LA RISA DE LOS DIOSES Y EL DESPERTAR DE LA PRIMAVERA. "Risus paschalis" y cultos mistéricos antiguos
Ritos de Eleusis |
Hace unos años, mientras realizaba
una serie de entrevistas para un trabajo sobre el rito cuaresmal de la ceniza,
una informante, refiriéndose a la Galicia rural de los años 40 del pasado siglo,
me habló de los severos ayunos que, en su memoria, contrastaban vivamente con
las grandes risas el Domingo de Gloria. En ese momento no fui
capaz de detectar ningún elemento antropológico en esas risas pascuales. Sólo
me desconcertó totalmente ese detalle en relación a esta fiesta tan solemne. Sin embargo, poco tiempo después encontré información que
mencionaba una antigua costumbre, el risus
paschalis, que se desarrolló ampliamente en la Alemania barroca. Hace poco,
en un curso sobre cultos mistéricos antiguos dirigido por la Dra. López Hoys,
descubrí el papel central de la risa en los rituales eleusinos en Grecia. La
búsqueda de nueva información me llevó hasta la Hilaria, una fiesta en Roma en
la que el júbilo primaveral se expresaba con la risa. Y es que hay problemas
intelectuales que se instalan en tu vida, obligándote a buscarles una solución.
La posibilidad de trazar líneas de conexión entre fenómenos tan alejados en el
tiempo y en el espacio me llegó a resultar de un atractivo tan irresistible que
aquí está el resultado de mis investigaciones.
1. La
risa pascual
La antropóloga y teóloga italiana
María Caterina Jacobelli publicó, en 1990, una investigación bien documentada
sobre el risus paschalis, una bizarra
costumbre muy extendida por toda la cristiandad que causó el escándalo y las
airadas protestas de humanistas de tanto peso como Erasmo de Rotterdam. Los
antiguos eran bastante eufemísticos en su forma de expresarse pero, aún así,
hay fundados motivos para sospechar que la causa de tales críticas, y de las
condenas proclamadas en diversos sínodos y concilios, era que los sacerdotes,
durante la liturgia pascual, acompañando chistes verdes y diversas bufonadas, llegaban
a levantarse la sotana para exhibir los genitales, realizaban gestos onanísticos
y remedos de relaciones heterosexuales o incluso homosexuales, y todo ello con
el fin de hacer reír al auditorio. Para intentar aclarar las circunstancias que
rodearon esta costumbre tan inverosímil, merece la pena detenerse brevemente en
la carta que, desde Basilea, dirigió en 1518 Fabricio Capito a otro famoso
predicador de la época, Ecolampadio, quien había denunciado lo inoportuno de
que se entremezclasen chistes groseros en la solemnidad de la Pascua de Resurrección.
La suya no era una opinión aislada: su amigo Erasmo, en 1535, vendría a decir
que las narraciones irreverentes que acompañaban el sermón de Pascua no venían
justificadas en modo alguno por la alegría que proclama el Salmo 117: "Este es el día en que actuó el Señor. Sea
nuestra alegría y nuestro gozo".
Pero, ¿de qué obscenidades concretamente
hablaba Erasmo? Pues de las historietas que era costumbre intercalar en el sermón
de ese gran día, como la del monje al que un marido sorprende con su mujer pero
logra escapar. El marido se presenta entonces en el convento con los calzones
que el monje dejó abandonados en la huida, como prueba del adulterio, para
exigir su castigo, pero el abad le convence de que, en realidad, son una
reliquia de San Francisco que el monje había llevado a su mujer para protegerla
del mal. En desagravio, la prenda es devuelta hasta el convento, en solemne
procesión, escoltada por la cruz y los pendones, y todos, inclusive el marido cornudo,
han de besar la supuesta reliquia del santo de Asís (en Jacobelli, pág. 38).
Desde la seriedad que atribuimos a los ritos pascuales, estas narraciones
pueden parecernos absolutamente fuera de lugar en el recinto sagrado del templo.
Esa contradicción, no obstante, debería ponernos sobre aviso de que en la risa
de pascua concurrieron costumbres de muy distintos orígenes y fundamentos,
fusionadas entre sí. Pero, ¿cómo justificaban teológicamente, a principios del
siglo XVI, desde la base de un humanismo crítico, semejantes bufonadas el día
más importante de todo el año litúrgico? Capito, en su contestación a las
objeciones de Ecolampadio, ponía de relieve que la eutrapelia, es decir, la
capacidad de alcanzar el equilibrio entre la relajación moral y la seriedad adusta,
es una virtud muy valiosa en un sacerdote y que, precisamente en la fiesta de
la Pascua de Resurrección, convenía no ser tan serio porque, sin esa alegría,
los templos estarían vacíos y los fieles se dormirían durante la prédica. En
ese momento histórico, además, había hecho su aparición un elemento que dio fuelle
al risus paschalis: la reforma
protestante. El sermón de Pascua empezó a servir así, también, para desprestigiar
a los predicadores del culto contrario mediante burlas e insultos. Sin embargo,
los reformistas pronto abandonaron la costumbre de la risa pascual e incluso la
aprovecharon, como arma arrojadiza, para acusar a los papistas de obscenos. Es
muy interesante al respecto el contenido del sermón del luterano Johann
Mathesius en 1566: "Estimados amigos en el Señor, los más ancianos entre
vosotros recordaréis sin duda la tradición de explicar el día de pascua un ostermärlein [uno de esos cuentos
burlescos]… con eso se intentaba alegrar a la gente. Nosotros, empero, hemos de
dar gracias al Señor que nos ha salvado de tantas mentiras y de tanta
fábula". No es extraño así que la contrarreforma abordada por el Concilio
de Trento (1545- 1563) quisiera reconducir al orden aquel desmadre pascual, prescribiendo
que no se realizaran más gestos desvergonzados en las iglesias. A pesar de
ello, como hemos visto, la risa siguió resonando en las iglesias católicas hasta
la primera mitad del siglo XX durante la liturgia del Domingo de Resurrección.
2.Historia y geografía de la risa pascual
Conviene poner de relieve que la risa
en la historia del cristianismo ha sido un fenómeno constante pero también de
contornos muy variables a lo largo de los siglos, y que al principio no se
limitaba sólo al Domingo de Pascua. El primer testimonio documental con que
contamos procede de Hincmar, Obispo de Reims, en el año 852, cuando prohibió
las risas inapropiadas, los cuentos burdos, los juegos obscenos o la presencia
de máscaras del demonio en el interior del templo. Esa descripción nos habla de
un panorama de mezcolanza abigarrada entre lo sagrado y lo profano durante las
festividades religiosas. El Concilio de Aviñón en el año 1209 ordenó que en las
vigilias de los santos no se hiciesen en la iglesia danzas de saltimbanquis,
gestos irreverentes y cantos amorosos, pero esa alegría sexual del pueblo
resultó inmune a toda prohibición. El Concilio de Toledo de 1473 volvió a
prohibir las mascaradas y espectáculos teatrales jocosos, con monstruos y
formas grotescas, el recitado de poesías obscenas y los sermones burlescos que
tenían lugar en la Navidad y en las festividades de San Esteban, San Juan y los
Santos Inocentes. En el sínodo de Patti, Sicilia, en 1537, se pretendió también
atajar la costumbre de que en la misa de Navidad un niño vestido de obispo
leyera el evangelio provocando las risotadas de los fieles. En definitiva,
pues, podemos comprobar con todo lo anterior la existencia de unas costumbres
ampliamente difundidas por toda la cristiandad en las que la risa y la alegría
acompañaban las celebraciones litúrgicas más importantes, ya fuese dentro de los
propios templos o en sus proximidades pero siempre con ocasión de las festividades
sagradas más importantes, y se manifestaba con danzas, cantos, sabrosas pitanzas
y representaciones en los que el elemento sexual era la clave de bóveda,
resultando todo ello muy grato a la vivencia popular de la religiosidad.
En el
Domingo de Resurrección, antes de la reforma trentina, era el propio sacerdote,
solo o acompañado por un laico, quien llevaba a cabo las pantomimas burlescas
imitando voces de animales, profiriendo frases sin sentido, con repeticiones
rítmicas de sonidos, exhibición de genitales, gestos onanísticos o imitando
el acto sexual. Después del Concilio de Trento, ese componente teatral tan
escandaloso se redujo y quedó solapado, sin llegar a desaparecer del todo, en
narraciones en las que, con una aparente finalidad moralizante, seguía muy
presente el elemento sexual, y siempre con el fin aparente de divertir a los
fieles. Que la Iglesia romana era consciente de ello, y lo autorizaba, resulta
de la publicación en Salzburgo, en 1698, con el imprimatur oficial, de un libro conteniendo una colección de
historias cómicas para narrar en la liturgia de Pascua, el Ovum Paschale Novum, del Reverendo Andreas Strobl. De ello se
sigue, como apunta Jacobelli, que esta costumbre tan discutible formaba parte obligatoria
de la liturgia oficial católica, sobre todo en Baviera y Renania, principados
católicos de Alemania. Allí se conocía con el nombre de Ostergalächter, pero el fenómeno desbordaba ampliamente las
fronteras del Sacro Imperio Romano Germánico, estando presente desde fechas mucho
más tempranas en Francia, Italia y España. Como vemos, se trataba de una enorme
extensión territorial y durante un larguísimo recorrido de más de doce siglos,
si es que no admitimos la eventualidad, más que probable, de que la costumbre
viniera existiendo mucho antes del siglo IX, cuando la prohibió el Obispo de
Reims, y que hasta entonces no se hubiese considerado conveniente o eficaz
proscribirla por escrito.
2. Las explicaciones del risus
paschalis
Los teólogos y humanistas que
defendieron la risa pascual lo hacían desde la óptica de marcar un contraste
entre los rigores cuaresmales y la alegría inmensa de la resurrección de
Cristo. El propio cardenal Ratzinger evocaba su papel en la liturgia barroca,
cuando los sacerdotes contaban historias capaces de hacer reír a los fieles y
las iglesias resonaban con sus alegres risas. Para él era una forma superficial
y primitiva de júbilo cristiano, pero también podría verse como un símbolo
litúrgico de la resurrección. H. Fluck, uno de los primeros estudiosos de la
costumbre, en 1934, consideraba que al principio se trataría de sermones con
una finalidad moralizante, como el relato del viaje de Jesús al infierno y su
victoria sobre el demonio y la muerte pero, con el tiempo, esta fórmula se
agotaría y los predicadores debieron de echar mano a chascarrillos cada vez más
indecentes para entretener a los fieles. El avance del progreso y de la civilización
en el siglo XIX, para este autor, habrían sido la causa del declive de la
costumbre. También opinaba que se trataba de un fenómeno de raíz exclusivamente
cristiana y no un residuo de antiguos cultos paganos, como los de la diosa
germánica Ostara, que encarnaba a la primavera. De ser así, según Fluck, la
costumbre se habría limitado a los países de lengua alemana mientras que estuvo
presente a lo largo y ancho de todo el mundo católico.
Por el contrario, María Caterina Jacobelli
considera que la risa era una metáfora del placer sexual admitida en la
liturgia. Ese placer sexual aparece ampliamente recogido en la iconografía de
las iglesias medievales pero, siguiendo su argumentación, habría sido
arrinconado por la Iglesia como la “sombra” reprimida por la doctrina oficial,
persistiendo apenas oculto en la risa pascual. Esta investigadora señala algunos
ejemplos en los que, llamativamente, se repite el mismo mitologema (la
estructura narrativa de un concreto mito) que tiene la risa como elemento
central y que desempeña una función salvífica, como veremos a continuación.
3.
Dioses que ríen
Hathor, esposa de Horus, con los cuernos de vaca de la luna |
La primera es la historia de Hathor,
reflejada en un papiro del año 1160 antes de Cristo. Ra, dios del sol, ofendido
por el dios Baba, se retira de su diario recorrido por el cielo negándose a
salir al amanecer. Solo y afligido, su ausencia del firmamento amenaza con una
catástrofe de proporciones cósmicas. Pero entonces aparece su hija, la dulce y
bella Hathor, diosa del amor y la alegría y, para sacar a su padre de su estado
depresivo, se le ocurre levantarse la ropa exhibiendo los genitales, lo que
hace reír al dios. Este acto, llamado anasýrma,
que significa “quitarse el vestido”, posee un significado ritual múltiple. Es
un gesto apotropaico, para espantar a la muerte, para alejar el mal de ojo,
para mostrar agresividad contra el enemigo o a modo de burla. Todavía hoy lo
encontramos presente en los famosos “calvos” tan frecuentes entre los jóvenes.
Isidro L. me comenta que, para ellos, es hacer algo socialmente vergonzoso
delante de otros, amparados en el anonimato y para conseguir que los miembros del grupo al
que pertenecen se ría.
La segunda historia aparece en el himno
homérico a la diosa de la agricultura, y cuenta cómo Deméter, entristecida
porque su hija Perséfone ha sido secuestrada por Hades, el dios del inframundo,
se niega a comer y beber, permaneciendo en silencio como señal de duelo. Mientras
tanto, los cultivos mueren con gran preocupación por parte de los hombres, que ven amenazada su
supervivencia. La sirvienta Iamba, para sacar a la diosa de su mutismo, le gasta
múltiples bromas. En la versión órfico-alejandrina del mito que recoge el escritor
cristiano Clemente de Alejandría, la criada se llama Baubo y le ofrece el ciceo,
una bebida que la diosa se niega a tomar. Entonces Baubo comienza a decir
obscenidades y, al final, enseña los genitales a la diosa que, sorprendida, ríe y con ello despierta la primavera.
La tercera narración se desarrolla en Japón:
la diosa Ama-terasu, a causa de un enfado, cierra la puerta de la Estancia Celestial
y, con ello, la tierra se cubre con las tinieblas de una noche eterna. Como los
restantes dioses no saben cómo solucionar el problema, la diosa Ame-no-Uzeme
les enseña los genitales para hacerlos reír. Curiosa, la diosa colérica asoma
la cabeza y entonces aquellos consiguen agarrarla, devolviéndola al mundo para
que retorne la luz.
En estas historias vemos una
estructura que se repite constantemente: una situación de crisis que anuncia un
cataclismo cósmico, una risa salvífica y el retorno a la normalidad. Para Jacobelli,
esto mismo lo podemos encontrar en la pasión y resurrección de Cristo puesta en
relación con la risa pascual: Jesús muere, las tinieblas se apoderan del mundo,
los fieles ríen y Jesús resucita. Para esta autora, pues, la risa se presenta
como un atributo del poder creador de los dioses y que comparten los humanos.
En un papiro del siglo III después de Cristo se conserva un texto hermético que
relata la creación del mundo a través del poder generador de la risa del dios.
A la primera carcajada nace la luz; con la segunda, las aguas; la tercera trae
a Hermes, la cuarta, al Destino: y la quinta, a Psique. En el oráculo de Trofoni,
en Beocia, los iniciados experimentaban anticipadamente su bajada al Hades
deslizándose por la entrada de la cueva, como si fuesen engullidos por la boca
de la deidad. Al cabo volvían a la superficie riéndose como signo de retorno a
la vida. También en las
Lupercales romanas los jóvenes eran sometidos a la experiencia de la muerte y
resurrección simbólica. Les tocaban en la frente con un cuchillo manchado de sangre sacrificial, después se retiraban la sangre con un trozo de lana y, para
significar que volvían a vivir, era preceptivo que riesen. En cambio, durante
el proceso de iniciación, debía reinar una seriedad mortal. En el informe de
Franz Boas, en 1895, sobre los kwakiutl, el rito de iniciación simbolizaba la
muerte, estando prohibido para los candidatos reír. En la isla de Cerdeña, los
antiguos sardos, que mataban a los ancianos cuando se convertían en una carga
para la comunidad, acompañaban este inhumano acto ritual con risas con las que
creían que facilitaban la entrada de los sacrificados a una nueva vida. De ahí
viene la expresión “risa sardónica”, expresión cargada del aspecto maléfico de
esta costumbre. También los cazadores-recolectores, que dependían de la
abundancia de animales para sobrevivir, reían tras capturar una presa con la
esperanza de que este gesto hiciese que el animal volviese a la vida y pudieran
cazarlo otra vez. Del mismo modo, en las economías agrícolas tradicionales era costumbre plantar
entre alegres de risas para propiciar, como un acto de magia simpática, la
abundancia de las cosechas.
La diosa Flora |
4.
Ritos de Eleusis y la Hilaria
Hemos hablado del mito de Deméter
pero, para poder establecer una posible conexión entre el risus paschalis y los rituales mistéricos griegos y romanos,
tenemos que describir esquemáticamente parte de su contenido, teniendo en cuenta,
en todo caso, que la revelación de estos cultos estaba penada con la muerte, lo
que hace que nuestro conocimiento de los mismos sea muy incompleto y, además,
los autores apologéticos cristianos que nos han trasmitido alguna información
al respecto, como Clemente de Alejandría, escribían con la intención de
desprestigiar las religiones rivales del cristianismo.
En Grecia, los misterios eleusinos,
en honor de Deméter, se celebraban dos veces al año y tenían un carácter
agrícola. Los misterios menores coincidían con la primavera, mientras que los
misterios mayores tenían lugar a mediados de septiembre. De manera muy
resumida, comprendían una larga vigilia, sacrificios y rituales de
purificación. El 19 de septiembre los fieles emprendían la procesión desde
Atenas portando los objetos sagrados para llegar el día siguiente al cercano
santuario de Eleusis. En las jornadas posteriores se llevaban a cabo juegos
gimnásticos y representaciones teatrales, así como los ritos de iniciación, en
los que los candidatos soportaban pruebas que suponían una intensa conmoción
emocional. Mediante la ingestión de una bebida alucinógena que se piensa que podría contener
cornezuelo de centeno, el kykeon,
inducían un trance de muerte en el que tenían visiones de la diosa. De hecho,
se piensa que la planta que porta Perséfone en la mano en sus representaciones
iconográficas era, en realidad, el fruto de la adormidera y no una granada.
También se celebraban en estos días actos dedicados a la memoria de los difuntos.
Pero en la jornada clave se repetía el mito de Baubo o Iambe. En medio de
cantos obscenos, las oficiantes se levantaban la ropa para provocar la risa mágica
de la diosa, capaz de apartar la tristeza y la muerte y atraer la fertilidad.
Los antiguos romanos festejaban con
risas sus fiestas familiares, matrimonios y natalicios, aunque además había
otros días señalados por el calendario festivo oficial en que era obligatorio
mostrar regocijo. Nadie podía estar triste durante esos días. Así ocurría en
los días ordenados por el emperador, como igualmente en el festival sagrado de
la Hilaria (“las que ríen”, de ahí la palabra “hilaridad”), coincidiendo con el
equinoccio de primavera. Se trataba de una fiesta en honor de Cibeles, la Magna
Mater, la cual tomaron prestada de los griegos.
En esta fiesta se celebraba la
castración, muerte y resurrección de Atis, a la vez hijo y esposo de Cibeles.
El festival, que también se asociaba con los ritos agrícolas, comenzaba el 15
de marzo. Ese día se inauguraban nueve días de ayuno de pan, cerdo, pescado y
vino, y en los que sólo estaba permitido beber leche. El 22 de marzo cortaban en
el bosque sagrado un pino que representaba al cuerpo de Atis, el cual se traía hasta
Roma en procesión funeraria cubierto de guirnaldas y violetas, la flor que
representaba la sangre derramada por el dios, depositándolo en el templo de
Cibeles en el monte Palatino. El 23 de marzo era una jornada de luto, mientras
que el día 24 tenía lugar un terrible sacrificio. Era el día de la Sangre (Sanguis), en el que los iniciados de la
diosa, al son atronador de cimbales, tambores, trompetas y flautas, y tras una
danza frenética, llevaban a cabo su autocastración completa. Entonces se ponían
vestidos y abalorios de mujer y entraban al servicio de la diosa. Algo parecido
sucede en la India con los hijra pero tal vez merece la pena reservar esta
información, que se refiere a una disciplina apasionante, la Antropología
sexual, para desarrollarla más ampliamente en otra entrada. El mismo día de la
Sangre se llevaba a cabo el enterramiento del árbol que simbolizaba el cuerpo
de Atis.
El día 25 de marzo, en el que el número de horas de luz superaba, por
fin, las de oscuridad, y ya se consideraban vencidos los rigores del invierno,
se festejaba con gran jolgorio la resurrección del dios y, con ello, la
esperanza de sus fieles en alcanzar la inmortalidad. Con rasgos que podemos
asimilar fácilmente a nuestro carnaval, mostraban su alegría portando máscaras
y estaban permitidas todo tipo de transgresiones. En la India, también se
celebra el festival de Holi en primavera con gran profusión de colorido y
locura.
Hay otros cultos antiguos a dioses que mueren y resucitan cual hace la vegetación
en primavera, como ocurre con los de Venus y Adonis, Isis y Osiris o Dionisos pero, a diferencia
de los misterios de Eleusis o la Hilaria, en ellos no aparece la presencia
ritual de la risa. Por otro lado, los cultos mayores eleusinos, en septiembre,
no coinciden con la Pascua florida, como sí sucede, en cambio, con las celebraciones en
honor de Cibeles y Atis, aunque sólo sea de manera aproximada, pues nuestra Pascua
no se determina a fecha fija sino en relación al calendario lunar móvil. Sin
embargo, durante los primeros siglos del cristianismo el 25 de marzo era,
precisamente, la fecha en que se consideraba que se había producido la muerte
real de Jesús. No fue hasta el año 240 después de Cristo en que se fijó esa
fecha, también, como la de la Encarnación, basada en cálculos imaginarios en
relación al inicio de la primavera. En el año 527 el fraile Dionisio el Exiguo
propuso que el 25 de marzo fuese el inicio del año, lo que asumió el Papa
Bonifacio IV desde el año 607. También en el calendario romano el año comenzaba con la primavera hasta el año 153 antes de Cristo, en que dejó de hacerlo en
los idus de marzo para pasar al mes de Jano, nuestro enero (January en inglés), por las necesidades militares
de responder al ataque de los celtíberos. Sin embargo sus grandes festividades
siguieron celebrándose en la primavera, siendo marzo el mes de máxima
concentración de días fastos. Con el calendario gregoriano, introducido en 1582, la cristiandad dejó de celebrar el nuevo año el día 25 de marzo y trasladó
aquella fiesta al 1 de enero, que había sido cristianizado mucho tiempo atrás como la fecha de la circuncisión de Jesús. En medio de esos cambios, propios de sociedades avanzadas en las que la agricultura estaba
dejando de ser el motor de las economías nacionales a favor del poder del
capital, quizá resulte fácil perder de vista la centralidad que para nuestros
antepasados tenía el comienzo de la primavera y la enorme alegría con la que festejaban
su llegada.
5.Conclusiones
En la década de 1940, en una pequeña
parroquia rural de A Barrela, de la provincia de Lugo, resonaban las alegres
risas de los fieles ante las llamas que, la noche del Sábado Santo, recordaban el renacer de la luz primaveral, una alegría que quizá era un eco inconsciente de las antiquísimas tradiciones que hemos mencionado. Durante un tiempo imaginé que allí podía haber continuado el risus paschalis, pero lo cierto es que ello habría resultado imposible con los rigores de la postguerra y la estricta ortodoxia que la caracterizó, y que también se llevó por delante tantas tradiciones carnavalescas no recuperadas (reinterpretándolas) hasta mucho después. Según Fluck, la vieja costumbre de la risa pascual estaba
prácticamente extinta en Alemania antes de la Primera Guerra Mundial. La airada
protesta de un lector en la Gaceta de Frankfurt, en 1911, es el último
documento en el que se registra su existencia. Pese a las enormes diferencias existentes, es imposible no encontrar elementos comunes con
las antiguas costumbres paganas que saludaban la renovación a la esperada primavera con un gesto creador de vida. Junto al grandioso triunfo de Jesús, hijo de
Dios, frente a las tinieblas del mal y de la muerte, la memoria colectiva
popular, muy resistente al cambio, seguía recordando con la risa salvífica, también, la
bienvenida al retorno cíclico de las estaciones y, con ellas, la renovación de
la naturaleza. Lamentablemente no resulta posible documentar el recorrido de
las costumbres entre la Grecia y la Roma antiguas hasta la Galicia rural del
siglo pasado, especialmente porque en el periodo que transcurrió entre el
desmantelamiento del Imperio romano y el final de los llamados “siglos oscuros”,
el analfabetismo fue la tónica dominante. Sólo podemos sospechar que algunas
prácticas paganas fueron asimiladas por la Iglesia en la forma que recomendaba
san Gregorio Magno, mediante una explicación cristiana de las antiguas creencias, para evitar la resistencia de los convertidos a perder costumbres que consideraban propiciatorias de la buena suerte, dando lugar con ello a un fuerte sincretismo. O bien tendríamos que admitir que hay
elementos, como la risa, que se repiten con variaciones en todo tiempo y lugar,
de Egipto a Japón, de Grecia e Italia a Alemania, Francia y España, y que quizá
podemos considerar universales culturales, profundamente arraigados en la
estructura psíquica humana.
ADDENDA
Jose Ignacio González Lorenzo, con sus profundos conocimientos históricos, me ha enviado un comentario tan espléndido y que complementa tan bien el contenido de esta entrada que considero un honor incluirlo como parte de ella:
"Un artículo muy sugerente este sobre risus paschalis y cultos mistéricos antiguos, como siempre escrito con esa capacidad de síntesis y facilidad de expresión de Encarna Lorenzo. Esta costumbre perdida de la Iglesia católica tiene amplísimas resonancias en las religiones antiguas de todo tiempo y lugar y nos trae a la memoria otras costumbres y otros rituales festivos del catolicismo también olvidados.
ADDENDA
Jose Ignacio González Lorenzo, con sus profundos conocimientos históricos, me ha enviado un comentario tan espléndido y que complementa tan bien el contenido de esta entrada que considero un honor incluirlo como parte de ella:
"Un artículo muy sugerente este sobre risus paschalis y cultos mistéricos antiguos, como siempre escrito con esa capacidad de síntesis y facilidad de expresión de Encarna Lorenzo. Esta costumbre perdida de la Iglesia católica tiene amplísimas resonancias en las religiones antiguas de todo tiempo y lugar y nos trae a la memoria otras costumbres y otros rituales festivos del catolicismo también olvidados.
La Fiesta del asno, era una fiesta cristiana medieval que se celebraba
el 14 de enero y conmemoraba la huida a Egipto, de ahí el protagonismo del asno
que aparece en distintos relatos bíblicos y, en particular, en la marcha a
Egipto de la Sagrada Familia según el relato de Mateo. Durante la fiesta, una
doncella conducía un burro montado por un niño hasta el altar mayor donde un
falso sacerdote oficiaba una peculiar misa en que las palabras del oficiante
eran rebuznadas por la congregación. Esta costumbre, atestiguada a lo largo de
la Edad Media aunque con antecedentes más antiguos, fue progresivamente
desapareciendo a partir del siglo XV.
La Misa de los locos era otra de estas liturgias impías y sacrílegas
donde se permitían todo tipo de licencias – disfraces ridículos y blasfemos,
canciones obscenas, comida y bebida inmoderada, incensarios de inmundicias,
prácticas sexuales , etc. - también
junto al altar en un remedo sacrílego de una misa donde se consagraba a un
falso obispo o a un falso papa, de ahí el nombre de El obispo de los locos. Lo peculiar y llamativo de esta misa de los
locos radicaba en que sus protagonistas eran los propios clérigos. Se celebraba
en el tiempo de Navidad y se llevaba a cabo en diversos días según sus
organizadores fueran los sacerdotes, los diáconos, los subdiáconos o los
clérigos menores. También fue proscrita a lo largo del siglo XV.
Todas estas celebraciones tienen un
profundo sentido religioso y teológico puesto de manifiesto por la
antropología. Constituyen un estado de
fiesta que se celebra en un espacio sagrado, esto es, delimitado en el
tiempo y en el espacio. Su sentido es la derogación y conculcación temporal de todos los dogmas, las normas
de conducta y las relaciones de jerarquía social para dar escape y alivio a las
tensiones acumuladas durante el año. Su finalización implica la vuelta a la
normalidad y, por tanto, a la vigencia
de la jerarquía, el dogma, la liturgia y las buenas prácticas sociales. Por
ello, durante la fiesta se permite todo lo que habitualmente está prohibido, o
dicho de otro modo, la finalización del disparate festivo implica la necesidad
de una pauta de comportamiento social y justifica la obligatoriedad de las
creencias y las jerarquías sociales.
Estas celebraciones tienen un
auténtico significado religioso en el sentido etimológico del término, como
lazo de unión que refuerza el cuerpo social (re-ligare) y que constituye el fundamento universal de todas las
religiones. Es significativo que todas estas prácticas fueran proscritas
avanzado el siglo XV que marca la gran crisis religiosa de Occidente, el
nacimiento de la devotio moderna y,
enseguida, la expansión de la Reforma protestante. Merced a una pietas introspectiva, la religión se
convirtió en asunto subjetivo y personal que permitía la comunión directa del
creyente con la divinidad sin la intermediación de un clero oficial. Todavía se
conservaron algunas liturgias comunitarias por la imperiosa necesidad humana de
apretarse en una comunidad social, pero
la antigua religión estaba herida de muerte. Modernamente, el ser humano es una
criatura radicalmente libre y nada debe interponerse ni condicionar su
conciencia religiosa, convertida en asunto perteneciente al ámbito de su
intimidad y su libertad fundamental. Por ello también, fueron desapareciendo
progresivamente otros usos de los
templos cristianos.
Como lugar donde se constituye y se
ordena el cuerpo social, los templos pueden ser usados para otras relaciones
sociales que impliquen un sentido normativo como la celebración de contratos,
los tratos comerciales o la impartición de justicia. Esta solía tener lugar en
la puerta meridional de las iglesias, la que da a la plaza pública donde se
desarrolla el mercado. Su desempeño está regido por el cénit solar, cuando el
astro supremo se sitúa en el centro de la bóveda celeste y cuya sombre no se
inclina ni a uno ni a otro lado, símbolo perfecto del equilibrio de la balanza
de la justicia.
Estas consideraciones y otras muchas
más nos sugiere el artículo de Encarna Lorenzo. También me ha llamado la atención la interpretación
de los relieves eróticos de Cantabria (la figura de la mujer que enseña sus
genitales en la ventana absidal de la iglesia de Cervatos) como una más de las
prácticas obscenas que movían a la risa en estas celebraciones festivas irreverentes.
Puede ser significativo que todos estos relieves eróticos se encuentren
situados en colegiatas (Cervatos, Santillana, Elines… ) donde hacía vida en
común bajo la regla de San Agustín el clero diocesano, esto es, los párrocos
que usaban estas licencias retóricas humorísticas en sus sermones para
conseguir el beneplácito y la asiduidad de sus feligreses. Y esta consideración
nos lleva de nuevo más lejos, mucho más lejos".
*******************************************
Esta entrada quiere ser también un homenaje a esa valiente y rigurosa autora, Maria Caterina Jacobelli quien, desde su formación multidisciplinar, la Antropología y la Teología, afronta con tanto acierto temas polémicos como la sexualidad en el espacio sagrado cristiano o el papel de la mujer en el sacerdocio.
Fuentes consultadas:
-Jacobelli, María Caterina: Risus paschalis. El fonament teològic del
plaer sexual. Editorial Planeta, 1991.
-Izquierdo Gutiérrez, Paulino: Ritos, costumes e expresións da Coresma y da
Semana Santa. Deputación Provincial de Ourense.2011.
-Hilaria.
Wikipedia. Web. 28-3-2017.
- La festivita degli Hilaria. Storia
romana e bizantina. Web. 28-3-2017.
-Fiestas romanas. www.tarraconenses.com. Web. 28-3-2017.
Fuera ya del texto quisiera incluir una reflexión sobre el poder de la risa que seguro que le gustará a una experta en animación, como es María Lorenzo. Después de que en Monstruos SA (2001)de Disney montasen esa gran corporación industrial ultratecnológica, con una pequeña burla a los métodos de producción fordistas, en cadena, para explotar el miedo de los niños, acaban descubriendo a su pesar que el verdadero poder energético se encuentra en la risa. Por lo que andábamos diciendo...
ResponderEliminarMaría Lorenzo me ha enviado este interesante comentario:
ResponderEliminar"Absolutamente de acuerdo: la risa es más poderosa que el miedo. Otra de animación: esto podría permitir entender por qué en un capítulo de la serie, Bart Simpson se convierte al catolicismo. Bueno, lo que está claro es que no tomarse demasiado en serio a uno mismo siempre es mejor que no reírse de nada.
Mientras leía me acordaba de un cuento que leí hace muchísimo, pero no he logrado identificar el título para encontrarlo. El cuento trataba de un pastorcito que, después de haber pasado una buena temporada sin apenas inclemencias del tiempo, se dedica a reírse del invierno justo cuando solo quedan tres días para que acabe. En venganza, el invierno envía tempestades y heladas que matan, en los tres días que le quedan, a las cabras, las ovejas y las vacas del confiado pastorcillo. Moraleja: no hay que reírse del peligro hasta que ya ha pasado. Felicidades por la entrada".
Pues muchas gracias, María, por tus aportaciones.
http://sufolkloresawabona.blogspot.com.es/2014/03/cuento-el-pastor-y-el-mes-de-marzo.html
ResponderEliminarEste es un enlace que sugiere María Lorenzo sobre el cuento del pastor, aunque en esa versión no aparece el elemento de la risa. Me recuerda mucho la enseñanza moral de la historia Edipo, nadie sabe si va a ser feliz en su vida hasta el último momento, porque los dioses te la arruinan en un momento, y cuya lectura por el etnólogo Vladimir Propp dio precisamente origen al estudio de Caterina Jacobelli. Así se cierra el círculo.
Después de haber seguido la pista, has encontrado la explicación a aquellas risas que te llamaron la atención cuando enfilábamos la Etnografía, y el resultado es un estudio muy completo y rico. Mientras leía la entrada, trataba de recordar algo acerca del arte románico de alguna iglesia románica de Benavente, algún detalle de la entrada, en el que había figuras eróticas, y tras una labor de búsqueda, he visto que todo el románico, fundamentalmente el de la zona de sur de Cantabria, Burgos, Palencia y Zamora exhibe con profusión figuras no solo eróticas, sino abiertamente obscenas, y que enlazarían con una visión de la sexualidad por parte de la Iglesia Católica muy alejada de los rigores que en este tema predica en épocas posteriores. En el blog elcorreodelasmatas. blogspot, su autor hace un repaso por esta figuras y propone vías de explicación de este hecho: desde un intento de la iglesia de aumentar la población, hasta que fueran tallados por escultores mozárabes,ya que en el Islam el sexo es fuente de felicidad y bienestar, hasta la función protectora de la risa.
ResponderEliminarEl tema antropológico de la risa es fascinante, y merece la pena seguir con él.
¡Enhorabuena por esta magnífica entrada!
La verdad es que da un poco de vértigo comprobar cuánto da de sí el tema de la risa desde el punto de vista antropológico.Yo me he entretenido mucho preparando el material para la entrada, y ya me han prestado un libro sobre las fiestas de los locos medievales a las que hace referencia Jose Ignacio, así que habrá que seguir profundizando en la materia. Muchísimas gracias por tu comentario.
ResponderEliminarMe ha encantado la entrada Encarna. Como siempre, muy bien escrita y documentada. Felicidades a ti y a José Ignacio Gonzales por esa addenda tan interesante y entretenida.
ResponderEliminarMientras leía las conclusiones, que cierras con la idea de que "podemos considerar a este rito, o ritos objeto de tu trabajo, como universales culturales profundamente arraigados en la estructura psíquica humana", he recordado la Misa de Difuntos a la que asistí hace unos días en mi Tierra. En misa escuchamos en un pequeño órgano el "Dies irae". Y entre tanto pensaba en la infinidad de ocasiones que había escuchado este réquiem. En la historia de la música encontramos esta melodía en infinidad de versiones, replicada hasta el infinito, modificando melodía y texto, pero siempre bajo el mismo esquema. Desde que en la Edad Media, siglo XIII, unos monjes de un monasterio lo inauguraron en su misa con su canto gregoriano, el Réquiem ha seguido teniendo a lo largo de ocho siglos una presencia universal en la Cultura; lo escuchamos en las iglesias, templos, auditorios...Está presente en la música de infinidad de películas. Hasta la Factoría Disney la ha utilizado para la película de El rey León, o en Frouse 2 !, qué ya es decir!.. Por aquí uno de mis hijos me apunta que hay versiones hasta en reggaetón ( que barbaridad) y me añade que también sueña en la peli ·El día de la marmota". Bueno, a lo que me está llevando la asociación libre de ideas!.
No obstante, y ya puesta, he recordado al biólogo Richard Dawkins y su teoría del "gen egoísta": el meme como unidad cultural que se transmite y propaga por imitación, asociado básicamente a los mismos comportamientos y emociones en todas partes ( difusionismo). Ignoro la relevancia o el predicamento que tiene este autor en los actuales estudios de Antropología Social y Cultural. Seguro que tú , Encarna, podrás aclararme este punto
Volviendo a tu artículo, después de leer el epígrafe:" Dioses que ríen", entiendo que los ritos ponen en acción los mitos. El rito permite salir del tiempo ordinario y entrar en un tiempo y espacio suspendido que ayuda a los que participan en él a liberarse de las ataduras de la conciencia de lo cotidiano, para transcender así a una Dimensión Espiritual Superior. La mirada hacia las tradiciones y costumbres, lo ceremonial de los rituales, siempre tienen además un propósito liberador, sin duda. Nuestra sociedad está cada vez más secularizada y si pienso en lo inextricable del momento actual, lecturas como éstas siempre resultan ser un bálsamo para el alma.
GRACIAS
Hola, para reconstruir el fenómeno puedes investigar la "Bendición de Toronto", su equivalente de hoy, desde el momento inicial hasta su difusión (por las iglesias evangélicas)
ResponderEliminarMuchas gracias por la información, le seguiré la pista.
Eliminarhttps://www.iglesia.net/estudios-biblicos/la-iglesia/reflexiones-sobre-la-bendicion-de-toronto
EliminarEn el enlace anterior se accede a unas reflexiones bastante interesantes sobre el fenómeno de la risa y la experiencia numinosa, con citas muy oportunas sobre la risa en la Biblia.
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