LA "UTOPÍA" DE TOMÁS MORO Y "LA CIUDAD DEL SOL" DE CAMPANELLA. UTOPÍAS DEL RENACIMIENTO (II)

El Renacimiento fue una etapa de enormes transformaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Los grandes descubrimientos geográficos alentaron la literatura utópica, un género mixto con elementos propios de la literatura de viajes pero, especialmente, su finalidad era la crítica de las deficiencias de la realidad existente y las propuestas de reforma basadas en la exposición de otros sistemas. El esquema argumental siempre pasa por un desembarco de un occidental en una isla donde casi todo es diferente a Europa y ofrece soluciones a los problemas más candentes. El viajero europeo se comporta entre los utopianos como un antropólogo de mirada curiosa. Realiza la observación participante para conocer a fondo ese mundo alternativo, fascinante aunque también aterrador por su uniformismo por decreto contra toda libertad, su instrumentalización de la mujer al servicio del Estado, y luego vuelve más sabio junto a sus conciudadanos para realizar el informe de sus observaciones. Al lado de propuestas de una modernidad radical, de elementos aún más visionarios que los de Julio Verne, respira la nostalgia por la Edad media, el comunalismo de bienes, el poder amalgamante de la cristiandad frente a la fractura religiosa reinante...Todo un catálogo de formidables contradicciones que no solo arrojan luz sobre nuestro pasado sino también sobre el presente.Esta es la segunda entrada de la serie y aquí podéis acceder a la anterior, de carácter introductorio: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2017/07/el-sueno-de-la-utopia-i-las-bases.html
 LA UTOPÍA DE TOMÁS MORO.
Tomás Moro (1.478-1535) fue, como su amigo Erasmo, uno de los humanistas más relevantes del Renacimiento. Habiéndose dedicado a las leyes, desarrolló una carrera política de éxito bajo el reinado de Enrique VIII. Fue designado Lord Canciller en 1.529 en sustitución del Cardenal Wolsey. Pero su carácter modesto, ejemplar y poco dado a las veleidades cortesanas, así como su católica sinceridad, le llevaron a negarse, en 1.534, a prestar el juramento de Supremacía del monarca como cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Esto por sí no constituiría más que delito de deslealtad pero, a través de un dudoso testimonio, se respaldó la acusación de que también había cuestionado la capacidad del Parlamento para conferir al rey ese poder, lo que tal condición lo que motivó finalmente su condena a muerte por alta traición.
De optimo reipublicae statu deque nova insula Utopia es su obra más conocida y el máximo punto de inflexión en la historia de la literatura utópica. Escrita en latín y publicada en 1.516, no fue traducida al inglés hasta 1.551. Consta de dos libros, el primero de los cuales se compone de una Introducción, el Diálogo sobre el consejo a los príncipes, en el que se intercala el Diálogo sobre la condición social de Inglaterra y un Exordio sobre Utopía que enlaza el libro inicial con el segundo. En este Moro expone las características del estado utópico. En el texto se produce un continuo juego entre ficción y realidad. Se inicia con el encuentro de Moro y su amigo Peter Gilles con el navegante Rafael Hitlodeo- y aquí comienza la ironía continuada del autor, pues tal nombre significa "dispensador de salud" y "sinsentido"-, a la salida de un servicio religioso. En la conversación abordan las posibilidades de éxito la política. Ello da paso a la descripción de las condiciones del pueblo inglés tras la Guerra de las Dos Rosas, en 1.485. El Rey ha confiscado los bienes comunales y de los monasterios para concederlos a sus favoritos, nobles ociosos que no trabajan la tierra sino que la dedican a la explotación ganadera extensiva para la pujante industria de la lana. Los cerramientos de tierras ("enclosures") están causando la ruina de los pequeños campesinos, quienes tampoco encuentran empleo en las manufacturas, viéndose obligados a mendigar y robar, como también los soldados que regresan de la guerra. Para los interlocutores, la severidad de la ley penal que castiga el hurto famélico con la muerte resulta inútil y ha de ser sustituida por un sistema de protección social que garantice la subsistencia de los menesterosos.
PARA LEER MÁS, PINCHA EN MÁS INFORMACIÓN
En contraste con ese lamentable estado de cosas, Hitlodeo relata la vida en un país que conoció en sus viajes al Nuevo Mundo, llamado isla de la Utopía,- "no hay tal lugar", según la traducción de Quevedo, aunque Moro juega también con el vocablo próximo de "eutopia", "bello lugar". Es un espacio similar a la Atlántida donde Hitlodeo recaló en el curso de una expedición en la que acompañaba a Américo Vespucio. Después de permanecer allí cinco años, el marino retornó a Europa para informar de sus instituciones, como el filósofo vuelve a la caverna para intentar arrancar al resto de los hombres de la esclavitud del error. Pero a diferencia del designio aristocrático de Platón, que reserva solo a unos privilegiados la vida filosófica, el "bios theoretikos", en Utopía reina la igualdad social fruto del trabajo obligatorio edificante. Basta una jornada de seis horas para proporcionar lo necesario para el sustento de la comunidad, e incluso puede reducirse si se generan  excedentes , que se ceden a otras ciudades de la isla o a países extranjeros. Al obrero le resta así tiempo cada día para cultivar su inteligencia a través de la música, la dialéctica, la aritmética y la geometría,. En cambio, los utopianos desdeñan la escolástica, la metafísica y la astrología, que dominan las universidades en Europa. En rasgo de absoluta modernidad, en Utopía incluso se imparten conferencias matutinas abarrotadas de público. Los intelectuales, es decir, quienes no trabajan y solo se dedican al estudio, son considerados seres improductivos en Utopía y por ello se limita su número. Solo están exentos de trabajar en la medida en que su actividad sea fructífera.
En Utopía está reglamentada la distribución de las horas de trabajo, de sueño y juego. No existen la caza ni deportes similares de éxito en la Inglaterra tudor, como tampoco casas de citas, tabernas ni otros lugares de disipación. Junto a estas costumbres casi monacales, la vida familiar es patriarcal y desigualitaria. Las esposas están subordinadas a los maridos, los hijos a los padres y los jóvenes a los viejos.En el matrimonio se castiga a la mujer que no conserva la virginidad , como también al dueño de la casa donde la perdió. A los novios, sin embargo, se les permite verse desnudos antes del matrimonio para evitar los errores de consentimiento por los vicios ocultos que eran tan frecuentes en la época. Existe el divorcio por adulterio o por el mal carácter de cualquiera de los cónyuges pero el culpable no puede contraer nuevo matrimonio. Se le convierte en esclavo a la primera falta y es condenado a muerte en la segunda. Pero también se permite el divorcio por mutuo consenso con restricciones, lo cual representa, en contraste con aquellos bárbaros castigos, una modernidad asombrosa para la época, basándose en una concepción contractual del matrimonio frente a la indisolubilidad del vínculo en la doctrina cristiana. Un nuevo guiño a los problemas de Enrique VIII con el papado. 
También hay en esta ciudad ideal reglas suntuarias que limitan el lujo para garantizar la igualdad social. Los vestidos, que confecciona cada familia, están exentos de los caprichos de la moda y detalladamente se reglamenta su material y diseño para el hombre y la mujer, con la sola diferencia de su estado matrimonial y de la estación del año en que se usan.
La mayoría de los utopianos comen en refectorios comunes. Las mujeres cocinan y los hijos mayores sirven la mesa, mientras que los servicios más bajos son realizados por esclavos, que son los condenados por delitos odiosos o extranjeros condenados a muerte en su país aceptados como esclavos en Utopía. 
En lo moral los utopianos se inclinan por la felicidad hedonista. Aceptan el suicidio en caso de una enfermedad penosa irreversible. Su ética se basa en castigos y recompensas terrenales porque la finalidad de su utopía es traer al mundo la promesa de bienestar que la religión demora al más allá. A pesar de ello, la mayoría de los utopianos creen en Dios y en la inmortalidad. Es más, los ateos están excluidos de la vida política. La tolerancia que implantó el Rey Utopos estaba sometida a dos condiciones: que la defensa del propio credo se realizase solo por medios racionales, y que no se predicase contra la naturaleza humana, como defender el materialismo, lo que quebraría el fundamento de la ética.
Algunos hombres santos se abstienen de la carne y del matrimonio, pero no se equipara ascetismo a sabiduría. Los sacerdotes-tarea que también pueden cumplir las mujeres viejas y viudas ( por tanto, asexuadas, como las sibilas en la antigua Grecia)-, son escasos en número y gozan de honor aunque no de poder. Pueden casarse y no permanecen ociosos ya que, como los esclavos, asumen las tareas más duras.
Hitlodeo relata que predicó el cristianismo en la isla, logrando la conversión de muchos al convencerlos de que Cristo se opuso a la propiedad privada .
Cuando el número de miembros de una familia excede de cuarenta, los descendientes sobrantes deben trasladarse a otra, y lo mismo sucede con las 54 ciudades de la isla. Todas ellas están diseñadas de manera idéntica en sus calles y casas, que abandonan cada diez años para impedir el sentido de propiedad. La capital, Amaurota ("ciudad fantasma") está rodeada de murallas y la atraviesa el río Anhidro ("sin agua"). Es limpia, salubre y la alegran bonitos jardines.
La organización política se basa en la elección anual de un filarca por cada treinta familias. En total los gobernantes son doscientos, ya que la población de las ciudades se mantiene estable en seis mil miembros. Los representantes del pueblo, a su vez, escogen a un protofilarca. El gobierno de la isla es así una federación democrática y parlamentaria de condados autónomos, a medio camino entre la ciudad antigua y el Estado moderno, a cuyo frente se halla un príncipe vitalicio que puede ser derrocado por tiranía cuando no acepta la voluntad del pueblo. El gobernante mítico Utopos fundó ese régimen 1.760 años atrás, dictando unas pocas pero eficaces leyes, sistema que se contrapone al confuso marasmo normativo de la legislación inglesa de la época, una herencia de la multiplicidad de centros y niveles de poder medievales, a los que se superpuso el estado absolutista.
En el terreno militar, existe un alistamiento obligatorio pero sólo para la defensa del país, siendo la paz el  máximo objetivo del estadista, que ha de rechazar la gloria proporcionada por las armas. En caso de guerra, que sólo se admite para la autodefensa, para auxiliar a los aliados o para liberar a una nación oprimida, se conciertan los servicios mercenarios de los despreciables zapoletos, cuya muerte se considera un favor para la humanidad. Los utopianos consideran válidos todos los medios para conseguir la victoria: fomentar sublevaciones, corromper o asesinar a los generales y gobernantes del enemigo. A pesar  de esas similitudes con el Príncipe de Maquiavelo, Copleston afirma que Tomás Moro no conocía esa obra y que denostaba esa idea de gobierno. Por ello, la razón de la coincidencia debe buscarse en consideraciones piadosas,-sacrificar el mínimo número de vidas para salvar al máximo número de personas-, y de Derecho de gentes,- indemnidad de los civiles y prisioneros, proscripción del saqueo ...
Sólo guardan un aprovisionamiento de oro y plata con fines bélicos. Esos metales son objeto de burla y de desprecio, ya que los usan para fabricar orinales, cadenas de esclavos y tablillas infamantes para los condenados a muerte, del mismo modo que las perlas y diamantes son simples adornos para los niños. Los utopianos carecen de moneda y basan su economía en el trueque de mercancías, que se depositan en grandes almacenes públicos procedentes de la explotación agrícola.
La obra, escrita con gran dramatismo y frecuente ironía, alcanzó una enorme difusión internacional y sirvió de base para las comunidades utópicas de los jesuitas en el Paraguay. Junto a los presupuestos tradicionales del género utópico, reelaborados, la Utopía introduce la crítica sociopolítica, denunciando las opresivas condiciones sociales y económicas de la época y ofreciendo soluciones, a veces, de una sorprendente modernidad. Pero, al mismo tiempo, coexisten junto a instituciones retrógradas como la esclavitud o la subordinación de las mujeres. Utopía es una comunidad cooperativa, apacible y fraterna cuyo modelo autárquico y agrario resultaba ya inoperante en la era del naciente capitalismo. Por otra parte, a diferencia de la República de Platón, el modelo respeta parcialmente la familia y la religión institucional, aunque mostrando tolerancia hacia los restante cultos, y todo ello sazonado de un epicureísmo a la búsqueda de la felicidad terrenal. Trousson afirma que existe una sorprendente contraposición entre la condición de Moro, católico ferviente hasta la muerte, con la actitud que sustenta en materia religiosa en Utopia, que debe explicarse por su condición de humanista tolerante,-atento más al espíritu de caridad que a los dogmas y sabedor de que Dios se revela a los hombres por la ley natural y la conciencia individual-, no menos que por las propias exigencias del género utópico, basado en que la acción humana salva sin tener que recurrir a una gracia trascendente ni a la intervención mediadora de una Iglesia poderosa, apoyada en embrollados dogmas. Por ello, Moro preferible una fe elemental en la inmortalidad del alma y en la bondad del Dios creador omnipotente, revelada en la naturaleza.
La complejidad de las orientaciones filosóficas y políticas que confluyen en la obra la han hecho merecedora de diversas y contradictorias interpretaciones: como el sueño de un filósofo platónico; como una sociedad evangélica al modo de las primitivas comunidades cristianas: como mera sátira de la política inglesa contemporánea; como antecedente del imperialismo capitalista; como intersección entre la vieja Europa y el Nuevo Mundo, todavía en la añorada Edad de Oro; como nexo entre el comunismo aristocrático de Platón y el moderno; o como un ejemplo de socialismo científico, según Ernst Bloch. Aún reconociendo el débito del pensamiento marxista con sus planteamientos, no puede olvidarse que el socialismo de Moro es "ilustrado", es decir, desde arriba y sin partidos. Por ello parece que la caracterización que mejor cuadra a esta obra es una especulación humanista cristiana multifacética, reflejo de la rica personalidad de su autor, hombre político, religioso y filantrópico, que es lo que etimológicamente significa la palabra "humanista".
 LA CIUDAD DEL SOL DE CAMPANELLA. Eugenesia y ciencia-ficción
A la sombra de la Utopía se produjo una extraordinaria eclosión del género si bien no consiguió elevarse, en general, de un tono mediocre y moralizante. La causa ha de buscarse en el peso de la Contrarreforma sobre la imaginación de los utopistas, quienes volvieron prudentemente al regazo de la Iglesia y el orden, ofreciendo sólo "una imagen sosegada y descolorida de la ciudad terrenal. Se debilitó el ideal de la "virtud",mientras que la empobrecida utopía se limitó a un prudente reformismo controlado por la autoridad" ( Trousson).Una clara excepción, sin embargo, es La Ciudad del Sol (1602), de Tommaso Campanella (1.568-1.639). Este autor nació en Calabria en una familia humilde, y se empapó del espíritu comunista medieval de esta tierra de herejías, que ya había visto nacer al milenarista Joachim de Fiore en el siglo XII.
Campanella se unió a la orden predicadora de los dominicos. Su fuente de inspiración eran las profecías apocalípticas que recorrieron Europa con el cambio del siglo XVI al XVII, cuando ya se había acabado el optimismo del primer Renacimiento. El espíritu exaltado de este fraile le llevó a propugnar la instauración de un cesaropapismo, el pleno poder político del Pontífice, que ayudase a superar la escisión del mundo cristiano a que había dado lugar el cisma luterano. En los Comentarios sobre la Monarquía de los Cristianos (1.593) y en los Discursos sobre el gobierno eclesiástico (1.594), Campanella propuso que un gran soberano europeo apoyase al papado en la tarea de recuperar la monarquía universal , papel que primero obrindó a Felipe II y, más tarde, al comprender que el papel hegemónico de España era cosa del pasado, a Richelieu como valido de Luis XIII de Francia.
Decepcionado por el fracaso de sus propuestas ecuménicas y aprovechando las disensiones internas en el reino de Nápoles, Campanella capitaneó en 1.599 una conspiración para derrocar el dominio hispánico con ayuda de los turcos, revuelta ésta que dio finalmente con sus huesos en la cárcel durante veintisiete largos años, hasta 1.626, después de que se hubiese librado con habilidad de otros procesos anteriores por herejía.
Remedios Varo, Tránsito en espiral, 1962
En prisión tuvo sobrado tiempo para escribir la Citta del Sole ( La ciudad del Sol o Diálogo de la República en el cual se demuestra la idea de reforma de la República cristiana, conforme a la promesa hecha por Dios a las Santas Catalina y Brígida ), con dos redacciones: en italiano, en 1.602 y 1.614, y otras dos en latín, en 1.613 y 1.631, idioma en el que se publicó, en 1.623, en Franckfurt.
La trama, aunque de menor verosimilitud literaria, se asemeja a la de Utopía al desarrollarse como un diálogo entre el Gran Maestre de la Orden Hospitalaria y un capitán genovés que había sido piloto de Colón. Ese marino, en una escala en Taproban (Ceilán), descubrió la fabulosa Ciudad del Sol. La idea de una ciudad solar no carece de antecedentes históricos. Pueden señalarse, como los más destacados, el reino prometido por Isaías (19,18), la utopía clásica de Yámbulo transmitida por Diodoro Sículo, y los relatos de Botero sobre los adoradores del Sol en Paraguay y Perú. Pero la idea que interesa destacar es la función metafórica del sol como símbolo de Dios y fuente de vida.
La ciudad comparte la isla con otros cuatro reinos, a diferencia de la aislada Utopía, y fue erigida sobre un escarpada colina rodeada de siete círculos de murallas inexpugnables, los cuales se consagran a los siete planetas entonces conocidos. En la cúspide se halla el magnífico templo circular dedicado al Sol, alma de la ciudad, que gobierna Hoh el Metafísico, mediador entre Dios y los hombres, dotado de vastísimos conocimientos en todas las ciencias, especialmente las especulativas y teológicas, con un gran carisma político, que sólo abandona el poder cuando aparece un sucesor más dotado. Le asiste un triunvirato, adaptación profana de la Trinidad, que forman Pon o Potencia, Sin o Sabiduría y Mor o amor. El primer Magistrado ostenta el mando militar y controla la temprana e igualitaria instrucción militar de los solares o solarianos, que únicamente acuden a la guerra por motivos similares a los utopianos. El segundo, Sabiduría, dirige los estudios, que tienen una finalidad lúdica y didáctica. El tercero, Harmonía, reina sobre el amor y la generación de la vida.
Los triunviros cuentan con la ayuda de otros magistrados que encarnan las virtudes de la templanza, la magnanimidad, la justicia y la actividad. Sus mandatos representativos, conferidos por la asamblea popular,son revocables, a diferencia de lo que sucede con los primeros. Poseen autoridad sacerdotal y reciben las confesiones de los ciudadanos, por lo que se enteran de los vicios más frecuentes en la sociedad que han de ser corregidos por el Estado.
Los solares llegaron a su isla desde la India huyendo de los mongoles y, para luchar contra la magia, la piratería y la tiranía, decidieron instituir una comunidad basada en principios filosóficos racionales. Por ello adoptaron la comunidad de bienes como medio de evitar los efectos disolventes de la propiedad privada. Aunque también Campanella aborda el análisis de los aspectos económicos, su crítica es menos incisiva que la de Moro  Como en este, el comunismo no está preordenado al beneficio de una minoría aristocrática, como en el ejemplo platónico, sino que se fundamenta en las enseñanzas de San Pablo. Como en las órdenes monacales, la comida y los dormitorios son comunes. Los solares visten un único traje distinto para cada estación, y gozan de excelente salud gracias a su dieta frugal, lo que les permite alcanzar los doscientos años. A ello coadyuva un estricto control físico y moral de la raza. El matrimonio, que se concierta con exclusivas miras eugenésicas, sólo puede contraerse por la mujer a los diecinueve años y por el hombre a los veintiuno. Como en Utopía, existe una exhibición previa de los cuerpos de los contrayentes pero no es privada, como allí, puesto que en la Ciudad del Sol los jóvenes se bañan desnudos y se ejercitan libremente en los gimnasios. Los contactos sexuales constituyen un auténtico ritual religioso: la fecha propicia es fijada de común acuerdo por el astrólogo y el médico. Hasta tal momento, ayunan y se dedican a la oración, contemplando estatuas de hombres célebres que puedan inspirar su tarea generativa.. La mujer estéril es puesta a disposición de la comunidad y privada de los honores que se reconocen a las matronas.
La pedagogía constituye uno de los capítulos fundamentales del sistema. Terminada la lactancia, los niños se entregan al Estado para recibir instrucción, sin distinción de sexo, en las armas y en todas las artes y oficios, sin escoger ninguno hasta finalizar su enciclopédica educación. La agricultura y el pastoreo son aplaudidos lo mismo que el arte náutico (¡poseen naves sin velas ni remos, máquinas voladoras y arados movidos por el viento! ) y se practica el culto a los grandes hombres, particularmente a los inventores .
El dinero se utiliza solo para costear la subsistencia de los legados en sus viajes de estudio al extranjero. Por lo demás, los intercambios se efectúan por medio de trueque.
En el plano político, los solares mayores de veinte años, de ambos sexos, participan en las asambleas populares que tienen lugar con la luna llena y nueva. También en este modelo las leyes son escasas, breves y claras, y en el ámbito penal se basan en la ley del Talión. No se instruyen procesos ni existe la cárcel salvo para los prisioneros de guerra, y tampoco hay verdugos, pues es el pueblo el que ajusticia a los condenados a muerte.
Inicialmente los solares creían en la doctrina brahmánica de la reencarnación del alma, pero en la Ciudad del Sol asumieron una "religio naturalis". Así, honran al universo en cuanto imagen viviente de Dios y aceptan la inmortalidad del alma, pese a carecer de criterios sobre el lugar en que se recibirá el premio y el castigo,- pensamiento no extraño para quien sufrió tan larga pena carcelaria-, y si éstos serán o no eternos.Sí reconocen, no obstante, dos principios metafísicos: el Ente, que es la plenitud de Dios, y la Nada o negatividad, de la que se extraen físicamente las cosas y es el origen del pecado y del desorden en el mundo. En cambio, la vinculación universal permite convertir el egoísta "amor sui", potenciado por la familia y que deforma la naturaleza primigenia de la Edad de Oro, en un amor a Dios universal. Este da lugar a una hermandad en la caridad, sustituyendo el derecho humano por el divino, bajo la égida del Metafísico, en una era de paz y felicidad para toda la humanidad en la que ya no habrá guerras.La ciencia fundamental en la Ciudad del Sol es, por ello, la astrología, ya que el zodiaco regula todas las circunstancias de la vida por obra de Dios, que aborrece el azar.
Sistema heliocéntrico de Copérnico en el que se basó Campanella
En la Ciudad del Sol se exacerba el principio de autoridad y la reglamentación de toda actividad humana, lo cual niega toda libertad para la familia y el amor. Sin embargo, Campanella no consideraba su proyecto como una mera utopía sino como un ideal posible y deseable al que intentó antes dar vida en su fallida insurrección. La Ciudad del Sol es una justificación racional del modelo político que proponía, y su forma narrativa actuaba como una tapadera para ocultar a las autoridades eclesiásticas los verdaderos contenidos de una doctrina que podía granjearle una condena segura por herejíaSin embargo en Monarchia Messiae (1.605) había sustituido tal gobierno filosófico por el teocrático, y la religión natural por el cristianismo. Como resalta Moisés González en su introducción a La Política , se han formulado tres explicaciones para tal cambio de criterio: la simulación para obtener de las autoridades eclesiásticas la liberación de su encarcelamiento; una sincera conversión a la ortodoxia; y una evolución de su pensamiento, señalando aquel autor, de conformidad con la tesis de Norberto Bobbio, que Campanella se limitó a aparentar una conversión, como antes se había fingido loco para escapar de la tortura que le fue infligida tras su detención, en las propias palabras de aquel, "no para huir de la justicia sino de la violencia".
Como indica Trousson, Campanella resulta, en muchos sentidos, desconcertante y complejo: asume del Renacimiento su fe en el conocimiento, como fuente de progreso susceptible de generar un modelo universalizable,-aunque, a diferencia de Sir Francis Bacon, su ideal no es el conocimiento científico sino otro absoluto, más cercano a la idea religiosa del saber -, pero su cristianismo platónico y su defensa de la superstición astrológica y cabalística lo enraízan todavía en la Edad Media.
El Nuevo Mundo, un territorio para imaginar nuevas posibilidades

Comentarios

  1. Estupenda y completa fuente informativa sobre el sueño utópico de Thomas Campanella y otros soñadores cuyo idealismo viajó más allá de toda posibilidad real e imaginaria.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias por tu comentario, Mili. Un placer tenerte por lectora.

      Eliminar

Publicar un comentario