ALFRED Y THEODORA KROEBER

Alfred Kroeber (1876-1960) fue uno de los más destacados antropólogos americanos, el heredero directo de Franz Boas, a quien sustituyó como “decano de la Antropología americana” a la muerte de éste en 1942. Kroeber era descendiente de inmigrantes alemanes de clase media-alta, lo que tuvo un fuerte reflejo en su educación a la europea y en su formación erudita. En sus tiempos de estudiante, la antropología no existía como disciplina académica diferenciada. Alfred cursó estudios de Lengua y Literatura inglesas en el Columbia College y, trabajando como ayudante en la Universidad de Columbia, asistió a los seminarios sobre Lingüística impartidos por Boas en el recién inaugurado Departamento de Antropología. Ello le permitió descubrir su verdadera vocación. Su trabajo etnográfico inicial consistió en recopilar los cuentos populares de los esquimales. En 1901 obtuvo el primer doctorado en Antropología por la Universidad de Columbia (el segundo en EEUU), con una tesis sobre el simbolismo de los motivos ornamentales de los indios arapahoes de Montana. Por encargo de Boas, ese mismo año puso en marcha el Departamento de Antropología de la Universidad de California en Berkeley, donde fue profesor hasta su jubilación en 1947, al cumplir 70 años.
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 Kroeber comenzó su actividad investigadora con las lenguas y culturas muy diversificadas de los nativos de California, materia en la que llegó a ser la máxima autoridad, como atestigua su exhaustivo Manual de los indios de California de 1925. En 1916 realizó trabajo de campo en los yacimientos Zuni de Nuevo México, que tiempo atrás había estudiado Frank Hamilton Cushing (http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/06/inventando-la-antropologia-frank.html). Igualmente desarrolló sus investigaciones en México en 1924 y 1930, y en Perú en 1925, 1926 y 1942, utilizando siempre métodos muy exactos para la clasificación y ordenación de las sucesivas edades históricas. Para Kroeber, que sentía un genuino entusiasmo por la historia, la arqueología tenía una relación muy cercana con la etnología para la comprensión de las diferencias entre las civilizaciones. Dado su interés por el estudio histórico, pudo lograr una visión profunda del desarrollo de los pueblos carentes de registros documentales, a diferencia de su maestro Boas, que tendía a un enfoque sincrónico. Con su insaciable curiosidad, Kroeber se ocupó de la historia en todo lugar del mundo y en cada uno de sus periodos, desde el Paleolítico hasta el siglo XX. La cultura fue otra de sus principales materias de reflexión y a la que dedicó un gran número de influyentes textos. Kroeber entendía la cultura en los mismos términos que Herbert Spencer, esto es, como un fenómeno a nivel superorgánico. Con ese término se refería a las actividades que son propias exclusivamente del hombre y que se concretan y compendian en la cultura, tal como la encontramos por encima del nivel natural y orgánico (biológico, psicológico o individual). Kroeber rechazaba el reduccionismo: desde su punto de vista, los factores externos (medioambientales, económicos, del entorno…) no afectan al cambio cultural. Las formas culturales, en su visión, obedecen a su propio esquema inherente de variación. Para el autor, las culturas son sistemas totales, holísticos, sin partes internas separables, que forman un todo orgánico y solidario. Manejó el concepto de patrón o sistema, entendido como aquellas disposiciones o sistemas de relaciones internas que dan a una cultura su coherencia global e impiden que se trate de una pura acumulación de elementos aleatorios. Cada cultura es única y diferente, y sólo puede comprenderse en sus propios términos. Pero esta consideración de Kroeber lastra la eficacia científica de su estudio, pues excluye la generalización y la deducción.
  Kroeber tuvo un comprensible interés en el estudio de las áreas culturales, que abordaba en la misma forma que Clark Wissler, es decir, definidas según sus características distintivas y diferenciales. Para su discípulo Julian Steward, sus reflexiones sobre los tipos, condiciones y contextos para la difusión cultural no han sido aún superadas.
Mapa de áreas culturales elaborado por Kroeber y Wissler
Kroeber pretendía desterrar el etnocentrismo del trabajo antropológico. Contra el criterio de los evolucionistas, para él no existen civilizaciones superiores e inferiores. Todas son plenas en sí mismas consideradas y sus variaciones son simplemente formales. Tampoco admitía la existencia de tipos raciales como diferencias esenciales entre grupos humanos.
En su análisis de las culturas campesinas, que consideraba sociedades parciales portadoras de culturas también parciales, las ubicó en un continuum entre lo folk y lo sofisticado.
 Una de sus grandes aportaciones fue concepto de tribelet, especialmente aplicable a los grupos indígenas de California, en los que la unidad social era menor y menos jerarquizada que la tribu. Pero sus investigaciones sobre la cultura también tienen zonas oscuras.Como buen boasiano, dedicó una inmensa cantidad de tiempo a recopilar y tratar los datos culturales. Los hechos eran para el más importantes que la teoría, pero no renunció a la formulación de hipótesis. De hecho, para Ubaldo Martínez Veiga, que es bastante crítico con el legado doctrinal de Kroeber, su afición a las grandes síntesis acabó también en grandes fiascos. Una demostración de su fracaso metodológico fue el proyecto que abordó en la década de los años 30 con la ayuda de sus estudiantes, para determinar los elementos o rasgos culturales característicos de  254 tribus de las Montañas Rocosas. Las listas de rasgos a comparar estadísticamente se dispararon de 3.000 hasta alcanzar 60.000. Kroeber admitió que, en esas circunstancias, era imposible deducir patterns de cultura. Su rechazo al reduccionismo también está basado, según Martínez Veiga, en el prejuicio recusable de que lo espiritual es muy elevado y complejo, mientras que lo material es simple y pobre.
Kroeber fue el prolífico autor de unos 500 libros y artículos, pero su obra magna sin duda fue Anthropology, publicada en 1923 y revisada en 1948 con el título Antropología: raza, lenguaje, cultura, psicología, prehistoria. Ese manual sustituyó al viejo texto de Tylor de 1881, y se convirtió en el libro de cabecera de muchas generaciones de antropólogos americanos.
 Kroeber también fue director de investigación de los demandantes en el pleito por las tierras históricas de los indios de California contra los Estados Unidos. Su riguroso trabajo tuvo un gran impacto en el devenir de la Comisión de Reclamaciones Indias. Estableció la forma en que los antropólogos debían presentar sus testimonios como expertos ante el tribunal,  y adiestró a sus alumnos para ello. Así, Julian Steward se encargó del pleito de los Ute y los Shoshones.
Julian Steward
Alfred Kroeber desempeñó un papel crucial en el Museo de Antropología de la Universidad de Berkeley, inicialmente en San Francisco, del que fue director entre 1909 y 1947. En su calidad de tal, se hizo cargo de Ishi, un indio Yahi, el último miembro de su tribelet, que apareció en Oroville en 1911, y que jugó un papel crucial en la vida de la antropóloga Theodora Kroeber.


Theodora Cracaw Kroeber (Krakie, como la llamaban sus amigos), nació en Colorado en 1897. Estudió en la Universidad de California, Berkeley y, en 1920, obtuvo la titulación en Psicología clínica. Tras quedarse viuda muy joven, con 26 años, decidió dar un giro a su vida y comenzó a estudiar a estudiar Antropología en Berkeley. Allí conoció Alfred Kroeber, que también era viudo, y se casaron en 1925 al terminar el semestre. Fueron una de esas afortunadas parejas de antropólogos, como Margaret Mead y Gregory Bateson. En opinión de Julian Steward, fueron un matrimonio muy feliz, y Theodora fue la esposa ideal para un antropólogo. Ella siempre sintió una inmensa empatía con los mitos indios, que reescribió con inmensa sensibilidad y cercanía humana. Así lo demuestra The Inland Whale (1959) y sus diversos libros sobre Ishi, fieles a los registros antropológicos conservados y que evocan con nostalgia la cultura Yahi perdida para siempre. Ishi in Two Worlds se publicó en 1961, un año después de la muerte de Kroeber, y fue un inmenso éxito editorial, traducido a numerosas lenguas. 

Después vinieron Ishi, Last of his tribe (1964), un lírico relato para jóvenes (con ese título se han hecho también dos películas, en 1978 y 1992, esta última con John Voight en el papel de Kroeber); The Hunter Ishi (1962); e Ishi, the Last Yahi. A Documentary History, publicado en 1979, el año de la muerte de Theodora.

Como apuntaba David G. Mandelbam en su Memorial a la muerte de Theodora, era una autora lenta, de constante reescritura, pero sentía hondamente que el esfuerzo por escribir era lo que daba sentido y alegría a su vida.
Theodora publicó también, en 1970, una biografía de su segundo esposo, Alfred Kroeber. A Personal Configuration, pero no se limitó a la materia antropológica sino que también cultivó la ficción, siendo autora de dos novelas.

 Alfred y Theodora tuvieron dos hijos. La menor de ellos, nacida en 1929, se convirtió en una célebre escritora de ciencia ficción y de sagas de fantasía, Ursula K. Le Guin. Nunca habría adivinado que esa misteriosa  “K.” ocultaba el apellido Kroeber de sus ilustres progenitores. También Úrsula heredó la pasión por el estudio de los Otros. Se ha dicho que escribe antropología-ficción, por su interés en las ciencias sociales. En sus obras aborda aspectos peculiares de las culturas alienígenas inventadas por ella, que son el pretexto perfecto para reflexionar especularmente sobre nuestra propia cultura. Ya utilizaron ese mecanismo los pensadores ilustrados, como muestran las Cartas Persas de Montesquieu o las Cartas Marruecas de José Cadalso.

El académico Karl Kroeber, hijo de Alfred y Theodora, y el historiador Clifton Kroeber, nacido del primer matrimonio de Theodora y adoptado por Alfred, también se interesaron por la Antropología. En 2003 abordaron nuevamente la figura del nativo tan querido por sus padres en el libro Ishi in Three Centuries, primer texto escolar sobre este personaje que incluye textos escritos por indígenas. En este blog tenéis una entrada sobre Ishi y la tragedia de los nativos de California en el siguiente enlace: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/07/la-tragedia-de-ishi-el-ultimo-nativo.html

  
Fuentes consultadas:
-Memorial to Theodora  Kroeber Quinn (1897-1979), David G. Mandelbam, 1979.
 - Ishi. El último de su tribu. Crónica antropológica de un indio americano, Theodora Kroeber, ed. Antoni Bosch, 2006.
-Ishi y el museo, Fernando Monge, en Etnohistoria, UNED, 2009.
 -Historia de la Antropología. Teoría, praxis y lugares de estudio, Ubaldo Martínez Veiga, UNED, 2007.
 - Alfred L. Kroeber 1876-1960. Obituary, Julian H. Steward, 1961.
-entradas Alfred L. Kroeber y Theodora Kroeber en Wikipedia.

Comentarios

  1. Acabo de leer esta entrada,y reconozco que, no solo durante los estudios de Antropología no había leído nada sobre Theodora,sino que,en libros de texto escolares,siempre aparece la definición de cultura de Kroeber y Kluckhohn,y tampoco había oído nada acerca de ella.Por eso considero tan importante tu labor de rescatar de la cultura androcentrica a mujeres como ella.

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    1. No quisiera equivocarme con la crítica, pero creo que en la academia siempre han pesado más los nombres masculinos que los femeninos, con la sola excepción de Mead y Benedict, que supieron "vender" su producto a un amplio público. Las antropólogas de antaño han quedado en la memoria solo como esposas de..., o relegadas a un terreno intermedio( y degradado) entre lo profesoral y lo literario, como Theodora Kroeber o Laura Bohannan, que también escribieron ficción, lo que ya de por sí parece restar seriedad a su trabajo. Bueno, esto es una opinión, pero tal vez ellas también encontraron una fórmula mágica para una divulgación más amplia de los descubrimientos antropológicos. Mira el éxito de los libros sobre Ishi. Al fin y al cabo, lo que deberíamos intentar todos los que amamos esta disciplina es hacer que información interesante y de calidad llegue al mayor número de personas, no guardarla como un secretito para un grupo de iniciados.

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