ANTES DE QUE DESAPAREZCAN: LA FOTOGRAFÍA ETNOGRÁFICA DE JIMMY NELSON (II). AFRICA
La rapidez con la que desaparece la diversidad cultural bajo el empuje de la civilización occidental ha dado lugar a continuos trabajos de salvamento antropológico. Desde el apasionado proyecto The Vanishing Race del genial fotógrafo norteamericano Edward S. Curtis (1868-1952) para rescatar las imágenes de las tribus indias, pasando por José Ortiz Echagüe y sus fotografías de los pueblos más típicos de España y del norte de África, Sebastiao Salgado y su Génesis ( http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/02/sebastiao-salgado-genesis.html ),hasta el fotógrafo inglés Jimmy Nelson, nacido en 1967, de quien he tenido noticias gracias a nuestro colaborador José Biedma.
Jimmy Nelson con las Himba |
Lévi-Strauss público en 1955 un título esencial, Tristes Tropiques, que Susan Sontag calificó como una de las grandes grandes obras del siglo XX. No en balde la obra se llamó en inglés A World on the Vane, “un mundo en desaparición”. Con su lúcida mirada Lévi- Strauss lanza un lamento elegíaco por el Nuevo Mundo perdido a causa del impacto del desarrollismo sobre el medio ambiente. Los viajes y el turismo han hecho al mundo encogerse hasta dar lugar a una “monocultura”, según el estructuralista francés. Aunque la tesis pueda ser discutible, lo cierto es que la nostalgia por esos reductos de culturas supuestamente prístinas ha motivado excelentes trabajos de recuperación de la memoria de la humanidad.
El último ejemplo es el brillante programa Before they Pass Away. Como ya hiciera Edward S. Curtis con la edición de lujo de sus fotografías en sepia en The North American Indian (podéis consultar este enlace: http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/09/edward-s-curtis-fotografia-y-etnografia.html ), Jimmy Nelson ha publicado un precioso libro de 464 páginas que cubre 29 tribus de todo el mundo en trance de desaparecer, cuyo contenido me he propuesto compartir aquí, dividendo el trabajo en tres partes. Comenzamos el viaje alrededor del mundo con Eurasia y América (http://anthropotopia.blogspot.com.es/2013/12/antes-de-que-desaparezcan-la-fotografia.html ), seguimos ahora con África y pasaremos después a la fascinante Oceanía (http://anthropotopia.blogspot.com.es/2014/01/antes-de-que-desaparezcan-la-fotografia.html aquí tenéis ya el enlace) . Los textos que acompañan las fotos son traducción y resumen de los que aparecen en el libro y que podéis leer en inglés en el siguiente link: http://www.beforethey.com/. No os perdáis el vídeo musical al final.
- LOS MURSI DE ETIOPÍA
Los Mursi son una tribu nómada de
4000 miembros, que vive en las tierras bajas del Valle del Gran Rift, en el
suroeste de Etiopía, cerca de la frontera con Kenia. La extrema sequía que se
ha abatido sobre este territorio hace muy difícil a los Mursi mantener sus
medios de vida tradicionales: la agricultura (maíz), la recogida de miel
salvaje y el pastoreo. Sólo en casos excepcionales cazan animales salvajes pero
el cerramiento de los parques nacionales con verjas restringe el acceso a sus
territorios históricos, amenazando su subsistencia. Su economía se basaba en el
trueque y en las posesiones compartidas, pero también el turismo ha alterado
esas bases, al introducir la moneda en el sistema a cambio de tomarles
fotografías. Este pueblo, con fama de primitivo, siempre ha mostrado una gran
agresividad frente a los extraños. Los guerreros Mursi llevan el torso tatuado
con escarificaciones en forma de herradura pero, mientras que en los hombres se
extienden al brazo derecho, en las mujeres se proyectan hacia el izquierdo. Los
campeones, además, llevan marcados también los muslos. Son famosos por la lucha
con palos, la donga.
Otra de las particularidades físicas
en las mujeres Mursi es el plato de arcilla que lucen en el labio inferior. Cuando
la niña tiene 15 años, realizan el corte para colocarlo. Se dice que fue el
medio que encontraron los Mursi para hacer a sus mujeres menos atractivas a los
ojos de los comerciantes de esclavos. Sin embargo, esa costumbre ha modelado
sus preferencias estéticas y ahora, cuanto más grande es el plato, mayor es el
valor de la joven a la hora de negociar el matrimonio. Los hombres pueden tener
tantas mujeres como deseen, siempre que puedan mantenerlas. Pero, para poder casarse, deben
superar el desafío del salto del toro, un rito que señala el paso a la edad
adulta. Así, alinean en fila las vacas, sobre cuyo lomo los neófitos deben
saltar desnudos cuatro veces seguidas sin fallar. En este impresionante
despliegue ceremonial, los jóvenes Mursi están acompañados por las mujeres de
la tribu, que gritan, cantan y bailan para animarlos.
Aunque han tenido contacto con misioneros evangélicos y con las tribus
musulmanas vecinas, los Mursi son animistas. Creen que árboles y rocas albergan
espíritus. Los jinns proceden de las
leyendas islámicas: son seres que toman forma humana o de animal para ejercer
sus poderes sobrenaturales.
Los Mursi construyen cabañas con
paja, cañas de río, ramas y palos. Durante los períodos de migración, son las
mujeres quienes desmantelan las viviendas y las reconstruyen en el nuevo
emplazamiento.
Los problemas de subsistencia que
actualmente soportan, llevan a los Mursi a intentar evadirse con el alcohol.
- LOS DASSANECH DE ETOPÍA
La tribu no está definida por la etnicidad, de manera que cualquiera puede
ser admitido como miembro siempre que acepte la circuncisión. Esa flexibilidad
les ha permitido absorber a múltiples grupos a lo largo de los siglos. Las mujeres
son circuncidadas a los 10-12 años. Hasta entonces, llaman a las chicas “animales
salvajes” o incluso “chicos”, porque no se comportan como mujeres, es decir, no
llevan vestidos ni se casan. Las niñas afrontan el ritual en grupo. Al
terminar, las madres les dan a beber leche agria y les entregan un collar.
Los miembros del mismo clan tienen
prohibido casarse y hasta bailar juntos.
Los Dassanech son nominalmente musulmanes pero también tienen influencias
evangélicas y del animismo tradicional. Creen en los espíritus de la naturaleza
y en los jinns, y temen a los brujos,
que tienen poder sobre las aguas y los cocodrilos y los consideran responsables
de las enfermedades.
- LOS BANNA DE ETIOPÍA Los Banna o Bana son unos 45.000, que ocupan las tierras altas al este del río Omo, cerca de la frontera con Kenia. Se dedican principalmente al pastoreo. El duro entorno en que viven condiciona su estilo de vida seminómada. Durante la estación seca, los hombres recorren largas distancias con el ganado en busca de agua y pastos. También son hábiles recolectores de miel salvaje, que venden en los mercados situados a lo largo de los caminos. Con el dinero que les pagan, compran herramientas. De sus vacas y cabras obtienen leche y carne, su vestido, lo necesario para su habitación y las alfombras que utilizan para dormir. Las reses son símbolo de riqueza y prestigio. Sin ellas, el hombre es tachado de pobre y no puede casarse, pues está obligado a pagar la riqueza de la novia.
A diferencia de los Mursi, son un pueblo
amistoso. Su aspecto es impresionante: las mujeres lucen el cuerpo muy decorado
y los hombres llevan el pelo peinado con trenzas, de manera especial cuando
tienen que honrar a un enemigo al que ha matado o a un animal salvaje cazado. Unos
y otros cubren su piel con tiza blanca, mezclada con piedra amarilla, mineral
de hierro rojo y carbón. Como los Hamar y los Mursi, celebran el ritual de
tránsito de la adolescencia a la madurez que consiste en saltar sobre las vacas
colocadas en fila. Las madres y hermanas de los adolescentes danzan y cantan, y
están tan comprometidas con la ceremonia que se azotan hasta sangrar para
mostrar su total solidaridad con el esfuerzo de los jóvenes. Si superan la
difícil prueba, se les reconoce el derecho a casarse.
Otra ceremonia trascendental en la
vida de los Bana es el Dimi, para
celebrar el matrimonio y fertilidad de las hijas, que son una fuente de riqueza
para la familia.
- LOS KARO DE ETOPÍA
Entre 1000 y 3000 Karo habitan al este del río Omo, al sur de Etiopía.
Cultivan sorgo, maíz y judías aprovechando las crecidas del río. A causa de la
mosca tsé-tsé, que bebe la sangre de los vertebrados, sólo pueden criar vacas
pequeñas. Eran conocidos por sus magníficas viviendas gracias a la riqueza
obtenida de sus ganados, pero la merma de su economía tradicional les hizo
adoptar la construcción de unas cabañas cónicas, más ligeras. Cada familia Karo
tiene dos casas: la principal, Ono, el
lugar donde vive la familia, mientras que la Gappa es el centro de múltiples actividades domésticas. Las mujeres
Karo se dedican al trabajo productivo y a atender a sus familias. Desde el
amanecer hasta el crepúsculo salen al territorio circundante asegurar su
subsistencia. Los hombres protegen la aldea contra los animales salvajes, cazan
cocodrilos y otras alimañas o simplemente se sientan debajo de un cobertizo y
mastican tabaco.
También celebran la ceremonia del salto sobre las vacas para la iniciación
de los chicos, la circuncisión de las niñas y el Dimi. Para esta sacrifican 10 vacas y 30 animales más pequeños. Hombres
y mujeres se visten con capas de pieles de animales para cantar y danzar.
Las tribus intercambiaban alimentos,
vacas, vestidos y abalorios. Más recientemente negocian con armas. A medida que
las carreteras se abren paso en el área, otros bienes como la cerveza llegan a
las aldeas. Existe una honda preocupación acerca del impacto que pueda tener
una gigantesca presa en construcción. Proporcionará la energía eléctrica tan
deseada pero, del mismo modo, reducirá el caudal del río y domesticará sus
crecidas y retiradas, en las que las tribus confían para sacar adelante sus cultivos.
- LOS ARBORE DE ETIOPÍA
La danza tradicional tiene una gran
importancia en este pueblo, que cree que cantando y bailando espantan a las
energías negativas para así poder conseguir la prosperidad.
Son monoteístas: adoran a un supremo
creador y padre de los hombres, al que llaman Waq.
- LOS HAMAR DE ETIOPÍA
En esta tribu, los padres someten a un fuerte control a los hijos, que son
los encargados de pastorear vacas y cabras. Para aprovechar esa fuerza de
trabajo, el cabeza de familia no da permiso a sus descendientes para casarse
hasta que no tienen 30 años. Las chicas, en cambio, suelen casarse a los 17
años. Para poder contraer matrimonio, el esposo debe pagar la riqueza de la
novia, que consiste en la entrega, a la familia de la esposa, de unas 30 cabras,
20 vacas y armas. Como el coste es tan elevado, se entrega en plazos, que a
veces no llegan a cubrirse en toda la vida del deudor. Cuando la familia del
esposo ve incrementados sus rebaños, se personan los hermanos de la esposa y de
la madre a reclamar el cumplimiento de la deuda. En la práctica, ello significa que los hombres Hamar rara vez
pueden enriquecerse. Si pueden hacer frente a los gastos, cada varón puede
tener tres o cuatro esposas, pero a las mujeres sólo se les permite casarse con
un único hombre.
- LOS HIMBA DE NAMIBIA
En el desierto de Namibia viven los Himba, un antigua tribu cuyos integrantes
son altos, delgados y de aspecto escultórico. Desde el siglo XVI han vivido en
emplazamientos dispersos entre el noroeste de Namibia y el suroeste de Angola. Su
estilo de vida parece haber permanecido inalterable pese a guerras y sequías.
Sus casas son estructuras cónicas, hechas con troncos de árbolillos juntos y
techos de hojas de palmera, impermeabilizadas con barro y estiércol. Cada año
trasladan sus viviendas varias veces, en busca de mejores pastos. Los jóvenes
se desplazan a poblados temporales en pos del ganado cuando la hierba escasea,
mientras que mujeres, niños y ancianos permanecen en los poblamientos
permanentes.
El día empieza pronto pronto para los Himba. Las mujeres se levantan al
amanecer y, después de acicalarse, ordeñan las vacas que los hombres llevan a
pastar. Las mujeres cultivan la tierra, cocinan, cuidan de los niños y de los
animales, y se ocupan del vestido y de recoger agua y leña. Aunque van escasamente
cubiertos, el aspecto es vital entre los Himba para identificar el lugar que
cada uno ocupa en el seno de su grupo y la fase de la vida en que se encuentran. Lucen
sofisticados peinados y collares y brazaletes de conchas, piel y cobre. Las
mujeres casadas llevan una pequeña corona de piel de cabra. Los niños se peinan
con dos trenzas. Cuando alcanzan la pubertad, cambian el peinado a una multitud
de trencitas. Los chicos son reconocibles por sus pequeños trenzados en forma
de cola de pony desde la coronilla a la frente. Cuando desean casarse, llevan
la misma cola pero atada en un lazo y, los hombres casados, en un turbante.
No puede dejar de mencionarse el otjize, una pasta hecha con grasa de cabra, hierbas y ocre rojo, que se aplican sobre la piel, el pelo y los vestidos. Existe una gran especulación en torno al origen de esta práctica, que parece que les protege del sol y repele a los mosquitos, aunque los Himba afirman que tiene un motivo exclusivamente estético. Las mujeres se aplican el otjize cada mañana. En cambio, los hombres no lo utilizan.
No puede dejar de mencionarse el otjize, una pasta hecha con grasa de cabra, hierbas y ocre rojo, que se aplican sobre la piel, el pelo y los vestidos. Existe una gran especulación en torno al origen de esta práctica, que parece que les protege del sol y repele a los mosquitos, aunque los Himba afirman que tiene un motivo exclusivamente estético. Las mujeres se aplican el otjize cada mañana. En cambio, los hombres no lo utilizan.
La estructura tribal ayuda a los Himba a sobrevivir en uno de los entornos
más extremos de la tierra, las dunas del desierto de Namibia. Cada miembro pertenece
a dos clanes, al del padre y al de la madre. Las mujeres, una vez casadas, se trasladan a la aldea de su esposo, donde adoptan
las reglas de su nuevo clan. Los hombres pueden tener diferentes esposas, que
viven con sus respectivos hijos en cada granja. También las mujeres pueden tener
varias parejas. Los hijos viven con su padre. El hijo no hereda el ganado su
padre sino de su tío materno, el avúnculo. El matriclan se encarga de la economía doméstica.Todos los miembros de la familia se
ocupan del cuidado de los niños.
Entre los 10 y los 12 años les extraen el cuarto incisivo inferior en una ceremonia ritual cuyo fin es protegerlos de las influencias peligrosas y asegurar la protección de los ancestros. Los Himba son monoteístas y adoran a sus antecesores y al dios Mukuru, creador de todo. Como es un dios lejano, se comunican con él a través de los espíritus de sus antepasados masculinos. Mukuru no es omnipotente: se ocupa de los elementos físicos y la climatología, mientras que los espíritus familiares tienen un gran poder sobre los eventos de la vida cotidiana, como la salud. El fuego sagrado, okuruwo, debe permanecer siempre encendido y ello es una de las obligaciones del cabeza de familia. El jefe de la aldea, que es el hombre de mayor edad, es responsable de los aspectos religiosos de la vida y de asegurar que las reglas tradicionales y las normas del clan sean obedecidas. Supervisa los nacimientos, matrimonios y las ceremonias de paso y dirige la ceremonia del fuego sagrado, por la cual se invoca a los espíritus ancestrales.
Entre los 10 y los 12 años les extraen el cuarto incisivo inferior en una ceremonia ritual cuyo fin es protegerlos de las influencias peligrosas y asegurar la protección de los ancestros. Los Himba son monoteístas y adoran a sus antecesores y al dios Mukuru, creador de todo. Como es un dios lejano, se comunican con él a través de los espíritus de sus antepasados masculinos. Mukuru no es omnipotente: se ocupa de los elementos físicos y la climatología, mientras que los espíritus familiares tienen un gran poder sobre los eventos de la vida cotidiana, como la salud. El fuego sagrado, okuruwo, debe permanecer siempre encendido y ello es una de las obligaciones del cabeza de familia. El jefe de la aldea, que es el hombre de mayor edad, es responsable de los aspectos religiosos de la vida y de asegurar que las reglas tradicionales y las normas del clan sean obedecidas. Supervisa los nacimientos, matrimonios y las ceremonias de paso y dirige la ceremonia del fuego sagrado, por la cual se invoca a los espíritus ancestrales.
8. LOS MASAI DE KENIA
Los Masai emigraron de Sudán en el siglo XV, atacando a las tribus que encontraron en su camino y apoderándose de sus ganados. Al final de aquel periplo se habían apoderado de casi todo el territorio del Valle del Rift. Se trata de una de las últimas grandes culturas guerreras. Desde la infancia, los niños aprenden las responsabilidades que implica ser un guerrero. Su papel es proteger la aldea de enemigos y depredadores, y garantizar la seguridad de las familias. A través de rituales y ceremonias, inclusive la circuncisión, los chicos son instruidos por sus padres y ancianos acerca de cómo llegar a ser un guerrero Masai, conocedor de todas sus prácticas culturales y normas consuetudinarias. Una elaborada ceremonia, eunoto, marca el cambio de estatus del chico, que le permite establecer una casa y fundar una familia, adquirir ganado y ser un adulto responsable.
La circuncisión ritual de las chicas tienen lugar en la emorata, que hoy está prohibida y es cada vez menos frecuente. Cuando alcanzan la adolescencia, los padres le buscan como esposo a un guerrero de un clan respetable.
El piercing y el alargamiento de las orejas forma parte de la belleza Masai. Hombres y mujeres portan aros de metal. Las mujeres se afeitan la cabeza y se arrancan los dientes centrales de la mandíbula inferior por exigencias de su medicina tradicional. Antaño vestían con pieles de animales y ahora llevan largas telas rojas (shukka) que envuelven el cuerpo y que realzan con gran cantidad de joyas con cuentas en el cuello y brazos, que pueden variar de color según las ocasiones.
La riqueza de una familia se mide por el número de reses y de hijos. Un hombre puede casarse con tantas esposas cómo pueda mantener. Cada esposa debe construir la casa para si y su prole. Existe una jerarquía entre las esposas: la primera es la más valorada y poderosa.
La vida de los Masai gira enteramente en torno al ganado, recorriendo un vasto territorio siguiendo el patrón de las lluvias en busca de comida y agua. El ganado suple todas sus necesidades alimenticias: comen su carne y beben su leche y hasta su sangre. Sacrifican toros, bueyes y corderos en ocasiones especiales y ceremoniales.
Con el tránsito al siglo XX, la tragedia golpeó a los Masai. Plagas y enfermedades mataron a un gran número de animales, a lo que siguió una sequía prolongada. A su término, la mitad de los Masai y sus ganados habían perecido. Poco después, más de dos tercios de sus territorios históricos fueron requisados para ranchos de colonos, reservas de vida salvaje y parques nacionales en Kenia y Tanzania.
Por ello, ahora los Masai depende también de la agricultura (sorgo, arroz, patatas, repollo) para subsistir. Las cabañas del poblado (kraal) son semipermanentes. Están hechas de barro, hierbas y estiércol. Pieles y cueros se utilizan como lechos. La verja alrededor del kraal, que construyen los hombres, está hecha de espinas de acacia. Tiene como fin espantar a los leones. Las mujeres, además de montar y desmontar las viviendas, salen a buscar agua y leña, ordeñan las vacas y cocinan. Los ancianos dirigen las actividades cotidianas y el jefe distribuye los trabajos cada mañana, antes que los guerreros y los chicos salgan a pastorear.
Los Masai son monoteístas. Su dios, Ngay, es el creador de todas las cosas. Al principio, en Ngai estaban unidos el cielo y la tierra y, por ello, el dios era el dueño de los ganados. Pero el día que cielo y tierra se separaron, la tierra ya no estaba ligada a Ngay. Para evitar que los animales se murieran, el dios envió los rebaños a los Masai y les enseñó cómo cuidarlos. Ngay tiene dos manifestaciones principales: los espíritus negros, que son buenos, y los rojos, vengativos. Pero si por algo son particularmente famosos los Masai es por la danza de los saltos (Adumu). Los hombres saltan a gran altura para mostrar su fuerza y resistencia como guerreros tribales. Cada joven salta tan alto como puede, mientras que sus compañeros hacen círculo alrededor y cantan.
El estilo de vida de los Masai está cambiando rápidamente. Actualmente es común ver a los jóvenes en las ciudades vendiendo no solo cabras y vacas sino también cuentecillas de collar, carbón, cereales y hasta teléfonos móviles.
Los Masai emigraron de Sudán en el siglo XV, atacando a las tribus que encontraron en su camino y apoderándose de sus ganados. Al final de aquel periplo se habían apoderado de casi todo el territorio del Valle del Rift. Se trata de una de las últimas grandes culturas guerreras. Desde la infancia, los niños aprenden las responsabilidades que implica ser un guerrero. Su papel es proteger la aldea de enemigos y depredadores, y garantizar la seguridad de las familias. A través de rituales y ceremonias, inclusive la circuncisión, los chicos son instruidos por sus padres y ancianos acerca de cómo llegar a ser un guerrero Masai, conocedor de todas sus prácticas culturales y normas consuetudinarias. Una elaborada ceremonia, eunoto, marca el cambio de estatus del chico, que le permite establecer una casa y fundar una familia, adquirir ganado y ser un adulto responsable.
La circuncisión ritual de las chicas tienen lugar en la emorata, que hoy está prohibida y es cada vez menos frecuente. Cuando alcanzan la adolescencia, los padres le buscan como esposo a un guerrero de un clan respetable.
El piercing y el alargamiento de las orejas forma parte de la belleza Masai. Hombres y mujeres portan aros de metal. Las mujeres se afeitan la cabeza y se arrancan los dientes centrales de la mandíbula inferior por exigencias de su medicina tradicional. Antaño vestían con pieles de animales y ahora llevan largas telas rojas (shukka) que envuelven el cuerpo y que realzan con gran cantidad de joyas con cuentas en el cuello y brazos, que pueden variar de color según las ocasiones.
La riqueza de una familia se mide por el número de reses y de hijos. Un hombre puede casarse con tantas esposas cómo pueda mantener. Cada esposa debe construir la casa para si y su prole. Existe una jerarquía entre las esposas: la primera es la más valorada y poderosa.
La vida de los Masai gira enteramente en torno al ganado, recorriendo un vasto territorio siguiendo el patrón de las lluvias en busca de comida y agua. El ganado suple todas sus necesidades alimenticias: comen su carne y beben su leche y hasta su sangre. Sacrifican toros, bueyes y corderos en ocasiones especiales y ceremoniales.
Con el tránsito al siglo XX, la tragedia golpeó a los Masai. Plagas y enfermedades mataron a un gran número de animales, a lo que siguió una sequía prolongada. A su término, la mitad de los Masai y sus ganados habían perecido. Poco después, más de dos tercios de sus territorios históricos fueron requisados para ranchos de colonos, reservas de vida salvaje y parques nacionales en Kenia y Tanzania.
Por ello, ahora los Masai depende también de la agricultura (sorgo, arroz, patatas, repollo) para subsistir. Las cabañas del poblado (kraal) son semipermanentes. Están hechas de barro, hierbas y estiércol. Pieles y cueros se utilizan como lechos. La verja alrededor del kraal, que construyen los hombres, está hecha de espinas de acacia. Tiene como fin espantar a los leones. Las mujeres, además de montar y desmontar las viviendas, salen a buscar agua y leña, ordeñan las vacas y cocinan. Los ancianos dirigen las actividades cotidianas y el jefe distribuye los trabajos cada mañana, antes que los guerreros y los chicos salgan a pastorear.
Los Masai son monoteístas. Su dios, Ngay, es el creador de todas las cosas. Al principio, en Ngai estaban unidos el cielo y la tierra y, por ello, el dios era el dueño de los ganados. Pero el día que cielo y tierra se separaron, la tierra ya no estaba ligada a Ngay. Para evitar que los animales se murieran, el dios envió los rebaños a los Masai y les enseñó cómo cuidarlos. Ngay tiene dos manifestaciones principales: los espíritus negros, que son buenos, y los rojos, vengativos. Pero si por algo son particularmente famosos los Masai es por la danza de los saltos (Adumu). Los hombres saltan a gran altura para mostrar su fuerza y resistencia como guerreros tribales. Cada joven salta tan alto como puede, mientras que sus compañeros hacen círculo alrededor y cantan.
El estilo de vida de los Masai está cambiando rápidamente. Actualmente es común ver a los jóvenes en las ciudades vendiendo no solo cabras y vacas sino también cuentecillas de collar, carbón, cereales y hasta teléfonos móviles.
9.LOS SAMBURU DEL NORTE DE KENIA
En las estribaciones del Monte Kenia vive este pueblo ganadero de origen nilótico, que llegó a la región hace unos 500 años atravesando las llanuras del Valle del Rift en un rápido avance conquistador. Se trata de un territorio yermo, que obliga a las aldeas, que acogen entre 5 y 10 familias, a trasladar su campamento cada mes y medio en busca de nuevos pastos. Sus cabañas, fácilmente desmontables, están hechas de barro, estiércol y hierbas sobre palos, y el poblado se rodea de una verja de espinas para su protección. Los hombres se ocupan de salir a pastar con el ganado (vacas, ovejas, cabras y camellos). Las mujeres recolectan raíces y vegetales, ordeñan las vacas, buscar agua y leña, cocinan y se encargan de los hijos, con ayuda de las niñas. Su estilo de vida nómada condiciona sus valores y prácticas tradicionales. Las severas sequías han reducido la extensión de los pastos y el número de cabezas de ganado, con la consiguiente merma de riqueza, estatus y tamaño de los grupos familiares. Esta sociedad ha dependido del ganado y la guerra tanto tiempo, que ahora encuentra difícil acomodarse a un estilo de vida más sedentario.
Chicos y chicas se someten a ritos iniciáticos para aprender sus responsabilidades como adultos. Los jóvenes se convierten en guerreros en un proceso de iniciación dividido en dos etapas de 5 años cada una. Una vez que terminan su iniciación, pueden casarse e ir a vivir con los hombres casados. Las jóvenes también se someten a circuncisión.
El matrimonio consiste en una serie de elaborados rituales. Tienen gran importancia los regalos que realiza el novio (dos pieles de cabra, un par de pendientes de cobre, una calabaza para guardar leche y un cordero) y los regalos para la ceremonia. El matrimonio se entiende concluido cuando un toro, conducido por la madre de la novia, entra en la casa y lo matan.
La fertilidad es crucial para los Samburu. Las mujeres sin hijos son ridiculizadas incluso por los niños. Arrojan boñiga de vaca contra las cabañas de las mujeres estériles. Para evitarlo, practican rituales de fertilidad, que consisten en enterrar una figura de barro delante de la casa de la mujer estéril. Una semana después se celebra una fiesta, en la que los esposos invitan a los vecinos a comer un toro sacrificado. Los invitados reunidos rezan para que lleguen los hijos.
Los Samburu creen en los espíritus de los ancestros y en la brujería, y practican los encantamientos y rituales de protección de la salud. Los adivinos (laibon) predicen el futuro. Milika es el espíritu del mal. En su panteón existe un dios supremo, creador distante, Nkai o Ngai, que habita en las montañas más bellas, en los árboles grandes, en las cuevas y en las fuentes de agua. El mayor deseo de un anciano es ser enterrado frente a una cumbre majestuosa, sede de Nkai.
Los Samburu son un pueblo orgulloso, feliz y amigable, que añora las costumbres y ceremonias coloristas de sus antepasados. Les encanta bailar y cantar pero no se acompañan de instrumentos. Tienen danzas diferentes para cada ocasión de la vida. También entre ellos la danza del salto es muy popular. La mayoría de los bailes implican a los hombres y a las mujeres danzando en círculos separados para cada sexo, con movimientos característicos y diferentes pero coordinados.
Visten también el shukka, una larga pieza de tela de colores brillantes que envuelve el cuerpo y que acompañan con muchos collares de cuentas, pendientes y pulseras que fabrican las mujeres. Los hombres se tiñen el pelo con ocre rojo y los guerreros llevan los cabellos largos sujetos en trenzas. Se pintan la cara con rayas para acentuar los rasgos faciales.
Su sistema de gobierno es igualitario. Las decisiones se toman bajo el árbol que constituye el lugar de reunión del consejo. Las mujeres pueden sentarse en un círculo exterior y trasladar su parecer a través de sus parientes masculinos, pero también pueden celebrar sus propias asambleas y llevar sus propias conclusiones a los varones, para debatirlas en el consejo.
Aquí tenéis un vídeo estupendo, corto y con una música evocadora, con tipos etnográficos muy vistosos de todo el proyecto Before They Pass Away, obra de MrGoogi9. No os lo perdáis.
Todas las fotografías reproducidas en la entrada y en el vídeo tienen copyright de Jimmy Nelson.
En las estribaciones del Monte Kenia vive este pueblo ganadero de origen nilótico, que llegó a la región hace unos 500 años atravesando las llanuras del Valle del Rift en un rápido avance conquistador. Se trata de un territorio yermo, que obliga a las aldeas, que acogen entre 5 y 10 familias, a trasladar su campamento cada mes y medio en busca de nuevos pastos. Sus cabañas, fácilmente desmontables, están hechas de barro, estiércol y hierbas sobre palos, y el poblado se rodea de una verja de espinas para su protección. Los hombres se ocupan de salir a pastar con el ganado (vacas, ovejas, cabras y camellos). Las mujeres recolectan raíces y vegetales, ordeñan las vacas, buscar agua y leña, cocinan y se encargan de los hijos, con ayuda de las niñas. Su estilo de vida nómada condiciona sus valores y prácticas tradicionales. Las severas sequías han reducido la extensión de los pastos y el número de cabezas de ganado, con la consiguiente merma de riqueza, estatus y tamaño de los grupos familiares. Esta sociedad ha dependido del ganado y la guerra tanto tiempo, que ahora encuentra difícil acomodarse a un estilo de vida más sedentario.
Chicos y chicas se someten a ritos iniciáticos para aprender sus responsabilidades como adultos. Los jóvenes se convierten en guerreros en un proceso de iniciación dividido en dos etapas de 5 años cada una. Una vez que terminan su iniciación, pueden casarse e ir a vivir con los hombres casados. Las jóvenes también se someten a circuncisión.
El matrimonio consiste en una serie de elaborados rituales. Tienen gran importancia los regalos que realiza el novio (dos pieles de cabra, un par de pendientes de cobre, una calabaza para guardar leche y un cordero) y los regalos para la ceremonia. El matrimonio se entiende concluido cuando un toro, conducido por la madre de la novia, entra en la casa y lo matan.
La fertilidad es crucial para los Samburu. Las mujeres sin hijos son ridiculizadas incluso por los niños. Arrojan boñiga de vaca contra las cabañas de las mujeres estériles. Para evitarlo, practican rituales de fertilidad, que consisten en enterrar una figura de barro delante de la casa de la mujer estéril. Una semana después se celebra una fiesta, en la que los esposos invitan a los vecinos a comer un toro sacrificado. Los invitados reunidos rezan para que lleguen los hijos.
Los Samburu creen en los espíritus de los ancestros y en la brujería, y practican los encantamientos y rituales de protección de la salud. Los adivinos (laibon) predicen el futuro. Milika es el espíritu del mal. En su panteón existe un dios supremo, creador distante, Nkai o Ngai, que habita en las montañas más bellas, en los árboles grandes, en las cuevas y en las fuentes de agua. El mayor deseo de un anciano es ser enterrado frente a una cumbre majestuosa, sede de Nkai.
Los Samburu son un pueblo orgulloso, feliz y amigable, que añora las costumbres y ceremonias coloristas de sus antepasados. Les encanta bailar y cantar pero no se acompañan de instrumentos. Tienen danzas diferentes para cada ocasión de la vida. También entre ellos la danza del salto es muy popular. La mayoría de los bailes implican a los hombres y a las mujeres danzando en círculos separados para cada sexo, con movimientos característicos y diferentes pero coordinados.
Visten también el shukka, una larga pieza de tela de colores brillantes que envuelve el cuerpo y que acompañan con muchos collares de cuentas, pendientes y pulseras que fabrican las mujeres. Los hombres se tiñen el pelo con ocre rojo y los guerreros llevan los cabellos largos sujetos en trenzas. Se pintan la cara con rayas para acentuar los rasgos faciales.
Su sistema de gobierno es igualitario. Las decisiones se toman bajo el árbol que constituye el lugar de reunión del consejo. Las mujeres pueden sentarse en un círculo exterior y trasladar su parecer a través de sus parientes masculinos, pero también pueden celebrar sus propias asambleas y llevar sus propias conclusiones a los varones, para debatirlas en el consejo.
Aquí tenéis un vídeo estupendo, corto y con una música evocadora, con tipos etnográficos muy vistosos de todo el proyecto Before They Pass Away, obra de MrGoogi9. No os lo perdáis.
Todas las fotografías reproducidas en la entrada y en el vídeo tienen copyright de Jimmy Nelson.
La entrada entera es una auténtica delicia,que merece un comentario más detenido ,pero no puedo evitar dar un merecido aplauso a la labor de "Mr.Googi9"por la clase que van adquiriendo sus trabajos,su encaje de música e imágenes cada vez con mayor soltura.Enhorabuena a los dos.
ResponderEliminarMuchas gracias de parte del joven artista. La verdad es que es una suerte tenerlo como colaborador.
ResponderEliminar"Estas culturas no están destinadas a desaparecer. Son pueblos dinámicos que transitan la existencia por fuerzas identificables que están más allá de su capacidad de adaptación. El genocidio está universalmente condenado, pero el etnocidio, la destrucción del estilo de vida de un pueblo, no sólo no es condenado universalmente sino que en muchos lugares es celebrado como parte del desarrollo. El mundo moderno como lo conocemos tiene tan sólo 300 años de antigüedad. Esta historia superficial me sugiere que no tenemos todas las respuestas para todos los desafíos a los que nos enfrentaremos en los próximos milenios." dice Wade Davis. UNA ANTROPÓLOGA EN LA LUNA nos dejó estas interesantes reflexiones, muy en la línea de "Europa y los pueblos sin historia" de Eric Wolf. Pues sí, a estos pueblos no es que les guste vivir en condiciones extremas, es que no han tenido más remedio que acostumbrarse a ellas porque el avance de la "civilización" los ha ido arrojando hacia los márgenes de lo habitable y si alguien tiene las claves para sobrevivir ante un cambio radical de condiciones de vida, me temo que no seremos nosotros, con toda nuestra ciencia y tecnología, sino más bien ellos. En todo caso, en el momento presente interesan más bien como ejemplo de la maravillosa diversidad humana, para entusiasmarnos con lo que, como seres humanos, todos compartimos aún en los lugares más remotos del planeta, y para aprender una mejor relación con los otros y con el entorno.Muchas gracias a Noemí por participar aquí y por su valoración apreciativa de nuestro trabajo.
ResponderEliminarBueno,yo también quería hacer referencia a Eric Wolff,ya q cuando leemos que los Karo ahora intercambian armas o los Mursi se evaden por medio del alcohol,no puedo dejar de pensar que el contacto con la civilización ha cambiado estructuras esencialea de esa cultura;es inevitable este mestizaje,pero éticamente sí podemos reflexionar acerca de qué elementos son aquellos que vamos dejando como herencia y con qué intencionalidad.En los ejemplos que he aducido se trata de elementos desestructurantes del individuo y de la sociedad,aunque pidemos pensar que también se han hecho pozos o escuelas como contrapeso.
ResponderEliminarYo también quería hacer hincapie en el tema de la belleza,que es socialmente construida,y en el ejemplo de los Mursi pone Encarna un ejemplo muy interesante de cómo se integran elementos nuevos y con el correr de los tiempos quedan intwgrados en la cosmovisión de esa cultura.El ejemplo es el plato en el labio de la joven,algo monstruoso en su origen,destinado a causar repulsión, y que ahora es un plus de belleza percibida en las jóvenes. Podría ser algo similar a los tatuajes occidentales,originalmente - en occidente- una marca de marginalidad -presidiarios - que más tarde evolucionó a elemento de moda mostrado por famosos influyentes para terminar siendo algo común.
En otro orden de cosas,también cabecdestacar cómo los Dassanech de Etiopía entienden a la mujer como una fuerza salvaje que hay que domesticar,y como subyace la idea de sexo femenino como algo sin control,que solo "sirve" al grupo cuando ha sido "cultivado",sometido a la cultura,que se entiende como creación masculina.
Hay muchas más cosas que comentar,pero dejemos que hablen otras voces,como las de Antropóloga en la luna - un saludo - y esos fieles seguidoresxque hacen significativo el trabajo creador.
Estupendas reflexiones, Mari Angeles. Hay muchos hilos que desenrrollar en estas historias. En estas entradas no he querido entrar al comentario de cada institución porque ya son bastante largas por sí mismas. De hecho, cualquiera de esas 29 etnias del proyecto de Nelson, por sí sola, daría para bastante extensión. Pero creo que las explicaciones del libro son claras y sencillas, tienen una mirada curiosa y no eurocéntrica, y me ha gustado también reflejar juntas las culturas de diferentes pueblos que, no obstante, tienen cosmologías, ritos de paso, sistemas de vida material...comunes pero con particularidades distintivas, porque son buenos ejemplos del concepto de círculos culturales que ya vimos en la entrada de Frobenius. Bueno, esperamos tu siguiente y seguro que brillante intervención.
EliminarFelicidades a Encar por la extensa y bien documentada entrada, y también al autor del precioso vídeo.
ResponderEliminarImpresionantes fotografías, gracias por compartirlas
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