MARCEL GRIAULE Y LA REVISIÓN POSMODERNA DE LOS MÉTODOS DE LA ANTROPOLOGÍA
En la entrada anterior repasábamos someramente la cultura dogón, prestando mayor atención a la distribución antropomórfica de su territorio, las aldeas y las casas ( http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/11/la-arquitectura-antropomorfica-de-los.html ). La información provenía de la obra de Marcel Griaule Dios de agua (1948), que nos ofrece un diseño perfectamente estructurado y en total consonancia con los mitos de la creación de los dogón, un pueblo de Mali, y con la numerología en base 8 asociada a los mismos. Pero ya apuntábamos al final del anterior texto que la obra de Griaule ha sido objeto de una intensa revisión crítica. En esta entrada intentaremos aunar la visión de los grandes logros de esta enorme figura para la Antropología francesa, lo que podemos llamar sus luces, con las sombras que arrojan sus métodos de trabajo sobre la validez de sus resultados. Al final del recorrido que os invito a realizar habremos seguido los mismos pasos que ha dado la historia de la Antropología en busca del valor científico de sus conclusiones. Espero que disfrutéis de ese viaje.
I.LAS
LUCES
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Griaule en su tienda |
En
Francia, la Etnología alcanzó el rango de disciplina universitaria
en la década de los años 20 gracias a los esfuerzos de importantes
antropólogos como Marcel Mauss y Paul Rivet, y del filósofo Lévy
-Bruhl. En aquellas fechas, los estudiosos de la Antropología no
realizaban trabajo de campo. Por el contrario, trabajaban sobre la
información que les proporcionaban viajeros, funcionarios coloniales
y misioneros. Marcel Mauss, comprendiendo la necesidad de trabajar
sobre datos de primera mano, animaba a sus estudiantes a realizar
trabajo de campo etnográfico. Si bien él no llegó a verificar en
la práctica los métodos de trabajo que les enseñaba, sí lo hizo
uno de sus más destacados discípulos, Marcel Griaule
(1898-1956). Durante la Primera Guerra Mundial ya demostró su
espíritu aventurero pilotando aviones en las Fuerzas Aéreas
francesas. Al finalizar la contienda decidió no continuar sus
estudios de Ingeniería cuando descubrió que su verdadera pasión
era la Antropología. Se especializó en lenguas orientales y, en 1928, viajó a Etiopía para recoger datos lingüísticos y
etnográficos. En la década de los años 30 tuvo la oportunidad de
dirigir grandes proyectos de investigación científica en África
para el Instituto de Etnología, y el éxito de estas empresas
cimentaría su fama internacional. Así, se encargó de la famosa
misión Dakar-Djibouti que, entre 1931 y 1933, cruzó África desde
Senegal hasta Etiopía.
Fue entonces cuando visitó por primera vez a los dogón de Mali, que tanta importancia tendrían en su carrera profesional. Después de esta expedición, Griaule organizó otras al Sahara- Sudán (1935), Sahara-Camerún (1936-37) y a Niger- Lago Iro (1938-39). Estas misiones marcaron un doble cambio de orientación en la etnología francesa. Por un lado, sentaron las bases para el moderno trabajo de campo antropológico mediante la puesta en práctica de técnicas y sistemas pioneros de investigación, como la fotografía aérea, los estudios topográficos, el trabajo en equipo, el enfoque interdisciplinar…Por otro, se fortaleció la orientación africanista de la Antropología francesa, provocando el nacimiento de la primera generación de etnólogos que trabajaron en el África subsahariana. Griaule también tuvo una aportación institucional muy destacada, al colaborar en la creación de la Societé des Africanistes y en la publicación de su revista.
La impresionante falla de Bandiagara |
Fue entonces cuando visitó por primera vez a los dogón de Mali, que tanta importancia tendrían en su carrera profesional. Después de esta expedición, Griaule organizó otras al Sahara- Sudán (1935), Sahara-Camerún (1936-37) y a Niger- Lago Iro (1938-39). Estas misiones marcaron un doble cambio de orientación en la etnología francesa. Por un lado, sentaron las bases para el moderno trabajo de campo antropológico mediante la puesta en práctica de técnicas y sistemas pioneros de investigación, como la fotografía aérea, los estudios topográficos, el trabajo en equipo, el enfoque interdisciplinar…Por otro, se fortaleció la orientación africanista de la Antropología francesa, provocando el nacimiento de la primera generación de etnólogos que trabajaron en el África subsahariana. Griaule también tuvo una aportación institucional muy destacada, al colaborar en la creación de la Societé des Africanistes y en la publicación de su revista.
Como
recuerda Eric Jolly, un estudioso de los dogón especializado en la
obra de Griaule, durante la misión Dakar-Djibouti el trabajo se
realizaba en el seno de un equipo multidisciplinar. Se trataba de
investigar objetos y datos etnográficos procedentes de diversas
sociedades situadas en una vasta región geográfica. Estos
ambiciosos proyectos tenían como finalidad proveer de artefactos a
los museos de antropología y recabar la información precisa para
investigaciones comparativas. Cuando Griaule volvió de su primera
expedición, trajo consigo una cantidad impresionante de material de
estudio: más de 3000 objetos, que pasaron al Museo de Etnografía de
Trocadero en París, 6000 fotografías, 1600 metros de película
filmada y 1500 cartas manuscritas con notas del trabajo de campo. Sin
embargo, desde el principio Griaule defendió su preferencia por el
estudio intensivo de sociedades africanas concretas frente al
análisis de áreas extensas. Ese es el motivo por el cual se
concentró en los dogón de Mali, país que entonces formaba parte
del Sudán francés. Desde la expedición de 1935, y a lo largo de 25
años, Griaule y sus colaboradores residieron regularmente en el área
dogón, desarrollando un extraordinario programa de investigación
tanto por su profundidad como por su duración. Gracias a la
perseverancia del trabajo de ese equipo, los dogón son uno de los
pueblos más estudiados y mejor conocidos de África.
Marcel
Griaule contribuyó igualmente a la profesionalización de la
etnografía francesa al dedicarse él mismo a la enseñanza de la
disciplina. En 1938 su tesis doctoral fundamentada en la investigación que hasta entonces había realizado entre los dogón. A
finales de la década de los 40, cuando la guerra y la ocupación
alemana del territorio francés forzaron la suspensión de los
trabajos de investigación en África, Griaule recibió el encargo de
impartir cursos en el Instituto de Etnología de la Universidad de
París. En 1941 pasó a desempeñar la primera cátedra de Etnología
en la Sorbona, cargo que ocupó hasta 1956. Desde las aulas difundió
sus métodos innovadores de observación y registro de la
información etnográfica. El contenido de esos cursos fue
compendiado en 1957 en el libro Methode
de l´ ethnographie.
Tanto
en este manual como en sus artículos previos, Griaule recomendaba
trabajar en equipos multidisciplinares, utilizando las técnicas
audiovisuales para observar y comprender los fenómenos culturales en
toda su complejidad. En su primera expedición había reunido a
etnólogos, lingüistas, musicólogos, arqueólogos, naturalistas y
técnicos. Él se encargó de utilizar de modo sistemático la
fotografía, la filmación y el registro de sonido. De hecho, Griaule
está considerado como el iniciador del cine etnográfico africano.
Su interés por el uso de imágenes de campo era tal que, en 1955,
llegó a utilizar un barco-laboratorio para transportar las
grabaciones y el equipo fotográfico por el río Níger desde el
Centro Nacional de Investigación Científica. Las películas y los
miles de fotografías que obtuvo de los dogón constituyen un
excepcional testimonio de la evolución de una sociedad africana
desde comienzos de los años 30. Su objetivo era captar la vida de
este pueblo en la totalidad de sus aspectos. El ámbito de su
investigación cubre los objetos materiales, religión, mitología,
la adivinación, los juegos infantiles... Todo era importante en su
visión holista.
Graneros dogón |
Junto
con sus múltiples responsabilidades institucionales en la
Universidad y sus trabajos de investigación, Griaule también fue un
prolífico escritor. Tras su viaje a Etiopía publicó tres libros de
contenido etnográfico, así como literatura de viajes dirigida al
gran público. No obstante, la parte más importante de su
bibliografía es la dedicada a los dogón. Dentro de su primera fase
de investigación destaca Máscaras
dogón,
libro que contiene un corpus de mitos, detalladas descripciones de
ritos funerarios, un completo inventario de las máscaras dogón y un
elaborado análisis de los lazos entre mitos, ritos, danzas y
pinturas dentro de la sociedad secreta de las máscaras.
En
cualquier caso, el punto de inflexión en la carrera de Griaule se
sitúa en 1946 cuando, durante 33 jornadas, entrevistó a un viejo
cazador ciego, Ogotemmeli, quien supuestamente le reveló los
misterios de la compleja cosmogonía de los dogón. Sus
conversaciones fueron publicadas en Dios
de agua
(1948), un auténtico best seller antropológico. El libro está
escrito de forma amena, combinando la entrevista y la etnografía.
Griaule experimentó con un nuevo estilo de escritura antropológica
accesible al público no especializado y que trataba de respetar la
voz del informante a la hora de transmitir la riqueza y complejidad
de la mitología y religión de los dogón.
Tras las
revelaciones de Ogotemmeli, Griaule intentó profundizar aún más en
el conocimiento del simbolismo dogón pero, lamentablemente, su
muerte en 1956 dejó inacabado ese trabajo. Su colaboradora Germaine
Dieterlen publicó, bajo el nombre de ambos, el primer volumen de El
zorro pálido
(1965), un erudito y monumental análisis de la cosmogonía dogón.
II.LAS
SOMBRAS
La
importancia histórica del trabajo de Griaule debe medirse por la
abundancia de análisis críticos y exégesis que su trabajo ha
despertado. Particularmente desde los años 60 su obra ha sido objeto
de un desmitificador examen por parte de una nueva generación de
antropólogos. A continuación abordaremos la polémica suscitada por
Walter van Beek en Dogon
Restudied (1991),
un excelente ejemplo de la crítica posmoderna a los métodos y
conclusiones de la antropología clásica y que apunta a un tema
esencial, el estatuto científico de la disciplina.
Van
Beek se planteaba si los textos publicados por Griaule presentan una
interpretación de la sociedad dogón reconocible tanto por los
investigadores que han trabajado posteriormente con este pueblo como
por los propios sujetos de estudio. Para él, los dogón que describe
Griaule constituyen una anomalía en la etnografía africana, no sólo
respecto a otras culturas de la zona, con las que no comparten
rasgos, sino incluso internamente, vistas las contradicciones entre
lo publicado por Griaule hasta 1947 respecto a Dios
de agua,
y de este texto en relación a El
zorro pálido. De
acuerdo con el autor, todos esos textos son
inconsistentes entre sí.
Ritual adivinatorio basado en las huellas sobre la arena del zorro pálido |
Para
Van Beek la descripción de cualquier cultura debe ser reconocible
por los distintos investigadores y partícipes de la misma, en la medida que sea un constructo intersubjetivamente válido. Las formas culturales
cambian a lo largo del tiempo pero retienen ciertos rasgos durante
su proceso de transformación. Lo mismo que los Trobriand estudiados
por Malinowski resultan todavía reconocibles, también los dogón de
Griaule deberían serlo. Ambas descripciones datan de fechas cercanas
a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en este caso concurre una
complicación adicional: Griaule enfatizó que la información que
publicaba era secreta, sólo conocida por unos pocos iniciados. No se
trataba solo de que los detalles de los ritos de iniciación y otros
no fueran accesibles a extraños sino que sus misterios culturales
permanecían escondidos para la mayoría de la población dogón,
posibilidad que no confirman las investigaciones llevadas a cabo por
Van Beek. Este realizó trabajo de campo sobre el tema de la ecología
humana en el Sahel dentro de un grupo multidisciplinar. Su parte en
la investigación se refería a la relación entre religión y
estrategias de supervivencia entre los dogón. Para ello tuvo que
reevaluar el trabajo de Griaule como punto de partida y acabó
descubriendo que la cultura de este pueblo no era
tan coherente e integrada como pretendía Griaule. Las demoledoras
conclusiones de Van Beek son las siguientes:
- los dogón carecen de un mito de la creación propiamente dicho. Ni la versión de Dios de agua ni la de El zorro pálido resultan conocidas por sus informantes. La astronomía tiene poca importancia en su religión y no saben nada de la doble estrella de Sirio que tanto revuelo ha causado entre los ufólogos.
- el mundo sobrenatural de los dogón es más diverso y mucho más ambivalente que el representado en esos libros. El papel que juegan los ancestros en la religión dogón es limitado y no los identifican con los otros espíritus sobrenaturales. El espíritu del agua Nommo no es una figura central en el pensamiento dogón y no tiene las características de un creador o redentor.
- el simbolismo en la religión dogón es restringido y fragmentario, encarnado en ideas y objetos a veces bastante diferentes de los que menciona Griaule en sus escritos. Según Van Beek, el simbolismo corporal no es la base del diseño de las casas, los campos y las aldeas. La cosmología tampoco es la base de ninguna institución cultural de los dogón. El simbolismo numérico está presente en una forma muy limitada, principalmente para los rituales médico-mágicos
- la sociedad dogón no está dominada por la religión. De hecho, la vida social de este pueblo es ajena a las preocupaciones religiosas. Los gemelos tienen una importancia ritual limitada y no son centrales en el pensamiento dogón. Los herreros no actúan como héroes culturales, como tampoco los griots ni los curtidores.Los informantes de Van Beek desconocían las historias que contó Ogotemmeli o las que se relatan en El zorro pálido, en lo que se refiere a la creación, el huevo del mundo, el relato de Sirio, el granero original y otros muchos detalles. Al disolverse el mito de la creación, la total estructura de explicación y correlaciones entre los dos textos de Griaule pierde su sentido.
La
cuestión esencial para resolver este enigma es, para Van Beek,
analizar cómo se elaboraron las historias publicadas por Griaule.
Para ello, el autor parte de la idea de que todo relato antropológico
es, en sí mismo, una narración, un cuento sobre otros cuentos
construido por el antropólogo y sus colaboradores, producto de una
interacción bicultural. La búsqueda de los orígenes del relato de
Griaule la orienta Van Beek en dos direcciones: la situación de
campo de su investigación entre los dogón y la procedencia de los
elementos discutidos que aparecen en los textos.
El
trabajo de campo
Las
condiciones en que se desarrolló la investigación de Griaule han
sido analizadas de forma crítica por múltiples estudiosos. En primer
lugar Van Beek resalta que el antropólogo francés abordó su
investigación lastrado por múltiples preconcepciones. En su obra,
la cultura dogón aparece orientada abiertamente hacia la armonía. A
pesar de sus debates apasionados, al final los nativos siempre alcanzan un consenso. Sin embargo, lo cierto es que la estructura social de este
pueblo es jerárquica, basada en una gerontocracia. La opinión de
los ancianos no puede discutirse. Este doble aspecto de consenso y
respeto a la ancianidad restringe el número de conflictos y la
información que llega a los inferiores, por lo que la armonía no es
el resultado de un proceso de diálogo sino de la configuración de
las jerarquías de poder. Se ha dicho que, tras la contienda mundial,
Griaule tenía un deseo ferviente de paz y estabilidad social, de ahí
su interés en resaltar este aspecto en la cultura dogón y de que se
equivocara en asociarlo al triunfo de una supuesta democracia tribal.
Toguna o Casa de la Palabra, con su techo bajo que obliga a estar sentados para evitar las discusiones |
Como
antropólogo de museo, Griaule se orientaba al estudio de la cultura
material, aunque el asunto que realmente le fascinaba era la
religión. Uno de los objetivos desde sus primeras obras fue mostrar
cómo las culturas africanas, al contrario que las europeas actuales,
encarnaban los principios de una filosofía de nivel igual al
existente en India o en la Grecia clásica. Para Griaule, la
estructura conceptual en la base de la cosmogonía dogón revela una
coherencia interna, una secreta sabiduría y la aprehensión de
realidades últimas de una altura comparable a la mejor tradición del pensamiento europeo.
Griaule
tenía otras muchas preconcepciones que pudieron producir importantes
sesgos en su interpretación. Una de ellas era la supuesta validez
intercultural de la noción de mana, tan importante para
Mauss. En la visión de Griaule, los secretos culturales no podían
en modo alguno revelarse directamente al observador sino que este
debía superar las defensas culturales que los protegían. Una
consecuencia de semejante planteamiento es que Griaule describía el
trabajo de campo con el símil de una operación militar. Su fin
explícito sería penetrar las defensas culturales de un pueblo,
forzando la revelación de los misterios y los códigos secretos del
adversario. Como en cualquier asalto, el trabajo de campo habría de
ser total, implicando a muchos sujetos en el ataque cultural. Dios
de agua resulta bastante revelador a este respecto: en sus
capítulos iniciales describe el trabajo de campo como la actividad
que se desarrolla en un campamento militar, donde varios subalternos
atacan al enemigo cada uno con las tácticas apropiadas.
Relacionado
con ese diseño del trabajo de campo y con sus presupuestos ideológicos
subyacentes, se encuentra el hecho de que, en aquellos días, Griaule
formaba parte inevitable de la presencia colonial francesa en África.
Por ello, el hombre blanco, como aludía a sí mismo en Dios de
agua, aparecía ante los nativos rodeado de todo su poder y
prestigio social, colocándose en una posición elevada a los ojos de
los dogón. En contraste con otros antropólogos coloniales, Griaule
en modo alguno intentó rebajar esa brecha sino que trató de
capitalizarla en su beneficio para obtener más fácilmente máscaras
y otros objetos en nombre de la misión civilizadora del hombre
occidental. Su posición de poder se vio reforzada por su imponente
personalidad, dotada de firmes convicciones y claras preferencias.
Todavía se recuerda por los informantes su impaciencia: siempre
tenía prisa. Aunque no resulten ciertas algunas historias que
afirman que golpeó a un informante, para Van Beek esos rumores son
indicativos de que los nativos lo veían como un personaje
autoritario, con un carácter dominante, en una situación de poder
indisputado, que expresaba claramente su interés por un tipo
específico de información y que usaba medios peculiares para
conseguirla.
El
trabajo de campo de Griaule se caracterizó por una larga serie de
cortos viajes de campo, con una duración máxima de tres meses,
recurriendo a un número limitado de informantes. Básicamente
descansaba en un informante principal, con el hándicap adicional de
que tenía un conocimiento deficiente de la lengua dogón. Los
informantes usualmente recibían una remuneración y, por lo tanto,
de esa estrecha asociación con el hombre blanco obtenían no solo
una mejora de su consideración social sino también sustanciales
ingresos. Por otro lado, el equipo de investigación multidisciplinar
operaba desde un lugar cercano al hotel turístico de Sanga, que
anteriormente había sido la casa de descanso del gobernador. Esta ubicación
fuera del perímetro de la aldea no favorecía la observación
participante. Por tanto, la participación no era el modelo para el
trabajo de campo de Griaule. Por el contrario, su estilo era
confrontacional, como se evidencia en Dios
de agua
y en su manual de trabajo de campo de 1957. Esto probablemente se
acompasaba bien con su personalidad y con la situación colonial.
También era parte integrante de su definición del contacto
cultural: un ejecución teatral mutua, con inevitables maniobras de
cada parte detrás del escenario y con las respectivas agendas ocultas.
De la investigación realizada por James Clifford resulta que los africanos consideraban a Griaule como una figura poco menos que
sobrehumana, capaz de adivinar los pensamientos escondidos y los
motivos de las gentes y, en particular, todo lo relacionado con las
cavernas, y las máscaras y estatuas escondidas en ellas. Como si
fuera un chamán, atravesaba las montañas hasta dar con el lugar
donde estaban ocultos esos objetos sagrados. Para Van Beek, ese
estilo de trabajo confrontacional daba como resultado una
aproximación cultural más étic que emic. Griaule no escuchaba sino que
formulaba cuestiones a sus informantes y esperaba que le
proporcionaran las respuestas apetecidas de manera inmediata. Ello no
quiere decir que los informantes dogón mintieran a Griaule a
propósito sino que se ajustaron a lo que el hombre blanco esperaba
de ellos. De hecho, él mismo asumía que los informantes mienten
habitualmente y que, por ello, el investigador ha de romper su
resistencia.
La
información que Griaule recogió en Dios
de agua
y El
zorro pálido
provenía de unos pocos informantes, con los que trabajó
intensivamente durante un largo período. Ogotemmeli fue una
excepción. Griaule trató con él durante tres temporadas
consecutivas antes de la Guerra, mucho antes de que las famosas
conversaciones tuvieran lugar. Por tanto, en la opinión de Van Beek,
Ogotemmeli sabía muy bien lo que Griaule deseaba escuchar. La
Segunda Guerra Mundial impuso un hiato de seis años a los
investigadores que pudo haber elevado la tensión social cuando, a su
término, estos retornaron en busca de nuevas informaciones. El
resultado de la investigación de Griaule no es una cultura netamente
dogón ni cristiana, sino una curiosa mezcla de las dos, con una impronta
europea sobre la cultura africana. Pero Van Beek admite que no se
trataba de un fraude, porque los intervinientes creían de buena fe
en la verdad de lo que estaban investigando.
El
papel de los intérpretes resultó crucial en este proceso. Para Van
Beek es poco probable que Griaule, siempre dominado por sus fuertes
convicciones, se abstuviera de plasmar sus propias interpretaciones
en Dios de agua. Tras su muerte en 1956, Germaine Dieterlen
intentó continuar su investigación pero le fue imposible encontrar
a ningún nativo que conociese el mito de la creación. Merece la pena
destacar que en en su último libro, Dieterlen volvió al modelo de
etnografía dogón anterior a Ogotemmeli.
El
mito como bricolaje
Los
mitos dogón que aparecen en los dos libros no pertenecen a su
tradición cultural, ni siquiera aceptando que hubieran podido nacer de la
interacción entre las dos partes implicadas en la investigación.
Como afirma Van Beek, los mitos en todas las partes del mundo son
historias que se cuentan a una audiencia. Pero Dios de agua es
un diálogo, un intercambio, no una historia mítica de la creación.
De modo similar, El zorro pálido tampoco refleja un mito. De
hecho, consiste en un comentario etnográfico sobre signos, símbolos
y dibujos. Ambos libros proceden de un intercambio bilateral. En
su conjunto, El zorro pálido contiene más elementos extraños
a los dogón que Dios de agua. Algunos elementos son
claramente tradicionales, como los nidos de hormigas, los gemelos
como una categoría especial, el número ocho, los números tres y
cuatro como símbolos de hombre y mujer respectivamente… Más
ampliamente, la preocupación por la sexualidad y la fascinación por
los objetos son aspectos genuinamente dogón . Aunque la brecha
existente entre ambos libros es bastante amplia, su método de
razonamiento es sustancialmente el mismo. En las dos obras los
gemelos son objeto de una atención central, existe un elaborado
sistema numerológico... Pero los dogón son expertos contadores de
historias. Conocen cientos de ellas, como la de los gemelos de los
que nació el arco iris, el árbol milagroso y otras muchas. Una de
las diferencias entre ambos libros es la historia de Sirio, que solo
aparece en El zorro pálido. Las
fuentes de esta obra no
son africanas sino que se trata de conceptos que tienen sus
raíces en la Biblia, como la creación ab nihilo, la palabra
creadora, la crucifixión de Nommo y su sacrificio redentor o las ocho
personas salvadas en el arca como principio de la humanidad. Es
forzoso concluir con Van Beek que resulta sorprendente que ni Griaule
ni Dieterlen, ambos protestantes y versados en los Evangelios, no se
percataran de los orígenes bíblicos de estos cuentos. Probablemente
la vía por la cual penetraron estas historias en la cosmogonía
dogón fue el islam, muy influyente durante siglos en el entorno de
los acantilados de Bandiagara. Los dogón también tuvieron contacto
con los misioneros cristianos desde principios de 1930, lo mismo que
con antropólogos. La influencia del propio Griaule en esa
representación mixtificada de la mitología dogón tampoco puede ser descartada,
tanto en la producción de los datos como en su interpretación.
En
resumen, la etnografía dogón elaborada por Griaule después de la
Segunda Guerra Mundial es, para Van Beek, el producto de una compleja
interacción entre un investigador con fuertes convicciones
personales, un contexto colonial, un “creativo” cuerpo de
informantes y una cultura con una fuerte tendencia a incorporar
elementos extranjeros. En la evaluación crítica que lleva a cabo
Van Beek de la obra de Griaule, diferencia cuatro periodos
etnográficos: pre Ogotemmeli, Dios de agua, El zorro
pálido, y la etapa post-Griaule. El primer periodo se
caracteriza por una descripción válida, el segundo y el tercero por
la “creación” de una cultura, y el cuarto por el regreso a la
descripción ajustada a la realidad etnográfica de los dogón.
La
cuestión final es hasta qué punto Griaule ignoraba que se estaba produciendo todo ese
conjunto de problemas. Para Van Beek resulta difícil entender cómo
alguien que alertaba de forma tan persuasiva contra la inventiva de
los informantes pudo permanecer ajeno a lo que estaba sucediendo con
los suyos. Es posible creer, a partir de los propios escritos de
Griaule, que prefería que lo valorasen como un escritor de ingenio
antes que como un científico aburrido. Después de todo, escogió el
formato de Dios de agua, que es bastante distinto del usual en
etnografía, adoptando una forma literaria con la que ya había
obtenido cierto éxito en el mercado editorial. Por otra parte, el suyo era un proyecto dirigido a la defensa
de África ante los ojos de los europeos, pagados de su superioridad.
Su finalidad primaria nunca fue entender el comportamiento dogón
sino probar su tesis acerca del elevado nivel cultural del pensamiento
africano. Aunque Dios de agua y El zorro pálido
no puedan ser considerados como documentos válidos sobre la cultura dogón, para Van Beek sí
son destacables como “documentos humanos”, como
tributos a la fuerte convicción de un europeo y a la ingeniosa creatividad
de un pueblo africano.
El
artículo de Van Beek Dogon Restudied vio la luz en abril de
1991 en la revista Current Anthropology. Este sistema
permitía la publicación simultánea del artículo y de los
comentarios efectuados por otros antropólogos, que es muy
interesante contrastar con los análisis previos de Jolly y Van Beek
para contemplar el debate en toda su variedad de opiniones. Entre
quienes se oponían a la crítica de Van Beek, Bedaux manifestó
que este había intentado hacer lo mismo que Freeman cuando atacó
los estudios clásicos de Margaret Mead. El autor se plantea hasta
qué punto el trabajo de Van Beek ignora los cambios producidos en la
sociedad dogón como resultado de una intensa aculturación y quizás
los sesgos en la elección de sus informantes. Bedaux entiende que el
artículo de Van Beek no es científico porque no proporciona
información fáctica para evaluar sus propias aseveraciones.
En
el mismo sentido, Peter Ian Crawford también evoca la
controversia Mead- Freeman, destacando que estos debates tienen lugar
en el contexto de una crítica a la concepción positivista de la
verdad, una noción occidental. Van Beek realiza un acercamiento
típicamente posmoderno pero no aporta su propio análisis para
desarmar el trabajo de Griaule, que registró su trabajo en películas
de 35 mm ya desde 1938, uno de los logros más destacables en
antropología visual y que abonan la objetividad de sus resultados.
La cuestión fundamental para Crawford es que, en las ciencias
sociales, siempre produce distorsión la presencia de la persona que
formula las preguntas.
Mary
Douglas examina la acusación de Van Beek de que Griaule inventó
una extraordinaria mitología que tendría más en común con la
antigua Grecia que con la civilización africana. Las desviaciones de
los estrictos estándares de trabajo de campo por parte del equipo
del antropólogo francés siempre se han explicado por su deseo
apasionado de restablecer el valor, ante la opinión europea, de la
civilización africana, dotada de un sistema filosófico tan rico
poéticamente como complejo y equiparable al de los clásicos. El cargo de Van Beek contra Griaule consiste básicamente en que era demasiado creativo.
Por otro lado, para Douglas resulta totalmente ingenuo suponer que
Griaule, con toda su experiencia profesional, era un crédulo
antropólogo de salón incapaz de reconocer las tergiversaciones de
su informante. Para ella, se trataría de un intento de obtener
popularidad a expensas de un conocido autor, como las críticas a
Margaret Mead y Carlos Castaneda. Al parecer, la metodología de
trabajo de Van Beek consistió en leer largos trozos de la obra de
Griaule sobre mitología ante una audiencia dogón y, por sus
respuestas, concluyó que no conocían el mito de la creación, la
figura de Nommo o el zorro. También parece desconocer que en el
conocimiento gnóstico entre los miembros de círculos restringidos
es habitual en muchas partes de África, y es plausible que así
sucediera en el caso de los dogón. También rechaza que el
microcosmo casa-cuerpo no se encuentre en ningún otro el lugar de
Africa.
Entre los autores que abonan las conclusiones de Van Beek, Suzanne
Preston Blier considera que etnografía y collage tienen mucho en
común. Ambos están constituidos de fragmentos o piezas de un
conjunto que, cuando se juntan, muestran variadas afinidades con el
original. Varios factores de la vida de Griaule tienen incidencia en
sus métodos de campo y en sus orientaciones literarias. Para esta
autora, un tema importante en Griaule es su idealización de los
exploradores. Él se comparaba con Alejandro Magno cuando realizó su
grandiosa misión Dakar-Djibouti, por la cual recibió la Legión de
Honor. Su libro Les flambeurs d ´hommes, una fantasía sobre
su viaje a Etiopía, pudo haber servido de modelo a Dios de agua.
Es similar en estilo y sintaxis, incluida la característica tercera
persona para hablar de sí mismo, como “el europeo” o “el
hombre blanco”. Una segunda cuestión importante para Blier fue la
incidencia que tuvo la Segunda Guerra Mundial en la vida de Griaule.
No está clara la relación del antropólogo con el gobierno de Vichy
pero, en cualquier caso, en la época postbélica Griaule desarrolló
una actitud casi obsesiva hacia la racionalidad, el orden, la
intelectualización y los valores pacifistas. Lo que importa destacar
para la autora es que Griaule veía a los dogón como un ideal de
civilización basado en la democracia, la paz y el orden.
Por
su parte, Jacky Bouju, con una experiencia de 11 años de
trabajo de campo entre los dogón, resalta que el análisis de Van
Beek coincide exactamente con sus propias conclusiones. Para esta
autora también existen tres periodos en el trabajo de Griaule. El
primero, su trabajo anterior a 1948, se caracteriza por una
etnografía descriptiva que todavía permanece válida hoy. En
segundo lugar, Dios de agua. Y el tercer período, El zorro
pálido, que es extraño, indefinido e inverificable en el campo.
Entre los rasgos culturales más importantes identificados en la cultura dogón se encuentra el deseo de armonía
colectiva y consenso, que no se aprecian con la observación
participante. Se trata de un valor social fundamental directamente relacionado
con el secreto y la vergüenza. Competición y rivalidad se
consideran una amenaza a la ideología de consenso y son objeto de
reprobación. De hecho, sólo pueden manifestarse en ciertas
ocasiones, como las danzas festivas o de máscaras.
Paul
Lane
destaca que el trabajo de Van Beek suscita un buen número de asuntos
de relevancia para la historia de la Antropología y para la práctica
antropológica. Los modelos sociales expuestos en Dios
de agua
y en El
zorro pálido
han condicionado mucho de lo que se ha escrito posteriormente sobre
los dogón. Para este autor no constituyen una sorpresa las quejas de Van
Beek. Él mismo investigó en la región de Sanga a principios de los
80 y encontró pocas pruebas del universo simbólico descrito por
Griaule, el uso de del sistema numérico para categorizar objetos, y
que el simbolismo corporal era menos relevante en el diseño espacial
de las casas, sus componentes y las aldeas. En su opinión, no
resulta claro si el tipo de bricolaje que describe Van Beek surgió
de la específica situación en que se encontraban los informantes de
Griaule o si se trata de un problema más amplio. Sería necesario reexaminar las
relaciones de poder implicadas en la producción de las
interpretaciones en conflicto. Por otra parte, las mujeres dogón utilizan los
elementos de la cultura material y la organización del espacio del
hogar para construir sus identidades individuales, que contrastan con
la imagen de uniformidad que de las mismas se proyecta en la arena
pública, bajo el control masculino.
Claude
Meillassoux
advierte cómo el artículo de Van Beek plantea un serio problema en
la antropología francesa: si esta es capaz de realizar un ejercicio de
autocrítica. Para él, la investigación de Griaule y su escuela
desde Dios
de agua se
fundamentó
en un trabajo de campo que no cumplía todos los requerimientos que
él mismo había formulado en su Método
de Etnografía.
Meillassoux trabajó en Mali, donde pudo estudiar al pueblo soninke.
Allí comprobó que el grupo de investigación parecía más bien una
escuela de iniciación, con sus ritos de paso, que un laboratorio donde estudiar. Aprendió
que el acceso a la mitología nativa o al conocimiento religioso sólo
podía obtenerse recibiendo asiduamente las enseñanzas de los
maestros locales, poseedores de un conocimiento secreto que sólo
divulgan, con gran reluctancia, a aquellos que están ansiosos por conocer esa verdad. Lejos de efectuar transcripciones literales en
lengua nativa de sus palabras, el grupo de Griaule combinaba la
traducción de breves citas con paráfrasis, interpretaciones y
comentarios no acompañados por el aparato crítico que permitiría
la comprensión de las circunstancias en que fueron recogidos.
Tratándose de la expresión de creencias, narraciones míticas o
descripciones de ritos, más que de su explicación, es
imprescindible tal cuerpo de datos y la máxima fidelidad posible en
su recopilación. En su defecto, es prácticamente imposible
distinguir entre lo que surge desde los informantes y lo que procede
del antropólogo. En cualquier caso, la coherencia está con
frecuencia ausente en las descripciones cosmogónicas.
En
la réplica de Van Beek apunta a lo delicado que resulta atacar la
reputación establecida de un importante antropólogo.También
considera interesante el análisis biográfico para establecer cómo
los eventos significativos en las vidas de los etnógrafos pueden
explicar los cambios de orientación en su trabajo. Resume así las tres grandes influencias en Griaule: se veía a sí mismo como un explorador, la
visión de la cultura estudiada como un bastión y el uso de la fotografía
aérea, con la Segunda
Guerra Mundial como punto de inflexión en su obra. Relacionado con
su crítica, considera importante destacar la tendencia hacia
escuelas personalistas y las jerarquías inherentes al sistema
académico francés, que deberían ser objeto de estudio.
Fuentes
consultadas:
-Jolly, Eric: The
Dogon Mystery.Web.28-5-2015
-Van Beek, Walter
E. A.: Dogon Restudied: A Field Evaluation of the Work of Marcel
Griaule. Current Anthropology. Vol.32. N.2. Abril 1991. Web.
28-5-2015
Mi amigo Jose Ignacio, historiador y con un instinto de tigre por la yugular, sabe comprender muy bien las entretelas de las relaciones interculturales, así que no es extraño que haya hecho este comentario tan sagaz para aportar luz al debate Griaule -Van Beek. Estoy segura de que, como a mí, su comparación os parecerá de lo más persuasiva:
ResponderEliminar"Tu artículo de antropología presenta una muy interesante cuestión relativa no sólo a los métodos de la antropología sino a la dificultad intrínseca de llegar a conocer los fundamentos de una cultura ajena a la propia. De este modo, la polémica entre Marcel Griaule y van Beek sobre la cultura dogón es difícil de juzgar. Ambos presentan deficiencias en el método empleado. La crítica de van Beek parece correcta en cuanto a las excesivas pretensiones de Griaule de convertir a los dogón poco menos que en los griegos de África. La numerología, la estrella Sirio, algunos relatos sobre la creación, etc. parecen fruto bien de la exageración o de diversas aculturaciones. En cambio, el método de van Beek de limitarse a preguntar a algunos miembros de la tribu por su conocimiento a cerca de ciertos mitos o relatos parece muy débil. Desde siempre, la élite cultural ha elaborado un relato mitológico que ha calado con muy diverso resultado en el pueblo llano. Piénsese en los jóvenes de nuestros días. Incluso chicos creyentes y practicantes de nivel académico medio o superior tienen un desconocimiento casi total del relato bíblico y evangélico. Si hicieramos la prueba de preguntarles por cosas tan conocidas como la Anunciación, la tentación en el desierto, Pentecostés, y no digamos el sacrificio de Isaac, el cautiverio de Babilonia, etc. también podríamos llegar a la conclusión de que ha sido un invento del investigador ajeno a la cultura cristiana. Y, por supuesto, siempre está la barrera de la perspectiva emic. Es muy difícil penetrar en las creencias, las vivencias y el sentimiento profundo de las personas pertenecientes a otra cultura. A lo largo de la historia, la mayoría de los pueblos han creído en los dioses y en la presencia divina. Nuestra generación, por el contrario, es profundamente materialista y descreida, incluso los que afirman ser creyentes. Desde finales de la Edad Media cuando se produjo la reforma protestante y el hecho religioso se redujo a la conciencia individual, la presencia divina fue esfumándose de la vida social. No hay más que ver las iglesias construidas desde el renacimiento para acá, hay en ellas un vacío espiritual tan aplastante que ni siquierea la legión de santitos y angelotes barrocos consiguen disimular. Que un investigador pueda comprender las creencias religiosas de una cultura distinta me parece casi imposible: ¿como puede la razón aprehender algo que está más allá del puro entendimiento?"
En esta entrada presentas una muy bien articulada y lógicamente consistente "reconstrucción" del método antropológico y el horizonte de alcanzar a "comprender" culturas diferentes a aquellas en las que el antropólogo ha sido adiestrado para enfrentarse a los otros. El problema de fondo, me parece a mi, es siempre enfrentarnos a otras formas de organización humana como si fuéramos entomólogos acercándose a las mariposas; esto es: para imponerles nuestras categorías de comprensión y estudiarlos como si fueran una realidad inmutable, sometida a unas leyes que no cambian y que, además,se ajustan a nuestra racionalidad. Por ello se intenta contrarrestar con la observación participante, el uso de informantes y el estudio de la cultura material. Pero la contaminación es inevitable, igual que la investigación empírica en las ciencias naturales, apoyada por unos instrumentos que "deforman" aquello a lo que denominamos "realidad", "objetos" o cualquier otro término de esta familia semántica.
ResponderEliminarPartiendo de este presupuesto, la aportación de las revisiones "deconstructivas" o postmodernas nos llevan a cuestionarnos estas grandes narrativas,de la Antropología o de cualquier otra ciencia humana, invirtiendo los presupuestos sobre los que se sustenta, que arroja una vía de investigación bastante fructífera, ya que al hacer saltar la estructura inicial los elementos pueden ser nuevamente reordenados, y así vigorizan nuevos estudios y enfoques que, a la postre, contribuyen a que no se pierda el interés por el objeto de estudio.Como método de trabajo me parece bastante interesante, así como esa crítica a la "autoridad" en la materia. Y ello porque siempre deja la duda de si Griaule nos "engañó" un poco, o él mismo se "engañaba" al encontrar precisamente lo que buscaba, al modo que Kant afirmaba que no teníamos que maravillarnos de encontrar orden y racionalidad en el mundo natural cuando nos acercábamos a conocerlo de forma científica, ya que somos nosotros quienes le aportamos los elementos a priori que son los que precisamente nos permiten conocerlo.
Una entrada muy fructífera en cuanto a vías de estudio e interpretaciones. ¡Enhorabuena!
Hola Encarna, muchas gracias por compartir esta publicación. Yo la he leído hoy así que no sé si llegará usted a ver mi comentario. El tema que quisiera agregar es que Marcel Griaule no se hizo "famoso" por su obra sino porque en el año 1975 un masón llamado Robert Temple publicó un libro "El misterio de Sirio". Como para no llamar la atención, lo digo irónicamente, su editor agregó en la tapa del libro "Evidencias científicas de contactos con extraterrestres hace 5000 años". Por ese mismo motivo, en su momento yo no leí el libro por carecer de seriedad, sin embargo este libro de Temple fue la puerta para que luego investigadores brillantes como Laird Scranton y Shannon Dorey publicaran obras espectaculares acerca de la "ciencia" de los Dogón y otras cuestiones. El trabajo de Marcel Griaule es admirable. Tan solo leer el libro "Máscaras de los Dogón" uno puede aprender de un arte antiguo acerca de la danza y el concepto del sistema del mundo. Si Griaule optó por una narrativa más "ficcionada" en "Dios de Agua" fue su manera de tratar de acercar a la gente algo muy complejo que él y Germaine Dieterlen habían llegado a conocer. Por otro lado, el gran "crítico" de Griaule, el prof Van Beek, desde su viaje inicial a Malí se predispuso de manera negativa contra Griaule, olvidándose que Marcel no quiso hacerse famoso por la interpretación que, de su obra, o parte de ella, había hecho un masón estadounidense. Finalmente, para no ser muy extenso, luego de haber leído toda la obra de Griaule y de todo se equipo y luego de haber filmado muchas películas en África, películas de ficción en aldeas con gente común que no eran actores en roles de extras, pero que eran los habitantes de diversas etnias como los bambara, dogón, tuaregs, damara, tchokwe, en 9 países africanos, le puedo asegurar que perfectamente Marcel puede haber sido un no africano elegido para recibir la información secreta de unos sabios del pueblo Dogón. Marcel no sólo hizo muchos viajes sino que los ayudó a los dogones a realizar obras para el drenaje del agua en las aldeas. Lo quisieron tanto que, enterados de su muerte en 1956, como Marcel guardaba allí parte de su ropa al considerar al "País Dogón" como su hogar, hicieron un muñeco con la ropa y realizaron la ceremonia del Dama considerándolo un ciudadano dogón. Eso no lo logró ni el Sr Van Beek ni nadie más y esto está documentado. Ahora bien, no le carguemos a M. Griaule la interpretación que hizo Robert Temple y la escalada de aluciandos ufólogos que "invadieron" las aldeas de los dogones en Malí buscando tales evidencias de contactos con aliens. La obra de Griaule, para mí, es ejemplar, admirable y única. Saludos. Pablo César - director de cine, argentino.
ResponderEliminarUna magnífica contribución, Pablo César. Me siento sumamente agradecida e ilustrada con tus grandísimos conocimientos sobre Marcel Griaule.
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