MARCEL GRIAULE Y LA REVISIÓN POSMODERNA DE LOS MÉTODOS DE LA ANTROPOLOGÍA

En la entrada anterior repasábamos someramente la cultura dogón, prestando mayor atención a la distribución antropomórfica de su territorio, las aldeas y las casas ( http://anthropotopia.blogspot.com.es/2015/11/la-arquitectura-antropomorfica-de-los.html ). La información provenía de la obra de Marcel Griaule Dios de agua (1948), que nos ofrece un diseño perfectamente estructurado y en total consonancia con los mitos de la creación de los dogón, un pueblo de Mali, y con la numerología en base 8 asociada a los mismos. Pero ya apuntábamos al final del anterior texto que la obra de Griaule ha sido objeto de una intensa revisión crítica. En esta entrada intentaremos aunar la visión de los grandes logros de esta enorme figura para la Antropología francesa, lo que podemos llamar sus luces, con las sombras que arrojan sus métodos de trabajo sobre la validez de sus resultados. Al final del recorrido que os invito a realizar habremos seguido los mismos pasos que ha dado la historia de la Antropología en busca del valor científico de sus conclusiones. Espero que disfrutéis de ese viaje.


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Griaule en su tienda
I.LAS LUCES
En Francia, la Etnología alcanzó el rango de disciplina universitaria en la década de los años 20 gracias a los esfuerzos de importantes antropólogos como Marcel Mauss y Paul Rivet, y del filósofo Lévy -Bruhl. En aquellas fechas, los estudiosos de la Antropología no realizaban trabajo de campo. Por el contrario, trabajaban sobre la información que les proporcionaban viajeros, funcionarios coloniales y misioneros. Marcel Mauss, comprendiendo la necesidad de trabajar sobre datos de primera mano, animaba a sus estudiantes a realizar trabajo de campo etnográfico. Si bien él no llegó a verificar en la práctica los métodos de trabajo que les enseñaba, sí lo hizo uno de sus más destacados discípulos, Marcel Griaule (1898-1956). Durante la Primera Guerra Mundial ya demostró su espíritu aventurero pilotando aviones en las Fuerzas Aéreas francesas. Al finalizar la contienda decidió no continuar sus estudios de Ingeniería cuando descubrió que su verdadera pasión era la Antropología. Se especializó en lenguas orientales y, en 1928, viajó a Etiopía para recoger datos lingüísticos y etnográficos. En la década de los años 30 tuvo la oportunidad de dirigir grandes proyectos de investigación científica en África para el Instituto de Etnología, y el éxito de estas empresas cimentaría su fama internacional. Así, se encargó de la famosa misión Dakar-Djibouti que, entre 1931 y 1933, cruzó África desde Senegal hasta Etiopía. 

La impresionante falla de Bandiagara

Fue entonces cuando visitó por primera vez a los dogón de Mali, que tanta importancia tendrían en su carrera profesional. Después de esta expedición, Griaule organizó otras al Sahara- Sudán (1935), Sahara-Camerún (1936-37) y a Niger- Lago Iro (1938-39). Estas misiones marcaron un doble cambio de orientación en la etnología francesa. Por un lado, sentaron las bases para el moderno trabajo de campo antropológico mediante la puesta en práctica de técnicas y sistemas pioneros de investigación, como la fotografía aérea, los estudios topográficos, el trabajo en equipo, el enfoque interdisciplinar…Por otro, se fortaleció la orientación africanista de la Antropología francesa, provocando el nacimiento de la primera generación de etnólogos que trabajaron en el África subsahariana. Griaule también tuvo una aportación institucional muy destacada, al colaborar en la creación de la Societé des Africanistes y en la publicación de su revista.


 Como recuerda Eric Jolly, un estudioso de los dogón especializado en la obra de Griaule, durante la misión Dakar-Djibouti el trabajo se realizaba en el seno de un equipo multidisciplinar. Se trataba de investigar objetos y datos etnográficos procedentes de diversas sociedades situadas en una vasta región geográfica. Estos ambiciosos proyectos tenían como finalidad proveer de artefactos a los museos de antropología y recabar la información precisa para investigaciones comparativas. Cuando Griaule volvió de su primera expedición, trajo consigo una cantidad impresionante de material de estudio: más de 3000 objetos, que pasaron al Museo de Etnografía de Trocadero en París, 6000 fotografías, 1600 metros de película filmada y 1500 cartas manuscritas con notas del trabajo de campo. Sin embargo, desde el principio Griaule defendió su preferencia por el estudio intensivo de sociedades africanas concretas frente al análisis de áreas extensas. Ese es el motivo por el cual se concentró en los dogón de Mali, país que entonces formaba parte del Sudán francés. Desde la expedición de 1935, y a lo largo de 25 años, Griaule y sus colaboradores residieron regularmente en el área dogón, desarrollando un extraordinario programa de investigación tanto por su profundidad como por su duración. Gracias a la perseverancia del trabajo de ese equipo, los dogón son uno de los pueblos más estudiados y mejor conocidos de África.


Marcel Griaule contribuyó igualmente a la profesionalización de la etnografía francesa al dedicarse él mismo a la enseñanza de la disciplina. En 1938 su tesis doctoral fundamentada en la investigación que hasta entonces había realizado entre los dogón. A finales de la década de los 40, cuando la guerra y la ocupación alemana del territorio francés forzaron la suspensión de los trabajos de investigación en África, Griaule recibió el encargo de impartir cursos en el Instituto de Etnología de la Universidad de París. En 1941 pasó a desempeñar la primera cátedra de Etnología en la Sorbona, cargo que ocupó hasta 1956. Desde las aulas difundió sus métodos innovadores de observación y registro de la información etnográfica. El contenido de esos cursos fue compendiado en 1957 en el libro Methode de l´ ethnographie.
Tanto en este manual como en sus artículos previos, Griaule recomendaba trabajar en equipos multidisciplinares, utilizando las técnicas audiovisuales para observar y comprender los fenómenos culturales en toda su complejidad. En su primera expedición había reunido a etnólogos, lingüistas, musicólogos, arqueólogos, naturalistas y técnicos. Él se encargó de utilizar de modo sistemático la fotografía, la filmación y el registro de sonido. De hecho, Griaule está considerado como el iniciador del cine etnográfico africano. Su interés por el uso de imágenes de campo era tal que, en 1955, llegó a utilizar un barco-laboratorio para transportar las grabaciones y el equipo fotográfico por el río Níger desde el Centro Nacional de Investigación Científica. Las películas y los miles de fotografías que obtuvo de los dogón constituyen un excepcional testimonio de la evolución de una sociedad africana desde comienzos de los años 30. Su objetivo era captar la vida de este pueblo en la totalidad de sus aspectos. El ámbito de su investigación cubre los objetos materiales, religión, mitología, la adivinación, los juegos infantiles... Todo era importante en su visión holista.
Graneros dogón
Junto con sus múltiples responsabilidades institucionales en la Universidad y sus trabajos de investigación, Griaule también fue un prolífico escritor. Tras su viaje a Etiopía publicó tres libros de contenido etnográfico, así como literatura de viajes dirigida al gran público. No obstante, la parte más importante de su bibliografía es la dedicada a los dogón. Dentro de su primera fase de investigación destaca Máscaras dogón, libro que contiene un corpus de mitos, detalladas descripciones de ritos funerarios, un completo inventario de las máscaras dogón y un elaborado análisis de los lazos entre mitos, ritos, danzas y pinturas dentro de la sociedad secreta de las máscaras.
En cualquier caso, el punto de inflexión en la carrera de Griaule se sitúa en 1946 cuando, durante 33 jornadas, entrevistó a un viejo cazador ciego, Ogotemmeli, quien supuestamente le reveló los misterios de la compleja cosmogonía de los dogón. Sus conversaciones fueron publicadas en Dios de agua (1948), un auténtico best seller antropológico. El libro está escrito de forma amena, combinando la entrevista y la etnografía. Griaule experimentó con un nuevo estilo de escritura antropológica accesible al público no especializado y que trataba de respetar la voz del informante a la hora de transmitir la riqueza y complejidad de la mitología y religión de los dogón.
  Tras las revelaciones de Ogotemmeli, Griaule intentó profundizar aún más en el conocimiento del simbolismo dogón pero, lamentablemente, su muerte en 1956 dejó inacabado ese trabajo. Su colaboradora Germaine Dieterlen publicó, bajo el nombre de ambos, el primer volumen de El zorro pálido (1965), un erudito y monumental análisis de la cosmogonía dogón.


II.LAS SOMBRAS
La importancia histórica del trabajo de Griaule debe medirse por la abundancia de análisis críticos y exégesis que su trabajo ha despertado. Particularmente desde los años 60 su obra ha sido objeto de un desmitificador examen por parte de una nueva generación de antropólogos. A continuación abordaremos la polémica suscitada por Walter van Beek en Dogon Restudied (1991), un excelente ejemplo de la crítica posmoderna a los métodos y conclusiones de la antropología clásica y que apunta a un tema esencial, el estatuto científico de la disciplina.
Van Beek se planteaba si los textos publicados por Griaule presentan una interpretación de la sociedad dogón reconocible tanto por los investigadores que han trabajado posteriormente con este pueblo como por los propios sujetos de estudio. Para él, los dogón que describe Griaule constituyen una anomalía en la etnografía africana, no sólo respecto a otras culturas de la zona, con las que no comparten rasgos, sino incluso internamente, vistas las contradicciones entre lo publicado por Griaule hasta 1947 respecto a Dios de agua, y de este texto en relación a El zorro pálido. De acuerdo con el autor, todos esos textos son inconsistentes entre sí.

Ritual adivinatorio basado en las huellas sobre la arena del zorro pálido
Para Van Beek la descripción de cualquier cultura debe ser reconocible por los distintos investigadores y partícipes de la misma, en la medida que sea un constructo intersubjetivamente válido. Las formas culturales cambian a lo largo del tiempo pero retienen ciertos rasgos durante su proceso de transformación. Lo mismo que los Trobriand estudiados por Malinowski resultan todavía reconocibles, también los dogón de Griaule deberían serlo. Ambas descripciones datan de fechas cercanas a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en este caso concurre una complicación adicional: Griaule enfatizó que la información que publicaba era secreta, sólo conocida por unos pocos iniciados. No se trataba solo de que los detalles de los ritos de iniciación y otros no fueran accesibles a extraños sino que sus misterios culturales permanecían escondidos para la mayoría de la población dogón, posibilidad que no confirman las investigaciones llevadas a cabo por Van Beek. Este realizó trabajo de campo sobre el tema de la ecología humana en el Sahel dentro de un grupo multidisciplinar. Su parte en la investigación se refería a la relación entre religión y estrategias de supervivencia entre los dogón. Para ello tuvo que reevaluar el trabajo de Griaule como punto de partida y acabó descubriendo que la cultura de este pueblo no era tan coherente e integrada como pretendía Griaule. Las demoledoras conclusiones de Van Beek son las siguientes:
  • los dogón carecen de un mito de la creación propiamente dicho. Ni la versión de Dios de agua ni la de El zorro pálido resultan conocidas por sus informantes. La astronomía tiene poca importancia en su religión y no saben nada de la doble estrella de Sirio que tanto revuelo ha causado entre los ufólogos.
  • el mundo sobrenatural de los dogón es más diverso y mucho más ambivalente que el representado en esos libros. El papel que juegan los ancestros en la religión dogón es limitado y no los identifican con los otros espíritus sobrenaturales. El espíritu del agua Nommo no es una figura central en el pensamiento dogón y no tiene las características de un creador o redentor.
  • el simbolismo en la religión dogón es restringido y fragmentario, encarnado en ideas y objetos a veces bastante diferentes de los que menciona Griaule en sus escritos. Según Van Beek, el simbolismo corporal no es la base del diseño de las casas, los campos y las aldeas. La cosmología tampoco es la base de ninguna institución cultural de los dogón. El simbolismo numérico está presente en una forma muy limitada, principalmente para los rituales médico-mágicos
  • la sociedad dogón no está dominada por la religión. De hecho, la vida social de este pueblo es ajena a las preocupaciones religiosas. Los gemelos tienen una importancia ritual limitada y no son centrales en el pensamiento dogón. Los herreros no actúan como héroes culturales, como tampoco los griots ni los curtidores.
    Los informantes de Van Beek desconocían las historias que contó Ogotemmeli o las que se relatan en El zorro pálido, en lo que se refiere a la creación, el huevo del mundo, el relato de Sirio, el granero original y otros muchos detalles. Al disolverse el mito de la creación, la total estructura de explicación y correlaciones entre los dos textos de Griaule pierde su sentido.
La cuestión esencial para resolver este enigma es, para Van Beek, analizar cómo se elaboraron las historias publicadas por Griaule. Para ello, el autor parte de la idea de que todo relato antropológico es, en sí mismo, una narración, un cuento sobre otros cuentos construido por el antropólogo y sus colaboradores, producto de una interacción bicultural. La búsqueda de los orígenes del relato de Griaule la orienta Van Beek en dos direcciones: la situación de campo de su investigación entre los dogón y la procedencia de los elementos discutidos que aparecen en los textos.


El trabajo de campo
Las condiciones en que se desarrolló la investigación de Griaule han sido analizadas de forma crítica por múltiples estudiosos. En primer lugar Van Beek resalta que el antropólogo francés abordó su investigación lastrado por múltiples preconcepciones. En su obra, la cultura dogón aparece orientada abiertamente hacia la armonía. A pesar de sus debates apasionados, al final los nativos siempre alcanzan un consenso. Sin embargo, lo cierto es que la estructura social de este pueblo es jerárquica, basada en una gerontocracia. La opinión de los ancianos no puede discutirse. Este doble aspecto de consenso y respeto a la ancianidad restringe el número de conflictos y la información que llega a los inferiores, por lo que la armonía no es el resultado de un proceso de diálogo sino de la configuración de las jerarquías de poder. Se ha dicho que, tras la contienda mundial, Griaule tenía un deseo ferviente de paz y estabilidad social, de ahí su interés en resaltar este aspecto en la cultura dogón y de que se equivocara en asociarlo al triunfo de una supuesta democracia tribal.
Toguna o Casa de la Palabra, con su techo bajo que obliga a estar sentados para evitar las discusiones
Como antropólogo de museo, Griaule se orientaba al estudio de la cultura material, aunque el asunto que realmente le fascinaba era la religión. Uno de los objetivos desde sus primeras obras fue mostrar cómo las culturas africanas, al contrario que las europeas actuales, encarnaban los principios de una filosofía de nivel igual al existente en India o en la Grecia clásica. Para Griaule, la estructura conceptual en la base de la cosmogonía dogón revela una coherencia interna, una secreta sabiduría y la aprehensión de realidades últimas de una altura comparable a la mejor tradición del pensamiento europeo.
Griaule tenía otras muchas preconcepciones que pudieron producir importantes sesgos en su interpretación. Una de ellas era la supuesta validez intercultural de la noción de mana, tan importante para Mauss. En la visión de Griaule, los secretos culturales no podían en modo alguno revelarse directamente al observador sino que este debía superar las defensas culturales que los protegían. Una consecuencia de semejante planteamiento es que Griaule describía el trabajo de campo con el símil de una operación militar. Su fin explícito sería penetrar las defensas culturales de un pueblo, forzando la revelación de los misterios y los códigos secretos del adversario. Como en cualquier asalto, el trabajo de campo habría de ser total, implicando a muchos sujetos en el ataque cultural. Dios de agua resulta bastante revelador a este respecto: en sus capítulos iniciales describe el trabajo de campo como la actividad que se desarrolla en un campamento militar, donde varios subalternos atacan al enemigo cada uno con las tácticas apropiadas.


Relacionado con ese diseño del trabajo de campo y con sus presupuestos ideológicos subyacentes, se encuentra el hecho de que, en aquellos días, Griaule formaba parte inevitable de la presencia colonial francesa en África. Por ello, el hombre blanco, como aludía a sí mismo en Dios de agua, aparecía ante los nativos rodeado de todo su poder y prestigio social, colocándose en una posición elevada a los ojos de los dogón. En contraste con otros antropólogos coloniales, Griaule en modo alguno intentó rebajar esa brecha sino que trató de capitalizarla en su beneficio para obtener más fácilmente máscaras y otros objetos en nombre de la misión civilizadora del hombre occidental. Su posición de poder se vio reforzada por su imponente personalidad, dotada de firmes convicciones y claras preferencias. Todavía se recuerda por los informantes su impaciencia: siempre tenía prisa. Aunque no resulten ciertas algunas historias que afirman que golpeó a un informante, para Van Beek esos rumores son indicativos de que los nativos lo veían como un personaje autoritario, con un carácter dominante, en una situación de poder indisputado, que expresaba claramente su interés por un tipo específico de información y que usaba medios peculiares para conseguirla.
El trabajo de campo de Griaule se caracterizó por una larga serie de cortos viajes de campo, con una duración máxima de tres meses, recurriendo a un número limitado de informantes. Básicamente descansaba en un informante principal, con el hándicap adicional de que tenía un conocimiento deficiente de la lengua dogón. Los informantes usualmente recibían una remuneración y, por lo tanto, de esa estrecha asociación con el hombre blanco obtenían no solo una mejora de su consideración social sino también sustanciales ingresos. Por otro lado, el equipo de investigación multidisciplinar operaba desde un lugar cercano al hotel turístico de Sanga, que anteriormente había sido la casa de descanso del gobernador. Esta ubicación fuera del perímetro de la aldea no favorecía la observación participante. Por tanto, la participación no era el modelo para el trabajo de campo de Griaule. Por el contrario, su estilo era confrontacional, como se evidencia en Dios de agua y en su manual de trabajo de campo de 1957. Esto probablemente se acompasaba bien con su personalidad y con la situación colonial. También era parte integrante de su definición del contacto cultural: un ejecución teatral mutua, con inevitables maniobras de cada parte detrás del escenario y con las respectivas agendas ocultas. De la investigación realizada por James Clifford resulta que los africanos consideraban a Griaule como una figura poco menos que sobrehumana, capaz de adivinar los pensamientos escondidos y los motivos de las gentes y, en particular, todo lo relacionado con las cavernas, y las máscaras y estatuas escondidas en ellas. Como si fuera un chamán, atravesaba las montañas hasta dar con el lugar donde estaban ocultos esos objetos sagrados. Para Van Beek, ese estilo de trabajo confrontacional daba como resultado una aproximación cultural más étic que emic. Griaule no escuchaba sino que formulaba cuestiones a sus informantes y esperaba que le proporcionaran las respuestas apetecidas de manera inmediata. Ello no quiere decir que los informantes dogón mintieran a Griaule a propósito sino que se ajustaron a lo que el hombre blanco esperaba de ellos. De hecho, él mismo asumía que los informantes mienten habitualmente y que, por ello, el investigador ha de romper su resistencia.


La información que Griaule recogió en Dios de agua y El zorro pálido provenía de unos pocos informantes, con los que trabajó intensivamente durante un largo período. Ogotemmeli fue una excepción. Griaule trató con él durante tres temporadas consecutivas antes de la Guerra, mucho antes de que las famosas conversaciones tuvieran lugar. Por tanto, en la opinión de Van Beek, Ogotemmeli sabía muy bien lo que Griaule deseaba escuchar. La Segunda Guerra Mundial impuso un hiato de seis años a los investigadores que pudo haber elevado la tensión social cuando, a su término, estos retornaron en busca de nuevas informaciones. El resultado de la investigación de Griaule no es una cultura netamente dogón ni cristiana, sino una curiosa mezcla de las dos, con una impronta europea sobre la cultura africana. Pero Van Beek admite que no se trataba de un fraude, porque los intervinientes creían de buena fe en la verdad de lo que estaban investigando.
El papel de los intérpretes resultó crucial en este proceso. Para Van Beek es poco probable que Griaule, siempre dominado por sus fuertes convicciones, se abstuviera de plasmar sus propias interpretaciones en Dios de agua. Tras su muerte en 1956, Germaine Dieterlen intentó continuar su investigación pero le fue imposible encontrar a ningún nativo que conociese el mito de la creación. Merece la pena destacar que en en su último libro, Dieterlen volvió al modelo de etnografía dogón anterior a Ogotemmeli.


El mito como bricolaje
Los mitos dogón que aparecen en los dos libros no pertenecen a su tradición cultural, ni siquiera aceptando que hubieran podido nacer de la interacción entre las dos partes implicadas en la investigación. Como afirma Van Beek, los mitos en todas las partes del mundo son historias que se cuentan a una audiencia. Pero Dios de agua es un diálogo, un intercambio, no una historia mítica de la creación. De modo similar, El zorro pálido tampoco refleja un mito. De hecho, consiste en un comentario etnográfico sobre signos, símbolos y dibujos. Ambos libros proceden de un intercambio bilateral. En su conjunto, El zorro pálido contiene más elementos extraños a los dogón que Dios de agua. Algunos elementos son claramente tradicionales, como los nidos de hormigas, los gemelos como una categoría especial, el número ocho, los números tres y cuatro como símbolos de hombre y mujer respectivamente… Más ampliamente, la preocupación por la sexualidad y la fascinación por los objetos son aspectos genuinamente dogón . Aunque la brecha existente entre ambos libros es bastante amplia, su método de razonamiento es sustancialmente el mismo. En las dos obras los gemelos son objeto de una atención central, existe un elaborado sistema numerológico... Pero los dogón son expertos contadores de historias. Conocen cientos de ellas, como la de los gemelos de los que nació el arco iris, el árbol milagroso y otras muchas. Una de las diferencias entre ambos libros es la historia de Sirio, que solo aparece en El zorro pálido. Las fuentes de esta obra no son africanas sino que se trata de conceptos que tienen sus raíces en la Biblia, como la creación ab nihilo, la palabra creadora, la crucifixión de Nommo y su sacrificio redentor o las ocho personas salvadas en el arca como principio de la humanidad. Es forzoso concluir con Van Beek que resulta sorprendente que ni Griaule ni Dieterlen, ambos protestantes y versados en los Evangelios, no se percataran de los orígenes bíblicos de estos cuentos. Probablemente la vía por la cual penetraron estas historias en la cosmogonía dogón fue el islam, muy influyente durante siglos en el entorno de los acantilados de Bandiagara. Los dogón también tuvieron contacto con los misioneros cristianos desde principios de 1930, lo mismo que con antropólogos. La influencia del propio Griaule en esa representación mixtificada de la mitología dogón tampoco puede ser descartada, tanto en la producción de los datos como en su interpretación.


En resumen, la etnografía dogón elaborada por Griaule después de la Segunda Guerra Mundial es, para Van Beek, el producto de una compleja interacción entre un investigador con fuertes convicciones personales, un contexto colonial, un “creativo” cuerpo de informantes y una cultura con una fuerte tendencia a incorporar elementos extranjeros. En la evaluación crítica que lleva a cabo Van Beek de la obra de Griaule, diferencia cuatro periodos etnográficos: pre Ogotemmeli, Dios de agua, El zorro pálido, y la etapa post-Griaule. El primer periodo se caracteriza por una descripción válida, el segundo y el tercero por la “creación” de una cultura, y el cuarto por el regreso a la descripción ajustada a la realidad etnográfica de los dogón.
La cuestión final es hasta qué punto Griaule ignoraba que se estaba produciendo todo ese conjunto de problemas. Para Van Beek resulta difícil entender cómo alguien que alertaba de forma tan persuasiva contra la inventiva de los informantes pudo permanecer ajeno a lo que estaba sucediendo con los suyos. Es posible creer, a partir de los propios escritos de Griaule, que prefería que lo valorasen como un escritor de ingenio antes que como un científico aburrido. Después de todo, escogió el formato de Dios de agua, que es bastante distinto del usual en etnografía, adoptando una forma literaria con la que ya había obtenido cierto éxito en el mercado editorial. Por otra parte, el suyo era un proyecto dirigido a la defensa de África ante los ojos de los europeos, pagados de su superioridad. Su finalidad primaria nunca fue entender el comportamiento dogón sino probar su tesis acerca del elevado nivel cultural del pensamiento africano. Aunque Dios de agua y El zorro pálido no puedan ser considerados como documentos válidos sobre la cultura dogón, para Van Beek sí son destacables como “documentos humanos”, como tributos a la fuerte convicción de un europeo y a la ingeniosa creatividad de un pueblo africano.


El artículo de Van Beek Dogon Restudied vio la luz en abril de 1991 en la revista Current Anthropology. Este sistema permitía la publicación simultánea del artículo y de los comentarios efectuados por otros antropólogos, que es muy interesante contrastar con los análisis previos de Jolly y Van Beek para contemplar el debate en toda su variedad de opiniones. Entre quienes se oponían a la crítica de Van Beek, Bedaux manifestó que este había intentado hacer lo mismo que Freeman cuando atacó los estudios clásicos de Margaret Mead. El autor se plantea hasta qué punto el trabajo de Van Beek ignora los cambios producidos en la sociedad dogón como resultado de una intensa aculturación y quizás los sesgos en la elección de sus informantes. Bedaux entiende que el artículo de Van Beek no es científico porque no proporciona información fáctica para evaluar sus propias aseveraciones.
En el mismo sentido, Peter Ian Crawford también evoca la controversia Mead- Freeman, destacando que estos debates tienen lugar en el contexto de una crítica a la concepción positivista de la verdad, una noción occidental. Van Beek realiza un acercamiento típicamente posmoderno pero no aporta su propio análisis para desarmar el trabajo de Griaule, que registró su trabajo en películas de 35 mm ya desde 1938, uno de los logros más destacables en antropología visual y que abonan la objetividad de sus resultados. La cuestión fundamental para Crawford es que, en las ciencias sociales, siempre produce distorsión la presencia de la persona que formula las preguntas.
Mary Douglas examina la acusación de Van Beek de que Griaule inventó una extraordinaria mitología que tendría más en común con la antigua Grecia que con la civilización africana. Las desviaciones de los estrictos estándares de trabajo de campo por parte del equipo del antropólogo francés siempre se han explicado por su deseo apasionado de restablecer el valor, ante la opinión europea, de la civilización africana, dotada de un sistema filosófico tan rico poéticamente como complejo y equiparable al de los clásicos. El cargo de Van Beek contra Griaule consiste básicamente en que era demasiado creativo. Por otro lado, para Douglas resulta totalmente ingenuo suponer que Griaule, con toda su experiencia profesional, era un crédulo antropólogo de salón incapaz de reconocer las tergiversaciones de su informante. Para ella, se trataría de un intento de obtener popularidad a expensas de un conocido autor, como las críticas a Margaret Mead y Carlos Castaneda. Al parecer, la metodología de trabajo de Van Beek consistió en leer largos trozos de la obra de Griaule sobre mitología ante una audiencia dogón y, por sus respuestas, concluyó que no conocían el mito de la creación, la figura de Nommo o el zorro. También parece desconocer que en el conocimiento gnóstico entre los miembros de círculos restringidos es habitual en muchas partes de África, y es plausible que así sucediera en el caso de los dogón. También rechaza que el microcosmo casa-cuerpo no se encuentre en ningún otro el lugar de Africa.


Entre los autores que abonan las conclusiones de Van Beek, Suzanne Preston Blier considera que etnografía y collage tienen mucho en común. Ambos están constituidos de fragmentos o piezas de un conjunto que, cuando se juntan, muestran variadas afinidades con el original. Varios factores de la vida de Griaule tienen incidencia en sus métodos de campo y en sus orientaciones literarias. Para esta autora, un tema importante en Griaule es su idealización de los exploradores. Él se comparaba con Alejandro Magno cuando realizó su grandiosa misión Dakar-Djibouti, por la cual recibió la Legión de Honor. Su libro Les flambeurs d ´hommes, una fantasía sobre su viaje a Etiopía, pudo haber servido de modelo a Dios de agua. Es similar en estilo y sintaxis, incluida la característica tercera persona para hablar de sí mismo, como “el europeo” o “el hombre blanco”. Una segunda cuestión importante para Blier fue la incidencia que tuvo la Segunda Guerra Mundial en la vida de Griaule. No está clara la relación del antropólogo con el gobierno de Vichy pero, en cualquier caso, en la época postbélica Griaule desarrolló una actitud casi obsesiva hacia la racionalidad, el orden, la intelectualización y los valores pacifistas. Lo que importa destacar para la autora es que Griaule veía a los dogón como un ideal de civilización basado en la democracia, la paz y el orden.
Por su parte, Jacky Bouju, con una experiencia de 11 años de trabajo de campo entre los dogón, resalta que el análisis de Van Beek coincide exactamente con sus propias conclusiones. Para esta autora también existen tres periodos en el trabajo de Griaule. El primero, su trabajo anterior a 1948, se caracteriza por una etnografía descriptiva que todavía permanece válida hoy. En segundo lugar, Dios de agua. Y el tercer período, El zorro pálido, que es extraño, indefinido e inverificable en el campo. Entre los rasgos culturales más importantes identificados en la cultura dogón se encuentra el deseo de armonía colectiva y consenso, que no se aprecian con la observación participante. Se trata de un valor social fundamental directamente relacionado con el secreto y la vergüenza. Competición y rivalidad se consideran una amenaza a la ideología de consenso y son objeto de reprobación. De hecho, sólo pueden manifestarse en ciertas ocasiones, como las danzas festivas o de máscaras.


Paul Lane destaca que el trabajo de Van Beek suscita un buen número de asuntos de relevancia para la historia de la Antropología y para la práctica antropológica. Los modelos sociales expuestos en Dios de agua y en El zorro pálido han condicionado mucho de lo que se ha escrito posteriormente sobre los dogón. Para este autor no constituyen una sorpresa las quejas de Van Beek. Él mismo investigó en la región de Sanga a principios de los 80 y encontró pocas pruebas del universo simbólico descrito por Griaule, el uso de del sistema numérico para categorizar objetos, y que el simbolismo corporal era menos relevante en el diseño espacial de las casas, sus componentes y las aldeas. En su opinión, no resulta claro si el tipo de bricolaje que describe Van Beek surgió de la específica situación en que se encontraban los informantes de Griaule o si se trata de un problema más amplio. Sería necesario reexaminar las relaciones de poder implicadas en la producción de las interpretaciones en conflicto. Por otra parte, las mujeres dogón utilizan los elementos de la cultura material y la organización del espacio del hogar para construir sus identidades individuales, que contrastan con la imagen de uniformidad que de las mismas se proyecta en la arena pública, bajo el control masculino.
Claude Meillassoux advierte cómo el artículo de Van Beek plantea un serio problema en la antropología francesa: si esta es capaz de realizar un ejercicio de autocrítica. Para él, la investigación de Griaule y su escuela desde Dios de agua se fundamentó en un trabajo de campo que no cumplía todos los requerimientos que él mismo había formulado en su Método de Etnografía. Meillassoux trabajó en Mali, donde pudo estudiar al pueblo soninke. Allí comprobó que el grupo de investigación parecía más bien una escuela de iniciación, con sus ritos de paso, que un laboratorio donde estudiar. Aprendió que el acceso a la mitología nativa o al conocimiento religioso sólo podía obtenerse recibiendo asiduamente las enseñanzas de los maestros locales, poseedores de un conocimiento secreto que sólo divulgan, con gran reluctancia, a aquellos que están ansiosos por conocer esa verdad. Lejos de efectuar transcripciones literales en lengua nativa de sus palabras, el grupo de Griaule combinaba la traducción de breves citas con paráfrasis, interpretaciones y comentarios no acompañados por el aparato crítico que permitiría la comprensión de las circunstancias en que fueron recogidos. Tratándose de la expresión de creencias, narraciones míticas o descripciones de ritos, más que de su explicación, es imprescindible tal cuerpo de datos y la máxima fidelidad posible en su recopilación. En su defecto, es prácticamente imposible distinguir entre lo que surge desde los informantes y lo que procede del antropólogo. En cualquier caso, la coherencia está con frecuencia ausente en las descripciones cosmogónicas.
En la réplica de Van Beek apunta a lo delicado que resulta atacar la reputación establecida de un importante antropólogo.También considera interesante el análisis biográfico para establecer cómo los eventos significativos en las vidas de los etnógrafos pueden explicar los cambios de orientación en su trabajo. Resume así las tres grandes influencias en Griaule: se veía a sí mismo como un explorador, la visión de  la cultura estudiada como un bastión y el uso de la fotografía aérea, con la Segunda Guerra Mundial como punto de inflexión en su obra. Relacionado con su crítica, considera importante destacar la tendencia hacia escuelas personalistas y las jerarquías inherentes al sistema académico francés, que deberían ser objeto de estudio.
Fuentes consultadas:
-Jolly, Eric: The Dogon Mystery.Web.28-5-2015
-Van Beek, Walter E. A.: Dogon Restudied: A Field Evaluation of the Work of Marcel Griaule. Current Anthropology. Vol.32. N.2. Abril 1991. Web. 28-5-2015
Los gemelos originarios

Comentarios

  1. Mi amigo Jose Ignacio, historiador y con un instinto de tigre por la yugular, sabe comprender muy bien las entretelas de las relaciones interculturales, así que no es extraño que haya hecho este comentario tan sagaz para aportar luz al debate Griaule -Van Beek. Estoy segura de que, como a mí, su comparación os parecerá de lo más persuasiva:
    "Tu artículo de antropología presenta una muy interesante cuestión relativa no sólo a los métodos de la antropología sino a la dificultad intrínseca de llegar a conocer los fundamentos de una cultura ajena a la propia. De este modo, la polémica entre Marcel Griaule y van Beek sobre la cultura dogón es difícil de juzgar. Ambos presentan deficiencias en el método empleado. La crítica de van Beek parece correcta en cuanto a las excesivas pretensiones de Griaule de convertir a los dogón poco menos que en los griegos de África. La numerología, la estrella Sirio, algunos relatos sobre la creación, etc. parecen fruto bien de la exageración o de diversas aculturaciones. En cambio, el método de van Beek de limitarse a preguntar a algunos miembros de la tribu por su conocimiento a cerca de ciertos mitos o relatos parece muy débil. Desde siempre, la élite cultural ha elaborado un relato mitológico que ha calado con muy diverso resultado en el pueblo llano. Piénsese en los jóvenes de nuestros días. Incluso chicos creyentes y practicantes de nivel académico medio o superior tienen un desconocimiento casi total del relato bíblico y evangélico. Si hicieramos la prueba de preguntarles por cosas tan conocidas como la Anunciación, la tentación en el desierto, Pentecostés, y no digamos el sacrificio de Isaac, el cautiverio de Babilonia, etc. también podríamos llegar a la conclusión de que ha sido un invento del investigador ajeno a la cultura cristiana. Y, por supuesto, siempre está la barrera de la perspectiva emic. Es muy difícil penetrar en las creencias, las vivencias y el sentimiento profundo de las personas pertenecientes a otra cultura. A lo largo de la historia, la mayoría de los pueblos han creído en los dioses y en la presencia divina. Nuestra generación, por el contrario, es profundamente materialista y descreida, incluso los que afirman ser creyentes. Desde finales de la Edad Media cuando se produjo la reforma protestante y el hecho religioso se redujo a la conciencia individual, la presencia divina fue esfumándose de la vida social. No hay más que ver las iglesias construidas desde el renacimiento para acá, hay en ellas un vacío espiritual tan aplastante que ni siquierea la legión de santitos y angelotes barrocos consiguen disimular. Que un investigador pueda comprender las creencias religiosas de una cultura distinta me parece casi imposible: ¿como puede la razón aprehender algo que está más allá del puro entendimiento?"

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  2. En esta entrada presentas una muy bien articulada y lógicamente consistente "reconstrucción" del método antropológico y el horizonte de alcanzar a "comprender" culturas diferentes a aquellas en las que el antropólogo ha sido adiestrado para enfrentarse a los otros. El problema de fondo, me parece a mi, es siempre enfrentarnos a otras formas de organización humana como si fuéramos entomólogos acercándose a las mariposas; esto es: para imponerles nuestras categorías de comprensión y estudiarlos como si fueran una realidad inmutable, sometida a unas leyes que no cambian y que, además,se ajustan a nuestra racionalidad. Por ello se intenta contrarrestar con la observación participante, el uso de informantes y el estudio de la cultura material. Pero la contaminación es inevitable, igual que la investigación empírica en las ciencias naturales, apoyada por unos instrumentos que "deforman" aquello a lo que denominamos "realidad", "objetos" o cualquier otro término de esta familia semántica.
    Partiendo de este presupuesto, la aportación de las revisiones "deconstructivas" o postmodernas nos llevan a cuestionarnos estas grandes narrativas,de la Antropología o de cualquier otra ciencia humana, invirtiendo los presupuestos sobre los que se sustenta, que arroja una vía de investigación bastante fructífera, ya que al hacer saltar la estructura inicial los elementos pueden ser nuevamente reordenados, y así vigorizan nuevos estudios y enfoques que, a la postre, contribuyen a que no se pierda el interés por el objeto de estudio.Como método de trabajo me parece bastante interesante, así como esa crítica a la "autoridad" en la materia. Y ello porque siempre deja la duda de si Griaule nos "engañó" un poco, o él mismo se "engañaba" al encontrar precisamente lo que buscaba, al modo que Kant afirmaba que no teníamos que maravillarnos de encontrar orden y racionalidad en el mundo natural cuando nos acercábamos a conocerlo de forma científica, ya que somos nosotros quienes le aportamos los elementos a priori que son los que precisamente nos permiten conocerlo.
    Una entrada muy fructífera en cuanto a vías de estudio e interpretaciones. ¡Enhorabuena!

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  3. Hola Encarna, muchas gracias por compartir esta publicación. Yo la he leído hoy así que no sé si llegará usted a ver mi comentario. El tema que quisiera agregar es que Marcel Griaule no se hizo "famoso" por su obra sino porque en el año 1975 un masón llamado Robert Temple publicó un libro "El misterio de Sirio". Como para no llamar la atención, lo digo irónicamente, su editor agregó en la tapa del libro "Evidencias científicas de contactos con extraterrestres hace 5000 años". Por ese mismo motivo, en su momento yo no leí el libro por carecer de seriedad, sin embargo este libro de Temple fue la puerta para que luego investigadores brillantes como Laird Scranton y Shannon Dorey publicaran obras espectaculares acerca de la "ciencia" de los Dogón y otras cuestiones. El trabajo de Marcel Griaule es admirable. Tan solo leer el libro "Máscaras de los Dogón" uno puede aprender de un arte antiguo acerca de la danza y el concepto del sistema del mundo. Si Griaule optó por una narrativa más "ficcionada" en "Dios de Agua" fue su manera de tratar de acercar a la gente algo muy complejo que él y Germaine Dieterlen habían llegado a conocer. Por otro lado, el gran "crítico" de Griaule, el prof Van Beek, desde su viaje inicial a Malí se predispuso de manera negativa contra Griaule, olvidándose que Marcel no quiso hacerse famoso por la interpretación que, de su obra, o parte de ella, había hecho un masón estadounidense. Finalmente, para no ser muy extenso, luego de haber leído toda la obra de Griaule y de todo se equipo y luego de haber filmado muchas películas en África, películas de ficción en aldeas con gente común que no eran actores en roles de extras, pero que eran los habitantes de diversas etnias como los bambara, dogón, tuaregs, damara, tchokwe, en 9 países africanos, le puedo asegurar que perfectamente Marcel puede haber sido un no africano elegido para recibir la información secreta de unos sabios del pueblo Dogón. Marcel no sólo hizo muchos viajes sino que los ayudó a los dogones a realizar obras para el drenaje del agua en las aldeas. Lo quisieron tanto que, enterados de su muerte en 1956, como Marcel guardaba allí parte de su ropa al considerar al "País Dogón" como su hogar, hicieron un muñeco con la ropa y realizaron la ceremonia del Dama considerándolo un ciudadano dogón. Eso no lo logró ni el Sr Van Beek ni nadie más y esto está documentado. Ahora bien, no le carguemos a M. Griaule la interpretación que hizo Robert Temple y la escalada de aluciandos ufólogos que "invadieron" las aldeas de los dogones en Malí buscando tales evidencias de contactos con aliens. La obra de Griaule, para mí, es ejemplar, admirable y única. Saludos. Pablo César - director de cine, argentino.

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    1. Una magnífica contribución, Pablo César. Me siento sumamente agradecida e ilustrada con tus grandísimos conocimientos sobre Marcel Griaule.

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