FIESTAS POPULARES GALLEGAS
JOSÉ LOSADA
Carlos Sobrino Buhigas, "Romería" |
Siempre me han fascinado
las fiestas populares, y no sé muy bien cuál es la razón: las comidas
extraordinarias, la música, las manifestaciones religiosas o, quizá, la
conjunción de todo ello, integrando en un día especialísimo en el que todo
contribuía para que se generase una enorme energía positiva que quedaba impregnada en el ambiente y,
sobre todo, en la mirada optimista y confiada que tenían todas las personas
(hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, niños…) con las que me cruzaba.
El día de la fiesta podía
ser uno cualquiera de verano (esto no era imprescindible) en el que se
celebraba la festividad del patrón o patrona de la ciudad, pueblo o parroquia.
A su llamada se reunían familias, los
emigrados volvían por unos días a la que había sido su casa, y todos, sin excepción, lucían sus mejores
galas, las reservadas para las grandes ocasiones. Con la comida pasaba lo
mismo, y la reunión familiar imponía una larga y copiosa pitanza con numerosos
manjares como preámbulo de una sobremesa demorada hasta bien avanzada la tarde.
Antes, por la mañana, misa solemne y, casi siempre, procesión, prolegómeno
necesario de lo que vendría después, la fiesta propiamente dicha, con actuaciones
musicales, fuegos de artificio, atracciones de todo tipo, en una especie de
marco perfecto que aseguraba la diversión de todos los miembros de la
comunidad, sin ninguna excepción.
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Ahora, cuando veo las
fotografías de grupos familiares hechas en tal ocasión observo las unánimes
caras risueñas, los gestos distendidos y cariñosos, y comprendo que la
verdadera felicidad, el sentimiento de plenitud que así merece ser llamado, es
necesariamente compartida.
En esta entrada, como en
otras, me sirvo de la experiencia personal y, cuando no es suficiente, de la ficción realista de la literatura. Intentaré mostrar ejemplos de todos los
elementos que intervienen en las fiestas populares y que las hacen una
experiencia vital inolvidable.
Comenzamos por el espacio
físico. En ámbitos urbanos, una plaza o terreno público que durante unos días
se convierten en el centro de la vida comunitaria, para volver seguidamente a
su utilización ordinaria. En el mundo rural nos encontramos con el denominado
“Campo da Festa”, un predio,- que puede ser de titularidad particular, con uso
agrícola o sin él-, especialmente destinado a acoger la celebración. Puede
ocurrir que el resto del año esté vacío, desocupado o, sobre todo en el
invierno, aparentemente desolado (la fotografía adjunta muestra una vista
invernal del campo de la fiesta de A Vide, municipio de Monforte de Lemos).
Pero, uno o dos días al año resurge para convertirse en un lugar distinto; su
plena realización es efímera, sin que esto desluzca su importancia.
Mi muy admirado, y
recientemente fallecido, Xosé Neira Vilas describe la situación en su obra “Memorias
dun neno labrego”, cuando Balbino, el protagonista, impedido de asistir a la
fiesta por estar su familia de luto, acude al día siguiente al campo de la
fiesta al “rebusque”,
intentar encontrar algún objeto de valor que, perdido en la alegre
confusión tumultuaria de la noche anterior, esté aguardando para compensarlo de la frustración que le supuso tener
que conformarse con escuchar de lejos el
alboroto.
Balbino se siente feliz cuando encuentra una cajita cerrada. No se atreve a abrirla y, deseoso de conservar para sí su secreto, la entierra junto al río. A los dos días, un enorme aguacero hace que se desborde y con su crecida arrolla el tesoro del chico y buena parte de sus ilusiones.
Balbino se siente feliz cuando encuentra una cajita cerrada. No se atreve a abrirla y, deseoso de conservar para sí su secreto, la entierra junto al río. A los dos días, un enorme aguacero hace que se desborde y con su crecida arrolla el tesoro del chico y buena parte de sus ilusiones.
Podría recurrir a mi
memoria para sorprender al lector con el relato de las comidas de fiesta en la
que he participado. Por una vez, y sin que sirva de precedente, considero que la ficción literaria sirve mejor para
ilustrar lo que quiero decir.
En la novela “Esmorgantes” de Jorge Víctor Sueiro y Amparo Nieto se describe el menú de una fiesta gallega: sopa de, al menos, cuatro carnes diferentes; cocido, “festival de variado colorido” con fuentes pletóricas de tajadas bien cortadas de “cachelos”, garbanzos, repollo o grelos, varios tipos de chacinas,- sin olvidar al imponente “botelo”-, y surtido de carnes saladas de cerdo: “cachucha”, solana, lacón, paletilla …; empanadas, de sardinas y de “raxo”. Y, ya pasado el Cabo de Hornos del banquete: pepitoria de gallina, capón al horno con patatas doradas y cabrito, para terminar con los postres (queso, arroz con leche, tarta de Mondoñedo y rosca de almendras). En mis recuerdos aparecen casi todas las viandas que citan los autores con algunas especialidades: el gallo del corral, presuntuoso y hasta agresivo algunas veces, se preparaba en salsa, lo mismo que uno de los conejos (era un día aciago para los animales domésticos); y en cuanto a los dulces, los citados eran sustituidos por roscón, rosca de pan y de almendra. Las empanadas eran cosa de uno de mis tíos, panadero de profesión. Todo regado por vinos tintos y blancos de la zona, y licores caseros.
En la novela “Esmorgantes” de Jorge Víctor Sueiro y Amparo Nieto se describe el menú de una fiesta gallega: sopa de, al menos, cuatro carnes diferentes; cocido, “festival de variado colorido” con fuentes pletóricas de tajadas bien cortadas de “cachelos”, garbanzos, repollo o grelos, varios tipos de chacinas,- sin olvidar al imponente “botelo”-, y surtido de carnes saladas de cerdo: “cachucha”, solana, lacón, paletilla …; empanadas, de sardinas y de “raxo”. Y, ya pasado el Cabo de Hornos del banquete: pepitoria de gallina, capón al horno con patatas doradas y cabrito, para terminar con los postres (queso, arroz con leche, tarta de Mondoñedo y rosca de almendras). En mis recuerdos aparecen casi todas las viandas que citan los autores con algunas especialidades: el gallo del corral, presuntuoso y hasta agresivo algunas veces, se preparaba en salsa, lo mismo que uno de los conejos (era un día aciago para los animales domésticos); y en cuanto a los dulces, los citados eran sustituidos por roscón, rosca de pan y de almendra. Las empanadas eran cosa de uno de mis tíos, panadero de profesión. Todo regado por vinos tintos y blancos de la zona, y licores caseros.
En este mismo apartado
gastronómico estarían los manjares propios y típicos de algunas fiestas:
rosquillas de San Blas, Roscas de San Antonio, Huevos Cocidos al estilo de la
fiesta de San Lázaro. Y solamente hablo de algunos ejemplos del Valle de Lemos.
Cómo un dulce u otro alimento llega a ser considerado como elemento necesario de la fiesta es para mí un secreto, aún más, cuando compruebo que la costumbre no es propia de un solo lugar. En la autobiográfica “El jardín de los frailes” Manuel Azaña, después de calificar a San Blas como un “diosecillo rústico” nos cuenta que en Meco tuvo culto solemne y romería, y que de ella llegaban a los mozalbetes alcalaínos unas coruscantes rosquillas “de enrevesada estructura sacada tal vez, con mazo y escoplo, de una tabla de pino barnizada”. Más adelante volveremos sobre el santo que se celebra el día 3 de febrero.
Cómo un dulce u otro alimento llega a ser considerado como elemento necesario de la fiesta es para mí un secreto, aún más, cuando compruebo que la costumbre no es propia de un solo lugar. En la autobiográfica “El jardín de los frailes” Manuel Azaña, después de calificar a San Blas como un “diosecillo rústico” nos cuenta que en Meco tuvo culto solemne y romería, y que de ella llegaban a los mozalbetes alcalaínos unas coruscantes rosquillas “de enrevesada estructura sacada tal vez, con mazo y escoplo, de una tabla de pino barnizada”. Más adelante volveremos sobre el santo que se celebra el día 3 de febrero.
Una modalidad del vínculo
entre las fiestas y la gastronomía se da cuando aquéllas coinciden con los
momentos en que un producto está en sazón. Entonces, a todos los elementos de
la fiesta se suma su consumo y exaltación. Así ocurre en las fiestas de los
meses de verano con las sardinas (la sabiduría popular nos dice que las mejores
llegan entre la Virgen de julio y la de agosto). Otro tanto sucede en el otoño
con la llegada del vino nuevo, las nueces o las castañas. En la comarca de
Lemos la fiesta de Fión se celebra en ese momento y el refrán dice: “Castañas,
noces e viño fan do vello mociño”.
La felicidad intensa de
la que hablaba antes es, al mismo tiempo, tremendamente frágil. No era extraño
que una disputa, normalmente originada por
rivalidades entre lugareños de poblaciones alejadas apenas por unos
centenares de metros o, todo los más, por escasos kilómetros, desbaratasen esos
momentos mágicos. En esos momentos cobraba todo su sentido la expresión “Por un
quítame allá esas pajas” porque, al parecer, si no se encontraba otro motivo de
discusión, era habitual que uno de los belicosos asistentes al festejo se colocase una brizna
en un hombro y retase a los demás a que se quitasen. Tras la Guerra Civil la
presencia en las verbenas de las fuerzas
de orden público hizo que esos incidentes se redujesen drásticamente.
En mi vida ha participado en todo tipo de
procesiones, desde las más corrientes hasta otras motorizadas e incluso
marítimas. Se trata siempre de festejar a una Virgen o a un santo y en
ocasiones de agradecer su intercesión (así hacen los marineros con la Virgen
del Carmen); en otras, porque se trataba de un intercesor, de un abogado, las
más de las veces en cuestiones de salud, como único remedio contra enfermedades
de las que no se conocía la causa ni, mucho menos, la cura. Sin duda, los
avances médicos ofrecen mayores posibilidades para luchar contra ellas, pero no
por eso disminuyó la afección por las romerías y las fiestas correspondientes.
Un ejemplo de lo que
digo, aplicado a una cuestión de índole civil, se da en la devoción que existe
a San Pegerto en la parroquia de Buciños (Carballedo), a cuya intercesión, según me contaban, acudían los mozos en edad militar para librarse de “servir
al Rey”. Los tiempos han cambiado, el ejército es profesional, la juventud no
empeña sus inquietudes y parte de su futuro en algo tan trivial como un sorteo
en el que se pueda resultar “excedente de cupo”; por no hablar de la injusticia
que suponía el hecho de que los más acomodados pudiesen comprar con dinero la
exención para un servicio que, en tiempos de guerra, hacía augurar una posible
muerte o, por lo menos, graves heridas y secuelas.
No es contradictorio con
el ambiente festero al que vengo haciendo referencia el hecho de que los
creyentes se sometan a mortificaciones, como llegar de rodillas a la ermita del
santo, cargar con un ataúd o llevar exvotos que después se quedarán junto a su
imagen formando una extraña composición. Todas estas manifestaciones darían
para una entrada. Sin embargo, para ilustrar el tema prefiero servirme de una
de las obras más conocidas del escultor gallego Asorey: “La ofrecida a San
Ramón”.
Y la música, siempre la
música. Al rayar el día, las Dianas y Alboradas para despertar al son de las
gaitas y las bombas de palenque. Luego, acompañando a la procesión, la banda de
música; pasacalles y concierto. Sesión vermú a cargo de la orquesta. Y tras el
descanso para la comida, primera sesión vespertina: pasodobles, ritmos latinos,
como no, los últimos éxitos de la “música ligera”. Como colofón, la verbena, el
momento principal de la fiesta, cuando la música se mezclaba con los
firmamentos efímeros creados por los fuegos artificiales hasta agotarse, ya de
madrugada.
En el relato “Un saxo na
néboa” Manuel Rivas nos ofrece un magistral retrato del ambiente musical de las
fiestas a través de los ojos de un joven que, casi sin querer, llega a ser
propietario de un saxofón y, sin darse cuenta, a formar parte de la Orquesta
Azul. Su primera actuación es en Santa Marta
de Lombás. El autor nos narra las incomodidades del viaje, cómo los músicos
se repartían entre las casas de la parroquia para comer y dormir, y, sobre
todo, la fascinación que el ambiente de la verbena produce en el protagonista,
que desde ese momento queda atrapado en el maravilloso mundo de la música.
El relato forma parte del
libro “¿Que me queres, amor?, que está traducido al castellano, y se integró en
el guión de la película de José Luis Cuerda “La lengua de las mariposas”.
Uno de los fenómenos que más me llama la
atención en la Galicia de hoy en día es el gran auge que han alcanzado las
orquestas que se dedican a amenizar las fiestas populares. Destaca entre ellas
Panorama, algunos de cuyos seguidores recorren las cuatro provincias gallegas
para no perderse ninguna de sus actuaciones,
y que ha merecido programas especiales en la Televisión de Galicia. No
es la única,- destacan otras, como, sin ánimo exhaustivo, París de Noia,
Poceiro, Satélites, Compostela-. El presupuesto de las fiestas patronales de
Monforte de Lemos aún no alcanza para que la orquesta Panorama las amenice (en 2015 se rumoreó
que existió un principio de acuerdo) pero estoy seguro que alguno de estos años
podré verla y opinar sobre ella con pleno conocimiento de causa. Hasta ese
momento, me conformo con los vídeos que circulan por la red.
Llegados a este punto, algún
lector se habrá preguntado cómo se financian las fiestas. No me refiero a
las de las localidades de cierta magnitud, como la citada en el párrafo
anterior, sino a las de las parroquias
rurales integradas en pequeños municipios. En ese caso es preciso hablar de los
“ramistas”. Son los encargados de organizar la fiesta: contratar las
actuaciones musicales, comprar los
fuegos artificiales y todo lo que fuese
necesario. No acceden al cargo tras una asamblea vecinal, sino por un consenso
especial que se va fraguando en conversaciones
realizadas en los lugares de reunión más habituales (el atrio de la
iglesia, la taberna, la fuente) siempre a
partir de una premisa: ¿ los ramistas del año pasado desean
repetir en el presente?. No es un cargo fácil porque, si algo sale mal, los
únicos responsables son ellos. Tienen también un pequeño margen de maniobra
para dar a la fiesta su impronta personal; uno de mis tíos contaba con orgullo
que el año en el que fue ramista no dejaron de explotar bombas de palenque
desde primera hora de la mañana hasta el final de la verbena.
Cada parroquia financia
sus fiestas mediante aportaciones de los vecinos que los ramistas se encargan
de ir recogiendo, yendo casa por casa; hace años
se trataba de productos agrícolas (patatas, centeno, maíz), pero más
recientemente el dinero era lo esperado.También salían por las poblaciones
próximas aprovechando fiestas y ferias. Recuerdo haberlos visto con un cepillo
como los que hay en las iglesias en el que aparecía pintado el nombre del santo
patrón o, en su defecto, una estampa que identificaba precisamente la parroquia
a la que iba destinado el donativo.
La labor no estaba exenta
de sinsabores. Mi padre me contó que, el año en el que fue ramista de la fiestas
de Escairón (O Saviñao), fue despedido con cajas destempladas, por decirlo
finamente, por el que después sería, andando el tiempo, mi abuelo materno. Como no llegué a conocerlo, ignoro el motivo
del incidente; tenía fama de tener genio muy vivo. Desde luego, no tenía una animadversión
especial contra las comisiones de
fiestas, pues él mismo formó parte de alguna, de lo cual queda constancia en el recorte de
prensa adjunto (publicado en La Voz de
Galicia del 6 de agosto de 1989). Recomiendo la lectura del pie de foto y la
alusión que realiza a la Guerra Civil.
La autorizada opinión del antropólogo Carmelo Lisón Tolosana, en su libro “Teoría etnográfica de Galicia”, nos dice:
“El pueblo no es teólogo, vive la creencia en acción, vibra en emociones que
visiblemente expresa en sus formas de culto-fiesta inmensamente variadas”. No
es difícil aventurar que muchas de las fiestas que ahora tienen tanto
éxito popular sean la pervivencia, más o menos disfrazada, de otras de tradición
anterior al cristianismo. O, simplemente, un ejercicio de cohesión social: para
el emigrante que no reside en su parroquia natal durante todo el año, una
manera de afirmar que sigue siendo parte de ella; y para los que no la han
abandonado, la prueba de la permanencia de la comunidad, pese a todos los
avatares. Para todos, la exaltación de la memoria colectiva que comparten y un ejercicio de resistencia frente al demoledor efecto que los tiempos modernos producen en
el mundo rural.
Seguidamente, y a modo de
almanaque, veremos ejemplos concretos de
las características principales a las que hemos hecho referencia.
FEBRERO
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3
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En el
día de San Blas, el santo románico del que nos hablaba Azaña, los fieles llenan
la iglesia de San Vicente del Pino con la intención de que las cintas y
rosquillas que llevan en abundancia sean bendecidas y, al mismo tiempo,
colocadas bajo la protección del santo, abogado de las dolencias de garganta.
No es preciso que el interesado acuda en persona; es usual que se encargue a otro que acuda en representación a la ceremonia, sin merma alguna de sus efectos. Las cintas son de distintos colores: azul para los varones y rosa para las mujeres y niñas (aunque esta distinción no sea más que una concesión a las modas imperantes desde hace unos años).
La rosquilla se ensarta como una cuenta de collar en la cinta y, una vez que el feligrés se la come, se ha de portar el cuello hasta que se rompa por el desgaste propio del uso.
No es preciso que el interesado acuda en persona; es usual que se encargue a otro que acuda en representación a la ceremonia, sin merma alguna de sus efectos. Las cintas son de distintos colores: azul para los varones y rosa para las mujeres y niñas (aunque esta distinción no sea más que una concesión a las modas imperantes desde hace unos años).
La rosquilla se ensarta como una cuenta de collar en la cinta y, una vez que el feligrés se la come, se ha de portar el cuello hasta que se rompa por el desgaste propio del uso.
J U N I O
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13
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San
Antonio de Padua es, sin duda, uno de los santos más conocidos. Se pide su
intercesión para asuntos muy dispares, desde encontrar novio hasta cualquier
objeto perdido. Rosalía de Castro recoge en uno de sus poemas la plegaria de
una muchacha:
San Antonio Bendito
Profesor Asaka, traductor al japonés de Rosalía |
Dademe
un home,
Anque
me mate,
Anque
me esfole.
Meu
santo San Antonio,
Daime
un homiño,
Anque o tamaño teña
Dun grau de millo.
Daime, meu santo,
Anque os pés teña coxos,
Mancos
os brazos.
Bien
comprendo que estos versos pueden chocar con la sensibilidad actual; y por eso,
aún a riesgo de separarme un poco del tema, añado otra estrofa en la que se
aprecia el verdadero tema poético: el desamparo de la mujer.
Facé,
meu San Antonio
Que
onde min veña
Para
casar conmigo,
Nena
solteira
Que
levo en dote
Unha
culler de ferro,
Catro
de boxe,
Un
irmanciño novo
Que
xa ten dentes,
Unha vaquiña vella
Que non dá leite.
En la
imagen adjunta se muestra el responso que se reza al santo cuando algo no
aparece (no es imprescindible una limosna, pero tampoco está de más). Me consta
su extendido uso en la actualidad, lo cual demuestra que, al menos, para los
que lo utilizan, es eficaz.
En la
fiesta que se celebra en Monforte de Lemos en honor del santo los “ramistas”
subastan después de la misa solemne las roscas que les suministran los
panaderos con el fin de recaudar parte de los fondos que precisan.
J U L I O
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10
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San
Cristobal es un santo muy peculiar. Aparece en las representaciones como un
varón dotado de gran fuerza. No en vano, su función es transportar al Niño
Jesús y, figuradamente, a todos los pecados el mundo. En la fotografía adjunta
vemos una talla expuesta en el Museo de Arte Sacro del Convento de Santa Clara
en Monforte. Sus brazos son los de un leñador o un labrador acostumbrado a
rudos trabajos.
También es el patrón de los conductores y en el día de su fiesta se celebra en Moaña (Pontevedra) una curiosa procesión motorizada en la que tras la imagen circulan automóviles engalanados que no dejan de tocar el claxon para convocar a los habitantes de los lugares por los que pasan.
Para tener una imagen más aproximada de la procesión, remito al lector a la contemplación del siguiente vídeo .
También es el patrón de los conductores y en el día de su fiesta se celebra en Moaña (Pontevedra) una curiosa procesión motorizada en la que tras la imagen circulan automóviles engalanados que no dejan de tocar el claxon para convocar a los habitantes de los lugares por los que pasan.
Para tener una imagen más aproximada de la procesión, remito al lector a la contemplación del siguiente vídeo .
J U L I O
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16
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Las
procesiones marítimas dedicadas a la Virgen del Carmen están muy extendidas en
las localidades marineras, pues es patrona de los hombres del mar. Hoy
hablaremos de la que se celebra en la misma localidad pontevedresa que se acaba
de citar. Los barcos engalanados con banderas multicolores acompañan al buque pesquero
más grande, a veces recién llegado para la ocasión de sus lejanos caladeros, al
que le cabe el honor de transportar la imagen durante un hermoso paseo por la
Ría de Vigo.
En unas de las ocasiones en las que estuve presente hubo disputa por dicho privilegio, ya que los pescadores de dos parroquias lo reclamaban para sí. Afortunadamente, la sangre no llegó al río o, en este caso, al mar. En el manto de la imagen se colocan unas cintas, similares a las utilizadas para colgar la rosquilla bendita de San Blas, en los que los asistentes enganchan billetes con los que demuestran su fervor y el agradecimiento a los favores de la patrona. Cuando embarca para iniciar la procesión, casi lo cubren por completo.
En unas de las ocasiones en las que estuve presente hubo disputa por dicho privilegio, ya que los pescadores de dos parroquias lo reclamaban para sí. Afortunadamente, la sangre no llegó al río o, en este caso, al mar. En el manto de la imagen se colocan unas cintas, similares a las utilizadas para colgar la rosquilla bendita de San Blas, en los que los asistentes enganchan billetes con los que demuestran su fervor y el agradecimiento a los favores de la patrona. Cuando embarca para iniciar la procesión, casi lo cubren por completo.
SEPTIEMBRE
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21
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En la
pequeña parroquia de A Parte, próxima a Monforte de Lemos, la fiesta se celebra
en honor a San Mateo. Ese día sus campos a la orilla del río Cabe se llenan de
una multitud ávida de diversión en común. Hasta tal punto llega la pasión
festera que muchos negocios de Monforte cierran sus puertas, pese a que se
celebre en día laborable. Grupos de familiares o amigos delimitan un trozo de
terreno e improvisan un comedor para disfrutar de la comida a sus anchas.
El resto del año el lugar permanece casi despoblado. A mí me gusta mucho acercarme a A Parte siguiendo el curso del río junto a mi buen amigo Juan Luis Casas y cuando atravesamos el campo de la fiesta me resulta casi imposible imaginarlo abarrotado de gente, coches y ruido. Solamente da idea de su futuro algún pequeño pedazo de prado o soto delimitado por cordeles y en los que un aviso escrito sobre un cartón que ya está reservado para la fiesta de San Mateo.
El resto del año el lugar permanece casi despoblado. A mí me gusta mucho acercarme a A Parte siguiendo el curso del río junto a mi buen amigo Juan Luis Casas y cuando atravesamos el campo de la fiesta me resulta casi imposible imaginarlo abarrotado de gente, coches y ruido. Solamente da idea de su futuro algún pequeño pedazo de prado o soto delimitado por cordeles y en los que un aviso escrito sobre un cartón que ya está reservado para la fiesta de San Mateo.
DICIEMBRE
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13
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Hasta
aquí se han traído a colación fiestas
pujantes, llenas de salud y señaladas por el favor popular. Terminaremos
con una que está en el caso contrario.
Santa Lucía, patrona de las costureras, está representada en una de las
fachadas de la iglesia de San Vicente del Pino, a la que antes nos hemos
referido, como una muchacha que lleva sus ojos en una bandeja. Poco amigo de la
truculencia, evitaré la referencia al martirio que dio lugar a tan cruenta
escena.
Su fiesta se celebra en los aledaños del Convento de Santa Clara, también citado anteriormente. Sea porque coincidir en fechas invernales o porque la comunidad que sostenía la fiesta carezca ya del impulso necesario para ello, el caso es que está en vías de extinción. Sin embargo, se resiste a desaparecer, como demuestra la noticia publicada en El Progreso del día 14 de diciembre de 1998.
Su fiesta se celebra en los aledaños del Convento de Santa Clara, también citado anteriormente. Sea porque coincidir en fechas invernales o porque la comunidad que sostenía la fiesta carezca ya del impulso necesario para ello, el caso es que está en vías de extinción. Sin embargo, se resiste a desaparecer, como demuestra la noticia publicada en El Progreso del día 14 de diciembre de 1998.
Para
no dejar el lector con mal sabor de boca, recordemos que en Barcelona se celebra la Fira de Santa Llúcia.
En las fechas próximas a la Navidad la plaza de la Catedral acoge un
multitudinario mercado navideño que, por
lo que he podido comprobar en su última edición, goza de una excelente salud.
NOTA: Muchas de las fotografías de las fiestas monfortinas aparecen en la página www.jrcasan.com en la que se recoge el fruto de una incansable labor de documentación de todo lo que ocurre en esta comarca.
KFK ha comentado:
ResponderEliminar"El recorrido por nuestras fiestas ha sido supercompleto y tan bien descrito que me vi en ellas; recuerdo aquellos primeros palcos iluminados apenas por unas luces de colores a los mastodónticos escenarios de las orquestas actuales: Panorama, Paris de N....Cuando describes el apartado culinario se me abrió el apetito, pues todos los platos típicos eran y siguen siendo deliciosos y esas largas sobremesas...
Enhorabuena por esta entrada y para terminar digamos: ¡viva la fiesta!"
Felicidades, es una entrada muy simpática, aunque si la lees a la hora de comer da mucha hambre. Saludos.
ResponderEliminarFelicidades por esta entrada tan rica en detalles etnológicos, aderezados con la poesía de la memoria evocadora.Es todo un catálogo de proyectos de investigación para estudiantes interesados en el folkore popular. Particularmente me gustaría resaltar un detalle.La ofrecida de Asorey es una figura muy rica en su simbolismo.Está repleta de ecos de los ritos de fertilidad del mundo pagano, aunque reconducidos al culto cristiano a San Ramón Nonato. Me atrevo a pedir al autor que amplíe un poco la información sobre los elementos que adornan esta maravillosa escultura, que nadie debe perderse en el Museo Provincial de Lugo, ya que creo que será de interés para todos los curiosos de la antropología y de la cultura en general.
ResponderEliminarMi amigo Ramón Dacuña enriquece la entrada recordando que hasta el final de la década de los años cuarenta del siglo pasado en parroquias próximas a las ciudades y hasta 1970 en las aldeas más lejanas e incomunicadas culturalmente había un “derecho” llamado “ceder el baile”. Cualquier mozo podía requerir a moza que ya estaba bailando con otro, incluso aunque fuesen una pareja de novios. Para la chica solamente había dos alternativas: dejar a la pareja con la que estaba y bailar con el solicitante o retirarse a las afueras del campo de la fiesta sin poder hacerlo con ningún otro. JOSÉ LOSADA
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