía socrática. Ha entendido  que la interpretación correcta de Hamlet es que no tiene un significado único y que el concepto de “universalidad” debe matizarse adecuadamente para evitar su manipulación etnocéntrica. En el proceso de puesta en común de opiniones entre africanos de una sociedad tribal y europeos modernos, descubrimos algunas de las cosas que los seres humanos  compartimos universalmente: el juego de las relaciones de parentesco y de poder, aunque en cada momento y lugar puedan  configurarse de forma diversa; la tendencia natural a ver el mundo con los ojos de la cultura propia y a considerar nuestra cosmovisión como superior y dotada de un grado mayor de adecuación a la realidad que la ajena; y, sobre todo, nuestra capacidad de empatía hacia otros seres humanos, de  intentar ponernos en su lugar  y entender sus motivaciones en el drama de la vida, aunque no siempre lo consigamos.
En realidad, todos somos un poco antropólogos aficionados. En nuestras sociedades abiertas, plurales y heterogéneas, pasamos buena parte del tiempo buscando equivalencias culturales entre nuestras costumbres y las ajenas como requisito imprescindible para la comprensión. Al viajar, al entablar contacto personal con los miembros de otras culturas o subculturas en nuestro lugar de residencia,  o con la información que nos proporcionan sobre ellos el cine o la televisión, ampliamos nuestros horizontes mentales.
Bajo el prisma de los Tiv, Hamlet deja de ser el héroe de la modernidad occidental que conocemos, individualista e instalado en la duda y en la crítica corrosiva, para convertirse en un pelele en manos de las fuerzas oscuras. Ninguna de esas dos interpretaciones tiene un valor absoluto de verdad, solo en relación al conjunto de creencias que las sustenta. Por ello, tenemos que admitir que la universalidad de Shakespeare es solo hermenéutica, esto es, que sus obras son susceptibles de ser reinterpretadas con sentido desde la óptica de otras culturas, no que todas lo entiendan igual. Tal vez esa transmutación es posible gracias a la extraordinaria densidad y profundidad de su escritura. Deberíamos poner a prueba a otros autores para descubrir hasta qué punto sucede lo mismo. Ralph Waldo Emerson (1803-1882), el célebre filósofo y literato americano, supo ver en Shakespeare esa capacidad de atisbar la parte oculta de nuestro psiquismo, más allá de nuestras certezas racionales:
Tenemos sus convicciones registradas sobre las cuestiones que piden respuesta en todo corazón: la vida y la muerte, el amor, la riqueza y la pobreza, las recompensas de la vida y los caminos por los que llegamos a ellas, los caracteres de los hombres y las influencias, ocultas o abiertas, que afectan a sus fortunas y esos poderes misteriosos y demoníacos que desafían nuestra ciencia y que, sin embargo, entreveran su malicia y su don en nuestras horas más brillantes…” (Hombres representativos, 1849).

Ningún comentario sustituye la lectura del delicioso texto de Laura Bohannan, que es corto y verdaderamente genial. Abajo tenéis el enlace:

También podéis leer una corta biografía de la autora, sobre la cual la información disponible en la red es muy escasa y apenas en castellano, en otra entrada de este mismo blog: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/01/laura-bohannan-breve-semblanza.html



Comentarios

  1. Felicidades por la entrada, es muy interesante y viene a demostrarnos que en lo que llamaos Occidente (ya con poca razón) deberíamos ser más humildes ante otras visiones.

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  2. Muchas gracias, María. Efectivamente, el gran valor de la Antropología para mi es que consigue sacar a los europeos del centro de la foto y situarnos con el resto de los otros pueblos en cierto plano de igualdad. Con ello, lamentablemente, tampoco llegas a superar del todo la soberbia eurocéntrica pero por lo menos aprendes a prestar más atención a la idiosincrasia de los otros, y a estar vigilante frente a todas esas situaciones que nos llevan inconscientemente a pensar que somos el ombligo del mundo.

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  3. Me ha encantado, Encarna, muchísimas gracias. Me he quedado con muchas cosas, pero me gustaría compartir una reflexión. En la interpretación que se hace del "antropólogo" como punto de unión intercultural, como persona que interpreta y acerca unas culturas a otras, he sentido un poquito reflejada, aunque en distinta medida y de diferente modo, la forma en que a mí me explicaron la función que teníamos los periodistas, sobre todo en periodismo espcializado. A pesar de que muchas veces los expertos (suele pasar mucho en periodismo de tribunales o económico, por ejemplo) echan en cara a los periodistas que damos mal las noticias, cometiendo errores o usando mal la terminología, lo cierto es que el periodista, aun así, sirve de hilo de conexión para transmitir una realidad que ha ocurrido y de la que el ciudadano debe enterarse. No es que no importen las inexactitudes, pero, imagino que como ya le sucedió a Laura Bohannan, en ocasiones, poder compartir "la esencia" o incluso una parte del mensaje, ya es mucho. Un abrazo, Marisa

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    1. Muy acertada tu comparación entre el periodista y el antropólogo en el sentido de que ambos tienden puentes de sentido entre grupos humanos, especialmente porque pone el acento en las dificultades de la traducción y en que, a pesar de las mismas, merece la pena el esfuerzo para transmitir, porque lo importante es intentar comunicarnos y entendernos. Muchas gracias por tu aportación.

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  4. Todas estas cuestiones de roces e intercambios con otras culturales son apasionantes, debería ser obligatorio viajar por el mundo, no sólo para ver piedras, sino para tener tiempo para vivir y ver vivir a la gente de otras culturas en su salsa. Se aprende mucho sobre uno mismo, sobre la propia cultura viendo la de los demás. Conocía esta historia de Shakespeare en la selva. Ahora mismo también he mantenido otro diálogo similar a propósito de la filosofía china y la filosofía occidental en el blog de Luis Roca al que te invito a pasarte.
    http://luisroca13.blogspot.com.es/2013/01/jean-francois-billeter-contra-francois.html

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    1. Me encantará ver ese debate.Fíjate que en la carrera de Antropología teníamos una asignatura de libre configuración, Aatiguas sabidurías orientales, que me moría de ganas de cursar y que no pude hacer porque, en los años de tránsito al grado, la suprimieron, con el paradójico resultado de que ahora es obligatoria. Creo que es una materia en auge, y Roger Pol Droit está trabajando mucho en ella.

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  5. Angeles Boix Ballester10 de enero de 2013, 23:52

    Un trabajo excelente - como siempre - es el que nos presentas aquí sobre Laura Bohannan y su experimento con la "traducción a mundo Tiv" de la inmortal obra de Shakespeare. En él no sólo encontramos un más que completo y asequible resumen de su contenido, sino una introdcción a algunos de los problemas fundamentales de la Antropología y de la Filosofía, ya que no se trata de la traducción de una cultura a otra, sino también el dilucidar la posibilidad de que podamos encontrar - si tal cosa existe -esa esencia de ser humano que Bastian denominó la unidad psíquica de la humanidad (como detallas en tu artículo).Me resulta así mismo muy destacable que hayas vuelto a hacer una encomiable labor de seguimiento de una mujer que se ha visto un tanto eclipsada en la historia del pensamiento y de la que se pueden encontrar pocos datos.
    Dentro de tu análisis del texto hablas de los papeles que conocían los Tiv, y destacas los recibos del pago de impuestos y las cartas. En el texto original también se habla de los recibos por el pago de la novia, institución también difundida en gran parte de las sociedades tradicionales africanas, y con ello me gustaría destacar que el matrimonio no es entendido como una opción personal, sino que es una cuestión de familia y de la sociedad entera, pues es de donde emana la divisón social y las obligaciones de trabajo y ayuda entre facciones dentro de una misma sociedad; también en Europa hasta bien tarde se solían concertar matrimonios para mantener y engrandecer haciendas sin contar con la opinión de los contrayentes; fue necesario profundizar en la difusión de los derechos individuales para comenzar a cambiar tal práctica. Podemos incluso relacionar esta manera "orgánica" de entender a las personas como elementos de la sociedad más que como entidades autónomas y libres de las constricciones que impone el funcionamiento del conjunto con la concepción dela Grecia clásica en la que los individuos son principalmente ciudadanos que deben velar por el bien de la polis, y plegarse a las necesidades de aquella antes que a las propias; el propio Platón habla de almas inmortales que tienen múltiples desstinos dentro del mundo de los sentidos; es decir: las personas com compuesto somos algo temporal y prescindible; nuestra pequeña historia personal desaparece, y tan solo permanece lo que hayamos hecho por el alma, que es la que tiene esa visión de conjunto.
    Como bien has señalado, estos ejemplos deberían hacernos reflexionar acerca de nuesta manera de entender y manipular el mundo como si la cultura en la que nos hemos criado fuera la mejor o la única que puede interpretar la realidad de la forma correcta.

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  6. Tras otra lectura al texto - que me parece delicioso en fondo y forma - me voy a permitir comentar un par de cuestiones más. En primer lugar, volver al asunto de la invisibilidad, o al menos en este caso, desaparición o eclipsamiento de la autora en aras del marido. Curiosamente hoy he leido un texto de Schopenhauer en el que hablaba sobre las mujeres y nuestra eterna minoría de edad, cuyo máximo grado alcanzamos a los 18 años y ya no avanzamos más, mientras el varón sigue incrementándolo a lo largo de su vida. También se permite una interpretación evolucionista del gusto "natural" de la mujer por los arreglos corporales y de vestimenta; para él la finalidad de tal tendencia es cazar al hombre y mantenerlo a su lado para que le proporcione progenie - única finalidad femenina- y la mantenga en el bienestar material que demanda. Esta visión de la condición femenina enlaza con la concepción occidental de los indígenas en general -"los otros" alejados en el espacio y/o tiempo como eternamente menores de edad. Recuerdo un texto que leímos en Etnología Regional sobre las conclusiones de un test de inteligencia aplicado por un médico español a unos niños de Guinea Ecuatorial para decidir si merecía la pena educarlos e instruirlos, o simplemente adiestrarlos para realizar trabajos manuales; la conclusión era bastante similar a la se Schopenhauer sobre las mujeres: tienen un límite de razón que alcanzan pronto y del que no salen, y por ello deben estar siempre supervisados y dirigidos por la "razón" que representa el hombre blanco, como miembro de una especia más evolucionada.A pesar de ello, ha dejado en mí una huella más indeleble el cortísimo texto de Laura que la producción de su marido, al que tuve que repasar para incluir su tratamiento de la introducción de la moneda en las sociedades tradicionales, ya que casi no lo recordaba, o más bien lo hacía como "el marido de Laura".
    A pesar de lo anterior, voy a usar también el texto de Paul para comentar lo que debió de suponer para sociedades pequeñas, tradicionales y bastante homogéneas como los Tiv que de repente llegaran unos extranjeros con ropas y armas desconocidas hablando de propiedad de la tierra, trazando fronteras y usando mapas para registrarlas, cuando los Tiv jamás lo habían necesitado. Es como si les hubiesen echado por encima una capa de cemento sobre la que reconstruir todo el sistema vital: se suprime la poligamia, la venta de la novia , el libre tránsito hacia unas u otras tierras para pastorear en los períodos que tradicionalmente tenían establecido por medio de alianzas familiares, y la introducción de la moneda. En la sociedad Tiv los medios de pagos eran diversos, dependiendo de qué se intercambiara: si se trataba de resarcir a una familia por haber matado a uno de sus miembros, se hacía con reses; si era la compra de novia, por medio de trabajo del novio, de algunos parientes y de ciertos productos agrícolas. También existían unos objetos considerados preciosos en sí mismos, como unas varillas de latón o cuentas de colores que se usaban en diferentes contextos. En este sentido es en el que Paul Bohannan habla de "Economía multicéntrica" (ver entrada sobre LA Perla de Steinbeck): no existe un único mercado en el que todo se intercambia por dinero, sino diferentes centros y contextos de intercambio. Por ello, cuando llegaron los británicos a Nigeria - y tantos otros pueblos a colonizar el mundo entero -el cambio que supuso comenzar a usar "papeles" como una forma de compromiso para cumplir aquello que se requería de las distintas personas y a medirlo todo don una única unidad -el dinero- debió ser brutal, y más cuando los propios indígenas no encontraban necesidad de ello.

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  7. El texto de Laura da para muchísimos comentarios, y solo he podido utilizarlo como un pequeño menú de degustación de la Antropología. Por ejemplo, han quedado sin mencionar los aspectos del sistema jurídico nativo, cuando alude a las multas pagadas por las peleas de los jóvenes. También que este problema y el pago del precio de la novia son algunos de los elementos que someten a los jóvenes al poder de los patriarcas, pues necesitan ayuda para pagarlos. Otro tema que se apuntaba y en el que no me pude meter, por no hacer más extenso el texto, fue el de las excusas ad hoc o elaboraciones secundarias para explicar los fallos de explicación que se producen recurriendo a la brujería.
    En cuanto a Paul Bohannan, aprovecho para comentar que hay un libro suyo, Para raros, nosotros, que se considera el más adecuado como introducción a los temas de la disciplina antropológica. Me entristeció comprobar que se lo dedicaba a su segunda esposa y no a Laura, pero así es la vida. Ella no se volvió a casar.
    Y, sobre la introducción de la moneda en la economía Tiv, para mí una de las cuestiones más interesantes es el cambio en la moralidad de las instituciones, como en el matrimonio, pero como esto es muy complejo y esencial, ya lo trataremos con más detalle en otra ocasión.

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  8. También es casualidad la asociación de ideas que ambas hemos tenido. Hace unos días pensé que el texto que mencionas sobre el estudio colonialista español en Africa era perfecto para ilustrar el sesgo en las categorías que mencionaba en el comentario a Bohannan, y ya tenía reunido el material para hacer una pequeña entrada, que espero sacar pronto.

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  9. Parece ser que todos creemos razonar perfectamente, pero parece que lo hacemos siempre en función de nuestras creencias (por amplios y civilizados que nos creamos). Por tanto, pensar que las grandes obras de la literatura tienen un único significado comprensible por todos los seres humanos, además de ingenuo, demuestra nuestra soberbia cultural, que nace de esa histórica creencia de superioridad que nos llevó a conquistar y colonizar a otros pueblos y al diseño del mundo que conocemos. Creer es crear.
    El dibujo evolutivo del hombre que has acertado en poner en tu artículo es muy explícito en sus viñetas y resume algunas de las grandes reflexiones que podrían derivarse de la lectura del artículo: Lo que percibes depende de tu punto de vista. Cambiar tu punto de vista amplía tu percepción. La percepción más peligrosa, suponer que ya entiendes. Y lo vuelvo a escribir porque me parecen frases para meditar.
    Aunque la pregunta inevitable es ¿Cuánto tenemos en nuestra percepción del mundo de autenticidad inherente a nuestro Ser y cuánto de software programado del exterior (cultura, familia, educación...?). Es difícil colocar los límites y definir las competencias.
    Un abrazo.

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  10. Tienes mucha razón con lo del dibujo resumen, que está puesto con toda la intención del mundo porque resume en tres frases el meollo de la historia de Laura, y también lo que la Antropología nos puede ofrecer como ciencia, que es fundamental: sacarnos del sueño dogmático de que solo el punto de vista de nuestra cultura es el que vale.A mí me hace mucha gracia en la historia la actitud de los Tiv. Cualquiera podría pensar que, ante la superioridad del hombre blanco, iban a creerse inferiores, y todo lo contrario. También ellos están convencidos de que tienen la razón en el debate. Para que la comunicación entre los pueblos y las culturas no se convierta en un diálogo de sordos, que solo atienden a sus razones, es esencial ampliar nuestro punto de vista, percibir desde diferentes ópticas y adquirir la capacidad de criticar los supuestos de los que partimos, no darlos por verdaderos e inatacables.
    Lo que planteas al final tiene mucha enjundia y es casi imposible de resolver. Solo me atrevería a puntualizar que esa programación se interioriza hasta tal punto que no es posible hablar de un ser interior prístino y original. Lo somos pero en la medida que tenemos capacidad para manipular creativamente las normas que nos constituyen como miembros de una sociedad. Ya profundizaremos más sobre la cultura, que es el tema estrella de la Antropología.

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  11. Jose Ignacio González Lorenzo, generoso lector, me ha enviado este interesante comentario que merece la pena compartir con todos. Aparte le contesto:
    "Divertidísima! Me ha encantado. He disfrutado de lo lindo con los apuros de la antropóloga para explicar los espíritus shakespearianos. La cuestión de fondo es lo que se llamaba en antropología (no sé si todavía se llama así) perspectiva emic y perspectiva etic. Me gustaría hacerte alguna observación que no he visto claramente formulada en los comentarios que te hacen tus lectores.

    El grupo de los Tiv parece -por lo que se dice de ellos- que es una tribu gobernada por un consejo de ancianos. Nunca se habla de un jefe, ni local ni remoto. Eso significaría que es una tribu igualitaria que no conoce la jefatura y, por tanto, no dispone de un poder político coercitivo. En la práctica implica que la paz y el equilibrio sociales debe alcanzarse por la vía de las instituciones, las leyes (aunque sean consuetudinarias) y, sobre todo, el consenso. Al no disponer de un poder coercitivo, las soluciones de fuerza tienen una grave limitación: no se dispone de ningún órgano que pueda aplicarlas. De ahí la necesidad de unas reglas sociales que tiendan a conservar los equilibrios sociales. La insitución del levirato es significativa. La mejor manera de solucionar la unión de dos familias que ha quedado en peligro por la muerte sobrevenida del marido puede resolverse fácilmente si el hermano del difunto toma su lugar en el matrimonio, en la familia y en la alianza familiar. De otra manera las familias quedarían separadas, la viuda abandonada y el hermano menor obligado a buscarse la vida quién sabe con qué perspectivas. Algo parecedido sucede con el consejo de ancianos. Ante la turbia problemática que presenta la historia de Hamlet, los ancianos Tiv enmiendan continuamente su desarrollo buscando siempre la explicación y la solución social del conflicto. No es sólo que su explicación filosófica sea diferente (no existen fantasmas o espíritus autónomos sino cuerpos zombies), sino que continuamente van reconduciendo la historia de Hamlet al consenso social. Realmente, cuando leemos a Shakespeare hacemos como que damos por bueno la existencia de los espíritus y la relación de los vivos con ellos: sólo así podemos entender y disfrutar la historia. De otro modo tendríamos que pontificar que los espíritus no existen y, por tanto, que Hamlet sufre de alucinaciones o se ha pasado con el alcohol o las drogas lo que nos lleva directamente al disparate y a la tontuna. Más practicable me parece al caso aceptar el planteamiento de los Tiv: el espíritu es un zombie manipulado por un brujo que interactua con Hamlet. Y realizar pequeños cambios: el tío es un rival de una familia enemiga, etc. Todo cambia y todo permanece más o menos igual. No deja de resultar curioso que nuestra mentalidad democrática e igualitaria está más cerca de los Tiv -una sociedad regida por el consenso y las instituciones sociales- que las monarquías autoritarias medievales o modernas donde una sola persona -sobre todo cuando está implicada personalmente en los hechos- resuelve en solitario los conflictos sociales. Pretender que un anciano que enfrenta un problema personal es el único legitimado para resolverlo haría sonreir o tal vez irritar al consejo de ancianos: ¡qué disparate!

    ¿Somos todos los humanos iguales? ¿Compartimos una psique universal? Creo que sí, lo que es diferente son las explicaciones filosóficas y la cosmovisión de los fenómenos sociales y naturales. Pero la base es la misma: vivimos, amamos, sufrimos, odiamos, morimos. En nuestra civilización todavía hay mucha gente que cree que existe otra vida más allá de la muerte y que es la perfección y la felicidad misma, seguro que los Tiv nos preguntarían: ¿por qué tardamos en irnos a esa vida?"

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