RITOS Y COSTUMBRES EN "MONDO CANE"(1961)
Durante mucho tiempo asocié la película Mondo
Cane a su tema principal, una de las más bellas melodías que jamás se han escrito para el cine. Hace poco tuve la oportunidad de ver el film, que no tenía demasiada idea de qué podía tratar. Lo que
nunca me habría imaginado es que se tratara de
una especie de documental antropológico. Indudablemente
es una película criticable, imperfecta,
ahora ya bastante pasada de moda, aunque en el año de su estreno, 1961, resultara
absolutamente rompedora. A pesar de esos defectos, me parece interesante hablar
aquí de este controvertido documental por la utilidad que
pueda tener el heterogéneo collage de costumbres que recoge para
el estudio de la antropología.
Mondo
Cane es un producto sensacionalista que busca provocar en el espectador
emociones fuertes, reacciones viscerales, usando para ello imágenes truculentas, macabras o excéntricas, que intentan subvertir la dicotomía entre civilización y salvajismo. La tesis implícita es que el verdadero salvaje es el hombre
occidental, o bien que aquellos polos opuestos pueden reducirse a un
denominador común, situándolos al mismo nivel. La
película usa la ironía con una finalidad crítica. Su deliberada ambigüedad dio pábulo a interpretaciones
contradictorias. Mientras que unos la aclamaron como símbolo de una nueva forma de hacer cine- llegó a optar a la Palma de Oro en Cannes-, otros tacharon a su autor de racista, de ofrecer una visión colonialista
del mundo basada en la superioridad del hombre blanco o de encarnar una filosofía antihumanista. Lo que en realidad pretendía Mondo Cane era situar al hombre, como un
animal más, en el conjunto de la
naturaleza, relativizando su importancia. Por otro lado la película se burlaba
descaradamente del etnocentrismo occidental, desmintiendo la supuesta
racionalidad de la conducta del hombre blanco y el alto valor que atribuye a su
tecnología. En un momento en que la
ecología todavía no estaba tan de moda, denunciaba el peligro de los experimentos nucleares
para el equilibrio del medio ambiente, al igual que la ridícula utilidad
de determinadas prácticas e inventos humanos procedentes de todos los rincones del mundo. La
película rastrea costumbres atávicas e irracionales tanto en el ámbito
euroamericano como entre los habitantes de las antípodas. Unos y otros aparecen por igual como seres ridículos, extraños o
violentos. Ninguna ventaja concede en esto a los supuestos civilizados sobre
los indígenas. Sólo reserva una mirada empática
para los primitivos Goroka de Nueva Guinea, pero la visión que ofrece de ellos constituye una actualización del mito roussoniano del buen salvaje, una
lectura romántica del estado de naturaleza.
Un punto fuerte del film
es el acento que pone en la radical variabilidad de las conductas humanas en
torno a los mismos referentes: los perros sirven de exquisito manjar en China o
Vietnam, mientras que en Los Angeles reciben el tratamiento funerario reservado
a los humanos; en Nueva Guinea los
cerdos primero son amamantados por una mujer, para luego liquidarlos a inmisericordes garrotazos.
La película recaudó millones de dólares, aunque estoy segura de que lo que atrajo al
público de entonces a las salas no fue su valor
antropológico sino sus imágenes impactantes, su aire de radical novedad que
armonizaba tan bien con las aspiraciones de cambio de los años 60. Tal fue el
interés que suscitó esta película, que dio lugar al subgénero “mondo”,
también conocido como “shockdocumental”. El director,
Gualtiero Jacopetti, periodista y cineasta, tuvo una rocambolesca existencia. Durante
la Segunda Guerra Mundial formó parte de la
Resistencia italiana. Indro Montanelli, su amigo y mentor, lo encaminó hacia el periodismo. Fue un apasionado de los
viajes y de las aventuras extremas, lo que se refleja muy bien en este
documental, que realizó en 1960 junto con Franco Prosperi
y Paolo Cavara.
El
argumento
Un perro es arrastrado con una correa entre las
jaulas de la perrera municipal, en las que otros animales ladran furiosos. Un
cartel nos advierte de que todo lo que se va a contar es verdad. Aunque no es
del todo cierto, ello contribuye a dar al film un aire de investigación sociológica.
En Castellaneta, lugar de origen de Rodolfo
Valentino, se celebra el centenario del nacimiento del “Hijo del Caid”, el mítico
latin lover. Muchos de sus compatriotas aspiran a sucederlo y poder escapar así
de la miseria de este pueblo atrasado. Pero, de momento, quien lo ha conseguido
es el actor Rossano Brazzi, tan en boga en los años 60. Mientras compra ropa en
unos grandes almacenes en Estados Unidos, es descubierto por una turbamulta de
mujeres que casi lo desnudan en su fetichista intento de apropiarse de alguna de sus prendas de ropa. A miles de kilómetros, en Kiriwina, una diminuta isla en
el archipiélago melanesio de las Trobriand, existe una costumbre parecida, la caza del hombre. La voz en off del
narrador del film nos informa de que se trata de uno de los pocos
lugares del mundo en que se practica la poliandria. Las isleñas capturan al
hombre que más les gusta, que debe satisfacer sus desatadas pasiones. Algunos candidatos
intentan escapar de la difícil prueba
trepando a los cocoteros pero ellas los persiguen
y les arrojan cosas para forzarlos a bajar
En Happier
Hunting Ground, un cementerio para mascotas de Los Ángeles en el que Evelyn Waugh
situaba su novela satírica Los seres
queridos, los dueños entierran a sus perros con tanto cariño y dolor como
si fueran personas. Les vemos rezar, llorar desconsolados, poner flores a sus
tumbas o mantener con ellos imaginarios diálogos ante sus lápidas. En Taipei (Taiwan, antes llamada Formosa) y
en muchas partes de China, expresan su gusto por los perros comiéndoselos. Engordan
a boxers, alanos, pachones o a los fieles e inteligentes chau chau para degustarlos
en sabrosos guisos. Son los propios clientes quienes escogen en los
restaurantes al animal que les parece más apetitoso.
Nos trasladamos a Roma,
ciudad en la que unas operarias fabriles bañan en tinte azul,
rosa o negro unos polluelos que después se secan a
una temperatura de 50 grados, para introducirlos en los huevos de
Pascua. Setenta de cada cien de estos pollos mueren en ese bárbaro proceso.
En Estrasburgo, la
capital del foie gras, medio millón de ocas son alimentadas a la fuerza con un
embudo, atiborrándolas cada día con una
enorme cantidad de alimento que el animal no tomaría por sí solo ni en toda una semana.
A 200 millas de Tokio, unos expertos masajean los
cuartos traseros de las vacas para que su carne sea más tierna. Con idéntico fin les hacen beber 6 litros de cerveza al día, que suministran a los terneros directamente de
botellines para que no se pierda el preciado gas. Esa carne alcanza altos precios
en los restaurantes especializados.
En las islas Bismarck, la mandioca, un
farináceo similar a la patata, se utiliza
para engordar como a las ocas a hermosas mujeres encerradas dentro de jaulas. Cuando alcanzan los 120 kilos, las ofrecen como esposas al jefe de la aldea, un hombre bien enjuto. En Los Ángeles, por el contrario, un grupo de ancianas ajadas y obesas trabajan incansablemente en sofisticados
aparatos gimnásticos para ponerse en línea y así encontrar un nuevo marido.
En los mercados de las barriadas pobres
de Hong Kong se venden sapos, serpientes y tortugas a altos precios. En un
sofisticado restaurante de Nueva York, los comensales comen gusanos u hormigas
como manjares raros y exquisitos.
En Singapur, las amas de casa van a la compra con una gran cesta. En los puestos del mercado escogen una serpiente viva comestible entre las que les ofrece el vendedor, que despelleja la carne para poderla guisar.
Los lugareños de Cocullo, un pequeño pueblo italiano de los Abruzos, salen en la procesión el día de Santo Domingo de Sora con serpientes alrededor del cuello o cogidas por las
manos. Conmemoran el milagro del santo, que las volvió inofensivas al privarlas de su veneno. Su estatua también desfila toda envuelta en ofidios. La ceremonia representa un acto de fe en la
bondad de estos animales y cristianiza un antiguo culto pagano, el de la diosa Angitia, a la que en la antigüedad se atribuía un poder contra la picadura de las serpientes.
En Nocera Terinese, Calabria, tiene lugar el Viernes Santo el antiquísimo y cruento rito de los vattienti o flagelantes. Existe constancia documental
de esta costumbre desde 1361, y ya la censuraron sin éxito los sucesivos Papas. En la película se ve primero los carabinieri yendo de casa en
casa, por orden del cura, para intentar disuadir a los vecinos de que salgan a autolesionarse. A lo largo del recorrido del desfile, los vattienti se frotan varias veces las piernas
con tampones de corcho con cristales incrustados, dejando un reguero de sangre mientras corren por las
calles por las que luego saldrá el Cristo en procesión. Detrás de los vattienti, que llevan
una corona vegetal, van las beatas vestidas de negro y, a su lado, un niño Jesús con su cruz.
En Sidney, un ejército de
socorristas femeninas celebra el décimo aniversario
de la constitución del grupo con una demostración de sus habilidades. Desfilan marciales al ritmo de la
maravillosa More, compuesta por Riz Ortolani y que optó al Oscar a la
Mejor Banda Sonora en 1962 ( https://www.youtube.com/watch?v=dBmt4csWIgY )
En un atolón del Pacífico resulta fácil apreciar los letales efectos de las pruebas atómicas: en el mar brilla una larga estela de mariposas muertas; los pájaros se esconden bajo tierra la mayor parte del día para protegerse de la
radiactividad; los peces escapan durante horas de las aguas tóxicas saltando a las ramas de los árboles; montones de huevos de aves marinas se
amontonan estériles en el suelo; las tortugas, desorientadas después de desovar, no son capaces de
encontrar el camino hacia el mar y mueren de calor en el interior de la isla.
Un
fondo marino en el archipiélago malayo
muestra un paisaje fantasmagórico de tibias
y calaveras, un cementerio marino en el que descansan restos humanos. Los tiburones limpian los huesos que más tarde colocan entre el coral los parientes de los difuntos. En la playa, mientras
tanto, algunos habitantes del poblado, que vive de la caza de los tiburones, entierran
en la arena sus aletas-a las que se atribuye un poder afrodisíaco-, para que se sequen. Todos estos trabajadores
han sido víctimas del ataque feroz de los
tiburones. Cada vez que matan a un pescador, sus compañeros se vengan haciéndoles tragar erizos que les causan lentamente la muerte.
En la cripta de los Capuchinos, en Roma, los monjes han llevado a cabo una paciente labor de siglos, que nació en 1600 por iniciativa de ciudadanos piadosos que
querían dar sepultura a los muertos anónimos causados por la peste. En 1961 todavía se reunían las
familias con sus niños para orar, limpiar los huesos de polvo y jugar con las calaveras.
Lejos de
ese culto a la muerte, la madrugada muestra en Hamburgo un vergonzoso espectáculo de borrachos tristes o agresivos. En cambio, en Tokio, tras una noche agotadora de placeres, los hombres acuden a las casas de ocio en las que, desnudos, reciben los amables cuidados de bellas mujeres.
En el funeral de un chino rico en
Macao se realizan ofrendas de alimentos para que el muerto pueda hacer el largo
viaje. En un lateral del altar se quema su dinero, mientras que los
herederos lloran.
En la Casa de la Muerte, en Singapur, los ancianos y enfermos
sin esperanza aguardan la muerte mientras que sus familiares celebran un gran
banquete funeral, con el deseo puesto en el que el moribundo recupere las ganas
de comer. En esta escena pueden verse unos pies de loto.
En un cementerio de
coches en California "matan" tres coches cada hora pero no alcanzan allí su descanso eterno. Los bloques de metal comprimidos se envían a las grandes industrias europeas, que los
reciclan en una moderna metempsicosis. Tan es así que, en una galería de arte en París, uno de estos amasijos de hierros renace bajo el nombre de "Espíritu de la carrocería". También en París, acompañado por una orquesta que interpreta música clásica, el pintor Yves
Klein prepara una performance en la que unas rubias modelos actúan como si fueran pinceles humanos. Cubiertas de pintura azul, impregnan las telas mientras que Klein las guía desde lejos
mediante su fluido creador. La obra alcanzará el exorbitante precio de 4 millones de francos.
Montones de ancianos turistas norteamericanos
desembarcan en Honolulu para pasar 10 días de
vacaciones en este paraíso de la danza
y el amor. Reciben una calurosa bienvenida de las bellas isleñas con bailes y guirnaldas de flores.
Un soldado nepalés realiza su entrenamiento con bayoneta y después se disfraza de mujer en el día de la Fiesta Nacional. Los Gurkas, feroces montañeses, fueron fieles mercenarios para los ingleses. Cualquiera diría que estas bailarinas travestidas son temibles
guerreros. Sacrifican una vaca con un enorme cuchillo, mientras que los mandos
ingleses miran complacidos el espectáculo. El coronel ciñe la frente de los vencedores con una
faja blanca, símbolo de su fidelidad y valor.
Tarde de toros en Villafranca de Sira, en Portugal. Los forcados, toreros vestidos de rosa con un gorro verde, se enfrentan cuerpo a cuerpo a los toros. Estos matan a cuatro de una cornada y mandan a dieciocho al hospital.
Nos cuenta la película que los Goroka, en las Tierras Altas de Nueva
Guinea, no han traspasado la frontera de la prehistoria. La cámara los observa en secreto desde la distancia, como si estuviera contemplando a la humanidad hace 10.000 años. Viven felices
cantando, comiendo, descansando y haciendo vida social. Podéis leer más sobre ellos en este enlace: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/01/antes-de-que-desaparezcan-la-fotografia.html
Suena la campana de una iglesia y los nativos acuden corriendo a la misión cristiana que, afirma el narrador, ha introducido en sus vidas angustias espirituales que nunca tuvieron.
Suena la campana de una iglesia y los nativos acuden corriendo a la misión cristiana que, afirma el narrador, ha introducido en sus vidas angustias espirituales que nunca tuvieron.
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Fotografía de un Goroka por Jimmy Nelson |
Y, finalmente, la escena cumbre de la película en el aeropuerto militar de Port Moresby, la capital de la Nueva Guinea australiana. A 3000 metros
de altitud, unos indígenas que ya no encuentran razón de ser a su forma de vida tradicional, alterada por la presencia de los hombres blancos, intentan compensar ese vacío con el culto cargo. Desde la reja que delimita el
aeropuerto miran de lejos los aviones que cubren la ruta oceánica entre Hong Kong y Australia. Transportan valiosos
bienes que, según sus creencias, sus antepasados les tienen reservados y que los blancos les están robando. Con su magia intentan atraer de nuevo el cargo de
esos aviones que los hará ricos y
felices. Para ello, han abierto una pista de aterrizaje en la selva y construido un avión de paja y bambú, cerca del cual esperan inmóviles mirando al cielo.
Como ya se relataba en este blog en la entrada Onoda y la disonancia
cognitiva, el Pacífico fue, durante la Segunda Guerra Mundial, el teatro en el que se escenificaron sangrientas luchas entre japoneses y norteamericanos.
Estos utilizaron muchas de las islas de Melanesia como bases, a las que los
aviones arrojaban grandes paquetes repletos de alimentos, ropa, medicina y armas.
A veces estos enormes cargamentos caían sobre los poblados. Los isleños
quedaban sorprendidos con las maravillas que albergaban aquellos “cargos”:
radios, coca colas, comida en lata, azúcar… Los nativos intentaban explicar esa
magia dentro de su propio marco de creencias tradicionales. Como ellos no veían
cómo se manufacturaban aquellos productos, no establecían una relación de
causalidad entre su fabricación y su aparición en las islas. En sus incesantes deliberaciones
pensaban que quizá el “cargo” caía gracias a las palabras secretas que los
blancos continuamente escribían en hojas de papel. O tal vez era el resultado
de algún eficaz ritual, como sus marchas en formación militar o el hecho de
sentarse ceremoniosamente ante una mesa vestidos con traje y corbata. Lo que
trastornaba la imaginación de los nativos era la idea de que el “cargo” lo
hubieran creado para ellos sus antepasados y que los blancos estuvieran
apropiándoselo con su magia.
Cuando terminó la guerra en 1945, los soldados
americanos abandonaron sus campamentos y aquellos fardos maravillosos dejaron de
caer del cielo. Para atraerlos de nuevo, los isleños imaginaron una magia
imitativa consistente en el culto a los aviones y la reproducción de los gestos
de los soldados americanos. Para ello, desfilaban con palos como si fuesen
rifles y hasta construyeron rudimentarios aviones y pistas de aterrizaje
abriendo claros en la selva. Era su forma de introducir el orden y la
coherencia en una situación social que amenazaba en convertirse en caótica
e incomprensible para ellos. Mondo Cane contiene algunas de las escasas escenas filmadas que documentan este culto. Añado el enlace de un estudio bastante extenso sobre el culto cargo, para quien desee ampliar sus conocimientos: http://www.uned.es/dpto-sociologia-I/IZQUIERDO/M5/004_Isla%20equivocada.pdf
Pongo también unos cuantos enlaces en que pueden verse escenas seleccionadas de la película, en el primero, íntegra en inglés en el segundo, y en el tercero en italiano, con el propio Jacopetti como narrador, subtitulado en español.
https://www.youtube.com/watch?v=JM33ou-vBb4
http://www.teledocumentales.com/mondo-cane/
Fabuloso. La última anécdota, la de los cargos bajando del cielo, enlaza, de algún modo, con otra simpática película: "Los dioses deben estar locos" (Jamie Uys, 1980), donde la paz de un poblado de bosquimanos se ve alterada por un objeto anómalo que cae de una avioneta: una simple botella vacía de coca-cola. Convertida en fuente de rivalidades, el indígena que la encuentra queda encargado de devolverla a los dioses arrojándola desde una montaña sagrada. Se deja ver.
ResponderEliminarMuchas gracias, María. sí, muy acertada la conexión que señalas, en clave de humor. Era una película sudafricana de bajo presupuesto que, por cierto, también recaudó millones de dólares ( pero al protagonista Xi solo le pagaron 2.000 dólares por contrato), y que igualmente dio lugar a toda una serie de secuelas, las últimas situadas en China. Y todo por esa asociación entre dioses y cosas que caen del cielo.
EliminarImpactante. Me resulta sorprendente que sea del año 61, tenía pleno desconocimiento de este Mondo Cane. No deja de dejarnos atónitos este ser llamado hombre, así como sus diferentes culturas a lo largo y ancho del planeta. Los contrastes entre civilizaciones aquí mostrado son sumamente sorprendentes. De ahí la importancia del estudio de nuestra especie que cada vez nos enseña más. Gracias, una vez más por compartir esta riqueza con nosotros
ResponderEliminarGracias Jesús. Pese a la crudeza de algunas escenas, creo que ver esta película tiene su interés. Me imagino que en España tardaría en exhibirse. Por eso nos resulta a todos tan desconocida. Mi padre la vio en Suiza en 1962, y a mí me sonaba de oirle mencionar el nombre y, por supuesto, por la música. Este perro mundo, que es su nombre en castellano, no auguraba un drama de Douglas Sirk, claro está, pero yo no me esperaba un documental tan variopinto. Por eso he querido compartir la información con vosotros, aunque no sea un producto redondo. Espero que nadie se moleste por la violencia de algún pasaje.
ResponderEliminarEstupenda entrada . Me has dado a conocer una película desconocida para mi, y ha sido así que después de leer tu artículo he visto el filme y desde luego que tiene su interés . De acuerdo cuando dices que la peli intenta subvertir la dicotomía entre civilización y salvajismo, y que en cualquier caso, las diferencias entre polos opuestos se reducen y todas las civilizaciones quedarían a un mismo nivel. .. Las leyes que gobiernan la naturaleza del Hombre, según Russeau se contaminan en cuanto que Éste se establece en Sociedad ..........No obstante, y vista con nuestra mirada de hoy podríamos discutir mucho sobre su contenido, no?
ResponderEliminarRecibe mis felicitaciones una vez más. Gracias
Gracias a ti, Carmen, por tu acertado comentario. Lo que mejor ha sobrevivido de la película, incuestionablemente, es su maravillosa banda sonora. En general, como tú muy bien apuntas, la película es un rato bizarra y desconcertante. Quería epatar al espectador con las rarezas humanas, escandalizar u horrorizar, no hacer antropología. Incluso hay un género cinematográfico conocido como "mondo" que llegó a la desmesura total y conoció un gran éxito de público en los setenta. Pero aún así hay un rescate de imágenes que nos resultan útiles desde la óptica de la antropología de salvamento, que no da abasto. Recientemente he estudiado las creencias de los shawi del Perú amazónico y ellos conciben un continuo entre los humanos y los animales, de ahí que esa imagen de la madre amamantando a un cachorrillo (en alguna foto se ve que lo hacen incluso simultáneamente con un bebé) no es aberrante, como quizá se quiso que se viera por los espectadores del film, sino congruente al 100 por cien con esa visión de los animales y las plantas como otras clases de personas, sin ninguna jerarquía. Así que, con independencia de los fines de los creadores de la película, incluso en contra de sus intenciones, sigue siendo un material bueno para pensar.
EliminarInteresantes tus reflexiones Encarna. Sin lugar a dudas contribuyes mucho a mantener mi interés y motivaciones por tantos y tantos temas que nos apasionan, pero tú a un nivel máximo de formación y conocimientos. Admirable!! Un abrazo
ResponderEliminar¡Muy interesante! No sabía nada de este documental. Sí me impresionó "Los dioses deben estar locos", que me hizo reír de lo lindo in illo tempore.
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